AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cuidando de ti... [Privado]
2 participantes
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Cuidando de ti... [Privado]
Ya, lo se no tienes que recordarmelo te dije que llegariamos pronto
-El sonido de un gimoteo se escuchó como un eco, Lionel habia encontrado un cachorro de lobo que estaba perdido además de herido en los bosques era muy raro encontrarlos por allí sin que fuera de noche pero en el momento que le habia mirado de ese modo no pudo evitar acomodarlo entre sus brazos para curarle las heridas, estaba claro que como saliera un lobo buscando a su cria se lanzarían sobre Lionel sin mediar palabra especialmente las hembras que solian ser muy protectoras con sus crias.
El lobo estaba acurrucado en el pecho de Lionel aunque le habia costado, el gitano tenia heridas en los brazos e incluso señales de mordidas en las manos, el primer paso para domesticar a un animal era el mostrarle que no tenias miedo y que podia confiar en ti porque no le ibas a hacer daño, al final, el lobo se encontraba entre los brazos de Lionel lamiendo aquellas heridas que le habia hecho como si se sintiera culpable de haberlas hecho.
Al fin llego a un lago que estaba habitado de algunas hierbas curativas que siempre habia usado Lionel en tiempos de pobreza absoluta, cuando no tenia a donde ir, cuando aun en el pueblo gitano no le tenian con demasiada estima asi que aprovechaba para usarlas...colocó al lobo cerca del agua para que empezara a calmar su sed mientras Lionel se dedicaba a tomar hierbas medicinales...se mordio entonces los labios bajando el rostro al darse cuenta de un fallo ¡no tenia cuenco donde mezclarlas! no, no importaba de todos modos utilizó una roca plana que colocó con dificultad en el pasto-
Ya...en serio no te preocupes
-El cachorro se habia asustado moviendose de donde estaba con un pequeño quejido, al comprobar que era cierto que no le iba a pasar nada acercó el hocico a la roca oliendo la misma, Lionel empezo a colocar hierba tras hierba itilizando unas rocas pequeñas para empezar a machucarlo muy suave, era un proceso muchomas lento pero el cachorro de lobo se asustaria sin dudarlo nada más ver al gitano con rocas grandes machucar las hierbas-
-El sonido de un gimoteo se escuchó como un eco, Lionel habia encontrado un cachorro de lobo que estaba perdido además de herido en los bosques era muy raro encontrarlos por allí sin que fuera de noche pero en el momento que le habia mirado de ese modo no pudo evitar acomodarlo entre sus brazos para curarle las heridas, estaba claro que como saliera un lobo buscando a su cria se lanzarían sobre Lionel sin mediar palabra especialmente las hembras que solian ser muy protectoras con sus crias.
El lobo estaba acurrucado en el pecho de Lionel aunque le habia costado, el gitano tenia heridas en los brazos e incluso señales de mordidas en las manos, el primer paso para domesticar a un animal era el mostrarle que no tenias miedo y que podia confiar en ti porque no le ibas a hacer daño, al final, el lobo se encontraba entre los brazos de Lionel lamiendo aquellas heridas que le habia hecho como si se sintiera culpable de haberlas hecho.
Al fin llego a un lago que estaba habitado de algunas hierbas curativas que siempre habia usado Lionel en tiempos de pobreza absoluta, cuando no tenia a donde ir, cuando aun en el pueblo gitano no le tenian con demasiada estima asi que aprovechaba para usarlas...colocó al lobo cerca del agua para que empezara a calmar su sed mientras Lionel se dedicaba a tomar hierbas medicinales...se mordio entonces los labios bajando el rostro al darse cuenta de un fallo ¡no tenia cuenco donde mezclarlas! no, no importaba de todos modos utilizó una roca plana que colocó con dificultad en el pasto-
Ya...en serio no te preocupes
-El cachorro se habia asustado moviendose de donde estaba con un pequeño quejido, al comprobar que era cierto que no le iba a pasar nada acercó el hocico a la roca oliendo la misma, Lionel empezo a colocar hierba tras hierba itilizando unas rocas pequeñas para empezar a machucarlo muy suave, era un proceso muchomas lento pero el cachorro de lobo se asustaria sin dudarlo nada más ver al gitano con rocas grandes machucar las hierbas-
Lionel D'Maine- Gitano
- Mensajes : 1639
Fecha de inscripción : 14/09/2010
Edad : 34
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Re: Cuidando de ti... [Privado]
Unos días antes, la familia Couserans había recibido en el Palacete de París, el anuncio de la visita de los familiares de Lady Brigitte. Aunque Astrid no tenía en gran estima a varios de sus primos por considerarlos unos bárbaros, de todos modos se dejó contagiar de la explosiva felicidad de su madre, tan propia de ella cuando recibía a sus hermanos y tíos. Astrid también sabía que eran una oportuna visita, pues Lady Carcasona no solía salir de casa en ausencia de su marido y tal parecía que Lord Couserans tardaría bastante más en regresar desde Viena de lo previsto originalmente.
A los pocos días de llegados, lo señores Carcasona no tardaron en tomar el control de la mansión, disponiendo de cuartos, comidas y carruajes, a los que siguieron animadas tertulias y actividades culturales de todo tipo. Hay que decir en defensa de ellos (que eran unos vividores rematados) que todas las finanzas procedían de las Arcas de los Carcasona y que no tocaron un solo céntimo de la herencia de Astrid, Después de una semana de juergas y bailes, los varones presentes se decidieron por realizar una partida de caza, ya que habían recibido datos de cierto tipo de lobo cuya piel era muy estimada en el comercio del vestuario. Así, sin más, no tardaron en ponerse de acuerdo en los detalles, luego de lo cual, se aprontaron a preparar todo lo necesario para el evento.
Como era la costumbre, ninguno de los señores se tomó en serio las airadas protestas de Astrid y la joven no tardó en comprender que, sin la presencia de su padre, no tenía el más mínimo poder para influir en hábitos tan arraigados y machistas, por lo que desistió con rapidez y cambió su estrategia. Menuda sorpresa se llevaron las mujeres de la familia cuando la joven condesa anunció durante la cena previa que también participaría de la caza. Los Lores, divertidos con la actitud de la muchacha, y viendo la oportunidad de burlarse en su cara, en vez de reprenderla, le dejaron integrarse a ellos. Pero Astrid no tenía un pelo de tonta y, convencida de que quien ríe al último, ríe mejor, se levantó velozmente de la mesa, preparó su traje de montar, se dio un corto baño de tina y se retiró a sus aposentos.
Junto con las primeras luces del día, ella se reunió con los hombres y todos ellos concordaron en que el espectáculo que Astrid ofrecía vestida así bien valía una tirada del caballo y sospecharon que aquélla siempre había sido la intención de la chiquilla: distraerlos con su hermosura y truncarles la caza; no obstante, ya era tarde para resarcirse y no quedaba más que seguir adelante. La chica había elegido una blusa blanca con bordados de flores, también en un blanco nieve y una ajustada chaqueta de un obscuro rojo burdeo que se ajustaba a su elegante figura detallando su busto, su cintura y sus caderas; por su parte, un negro pantalón de montar se apegaba a sus largas y moldeadas piernas, mientras que botas de montar alto y espuelas cerraban el conjunto. Su largo cabello rubio estaba elegantemente trenzado para permitir el uso del casco que su padre le había traído junto con el juego de montar, todo desde Inglaterra.
Más de alguna dama celosa masculló que no debería permitirse a la joven vestir ropas tan apegadas que atentasen contra el pudor, pero nadie recogió las quejas y el mayor de los hombres dio la orden de salida; a tranco veloz, ya estaban internados en los agrestes bosques que rodeaban la populosa París; lo bueno de ir a cazar allí es que no se corría riesgo de lastimar a alguna persona, pues tanto los plebeyos como los nobles eran bastante supersticiosos y era bien sabido por todos que los gitanos frecuentaban esa zona, así que nadie que se considerara decente quería ser visto por aquellos lugares. Astrid afirmó su arco, revisó su carcaj y tuvo a bien asegurar el revólver de caza que su padre se decidió a regalarle cuando comprendió que nunca tendría un hijo varón; luego, con dos firmes toques sacó el galope a su caballo y se reunió con la tropa.
A media mañana ya habían divisado una de las cuantas presas previstas y los hombres apuraron el paso de los caballos. Varias veces, estuvieron a punto de atraparla, pero Astrid siempre intervenía con un fingido tiro mal dado que asustaba a los corceles, o una flecha que, oportunamente, se le escapaba del arco, lo que hizo que la cacería se tornara imposible. Los mayores, fastidiados de la distracción que suponía la jovencita, decidieron perderla y, con el tiempo, los hombres más jóvenes se pusieron en el mismo plan, provocando que ya a media tarde, Astrid estuviera prácticamente sola en lo más profundo del bosque, aunque, en honor a la verdad, eso no era algo que preocupase mayormente a la chica. Lo cierto es que ella en vez de seguirle los pasos a sus compañeros, procuró más bien, seguir las huellas de la presa para tener oportunidad de protegerla. Sin embargo, a esa altura, bien comprendió que la causa era perdida, pues hacía mucho que el rastro había desaparecido y ya no podía tener certeza alguna de dónde habría podido ir a dar la hermosa loba con que se habían encaprichado sus tíos y primos.
Deprimida y cansada, decidió guiar a su caballo hacia el lago que muy bien sabía se ubicaba a unas cuantas cuadras de donde se encontraba ella. Agradeció mentalmente todas las veces que su padre insistió en llevarla a practicar equitación allí, producto de lo cual conocía el bosque casi de memoria.
