AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
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La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
El sonido de las ruedas suena como si fuera un cantico y miro la ventana que sus cortinas se mueven con los movimientos del pavimento. Mis ojos se vuelven a fijar en el joven Anuar y bajo la mirada observando el alfombrado.
-Ajedrez... –solo eso sale de mis labios y le miro nuevamente con una sonrisa- Mi pieza es el alfil, protector del rey... una ficha blanca que se queda en la mano derecha del jaque... ¿Le gusta el ajedrez?...
Sigo sujeta del bastón, le miro un momento en silencio preguntándome por sus recuerdos... ¿Porqué no puedo verlos Juana?... El camino se torna más rocoso cuando salimos de la ciudad y poder llegar a donde está Arkadia, en la lejanía de la urbe, los paisajes cambian de forma intensa, los coloridos, los sonidos de las aves, todo empieza a volverse otro mundo y se estrecha el camino donde hay unas rejas con el mismo emblema de las cortinas y se cierra la puerta de grueso hierro a nuestras espaldas. Los jardines empiezan a invadir todo el paso, flores, muchas flores y el aire frío hace que llegue hasta nosotros, la noche es más noche, las luces a nuestro paso parecen un lugar fantástico sacado en un cuento de hadas.
-Lo Bienvenido a la Arkadia.... –murmuro mirando la bolsa de tomates, en ese momento pienso que tengo que alimentarme, la sed recorre mi cuerpo, aunque en el mercado había bebido de un comerciante, no importa. Siempre el control y la fuerza de voluntad de un vampiro antiguo surge para apagar la sed. Tenemos un rebaño distinguido, mujeres y hombres de ojos hermosos que nos alimentan, se quedan en casa solo como vasijas de elixires para darle de comer a un demonio.
La casa se ve más cercana y el carruaje estaciona en la entrada, donde una de las torres abre la puerta. Todo el lugar huele a violetas y diversas flores, todo es un aroma perfumado y hay una alfombra roja que decora las escalinatas principales, con decorados dorados. Una mujer hermosa de ojos grises y una mascada en el cuello abre la puerta, nos recibe con una sonrisa. Le doy mi sombrero y de ahí saca una muñeca decapitada que sienta en una silla. Mi sombrero lo cuelga en uno de los percheros, toma mi levita y me quedo solo con la camisa de holanes mostrando los tirantes que sujetan mi pantalón de caballero. Se dirige al invitado y agarra la bolsa de tomates...
-Darian... –le digo en Rumano- ve a la cocina... quiero bocadillos para mi invitado y algo de tomar... –miro al joven Anuar- Creo que necesita comer algo... ¿Tenemos máquina para extraer jugo de tomates?
La mujer me mira extraño y asiente. Mi mirada se vuelve diferente. Y le hago una seña a Anuar para que la sigamos.
-Venga, pase... acompañemos a Darian... –murmuro, quiero ver como extraen el jugo, todo esto parece un juego... Shhh shhhh... solo quiero mirar Juana... No te muevas, te lo prohibo.
Sigo a la mujer metiendo mis manos en los bolsillos del pantalón, hundiendo un poco los hombros, un arlequín en su heaven es un demonio diferente que cuando está en el exterior. La casa está perfectamente ordenada, decorada de rojo con dorado, con los muebles forrados con finas telas y el olor de la caoba se disuelve con el aroma del perfume de las flores. Hay varios cuadros, y los rincones están iluminados con varias lámparas de color ámbar, ventanales abiertos donde reposan en sus bordes gruesas cortinas, no hay ningún espejo. Se puede escuchar como el viento mueve las aguas del lago y se filtra por alguno de los ventanales abiertos. Hay muchas flores por todos lados y los dos guardias se quedan de pie justo en la puerta como dos estatuas.
Otra mujer aparece en la cocina y ambas hablan en Rumano, una de ellas se puede ver en sus ojos el miedo. Y hace lo que pide la otra, saca una máquina para exprimir los tomates (es una especie de molino para moler carne o papas) y la pone sobre la meseta. Es una cocina muy amplia, exageradamente amplia, con una bodega para curtir carnes y quesos, con un cuarto de refrigeración y cava de vinos. Tiene quemadores con su campana que los cubre, hay ollas colgando por todos lados, ordenado perfectamente, los pisos como un tablero rojo con blanco y las cortinas doradas. Me siento en un banco y le hago una seña a una de las mujeres, seña que conoce y trae una copa que llena con una botella que destapa enseguida.
- Haga lo que tenga que hacer... –le digo a Anuar- ¿Desea antes algo para comer señor Dutuescu?
No podía esperar más, aunque es un poco enfermo, todos tienen sus cosas, sus mañas o gustos, sus vicios. Pero verle hacer aquello, me causa placer... Las mujeres empezaron hacer lo que les había pedido, en un platón empezaron a cortar varias carnes y quesos con galletas saladas y panes de especias... No como nada, pero me encantan los olores, los aromas que tiene todo el mundo, el mundo mortal, las esencias de la vida.
