Il Richiamo Della Luna [Privado Dominique]

El sol lentamente se abría paso entre las nubes para dar inicio a un nuevo día en Francia. Para la gran mayoría de la gente era algo común, pero no para la italiana y sus camaradas: la luna llena había hecho aparición la noche que ahora abandonaba tranquila su predominio en el cielo y era normal que hubieran unas cuantas apariciones de personas desnudas e inconscientes en los lugares más inesperados, quedando sus cuerpos a vista de la gente de todas clases sociales. Y Gianella no había sido la excepción, aunque...su paradero fue bastante particular.

Su locura temporal le había dejado nada más y nada menos que en los jardines del Palacio Real de Francia, con su humanidad tumbada de boca en el pasto y con varias marcas de suciedad y unos cuantos raspones producto de ramas que osaron interponerse en el camino de la bestia negra de ojos amarillos que la chica había sido hace solamente unas cuantas horas. No había rastro de ropa ni de sangre, sólo un agotamiento extremo por la brusca mutación, que le hacía estar sin reacción ante las inocentes arremetidas de unos pájaros que se habían acercado a su piel, posándose en brazos y espalda de la licántropa. Era un blanco extremadamente sencillo, incluso podrían matarla y ella no se enteraría. Pero lo que ella no sabía, era que un encuentro inesperado iba a ocurrir.

Estaba temblando de pies a cabeza cuando desperté y aunque hice todo lo posible por conciliar de nuevo el sueño, este no volvió a seducirme más. El vértigo de mis siniestras pesadillas me hizo salir de la cama y di vueltas cual espíritu impaciente por la habitación. Todavía faltaba un poco para que el sol apareciera en el adormilado cielo y todo Versalles caía en un susurro de silencios frágiles. Trate de leer a mis aclamados poetas para darme sosiego, tampoco funciono. Fui a darme un baño y luego me esmere como pocas veces en arreglarme sin necesidad de ayuda de mis damas de compañía, otro vano intento de distracción. Finalmente me di cuenta que lo único que iba a relajarme era Antonieta, y no importaba que tan temprano fuera, lo necesitaba en ese momento. Partí hacia los establos, siendo interrumpida más de una vez por los guardias a que dóciles se ofrecían a acompañarme a donde quiera que fuera, los más osados me aconsejaban volver a la cama. Sabía bien que pese a lo mucho que insistí en que me dejaran sola, alguno andaría siguiéndome los talones. No me molesto, después de todo era su trabajo.

Desperté con caricias y susurros a mi Yegua, y monte en ella a frenético trote en afán por descargar toda mi adrenalina en ello. Pronto deje atrás a Versalles, a mi humanidad, a los Fontaine y solo quedamos la noche, Antonieta y yo. No sé cuánto dure a la misma velocidad y la misma pasión violenta pero apenas mis pensamientos cayeron en su regularidad diáfana disminuí la celeridad del galope, culpable por la brutalidad con la que había abordado al animal me dirigí hacia la vieja cabaña campirana que quedaba más al final, me dio gracia el solo verla. Por muy hogar del viejo jardinero y por muy rustica que trato de ser… relucía la calidad de la madera y la ornamenta de la fachada.

Ayude a la yegua a aproximarse a un depósito de agua y lo deje beber, descansar de mi temperamento e incluso de mi presencia cuando distraídamente comencé a pasear por los senderos. Uno de los guardias me había seguido también en su caballo y a prudente distancia mantenía vigilado el perímetro. Sonreí y me alenté a olvidarle. Los rayos deslumbrantes y anárquicos comenzaron a aparecer por el firmamento anunciando un nuevo día, lanzando un suspiro cansino. Las luces del día se hicieron más fuertes así que me adentre más a las profundidades de la arboleada, preguntándome hacia cuanto no había visto un amanecer y hacia cuanto no paseaba por esos lares.

