A veces buscamos una respuesta que esta enfrente de nosotros (libre)

por **Ginebra Le Boursier** Mar Feb 08, 2011 9:51 pm

Observar a las personas envejecer, enfermarse, destruirse... me provocaba un daño terrible. Deseaba paz en un mundo de guerra, siglos y siglos, siempre la misma historia. Los hombres generan daño a los demás buscando darse una imagen superior a todos los demás. No lo comprendo, no comprendo a los hombres y a la raza humana.
Siempre he oído "Los vampiros no existen" "Son monstruos" "No existen y se acabo" un sin fin de imágenes y voces dentro de mi cabeza, inundando mi ser y destruyéndome. Las lágrimas brotaron de mis orbes azules, lagrimas de dolor. Siendo parte de la raza vampírica, sufro, sufro un dolor insoportable dentro de mí ser. Tal vez solo me ahogo dentro de un vaso de agua, puede ser, pero... ya fueron muchas traiciones e ilusiones rotas por la monotonía. No puedo soportarlo más, deseo gritar, llorar por este dolor tan amargo que sentía ahora dentro de mí.

Mientras unas lagrimas saladas caían otras resurgían para tomar su lugar, nunca había sollozado durante siglos aguantaba la tristeza dentro no la dejaba salir por nada y, siempre que la llegaba a sacar era en un lugar privado. No entiendo porque me pongo a lloriquear ahora. Lentamente sumiéndome en la tristeza llegue a un pequeño orfanato, lo admire unos segundos. Me aventure a observar a una de las ventanas de las habitaciones de los niños, eran tan hermosos, dulces e inocentes ángeles dentro de un mundo hostil y lleno de guerras ojala pudiera sacar de su pobreza a uno.
¿Adoptar un niño? ¿Que le diría? sabes que tu nueva mama es una vampiresa y tienes que cuidar su "sarcófago" mientras ella duerme. No podría hacerle eso y mucho menos a un infante.
Continúe analizando a los pequeños, las respiraciones se mesclaban uniéndose en un coro donde todos cantaban. Todos esos pequeños, sueños que tal vez nunca se cumplan.

De pronto el cielo se volvió gris y gotas cristalinas caían del, el cielo lloraba junto conmigo, acompañados en la soledad de la noche. Aleje mi cuerpo de aquel ventanal y encontré un frio banco, donde tome un asiento.

por **Gerard Montefeltro** Sáb Feb 12, 2011 2:32 pm

¿Cuántos inviernos había pasado ya en París? Ya ni lo recordaba. En cierto modo me había hecho a la ciudad, me había costado, eso sí. Las clases iban y venían, los exámenes finales estaban por llegar. Días de nerviosismo acumulado se podía oler en los pasillos de la facultad, incluso en la residencia. La Biblioteca se había convertido en mi segunda casa. Estas nuevas asignaturas relacionando el Arte con la filosofía, me traían de cabeza. Yo no veía necesario tener que teorizar tanto, muchos de ellos no habían sostenido un pincel en sus manos, o un mero cincel con el que tallar la piedra. Leía sus tesis como si de cuentos chinos se tratasen. No, definitivamente, la daba por muerta. Para el examen final de artístico, debía pintar un cuadro de dimensiones bastante considerables para el término de la semana ¡y yo la llevaba clara! El lienzo no cabía ni en mi habitación. Todo era tan rudimentario, y pesado, nada era fácil para nosotros, en absoluto. Lo achacaba a la envidia de los profesores que nos impartían clase. París era una ciudad rebosante de talento, yo mismo lo había visto ¿cómo podían echar por tierra nuestras nuevas propuestas? Era desalentador. Salí de la residencia malhumorado, con el maletín en las manos, ya había anochecido, me daba igual, me estaba ahogando la presión. Ver la pila de libros sobre mi mesa no me ayudaba a focalizar mis sentidos en esa obra que se supone que debía ser la perla entre mi repertorio de cuadros ¿cómo iba a conseguirlo? Miré furioso el cielo ¡y ahora llovía! Apreté el paso resguardándome en uno de los soportales, esperando encontrar un poco de iluminación divina. Me enguanté las manos deprisa y corriendo, hacía mucho frío. Saludé a uno de mis compañeros de residencia con la cabeza. Caminé despacio, con cuidado de no resbalarme en alguna baldosa endemoniada. Poco a poco mis rizos se fueron calando, abrí el maletín para coger mi gorro de lana verde, y me lo puse, sin pensar en lo ridículo que podría parecer. Anduve por las calles, hasta que escuché los chillidos y risas de unos niños ¿dónde estaba ahora? ¿Una escuela? “¿Una escuela abierta a las nueve de la noche?” Poco suspicaz, como de costumbre. Entré en aquel orfanato, mirando como un puñado de niños jugaban a las batallitas, los palos imaginé que serían sus fusiles, y ¿qué hacían con las piedrecitas? Me quedé atónico viendo como un niño tiraba un puño de éstas a otro niño a la cara. -¡Niño!- Me acerqué corriendo cuando el pequeño comenzó a llorar a moco tendido. –Eso no se hace.- Le recriminé con un dedo, ¿y qué recibí? Lo diré: Una patada en la rabadilla como respuesta. -¡Muy bien diablillo!- Apunto estuve de perseguirle, pero se fue como volando. Maldito crío ¿así como pretendían tener una familia? El otro niño que no paraba de llorar me agarró de la mano, lo cogí en brazos, dándole unas palmaditas en la espalda, no tendría más de seis años. –Ya pasó…ya…

-Raúl es muy malo…- Asentí, dejándole en el suelo. –Corre a cenar.- El niño sonrió, echando a correr. Me quedé allí, el patio de aquel orfanato era extenso, me senté en uno de los bancos de piedra, estaba helado, saqué de mi maletín un cuaderno para sentarme sobre él. Mi banco quedaba iluminado por una de las farolas, sí allí podría bocetar algo con un poco de suerte. Muchos de los niños que allí vivían se quedaban mirando por la ventana embelesados. Era triste verles ¿pero qué iba a hacer yo? Un estudiante…no podía acarrear tal tarea. Lo que me faltaba. Apenas podía mantenerme. Saqué mi libreta de apuntes, y comencé a trazar las primeras líneas del rostro de un chiquillo, el que leía en uno de los ventanales, apenas iluminado por una tenue luz. Eché mi peso hacia delante para que la lluvia no mojase el papel. Ni me di cuenta de lo que me rodeaba, ya que una vez que cogía el grafito, desconectaba del resto del mundo.

por Invitado Sáb Mar 05, 2011 11:16 am

-¡Tomás!-Dije mientras me acercaba a un niño que corria hacia el comedor para poder llegar a la cena. Le paré mientras me agachaba y le miraba a los ojos. Había llorado otra vez.-¿Que ha pasado?-Dije preocupada al ver la carita de Tomás roja como un tomate.
-A sido Raúl...-Dijo mientras escondia la cara entre los brazos.-Siempre me pega...-Dijo mirandome a los ojos. Aquellos ojos verdes me derritieron el alma.
-Llevo poco tiempo aqui, pero ese chico siempre se mete en líos-Dije mientras envolvia a Tomás en un abrazo. Tomás aceptó el abrazo y se separo con la cara mas feliz.-Ve a cenar, corre.-Dije con una sonrisa en la cara. Tomás asintió enseguida y se fue corriendo.
Me incorpore de pie en mitad del pasillo y cuando me gire para ir al comedor, vi a un hombre que parecia que estuviera pintando. Vi que miraba a uno de los niños que estaba leyendo y me acorde de inmediato a que vine en un principio.

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