Fue entonces que estuvo a punto de caerse del caballo cuando descubrió que no estaba sola. Un hombre decía algo que ella no podía entender a alguien a quien no podía ver. “– ¡Oh, por Dios! ¡Un gitano! –”, murmuró, con espanto, recordando todas las malas historias que había escuchado sobre ellos desde su más tierna infancia. Se quedó petrificada cuando vio que cargaba un lobezno y lo dejaba, malherido, en la orilla del lago, mientras él machacaba algo con unas afiladas y peligrosas piedras. Miles de ideas terribles se le pasaron por la cabeza a la joven, predominando en todas ellas el convencimiento de un ritual profano de horrible corte satánico que debía detener a costa de lo que fuera.
Sin dudarlo, se tiró caballo abajo, desenfundó la pistola y muy sigilosamente, llegó hasta quedar de pie detrás del extraño, quien sólo se vino a enterar de su presencia cuando Astrid le enterró la boquilla del revólver en la nuca:
– ¡Quédate quieto si no quieres que te vuele la cabeza de un tiro! – exclamó con furia seca – Vas a decirme qué pensabas hacer con el pobre lobezno y entonces yo decidiré si mereces vivir. – ordenó con voz dura, sin dejar de apuntarle al gitano ni por un instante.
Si al sujeto le quedaba alguna duda, toda esperanza se desvaneció, cuando ella le quitó el seguro a su arma.
***
A los pocos días de llegados, lo señores Carcasona no tardaron en tomar el control de la mansión, disponiendo de cuartos, comidas y carruajes, a los que siguieron animadas tertulias y actividades culturales de todo tipo. Hay que decir en defensa de ellos (que eran unos vividores rematados) que todas las finanzas procedían de las Arcas de los Carcasona y que no tocaron un solo céntimo de la herencia de Astrid, Después de una semana de juergas y bailes, los varones presentes se decidieron por realizar una partida de caza, ya que habían recibido datos de cierto tipo de lobo cuya piel era muy estimada en el comercio del vestuario. Así, sin más, no tardaron en ponerse de acuerdo en los detalles, luego de lo cual, se aprontaron a preparar todo lo necesario para el evento.
Como era la costumbre, ninguno de los señores se tomó en serio las airadas protestas de Astrid y la joven no tardó en comprender que, sin la presencia de su padre, no tenía el más mínimo poder para influir en hábitos tan arraigados y machistas, por lo que desistió con rapidez y cambió su estrategia. Menuda sorpresa se llevaron las mujeres de la familia cuando la joven condesa anunció durante la cena previa que también participaría de la caza. Los Lores, divertidos con la actitud de la muchacha, y viendo la oportunidad de burlarse en su cara, en vez de reprenderla, le dejaron integrarse a ellos. Pero Astrid no tenía un pelo de tonta y, convencida de que quien ríe al último, ríe mejor, se levantó velozmente de la mesa, preparó su traje de montar, se dio un corto baño de tina y se retiró a sus aposentos.
Junto con las primeras luces del día, ella se reunió con los hombres y todos ellos concordaron en que el espectáculo que Astrid ofrecía vestida así bien valía una tirada del caballo y sospecharon que aquélla siempre había sido la intención de la chiquilla: distraerlos con su hermosura y truncarles la caza; no obstante, ya era tarde para resarcirse y no quedaba más que seguir adelante. La chica había elegido una blusa blanca con bordados de flores, también en un blanco nieve y una ajustada chaqueta de un obscuro rojo burdeo que se ajustaba a su elegante figura detallando su busto, su cintura y sus caderas; por su parte, un negro pantalón de montar se apegaba a sus largas y moldeadas piernas, mientras que botas de montar alto y espuelas cerraban el conjunto. Su largo cabello rubio estaba elegantemente trenzado para permitir el uso del casco que su padre le había traído junto con el juego de montar, todo desde Inglaterra.
Más de alguna dama celosa masculló que no debería permitirse a la joven vestir ropas tan apegadas que atentasen contra el pudor, pero nadie recogió las quejas y el mayor de los hombres dio la orden de salida; a tranco veloz, ya estaban internados en los agrestes bosques que rodeaban la populosa París; lo bueno de ir a cazar allí es que no se corría riesgo de lastimar a alguna persona, pues tanto los plebeyos como los nobles eran bastante supersticiosos y era bien sabido por todos que los gitanos frecuentaban esa zona, así que nadie que se considerara decente quería ser visto por aquellos lugares. Astrid afirmó su arco, revisó su carcaj y tuvo a bien asegurar el revólver de caza que su padre se decidió a regalarle cuando comprendió que nunca tendría un hijo varón; luego, con dos firmes toques sacó el galope a su caballo y se reunió con la tropa.
A media mañana ya habían divisado una de las cuantas presas previstas y los hombres apuraron el paso de los caballos. Varias veces, estuvieron a punto de atraparla, pero Astrid siempre intervenía con un fingido tiro mal dado que asustaba a los corceles, o una flecha que, oportunamente, se le escapaba del arco, lo que hizo que la cacería se tornara imposible. Los mayores, fastidiados de la distracción que suponía la jovencita, decidieron perderla y, con el tiempo, los hombres más jóvenes se pusieron en el mismo plan, provocando que ya a media tarde, Astrid estuviera prácticamente sola en lo más profundo del bosque, aunque, en honor a la verdad, eso no era algo que preocupase mayormente a la chica. Lo cierto es que ella en vez de seguirle los pasos a sus compañeros, procuró más bien, seguir las huellas de la presa para tener oportunidad de protegerla. Sin embargo, a esa altura, bien comprendió que la causa era perdida, pues hacía mucho que el rastro había desaparecido y ya no podía tener certeza alguna de dónde habría podido ir a dar la hermosa loba con que se habían encaprichado sus tíos y primos.
Deprimida y cansada, decidió guiar a su caballo hacia el lago que muy bien sabía se ubicaba a unas cuantas cuadras de donde se encontraba ella. Agradeció mentalmente todas las veces que su padre insistió en llevarla a practicar equitación allí, producto de lo cual conocía el bosque casi de memoria.
Fue entonces que estuvo a punto de caerse del caballo cuando descubrió que no estaba sola. Un hombre decía algo que ella no podía entender a alguien a quien no podía ver. “– ¡Oh, por Dios! ¡Un gitano! –”, murmuró, con espanto, recordando todas las malas historias que había escuchado sobre ellos desde su más tierna infancia. Se quedó petrificada cuando vio que cargaba un lobezno y lo dejaba, malherido, en la orilla del lago, mientras él machacaba algo con unas afiladas y peligrosas piedras. Miles de ideas terribles se le pasaron por la cabeza a la joven, predominando en todas ellas el convencimiento de un ritual profano de horrible corte satánico que debía detener a costa de lo que fuera.
Sin dudarlo, se tiró caballo abajo, desenfundó la pistola y muy sigilosamente, llegó hasta quedar de pie detrás del extraño, quien sólo se vino a enterar de su presencia cuando Astrid le enterró la boquilla del revólver en la nuca:
– ¡Quédate quieto si no quieres que te vuele la cabeza de un tiro! – exclamó con furia seca – Vas a decirme qué pensabas hacer con el pobre lobezno y entonces yo decidiré si mereces vivir. – ordenó con voz dura, sin dejar de apuntarle al gitano ni por un instante.
Si al sujeto le quedaba alguna duda, toda esperanza se desvaneció, cuando ella le quitó el seguro a su arma.
***
Última edición por Astrid De Couserans el Sáb Mar 05, 2011 2:34 pm, editado 1 vez
Astrid De Couserans1- Realeza Rumana
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 19/12/2010
Localización : Como siempre, detrás de un velo junto a Albus...
Re: Cuidando de ti... [Privado]
-La piedra rozaba contra la hierba siendo cruel e implacable mientras conseguía aquel espesor liquido que mantendra la herida cuidada, fue mezclando las hierbas e incluso tomando algunas gotas de agua mientras el lobo estaba con tranquilidad cerrando los ojos, parecia que se habia sentido comodo con el gitano porque ya no se dedicaba a impregnar el aire con gruñidos...Lionel suspiro cuando unos arañazos estaban sintiendose más molestos que anteriormente debido a que el movimiento que hacia con los brazos ejercia concentración, un esfuerzo que por momentos hacia que las glándulas de Lionel se humedecieran obligando a sudar no demasiado ya que peor hubiera sido si en verano estuviera haciendo el mismo proceso más el liquido de su sudor hacia que las heridas se quejaran imponiendo sus deseos al gitano que seguia moviendo la mano en la roca.
Antes de que pudiera darse cuenta, Lionel estaba siendo apuntado con un arma algo que no se lo podia haber explicado en ese momento por ello masculló una maldición para si mismo por no estar atento a su alrededor, habia escuchado cascos de caballo pero no era raro que las personas se dedicaran a corretear con sus animales por el bosque para que ellos tomara un poco de ejercicio, tambien se habia dejado llevar por la tranquilidad del bosque ignorando todos los sentidos de alerta que le estaba enviando ¿no era esa una escopeta de caza? elevó el rostro observando al cachorro que estaba empezando a gruñir a la mujer-
No te lo vas a llevar si es lo que quieres, ¿no sabeis respetar la vida humana? por vuestra culpa este lobo tendrá que guardar reposo ¿Tanto os divierte dar caza a animales indefensos?
-Chasqueó la lengua cuando se colocó en frente del lobo dejando lo que habia estado haciendo, no temia a las armas porque de ser asi habria empezado a correr nada más haberla visto, ignoró el aspecto tan seductor de la mujer que seria capaz de hacer salivar al mas duro de los hombres solamente con su aspecto...miró sus orbes fijandose que en verdad las ropas que poseía la mujer eran de un material que pocas veces o ninguna se veria en las personas pobres, se mordió entonces los labios escuchando de nuevo los gruñidos del cachorro pero esta vez se estaban dirigiendo a la mujer quizás porque sabia que ambos estaban en peligro.