-Ajedrez... –solo eso sale de mis labios y le miro nuevamente con una sonrisa- Mi pieza es el alfil, protector del rey... una ficha blanca que se queda en la mano derecha del jaque... ¿Le gusta el ajedrez?...
~ °~
Sigo sujeta del bastón, le miro un momento en silencio preguntándome por sus recuerdos... ¿Porqué no puedo verlos Juana?... El camino se torna más rocoso cuando salimos de la ciudad y poder llegar a donde está Arkadia, en la lejanía de la urbe, los paisajes cambian de forma intensa, los coloridos, los sonidos de las aves, todo empieza a volverse otro mundo y se estrecha el camino donde hay unas rejas con el mismo emblema de las cortinas y se cierra la puerta de grueso hierro a nuestras espaldas. Los jardines empiezan a invadir todo el paso, flores, muchas flores y el aire frío hace que llegue hasta nosotros, la noche es más noche, las luces a nuestro paso parecen un lugar fantástico sacado en un cuento de hadas.
-Lo Bienvenido a la Arkadia.... –murmuro mirando la bolsa de tomates, en ese momento pienso que tengo que alimentarme, la sed recorre mi cuerpo, aunque en el mercado había bebido de un comerciante, no importa. Siempre el control y la fuerza de voluntad de un vampiro antiguo surge para apagar la sed. Tenemos un rebaño distinguido, mujeres y hombres de ojos hermosos que nos alimentan, se quedan en casa solo como vasijas de elixires para darle de comer a un demonio.
La casa se ve más cercana y el carruaje estaciona en la entrada, donde una de las torres abre la puerta. Todo el lugar huele a violetas y diversas flores, todo es un aroma perfumado y hay una alfombra roja que decora las escalinatas principales, con decorados dorados. Una mujer hermosa de ojos grises y una mascada en el cuello abre la puerta, nos recibe con una sonrisa. Le doy mi sombrero y de ahí saca una muñeca decapitada que sienta en una silla. Mi sombrero lo cuelga en uno de los percheros, toma mi levita y me quedo solo con la camisa de holanes mostrando los tirantes que sujetan mi pantalón de caballero. Se dirige al invitado y agarra la bolsa de tomates...
-Darian... –le digo en Rumano- ve a la cocina... quiero bocadillos para mi invitado y algo de tomar... –miro al joven Anuar- Creo que necesita comer algo... ¿Tenemos máquina para extraer jugo de tomates?
La mujer me mira extraño y asiente. Mi mirada se vuelve diferente. Y le hago una seña a Anuar para que la sigamos.
-Venga, pase... acompañemos a Darian... –murmuro, quiero ver como extraen el jugo, todo esto parece un juego... Shhh shhhh... solo quiero mirar Juana... No te muevas, te lo prohibo.
Sigo a la mujer metiendo mis manos en los bolsillos del pantalón, hundiendo un poco los hombros, un arlequín en su heaven es un demonio diferente que cuando está en el exterior. La casa está perfectamente ordenada, decorada de rojo con dorado, con los muebles forrados con finas telas y el olor de la caoba se disuelve con el aroma del perfume de las flores. Hay varios cuadros, y los rincones están iluminados con varias lámparas de color ámbar, ventanales abiertos donde reposan en sus bordes gruesas cortinas, no hay ningún espejo. Se puede escuchar como el viento mueve las aguas del lago y se filtra por alguno de los ventanales abiertos. Hay muchas flores por todos lados y los dos guardias se quedan de pie justo en la puerta como dos estatuas.
Otra mujer aparece en la cocina y ambas hablan en Rumano, una de ellas se puede ver en sus ojos el miedo. Y hace lo que pide la otra, saca una máquina para exprimir los tomates (es una especie de molino para moler carne o papas) y la pone sobre la meseta. Es una cocina muy amplia, exageradamente amplia, con una bodega para curtir carnes y quesos, con un cuarto de refrigeración y cava de vinos. Tiene quemadores con su campana que los cubre, hay ollas colgando por todos lados, ordenado perfectamente, los pisos como un tablero rojo con blanco y las cortinas doradas. Me siento en un banco y le hago una seña a una de las mujeres, seña que conoce y trae una copa que llena con una botella que destapa enseguida.
- Haga lo que tenga que hacer... –le digo a Anuar- ¿Desea antes algo para comer señor Dutuescu?
No podía esperar más, aunque es un poco enfermo, todos tienen sus cosas, sus mañas o gustos, sus vicios. Pero verle hacer aquello, me causa placer... Las mujeres empezaron hacer lo que les había pedido, en un platón empezaron a cortar varias carnes y quesos con galletas saladas y panes de especias... No como nada, pero me encantan los olores, los aromas que tiene todo el mundo, el mundo mortal, las esencias de la vida.
