Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

por **Éline Rimbaud** Jue Feb 24, 2011 6:18 am

Este era el lugar. Este era el lugar donde Éline debe estar. Rodeada de histéricos, iracundos y dementes. Todos como ella. Todos con sus propios fantasmas. Todos con sus almas descosidas, sus alas rotas y su Dios muerto.
¿Cómo había llegado ella hasta aquí? ¿Por qué el señor Maspero no hizo nada por evitarlo? Preguntas sin una respuesta clara. Lo único que cuenta en estos momentos es que Éline estaba encerrada, prisionera. Rodeada de cruces. ¿Por qué tantas cruces? La demente no podía soportarlas. No podía mirar a aquella clara supliente del Cristo colgado en la cruz. Porque eso le recordaba su propio pecado.

Enclaustrada en su habitación del sanatorio, Éline se hacía un ovillo en una de las esquinas. Dormía en el suelo y no mirada a nada ni a nadie. Sólo hablaba con el señor Maspero. El ruiseñor que todo y nada sabía. Pequeña mente enferma, ¿será aquí donde acabe la vida de la loca Éline?
-Los ángeles lloran más que nunca, señor Maspero. LLoran sangre. Nunca los había escuchado tan tristes y afligidos como ahora. Dios me abandonó hace tiempo, eso lo sé. Pero...¿Y el Diablo? Le prometí regalarle los secretos de Dios. ¿Dónde está el Diablo?
Éline sollozaba y escuchaba lo que el ruiseñor tenía que decirle. La demente era la única que podía descifrar los entramados del idioma de los pájaros. Según ella, las aves tienen el poder de alejar a los demonios.
-¡Belcebú rastrero e impío!-Se ofuscó, de repente, la enferma.-¡Parad todos! ¡Calláos, ángeles del demonio! ¡Silencio, paz, muerte! ¡Eso quiero!-Gritaba la demente en un estallido de cólera y rabia contenida. Éline se retiró de su usual escondrijo en la esquina de la habitación y comenzó a tirar todo lo que había por allí. El espejo cayó y se rompió en miles de pedazos que reflejaban una parte del alma torturada de la enferma. Arrojó al suelo los relicarios que las enfermeras habían depositado en la mesita de noche y los aplastó con sus pies descalzos.

Luego, se subió a la cama para mirar de frente el crucifijo que se encontraba encima de ésta. Lo escudriñó con una mirada de odio.
-¡Aquí me tienes, Dios de los injustos! ¡Vamos! ¡Envía a tus ángeles para que me atraviesen con la espada de Miguel! ¿Dónde están? ¡Quiero verlos! ¡Quiero que me maten! ¡Las mantícoras podrán con ellos!-Éline se mordió el labio con tanta fuerza que se hizo sangre. Acto seguido, escupió hacia el crucifijo, bañando el rostro del Cristo sufriente con su sangre. Después lo descolgó de la pared y lo arrojó al suelo.-Aquí estás, impregnado de mi sangre impía.-Habló la demente, con un tono de voz que no invitaba a que la contradijeran.

Pronto, los médicos y las enfermeras se percataron de los ruidos y del alboroto que se estaba formando en la habitación de la ex-monja. Entraron en los aposentos e intentaron llevarse a la demente fuera. Ella se resistió, gritando improperios y blasfemias. Pero, finalmente, pudieron cogerla entre dos doctores y dos enfermeras. Se la llevaron a la sala donde el doctor que trataba su caso se encontraba.

El doctor la observó durante unos instantes. Éline estaba depositada en el suelo, con la boca llena de sangre y el camisón de paciente medio rajado. La mirada de la demente era puramente salvaje. En ese momento, era capaz de cualquier cosa. Pero el doctor no pareció intimidarse por ello.
-Éline Rimbaud. Es usted una paciente muy peligrosa para nuestro centro. No sabemos como va a reaccionar y por ello debemos trasladarla a una celda de máxima seguridad.-Empezó a hablar el viejo doctor, como si Éline fuera capaz de entender lo que él quería decir.-Ya sabe también, que todo acto temerario y que vaya en contra de las normas es castigado...

Éline callaba. Pero aquello lo comprendió. Entendió lo que le esperaba y no estaba dispuesta a pasar por ello de nuevo. La demente se arrojó sobre el cuello del doctor. Él intentó desembarazarse de ella, pero no pudo. Éline lo tenía bien sujeto. La demente abrió la boca, dejando ver unos dientecillos aparentemente inofensivos. La enferma mordió la carne del cuello del doctor, con tanta fuerza, que le arrancó un pedazo. El doctor la empujó hacia atrás.
-¡Soy la concubina de Satán! ¡Soy la concubina de Satán!-Repetía la enferma entre gritos desenfrenados de júbilo y victoria.

Las enfermeras acudieron de nuevo y, esta vez, lograron aplacar a la enferma. A continuación, todo se volvió negro para Éline.