Un par de pájaros sobrevolando en caída atrajeron mi atención y fueron ellos mismos quienes guiaron a mis ojos hacia un espectáculo que atrajo una enorme sorpresa. Una mujer de aspecto muy lozano dormía boca arriba sobre el pasto, su cuerpo sucio y un tanto tembloroso se encontraba totalmente expuesto al despiadado frio de Francia. Acelere el paso en su dirección y trate de despertarle en base de llamadas, cuando note que no había respuesta alguna eche a correr de nueva cuenta hacia la cabaña y llame a mi vigilante, este acudió al auxilio reviso los signos vitales de la mujer y cuando comprobó que aún vivía, la cubrió con su capa y la llevo a la cabaña.

La ordene que la acostara sobre la alfombra frente al fuego y luego lo mande a ir a dejar a mi Yegua hacia el establo, también que despistadamente trajera comida y ropa. Aclare, más de una vez, que no debía reporta el hallazgo, no al menos hasta que yo averiguara el misterio de nuestra Eva anónima.

Tome asiento en uno de los sofas igual de cercanos a la chimenea y aguarde hasta que la misma despertara.

En efecto, ni hubo ni la más mínima reacción por parte de la italiana cuando la mujer fue en su auxilio. Ni cuando el vigilante verificó sus signos vitales, ni cuando éste la cargó y la llevó a la cabaña, salvándola del implacable frío del invierno parisino. Recién hubo un movimiento tras poco más de una hora. Un calor muy agradable le recorrió todo el cuerpo y le hizo abrir los ojos con lentitud, viendo inicialmente borroso, sin reconocer que estaba observando el techo de la construcción.

- Dónde...estoy... - musitó mientras cerraba un poco más fuerte sus ojos y luego los abría más, extrañada por las nuevas sensaciones otorgadas tanto por su olfato como por su oído y vista. ¿En dónde diablos estaba?

Se intentó levantar pero apenas al sentarse sintió un dolor generalizado (sin prestarle mayor atención a la manta que le envolvía), a lo que se cubrió el rostro con una mano. En ese momento fue cuando le prestó atención al olor que había. Humano. Y al dirigir su azulada mirada a ella notó sus ropas y sus facciones. De seguro clase alta, pensó nuevamente, maldiciendo dentro de sí la mala suerte que le había tocado: encerrada y desnuda con una mujer que seguramente odiaría.

Cruce mi pierna de forma inclinada mientras me distraía acomodando los adornos de mi atuendo. Sabía que el soldado iba a tardar un poco, pues debía retornar a pie llevando a ambos caballos y todavía buscar de forma disimulada el alimento y las prendas. No me importaba que hiciera o a que velocidad lo cumpliera, lo único que estaba segura es que si se le ocurría decírselo a alguien no volvería a trabajar con nadie. Yo siempre había sido muy celosa de mis secretos y la chica que había encontrado si bien era una especie de descubrimiento particular.

La voz me saco de mi sopor y otorgue un atención, su cuerpo inerte comenzaba a entrar en tensión al no reconocer su alrededor, olisqueando el aire como un ciervo receloso. Le regale una sonrisa propia de Lucían: Fácil, paciente y altanera. Asi tambien le di unos cuantos momentos mientras comprendia la textura de la habitacion, el frescor de la madera, la calidez de la capucha, el brillo del fuego...

--- Estas en Versalles, forajida. ¿Recuerdas como brincaste la seguridad del territorio real, te desnudaste y dormitaste un poco? --- pregunte un tanto irónica.

Gianella tuvo que corregirse: había sido la peor suerte. No sólo estaba desnuda y adolorida a causa de su transformación, no sólo estaba encerrada en Versalles con una "niña rica", sino que ésta era de las que tenía actitudes que no soportaba. Todo perfecto.

Si se trataba de recordar, ella perfectamente le podía explicar: "Me convertí en una bestia negra de ojos amarillos y corrí hasta llegar acá matando gente". Pero no se lo iba a decir, no en ese tono. ¿Qué pasaba si ella tenía aversión por los de su raza? Nada, ella no se iba a dejar matar en caso de que fuese una loca anti licántropos.

Le miró fijo, haciendo una mueca de molestia que no se molestó en ocultar. ¿Qué sabía ella?

- Los de su tipo nunca cambian, siempre tan amables y cordiales con las visitas... -respondió con sarcasmo, con la misma sonrisa altanera.. Tras decir aquello, una única interrogante le invadió la mente; ¿Por qué le hablaba con respeto usando el "su"? ¿Es que acaso la respetaba o era más anciana que ella?