Recordo la primera vez que habia ido de caza, cuando era pequeño a los animales que solian perseguir eran a los conejos pero a aquellos que eran mayores o que se notaban mas gordos dejando a las crias tranquilas seguramente si estaban desesperados no tenian otra opción que alimentarse de ellas pero aquello era una supervivencia en cambio ultimamente habia escuchado de muchos hombres que salian a bordo de sus caballos dejando animales exóticos en libertad para finalmente perseguirlos ¿que placer encontraban en aquello? por ahora no lo habia entendido, no sabia que placer se rumoreaba en la calida sangre de un animal o en cortarle la cabeza para ponerla en alguna habitacion presumiendo de las hazañas que habian sido capaces de hacer-
Si has venido a hacer daño a este animal, ya puedes dispararme primero
-Elevó las manos en cruz con una sonrisa de medio labio, ahora mismo habia capturado la mirada de desprecio que esa mujer tenia para él, no era de extrañar si era una de las que pensaban que los gitanos eran nada más que salvajes y ladrones, desde que habia llegado a Paris no sabia que podía suceder creía incluso queiba a ser tratado bien pero cuando se enteraban de que era gitano las personas le miraban con asco hasta muchas escupian por donde pasaba como una especie de maldición, habia soportado los primeros meses los gritos de "largo gitano" aunque aun hoy dia se seguian escuchando no eran muy comunes despues de que muchos conocian a Lionel por estar merodeando en busca de conseguir un trabajo digno
Por un momento la naturaleza se detuvo, todo dejo de escucharse hasta el sonido del viento que era normalmente muy curioso y esquivo entre las copas de los arboles, las ramas, la desnudez de algunos campos que se mevian con la nueva vida que dentro de poco brotaria, el cachorro seguia gruñendo aunque con menor intensidad sin poder ponerse de pie, los animales eran muy sabios y sabian cuando habiand e caminar o cuando no, tambien intuían cuando su cuerpo aguantaba y cuando no...asi que creía que aunque quisiera no se podría levantar al menos hasta que recibiese el tratamiendo y al mismo tiempo reposara unas horas-
Antes de que pudiera darse cuenta, Lionel estaba siendo apuntado con un arma algo que no se lo podia haber explicado en ese momento por ello masculló una maldición para si mismo por no estar atento a su alrededor, habia escuchado cascos de caballo pero no era raro que las personas se dedicaran a corretear con sus animales por el bosque para que ellos tomara un poco de ejercicio, tambien se habia dejado llevar por la tranquilidad del bosque ignorando todos los sentidos de alerta que le estaba enviando ¿no era esa una escopeta de caza? elevó el rostro observando al cachorro que estaba empezando a gruñir a la mujer-
No te lo vas a llevar si es lo que quieres, ¿no sabeis respetar la vida humana? por vuestra culpa este lobo tendrá que guardar reposo ¿Tanto os divierte dar caza a animales indefensos?
-Chasqueó la lengua cuando se colocó en frente del lobo dejando lo que habia estado haciendo, no temia a las armas porque de ser asi habria empezado a correr nada más haberla visto, ignoró el aspecto tan seductor de la mujer que seria capaz de hacer salivar al mas duro de los hombres solamente con su aspecto...miró sus orbes fijandose que en verdad las ropas que poseía la mujer eran de un material que pocas veces o ninguna se veria en las personas pobres, se mordió entonces los labios escuchando de nuevo los gruñidos del cachorro pero esta vez se estaban dirigiendo a la mujer quizás porque sabia que ambos estaban en peligro.
Recordo la primera vez que habia ido de caza, cuando era pequeño a los animales que solian perseguir eran a los conejos pero a aquellos que eran mayores o que se notaban mas gordos dejando a las crias tranquilas seguramente si estaban desesperados no tenian otra opción que alimentarse de ellas pero aquello era una supervivencia en cambio ultimamente habia escuchado de muchos hombres que salian a bordo de sus caballos dejando animales exóticos en libertad para finalmente perseguirlos ¿que placer encontraban en aquello? por ahora no lo habia entendido, no sabia que placer se rumoreaba en la calida sangre de un animal o en cortarle la cabeza para ponerla en alguna habitacion presumiendo de las hazañas que habian sido capaces de hacer-
Si has venido a hacer daño a este animal, ya puedes dispararme primero
-Elevó las manos en cruz con una sonrisa de medio labio, ahora mismo habia capturado la mirada de desprecio que esa mujer tenia para él, no era de extrañar si era una de las que pensaban que los gitanos eran nada más que salvajes y ladrones, desde que habia llegado a Paris no sabia que podía suceder creía incluso queiba a ser tratado bien pero cuando se enteraban de que era gitano las personas le miraban con asco hasta muchas escupian por donde pasaba como una especie de maldición, habia soportado los primeros meses los gritos de "largo gitano" aunque aun hoy dia se seguian escuchando no eran muy comunes despues de que muchos conocian a Lionel por estar merodeando en busca de conseguir un trabajo digno
Por un momento la naturaleza se detuvo, todo dejo de escucharse hasta el sonido del viento que era normalmente muy curioso y esquivo entre las copas de los arboles, las ramas, la desnudez de algunos campos que se mevian con la nueva vida que dentro de poco brotaria, el cachorro seguia gruñendo aunque con menor intensidad sin poder ponerse de pie, los animales eran muy sabios y sabian cuando habiand e caminar o cuando no, tambien intuían cuando su cuerpo aguantaba y cuando no...asi que creía que aunque quisiera no se podría levantar al menos hasta que recibiese el tratamiendo y al mismo tiempo reposara unas horas-
Lionel D'Maine- Gitano
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Re: Cuidando de ti... [Privado]
El gitano se puso de pie lentamente y volteó hacia ella con expresión arrogante y una mirada que despreciaba descaradamente todo lo que Astrid podía representar para él. En vez de responder a los requerimientos de la muchacha, se burló de ella y la criticó con dureza, como dando por sentado que ella también practicaba la caza indiscriminada. Astrid estuvo a punto de soltar una retahíla de insultos, pero el insistente gruñido del lobezno le distrajo de enseñarle al plebeyo cuál era su lugar.
Observó el lugar con calma y sin bajar su revólver, que apuntaba directamente a la cabeza del extraño. Retrocedió unos pasos, para impedir que el gitano le arrebatara el arma antes de que ella pudiera defenderse y evaluó la mejor manera de salir de allí, llevándose al cachorro sin que el sujeto le hiciera daño y sin delatar su presencia a sus insensibles parientes. Frente a ella estaba el lago; a su espalda, si recordaba bien, había una senda que la llevaría a la zona baja de la ciudad, en donde la mayoría de los habitantes eran del pueblo llano; no obstante, algunos terratenientes también tenían propiedades allí. Si se había aprendido bien el camino, debería llegar sin problemas a los límites de la zona urbana; justo donde empezaban los sembradíos su padre tenía una cabaña de aperos siempre a punto, con una escasa y leal servidumbre que siempre mantenía todo a punto y lo mejor era que la familia Carcasona desconocía por completo la existencia del inmueble. Si lograba llegar allí sin que la siguieran, el cachorro se salvaría.
Miró al lobezno con desesperada atención, sabiendo que en ese estado no sobreviviría mucho tiempo. El gitano pareció confundir su apremio, pues sus duras palabras la desafiaron a dispararle, pues si lo dejaba con vida, él no le permitiría tocar al animal. Astrid lo miró sorprendida y un respeto nuevo se dibujó en su rostro; tal parecía que ambos, cada uno a su modo, todo lo que deseaban era defender al lobezno de los peligros que otros descriteriados le ponían con tal de cazarlo y convertirlo en un pedazo de moda inútil.
– Admiro tu coraje, gitano... Pero ojalá tuvieras la mitad de sentido común. – dijo Astrid, mientras bajaba el arma y flanqueaba al hombre por la derecha. Él se movió con la velocidad de un gato y la retuvo por la muñeca en un toque firme y seguro – ¡¿Serás idiota?! – gritó enojada – Aquí no puedes ayudarlo... – intentó explicar, pero entonces el animalito pareció sufrir una conmoción, pues temblaba como un poseso.
La joven no dudó en soltarse del gitano, lo que le costó más de lo esperado, pero que consiguió prontamente, luego de lo cual tiró el arma y en tres pasos ya estaba junto al lobezno que luchaba por gruñir, pero que ya no tenía fuerzas para atacarla. Ella constató su baja temperatura y se quitó rápidamente la gruesa chaqueta que llevaba puesta para envolver con ella al cachorro, dejando a la vista la elegante y delgada blusa con que cubría su esbelto cuerpo y que se adhería tan bien a sus pechos y su cintura; quizás, en otro momento se habría sabido tan apetecible, pero en aquél, sólo tenía ojos para el lobezno herido. Puso el abrigo en una zona seca y luego, con algo de esfuerzo, cargó al animal y lo puso sobre la chaqueta; lo envolvió con sumo cuidado para asegurarse de que no sintiera el frío de la tarde y lo acomodo en su regazo para darle algo de su calor humano.
Sólo entonces, comprendió las verdaderas intenciones del gitano; todo lo que había estado haciendo era mantener limpias las heridas del animalito. Astrid lo miró avergonzada, buscando las palabras para disculparse, pero sin lograrlo realmente. Se miraron un buen rato y ella pudo apreciar que era bastante joven y muy bien parecido; llevaba la camisa completamente abierta, dejando a la vista un cuerpo bastante delgado, pero no débil; Astrid recordó el instante en que él la sostuvo de la mano; no, jamás habría pensado que el extraño era débil. Para ser un gitano y para pasar varias horas del día al sol –como suponía ella que debía ser–, tenía una tez pálida y descolorida. Pero aquello que realmente atrajo la atención de la muchacha fueron sus ojos: de un gris tan obscuro que a ratos parecían negros, tenían la expresión de alguien mucho mayor que siente desprecio por las multitudes. Cuando ella fue consciente de que él también la miraba, Astrid bajó la mirada rápidamente y un golpe de rubor la hizo enrojecer sin poder controlarlo, así que devolvió su atención al cachorro.