Cuando la enferma despertó, se encontraba atada, con cuerdas de cuero viejo, a una silla mecanizada. Otro doctor estaba frente a ella.
-¿Cómo se llama usted?-Preguntó el doctor, tratando de seguir con el tratamiento cuyo primer paso era hacer recordar a Éline quién era realmente y así sacarla de su locura.
-Soy la enviada de Lucifer, la que habla con los muertos y la que escupe a Dios en la cara.-Contestó la demente. El doctor negó con la cabeza y activó un botón, de manera que la silla comenzó a descender hasta sumergir a Éline en una piscina a -1 grado y la dejó allí durante dos segundos. Luego, Éline volvió a salir a la superficie. Estaba sonriente y eufórica.
-¡El Fuego Fauto devora el hielo!-Gritó, exaltada.
El doctor reanudó el proceso. Pero la demente no se veía afectada por aquel tratamiento.
-¡Robaré los secretos a Dios y se los venderé al Diablo!

Tras una hora con el mismo proceso, el doctor vio que no había resultados. Ordenó a las enfermeras que se llevasen a la enferma a su nueva habitación. La arrojaron de mala manera al suelo. Pero Éline se retorcía de la risa. Sus estridentes y siniestras carcajadas resonaron en todo el pabellón.

por **Agnes Pasteur** Sáb Feb 26, 2011 7:46 pm

El sol matutino anuncia los primeros destellos de la primavera, pues ya no sale tanto vapor de mis labios al varrer. Me levanté temprano, pues quiero ir al manicomio, y si tengo todo limpio, no tendrán excusas para dejarme encerrada aquí.

En realidad confieso que evito participar de las salidas a los barrios pobres, pues allí la gente en general está tan hambrienta y miserable que nadie tiene ganas de tener relaciones. En cambio en el manicomio... Si logro colarme al área masculina, uy! ya me he dado grandes festines! Incluso una vez lo hice en la misma área femenina, con uno de las personas de aseo! Por eso varro con ahínco, dejando todos los pasillos del jardin interno impecables.

- Hermanas, ya es hora de partir. -dice la Madre Superiora, en su tono de voz bajo. Pero pega un pequeño salto cuando me pongo al lado de ella, lista con mi capa y la bolsa con dulcecitos y la biblia para mostrarle* a los enfermos:

- Madre Superiora, sería para mí una gran ayuda acompañarla y así hacer los actos piadosos que Dios indica... -digo en mi más serena voz. La Madre me mira, dudando si me lleva o no, pero no he mentido en querer ejecutar actos piadosos con hombres carientes de afecto y finalmente me dice que sí.

Al llegar al Hall de entrada a la Catedral (y salida de nuestro Claustro) veo a un grupo de jóvenes y viejos esperándonos:

- Algunos sacerdotes y novicios nos acompañarán en esta oportunidad, pues al parecer tendrán que ejecutar un exorcismo. -nos comenta la Madre Superiora, y mi corazón se llena de alegría, pues quizás hoy pueda ver el rostro de mi amado Lucifer!

- Y de seguro se debe tratar de una mujer, o sino no nos llevarían para garantizar que nada de impuro le pase al estar rodeada de tantos hombres... -me cuchichea Sor Phillipa, una monja joven que aunque no aprueba mis actos, cree que me parezco a su hermana menor y me cuida como tal. ¡A mí que me gustaría estar rodeada de varios hombres!

* Agnes no sabe leer y sólo carga la biblia porque es lo normal.

por **Cyrille Vezier** Vie Mar 04, 2011 10:25 pm

El destino le habia encomendando a aquel lugar, el Dios todopoderoso que el los cielos se alzaba le habia dado la oportunidad y el abad habia movido influencias para lograrle seguir en aquel camino de religión y creencias, de amor al prójimo y ayuda. Después de algunas semanas ardua correspondencia aquel hombre de níveas sienes y calvicie prominente habia conseguido introducirlo en un grupo reducido de la catedral parisiana, un grupo de sacerdotes, padres y demás novicios que al igual que el anhelaban seguir y profesar la palabra del señor, como una semilla de buen haber necesitaban esparcirla y sembrarla en tantos corazón pudiese existir, porque ninguno era demasiado pequeño ni demasiado obscuro para impedirle habitar en el.

Aquel dia el padre de la catedral le habia mandado con un buen hombre las indicaciones de acompañarle a un manicomio para realizar alguna especie purificación según tenia entendido y los nervios le comenzaron a carcomer a bien tempranas horas de la mañana, sus primeras semanas fuera de la abadia y podría presenciar un acto de tal magnitud, podría ver obrar a Dios y le veria mover montañas.

Habia llegado pues a dicho lugar a la hora indicada y la gente corria ya de un lado a otro profesando injurias y obscenidades al aire “esta loca” habia escuchado dichas palabras manar de labios de una enfermera que asistida por varias mas corrian frenéticas hasta casi arroyarle en una estampida.

