Las lágrimas me ensucian (Yudea)

Solo había agua en aquella tierra y nunca encontré el mar. Pero cuando lo encontré en sus profundidades me bañé en aquella noche de luna llena. Esa noche donde los lobos aúllan y la muerte viene a tocar la puerta. Fijo mis ojos en los suyos continuando la adivinanza de su iris, no tengo caretas que me oculten, no tengo miedo, solo se expongo quien soy. La humana que murió en aquella noche de invierno, cuando el fuego abrazaba las paredes de concreto.
-Tal vez pueda descubrir un nombre entre todas aquellas palabras, pero tiene que buscar bien... –siento su esencia que me recuerda aquellos bosques con lavandas y maderas, con aquellas limonarias serenadas que dejan gotas caer sobre las hojas- ¿Qué quiere ofrecerme? ¿Necesita algo de mí? No parece de los hombres que piden las cosas o que ofrecen algo a cambio... Yo no estoy pidiéndole nada, simplemente lo hago porque quiero. Podría ser ahora, podría ser mañana, podría ser nunca, no importa el tiempo...

Siento sus dedos como nubes a la deriva cuando tocan mi rostro y una muralla de buganvilias abrazan el viento entre follajes y yerbas perforan mi interior, pienso en aquellas creaturas que seguían a Dionisio y me transporto a otro mundo.
-Puede adivinar si quiere... el nombre vendrá cuando nazca.a. -Inmóvil en la luz, pero danzante están mis dedos sobre su solapa representando un acto o un movimiento que aun no se entiende. Puede haber vértigo en aquellas miradas, dejando el tiempo por si queríamos volar. Pero solo quería jugar un momento, hay ntensidad en unos minutos, en segundos, en muchos años. No tenemos prisa de que corra el agua pero ahora mis manos corren cada pedazo de su piel y veo la marca que dejaron mis dientes sobre su marmóreo torso. Trato de abrazarle aunque estoy más baja de estatura, poniéndome de puntillas, no puedo superar a muchos vampiros que son altos, yo no soy alta y sin siquiera preguntar le muerdo la clavícula y mis piernas en un solo salto son una enredadera en su cintura. Mis dedos se hunden en su nuca, más en su espalda pensando en el sabor del milenario de su escarlata elixir que corre mi garganta. Después de saciarme de ese aroma le miro pensando, no sé, tal vez divagando y espero... un juego, tal vez... o no, solo nos estamos divirtiendo. Me quedo ahí sobre su cintura mirando a sus ojos, pensando que si tienen amarillo o tal vez verde, o es un tornasol en aquel iris que me habla. Le enseño el centro de mi pecho, con discimulo y con glamour mostrando sin mostrar, suenan los cascabeles mientras se desabotona la levita.

No siento palabras que llenen mi pecho y el agua desboca en un cauce sin rumbo, es embriagadora sí, pero está llena de betas vacías. La ropa no era parte de una capa de piel, y liberarse de la tortura de este siglo todo se volvía más expuesto, como cuando nacemos y lloramos al recibir el primer aliento, sin ropa, sin nada que nos cubra nuestras mentes... solo recuerdo como cae la nieve por la ventana aquella noche de invierno en Rumania.

Puedo curvar mi espalda y ver correr mi sangre que deja esos respingos de escarlata sobre sus labios, no me siento débil, solo que quiero quedarme callada, no hay respuestas que satisfagan a Luminita. No hay nada. Mi cabeza vuelve a decirse cosas, tantas que me abruman por un momento, mis ojos oscurecen igual que una noche turbia y mis dientes crujen en su piel para romper su carne. La sangre me quema la garganta, aunque es gélida en sus metáforas del tiempo, ahora me alimento.

Mis dedos lo empujan con fiereza y... desaparezco un momento entre mis sombrías memorias. Unos segundos en mi cabeza. No encuentro una historia concreta de mi mundo y mis pasos dejan huellas detrás de mí donde me pierdo como un fantasma que no encuentra su redención al infierno. Mis manos buscan las puertas del armario pero no hay ni un sonido.

Siento en mis ojos reflejar el invierno aunque estamos en verano y mi cuerpo aunque es gélido se siente tibio. Vuelvo la mirada un momento y me encuentro con otra mirada ajena, y no me pregunto nada, mis manos le hieren la piel igual que el mármol, pero también quiero respuestas de una partida. Puedo comer sus labios y su piel. Recorro su torso y llego en senderos cultivados por donde hay una torre, me avisa, me llama. Pero regreso a sus labios para regresar mi cuerpo hacía el, me pregunto si me entiende, si entiende mis palabras o si entiende mi cabeza demente, pero no importa realmente si lo entiende, el lo dijo, solo está puesto para cumplir los deseos como el genio de la lámpara, aunque eso, no implique los deseos más turbios y las aguas más podridas de mi existencia.

Ahora está abajo mío, mi fuerza lo mueve para poder tomar las riendas de mi paso y está vestido del color de mis deseos, desnudo. Y las sombras se abrieron otra vez mostrando su cuerpo: su pelo de otoño, su boca y sus dientes caníbales. Mis uñas se incrustan en su piel como cristal de verano, al escuchar el rechinar de la carne, y penetro mi cuerpo con su viril torre, profano mis entrañas. Gruño en el abismo que se ondula mi cuerpo y lo tomo, aunque sea un momento, pienso en el color grisáceo de sus iris y me adentro a sus recuerdos, le miro ahí tendido con esos labios carmesí de mi sangre, y mi boca bañada de la suya... y luego me esfumo en elipsis de oleajes que se incrementan las mareas.

Son movimientos de un oleaje tranquilo, que vienen con huracanes que se arremolinan en mi vientre. No hay palabras que puedan responder sus preguntas y solo hay un siseo sin palabras, solo le miro con mis ojos azules que se vuelven noche, abro los labios y exhalo el aire contenido en mi pecho, sollozo en atmosferas que hacen sonar violines que lo acompañan risas de fondo.

Entramos en una guerra de cuerpos que se encuentran, eran mareas nocturnas, movimientos de caderas y el crepitar de nuestra carne trémula. Ebria de sed, loca sed, sed que no se seca cuando las raíces son ávidas de un infierno incandescente. Mis piernas enredaderas que hacen que sus vertebras truenen. El ritmo marca una melodía, y parece rasgar las paredes de los cuerpos, el contacto con sus ojos es una especie de puente donde no adivinas los pensamientos. Se fugan los besos cuando quien callar el clamor de los gruñidos de las pasiones.

Mi boca tiene sed y la sacio con su boca, con besos, siento brazas que me queman mi interior y los movimientos parece que nos llevan a otros sitios, empiezas abajo, luego arriba, de pie y sobre el piano, sobre las paredes, todo es un remolino que se arremanga, no hay tiempo, no hay principio o fin, aun no encuentro nada, solo sé que esto se quiebra dentro.