--- ¿"Los de mi tipo"? --- pregunte arqueando una ceja y deslizando mis brazos para cruzarlos sobre mi pecho. Esa chica estaba actuando con demasiado desdén, no conveniente para la posición desvalida en la que se haya, pero no parecía asustada ni mucho menos vulnerable... miraba alrededor desconcertada y furiosa, demasiado a la defensiva. No era nadie perteneciente a Versalles, ni noble ni sirviente. Tampoco alguien que tuviera alguna relación con el castillo, me habría reconocido ---. Los de mi tipo te salvaron de morir de hipotermia, campesina. Además de estar buscándote comida y ropa. Por ese simple gesto omite los gruñidos y limítate a responder a mi pregunta: ¿Cómo llegaste aquí?

Había sido deliberadamente agresiva en mi respuesta también, pero no me interesaba ser educada con esa clase de desconocidos. Después de todo mi posición en la situación era tan cómoda como el sofá en el que estaba. Era ella la que corria riesgo de ser entregada al tribunal. Estar dentro de Versalles sin alguna coartada irremediablemente te dejaba en papel de Ladron, o algun calificativo peor.

- " Pero yo ni siquiera se lo pedí..." - dijo para sus adentros la pelinegra, quien dejó de acariciarse el rostro para poder observar a la arrogante mujer que tenía enfrente con ambos ojos. Le odiaba por su actitud, ¿es que acaso no había tenido una persona que le enseñase modales con un desconocido? Según las reflexiones aceleradas de Gianella, al parecer no.

No tenía demasiadas posibilidades de acción debido a su aún latente cansancio muscular, así que decidió responder algo que quizás la mujer no creería, pero le daba lo mismo. Sólo le tocaba agradecer que fuera sincera con ella.

- No lo sé.

Frunci el ceño, insatisfecha de su negativa a responder. Habia una posibilidad de que aquello fuera cierto, sin embargo el mundo me habia instruido de cierta forma... y el talento de poder confiar en las personas no habia sido una de las clases, mucho menos en desconocidos en situaciones sospechosas. ¿pero que podria ser? me puse de pie, teniendo el cuidado de siempre hacia mi atuendo y luego me encamine hacia la chimenea, entrelazando los dedos de mis manos en mi regazo.

--- ¿Que es lo ultimo que recuerdas? --- pregunto, y justo cuando lo hice la puerta de la cabaña se abrio. El joven soldado llevaba dos canastas un tanto grandes, la cual dejo sobre el sofa donde anteriormente habia estado sentada yo.
--- "Mi señora"---- pronuncio haciendo una leve reverencia---. Tengo todo lo que pidio... ---- Asenti y le hice un ademan para que prosiguiera. Se fijo en la mujer que ya estaba despierta y se mantuvo un tanto perplejo. Habia pasado lo mismo cuando estaba alla afuera, quizas la humilde belleza de la campesina lo habia perturbado demasiado.

Con humildad y sin mirar demasiado, le acerco una cobija mas que habia estado dentro de la canasta, junto con un humilde vestido, zapatos y otra capucha. De la otra canasta extrajo unos aperitivos ligeros y una botella de vino. Vaya que se habia esmerado para ayudarle.

Iba a responderle nuevamente con sinceridad, para su desgracia, cuando apareció el tal vigilante con ropa y comida. Lo notó sorprendido, quizás por su belleza externa, o quizás por quien sabe qué cosa, pero Gianella no le dio demasiada importancia. Asintió de manera sutil en señal de agradecimiento (Su orgullo no le permitía dar las gracias en aquel instante, de ser por ella le hubiera matado en el momento y robado sus ropas) y luego observó las cosas con detenimiento, notándose en el leve movimiento de su nariz que las estaba olfateando. Acercó el vestido a ella intentando ocultar la horrible sensación de incomodidad que éste le traería y se lo colocó con rapidez, para luego estirar las piernas y así no notarse nada fuera de lo moralmente permitido, ya que no podía sentarse en posición de meditación, como tanto le gustaba. Apoyó las manos en la suave superficie de la alfombra y esperó que la mujer volviera a preguntar, ya que no sabía si prefería que aquel hombre estuviera presente en su conversación.

