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¿Y dónde está la fuerza de un hombre? [Libre] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ezequiel Valentine Dom Jun 19, 2011 1:34 pm

El constante martilleo de las gotas al caer, taladraba sus sentidos; era una tarde calurosa de lluvia. Podría quitarse el abrigo y caminar bajo la lluvia para refrescarse un poco, pero no le era posible. Otra noche más sobre las calles Parisinas, otra noche en que los espectros danzan y le aúllan a la luna, otro instante para cazar y cobrar venganza. Abatido por en cansancio que, una noche atrás lo consumió en un patético intento al asesinar a una bruja; decidió enclaustrarse en la taberna, lugar de encuentro entre las ánimas perdidas que buscan su olvido al final de una copa con alcohol. Un trago, sólo un trago calmaría su sed y aliviaría sus pesares, tenía trabajo que hacer… Las horas dentro de la taberna pasaron sin previo aviso, copa tras copa se fue bebiendo el tiempo y, con cada gota de licor del más corriente, su instinto de cazador se adormecía. Ya no era peligroso para las criaturas, se convirtió en el ebrio que las cortesanas buscan, el que la sociedad repudia. Sin más dinero para pagar lo que consumía fue despedido por los cantineros, arrojado a la calle como un desequilibrado indigente, menospreciado por los harapos que llevaba como ropas. ¡¿No tenía dinero y qué?! Tirado, allí en el callejón trasero de la taberna comenzó a carcajearse, tenía tiempo en que no se perdía de esa manera, bastante siglos que no se escuchaba esa risa burlesca de él. Ezequiel se puso de pie, pateó a la nada, realizó una rabieta e insulto la puerta de la taberna, ya se la habían cerrado en la cara. Sus palabras eran mochas, su voz inentendible, su equilibrio pésimo… Condujo su cuerpo como pudo hasta los callejones, era un imbécil caminando en zigzag, chocando contra los muros, tropezándose con las piedras en el camino, realizando el bullicio suficiente como para alejar a las ratas de los rincones. Estaba realmente desesperado.

Una fogata marchitándose por la lluvia, le escarbó en la mente un recuerdo de antaño. Un instante en su vida que jamás borraría de sus pensamientos. La caravana gitana. Fue allí cuando sus rodillas perdieron la fuerza, se doblaron y se desplomó. Sus manos a sus costados, las crispó en puños y golpeó la tierra con fuerza, sus nudillos sangraron. Esos recuerdos le han lacerado el alma en incontables ocasiones, pero no todo era por lo que perdió, también se martirizaba con lo que nunca fue, con la frase más doliente de todas “Si ella estuviera aquí” Aún la amaba, la extrañaba, después de treinta años, el recuerdo de Âmar era su cruz y su hija… ¡Maldición! Nunca se perdonaría el haber llegado tarde. Levantó el rostro hacia el cielo nocturno, la lluvia ocultaba sus lágrimas pero no lo enrojecido de sus ojos - ¿Algún día podrás perdonarme? – Cuestionó, se sentía terriblemente mal y sospechaba que su eterno amor tampoco le disculparía su falta, él les prometió regresar y a ambas les falló. Ezequiel es un hombre destrozado, en esa noche era presa fácil de cualquiera, era una de esas noches en las que sentía irrevocables ganas rendirse y perecer. Es un humano. – Lo siento tanto, yo sólo… todavía te amo Âmar – El sufrimiento se escuchaba en las tristes palabras que le obsequió a la nada, el viento sopló y como por arte de magia escuchó el susurro de su amada en respuesta. Sus ojos se cristalizaron, sonrió con nostalgia… - Tengo que hacerlo por ti, por ustedes – Nuevamente golpeó la tierra, pero esta vez con mayor furia. Se puso de pie, pero por más que tratara de estabilizar su cuerpo, no lo conseguiría, el alcohol, había hecho su efecto adormeciendo partes de él. Definitivamente se convirtió en el ratón perfecto para los gatos que asechan desde el tejado. Sus sentidos no se lo advirtieron, pero había, en ese lugar, alguien aparte de él…
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Mensaje por Ørn Fridrikson Dom Jun 19, 2011 2:43 pm

Como cada noche, allí empezaba su día. Las constantes jaquecas de la mujer la hacían no poder soportar a duras penas la luz del sol. Aunque era peligroso en sí siquiera pensar en dar un paseo en la noche, era el único respiro que podía tener en el día. Se había tomado la noche libre, hacerse cargo de un gran hospital como era el de parís de la noche a la mañana era duro, pero con su templanza a la hora de atender los casos mas graves habían pasado a ser grandes aventuras.

Hacía tan solo unos días, tuvo que ver morir a una madre cuya hija sostenía la mano. Era algo muy duro y no podía dejar de pensar en ello. En otra muerte mas. Quizás era por su afán de proteger a los demás, a veces se excedía en personas que ni siquiera le dirigía un simple "gracias" amable. Pero ella con una sonrisa triste lo aceptaba aun así.

Sombras de animales aparecían por su paso, quizás huyendo de algo o alguien. La mujer frotó sus brazos que ésta noche había decidido no llevar abrigo alguno, si no fuese por la presuntuosidad de aquella oscura noche, se podría decir que era un perfecto día de primavera.

Siguió su camino, con sus grandes ojos azules intentando acostumbrarse a la oscuridad, cuando torció una vez mas la esquina de una casa... se tapó la boca ahogando un grito.

Creía que alguien había atacado a aquel hombre, pero tan solo se trataba de un hombre borracho. Se tambaleaba, pero pudo ver lo suficiente para fijarse en las muecas del suelo, parecía unas rodillas y... nudillos? La mujer, sin preocuparse por que le hirieran o no, se acercó al hombre, tomándolo por los brazos tras de sí. - Se encuentra bien?.
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Mensaje por Ezequiel Valentine Lun Jun 20, 2011 9:35 pm

Vacilando para no caerse comienza a andar, la obscuridad de los callejones se ciñe sobre su cuerpo, la lluvia no para de caer y la peste a humedad atraviesa sus pulmones. Si hay algo que nunca se le debe hacer a un cazador es tocarlo sin su consentimiento, esa mujer cometió un error. Justo en el instante en que ella coloco sus manos sobre las de Ezequiel, este giro sobre sus talones a la defensiva empujando el cuerpo del “contrincante” para que le soltase. El rugir de su pecho se hizo escuchar, las ratas huyeron en el instante en que un relámpago rompió la negrura del cielo. Sin reparar en la silueta de la dama, el cazador abre su abrigo y desenvaina una de sus espadas, el filo del artefacto rompió el silencio más allá de las gotas desplomándose sobre la tierra. Se puso en guardia. - ¿Qué es lo que quieres? – Pregunta. Su lengua está adormecía por lo que su cuestión pudo ser inentendible.