Dana Luminita- Vampiro Clase Alta
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Re: La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
Observo unos instante más el símbolo que se exponía sobre el suelo del carruaje y como si se tratase de algun preciado bien procuro no rozarlo con sus zapato sin por error, y esque sus zapatos habían estado en muchos lares que aquel objeto no merecía conocer, o quizás no merecía ensuciarse por ellos ¿Cómo podia ser alguien una pieza? Se cuestiono a si mismo con curiosidad, torciendo los labios unos instantes en un gesto del cual no fue capaz de percatarse –algunas veces lo e jugado…no puedo asegurar que sepa jugarlo bien pero si, me gusta- pues se trataba un juego de estrategia, un juego que no necesitaba de rapidez y cuando tenia tiempo suficiente para rebuscar en su cabeza la solución, cuando el tiempo no le sofocaba era entonces que sus respuestas certeras y precisas entonaban y embonaban como una pieza en un rompecabezas, perfecto.
El camino comenzó a mutar ante sus ojos, lo que antes habían sido casas y personas se transformaban en nenúfares y amplios campos verdes y dorados vastos en vegetación y fauna, podia ver alguno que otro pájaro surcar los cielos con un batir de altas que le recordó en cierta manera la forma en que algunas personas bailaban, el mismo no podia considerase un buen bailarín mucho menos uno nato, como todo buen pintor y artista lograba comprender la belleza de las cosas algunas que la poseían en su exterior y otras visibles solo ante el ojo experto, la verdadera belleza aquella que no se marchitaba con el tiempo era visible solo a ojos del corazón.
Entrecerró los parpados al sentir tan sumblime aroma abofetear su rostro con una delicadeza impropia de un golpe como aquel, si algo habría de recordarle la primavera era aquel espectáculo que se estaba permitiendo darle a sus sentidos. Algo más que solo ruido, bullicio y el cantico de los inconformes animales que sumidos entre la multitud pretendían vivir una vida que se les era arrebatada desde el instante mismo de alejarse de los bosques y los campos, se le antojo entonces vivir en un lugar como aquel. No, que imprudencia, un utópico que jamás arribaría a su suerte, porque la suerte no le conocía no por lo menos con regularidad.
Bajo del carruaje después que la joven mujer de rostro blancuzco, anduvo detrás de ella con la bolsa de tomates sobre las manos y se alegro de escucharles hablar en su lengua natal pues si algo habia descubierto era que en París no muchas personas solian hablar Rumano, quizás por su lejanía y quizás porque no se trataba tampoco de una potencia europea y sin embargo era un lugar fantástico, lleno de mitos y tradiciones, casa de la leyenda de Dracula, hogar de demonios y brujas, espejos rotos y maldiciones. Si antes les habia tachado por crédulos ahora bien sabia que tenían la razón, por lo menos, en la mayoría de las cosas.
Sin embargo los ojos de la mujer le resultaron llenos de temor y se cuestiono en aquel instante el motivo de aquel miedo irracional pues el mismo no habia presenciado ninguna actitud amenazante o fuera de lo normal, nada a excepción de una arlequín que quería jugo de tomate…
Observo por el rabillo del ojo el tazón con carnes y quesos que la mujer estaba preparando para el, y la boca comenzó a aguarse como en tanto tiempo no lo habia hecho porque se habia acostumbrado, se habia resignado a la falta de dinero para la ingesta de alimentos deliciosos y caros –asi estoy bien…aunque nunca e usado uno de estos- confeso tomando uno de los tomates para comenzar a investigar por donde debía introducirlo.
El camino comenzó a mutar ante sus ojos, lo que antes habían sido casas y personas se transformaban en nenúfares y amplios campos verdes y dorados vastos en vegetación y fauna, podia ver alguno que otro pájaro surcar los cielos con un batir de altas que le recordó en cierta manera la forma en que algunas personas bailaban, el mismo no podia considerase un buen bailarín mucho menos uno nato, como todo buen pintor y artista lograba comprender la belleza de las cosas algunas que la poseían en su exterior y otras visibles solo ante el ojo experto, la verdadera belleza aquella que no se marchitaba con el tiempo era visible solo a ojos del corazón.
Entrecerró los parpados al sentir tan sumblime aroma abofetear su rostro con una delicadeza impropia de un golpe como aquel, si algo habría de recordarle la primavera era aquel espectáculo que se estaba permitiendo darle a sus sentidos. Algo más que solo ruido, bullicio y el cantico de los inconformes animales que sumidos entre la multitud pretendían vivir una vida que se les era arrebatada desde el instante mismo de alejarse de los bosques y los campos, se le antojo entonces vivir en un lugar como aquel. No, que imprudencia, un utópico que jamás arribaría a su suerte, porque la suerte no le conocía no por lo menos con regularidad.