--- ¿Nadie te siguió? --- le pregunte y apenas recibí la respuesta negativa y que esperaba, asentí---. Espéranos afuera de la puerta, para cualquier cosa… te llamare ---. Con eficacia pronto quedamos solas, me había sorprendido un poco su prudencia. Pues no se había atrevido a responder en toda la estadía de mi cautivado soldado. “quien sabe, a la mejor no fue prudencia… solo lo uso de excusa para no hablar” me respondí a mi misma. Se veía bastante chusca con ese vestidito sencillo, como incomoda a portarlo. Me recordaba a mi misma cada noche que escapaba del castillo. Alce una ceja y le mire con leve impaciencia--- ¿y bien?

Le alenté a hablar, abandonando la calidez del fuego para acercarme unos pasos hacia ella. Eran divertidas sus expresiones furibundas, al menos en un rostro tan lozano y con aire dulce.

--- Puedes comer, nada de ello esta envenado.

El tipo desapareció y luego la mujer insistió, pero Gianella se tomó su tiempo. No la podía atacar, no le podía escupir, ni mucho menos matarla; estaba en una situación desventajosa y tenía que aprovechar cada instante que el destino le brindaba en una nueva lucha para sobrevivir, y el objetivo esta vez era aguantarse las ganas de arrancarle la cabeza a una engreída que se le acercó con una ceja arqueada, como la persona más arrogante del mundo, como esas personas que la descriminaron por tantos años y que siguen haciéndolo ahora: los humanos.

Sacó algo similar a un pan y lo olfateó de nuevo ahora teniéndolo más cerca, para luego dar una mordida un tanto brusca, ya que hacía mucho que no comía, lo que sumado a la transformación que agotaba todas sus fuerzas hacía difícil entender cómo no había permanecido desmayada por más tiempo. Quizás era la costumbre.

Luego de finalizar aquella breve mordida se pasó la mano por la boca, para limpiarse los restos que habían quedado. Recién allí iba a responder.

- Lo último que recuerdo es haber estado a las afueras de Paris al anochecer. Luego de eso perdí la consciencia y desperté aquí. Desconozco lo que sucedió. -dijo mintiendo descaradamente, pero eso no se notaba en su voz susurrante y cortante al mismo tiempo. Estaba casi segura de que la mujer querría indagar más, pero al menos se lo pondría bien difícil antes de que ella consiguiera lo que quería.

Sus movimientos eran muy cautelosos, pero ni por asomo se parecian a los de Sinclair, Geraldine... o cualquier otra persona prudente que conocia, pues estos en su moderacion encerraban elegancia, la misteriosa aparecida que tenia delante olia las cosas y luego las inspeccionaba como los sabuesos de caza. Daba un tanto de gracia.
Me eche a reir por su respuesta, tomando el atizador que estaba aun lado de la chimenea y remolineando la leña y el carbon, avivando el fuego.

--- ¿Te pasa seguido? --- segui su juego, volviendome hacia ella con una expresion divertida---. Oh, pero que descortes de mi parte, te hostigo sin haberme presentado. Me llamo Dominique --- Supuse que mi nombre no iba a sonarle a nada, y preferi ahorrarme el apellido. Si iba a descubrirme antes de que yo la descubirera a ella, preferi no darle todas las armas.

Mientras se dirigió a avivar el fuego su acompañante, Gianella continuó comiendo el pan que tenía entre sus manos, con la ceja arqueada y la mirada hostil de siempre, estando obvia y claramente molesta por su forma de actuar. Era la típica niña rica que quería que todo se lo dieran sin chistar, y eso le hacía hervir la sangre de manera casi incontrolable a la licántropa.

Dijo su nombre y la italiana mantuvo su expresión, haciendo esfuerzos para recordar si había alguien con ese nombre. Le sonaba, y bastante. Pero no sabía de dónde, a pesar de vivir casi veinte años en Paris. Esperaba que comiendo un poco más recordara de dónde había escuchado aquel nombre.