La curiosidad pudo mas que la prudencia y en silencio y rapidez decidió seguir a aquellas mujeres que dejándole atrás se adentraron en una habitación de la cual por las paredes se colaban gritos y exclamaciones de alguna mujer ¡¿Qué le hacían a la pobre?!

-hermano…aguarde un poco y venga, estamos preparando todo- le indico uno de los padres de mayor edad atajándole por el codo para llevarlo a cuestas hasta la habitación donde los demás hombres y religiosos se organizaban la labor que estaban a punto de llevar a cabo.

por **Éline Rimbaud** Miér Abr 20, 2011 5:46 am

El doctor ni se inmutó ante las sonoras carcajadas de la demente. En su lugar, la tomó por los hombros y la llevó a su habitación. Éline seguía riéndose y se dejó tomar por el doctor. Sin duda, la pelirroja estaba perturbada.

Trasladaron a Éline a las habitaciones más apartadas y acolchadas. Donde se llevaban a los pacientes más peligrosos. Éline ya se había calmado un tanto. El doctor la sentó con suma delicadeza en la cama. Se puso delante de ella y la miró fíjamente a los ojos. Pero Éline retiró el rostro bruscamente. No quería que nadie la viera, no quería que nadie la mirase. Porque ella era como Medusa; malvada, perversa, sucia, obscena y traicionera. No se merecía que nadie la mirase. El doctor tampoco hizo nada por impedirlo.

-Escúchame, señorita Rimbaud. Va a recibir la visita de unas monjas y hombres de la Iglesia.-comentó el doctor, con su voz típicamente cansado. Como si aquello no le gustase demasiado pero era necesario pues era el procedimiento habitual que se tenía con los enfermos.-No son de su órden pero igualmente, la trataran y la bendecirán como a una de los suyos.

Éline se alteró de nuevo al escuchar las palabras del hombre. El doctor se dispuso a levantarse, pero Éline lo agarró por los pies.
-¡No puede, no puede!-el doctor trató de quitárse a la demente de encima-Ellos, ellos son los que sirven al Diablo realmente. ¡Colmillos! Sólo traerán sangre a esta ciudad. ¡No puede dejarme con ellos!-la joven se echó a temblar. El doctor no se sorprendió de su reacción. Una de las obsesiones de la enfermedad de Éline era con todo lo que tenía que ver con la Iglesia, demonios e impureza. El doctor se preguntó qué diablos le habría ocurrido a la joven para quedar tan desquiciada.

-¡Sangre y oro es lo que buscan! ¡Son animales de Belcebú! ¡Las gárgolas de las catedrales no protegeran a los de su calaña!-Éline agitaba las rejas de la puerta con rabia y frustración. El doctor ya se marchaba por el pasillo. La pelirroja se desplomó en el suelo de su cuarto, sollozando.-...No nos protegerán, estamos perdidos en el Tártaro...

por **Agnes Pasteur** Lun Abr 25, 2011 10:57 pm

Entramos al edificio toda la comitiva: Primero los sacerdotes y detrás nosotras. Los doctores les reciben y empiezan a comentar cosas que no comprendo, cuando oigo unos gritos desgarradores:

-¡Sangre y oro es lo que buscan! ¡Son animales de Belcebú! ¡Las gárgolas de las catedrales no protegeran a los de su calaña!

- ¡Pobre criatura de Dios! -exclamo profundamente sensibilizada. No tenía idea a quién veríamos, pero el diablo me susurró que era a ella, la dueña de tan terribles gritos la razón de nuestra comitiva.

Los doctores siguen hablando, ahora más rápido y sin detenerse, y nosotras debemos apurar mucho el paso para no perderlos. (No puedo evitar reírme de algunas monjas, que se van quedando atrás, respirando lento!) Hasta que llegamos a una celda, cerrada con llave, donde una hermosa chica de cabellos rojos como el sol al atardecer llora y rasga su bata:

-¡Animales de Belcebú! ¡Quieren sangre! ¡Sangre!

por **Cyrille Vezier** Vie Abr 29, 2011 3:24 pm

Se mantuvo a un lado del viejo sacerdote mientras los demás hablaban entre si preparando las cosas –padre ¿qué es lo que planean hacer?- le cuestiono en voz baja azorado por el mar de personas que comenzaban a cernir la habitación, y en sus ojos fue visible la confusión que aquello le producía.

-calle fiel joven y ande detrás de esas monjas que sin aliento corren con la enferma, anda y observa que en breve los alcanzamos- y dicho aquello le empujo con suavidad por los hombros para hacerle entrar a aquel mar de mujeres que vistiendo largas batas y velos se apresuraban a alguna habitación lejana de la cual como gritos del averno e inducida por el mismo Lucifer la voz de una mujer comenzaba a tañer el aire ¡Belcebú! ¡su alma estaba envenenada y se condenaba a si misma a los fuegos eternos! Algo había que hacer para salvarla.