Bajo del carruaje después que la joven mujer de rostro blancuzco, anduvo detrás de ella con la bolsa de tomates sobre las manos y se alegro de escucharles hablar en su lengua natal pues si algo habia descubierto era que en París no muchas personas solian hablar Rumano, quizás por su lejanía y quizás porque no se trataba tampoco de una potencia europea y sin embargo era un lugar fantástico, lleno de mitos y tradiciones, casa de la leyenda de Dracula, hogar de demonios y brujas, espejos rotos y maldiciones. Si antes les habia tachado por crédulos ahora bien sabia que tenían la razón, por lo menos, en la mayoría de las cosas.
Sin embargo los ojos de la mujer le resultaron llenos de temor y se cuestiono en aquel instante el motivo de aquel miedo irracional pues el mismo no habia presenciado ninguna actitud amenazante o fuera de lo normal, nada a excepción de una arlequín que quería jugo de tomate…
Observo por el rabillo del ojo el tazón con carnes y quesos que la mujer estaba preparando para el, y la boca comenzó a aguarse como en tanto tiempo no lo habia hecho porque se habia acostumbrado, se habia resignado a la falta de dinero para la ingesta de alimentos deliciosos y caros –asi estoy bien…aunque nunca e usado uno de estos- confeso tomando uno de los tomates para comenzar a investigar por donde debía introducirlo.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
En la cocina me quito los guantes de caballero y muestro mis marmóreas manos con uñas de cristal, están pintadas delicadamente de forma intercalada cada una de color negro y rojo. El tiempo nos hace así, meticulosos, obsesivos, con manías. El olor de la comida es agradable, todos esos aromas son deliciosos para los mortales, para nosotros, solo es parte del alimento de las vasijas que nos sustentan.
No pude volver mis ojos hacia sus manos y ver como maneja el utensilio sin saber cómo se usa. Una ceja mía involuntaria se levanta y una sonrisa tonta le acompaña. Tal vez aquellos ojos me recuerden algo que he visto. Esos ojos me recuerdan a un cuenta cuentos.
-Deberá comer después de esto –insisto, más en tono de órden. Me pregunto a que sabrá su sangre, si es igual de dulce que sus ojos. Tal vez saben a desierto o a amaneceres. Tal vez saben a nada. A mar, o a un cielo ausente en una tormenta.
Sentada en aquel banco tomo la copa de vino y la dirijo a mis labios para beber un trago que solo humedece, sin beber por completo, es todo parte de la actuación y una de las mujeres se acerca para darle un vaso a Anuar.
-El jugo de tomates se extraen con telas... –comento mirando al joven de ojos maravillosos, y en ese momento caigo en cuenta que en verdad los había visto en un recuerdo, estúpida Luminita. –Después de haberse molido los tomates se colocan en telas, se cuelgan y se dejan una noche hasta que el goteo llene un vaso. Ese es el verdadero elixir de los tomates.
No soy experta en estas cosas, no soy experta en nada de la cocina, pero me gusta observar a las mucamas, me gusta ser la observadora de esta humanidad que no me pertenece. El platón de comida se queda sobre la meseta junto con una bandeja de frutas de aromas dulces.
-Sus ojos, me recuerdan a una historia... una historia de la religión Yurubá. –comento sin moverme de aquel banco con ese porte glamoroso de una doncella vestida de caballero- Comúnmente se les conoce como guerreros de lo bueno y lo malo. De ahí nace Eshu o Elegua, que es el dueño de los caminos y puertas en este mundo. –Dejo la copa sobre la meseta y parezco una vampiresa bastante cuerda, siento como mis facciones se suavizan debajo de mi maquillaje mal logrado y le miro con cierta curiosidad- Los colores rojos y negro o blanco y negro son suyos, y codifican su naturaleza contradictoria. Lo malévolo y lo benévolo. Del mal viene el bien y del bien, nace el mal. Elegua se erige en la encrucijada de los humanos y lo divino, pues él es el infantil mensajero entre los dos mundos. El único que puede ver más allá de los mortales, observador y temerario. Los que encarnaron en Eshu, sea de donde sean, su impulso es viajar y aprender nuevas historias. Por eso también se les conoce como cuenta cuentos, remontan las historias de sus tierras y como trovadores las divulgan de pueblo en pueblo, siempre con premura, sabiendo a quien contarles sus cuentos porque para ellos, las historias son como tesoros. Hacen decoro a las vivencias de sus reyes o reinas, sobre todo a los logros de los guerreros más sublimes. Dicen que al mirar los ojos de un Eshu, puedes ver el amanecer del Sahara...
No pude volver mis ojos hacia sus manos y ver como maneja el utensilio sin saber cómo se usa. Una ceja mía involuntaria se levanta y una sonrisa tonta le acompaña. Tal vez aquellos ojos me recuerden algo que he visto. Esos ojos me recuerdan a un cuenta cuentos.