- Gianella es el mío... - dijo secamente mirándola a los ojos como queriendo quemarle el rostro con ellos. No había motivos para decir el apellido si su interlocutora no lo había mencionado. Le demostraría que podía jugar de igual a igual con el delicado arte de la palabra.

--- ¿Tiene buen sabor o solo es el hambre? – dije en gesto distraído.

Tome el atizador con mi mano derecha y me detuve a observar la palma de la izquierda, era una suerte que había dejado mis guantes de tonos claros, para portar esos oscuros y de cuero, propios de un jinete. Sonreí muy ligeramente, habían sido un regalo de las fiestas de diciembre, uno de mis favoritos he de decir. Me volví a dejar el instrumento en si situó y choque mis manos varias veces, para quitarme el polvo de las mismas.

--- Necesitas una buena coartada, yo podre ser muy considera fingiendo que me trago tu historia, pero no lo serán la ley --- comente en un frio que aunque frio, trataba de ser considerado---. Puedes tenerme de aliada y te ayudaría a evitarte una estadía en prisión, pero bueno… eso tú lo decides.

- Si viniera a robarle, ya lo habría hecho...y sin dejar ningún rastro. - dijo la italiana apenas despegando su boca del pan que se hacía cada vez menos entre sus manos. Estaba argumentando quizás de manera peligrosa, pero para ella nada era peligroso.- Ni siquiera conozco este lugar, no tengo idea de lo que hay ni nada de eso. Llegué aquí por otros motivos. Y..la verdad sea dicha...prefiero una condena eterna que ser tu aliada...- respondió aumentando el recelo en la última frase, dejando claro que por NADA del mundo iba a aliarse con ella. No se iba a rebajar a ese nivel.

--- ¿Lo habrías hecho sin dejar ningún rastro? Suenas como si fueras toda una experta – Reí ligeramente, un tanto divertida--- No te estas ayudando mucho. Y pues estas en Versalles, nada más y nada menos que el palacio principal de la nobleza francesa, cede de congresos de todo tipo de alianzas y lugar de llegada de la realeza de todas partes del continente Europeo. Como veras… no es cualquier lugar, y nadie entra aquí por nada… si es que logra entrar ---. Me acerque un poco más a ella, evaluando su acento, era francés---. Oh, mon dieu ¿Por qué tanto recelo conmigo? Si te he hablado con dureza es porque tú misma lo has hecho también, solo mírate. Actuas como si te hubiera secuestrado, cuando no he hecho otra cosa que salvarte de la nieve y proporcionarte comida y calidez. Creo que estas siendo un tanto injusta.

Una risa se condesaba en mi garganta, pero no se liberó ni siquiera una sonrisa a mi expresión, esta se mantenía templada, tranquila y desazonada.

La italiana de ojos azules no recordaba una situación como esta en toda su lupina vida. La luna llena le había llevado a uno de los lugares (si no era EL lugar) que nunca pensó ni tampoco quiso visitar. Maldijo su suerte una vez más y continuó "charlando", sin importar lo que las ácidas declaraciones por parte de ambas producieran en el desarrollo de la misma.

- ¿"Quieres que te haga una reverencia y te diga, "oh, perdone usted mi intromisión en sus territorios privados, Su Alteza?" - Preguntó imitando de manera burlesca a los idiotas que solían subordinarse a los idiotas de clase mayor, haciendo gestos con sus manos muy típicos de esa clase social, pero distorsionados a propósito por la licántropa. Ni siquiera esperó respuesta, continuó con lo suyo, disparando con todo. - No me interesa que me hables con dureza, de hecho me sorprendería si me trataras bien, porque estas ropas creo que son perfectamente dignas para alguien como yo, no? No lo niegues porque yo sé cómo piensan los de su estirpe... - dijo sonriendo con sorna, enseñando su par de colmillos alargados.- Y tú actúas como si hubiera hecho algo muy malo. Sólo me dejé caer mágicamente una noche y decidí quitarme la ropa porque soy una maldita nudista... - dijo terminando su breve argumentación, esperando que respondiera. Ella estaba lista.