– Me disculpo por haberte apuntado con el arma sin saber qué hacías. Pero es obvio que no podrás curarlo aquí. Recoge las hierbas que necesitas y sígueme. Y hazlo rápido; mis parientes no tardarán en llegar hasta aquí y, como tú, lo último que quiero es que maten a este hermoso lobezno. – replicó, con voz dura y sin mirarlo.
Rezó porque el gitano confiara en ella y, mientras él parecía obedecerle y recoger la hierba necesaria, Astrid procuró borrar las huellas del lugar y desviar las pistas en dirección contraria. Luego, acomodó al cachorro en el caballo y se subió en su magnífica montura, luego de lo cual, tendió su mano al joven para que subiera en ancas y así pudieran avanzar más rápido. Pero el gitano no se movió.
– Sé que me porté mal hace un rato... pero te ruego que confíes en mí y que montes conmigo para poder salvar a este cachorro... Por favor. – musitó y se quedó con la mano tendida, esperando a que ese extraño también confiara en una extraña.
Si todo salía bien, muy pronto estarían a resguardo de sus parientes y con todo lo necesario para curar al lobezno... Pero... ¿Y si el extraño no confiaba en ella y la dejaba a su suerte??? ¿Podría ella seguir adelante sin ayuda del gitano???
***
Observó el lugar con calma y sin bajar su revólver, que apuntaba directamente a la cabeza del extraño. Retrocedió unos pasos, para impedir que el gitano le arrebatara el arma antes de que ella pudiera defenderse y evaluó la mejor manera de salir de allí, llevándose al cachorro sin que el sujeto le hiciera daño y sin delatar su presencia a sus insensibles parientes. Frente a ella estaba el lago; a su espalda, si recordaba bien, había una senda que la llevaría a la zona baja de la ciudad, en donde la mayoría de los habitantes eran del pueblo llano; no obstante, algunos terratenientes también tenían propiedades allí. Si se había aprendido bien el camino, debería llegar sin problemas a los límites de la zona urbana; justo donde empezaban los sembradíos su padre tenía una cabaña de aperos siempre a punto, con una escasa y leal servidumbre que siempre mantenía todo a punto y lo mejor era que la familia Carcasona desconocía por completo la existencia del inmueble. Si lograba llegar allí sin que la siguieran, el cachorro se salvaría.
Miró al lobezno con desesperada atención, sabiendo que en ese estado no sobreviviría mucho tiempo. El gitano pareció confundir su apremio, pues sus duras palabras la desafiaron a dispararle, pues si lo dejaba con vida, él no le permitiría tocar al animal. Astrid lo miró sorprendida y un respeto nuevo se dibujó en su rostro; tal parecía que ambos, cada uno a su modo, todo lo que deseaban era defender al lobezno de los peligros que otros descriteriados le ponían con tal de cazarlo y convertirlo en un pedazo de moda inútil.
– Admiro tu coraje, gitano... Pero ojalá tuvieras la mitad de sentido común. – dijo Astrid, mientras bajaba el arma y flanqueaba al hombre por la derecha. Él se movió con la velocidad de un gato y la retuvo por la muñeca en un toque firme y seguro – ¡¿Serás idiota?! – gritó enojada – Aquí no puedes ayudarlo... – intentó explicar, pero entonces el animalito pareció sufrir una conmoción, pues temblaba como un poseso.
La joven no dudó en soltarse del gitano, lo que le costó más de lo esperado, pero que consiguió prontamente, luego de lo cual tiró el arma y en tres pasos ya estaba junto al lobezno que luchaba por gruñir, pero que ya no tenía fuerzas para atacarla. Ella constató su baja temperatura y se quitó rápidamente la gruesa chaqueta que llevaba puesta para envolver con ella al cachorro, dejando a la vista la elegante y delgada blusa con que cubría su esbelto cuerpo y que se adhería tan bien a sus pechos y su cintura; quizás, en otro momento se habría sabido tan apetecible, pero en aquél, sólo tenía ojos para el lobezno herido. Puso el abrigo en una zona seca y luego, con algo de esfuerzo, cargó al animal y lo puso sobre la chaqueta; lo envolvió con sumo cuidado para asegurarse de que no sintiera el frío de la tarde y lo acomodo en su regazo para darle algo de su calor humano.
Sólo entonces, comprendió las verdaderas intenciones del gitano; todo lo que había estado haciendo era mantener limpias las heridas del animalito. Astrid lo miró avergonzada, buscando las palabras para disculparse, pero sin lograrlo realmente. Se miraron un buen rato y ella pudo apreciar que era bastante joven y muy bien parecido; llevaba la camisa completamente abierta, dejando a la vista un cuerpo bastante delgado, pero no débil; Astrid recordó el instante en que él la sostuvo de la mano; no, jamás habría pensado que el extraño era débil. Para ser un gitano y para pasar varias horas del día al sol –como suponía ella que debía ser–, tenía una tez pálida y descolorida. Pero aquello que realmente atrajo la atención de la muchacha fueron sus ojos: de un gris tan obscuro que a ratos parecían negros, tenían la expresión de alguien mucho mayor que siente desprecio por las multitudes. Cuando ella fue consciente de que él también la miraba, Astrid bajó la mirada rápidamente y un golpe de rubor la hizo enrojecer sin poder controlarlo, así que devolvió su atención al cachorro.
– Me disculpo por haberte apuntado con el arma sin saber qué hacías. Pero es obvio que no podrás curarlo aquí. Recoge las hierbas que necesitas y sígueme. Y hazlo rápido; mis parientes no tardarán en llegar hasta aquí y, como tú, lo último que quiero es que maten a este hermoso lobezno. – replicó, con voz dura y sin mirarlo.
Rezó porque el gitano confiara en ella y, mientras él parecía obedecerle y recoger la hierba necesaria, Astrid procuró borrar las huellas del lugar y desviar las pistas en dirección contraria. Luego, acomodó al cachorro en el caballo y se subió en su magnífica montura, luego de lo cual, tendió su mano al joven para que subiera en ancas y así pudieran avanzar más rápido. Pero el gitano no se movió.
– Sé que me porté mal hace un rato... pero te ruego que confíes en mí y que montes conmigo para poder salvar a este cachorro... Por favor. – musitó y se quedó con la mano tendida, esperando a que ese extraño también confiara en una extraña.
Si todo salía bien, muy pronto estarían a resguardo de sus parientes y con todo lo necesario para curar al lobezno... Pero... ¿Y si el extraño no confiaba en ella y la dejaba a su suerte??? ¿Podría ella seguir adelante sin ayuda del gitano???
***
Astrid De Couserans1- Realeza Rumana
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Fecha de inscripción : 19/12/2010
Localización : Como siempre, detrás de un velo junto a Albus...
Re: Cuidando de ti... [Privado]
-¿Ahi no podia ayudarlo? no le entendia porque no conocia otro lugar donde tuviera mejor disposicion ya fuera de hierbas como de agua, podia notar que despues de aquel forcejeo incluso el gitano se entretuvo con los pensamientos de su moral ya que despues de todo el nunca habia tratado asi a una mujer, desde pequeño le habian enseñado que las mujeres debian de ser tratadas con respeto sin que pudiera interferir los deseos de los hombres pues ya era muy comun ver a las mujeres sometidas por los hombres solo porque las deseaban poseer un solo momento para lo que ya se sabian todos que deseaban ¿que los diferenciaba de los animales? trago, pero no se disculpo porque no se fiaba de donde podria colocar el arma.
Ya le habia sucedido ocasiones en las que la otra persona habia colocado el arma en el suelo pero antes de que pudiera haber hecho nada la habian tomado con igual de habilidad, habia tantas veces que no se fiaba de nadie...solo pro aquella mirada que ella le habia dado desde el principio que estaba deshaciendo cruelmente el paso del tiempo, un momento le estaba mirando con odio, el otro con confusión mientras al siguiente parecia estar dispuesta a dejar la batalla, el lobo estaba arañando la pierna de Lionel como si quisiera subir en su regazo pero la mujer fue mas rapida, se quito la chaqueta causando un sinuoso rubor en el gitano no acostumbrado a ver a mujeres hacer aquello...con ese tipo de ropa tan atrevida que llevaba.
El lobo no lo sabia pero hasta el viento soplaba envidioso de donde estaba apoyado ahora, el regazo de aquella mujer, la ropa provocativa ¿no era cazadora? tenia el aspecto de una dama de la corte, habia escuchado los caballos algunas risotadas y sin mas habia escupido como hacian los gitanos en el suelo, no era ninguna historia ya que todos lo hacian especialmente cuando alguien les estaba haciendo perder los nervios, muchas ocasiones no habia lugar para los buenos pero tampoco para tomarse la justicia por su mano asi que solian escupir en el suelo que pisaba la otra persona para que la mala suerte le llegara a el.
Acaricio la cabezita del lobo, volviendo a mirar a aquella muchacha sin aun sonreir, realmente aunque se hubiera disculpado no sabia si podia confiar en ella o no, estaba bastante confuso ahora mismo como para exponer alguna variable consecuente de sus actos, aun no sabia si podria pensar demasiado adecuado a las condiciones en las que se encontraban asi que prefirio asentir mirando las hierbas quehabia a su alrededor, tomó unas cuantas, tambien apresuro a tomar en una bolsita algunas muestras y el pringue que habia estado preparandole para que la herida se fuera cerrando, debian de estar garadecidos de que no le habia entrado la bala o los chillidos de dolor del lobo habrian asustado a todo aquel que estuviera en el bosque, colocó las manos en la sien, mordiendose los labios como habituaba el cuando susurró-
Esta bien...llevame a donde segun tu podemos estar a salvo, no em hace la gracia que le cogan y lo pongan como una muestra mas
-Se situó al lado del caballo de la mujer, acariciando las crines del susodicho animal, cuidado, leal, parecia incluso al principio igual de reacio al toque del gitano pero cuando el toque fue un poco mas y mas suave el caballo acariciaba con el hocico aquellas manos igual que golpeaba suavemente la espalda del gitano como si tuviera que guiarle, una sonrisa por primera vez se formo en el rostro del gitano mientras se quitó la camisa quedando semi-desnudo entregandole la camisa a aquella mujer, solo para que se tapara los hombros el cuerpos...era un hombre, no podia asegurar que si seguia con aquella dama sus orbes estarian en otro sitio, se conocia, no queria parecer grosero y que finalmente se ganara aquella mirada de odio al principio con todas las de la ley.