-Deberá comer después de esto –insisto, más en tono de órden. Me pregunto a que sabrá su sangre, si es igual de dulce que sus ojos. Tal vez saben a desierto o a amaneceres. Tal vez saben a nada. A mar, o a un cielo ausente en una tormenta.
Sentada en aquel banco tomo la copa de vino y la dirijo a mis labios para beber un trago que solo humedece, sin beber por completo, es todo parte de la actuación y una de las mujeres se acerca para darle un vaso a Anuar.
-El jugo de tomates se extraen con telas... –comento mirando al joven de ojos maravillosos, y en ese momento caigo en cuenta que en verdad los había visto en un recuerdo, estúpida Luminita. –Después de haberse molido los tomates se colocan en telas, se cuelgan y se dejan una noche hasta que el goteo llene un vaso. Ese es el verdadero elixir de los tomates.
No soy experta en estas cosas, no soy experta en nada de la cocina, pero me gusta observar a las mucamas, me gusta ser la observadora de esta humanidad que no me pertenece. El platón de comida se queda sobre la meseta junto con una bandeja de frutas de aromas dulces.
-Sus ojos, me recuerdan a una historia... una historia de la religión Yurubá. –comento sin moverme de aquel banco con ese porte glamoroso de una doncella vestida de caballero- Comúnmente se les conoce como guerreros de lo bueno y lo malo. De ahí nace Eshu o Elegua, que es el dueño de los caminos y puertas en este mundo. –Dejo la copa sobre la meseta y parezco una vampiresa bastante cuerda, siento como mis facciones se suavizan debajo de mi maquillaje mal logrado y le miro con cierta curiosidad- Los colores rojos y negro o blanco y negro son suyos, y codifican su naturaleza contradictoria. Lo malévolo y lo benévolo. Del mal viene el bien y del bien, nace el mal. Elegua se erige en la encrucijada de los humanos y lo divino, pues él es el infantil mensajero entre los dos mundos. El único que puede ver más allá de los mortales, observador y temerario. Los que encarnaron en Eshu, sea de donde sean, su impulso es viajar y aprender nuevas historias. Por eso también se les conoce como cuenta cuentos, remontan las historias de sus tierras y como trovadores las divulgan de pueblo en pueblo, siempre con premura, sabiendo a quien contarles sus cuentos porque para ellos, las historias son como tesoros. Hacen decoro a las vivencias de sus reyes o reinas, sobre todo a los logros de los guerreros más sublimes. Dicen que al mirar los ojos de un Eshu, puedes ver el amanecer del Sahara...
Dana Luminita- Vampiro Clase Alta
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Re: La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
Escucho con atención lo que la mujer tenia por decirle no sin antes haber intentando de todas las formas posibles introducir el tomate en aquel extraño artefacto, se habia machucado inclusive el dedo pulgar contra una diminuta palanca que habia girado sin darse cuenta por lo que ahora por debajo de su uña parecía formarse un lago escarlata, como vino de temporada o jugo de uvas pasadas.
-entonces no podrá hoy disfrutar de dicho jugo- asevero con tranquilidad logrando introducir al fin el fruto aquel en una cuenca y haciendo girar la perilla con la que anteriormente se habia aplastado el pulgar comenzó a salir como pulpa hasta regarse sobre la mesa al no haber colocado con anterioridad un recipiente que recogiera los desechos o el producto de lo que tan ingenioso invento dejaba salir –pensaba que se hacían de otra forma- aseguro apenado, y más sin embargo sin decirlo, al haber comenzado a hacer un batidero cuando se suponía que estaba en aquel lugar para ayudar y no ensuciar más las cosas. Rebusco entre la cocina un trapo mientras escuchaba atento la voz de la mujer que comenzaba a contarle una leyenda en un mundo apócrifo.
-…¿lo dice por el color de los mios?- le cuestiono sin voltearle a ver realmente, en más de una ocasión habia escuchado tales narraciones, siempre con nombres diferentes, siempre de diferentes región y más sin embargo todas hablaban de alguna forma de personas con soles por ojos, con ojos de arrebol y oro liquido. Si melados llamaban su atención era porque no los habia visto centellar en el color del trigo maduro o el oro, como si detrás de ellos se alzasen dos hogueras de crepitantes lenguas de fuego o dos tizones al rojo vivo.
-lamentablemente no soy yo nada de eso…solo un joven Rumano que pose un par de ojos inusuales- y unos cabellos como el fuego en vísperas de Morfeo, como fuego lento, como fuego cansado, como si dormitase desde hacia años, como si estuviera muerto ya –aunque no lo suficientemente inusuales como para hacerme capaz de atraer curiosidad más de algunos instantes- ¿evadia ahora del contacto visual porque ahora sabia que le observaba a los ojos? Y si los orbes eran las puertas del alma las suyas estaban abiertas de par en par.
