Mortifié ~ [Marko Santini]

5:25 pm


Había pasado una gran tarde, sí. Todo parecía realmente perfecto en aquella ocasión. No hubo algún rastro de lluvia, frío mortal y las calles estaba realmente tranquilas. Podía sentir la energía de las personas, todas risueñas paseando de un lado a otro. ¡Que diferencia con su Rusia natal!, allá, el frío era temerario y las personas, en su mayoría parecía amargadas... como si no disfrutaran sus vidas. Aunque claro, tenía que tomar en cuenta que había muchas guerras cercanas que hacían que la población se encerrara en lo que caía la noche. Sin duda, aquellas escenas de parejas caminando, familias riendo y personas discutiendo lo que vieron en el teatro la noche anterior era algo insólito y poco -por no decir nada- pasaba en su país natal.

Francia, era un total génesis en su vida y aunque pudiera parecer extraño, en más de una ocasión extrañaba su ciudad. Quizás eran cosas momentáneas, cosas que tenían que pasar puesto que sabía que si volvía a Rusia no volvería para contarlo. Era un dejo de melancolía que sus pasos arrastraban con ella en el concreto gris con el cual pisaba su día a día.

Como reiteraba, había pasado una tarde espléndida, muy a pesar que portaba con aquel gigantesco traje que solo le daba calor, junto con un armadillo en su parte trasera -que ella misma había modificado para que no se viera tan exuberante-; pero nada de eso le había arruinado su día. Había sentido la brisa cálida sobre su rostro y había presenciado una actuación diurna en el teatro. No era que no le gustara la noche, de hecho en Francia quizá se alumbraba de vida cuando el sol se ocultaba... pero estaba consciente que aquella noche era de transformación y no solo eso, sabía que en Francia existían muchos vampiros... podía olerlos aunque no estuvieran presentes. Y aunque no gozara de visión térmica, gracias a sus desarrolladas habilidades podía sentir el calor que emitían las personas cuando pasaban cerca de ella, gracias eso sabía diferenciarlos.

No quería que su corazón se llenara de rencor cuando pensara en esos chupasangre, ni tampoco tener que llamar a una nueva jornada de recuerdos que solo le quitarían el sueño. Así que trataba en lo más mínimo de no pensar en ellos. Ella era muy optimista y aquella actitud llamaba quizá un poquito la atención y si no era por eso, en más de una ocasión le preguntaban "¿En dónde estaba su esposo?", cosa que hacía girar la vista y pasar de largo. Eso era lo que odiaba de la sociedad que estaba viviendo, todo tendría que tener relación con el matrimonio ¡Pamplinas!.

Pasaba y lo que si le entristecía era que los gatos -que tanto le gustaban- de una vez se erizaban y se ponían en posición de defensa cuando ella les pasaba por un lado. Los animales sabían muchísimo más que las personas mismas, y sabían que ella no era una persona "normal".

Miró otra vez su reloj de bolsillo

6:15 pm

Sus ojos azules se abrieron como de lugar. Se le hacía extremadamente tarde y su residencia estaba a 3 manzanas del lugar. No podía llegar después del ocaso. No se lo podía permitir. Levantó levemente su vestido e intentó correr, pero ¡como odiaba los tacones!, en mitad del camino, se había caído y al revisar su talón estaba fracturado. ¡Rayos!, no se preocupaba tanto por su talón, iba a sanar como siempre, pero ¡requería al menos una semana para que eso pasara!

No, no, no, no, no,

- ¿Alguien que me ayude?, ¡Auxilio! - Estaba extremadamente preocupada. Necesitaba llegar a su hogar ahora ya que no sabía como controlar su lado salvaje - ¡Auxilio! ¡Mi tobillo está roto! - Suplicó, esperaba que alguien la socorriera lo antes posible

Era la primera vez que algo así le pasaba en un día tan importante, estando tan lejos de su hogar. No sabía que hacer y cada que movía el pie, una punzada que conllevaba un estrepitoso dolor le impedía levantarse correctamente; y aquel traje sin duda era una maldición, el armadillo se había enredado y clavado ciertas puntas en la otra pierna, no incidiendo tanto, pero si haciendo la suficiente presión como para inmovilizar sus músculo y ocasionando un calambre. ¿De qué le servía tener fuerza superdotada si al lastimarse las piernas se encontraba tan inofensiva como un pez que había caído por error en la orilla?, y aún peor el lugar donde había caído estaba poco transitado, sin ninguna persona al alcance para poder ayudarla a levantarse si quiera. Comenzaba a dudar de todo, del tiempo, de sus piernas e inclusive la tan mercadeable "hospitalidad francesa", lo único que tenía en mente era llegar a su hogar y que lo demás pasara como se tenía que pasar.