Escuchaba algunas pisadas pero que no estaban muy lejos, quizas a unos 20 minutos de alli, le apresuro con la mirada para que fuera ella la que iniciase la marcha pero antes le aviso tambien que no hiciera mucho ruido, los perros de presa no eran tontos asi como los otros caballos, esperaba que no les siguieran y mucho menos que tuvieran problemas aunque por ahora los que mas problemas les darian seguramente serian los perros de presa, cazados no para entender el raciocinio de humanos sino de capturar a su presa, luchar por ella, ser el mejor perro de presa de todos los tiempos, por eso luchaban la mayoria de perros-
Ya le habia sucedido ocasiones en las que la otra persona habia colocado el arma en el suelo pero antes de que pudiera haber hecho nada la habian tomado con igual de habilidad, habia tantas veces que no se fiaba de nadie...solo pro aquella mirada que ella le habia dado desde el principio que estaba deshaciendo cruelmente el paso del tiempo, un momento le estaba mirando con odio, el otro con confusión mientras al siguiente parecia estar dispuesta a dejar la batalla, el lobo estaba arañando la pierna de Lionel como si quisiera subir en su regazo pero la mujer fue mas rapida, se quito la chaqueta causando un sinuoso rubor en el gitano no acostumbrado a ver a mujeres hacer aquello...con ese tipo de ropa tan atrevida que llevaba.
El lobo no lo sabia pero hasta el viento soplaba envidioso de donde estaba apoyado ahora, el regazo de aquella mujer, la ropa provocativa ¿no era cazadora? tenia el aspecto de una dama de la corte, habia escuchado los caballos algunas risotadas y sin mas habia escupido como hacian los gitanos en el suelo, no era ninguna historia ya que todos lo hacian especialmente cuando alguien les estaba haciendo perder los nervios, muchas ocasiones no habia lugar para los buenos pero tampoco para tomarse la justicia por su mano asi que solian escupir en el suelo que pisaba la otra persona para que la mala suerte le llegara a el.
Acaricio la cabezita del lobo, volviendo a mirar a aquella muchacha sin aun sonreir, realmente aunque se hubiera disculpado no sabia si podia confiar en ella o no, estaba bastante confuso ahora mismo como para exponer alguna variable consecuente de sus actos, aun no sabia si podria pensar demasiado adecuado a las condiciones en las que se encontraban asi que prefirio asentir mirando las hierbas quehabia a su alrededor, tomó unas cuantas, tambien apresuro a tomar en una bolsita algunas muestras y el pringue que habia estado preparandole para que la herida se fuera cerrando, debian de estar garadecidos de que no le habia entrado la bala o los chillidos de dolor del lobo habrian asustado a todo aquel que estuviera en el bosque, colocó las manos en la sien, mordiendose los labios como habituaba el cuando susurró-
Esta bien...llevame a donde segun tu podemos estar a salvo, no em hace la gracia que le cogan y lo pongan como una muestra mas
-Se situó al lado del caballo de la mujer, acariciando las crines del susodicho animal, cuidado, leal, parecia incluso al principio igual de reacio al toque del gitano pero cuando el toque fue un poco mas y mas suave el caballo acariciaba con el hocico aquellas manos igual que golpeaba suavemente la espalda del gitano como si tuviera que guiarle, una sonrisa por primera vez se formo en el rostro del gitano mientras se quitó la camisa quedando semi-desnudo entregandole la camisa a aquella mujer, solo para que se tapara los hombros el cuerpos...era un hombre, no podia asegurar que si seguia con aquella dama sus orbes estarian en otro sitio, se conocia, no queria parecer grosero y que finalmente se ganara aquella mirada de odio al principio con todas las de la ley.
Escuchaba algunas pisadas pero que no estaban muy lejos, quizas a unos 20 minutos de alli, le apresuro con la mirada para que fuera ella la que iniciase la marcha pero antes le aviso tambien que no hiciera mucho ruido, los perros de presa no eran tontos asi como los otros caballos, esperaba que no les siguieran y mucho menos que tuvieran problemas aunque por ahora los que mas problemas les darian seguramente serian los perros de presa, cazados no para entender el raciocinio de humanos sino de capturar a su presa, luchar por ella, ser el mejor perro de presa de todos los tiempos, por eso luchaban la mayoria de perros-
Lionel D'Maine- Gitano
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Re: Cuidando de ti... [Privado]
Los minutos se hicieron eternos y tal parecía que el gitano estaba dispuesto a dejarla a su suerte. El alivio que sintió cuando el extraño accedió a ir con ella fue tal, que el suspiro evidente que soltó podría haber delatado su posición en varios metros a la redonda; para su fortuna, nadie estaba cerca de ellos en esos momentos y seguían amparados por la profundidad del bosque, zona a la que la mayoría de los aristócratas prefería no acercarse.
No obstante, en vez de tomar su mano o de dirigirle la palabra siquiera, el hombre dejó a Astrid con la derecha al aire y se entretuvo acariciando las crines de su caballo; la joven se enderezó para sujetar al cachorro, mientras Júpiter se movía algo inquieto y ella sonreía satisfecha de comprobar que el corcel no olvidaba a quién debía su lealtad. Bufó divertida, con una sonrisa genuinamente agradable, cuando el caballo cedió a los encantos del gitano.
– ¿Por qué no me sorprende? ¡Júpiter traidor! – le dijo intentando demostrar su simpatía al sujeto, pero él no cedió.
Ella, por su parte, ni siquiera tuvo tiempo de enrostrarle su descortesía. Se quedó sin palabras cuando él, en vez de decir alguna cosa, se quitó la camisa, dejando su cuerpo completamente desnudo desde la cintura para arriba, luego de lo cual, le alcanzó la pieza de ropa y con una mirada indiferente le indicó que se cubriera. Astrid reaccionó entonces y lo miró con gesto ofendido... ¡Era él quien se quedaba desnudo!... ¿Y le pedía a ella que se cubriera? ¡Soberano machismo que hasta en los más humildes hombres se arraigaba con la fuerza de siglos de opresión y abuso! Iba a decirle lo que pensaba cuando él de un salto se subió tras ella y, habiendo acomodado la prenda sobre los hombros de la joven, se amarró a su cintura y apegó su mentón a la oreja de ella.
– No quisiera preocuparte, pero hay caballos a 20 minutos de aquí... Creo que es momento de irnos lo más sigilosamente que podamos. –
Por unos segundos, Astrid se quedó en blanco... No, no precisamente en blanco. Lo cierto era que ella sólo podía pensar en el cuerpo de ese extraño que se pegaba a su propio cuerpo; pudo sentir el agradable aroma que exudaba el cuerpo del gitano, su calidez y su gentileza que, en suma y conjunto, la sonrojaba y confundía. Se dio cuenta de la libertad que gozaban las plebeyas y, por unos segundos, las envidió por poder arrojarse a esas pasiones efímeras sin tener que dar cuenta a nadie por sus actos o sus consecuencias. Ella, en cambio, era presa del protocolo, del buen nombre y del “qué dirán” y jamás podría dejarse llevar así, tan arrebatadamente, por el calor y el aroma de un extraño. Suspiró abatida, mientras recuperaba el control y pensaba en Bryan, de quien aún no tenía noticia alguna... “Probablemente, sí era un timador... Pero no puedo quejarme... Nunca me arrepentiré”, pensó, decidida y firme. Sacudió la cabeza, despejándose y soltando algunas hebras de su rubio cabello, y volvió al asunto que la ocupaba, siendo inevitablemente consciente de las manos que cruzaban su cintura; sin embargo, había recuperado su sentido común y no se dejó llevar por los instintos; después de todo, ella siempre debía ser una señorita:
– No te preocupes, conozco una ruta que nos mantendrá a salvo. – respondió con calma.
Puso su diestra sobre las manos del gitano para asegurarse de que estaba firme y luego aseguró la posición del lobezno quien, tranquilo y abrigado, había dejado de temblar y parecía bien dispuesto hacia la muchacha que todo lo que deseaba era salvarlo. Espoleó muy suavemente a Júpiter y lo guió por la zona más espesa del bosque, justo aquella en la que sabía que sus parientes no se internarían por la serie de historias que se contaban sobre hombres–lobo, vampiros y otras criaturas fantásticas de las que era frecuente que en fiestas y cafés, sus amigos se burlaran, poniendo en duda su real existencia; sin embargo, lo cierto era que ninguno de ellos accedía a acompañarla cuando ella quería pasear por ese lugar. Le pareció gracioso que la única persona dispuesta a seguirla fuera precisamente alguien en quien, le habían enseñado, nunca debía confiar.
Júpiter se movió a paso de tortuga por el lugar, con una calma que a veces desesperaba a la propia dueña; hubo momentos en que hasta se dio el tiempo de comer hierba, como si no tuviera tremendo peso que aguantar y aunque Astrid tenía deseos de sacarle galope, se bancó los caprichos equinos de su montura. En esas oportunidades era consciente del varón que le acompañaba; lo sentía sujetarla con cuidado, como si fuese ella y no él quien corriera riesgo de caerse del caballo; a veces, se apoyaba en su cuello descuidadamente y lo sentía quitarse bruscamente cuando se daba cuenta de lo que había hecho. Cuando se puso tieso por tercera vez, Astrid hizo el esfuerzo de voltear sin descuidar al cachorro
.