Negó la ayuda de las señoras tomando el trapo el mismo para comenzar a limpiar su desorden e intentarlo con un nuevo tomate.
-entonces no podrá hoy disfrutar de dicho jugo- asevero con tranquilidad logrando introducir al fin el fruto aquel en una cuenca y haciendo girar la perilla con la que anteriormente se habia aplastado el pulgar comenzó a salir como pulpa hasta regarse sobre la mesa al no haber colocado con anterioridad un recipiente que recogiera los desechos o el producto de lo que tan ingenioso invento dejaba salir –pensaba que se hacían de otra forma- aseguro apenado, y más sin embargo sin decirlo, al haber comenzado a hacer un batidero cuando se suponía que estaba en aquel lugar para ayudar y no ensuciar más las cosas. Rebusco entre la cocina un trapo mientras escuchaba atento la voz de la mujer que comenzaba a contarle una leyenda en un mundo apócrifo.
-…¿lo dice por el color de los mios?- le cuestiono sin voltearle a ver realmente, en más de una ocasión habia escuchado tales narraciones, siempre con nombres diferentes, siempre de diferentes región y más sin embargo todas hablaban de alguna forma de personas con soles por ojos, con ojos de arrebol y oro liquido. Si melados llamaban su atención era porque no los habia visto centellar en el color del trigo maduro o el oro, como si detrás de ellos se alzasen dos hogueras de crepitantes lenguas de fuego o dos tizones al rojo vivo.
-lamentablemente no soy yo nada de eso…solo un joven Rumano que pose un par de ojos inusuales- y unos cabellos como el fuego en vísperas de Morfeo, como fuego lento, como fuego cansado, como si dormitase desde hacia años, como si estuviera muerto ya –aunque no lo suficientemente inusuales como para hacerme capaz de atraer curiosidad más de algunos instantes- ¿evadia ahora del contacto visual porque ahora sabia que le observaba a los ojos? Y si los orbes eran las puertas del alma las suyas estaban abiertas de par en par.
Negó la ayuda de las señoras tomando el trapo el mismo para comenzar a limpiar su desorden e intentarlo con un nuevo tomate.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
Ese aroma es inconfundible y penetra en mis sentidos como una caricia sobrenatural, le miro con los ojos brillantes. Y observo el dedo que posee ese líquido escarlatina que tiene una fragancia más dulce que sus ojos.
-Es una pena – mi voz es ausente y mi respuesta más que para él es para mis pensamientos ejecutando el autocontrol. Los ojos de una de la mucama se sobresaltan al mirarme y me alimento de ese miedo que siente. Tal vez esta noche no sea su noche de sueños. Sonrío de forma maldita y esta, nerviosa, se vuelve con las manos temblorosas hasta un armario donde saca varias servilletas de tela con el emblema del clan y las deja sobre la meseta retirándose casi corriendo.
Con mis dos dedos; el anular y el pulgar tomo uno de esos tomates y lo observo como su fuese una obra de arte. No digo nada por el desorden, me parece entretenido y sonrío nuevamente.
-Hay muchas formas de hacer jugo de tomate...-comento aun mirando el tomate con ojos infantiles.
Dorian esa mucama rumana que a mi padre le encanta, está aquí desde mucho tiempo, un Ghoul que tiene posibilidades de ser un vampiro. Intenta ayudar a limpiar, pero el joven intenta hacerlo de nuevo. Mi maquillaje me pica la piel, pero aun así lo tengo en esas manchas que ocultan mi verdadero rostro, un rostro de una joven Rumana de diecisiete años. Mi cabeza se pierde observando el tomate tocándolo con los dedos y aspirando ese aroma. Me gusta su color.
-Si, por el color de sus ojos, tiene un color maravilloso, a Luminita le gustan sus ojos... –Una sonrisita infantil brota de mis labios y le miro directamente, es muy modesto, pero hay algo más allá de aquellas palabras, no solo es el hambre o la sed, ni siquiera la necesidad misma... hay algo más que no se atreve a decir- La sagacidad da un atisbo de credulidad de su interior... es temerario aunque diga que no lo es... ¿A que le teme señor Dutuescu?... ¿Le tiene miedo a la muerte?... ¿A la soledad.. ¿Al amor?
No puedo ver sus ojos en ese momento, parece que se pierden en aquellos tomates con el aparato que quiere cobrar venganza. Dejo el tomate con elegancia sobre la meseta y aunque el no me mire, le miro, observo sus curtidas manos que tal vez muchas veces expresaron un arte que no conozco. Podría darle todo lo que necesita; comida, vestido, dinero, un lugar propio para dormir, lienzos y pinturas, una ventana, un bote... muchos jardines... pero eso no compra todo lo que necesita una persona, no compra la inspiración... no compra el amor, la compañía. Es interesante.
-¿Cuándo fue la última vez que tuvo un trabajo fijo?