Su visión le engaña, su olfato lo traiciona, su tacto es un asco. No es un buen oponente esta noche, así que si la “cosa” con la que peleará disfruta de una buena batalla, sería mejor que le buscase otra noche. Toma la espada con ambas manos y la ondea en el aire, esto ocasiona que sus pies resbalen, el lodo debajo no le ayuda mucho y cae al suelo. La punta del arma hace una cortada en el ante brazo de Ezequiel, la sangre comienza a derramarse – ¡oh, genial! Me he convertido en carnada para los peces – Comenta con un tono burlesco, sus toscos movimientos le impiden ponerse de pie, con cada ademán se hunde más en el fango. No es una persona paciente y el hecho de que su equilibrio le esté colocando en una situación ridícula, le molesta en demasía. Comienza a maldecir entre dientes, palabras ofensivas hasta para el mismísimo demonio ¿Qué puede hacer? Toma el mango de la bendita espada, la usa como punto de apoyo y al fin se pone de pie. Hay un inconveniente. No tiene ni idea de donde ha quedado, la criatura.
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Mensaje por Ørn Fridrikson Vie Jun 24, 2011 3:34 am

Aquel teatro que estaba ocurriendo frente a los ojos de la muchacha parecía totalmente irreal. El hombre, la pretendía atacar a lo que ella, con gran equilibrio, dió un simple paso hacia atrás. Se colocó la capucha de su túnica de forma que sus ojos quedasen a la vista, y una vez tras el hombre que caminaba sin sentido empujó con suavidad la mano que empuñaba la espada contra el suelo y susurró.

- Tranquilo señor... puedo ayudarle soy Doctora en el hospital.

La mujer, esperando quizá algun otro tipo de desgracia, observó que el hombre sangraba. Se mantuvo serena, esperando que en alguna parte del subsconsciente de aquel hombre pudiese entenderla.
Christinne, permanecía nerviosa por aquel comportamiento, pero sin saber predecir sus movimientos. Se sintió peligrosamente amenazada, tras por mucho que intentasee buscar una escusa, no encontraba ninguna para que un hombre de aquella edad tuviese tal arma por las calles Parisinas.


- No le haré daño, por favor... déjeme curarle.

La mujer, tomó una delicada pieza que había caido al barro, directamente del bolsillo del hombre. Sintió curiosidad, a lo que abrió y tan solo pudo ver el retrato de una mujer y una niña. Supuso que habrían muerto sinó aquel hombre no estaría en aquella situación actualmente. Ella, alargó el brazo, al mismo tiempo que quitaba su capucha para buscar la mirada de aquel hombre, realmente necesitaba ayuda y si estaba de su mano lo haría con los ojos cerrados. Sintió de nuevo un golpe, a lo que volvió a retroceder, sin saber exactamente qué parte la había golpeado. Frustrada, esperó quieta, de pié frente a aquel hombre. Tornó la cabeza cuando vió a un guardia, y con un simple gesto negó, estaba segura, o al menos lo estaba por el momento. Le daría una oportunidad mas, si el hombre se negaba a aceptarla, se marcharía dejándole tirado en mitad de la noche, revolcándose en el barro cual cerdo en su porqueriza. Ella solía preocuparse por la gente, pero si le ponían demasiadas trabas a veces desistía.
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Mensaje por Ezequiel Valentine Lun Jun 27, 2011 8:38 pm

Completamente desorientado, sin tener control de sus propios movimientos, fuera de sus facultades mentales, Ezequiel es un asco como cazador esta noche. Los sentidos le fallan, escucha como un eco sonoro desde las profundidades de sus entrañas, a una mujer… El tono de su voz denota la preocupación que siente por el vejestorio de persona, fácilmente podría darse cuenta de que esa fémina no es, en lo absoluto, un peligro para el ebrio. Él ensimismado en sus recuerdos, teniendo bofetadas de la realidad una tras otra, sintiendo el frío clavarse en su espalda, saber que la herida de su mano es tan sólo una mentira… Si la lluvia no estuviese golpeándole el rostro, cualquier alimaña se daría cuenta de lo destrozado que esta, de esas lágrimas desparramándose a lo largo de sus mejillas. El montón de escombros a un lado, comienza a derrumbarse, culpa del agua que cae sin permiso alguno de los humanos sobre la tierra. Las pequeñas piedrecillas chapotean en los charcos, el lodo amortigua la caía de algunas, pero al final de cuentas la mayoría termina quejándose de su suerte al igual que un miserable humano que ha perdido toda esperanza.

El sonoro cantar, el dulce aleteo de un ave, el romance del alba al rocío… eso es poco, para describir con exactitud la persuasión que ha tenido la decadente audición de Ezequiel, comparando la voz de la muchacha con cosas tan triviales… Golpetea el suelo con sus puños maldiciéndose por lo estúpido que ha sido ¿Cómo fue que se atrevió a…? No deseaba ni pensarlo, quizá su estado lo había arrastrado a comer una locura que jamás se perdonaría. Con resbalones y tropiezos, logra ponerse de pie, sujetado por una vara que se encontraba precisamente en el lugar indicado para brindarle apoyo. Al elevar la vista hasta la dama pudo notar como un hombre robusto, se aproximó hasta ella ¿De quién la iba a proteger? ¿De ella? ¡Maldición! ¿Tan imprudente había sido? Carraspea – Lo.. lo siento madame – Se disculpa con una reverencia hacia ella. Le ha costado un esfuerzo enorme el mantenerse erguido sin caer. Los muros del callejón parecen venírsele encima, el clima no ayuda, la sobredosis de licor que ha bebido está a punto de salir de su sistema, pues hasta este, comprendió primero que era suficiente. – Yo no… - su frase fue interrumpida por un vómito constante. Realmente Ezequiel daba un asco enorme ¿Cómo era posible que aún estuviese ella allí?

Un fino relámpago cruza el cielo, iluminando todo a su paso, permitiendo que el hombre apreciara el lugar exacto donde cayó su espada. Limpiándose los sobrantes del vómito con el dorso de la mano, se dispone a levantarla. Su orgullo jamás le permitiría aceptar la ayuda de una mujer, no porque se tratase de una raza inferior a la de los hombres, eso era ridículo, dado que él mismo había probado de los labios de una fémina, su verdadero valor; no aceptaría su ayuda porque era él quien ofrecía sus servicios a las damas y no por el contrario. Verse resumido a una bazofia no era lo mejor que le había pasado, pero claramente tampoco lo peor – Lo siento madeimoselle… usted no tiene que ver esto – se señala a si mismo con una mano. El lloriqueo del cielo comienza a desvanecerse, tal parece que las nubes borrosas del firmamento son cómplices de Ezequiel y sólo dejan caer su húmedo velo cuando él siente deseos de hacerlo – sé que no me hará daño, en todo caso si así lo deseara… yo no se lo permitiría – un comentario fuera de lo común, pero del mismo modo igual de verídico. No porque fuese una mujer, quiere decir que él no le atacaría, tratará de no hacerlo, es verdad… siempre y cuando ella sea completamente humana y no sólo la apariencia.
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Mensaje por Ørn Fridrikson Miér Jun 29, 2011 2:38 am

Permanecí con el rostro contrariado por aquel comportamiento tan digno de un niño. Aquel hombre pasaba por el peor de sus momentos, ella lo sentía, lo podía ver en su rostro surcado por las lágrimas que muy facilmente se diferenciaban a las efímeras gotas de lluvia que acababan de cesar en su golpeteo incesante.