--- Hummm, puedes hacerla, pero no cambiara mucho tu situacion--- Respondi manejando su mismo sarcasmo, cruzandome de brazos pero alzando la mano derecha para descansar la palma de mi mano sobre la misma en gesto pensativo---. ¿Tus ropas? yo no las eligi, te las trajo el guardia... ve y quejate con el si no te gusta el estilo --- deslice una sonrisa de unos segundos. ¿Se habia dado cuenta la dama que al enseñarme los dientes cual perro rabioso habia delatado unos caninos un tanto peculiares?

Mi maldita nueva costumbre de solo estarme frecuentando con criaturas antinaturales me hacia dudar mas de todo, sin desearlo realmente ya estaba analizando de tal modo a la chica. Su dentadura no se parecian a los caninos de Armand, y ademas habia estado dormida bajo los rayos del sol sin problema, no era un Vampiro.

---. Creo que estoy perdiendo mi tiempo contigo... Los de "mi estirpe" como tu los llamas no se tomarian tantas molestias. Y si hiciste algo malo --- Recalque--- dormida, drogada o despierta... entrar aqui sin permiso es algo relativamente malo. Puedes contarles el cuento de la nudista o la sin memoria, ninguno te va a funcionar.

Me volvi hacia la puerta y apunto estuve de llamar a mi guardia para que entrara y se la llevara como prisionera de una buena vez, quien sabe. A la mejor despues de hacer acto de presencia y disimulo en la corte pudiera volver a molestarla o entregarla de una vez a las personas correspóndientes, sin embargo mi memoria me hizo reparar en un hecho bastante trascendente.

--- ¿Anoche fue Luna Llena, Verdad?

Gianella escuchó con atención (y algo de recelo, por supuesto) cada sílaba, cada palabra que salía de la boca de la ricachona francesa. Ella había atacado fuerte con sus declaraciones, pero la niña de los guantes respondía también con fiereza, era como un verdadero intercambio de golpes para la italiana.

Terminó de comer el pan que tenía de un bocado cuando Dominique se volteó a la puerta, y lo que dijo posteriormente casi hizo que se atragantara. Menos mal que los restos de pan ya estaban en su estómago cuando disparó aquella pregunta. Le miró con odio, juntando sus dientes una vez más y arrugando las cejas: ¿qué iba a hacer ahora? No lo podía negar, pero no podía darle la razón....no podía darse el lujo de darle la razón aunque fuera a causa de un mero suceso natural, aunque no tan natural para los Licántropos.

- ...Sí -dijo casi en un soplido lo suficientemente bajo para no querer que se escuchara, pero de todas maneras el que calla otorga, así que de cualquier forma era una respuesta afirmativa.

Como hace mucho tiempo atrás, sintió gran incertidumbre. Pero esa incertidumbre le daba valor y fuerzas para continuar.

Una expresión cómplice adorno mis gestos y me detuve a unos palmos de la ventana cerrada, el cortinaje de tablas estaba firmemente cerrado. Sin dejar que la afirmación de Gianella le hiciera notar mi sospecha me acerque a esta ventana para abrirla con naturalidad, un viento fresco, frio y matinal se deslizo al interior de la cabaña. El soldado aguardaba paciente detrás de la puerta, se que me noto pero ni hizo amago de girarse... esperaba erguido y con el menton en alto esperando una orden, le mire de soslayo y luego aspire el aire fresco, como lo hacia cada mañana para reunir las fuerzas.

Era extraño, pero los gruñidos y malas caras de esa chica me divertian. Ya no sabia si era por eso, o por el cumulo de hipotesis que me creaba su persona lo que me hacia retenerla ahi y retenerme a mi misma. Ambas en combinacion muy probablemente, cada vez estaba menos convencida de entregarla al general.

--- ¿Fue muy bonita, verdad? --- pregunte en ese tono que sonaba tan ameno y gentil, aunque estuviera pletórico de burla--- Tan resplandeciente… omnipotente… la luna me gusta mucho mas que el sol, es un tanto mas personal, casi una complice de uno… --- Aguarde unos instante y luego me gire, recardandome en la baranda de la ventana---. ¿La viste?