-Es una pena – mi voz es ausente y mi respuesta más que para él es para mis pensamientos ejecutando el autocontrol. Los ojos de una de la mucama se sobresaltan al mirarme y me alimento de ese miedo que siente. Tal vez esta noche no sea su noche de sueños. Sonrío de forma maldita y esta, nerviosa, se vuelve con las manos temblorosas hasta un armario donde saca varias servilletas de tela con el emblema del clan y las deja sobre la meseta retirándose casi corriendo.
Con mis dos dedos; el anular y el pulgar tomo uno de esos tomates y lo observo como su fuese una obra de arte. No digo nada por el desorden, me parece entretenido y sonrío nuevamente.
-Hay muchas formas de hacer jugo de tomate...-comento aun mirando el tomate con ojos infantiles.
Dorian esa mucama rumana que a mi padre le encanta, está aquí desde mucho tiempo, un Ghoul que tiene posibilidades de ser un vampiro. Intenta ayudar a limpiar, pero el joven intenta hacerlo de nuevo. Mi maquillaje me pica la piel, pero aun así lo tengo en esas manchas que ocultan mi verdadero rostro, un rostro de una joven Rumana de diecisiete años. Mi cabeza se pierde observando el tomate tocándolo con los dedos y aspirando ese aroma. Me gusta su color.
-Si, por el color de sus ojos, tiene un color maravilloso, a Luminita le gustan sus ojos... –Una sonrisita infantil brota de mis labios y le miro directamente, es muy modesto, pero hay algo más allá de aquellas palabras, no solo es el hambre o la sed, ni siquiera la necesidad misma... hay algo más que no se atreve a decir- La sagacidad da un atisbo de credulidad de su interior... es temerario aunque diga que no lo es... ¿A que le teme señor Dutuescu?... ¿Le tiene miedo a la muerte?... ¿A la soledad.. ¿Al amor?
No puedo ver sus ojos en ese momento, parece que se pierden en aquellos tomates con el aparato que quiere cobrar venganza. Dejo el tomate con elegancia sobre la meseta y aunque el no me mire, le miro, observo sus curtidas manos que tal vez muchas veces expresaron un arte que no conozco. Podría darle todo lo que necesita; comida, vestido, dinero, un lugar propio para dormir, lienzos y pinturas, una ventana, un bote... muchos jardines... pero eso no compra todo lo que necesita una persona, no compra la inspiración... no compra el amor, la compañía. Es interesante.
-¿Cuándo fue la última vez que tuvo un trabajo fijo?
Dana Luminita- Vampiro Clase Alta
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Re: La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
Le observo unos instantes al cabo de haber finalizado su labor de limpiar el desastre que con los tomates habia logrado hacer, además de una uña partida y las manos pegajosas y olorosas todo parecía estar en orden –gracias…supongo, es agradable saber que a alguien le gustan normalmente son objeto de bullicio…demasiado raros- aunque el mismo no podia apreciar la belleza en ellos quizás por el hecho de que cada mañana al levantarse eran aquellos soles los que veía, cada reflejo en un cuerpo de agua le recordaba que los poseia en las cuencas de sus ojos, como oro fundido resplandecían en la codicia que pocos conocían.
-a nada de eso doamna…la muerte se me a presentado de mil maneras, la soledad vivía antes conmigo, el amor lo conozco bien- acallo porque la confianza comenzaba a prolongarse y el pronunciar algo indebido comenzaba a ser un acontecimiento próximo. Se pregunto entonces si entre esas cuestiones se encontraban los propios miedos de la joven, el por otra parte le temia al encierro, y no aquel que se gana en una celda o una habitación, no el encierro con cadenas sino el interno, ser esclavo de uno mismo, ser su cuerpo su condena.
-nunca lo e tenido pero tampoco pienso que lo necesite con urgencia- asevero negando, encogiéndose de hombros y sujetando entre sus manos antes de pintor y ahora de peón uno de los tantos tomates rojos que aun se encontraban apilados en la bolsa que les habían otorgado para cargar con ellos, lo introdujo nuevamente colocando esta vez, buscando con la mirada un tazón hondo en el cual pudiese dejar caer la papilla que saldría apenas comenzara a girar la manija.
-¿a que se deben sus preguntas? No logro hilarlas…en una secuencia lógica- asevero pues de querer contratarle no le cuestionaría sus miedos, observaría como realizaba su labor ¿por qué sino entonces cuestionaba? ¿mera curiosidad? ¿Quién no pecaba de ello?
-a nada de eso doamna…la muerte se me a presentado de mil maneras, la soledad vivía antes conmigo, el amor lo conozco bien- acallo porque la confianza comenzaba a prolongarse y el pronunciar algo indebido comenzaba a ser un acontecimiento próximo. Se pregunto entonces si entre esas cuestiones se encontraban los propios miedos de la joven, el por otra parte le temia al encierro, y no aquel que se gana en una celda o una habitación, no el encierro con cadenas sino el interno, ser esclavo de uno mismo, ser su cuerpo su condena.