– Si estás cansado, puedes apoyarte en mi espalda. – susurró con suavidad y voz dulce, pues sentía verdadera amabilidad. Para demostrarle la sinceridad de lo que decía, fue ella quien se tomó la libertad de descansar apoyando su cuerpo en el torso desnudo de él, al tiempo que tomaba entre su mano, la diestra del gitano. – Ojalá fuera tan libre siempre... Por cierto, me llamo Astrid. – musitó, mientras sus ojos se perdían entre el espeso follaje que les rodeaba, en donde los rayos del sol parecían apenas estrellitas titilantes en medio del cielo verde que eran las obscuras hojas de los árboles.
No esperó respuesta, ni quiso importunar al gitano, pero tampoco quiso seguir siendo una extraña. Suspiró una vez más y guió a Júpiter con paso vivo hacia los bordes de la ciudad y cuando estuvo segura de que nadie la vería, sacó al caballo hacia el camino y una hora después llegaban a la cabaña, propiedad de su padre, que siempre estuvo a cargo de los esposos Fournier. Tanto Clarisse como Jean eran más viejos de lo que la joven podía recordar y desde que ella sabía siempre habían vivido en la cabaña que su padre había adquirido cuando aún era joven. Nunca habían tenido hijos y eran rigurosamente trabajadores, leales y silenciosos. Ella sabía que podía confiar en el caballerango y el ama de casa porque ninguno de los dos la delataría.
En cuanto reconocieron su caballo, ambos salieron a darle la bienvenida. Clarisse arrugó la nariz cuando vio al gitano, pero Jean lo recibió con sincero afecto. El gitano le quitó la camisa y se la puso (incluso tuvo el decoro de abrocharle unos cuantos botones), seguido de lo cual se tiró caballo abajo sin el menor problema, y estiró los brazos para recibir al lobezno con sumo cuidado. Astrid se lo dio, mientras entregaba algunas instrucciones:
– Por favor, nannie, llévalo adentro y prepara un poco de agua caliente para curar al lobezno... Y si tienes algo de puchero, mejor, que muero de hambre. – sonrió la joven ante cuyo encanto la anciana se derritió.
– Como mande, niña Astrid.... usted, joven, acompáñeme. –
Luego de eso, ayudó a Jean a guardar y desmontar a Júpiter y le encargó que lo cepillara y lo alimentara. Finalmente, llamó a Baptiste, un chiquillo de doce años, muy listo y confiable y le envió a casa de su madre para avisar que se había aburrido de la caza y que se había reunido con una amiga y que volvería en unos días. Tuvo cuidado de encargarle al chico que no revelase el paradero y que diera la nota expresamente a Rosalie.
Cuando todo estuvo dispuesto y resuelto, se dirigió a la cocina en donde Clarisse se divertía con varias ollas. Dos ollitas más pequeñas contenían agua con distintas hierbas que desprendían suaves aromas, mientras que una olla más grande contenía un estofado que le hizo agua la boca. Astrid abrazó a su niñera y le plantó un soberano beso en la frente:
– Debe cambiarse de ropa, niña Astrid. Siempre le tengo una muda lista, por si usted decide venir, pero últimamente, se aparece usted por aquí cada muerte de Obispo. –
– Mi nana linda, siempre tan mandona. – sonrió ella como si fuera una cría, por eso, palideció de la vergüenza cuando volteó y vio al gitano apoyado en el marco de la puerta con una media sonrisa; se miraron un momento, pero ninguno dijo nada – Subiré a cambiarme. – replicó, airada, pero su nana tenía otros planes.
– Nada de eso, niña. Lo hará después de la comida y después de un buen baño. – sentenció, implacable, Clarisse – No dejaré que se ponga ese bonito vestido oliendo a caballo. –
Astrid hizo otro puchero y el gitano no pudo resistir la risa. Avergonzada aún, pasó con aire digno por su lado, sin mirarlo y buscando al lobezno con la mirada; lo vio debidamente acomodado en uno de los sillones del lugar. Tanto ella como el joven se acercaron a verlo, pero ambos dieron un brinco obediente cuando Clarisse los llamó a comer. Todos tuvieron su porción, incluyendo al lobezno que, aunque no era de la simpatía de Clarisse, logró ganársela con sus “ojitos de cordero degollado”, como ella misma dijo.
Después de comer, el extraño se acuclilló junto al animalito y se dispuso a curarlo. Astrid, ansiosa por conocerle un poco más y demostrarle que podía ser de ayuda, se sentó a su lado, en el suelo, y se quedó atenta por si el gitano se decidía, por fin, a conversar con ella... aunque fuera para pedirle las hierbas...
***
No obstante, en vez de tomar su mano o de dirigirle la palabra siquiera, el hombre dejó a Astrid con la derecha al aire y se entretuvo acariciando las crines de su caballo; la joven se enderezó para sujetar al cachorro, mientras Júpiter se movía algo inquieto y ella sonreía satisfecha de comprobar que el corcel no olvidaba a quién debía su lealtad. Bufó divertida, con una sonrisa genuinamente agradable, cuando el caballo cedió a los encantos del gitano.
– ¿Por qué no me sorprende? ¡Júpiter traidor! – le dijo intentando demostrar su simpatía al sujeto, pero él no cedió.
Ella, por su parte, ni siquiera tuvo tiempo de enrostrarle su descortesía. Se quedó sin palabras cuando él, en vez de decir alguna cosa, se quitó la camisa, dejando su cuerpo completamente desnudo desde la cintura para arriba, luego de lo cual, le alcanzó la pieza de ropa y con una mirada indiferente le indicó que se cubriera. Astrid reaccionó entonces y lo miró con gesto ofendido... ¡Era él quien se quedaba desnudo!... ¿Y le pedía a ella que se cubriera? ¡Soberano machismo que hasta en los más humildes hombres se arraigaba con la fuerza de siglos de opresión y abuso! Iba a decirle lo que pensaba cuando él de un salto se subió tras ella y, habiendo acomodado la prenda sobre los hombros de la joven, se amarró a su cintura y apegó su mentón a la oreja de ella.
– No quisiera preocuparte, pero hay caballos a 20 minutos de aquí... Creo que es momento de irnos lo más sigilosamente que podamos. –
Por unos segundos, Astrid se quedó en blanco... No, no precisamente en blanco. Lo cierto era que ella sólo podía pensar en el cuerpo de ese extraño que se pegaba a su propio cuerpo; pudo sentir el agradable aroma que exudaba el cuerpo del gitano, su calidez y su gentileza que, en suma y conjunto, la sonrojaba y confundía. Se dio cuenta de la libertad que gozaban las plebeyas y, por unos segundos, las envidió por poder arrojarse a esas pasiones efímeras sin tener que dar cuenta a nadie por sus actos o sus consecuencias. Ella, en cambio, era presa del protocolo, del buen nombre y del “qué dirán” y jamás podría dejarse llevar así, tan arrebatadamente, por el calor y el aroma de un extraño. Suspiró abatida, mientras recuperaba el control y pensaba en Bryan, de quien aún no tenía noticia alguna... “Probablemente, sí era un timador... Pero no puedo quejarme... Nunca me arrepentiré”, pensó, decidida y firme. Sacudió la cabeza, despejándose y soltando algunas hebras de su rubio cabello, y volvió al asunto que la ocupaba, siendo inevitablemente consciente de las manos que cruzaban su cintura; sin embargo, había recuperado su sentido común y no se dejó llevar por los instintos; después de todo, ella siempre debía ser una señorita:
– No te preocupes, conozco una ruta que nos mantendrá a salvo. – respondió con calma.
Puso su diestra sobre las manos del gitano para asegurarse de que estaba firme y luego aseguró la posición del lobezno quien, tranquilo y abrigado, había dejado de temblar y parecía bien dispuesto hacia la muchacha que todo lo que deseaba era salvarlo. Espoleó muy suavemente a Júpiter y lo guió por la zona más espesa del bosque, justo aquella en la que sabía que sus parientes no se internarían por la serie de historias que se contaban sobre hombres–lobo, vampiros y otras criaturas fantásticas de las que era frecuente que en fiestas y cafés, sus amigos se burlaran, poniendo en duda su real existencia; sin embargo, lo cierto era que ninguno de ellos accedía a acompañarla cuando ella quería pasear por ese lugar. Le pareció gracioso que la única persona dispuesta a seguirla fuera precisamente alguien en quien, le habían enseñado, nunca debía confiar.
Júpiter se movió a paso de tortuga por el lugar, con una calma que a veces desesperaba a la propia dueña; hubo momentos en que hasta se dio el tiempo de comer hierba, como si no tuviera tremendo peso que aguantar y aunque Astrid tenía deseos de sacarle galope, se bancó los caprichos equinos de su montura. En esas oportunidades era consciente del varón que le acompañaba; lo sentía sujetarla con cuidado, como si fuese ella y no él quien corriera riesgo de caerse del caballo; a veces, se apoyaba en su cuello descuidadamente y lo sentía quitarse bruscamente cuando se daba cuenta de lo que había hecho. Cuando se puso tieso por tercera vez, Astrid hizo el esfuerzo de voltear sin descuidar al cachorro
.
– Si estás cansado, puedes apoyarte en mi espalda. – susurró con suavidad y voz dulce, pues sentía verdadera amabilidad. Para demostrarle la sinceridad de lo que decía, fue ella quien se tomó la libertad de descansar apoyando su cuerpo en el torso desnudo de él, al tiempo que tomaba entre su mano, la diestra del gitano. – Ojalá fuera tan libre siempre... Por cierto, me llamo Astrid. – musitó, mientras sus ojos se perdían entre el espeso follaje que les rodeaba, en donde los rayos del sol parecían apenas estrellitas titilantes en medio del cielo verde que eran las obscuras hojas de los árboles.