Se abrió paso entre las mujeres hasta quedar frente a aquella que como fiera enjaulada gritaba y rugía contra los barrotes -¡pare por favor!- exclamo aterrado ante la idea de verla dañarse a si misma, sus diminutos ojos de gato resplandecían en la ingenuidad y genuina preocupación –los seguidos de Satán no entraran aquí ¿es eso lo que le aterra? Nosotros los mantendremos lejos- llamó, con voz trémula y dulce. ¿Qué hacia un joven entre ellas? Ni siquiera era sacerdote, un monaguillo y nada más.

por **Éline Rimbaud** Mar Mayo 03, 2011 3:08 pm

Los pasos de las monjas y curas ya resonaban por el pasillo. Se escuchaban sus cuchicheos y murmullos. Éline ya no tenía fuerzas para nada más. Se dejó deslizar por la pared y cerró los ojos.

Nadie creía a la pobre desquiciada. ¿Quién, después de todo, estaría dispuesto a pensar si quiera en que la pelirroja decía la verdad?

"La niebla. La niebla ciega a los humanos de manera que sólo ven lo que quieren ver"

Éline dirigió una mirada al nuevo crucifijo que se alzaba en la pared. Apretó los dientes, presa de la rabia.
-¡TÚ! Todo es culpa tuya.-Éline le espetó a la cruz.-Tú me prometiste que nada malo me ocurriría...Tú...

A la pelirroja se le agotaron las fuerzas y la cabeza le comenzó a dar vueltas. Sentía la sangre palpitar en sus sienes. Respiró hondo, una vez y otra. El señor Maspero gorjeaba palabras ininteligibles para cualquiera salvo para la demente.

Los hombres y mujeres de Dios pasaban como si aquello fuese un espectáculo de circo. Y en cierta manera lo era; ¿qué era la vida de la demente sino una carpa donde payasos descreídos habían dejado una marca indeleble?

En ese momento una voz, dulce, inocente, ingenua y pura suplicó a la pelirroja que parase. Éline desvió su vista a los ojos intensos del joven. Éline se quedó muda por unos momentos, respiraba fuerte. Estaba asustada y su corazón latía como el de un animalillo temeroso. Pasó las manos temblorosas a través de la reja. Sus muñecas estaban moradas debido a las correas que la habían mantenido atada a la silla de terapia durante tantos meses. Éline suplicaba al joven.

-Por favor, sáquenme de aquí. Las Moiras, las Moiras vienen a por mí. Envían a los hijos de las tinieblas. Los ángeles lloran por mi alma, los oigo y no se callan. ¡Son vampiros!-gritó exasperada la joven, pronunciando por primera vez aquella palabra después de mucho, mucho tiempo. Éline agarró más fuertemente las manos del joven. Había visto en él bondad, la bondad que un día ella también irradiaba.

por **Agnes Pasteur** Sáb Mayo 07, 2011 11:28 pm

Estamos observando a la pobre mujer, tan bella y con tanto sufrimiento adentro, cuando uno de los sacerdotes (muy guapo, por cierto) nos esquiva y alcanza la reja, suplicándole a la loca que se detenga.

La sinceridad de su llamado traspasa los gritos de la joven y ella deja de gritar y le toma la mano. Ella suplica que la saquen de allí, que las Moiras y los hijos de las tinieblas vendrán por ella. También dice algo sobre unos ángeles y unos vampiros. ¿Y qué son los vampiros? me confunden sus palabras, pero la forma en que ella está desesperada me hace pensar que de verdad la pueden atacar.

De forma instintiva empiezo a mirar a mi alrededor, buscando ya algún hijo de las tinieblas, pero sólo veo doctores, enfermeros y uno que otro paciente tras los barrotes. Barrotes, barrotes, celdas. ¡Esto es una cárcel!

Los ojos de la joven brillan mientras pide ayuda y eso haré yo: ¡la sacaré de aquí! Esperaré a que todos se alejen un poco y me acercaré a informarle eso. Si, Dios quiere que ayudemos al prójimo y eso haré!

por **Cyrille Vezier** Jue Mayo 19, 2011 9:51 pm

Intente alejarme al verle acercarse con aquella rapidez, las monjas a mi alrededor como pared de yeso y ladrillos me impidieron hacer nada más alla de permitirle sujetar mis manos, observe, las suyas lucían purpureas como si hubiesen sido sujetadas largo rato por cadenas y encierros. De pronto el lugar pareció más amplio y el aire mas liviano, las monjas se habia alejado de mi, le habían permitido agarrarme y ahora se esparcían como si me pudiese haber contagiado su demencia en aquel gesto, como si temiesen ver lo que pudiese hacerme.