Se intentó para pero era inútil, sus piernas flaqueaban y el dolor de su tobillo regresaba con más ferocidad. Giró su cuerpo y se arrancó el armadillo, dejándolo tirado en un rincón para intentar levantarse una vez más; pero nada era efectivo. Todavía su pierna "sana" no terminaba de reaccionar y ya tenía entendido que su tobillo no la dejaba tener equilibrio.

- ¡Auxilio! - Suplicó una vez más, pero al parecer todo era inútil. Bajó el rostro, se sentía impotente ante la situación y completamente sola. Deseó tener telepatía para avisarle a su hermano, pero solo eran cuentos de hadas. Zhelenka era una chica que vivía todo a flor de piel y gracias a su condición desarrolló una gran -y en ocasiones molesta- susceptibilidad, así que sus ojos grandes y azules no tardaron en cristalizarse para intentar soltar unas cuantas lágrimas.

Pero mucho antes de que el líquido amargo cayera de sus ojos, escuchó una voz masculina bastante familiar que hizo que rápidamente le volvieran las esperanzas de tener una transformación discreta en su casa, mejor dicho en el sótano de la misma. Pero aún así, haciendo de lado al futuro su rostro se alumbró cuando lo vio, se trataba de Marko Santini, quien pareciendo casi irreal fue a su rescate, recordando que precisamente por esos lares era donde más podía frecuentarlo. Y una vez que la cercanía del hombre tenía hacia ella, automáticamente su blanquecino y fantasmagórico rostro obtenía más rubor.

- Sí, está roto - Afirmó a la pregunta que le había dicho, mientras una extraña sensación tranquilizadora se asomaba en su interior. Por suerte, tenía que los sentimientos y sensaciones era propios de cada persona, quizá un humano corriente no pudiera soportar tantos estados de ánimo en un corto lapso de tiempo. Fue entonces cuando las manos de Marko comenzaron a flexionar su tobilo, que aunque sabía que él lo intentó hacer lo más suave y delicado posible, el dolor regresó una vez más con la misma vehemencia de antes y aunque lo quisiera ocultar hizo un gesto de dolor notorio - Arg... sí me duele y mucho - Terminó por responderle al hombre. Dio un vistazo al ocaso y aunque sabía que no había pasado más de 15 minutos, veía tan peligroso el sol ocultándose en el horizonte.

Volvió a mirar a Marko y puso una mano en su hombro para acercarse y así aferrarse más a él, cuyos ojos azules practicamente con mirada lastimera dieron contacto directo con los ojos del mayor.

- Marko, necesito llegar lo antes posible a mi hogar - Le dijo con tono bastante preocupada - Mi hermano me dijo que tenía que llegar temprano y lo noté bastante molesto... yo... no quiero que se moleste tanto conmigo, ¿Me podrías llevar por favor? - Aunque se había inventado esa excusa que le parecía bastante tonta, se puso a pensar de qué pasaría con él si estaba solo en la residencia. Habían tantas cosas que le preocupaban en ese momento que no se podía concentrar del todo bien. - Luego... te recompenso en lo que gustes, podemos ir al teatro si quieres más adelante, pero te lo suplico, necesito llegar temprano - Sabía que podía confiar en él, además en esos momentos no podía pensar en dudar, solo quería llegar a como de lugar a su residencia sin pensar demasiado en las consecuencias.