Una vez mas, ella permaneció a su lado, a la distancia prudente de unos tres metros... lo suficiente para darse cuenta de que aquel hombre podía de nuevo empuñar su malherida espada y atacarla de nuevo. ¿Por qué hacerlo? Simplemente le brindaba su ayuda, pero tal y como era, un hombre, jamás se prestaría en las manos de una mujer a menos que fuese una cortesana o su esposa, de ésta última dudaba ya que también solían menospreciarlas en éstos tiempos que corrían por París.
La mujer, ya por el simple hecho de ser retada permaneció allí, viendo el incesante mareo que tenía aquel señor, visiblemente mayor que ella. Se dispuso a agarrarle las solapas de sus ropas, antes de que las manchara con su propio vómito, pero era tarde, y un paso mas hacia él podría significar una herida en ella, seguramente.

[color=Khaki] - Si me permite decirlo, he presenciado peores finales que el vuestro, monsieur.

Una frase quizás punzante, pero con la repercusión que cualquiera hubiese tenido, simplemente no llegaba a entender como una de aquellas personas podrían verse en un agujero tan profundo como para autodestruirse con varias copas de más.
La mujer se deshizo de su capucha, tomó aire lentamente y avanzó de nuevo hacia aquel hombre. El olor a putrefacción que salía de sus labios la hizo retener una mueca de asco, pero por el simple hecho de tener modales casi perfectos, aguantó aquella pestilencia.

- Sé que está frustrado, quizá porque perdió una apuesta o... - la mujer no supo como seguir aquella frase, eran tantas las probabilidades que podrían llevar a aquel hombre a aquel estado de autodestrucción que se le hacía imposible imaginar qué era lo que lo había vuelto así. -[color=khaki] ...su esposa lo dejase.

La mujer frunció los labios en una mueca de desprecio hacia sí misma. Había observado el repentino cambio en la tez del hombre de un momento a otro, y se maldijo por lo bajo. Quizás siempre era la que mejor sabía meter la pata, aquel hombre le había dedicado mas de dos monosílabos y ella lo había echado a perder en menos de un segundo. Ella no lo dijo sin ninguna mala intención, pues aquel hombre le recordaba a su padre. Eran como dos gotas de agua. El padre de Christinne, borracho llegaba a casa todas las noches, e incluso llegó a golpear a sus hijas, pero ella con su afan protector, las recibía por todas ellas. Ella aun recordaba las marcas que la había dejado con el cinturón, cuando la golpeaba, e incluso en una ocasión llegó a lanzarle unas tijeras, clavándose finalmente en la puerta de su habitación. Christinne, volvió a aquella cruda realidad, sus pupilas se dilataron fuertemente a causa de aquel recuerdo y como acababa de destrozar de nuevo aquella compañía no tan agradable.

- Perdon yo... no... quería meterme en vuestros asuntos.
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Mensaje por Ezequiel Valentine Dom Jul 10, 2011 5:28 pm

Malditas ruinas, cuando cae el imperio es lo único que queda, los grandes vestigios de un mundo que existió y ha sido olvidado. Ezequiel, en su afán por entretener a sus recuerdos se ahogo en el maldito alcohol, no era primer vez que lo hacía y le quedaba claro que tampoco sería la última. La voz de esa mujer se clavaba en sus pensamientos, no deseaba tratarla mal, ella solo quería ayudarlo, pero toco una herida que… Su mirada se clavó en sus ojos. Esa dama no tenía la más mínima idea de lo que le ha ocurrido a lo largo de su vida, no tiene derecho a juzgarlo. No lo hace. Trata de comprenderlo y él no lo entiende – Mi esposa jamás… ella no – La cólera irradió de sus labios. Era completa ofensa que alguien, sin importar quien sea hablara de su gitana como esa dama lo había hecho. Irgue su cuerpo, traga saliva, está molesto… No con la chica frente sus ojos, con él mismo al no poder hacer nada para remediar su pérdida. No hizo nada par salvarlas.

Como un rayo cayendo a la tierra, efímero, tormentoso y lumínico, la sonrisa de Amar golpeó sus pensamientos. Era la visión de un día antes de su muerte. Ella le cantaba a su hija una melodía qu los gitanos utilizan en sus ceremonias, una invocación a los dioses paganos para que los acompañen a lo largo de su vida, los bendigan y dupliquen su felicidad. Él las observaba con el amor marcado en el brillo de sus orbes, la lira sonaba al fondo. Se caminó hasta ellas besó la frente de su pequeña y acarició con sus dedos la cintura de su mujer. Nunca imaginó que sería la última vez en que les diría un “te amo” de haberlo sabido, no hubiera desperdiciado sus últimas palabras con sarcasmos y jugarretas. Su recuerdo se consumió. – No quererlo no se lo ha impedido Madame – Sonrió con amargura. Es posible, dentro de las capacidades humanas cometer los errores que no se quieren, esa mujer lo hizo sin saber que tocaría una arteria letal en Ezequiel. Tragó saliva.

El sabor de su inmundicia le provocó asco, fue allí que se dio cuenta de lo patético que se veía ante la mirada de una dama. – La inmundicia es natural – Hizo una mueca de disgusto, resoplo los labios, aparto las gotas que se mantenían escurriendo sobre sus mejillas de su rostro y trato de equilibrarse, todo sería mejor cuando el mareo se le pasara y, dada la cantidad de vomito que había expulsado, eso ocurriría pronto. – Ya que usted tuvo la osadía de venir aquí a socorrerme, dígame ¿Por qué lo ha hecho? Pude haberla herido o… - dejó la frase inconclusa. - Como sea, igual se lo agradezco, pero tengo que irme y usted también, quizá el próximo idiota cometa la estupidez de herirla - Dijo con crueldad, no está acostumbrado a tratar de forma cordial a cuanta persona se le cruce por el camino, no quiere intimar con nadie que signifique una debilidad para él y una oportunidad para sus enemigos. Lo perdió todo una vez y no desea volver a hacerlo, lo destruiría y esta vez ni la sed de venganza, lo mantendría con vida.



Última edición por Ezequiel Valentine el Vie Jul 15, 2011 7:12 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Ørn Fridrikson Lun Jul 11, 2011 2:57 pm

"Viejo cascarrabias!!!! xDD Llevas tiempo deseando huir del post, no??"

Christinne no supo hacer nada mas que resignarse. Aquel hombre había perdido mucho, conocía aquella sensación de su propia mano, a través de sus ojos veía toda la amargura que sus palabras no podían transmitir. Christinne se quedó allí parada, sin saber como reaccionar ante tal crueldad, ante aquello que posiblemente hundiese la vida a un hombre de su edad.

- La vida es muy injusta, monsieur.