-son cuentos de hada- susurre intentando tranquilizarla, titube unos instantes observando sus manos y no su rostro, porque temia en el encontrar la verdad a sus palabras, la condena de su alma y su cuerpo ¡pobre ella que desconocía o que tan bien conocía al respecto! –podemos callarlos si nos das la oportunidad, pero debes tranquilizarte- susurre para que solo ella me pudiese escuchar. Comencé a perder el color en las puntas de los dedos, la sangre no circulaba bien y un cosquilleo inusual comenzó a invadirlos con rapidez ¿era acaso Satanás intentando entrar?

-te ayudare a encontrar las palabras para callarlos y asustarlos, pero debes dejar de gritar y retorcerte. Debes dejar que las monjas te hablen quizás sus voces callen las otras- no sabia como hablarle, ahora mis palabras no eran tampoco coherentes y en la falta de elocuencia yacia la serenidad y la verdad, comenzaba a aprender un nuevo lenguaje, el de los demonios y las brujas, los fantasmas y pecados ¿debia eso engrandecerme o hacerme sentir pecador? Cual fuese el motivo estaba ahora aquí para ayudarla.

Tire de mis manos con suavidad esperando que las soltase para reunirme con los otros y hablar nuevamente con ella cuando las monjas y padres hubiesen hecho su labor porque no era yo, mas que un simple monagillo.

{lamento la demora!}

por **Éline Rimbaud** Jue Jun 23, 2011 2:04 pm

La voz del joven obró un efecto milagroso en la pelirroja. Pues, al tiempo que el muchacho iba hablando, ella tomaba aire y se calmaba poco a poco. Le soltó las manos, que aún le temblaban y se apartó un poco de la reja.

-Me crees.-susurró ella, casi sin poder aceptar esa realidad. Después de semanas encerrada en aquel manicomio donde todo el mundo la tachaba de demente. ¿Es que no se daban cuenta de que estaban cavando su propia tumba?. Su voz era tan frágil y quebradiza que encogía el corazón a cualquiera.-Tengo que salir. Aquí me robarán el único trozo de alma que me queda...Y, y...le harán daño al señor Maspero.-sus ojos aún seguían acuosos y húmedos.

Desde lo lejos del pasillo, el doctor instaba al grupo de feligresas y religiosos a que continuasen la visita de beneficiencia por el siguiente pasillo. Pero Éline no estaba dispuesta a dejar escapar a su salvador así como así.
-Te ha enviado Dios, ¿verdad? Él no se ha olvidado de mí.-sonrió con ingeniudad. Ah, pobre Éline. Ahora mismo pensaba que estaba en el mismo Infierno...Pero lo que no sabía nuestra pequeña demente era que el verdadero Infierno estaba aún por llegar.-Eres uno de sus ángeles.-sacó la mano por la reja y le acarició la mejilla. Luego, la volvió a esconder de pronto.-Nooo...No puedo tocar a los ángeles. Los ensuciaría con sangre y hollín del Infierno.-se reprochó a sí misma.

Éline volvió a tomarle de las manos. Esta vez más flojo, para evitar que se marchase.
-Las rejas la ha forjado el mismísimo Satanás. Pero tú tienes el poder de destruírlas, ¿verdad?-preguntó Éline, convencida de que la respuesta tenía que ser "sí". Porque, al fin y al cabo, Dios estaba con ella. Sí, Dios estaba con ella....

por **Agnes Pasteur** Sáb Jun 25, 2011 9:44 pm

Uno de los monaguillos, joven y el más guapo según mi opinión, se acerca y le pide a la prisionera que se calme. Y para suerte de todos, ella se tranquiliza.

Las demás monjas se alejan, como si fuera pecado oír lo que ellos conversan. En cambio yo me muero de la curiosidad, así que poco a poco doy pasitos disimulados para acercarme.

Oigo que ella debe salir de aqui, que debe alertar a un tal Maspero. ¿Será su amor? Y el joven le indica que le enseñará cánticos para ahuyentar a los males que la aquejan.

- ... Debes dejar que las monjas te hablen quizás sus voces callen las otras. -medito la frase del joven... ¿Así que ella también oye las voces de mi querido Lucifer?

Ellos siguen conversando, pero cuando hacen una pausa, me intrometo:

- Yo también oigo la dulce voz de Satán... -los miro a ambos, con los ojos bien abiertos- Y quiero con toda mi alma ayudaros a huir de aqui... -susurro sólo para la joven, aunque la cercanía no puede evitar que el monaguillo también me pueda escuchar.

por **Cyrille Vezier** Miér Jun 29, 2011 7:46 pm

La escuchaba con atención, fijando mis diminutos orbes en su rostro, intentando observar como salian las palabras de sus labios materializándose en el aire cual infame testamento. ¿Quién era aquel que a Maspero llevaba por nombre? Quizás un viejo conocido o un nuevo amigo del lugar, observe con disimulo su encierro pues en el nadie más parecía habitar, solo ellas y las voces que abatiéndola parecían cercenar su alma desde sus adentros, Satanás quería su cuerpo como recinto de sus repulsivos hijos pero no, no le permitiría corromper su cuerpo y alma.