No esperó respuesta, ni quiso importunar al gitano, pero tampoco quiso seguir siendo una extraña. Suspiró una vez más y guió a Júpiter con paso vivo hacia los bordes de la ciudad y cuando estuvo segura de que nadie la vería, sacó al caballo hacia el camino y una hora después llegaban a la cabaña, propiedad de su padre, que siempre estuvo a cargo de los esposos Fournier. Tanto Clarisse como Jean eran más viejos de lo que la joven podía recordar y desde que ella sabía siempre habían vivido en la cabaña que su padre había adquirido cuando aún era joven. Nunca habían tenido hijos y eran rigurosamente trabajadores, leales y silenciosos. Ella sabía que podía confiar en el caballerango y el ama de casa porque ninguno de los dos la delataría.
En cuanto reconocieron su caballo, ambos salieron a darle la bienvenida. Clarisse arrugó la nariz cuando vio al gitano, pero Jean lo recibió con sincero afecto. El gitano le quitó la camisa y se la puso (incluso tuvo el decoro de abrocharle unos cuantos botones), seguido de lo cual se tiró caballo abajo sin el menor problema, y estiró los brazos para recibir al lobezno con sumo cuidado. Astrid se lo dio, mientras entregaba algunas instrucciones:
– Por favor, nannie, llévalo adentro y prepara un poco de agua caliente para curar al lobezno... Y si tienes algo de puchero, mejor, que muero de hambre. – sonrió la joven ante cuyo encanto la anciana se derritió.
– Como mande, niña Astrid.... usted, joven, acompáñeme. –
Luego de eso, ayudó a Jean a guardar y desmontar a Júpiter y le encargó que lo cepillara y lo alimentara. Finalmente, llamó a Baptiste, un chiquillo de doce años, muy listo y confiable y le envió a casa de su madre para avisar que se había aburrido de la caza y que se había reunido con una amiga y que volvería en unos días. Tuvo cuidado de encargarle al chico que no revelase el paradero y que diera la nota expresamente a Rosalie.
Cuando todo estuvo dispuesto y resuelto, se dirigió a la cocina en donde Clarisse se divertía con varias ollas. Dos ollitas más pequeñas contenían agua con distintas hierbas que desprendían suaves aromas, mientras que una olla más grande contenía un estofado que le hizo agua la boca. Astrid abrazó a su niñera y le plantó un soberano beso en la frente:
– Debe cambiarse de ropa, niña Astrid. Siempre le tengo una muda lista, por si usted decide venir, pero últimamente, se aparece usted por aquí cada muerte de Obispo. –
– Mi nana linda, siempre tan mandona. – sonrió ella como si fuera una cría, por eso, palideció de la vergüenza cuando volteó y vio al gitano apoyado en el marco de la puerta con una media sonrisa; se miraron un momento, pero ninguno dijo nada – Subiré a cambiarme. – replicó, airada, pero su nana tenía otros planes.
– Nada de eso, niña. Lo hará después de la comida y después de un buen baño. – sentenció, implacable, Clarisse – No dejaré que se ponga ese bonito vestido oliendo a caballo. –
Astrid hizo otro puchero y el gitano no pudo resistir la risa. Avergonzada aún, pasó con aire digno por su lado, sin mirarlo y buscando al lobezno con la mirada; lo vio debidamente acomodado en uno de los sillones del lugar. Tanto ella como el joven se acercaron a verlo, pero ambos dieron un brinco obediente cuando Clarisse los llamó a comer. Todos tuvieron su porción, incluyendo al lobezno que, aunque no era de la simpatía de Clarisse, logró ganársela con sus “ojitos de cordero degollado”, como ella misma dijo.
Después de comer, el extraño se acuclilló junto al animalito y se dispuso a curarlo. Astrid, ansiosa por conocerle un poco más y demostrarle que podía ser de ayuda, se sentó a su lado, en el suelo, y se quedó atenta por si el gitano se decidía, por fin, a conversar con ella... aunque fuera para pedirle las hierbas...
***
Astrid De Couserans1- Realeza Rumana
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Localización : Como siempre, detrás de un velo junto a Albus...
Re: Cuidando de ti... [Privado]
-Cuando ella habia suspirado de aquella manera que hasta podria resultar escandalosa el gitano empezó a arquear una ceja empezando a considerar que daba miedo o que por lo menos a ella no le hubiera gustado para nada su negativa, inconscientemente se hecho un vistazo a si mismo porque no queria dar esa sensacion de hombre que solo empleaba la fuerza bruta tal y como ella habia considerado pues su primer encuentro no habia ido del todo bien pero esperaba que aquello se redujese a una trama del pasado ya que de todos modos la gente decia que las mejores amistades surgian de los momentos que la gente menos se esperaba.
Por lo menos trataba bien a los animales eso se podia ver en el caballo, cuando se acerco estaba confuso y no se dejaba tocar tan facilmente lo que indicaba una fidelidad que rozaba el extremo, los caballos en cierto modo eran parecidos a los perros fieles aun cuando su amo los tratase mal pero siempre se rendian cuando alguien les daba cariño y se marchaban con él, agradecia que habia estado en la naturaleza porque habia ayudado de ese modo a muchos caballos que habian sido hechados debido a unos amos que solo los deseaban para las cacerias o las carreras incluso algunos gitanos solian hacer aquello pero eran muy pocos los que se atrevian a hacerlo pues eran unos grandes defensores de la naturaleza-
Asi que te llamas Jupiter, es un nombre precioso
-Presto atencion a lo que ella habia dicho con una sonrisa viendo al caballo, volvio a suspirar era cierto que el tiempo se hechaba encima asi que no debia de discutirselo y mucho menos con la mirada que le habia hechado en cuando habia hecho mencion de su vestimenta, incluso ella el estaba mirando como si le pidiera explicación cosa que seria lo mas probable cuando se encontrasen de nuevo sin ninguna prisa, era cierto que el estaba siendo el impudico ahora mismo caminando medio desnudo por el bosque pero las mujeres que estaba acostumbrado a ver se veian un poco con mas ropa, no era que se iba a asustar del cuerpo femenino pues las gitanas especialmente las mas jovenes mostraban mucha piel sin apenas percatarse de ello, pero el era alguien timido aunqueno lo pareciese cuando el asunto se trataba de mujeres por ello le estaba pidiendo que se tapara un poco, ambos se quedaron en silencio alla atrás quedaron las replicas que quisieron hacerse tanto el como ella.
Cerro los ojos cuando el trote del caballo no era ta rapido como habitualmente se esperaba pero era mucho mejor para el gitano que de vez en cuando vigilaba al lobo, no era que nunca se hubiera subido a un caballo pero si era cierto que habia pasado un buen tiempo pues de pequeño solia montar animales y de mayor cuando los cuidaba debido a su etnia los solia montar pero habia pasado un tiempo en el que no se habia subido a ningún caballo convenciendose de que el sentimiento era especial, se sentia libre sin serlo aunque empezo a preguntarse si la ruta que ella estaba planteando era segura.
Aun no se fiaba de ella completamente a pesar de que ambos habian dejado las condenas de las palabras o las acciones atrás empezando a caminar por la naturaleza, no confiaba del todo a pesar de que la mente de Lionel le estaba diciendo que se relajase porque no pasaba nada ya que se notaba que era una muy buena muchacha, dirigio su rostro hacia el lobo que al parecer habia dejado de temblar bajo los cuidados de la manta y del calor humano de aquella mujer...lo que seguia indicando que los animales decian la verdad y no tenia que preocuparse por nada, incluso aun cuando el caballo en el que montaban, jupiter, iba a su ritmo, a su paso como un buen corcel a pesar del rostro de aquella muchacha-
Se montar a caballo, pero gracias por tu preocupación
-Musito suavemente cuando ella habia creido que estaba cayendose, lo que en verdad estaba sucediendo que dejaba su cuello cerca de su hombro mientras estaba mirando al lobo dejando al final que la mente rondase solitaria pensando en que tipo de hierbas debia de haber traido para curar al cachorro, noto las manos de la joven mientras le miraba a los ojos escuchando al fin una conversación decente en la que podina intervenir ambos mientras se quedaba tambien con el camino que recorrian, le sonaba un poco aunque no habia ido mas alla de lo que solia ir, tenia una buena memoria por lo que estaba trazando un mapa mentalmente.
Cuando ella dijo su nombre asintió volviendo a sonreir al ver que clamaba por la libertad, sabia ue la libertad tenia cosas buenas y cosas malas especialmente buenas para que ibamos a negarlo, mientras que parecia que ella estaba sometida a la maldicion del dinero, en la que tanto hombres como mujeres se veian inmersas desde que nacian, les buscaban los pretendientes, debian de seguir unas normas o unas leyes que estaban especialmente regidos por los mismos, una cultura estricta, lecciones y lecciones. Por eso entendia que quisiera libertad si se habia visto encadenada a la prision de oro del dinero-
Mi nombre es Lionel, Lionel D'Maine
-Murmuró notando que ya estaban llegando al sitio que ella deseaba, se sorprendio encontrar una cabaña porque habia imaginado que lo primero que veria seria algun lugar donde nadie hubiera pisado, no se, como aquellas peliculas en las que encontraban un refugio que estaba lleno de polvo y telarañas, quizás se habia sorprendido por ello pero no propuso resistencia a una sonrisa que salio de sus labios, le fueron a recibir dos personas, una mujer que estaba arrugando el ceño cuando le habia visto con el gitano mientras que el hombre le sonreia amigablemente, Lionel no le importo aquella mirada de la mujer puesto que ya sabia que la mayor parte de personas le miraban de ese modo especialmente las mujeres que seguramente habria escuchado mil historia sobre que los gitanos eran malas personas.