Esperó a ver algún ápice de interés por su parte, pero quizás debería dejar aquello como perdido, pero su fe le hacía creer en lo dificultoso, en lo prohibido. Aun así, sosteniendo la cruda realidad sobre sus manos hizo amago de vocalizar, sin saber que repercusiones traería aquello a sus vidas.

- Hace diez años perdí a la mayoría de mi familia. - La mujer con voz temblorosa añadió, aunque no le gustaba hablar de su vida delante de nadie, nisiquiera se dignaba a recordarselo a ella misma.

- ... y hace tan solo unos días perdí a la última hermana que quedaba viva.

La muchacha de cabellos rubios negaba con su cabeza, sonriendo y entristecida a partes iguales, dándose cuenta de que lo único que la dejaba apartada del mundo irreal era su hermana, ahora fallecida. Christinne guardaba aquella carta que había recibido en la mañana, declarando oficialmente la muerte de su hermana, un caso de iguales circunstancias que el resto de su familia. ¿A caso sería ella la siguiente...? ¿A caso estaba presignada de por vida a no poder concebir niñas de facciones iguales a las de ella, por temor a que muriesen de la misma forma..?
Odiaba ser de su condición, odiaba ser como era pues aquelo le impedía siquiera entrar en cementerio a velar por su hermana. Aquella que estaría sola el día de su funeral y Christinne faltaría como su unica familia no por que quisiese, sino porque la bendición de Dios le impedía entrar a los de su raza en cualquier lugar sagrado. Christinne se maldijo.
La muchacha con ojos brillantes y humedecidos debido a la cantidad de lágrimas que retenía, miró al suelo y tomó la carta que se la había caido de su bolsillo, levemente manchada de barro.

- Pido de nuevo perdon por mis palabras, tenga buen dia monsieur y que dios le bendiga...

Se giró y bservó por donde había llegado. Su túnica ya no la hacía falta pues el sol ya comenzaba a salir por el horizonte recortado por las casas y edificios lejanos. La tomó sobre su brazo, con cuidado de no arrastrarla, una vez sintió que sus pies ya no se hundían en el barro caminó con normalidad, encaminándose a encontrar un puesto de mensajeros, necesitaba localizar al marido de su hermana, quería saber como estaba.[/font]
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Mensaje por Ezequiel Valentine Vie Jul 15, 2011 7:42 pm

“Haz cometido errores a lo largo de tu vida Ezequiel, pero este es el peor de todos” Se recrimino. Vaya estúpido había sido con esa dama que lo único que buscara era ayudarlo. Ahora él se sentía tan pésimo como el vomito que había escupido minutos antes. Sintió culpa, claro que lo hizo, se pudo ver en su rostro un atisbo de humanidad, ¿tristeza? Obviamente sí, ambos perdieron lo que más amaban en este mundo y él, con la mente engusanada de recuerdos y malas intenciones, no solo la ofendió, sino que también le causó malestar. Se maldijo miles de veces ¿Cómo pudo ser tan ciego? “Los humanos estamos hechos para cometer errores” trató de justificarse, pero fue inútil. Con la mirada en el suelo, perdido en miles de “Lo siento” dejo que la mujer se le escapara de las manos – No, no… espere – Corrió a su encuentro.

Era un hijo de puta, sí lo sabía, un desgraciado, un maleducado, un maldito viejo cascarrabias… pero aún así se merecía una segunda oportunidad ¿no? – Madame, lamento tanto mi comportamiento, yo no quería… - Un suspiro interrumpió su disculpa, un quejido que bien pudo tratarse de un dolor en su pecho, pero no era físico, era más letal y estúpidamente amargo, le dolía el alma. – he sido un completo imbécil con usted ¿Podrá perdonarme? – Encaro a la dama para hacerle la pregunta, con las prisas por alcanzarla dejo atrás los artefactos que se le cayeron en una de sus bajas, pero esos eran tan solo objetos que fácilmente se pueden reponer, una vida jamás lo haría.

Su rostro denotaba aquel arrepentimiento que solo unos cuantos pueden presumir, la fue hecha, lo único que quedaba es que ella pudiese disculparlo, si no lo hacía la comprendería, como lo ha hecho con todas aquellas personas que, por instinto se han alejado de él a la mínima señal de hostilidad. No sabe como tratar a las personas, no desde que ella murió, de hecho ella fue la única con la que pudo romper la barrera antisocial que divide a la raza humana, la única mujer con la cual había intimado y ahora ya no la tenía más a su lado. Sí, la vida es un completo asco. – No sé quien es Dios, no sé si esta de mi lado o no… -Comento amargamente para sacar esa sonrisa disgusta de sus labios – lo único que sé es que usted no se merece ese trato y yo sí debo ser tratado como la escoria de este mundo – Suspiró – Es fácil dejarse cegar por el lado más obscuro y cruel de la vida, es tan fácil olvidar que después de la tormenta llega la calma – Levanto la mirada al cielo, el clima secundaba sus palabras – no tengo justificación madame… -


FDR: No me lo tomes a mal, Ezequiel es así de hostil y pendejo >.<' yo no quiero dejar el rol.
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Mensaje por Ørn Fridrikson Mar Jul 19, 2011 2:06 am

La mujer paró sus pasos en seco, con la mirada gacha la cual seguían sus pies en aquellos instantes. El hombre, se esmeraba por pedirle disculpas, y eso en ella se vio reflejado como una luz, una breve brecha que le decía que aún había oportunidad para que aquel hombre pudiese recobrar lo perdido, o al menos su fe en lo inmaterial.
- Todos somos semejantes ante los ojos de dios, y por ello usted quizás no quiera ver más allá de su propio ego, Monsieur… acepto sus disculpas, pero por favor… deje de hacerse daño.
No sabía la forma en que transcurriría el resto del día, por el simple hecho de haber arrancado aquel malestar de aquel hombre por unos escasos segundos era lo único que la hacía tener fe.
Su expresión corporal la decía más aun el nivel de culpabilidad que sentía aquel hombre, había sufrido mucho y eso ella lo tenía muy en cuenta, pero no por ello iba a dejar así por las buenas aquel mal trago que había sufrido en el primer contacto con aquel hombre, a fin de cuentas un desconocido.

- Aun no sé su nombre, Monsieur… el mío es Christinne, Christinne De Fer.


Dijo adelantando su mano para estrechar la de aquel hombre, aunque bien podría ignorarla una vez mas, era útil saber que había una pizca de esperanza para aquel hombre, tan sumamente hundido.
Christinne sintió las ganas de ver más a aquel hombre, aunque aquello supusiese el ser atacada de nuevo, pero al menos tendría la oportunidad de abrirle los ojos a la realidad y que viese cuales caminos podría tomar, muy distintos al que tenía en mente. Simplemente el hecho de encontrar a alguien mas sumergido en la muerte en sus recuerdos la hizo estremecer, ella quería poder poner algún remedio. Aunque era bien sabido que los hombres cabezotas no daban jamás sus brazos a torcer. Ella jamás había conocido el amor tal y como lo describían las personas, pero sentía tal aflicción por lo ocurrido a aquel hombre que sintió una pena irremediable, el perder a una esposa era duro, pero no sabía que aquello fuese capaz de destruir al hombre mas fuerte y poderoso del mundo.