-Dios jamás se olvida de nosotros- susurre, sin pretender que volviese nuevamente a romper la compostura, gritando y retorciéndose sobre el suelo como verdaderamente poseída por algún ente ajeno a ella, a mi y a todo lo que conocemos. Un ser del averno quizás, los sacerdotes y curas aceptan la existencia de estos seres ¿no resucito el mismo Jesús? Más no se les tenia permitido vivir entre nosotros por eso había que expulsarlos de los cuerpos que no siendo suyos habían hurtado para regresar. Qué extraño resultaba ahora todo.

-¡no! Tu puedes tocarme, yo no soy un ángel solo un hombre que se preocupa por ti, puedes tocarme- exclame sujetando sus manos para posar sus dedos sobre mi rostro. Un ser humano de carne y hueso, una persona en la cual podía confiar, no un ángel, Dios, jamás un ángel -¿liberarla?- cuestione en voz baja volteando rápido la mirada hacia aquella monja que hablaba ahora ¿escuchaba ella también a Lucifer?...yo lo había hecho también, lo había visto en sueños y me había quemado la piel, me había perseguido y dado caza, me había arrojado a un rio de lava ardiente.

por **Éline Rimbaud** Mar Jul 12, 2011 12:00 pm

Las esperanzas de la joven se abrieron en ella con la fuerza con la que Moisés separó las aguas. Dios le había enviado a dos ángeles. No sólo el joven monaguillo se había ofrecido a liberarla si no que también una de las monjas visitantes se había apartado disimuladamente del resto para hacerse eco de lo que la demente y el joven estaban hablando.

Pronto, los azules ojos de Éline se clavaron en la monja. La pelirroja frunció el ceño. Ella podía leer las almas humanas y las no humanas. Tal cual había visto que el corazón del joven que tenía delante era puro y bondadoso. Pero, ¿qué había de la monja? Ella era como Éline. Bueno, no. Quizá no estaba tan negra como la demente, pero, en cualquier caso, la monja había visto al mismo Lucifer, y él le hablaba. La tentaba. Como había hecho con ella misma años atrás.

Sin decir palabra, Éline se alejó de la puerta. Se acercó a la cómoda que tenía bajo la ventana de su cámara y empezó a rebuscar por los cajones. De ellos sacó una llave.

-Esta llave estaba en el vientre del doctor, entre todas esas vísceras y entrañas. El vientre...recordadlo, pero no digáis nada...chss.-Éline se llevó un dedo a los labios, tratando de guardarse una risa infantil.-Acercáos...El laberinto. Estamos en el laberinto y sólo el reflejo de la llave puede conduciros hacia el Vellocino.-Éline dirigió una mirada a la monja.-Tú serás Ariadna...Y tú.-dijo, volviéndose al monaguillo.-Eres mi Jasón...Sí, mi Jasón...-le entregó la llave al joven. Pronto, se escuchó el ruido de los celadores. La demente cerró el puño del monaguillo para evitar que éstos vieran lo que les había entregado.-Corred. El laberinto es traicionero y podéis perderos en él.

Las voces de los celadores se escuchaban cada vez más cerca. "¿Qué pasa aquí?" Pero sus dos ángeles habían desaparecido a tiempo. Y sólo quedaba Éline en su cuarto, retorciéndose, esta vez de placer mientras se imaginaba la llave cubierta de vísceras y entrañas.

por **Agnes Pasteur** Lun Jul 18, 2011 4:08 pm

La hermosa pelirroja clava sus ojos claros en mí: ¡Nunca había tanta pureza! ¡Ni siquiera en las imágenes de la iglesia! Si antes había sentido el impulso de liberarla, ahora siento una necesidad tan fuerte como respirar!

Acompaño con la mirada cuando ella se aleja de nosotros. Con la delicadeza de quien recoge una flor, ella levanta unos paños y regresa con algo en su mano.

Se arrodilla en la reja y nos explica que lo que tiene en su mano lo sacó del vientre del doctor. No entiendo... Le pasa al monaguillo una llave, pero ésta está limpia y brillante, sin siquiera sombra de sangre en su superficie.

Pero me estoy preocupando de boberías: ¡lo importante es saber de dónde es esta llave! ¿Será de esta misma reja, para que liberemos en este instante a la pelirroja? No, no, me dice la voz de Lucifer, indicándome que no podemos liberarla ahora, no en frente de tantos doctores y los religiosos que no la entienden.

Aunque es verdad que no entiendo mucho sus palabras llamándonos de Ariadna y Jasón, le sigo la corriente, pues si sé lo que es un laberinto, este hospital y mi claustro se asemejan mucho. Me levanto de inmediato cuando nos pide que corramos, sólo esperando que el monaguillo me indique la dirección para seguirle.

Entonces nos alejamos, pero antes de girar por el pasillo miro hacia atrás y veo a los celadores acercándose a la jaula de la joven.