El mayor terminó de verificar que su tobillo estaba roto, afirmandole que con un buen vendaje y reposo volvería andar. Ya lo creía, pero por más que el ocaso se desvaneciera lentamente para dar paso a la noche, no podía evitar tener en su interior cierta tranquilidad solo por el hecho de Marko estuviera a su lado. Luego volvió a recordar que si no llegaba a tiempo, quizá no volvería a ver a Marko si todo resultaba mal. Era un debate interno que tenía, por un parte no quería alejarse del mayor y por la otra parte tenía que hacerlo antes de que resultase herido.

Calma ante todo - Se repitió, para actuar lo más natural posible a su lado. No quería que sospechara y tampoco quería que se alterara. Guardó toda su tranquilidad para lucir serena. Aunque su blanquecina piel se ruborizó todavía más en el área de sus mejillas cuando fue levantada de una manera bastante cuidadosa por él. Le hubiese gustado decir que no era necesario, pero de no ser así todavía seguiría tirada en el piso sin posibilidades de levantarse. Tragó saliva, era sin duda un momento algo incómodo para ella, siendo la primera persona que siempre había alardeado de lo muy autosuficiente que era, sumado a una independencia precoz... pero ahora, estaba siendo levantada como si se tratara de alguna pluma y no por cualquier persona, sino por aquel joven hombre quien tenía que admitir que le atraía de cierto modo. Su corazón comenzó a bombear más sangre de lo normal mientras su respiración se tornaba un poco más agitada dentro del rango normal, aunque aún era poco sonoro como para que el mayor se diera cuenta.

Se aferró a él y disfrutó algunos segundos de su cercanía, mientras de un momento a otro, algo vacilante cerró sus ojos para que el tacto se intensificara y quedara grabada como si se tratara de una huella en su mente, aprovechando la memoria sobrehumana que tenía, su cabeza reposó acto seguido unos momentos en su hombro. Esperaba que no se hubiera pasado demasiado tiempo en ese estado como para que Marko se preguntara que estaba pasando. Con un medio suspiro levantó su cabeza y pestañeó un par de veces, se aclaró la garganta y comenzó a ver en donde o cual podría ser el camino más cercano hacia su residencia.

- Sigue derecho y cuando te topes por una esquina ciega, cruza - Dijo ya con un poco más de calma y menos preocupación. Aunque la sensación de que las cosas se pudieran salir de las manos era bastante atemorizantes. Se preguntaba si siendo una persona común como el resto fuera más libre y tuviera momentos más gratos con el mayor... aunque a tales ideas sacudió su cabeza, lo más probable es que estuviera casada y siendo completa esclava del compromiso. Suspiró una vez más, lo que si deseaba era controlar su transformación, así no tuviera que pasar tanto miedo como en ese preciso instante.

- Marko... - Pronunció levemente mientras volvía a recostar su cabeza sobre su hombro y se ponían en marcha. Mordió su labio mientras dudaba si hablar o preferir estar en silencio, cosa que era bastante extraña en ella ya que lo que menos hacía era guardar silencio o estar quieta - ¿Por qué estás en aquí en vez de seguir en Italia? - Aunque tenían ya un tiempo conociéndolo, nunca le había dicho concretamente su motivo por la cual se había mudado de país, de cierta forma quería saber ya que se sentía identificada por el simple hecho de ser ambos extranjeros en Francia y quizá sabiendo un poco más de él no le haría daño.

Aunque estaba por otra parte bastante preocupada por el tiempo, veía el ocaso más y más débil, las calles más oscuras aunque todavía se podían ver las sombras que eran reflejadas en el piso, pero más alargadas de lo normal. Su alteración con respecto a la hora hacía que tuviera más punzadas en su corazón, sentía miedo por el futuro aunque Marko le ayudaba a mantener la calma aunque solo fuera con su presencia. Hundió su rostro en su hombro mientras se aferraba un poco más de fuerza, deseaba que llegaran a tiempo aunque tenía un presentimiento de que tal vez no llegaran a la hora. Rezaba internamente para que las cosas se mantuvieran bien, que nadie resultara herido.

Si bien, hasta los momentos Zhelenka no había escuchado ningún reporte de que había lastimado gravemente a alguien en su estado salvaje, pero no podía asegurarlo todo el tiempo y más que tenía al mayor tan cerca no podía garantizar que fuese así siempre.