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Mensaje por Ezequiel Valentine Mar Ago 02, 2011 1:09 am

Le llamaron de formas tan distintas que una más no lo afectaría en lo más mínimo. Sí, se trataba de la representación corpórea del egocentrismo total, una petulancia y socarronería que bajaría de su pedestal al más grande de los reyes y sus falsedades. ¿qué se puede hacer cuando es lo único que te queda? No, también destilaba sarcasmo de vez en cuando, si no aún no se luce frente a la dama con esa habilidad, es porque en su inconciencia es más ‘amigable’ que en pleno uso de sus capacidades mentales. Es posible que una efímera sonrisa apareciera en los labios de Ezequiel al escuchar esas palabras de la señorita. No deseaba faltarle al respecto con su punto de vista sobre Dios, pero tampoco permitiría que se le tuviese una lástima que, supo ella tendría para con él. ¿Qué hacer? Era una encrucijada, es en ocasiones como esa en las que odia su oficio, pero es lo único que sabía hacer, lo que pagaba lo suficiente para sobrevivir, además el clérigo le estaría eternamente agradecido… ¡Patrañas! A la iglesia lo único que le interesaba era poder controlar a las sociedades, entre ellas, la casta de los salvajes y lo antinatural.

Se quedó en silencio, analizando las palabras una por una, estaba ebrio aún pero no era un idiota. El ceño fruncido, los labios devorándose a si mismos opacando los gritos desesperados de su cabeza que ansiaban tanto convertirse en voces que ella pudiera escuchar. No estaba allí para añadir a otro enemigo en su lista de tratos hostiles, desgraciadamente para él, su persona era lo único que provocaba… Aspiró profundamente el oxígeno que lo rodeaba, se tranquilizó, buscó la paz interna que nunca ofrece a sus objetivos en la cacería –Valentine, Ezequiel- Inició con el apellido para terminar con su nombre, su voz ronca por el alcohol, resonó en el silencio tan sepulcral en que se sumergieron apenas segundos atrás. Carraspea, necesita un trago para apagar el fuego ardiente que sentía tras sus fauces. Pasó su mano por los cabellos de su frente y desvió la mirada hasta la taberna, regresar a ese lugar le era infinitamente tentador, pero él dominaba a sus demonios y no a la inversa. –Permítame acompañarla a la salida de este laberíntico lugar madame, uno no puede saber el peligro que encierran estos muros- Levantando el brazo a la altura de su cintura, buscó escoltarla a la salida de los callejones más burdos de París. Una buena forma de redimir sus culpas ¿Cierto?

El fututo teje sus hilos, los hombres sin importar la raza, son tan sólo las marionetas de un ente que sobrepasa cualquier tipo de razonamiento lógico. Doblando la esquina se dio cuenta que no estaban solos, los bandidos escucharon el jodido estruendo que el borracho había hecho, jactándose de su suerte se creyeron más hábiles que él y corrieron a buscarlo, su sorpresa fue mayor aún cuando observaron a la hermosa mujer que lo acompañaba ¡Era una basura! ¿Cómo sería posible que ella lo estuviese guiando? No fue difícil tratar de adivinar los pensamientos que corrían detrás de esa mirada llena de lascivia y desesperación. Dos hombres atacaron a Ezequiel, lo derribaron con un golpe en el estómago. La habilidad de un cazador no debe subestimarse y ese fue su error. Una vez en el suelo, Ezequiel golpeo sus rodillas doblegando su erguida silueta, ambos cayeron… pero el tercer hombre se encontraba lo suficientemente entretenido, forcejeando con la dama, con Christine…
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Mensaje por Ørn Fridrikson Sáb Ago 20, 2011 9:02 am

Aquel paseo era incomodo, todo desde el encuentro con aquel hombre... no! mejor dicho todo desde que mis pies tocaron el suelo fuera del hospital.
Todo se había vuelto opaco, como si en ese pequeño instante mis ojos se hubiesen negado a ver como si mis labios se hubiesen negado a proferir palabra alguna.

La mujer reaccionó ante el brusco agarrón que un hombre la estaba dando.

Se intentó zafar, pero lo único que logró fué que aquel rudo hombre le propinase un puñetazo en la zona vulgarmente conocida como "la boca del estómago". Los cabellos de la mujer se agitaron, y manchó aquel vestido color crema con su propia sangre, escupida a través de sus ahora rosados labios. El hombre la estampó contra un árbol, comiendosela con la mirada, ella sin embargo tan solo era una mujer con la fuerza propia de una, que tan solo dle daba para apartarlo de su pecho.
Cuando sintió que la levantaban el vestido con la consiguiente bofetada que le profirió aquel hombre. Sus ojos se tornaron neutros, sin pizca de emocion alguna, dejando su cuerpo inerte, como aquella noche hacía tantos años...

Corría el año 1687, en un pueblo ubicado en la Bahía de Massachussets, antes conocido como Nueva Inglaterra, Salem. Mientras las mujeres de mi familia se ataviaban de delantares y hoces para ayudar en las tareas domésticas, mi obligación era no tener obligaciones. Aquella noche de finales de verano, había ido a un lugar donde concurrían bastantes apuestos muchachos, bien podía pasar una linda noche entre ellos, sin nada mas que hacer como las demás mujeres de mi pueblo. Todo fué bien, hasta que aquel hombre, el más fuerte del pueblo me poseyó a la fuerza delante de todos, mientras mis gritos se ahogaban con el alcohol que ellos mismos vertían en mis labios. aquel maldito hombre me preñó. Tan solo tenía 16 años cuando tuve a mi primera y única hija. No iba a dejar que a Christinne la hiciesen lo mismo que tuve el horror de vivir. Christinne mi niña, déjame ayudarte.

La mujer, tornando sus ojos en una mirada que jamás había sido capaz de proferir, sientiendose amenazada, como nunca antes había padecido. Abrió la mano tras la espalda de aquel hombre, y recordando a aquel acompañante suyo provisto de armas tomó su poder de titiritero para despojarle del arma que escondía, y hacerla volar hacia la espalda del hombre que pretendía ultrajarla. Jamás había hecho uso de su poder antes, y mucho menos para matar.. a alguien.
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Mensaje por Ezequiel Valentine Vie Ago 26, 2011 7:29 pm