Off: ¿Te crees Medea? Wink

por **Cyrille Vezier** Jue Jul 28, 2011 9:34 am

Me envuelvo hoy día y ato a mi la fuerza de Dios para orientarme, el poder de Dios para sostenerme, la sabiduría de Dios para guiarme, el ojo de Dios para prevenirme, el oído de Dios para escucharme, la palabra de Dios para apoyarme, la mano de Dios para defenderme, el camino de Dios para recibir mis pasos, el escudo de Dios para protegerme, los ejércitos de Dios para darme seguridad contra las trampas de los demonios, contra las tentaciones de los vicios, contra las inclinaciones de la naturaleza, contra todos aquellos que desean el mal de lejos y de cerca, estando yo solo o en la multitud.

Encomendé mis rezos al señor con la ferviente fe que como antorcha ígnea se abría en mi interior. A veces parecía quemar en lo hondo de mi ser calentar tanto que la piel del exterior parecía arder en llamas, a veces dolía, pero era mejor que sufrir de frio por falta de ella. Había visto a muchos que carecían de fe y sus corazones se volvían como témpanos de hielo y sequias, ásperos y cerrados.

Sujete la llave que me entregaba la pobre mujer aquella de cabellos de fuego que parecía encontrar refugio en la demencia y los engaños ¡con que prepotencia! Comenzaba a pensar como los demás quizás solo por haberlos escuchado decirlo tantas veces. Intente negarme, devolverle la llave y pedirle con dulzura y comprensión pero no, no podía hacerlo, había ella hurtado la llave y si las monjas y padres se enteraban, el robo no era una acción bien vista por los religiosos y ahora el objeto de pecado y tentación yacía en mis manos y apagaba la flama que en mi interior yacía.
No me abandones.

-no te preocupes- susurre regalándole una mirada a la monja a quien no antes había observado por más de unos segundos e indicándole con un gesto de la cabeza comencé a caminar por el pasillo pensando y rezándole a todos los santos y querubines por su protección y al mismo Dios por un perdón total o parcial del pecado que estaba a punto de cometer. Que Dios me perdone pero no puedo dejar a la pobre mujer en ese lugar.

Saque la llave de mi ropaje, donde permaneció oculta mientras caminábamos, y la observe con detenimiento dejando que a su vez la monja de desconocido nombre la examinara -¿cómo la liberamos con esto?- la cuestión es lanzada al aire con la esperanza de que ella sepa más que yo. Entre los dedos siento un tacto irregular, la llave tiene una inscripción ¿es Dios o Lucifer quien nos ayuda?

por **Éline Rimbaud** Miér Ago 10, 2011 6:10 am

Éline vio marchar a sus salvadoras con lágrimas en los ojos. Como una amante cuando se separa de su amado. Pero no eran lágrimas amargas las que derramaba la demente en aquellos instantes. Las lágrimas de tristeza ya se le habían agotado tiempo atrás. Ahora eran lágrimas de gozo y esperanza. Podría salir de allí porque Dios no la había abandonado como todos creían. Sí, Dios le hablaba y no dejaría a su hija a merced de los diablos de la mente.

Pero, ¿sería ella digna de la compasión del Creador?
"Eres una maldita. Endemoniada. ¿Cómo sabes que esto no es el final? Acabarás en el Infierno."

Para desgracia de la demente, un joven celador había estado observando la escena con detenimiento. Había captado todo lo que había estado haciendo Éline y los dos servidores de Dios con ojos entornados. Pero, aunque su vista fuese de víbora, sus oídos eran como los de un insecto y no había podido escuchar lo que estaban hablando.

El celador se acercó a la pelirroja con expresión malhumorada.
-Tú, puta loca. ¿Qué les has dado a esos?
Éline tembló de miedo pero no dijo nada. El hombre abrió su celda y entró en ella. Cogió a la pelirroja por las muñecas. Le hacía daño, pero Éline no dijo nada.
-¿Te resistes, puta?-el celador le sujetó la barbilla, muy fuerte, para que ella no pudiese volver el rostro.-Mírame. Dime donde has mandado a esos meapilas. Por toda respuesta, Éline propinó un bocado al dedo del celador. Éste soltó un berrido al tiempo que la soltaba.
-Será hija de...-El hombre le propinó unas cuantas patadas en el estómago, pero la pelirroja se revolvió y se tiró a él.
La demente lo cogió por el cuello. Gritó como un diablo y le hincó los dientes en la carne del cuello, tan fuerte, que le hizo sangre. Aprovechando la confusión y el dolor del celador, Éline le arrancó un tajo de carne y lo escupió al suelo.

El celador se desangraba por momentos. Éline, dándose cuenta vagamente de lo que había hecho, llevó el cuerpo medio moribundo debajo de la cama y se metió ella con él.
-Shh..-susurraba la loca una y otra vez.-Shhh...Eres malo, los malos nunca mueren..Shh..-se aferró más al tipo que estaba a punto de morir. La sangre fluía como un río por el suelo y manchaba el traje blanco de la demente.