Ayudo al hombre en el interior aunque el resto del pasaje lo guardo en silencio, deseaba decirle que el cachorro se lo quedara el propio gitano teniendo en cuenta que crecia en la naturaleza, en el campamento gitano habia muchos cachorros tambien que eran protegidos del tiempo de caza por lo que deseaba ser de ayuda para aquellos...para que se integrase al mismo tiempo pero no queria decir nada porque ahora mismo aquel cachorro era tanto suyo como de ella, no era una propiedad exactamente pero si lo habian salvado. Empezo a sonreir mientras la mujer, que respondia al nombre de Nannie hacia tiernos ojos a la joven que se aprovechaba de su juventud pero no de su cariño, era una persona dulce por lo que podia observar, sintiendo algo de nostalgia hacia aquel ambiente familiar.
Se mordio los labios cuando le ofrecieron la comida, que no supo rechazar inclinandose hacia delante, tomo un poco de puchero cerrando los ojos, mm comida casera, la amaba, era cierto que el cocinaba ya que vivia solo pero tambien habia sido el consentido de muchas gitanas que le habian hecho llegar sus platos para el joven gitano algunas con la esperanza de que se casara pronto con sus hijas pero otras porque sentian lastima del joven muchacho, dejo que sus cabellos acariciasen su rostro mientras dejaba de comer tomando en un pequeño cuenco que habia encontrado un poco de puchero que puso al lado del cachorro para que se alimentase, todo lo que pudiera comer seria bien recibido por su estomago-
¿Ves esta hierba? Ayuda a cicatrizar, por eso la utilizamos muchas veces los fitanos con unamezcla para convertirla en una plasta, vendar luego la herida y de ese modo hacer una cura para el animal
-Era cierto que la mujer que respondia al nombre de Nannie no le miraba de buenos modos quizas creyendo que era mejor para el cachorro otra cosa, pero habia pocos veterinarios y todos estaban en paris, no queria tener que esperar muho más, por lo que empezo de nuevo a machacar la hierba transformandola como habia dicho en una plasta que fue envolviendo poco a poco en la herida, el cachorro que ya conocia al gitano gemia un poquito, muy suave, mientras acostumbrado al debil escozor lamia el cuenco con hambre, pidiendo con sus ojillos un poco mas de comida lamiendo la muñeca de Lionel que comenzo a reir dulcemente-
Por lo menos trataba bien a los animales eso se podia ver en el caballo, cuando se acerco estaba confuso y no se dejaba tocar tan facilmente lo que indicaba una fidelidad que rozaba el extremo, los caballos en cierto modo eran parecidos a los perros fieles aun cuando su amo los tratase mal pero siempre se rendian cuando alguien les daba cariño y se marchaban con él, agradecia que habia estado en la naturaleza porque habia ayudado de ese modo a muchos caballos que habian sido hechados debido a unos amos que solo los deseaban para las cacerias o las carreras incluso algunos gitanos solian hacer aquello pero eran muy pocos los que se atrevian a hacerlo pues eran unos grandes defensores de la naturaleza-
Asi que te llamas Jupiter, es un nombre precioso
-Presto atencion a lo que ella habia dicho con una sonrisa viendo al caballo, volvio a suspirar era cierto que el tiempo se hechaba encima asi que no debia de discutirselo y mucho menos con la mirada que le habia hechado en cuando habia hecho mencion de su vestimenta, incluso ella el estaba mirando como si le pidiera explicación cosa que seria lo mas probable cuando se encontrasen de nuevo sin ninguna prisa, era cierto que el estaba siendo el impudico ahora mismo caminando medio desnudo por el bosque pero las mujeres que estaba acostumbrado a ver se veian un poco con mas ropa, no era que se iba a asustar del cuerpo femenino pues las gitanas especialmente las mas jovenes mostraban mucha piel sin apenas percatarse de ello, pero el era alguien timido aunqueno lo pareciese cuando el asunto se trataba de mujeres por ello le estaba pidiendo que se tapara un poco, ambos se quedaron en silencio alla atrás quedaron las replicas que quisieron hacerse tanto el como ella.
Cerro los ojos cuando el trote del caballo no era ta rapido como habitualmente se esperaba pero era mucho mejor para el gitano que de vez en cuando vigilaba al lobo, no era que nunca se hubiera subido a un caballo pero si era cierto que habia pasado un buen tiempo pues de pequeño solia montar animales y de mayor cuando los cuidaba debido a su etnia los solia montar pero habia pasado un tiempo en el que no se habia subido a ningún caballo convenciendose de que el sentimiento era especial, se sentia libre sin serlo aunque empezo a preguntarse si la ruta que ella estaba planteando era segura.
Aun no se fiaba de ella completamente a pesar de que ambos habian dejado las condenas de las palabras o las acciones atrás empezando a caminar por la naturaleza, no confiaba del todo a pesar de que la mente de Lionel le estaba diciendo que se relajase porque no pasaba nada ya que se notaba que era una muy buena muchacha, dirigio su rostro hacia el lobo que al parecer habia dejado de temblar bajo los cuidados de la manta y del calor humano de aquella mujer...lo que seguia indicando que los animales decian la verdad y no tenia que preocuparse por nada, incluso aun cuando el caballo en el que montaban, jupiter, iba a su ritmo, a su paso como un buen corcel a pesar del rostro de aquella muchacha-
Se montar a caballo, pero gracias por tu preocupación
-Musito suavemente cuando ella habia creido que estaba cayendose, lo que en verdad estaba sucediendo que dejaba su cuello cerca de su hombro mientras estaba mirando al lobo dejando al final que la mente rondase solitaria pensando en que tipo de hierbas debia de haber traido para curar al cachorro, noto las manos de la joven mientras le miraba a los ojos escuchando al fin una conversación decente en la que podina intervenir ambos mientras se quedaba tambien con el camino que recorrian, le sonaba un poco aunque no habia ido mas alla de lo que solia ir, tenia una buena memoria por lo que estaba trazando un mapa mentalmente.
Cuando ella dijo su nombre asintió volviendo a sonreir al ver que clamaba por la libertad, sabia ue la libertad tenia cosas buenas y cosas malas especialmente buenas para que ibamos a negarlo, mientras que parecia que ella estaba sometida a la maldicion del dinero, en la que tanto hombres como mujeres se veian inmersas desde que nacian, les buscaban los pretendientes, debian de seguir unas normas o unas leyes que estaban especialmente regidos por los mismos, una cultura estricta, lecciones y lecciones. Por eso entendia que quisiera libertad si se habia visto encadenada a la prision de oro del dinero-
Mi nombre es Lionel, Lionel D'Maine
-Murmuró notando que ya estaban llegando al sitio que ella deseaba, se sorprendio encontrar una cabaña porque habia imaginado que lo primero que veria seria algun lugar donde nadie hubiera pisado, no se, como aquellas peliculas en las que encontraban un refugio que estaba lleno de polvo y telarañas, quizás se habia sorprendido por ello pero no propuso resistencia a una sonrisa que salio de sus labios, le fueron a recibir dos personas, una mujer que estaba arrugando el ceño cuando le habia visto con el gitano mientras que el hombre le sonreia amigablemente, Lionel no le importo aquella mirada de la mujer puesto que ya sabia que la mayor parte de personas le miraban de ese modo especialmente las mujeres que seguramente habria escuchado mil historia sobre que los gitanos eran malas personas.
Ayudo al hombre en el interior aunque el resto del pasaje lo guardo en silencio, deseaba decirle que el cachorro se lo quedara el propio gitano teniendo en cuenta que crecia en la naturaleza, en el campamento gitano habia muchos cachorros tambien que eran protegidos del tiempo de caza por lo que deseaba ser de ayuda para aquellos...para que se integrase al mismo tiempo pero no queria decir nada porque ahora mismo aquel cachorro era tanto suyo como de ella, no era una propiedad exactamente pero si lo habian salvado. Empezo a sonreir mientras la mujer, que respondia al nombre de Nannie hacia tiernos ojos a la joven que se aprovechaba de su juventud pero no de su cariño, era una persona dulce por lo que podia observar, sintiendo algo de nostalgia hacia aquel ambiente familiar.
Se mordio los labios cuando le ofrecieron la comida, que no supo rechazar inclinandose hacia delante, tomo un poco de puchero cerrando los ojos, mm comida casera, la amaba, era cierto que el cocinaba ya que vivia solo pero tambien habia sido el consentido de muchas gitanas que le habian hecho llegar sus platos para el joven gitano algunas con la esperanza de que se casara pronto con sus hijas pero otras porque sentian lastima del joven muchacho, dejo que sus cabellos acariciasen su rostro mientras dejaba de comer tomando en un pequeño cuenco que habia encontrado un poco de puchero que puso al lado del cachorro para que se alimentase, todo lo que pudiera comer seria bien recibido por su estomago-
¿Ves esta hierba? Ayuda a cicatrizar, por eso la utilizamos muchas veces los fitanos con unamezcla para convertirla en una plasta, vendar luego la herida y de ese modo hacer una cura para el animal
-Era cierto que la mujer que respondia al nombre de Nannie no le miraba de buenos modos quizas creyendo que era mejor para el cachorro otra cosa, pero habia pocos veterinarios y todos estaban en paris, no queria tener que esperar muho más, por lo que empezo de nuevo a machacar la hierba transformandola como habia dicho en una plasta que fue envolviendo poco a poco en la herida, el cachorro que ya conocia al gitano gemia un poquito, muy suave, mientras acostumbrado al debil escozor lamia el cuenco con hambre, pidiendo con sus ojillos un poco mas de comida lamiendo la muñeca de Lionel que comenzo a reir dulcemente-
Lionel D'Maine- Gitano
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Fecha de inscripción : 14/09/2010
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