La mentira más grande que un hombre puede alimentar es la de creerse más fuerte que las damas; con el paso de los años la experiencia le había mostrado que no existe sexo en este mundo con la fortaleza de una mujer, ellas podrían soportar todos los estragos que los varones las hacen padecer en cambio los hombres ¿Dónde está su fuerza realmente? Si se lo preguntaran a él, el valor de un hombre se encuentra escondido dentro del corazón de una mujer. Era realmente frustrante no poder acaparar la atención de todos los imbéciles que los rodearon, estaba consciente que, aunque utilizara todas sus fuerzas, lo superaban en número y él ya había perdido los estribos minutos atrás. La impotencia lo hizo rugir con estrepitosa desaprobación, forcejeaba con el hombre, los golpes débiles lo laceraban sin control, sin embargo no lo harían caer, porque eso no es digno de alguien como él, no puede ser posible que un cazador caiga en manos de un mortal. Su ceño fruncido denotaba toda la ira estacionara en sus entrañas, necesitaba sacarlas, observar como ella era sometida le trajo recuerdos que pensó no volver a vivir, pero eso era sólo la hipocresía del mismo cazador ya que por ese motivo él buscaba asesinar a todas las criaturas sobrenaturales. Hizo rechinar sus dientes con cólera en cuanto crispó su mano en un puño golpeo las costillas de su adversario, el segundo trató de dominar la fuerza que Ezequiel tenía pero fue en vano, fue su propio ataque el que termino por doblegarlo…

Los latidos de su corazón aumentaron, su respiración se agitó a tal punto en que el oxígeno que entraba por sus fosas nasales parecía escaso, necesitaba más, cada vez la demanda de sus pulmones exigía mayor cantidad de aire; en su torrente sanguíneo la adrenalina devoraba cada glóbulo rojo de su cuerpo ¡Era un imbécil que gustaba de la cacería! Ese trío encontraría la muerte antes de que se alejaran si no lo hacían de buena vez. Irguió su cuerpo, la gabardina que vestía le colgaba por completo, la lluvia había hecho lo suyo y el peso del agua impedía su libertad de movimiento, era lento pero no lo suficiente como para que se aprovecharan de él. Giró su cuerpo buscando la forma de atacar al tercer hombre, la visión que tuvo el segundo siguiente cambió por completo su expresión facial. No es un hombre fácil de impresionar y para ser honestos, la única vez en que fue realmente desarmado fue cuando la conoció a ella, a su encantadora gitana… esta ocasión era diferente, sí estaba realmente atónito por lo que veía, eso no fue todo por lo que su boca se abrió para dejarse caer en la confusión.

Inesperadamente, una de sus armas voló por los aires para clavarse en la espalda del hombre que mantenía empotrada a la dama, la mirada vacía, sin alma, sin sentimientos o emociones, la mirada de una bestia, un monstruo… esa mirada del mal… Por sus pensamientos pasaron ideas amargas, tantas excusas para evadir la realidad de lo que estaba presenciando, pero ¡Demonios! Era tan real como la sangre que emanaba de sus heridas, el tono carmesí en el suelo y tatuado en el vestido de Christine, golpeó sus sueños y le susurró a los oídos la verdad. Tantas veces estuvo frente con un par de ojos negros como los de ella en ese instante, pero nunca le habían importado en lo absoluto, sólo cazaba, cercenaba, mataba sin preguntar. Era bastante sencillo arrancarle la vida a un desconocido, sacar su corazón, torturarlos para saber en donde se encontraba su aquelarre y exterminarlos… ¡Maldita sea! Se desarmó por completo, pero no dejó de estar alerta, ya sabía lo que era ella ¡Era su deber! Cuando ella al fin se liberó de las garras de aquel hombre, se encontró amenazada por la ballesta de Ezequiel –Te he visto bruja, sabes quien soy por ende no puedo dejarte ir con vida. No ahora que se lo que eres- Le reclamó con su gutural voz, el desprecio por esa mujer se veía reflejado en el destello de sus orbes, pero su maldita conciencia, por que sí, todos tienen una, hasta los desalmados como él, lo traicionaba. No quería dispararle e incluso sopesó la idea salir huyendo de allí antes de lastimarla. Era su código y traicionar su búsqueda no era una opción, bajó la mirada y esperó una señal…
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Mensaje por Ørn Fridrikson Lun Ago 29, 2011 10:29 am

La mujer volvió en sí, muda, del terror que sentía por cada poro de su piel. Aquel hombre que había sido su compañero de charlas en aquel día, la estaba apuntando con una ballesta.
El horror en sus ojos era visible a través de sus lágrimas, aquel liquido tan puro que emanaba de sus ojos en aquella brutal impresión. Se vio el vestido y pronto se tocó a sí misma para ver si era ella la que había sido herida, pero no… lamentablemente no era suya toda aquella sangre.
Bajó la mirada, y vio a aquel hombre robusto tirado en el suelo, ¿a caso se debía haber dejado violar por semejante bestia...? Se dejó caer al suelo, rezando por que aquel hombre no activase el mecanismo de aquella arma, llevándose su vida con él. Palpó el cuerpo de aquel hombre, con manos temblorosas, entre sollozos. Asesinar a alguien era un pecado y ella sabía cuál era su castigo. Aunque muchos dijesen que su alma no sería juzgada, si el propósito era salvar otra alma. Ella se negaba a ver más allá de sus ojos, tenía miedo, miedo porque aquel hombre no reaccionase, miedo por aquella situación que la acorralaba en aquel lugar sin salida. Su propósito en París era sanar, hacer su cometido como directora del hospital.

Pero todo estaba perdido. Aquella mujer con esfuerzo logró sacar aquel cuchillo de la espalda del hombre, y por suerte la sangre no salía a borbotones.
Sin olvidar a aquel hombre que la observaba empuñando aquella arma, su verdugo, susurró palabras que tan solo salieron de su interior. Christinne jamás había leído libros prohibidos, grimorios ni nada por el estilo. Tan solo su amor por la persona viva y su creencia en Dios la dejaba permanecer en aquel lugar.

“Despierta por favor… despierta de la dulce muerte, prohibida para muchos, aclamada por muchos otros, te ofrezco un cambio… regálame tu memoria y te devolveré tu salud.”

Aquello aparentaba ser una simple frase, pero en sí era la muestra más hermosa de arrepentimiento. Christinne se sentó en el suelo, aun sabiendas que aquel hechizo que de sus labios brotó tendría una cruel consecuencia. El hombre, que yacía inconsciente en el suelo, carente de memoria, tan solo era provisto de una gran mancha roja en el centro de su espalda. Mientras que aquella mujer sentía el dolor en su propia piel. Su arrepentimiento era incomprensible pues el de no haber usado su magia hubiese supuesto la pérdida de lo más preciado que tenía.
Allí, sentada bajo el árbol en el que minutos antes intentaban ultrajarla, comenzaba a palidecer, mientras por su espalda aquel líquido vital y caliente abandonaba su cuerpo.