El celador jadeaba de dolor. "No me gusta. No me gustan sus gemidos. Haz que paren, Señor Maspero. ¿Dónde estás? Tienen que parar....Si me arranco el pelo, ¿parará?"
Para que el hombre dejase de resollar, Éline le metió un dedo en la garganta. Después de agitar un poco las piernas, el hombre murió con los ojos abiertos.
-Shh...Ya, ya. Los malos nunca mueren. Shh..-Éline se quedó abrazada al cadáver, temerosa de que alguien pudiese descubrirla y esperando a que Jasón y Ariadna regresaran con el Vellocino. El Vellocino...

por **Agnes Pasteur** Vie Sep 02, 2011 4:15 pm

Nos alejamos de la jaula de la bella chica de los cabellos color de sol, preguntándonos qué vamos a hacer. Trato con toda mi alma de escuchar a Lucifer, sin embargo, los gritos y lamentos de otros prisioneros me distraen. De hecho a ratos hasta me asustan.

Pero el joven (tan guapo...) que recibió la llave está con la mirada fija hacia adelante. Ni siquiera cuando una mujer vieja grita en la puerta de su jaula él salta (yo si), sino que sólo sigue moviendo sus labios sin parar.

Miro alrededor y el temor empieza a apoderarse de mí. Las demás monjas, incluso sor Philippa, no están a la vista. Hemos ingresado a un pasillo oscuro... Estamos de día, temprano, pero al parecer un gran árbol tapa las ventanas e instintivamente me acerco al joven.

- No te preocupes. -me susurra y al instante me enamoro!! Él decide girar e ingresar a otro pasillo, más oscuro pero más silencioso, y yo le sigo con la confianza redoblada.

Pero dejo de mirar sus lindos ojos para mirar la llave que la bella joven le pasó. Estiro mi cuello y veo una llave plateada, con unas formas redondas en el lado que se sujetan las llaves. ¿Serpientes? Al parecer si, o lombrices, quizás.

- ¿Cómo la liberamos con esto?- me pregunta el joven, y al instante por fin Lucifer me indica que esa es su llave: Abrirá las puertas del infierno, para liberar a la pobre chica que sufre!

- ¡Esta es la llave de Él! -exclamo sonriendo- ¡Esta llave abrirá todas las puertas que sean necesarias para liberarla! -y entonces un remolino de ideas se amontonan en mi cabeza, las que a duras penas digo en voz baja, pues si pudiera gritaría- Volveremos más tarde y traeré ropas de monja para ella... ¡O podemos sacar algún traje de aquí mismo! -digo apuntando a las puertas que nos rodean. ¿Cómo ninguna tendrá ropajes? me pregunta victorioso mi amante eterno sólo a mis oidos.

Off: ¿Cómo se dice "llave maestra" en latín?

por **Cyrille Vezier** Vie Sep 02, 2011 7:01 pm

La obscuridad comenzaba a cernirse en torno a nosotros, pero la antorcha que permanecía encendida en mi pecho me indicaba por donde avanzar aun cuando mis pies trastabillaban mi fe no se extinguiría jamás. Confió plenamente en Dios y sé que él me protegerá. Comenzaba ya a pensar a donde podría pertenecer aquella llave, la libertad de aquel encierro, la causa de mis cuestionamientos e inminente caída del cielo, si San Pablo podía ver sabría con certeza que mis actos no eran iniciados por el egoísmo o el diablo.

¡Dios! ¿Era acaso que Él no había enviado la llave? O por lo menos a eso me supieron las palabras de la monja con quien compartía ahora un inusual secreto que ni ella ni yo deberíamos jamás repetir. Los secretos solo desgastan el alma, la obscurecen y opacan como el mejor de los venenos, en aquel silencio moriría, moriría con el secreto en mis labios.

-debe haber algún cuarto en que se guarden los uniformes de las enfermeras- aseveré sin entusiasmo ¿cómo alegrarse cuando sabe uno que está mal? No, estaba salvando a una desdichada alma, una mujer que no merecía el encierro ¿Verdad? Comencé a caminar nuevamente rogando a todos los cielos por el amparo de la invisibilidad, si el padre llegaba a verme cuestionaría mi partida del lugar y mentir, mentir no era algo que se me diera con facilidad.

-pero…no conozco este lugar y el cielo no quiere mandarnos señales- confesé ofuscado girando la mirada en todas direcciones, con el anhelo de encontrar la puerta correcta ¿y Cómo encontrarla si no abríamos ninguna? -¿no te dice nada más? ¿A dónde ir o qué camino seguir?- si ella era nuestra intérprete la escucharía, escucharía a todo aquel que hablara en nombre del Señor con verdad y claridad, no para ensuciar su nombre ni decir falacias de él.

{No tengo idea realmente}

por Contenido patrocinado

Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)

Re: Ángeles de Lucifer (Agnes & Cyrille)