- Los errores son enmendables… Sr. Valentine, arregle su vida, no la empeore… - dicho esto una punzada de dolor recorrió su espina dorsal. Se apartó uno de los mechones de su cabello, observando que la punta estaba manchada de un carmesí intenso. Suspiró, y del bolsillo de su vestido sacó aquella carta que necesitaba llevar al mensajero. – Me haría un gran favor si pudiese entregarlo. Tómelo como un último deseo, por favor.
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Mensaje por Ezequiel Valentine Jue Sep 22, 2011 11:09 pm

La vida nos tiende tramas en las que fácilmente podemos equivocarnos, dicen que una vez tomada la decisión, no hay marcha atrás. La ballesta del cazador amenazaba a Christinne más allá de lo que pudiera imaginarse, poco a poco los ojos de Ezequiel se enfocaban en su objetivo, estaba preparado para disparar, no quería hacerlo… Un conflicto en su interior se desató por completo, sus ideales y las razones que perseguía contra la moral que desarrolló al lado de ella, la única mujer que había tocado verdaderamente el corazón del viejo cascarrabias. Apretó sus labios, escupió el suelo, sus manos sujetaban con fiereza el arma, la mirada del varón estaba sumergida en la fragilidad de esa mujer. Ella no quería hacerle daño, incluso le extendió la mano cuando se comportó como un patán, a esos hombres tampoco les deseaba la muerte… El destino la orilló a eso, entonces Ezequiel debería preguntarse ¿Fue el destino quién los hizo coincidir en ese lugar?

Los segundos pasaron convirtiéndose en minutos, el continuaba allí, observando pasar al silencio sin siquiera susurrarle nada, entonces ella rompió la batalla que se ejecutaba en su interior. Sus palabras. Ezequiel sonrió ante lo que la dama dijo, pero no podía concederle el favor de realizar lo que le pedía. Enmendar la vida no es fácil, menos cuando se está completamente cegado. Según Valentine, él no permite que los sentimientos influyan en sus decisiones, sin embargo, es un idiota contradiciéndose sólo. ¿Sangre? Una mancha escarlata apareció en la espalda de Christinne, es su sangre la que escurría por su piel y adornaba su vestido. El cazador bajó el arma para enfocar la vista en la dama, no era necesario matarla él mismo porque el hechizo que ella lanzó traería consecuencias, es la ley de la brujería… Que si lo sabía él, durante el tiempo que estuvo al lado del clan gitano, ellos le explicaron las complicaciones que tenía ser uno de ellos.

Los ojos del cazador se cerraron durante un segundo, era imposible atacar a un oponente derribado por alguien más, eso no es digno de un buena batalla, es aprovecharse de la situación… No es así como se supone que él funciona ¿Seguro que era por eso y no otra cosa? Tragó saliva, guardó su arma colgándola en su lugar, con su dedo índice sobó su cien acercándose a ella mientras escuchaba su respiración alentándose. La dama se encontraba perdiendo sangre, en cualquier momento desfallecería y después… Se arrodilló frente a ella observando el paquete que le extendió. Desvió la mirada hasta la mancha de sangre, se desprendió del abrigo y lo colocó sobre su espalda. No tenía nada que decir, estaba completamente confundido pero lo que sí estaba seguro es que no la mataría, al menos no esa noche –¡Basta de estupideces madame!- Exclamó con repudio, pero no para ella. -¿Quién arriesga su vida por salvar otra? ¿Quién es lo suficientemente idiota para sacrificarse?- Frunció el ceño y negó con la cabeza.

El mundo podía ser testigo de la frialdad con la que él se mueve, para ser un asesino había que dejar los sentimientos fuera de todo, pero al ser humano eso es completamente imposible –Le responderé- Le extiende su mano y sonríe con cierta amargura –Yo cazo bestias sin sentimientos- ¿Redención? Ojalá, mientras esté confundido… Cualquier pretexto es bueno. -No debió hacerlo Lady- La tomó con ambos brazos y la levantó, no la dejaría en ese lugar así, no después del valor que demostró tener. Después podría arrepentirse todo lo que quisiera pero por ahora era imprescindible ayudarla. Busca entre sus artefactos, algo que pueda detener la hemorragia de la mujer.
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Mensaje por Ørn Fridrikson Vie Sep 30, 2011 9:04 am

El frio invierno parecía el más intenso de los veranos si se comparaba con el entumecimiento de sus labios. Se sentía desfallecer, pero por alguna razón que escapaba a conocer los más estrictos significados de la vida, se sentía con un halo de vida, el suficiente cómo para encontrar un remedio a aquello a lo que ella le temía:

A la muerte.

Ayudada por el brazo de su casi verdugo consiguió caminar sin desfallecer, en su mente se recopilaban suficientes motivos para seguir con vida y otros tantos que la reconcomían en lo más profundo por ser de aquella condición, de la que sentía un verdadero repudio. Aquella raza mágica que la hacía ser una especie de persona distinta, con aquellas extensas lagunas, cómo si aquella otra mujer la retuviese en lo más profundo de su consciencia, aquella que se hacía llamar Carrie.
Sus labios de un color blanco enfermizo, la hicieron hablar, quizás promovida por aquel delirio que acumulaba su mente, o por aquella enfermedad que era la magia para las mujeres de su familia, que acababan de una forma siniestra con su vida.

- Él nos hizo imperfectos, jamás pretendí hacer ver lo contrario.

Se refirió a su señor, al dios del que muchos comentaban blasfemias, y de las que otros cómo en el caso de Christinne adoraban sobre toda las cosas. Christinne había seguido los estilos más estrictos de la vida, una educación, un buen puesto de trabajo, pero pese a todo ello jamás dejaba de lado sus deseos de tener una familia, aquello que conllevaba el matrimonio y el tener hijos propios a veces la abrumaban aquellos pensamientos pero otras muchas veces se deseó que no fuese tan puritana como era, para que su apellido perdurase en el linaje de su familia.
Los pasos torpes de ambos los llevaron a miradas indiscretas y por ende una voz dio alarma a lo ocurrido. Un hombre con una mujer bañada en sangre por las calles parisinas no era bien visto. Y por ello fueron acercados al hospital que se encontraba a tres calles más arriba.
Por mala suerte, toda camilla estaba ocupada, por una reciente entrada de enfermos graves y otros no tanto. En cuanto Christinne oyó unas voces familiares pareció desvanecerse a propósito, cómo si se sintiese en manos seguras, cómo si por fin estuviese en casa. La iban a operar de urgencia, sin alcohol alguno por la urgencia del caso. La mujer, de cabello rubio se aferró a la mano de aquel cazador. En el fondo de su subconsciente, quería que viese todas las vidas que ella intentaba salvar dentro del hospital, y cómo por otra parte, quería que viese cómo salía de aquello que había supuesto una muerte, de no ser por la bondadosa actitud de aquel rudo cazador, que pese a querer aparentar su inmadurez y rudeza, ella tal vez podía ver aquella parte buena y escondida de aquel hombre.
Trajeron una camilla con velocidad, al quedarse libre y allí tumbaron bocabajo a la mujer, cuyos labios eran sellados por un trapo, para que lo mordiese y así sufrir menos por el dolor que la agonizaba.

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Mensaje por Ezequiel Valentine Vie Oct 14, 2011 8:18 pm

El calor que lo había acogido cuando Christinne intentó socorrerlo, se desvanecía lentamente y con el ese brillo en su mirada de fuego. El anciano se encontraba completamente desconcertado, no sabía que hacer o cómo actuar. La herida en su espalda era bastante profunda como para que un simple herbajero la pudiera sanar, todo el maldito cosmos se encontraba conspirando en su contra. ¿Alguna otra cosa que le saliera mal esa noche? Las miradas de los transeúntes se enfocaron en ellos. Ella devastada por la pérdida de sangre y él con sus conflictos existenciales. Los ojos del cazador buscaron las estrellas del cielo, pero se encontró con una terrible nebulosa, la lluvia había cesado, pero sus huellas y el eco de su paso aún permanecían impregnados en la humedad de la noche. Algunos curiosos susurraban a sus espaldas, otros tantos lo acosaban, incluso algunos pensaron en atacarlo para poder llevarse a la mujer que lo acompañaba. Las facciones del viejo eran una clara amenaza para todo aquel que se acercara con sombrías intenciones, para su fortuna –la de ambos- existen personas con la humildad suficiente y la nobleza in-extinta como para apiadarse de ellos.

La había escuchado hablar, por supuesto que sí… Ezequiel no tenía nada que refutarle, si es que existe ese Señor por encima de todo lo comprensible por el hombre, había creado a sus hijos bastante imperfectos. Demasiada decadencia y miseria, azotando a la tierra. Había demasiados defectos en la creación de ese Dios ¿Cómo lo pudo pasar por alto? ¿Por qué no hace nada para solucionarlo? Si bien era cierto que Ezequiel dejó de creer en la existencia de la divinidad, todavía conservaba sus dudas, es normal… quien no pregunta se conforma con la ignorancia, él no. Las manos de extraños los rodearon, a ella la reconocieron a él… suposo que deseaban lincharlo por el estado en el que había llegado con Christinne. La dama se aferró a él como si fuera su último soplo de vida, la atenderían y eso debía ser una noticia buena, pero al ver que ella lo quería mantener a su lado mientras los doctores hacían su trabajo. Hizo una mueca de disgusto, no soportaba permanecer encerrado en un lugar y mucho menos con tanta miseria rodeándole. ¡No lo soportaba! ¡Recuerdos y más recuerdos!

“Deja de vivir en el pasado y ocúpate del presente” ¡Frase estúpida! Que arroje la primera piedra el que haya conseguido desprenderse de todas esas memorias de antaño… Obviamente nadie, él vivía su presente para eso estaba, sin embargo, la única razón por la cual el maldito cazador escapó de la muerte en aquella ocasión, fue porque los vampiros estaban ocupados devorando a lo que conoció como su familia. Es un peso lo bastante amargo como para pretender que ha sido sepultado en las profundidades de los pensamientos, aún cuando él haya decidido archivar cada uno de esos momentos en la luminiscencia de una estrella marchita, reconocerá que ese punto opaco en su existencia se debe a esa terrible noche. Observó los movimientos a su alrededor y pudo vivir en carne propia todo lo que una bruja es capaz de hacer ¡¿Eso era la magia?! Disfrutó de la nitidez de las cosas, preguntándose que tan reales son. No se trataban de memorias propias por eso no podía estar seguro de todas ellas, sin duda alguna, esa mujer lo había atrapado como lo había hecho Âmar en aquel entonces.

Sonrió, sus labios formularon esa curvatura sincera. Su mano se paseo por esos dorados cabellos, los acarició como si ella fuera una hija perdida hace tiempo y encontrada en el amanecer de un nuevo día, sus orbes se llenaron de esas tontas lágrimas que aún presumían su estadía muy en lo profundo de su alma. –Estoy contigo- Susurró muy cerca de su oído y depositó en su nuca un delicado beso. El doctor que la atendería se quedó plasmado ahí, justo a su lado pensativo y observando los mimos que él le dedicaba a una extraña ¿Extraña? No, ya no lo era, Christinne se abrió para él para no ser juzgada tan cruelmente como Ezequiel lo había hecho desde que supo lo de su raza. Todos cometemos errores y alguien con un corazón destrozado es capaz de realizar más. Suspiró al verla con ese sufrimiento, aún más la cruz que lleva por lo que es –Lo siento- No es un hombre que lo diga muy a menudo, pero presentía que le debía una disculpa, no era lo que pensaba, nada es lo que parece y ella lo demostró… Ezequiel jamás se perdonaría haberle arrancado la vida aun ángel como ella, aún cuando portara la marca de la bestia. Sujetó su mano con fuerza y rogó al Dios de la bruja que su vida no se extinguiera, tenía tantas que preguntarle, tantas experiencias que compartirle...
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Mensaje por Ørn Fridrikson Miér Oct 26, 2011 9:18 am

Al dia siguiente

La vida eran meros sentimientos frente a la hipocresía de las personas en momentos tan cotidianos como tomar el desayuno en la cama. Christinne, soportó con sudor y espasmos a aquella operación a la prisa. Su herida algún día cicatrizaría, pero el hecho de saber que aquel hombre no había muerto en sus manos la había hecho cerrar los ojos plácidamente, pero no para dormir sino de puro agotamiento.

Carrie, antepasada suya se había instalado en su mente en los momentos más perjudiciales para ella, como la muerte de su madre y hermanas en la mísma época. Para alguien que es de regio corazón y que mantiene cariño a su familia le indujo un estado mental crítico, y fué cuando aquel espectro se aprovechó de aquello formando parte de ella, como si de dos personas completamente distintas en un mismo cuerpo ocupasen.
Christinne, agotada por todo aquel dolor físico y mental no pudo hacer otra cosa que "apagarse" dejando a expensas aquel cuerpo que ahora no domaba, sino descansaba en lo más profundo de la consciencia humana. De hecho, seguía siendo humana, imperfecta pero humana. La pregunta es:

"¿Dónde existe el humano perfecto, si no es en nuestra propia imaginación."


Carrie, abrió los ojos totalmente desorientada y exaltada. Su mandíbula se tensó al sentir el escozor de la bata sobre la piel y los puntos que suturaban ahora cerrando aquella herida en ella. Se quiso levantar de la camilla, pero sus piernas fallaron algo que la hizo caer al suelo como si de una muñeca de trapo se tratase.

"Mal momento para volver, Carrie.."

Se dijo a sí misma. Aquella mujer por fín vió una brecha en la mente de la mujer para poder tomar las riendas de aquel cuerpo que debía ser suyo. Pero cosa que no se esperaba es que aquel hombre siguiese allí, junto al cuerpo de la mujer, quizás descansando o se hubiese quedado dormido. Carrie no entendía la fijación de las personas por alejarse de lo prohibido, así que se limitó a tomar un bote de una mesilla y abrirlo para pasarlo por la nariz del hombre y hacerlo despertar por el fuerte olor del medicamento.

- Buen día, señor... ¿Qué le retiene aqui? - Con el rostro demacrado por el dolor sufrido en aquel cuerpo, dijo sin más aquella bruja, que pese a su variable perspectiva de la vida sabía que podía ocupar cualquier cuerpo, así que no le importaba mucho lo que hacer con éste. Tan solo quería respuestas, de por qué un cazador como lo era aquel viajo, no culminaba su trabajo con la propia Christinne.

Ørn Fridrikson
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