-nunca lo e tenido pero tampoco pienso que lo necesite con urgencia- asevero negando, encogiéndose de hombros y sujetando entre sus manos antes de pintor y ahora de peón uno de los tantos tomates rojos que aun se encontraban apilados en la bolsa que les habían otorgado para cargar con ellos, lo introdujo nuevamente colocando esta vez, buscando con la mirada un tazón hondo en el cual pudiese dejar caer la papilla que saldría apenas comenzara a girar la manija.
-¿a que se deben sus preguntas? No logro hilarlas…en una secuencia lógica- asevero pues de querer contratarle no le cuestionaría sus miedos, observaría como realizaba su labor ¿por qué sino entonces cuestionaba? ¿mera curiosidad? ¿Quién no pecaba de ello?
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
No hago más comentarios acerca de sus orbes, me quedo en silencio observando cada movimiento suyo en aquella meseta, los tomates, el aroma que desprenden al ser aplastados por aquel artefacto. Suelo hacer muchas cosas de las que nunca me arrepiento, pero nunca me rompo promesas infundadas. Sus respuestas me parecen sencillas, pero interesantes. Quiero hacerle más preguntas, como que tipo de muertes, que tipo de soledad y que tipo de amor, pero callo de nuevo.
La empatía es lo de menos, muchos años viviendo en este mundo, se aprende que significan los movimientos de las personas, los gestos, las miradas, el nerviosismo que casi puede hablar por sí mismo. Quiero tener la habilidad de leer su mente, pero las imágenes borrosas no me dicen mucho, solo encuentro en su cabeza al torpe vampiro que con unas ventanas anda por esta tierra, el profesor Kaarkarogf. A Luminita le agrada.
-Solo es un trabajo, no tiene que aceptar si no lo desea, el trabajo es de jardinería y un poco de invernadero. Si no lo quiere no importa, otro vendrá y lo cogerá.
El tomate triturado cae en ese tazón salpicando todo y haciendo que ese aroma acido-dulce invada la estancia, Darian ordena, mientras que la otra mujer Toma el tazón con los tomates y hace todo para extraer el elixir del tomate en un paño de seda que lo cuelga de un bastidor para café, debajo pone un vaso alto de cristal para recolectar el líquido que cae gota a gota, agua de ese suculento fruto.
-... hmm ... solo es curiosidad… -Rio un poco por ello y luego le miro. Mi cabeza se vuelve una marejada extraña, la demencia deja estragos en mi, en mi heaven se diluye de una manera abstracta. – Solo quería conocerle un poco más… ¿tiene algo de malo hacer eso?...¿No tiene hambre?
Le acerco el platon de comida frente a el y Darian le pone un servicio frente a el, ella se sienta también a comer, la otra mujer desaparece de la cocina, yo no como nada, solo tomo un poco de vino:
-A la muerte, la conozco todo el tiempo y la conoceré por una eternidad... es mi propio mar. –sonrío con malicia- La soledad es mi compañera, una vez mi soledad tuvo compañía, pero luego se perdió en un abismo y las noches se volvieron oscuras y sin luna. Ahora estoy en una cocina, hablando con un joven desconocido de un mercado ambulante. Y no sé porque le digo esto... Bueno, no importa… ¿Cuánto le debo por sus servicios? –miro a Darian y le hago una seña, esta deja su comida y desaparece corriendo- Le pagaré por su trabajo, aunque sinceramente me hubiera gustado ver un cuadro suyo… tal vez algún día… cuando quiera vender o deshacerse de uno de sus cuadros viejos búsqueme -Darian regresa corriendo con una bolsilla roja con un cinto dorado, la tomo miro el interior y se la doy a Anuar sin siquiera contarla, está llena de francos de oro en el interior- ¿Le gusta la música?
La empatía es lo de menos, muchos años viviendo en este mundo, se aprende que significan los movimientos de las personas, los gestos, las miradas, el nerviosismo que casi puede hablar por sí mismo. Quiero tener la habilidad de leer su mente, pero las imágenes borrosas no me dicen mucho, solo encuentro en su cabeza al torpe vampiro que con unas ventanas anda por esta tierra, el profesor Kaarkarogf. A Luminita le agrada.
-Solo es un trabajo, no tiene que aceptar si no lo desea, el trabajo es de jardinería y un poco de invernadero. Si no lo quiere no importa, otro vendrá y lo cogerá.
El tomate triturado cae en ese tazón salpicando todo y haciendo que ese aroma acido-dulce invada la estancia, Darian ordena, mientras que la otra mujer Toma el tazón con los tomates y hace todo para extraer el elixir del tomate en un paño de seda que lo cuelga de un bastidor para café, debajo pone un vaso alto de cristal para recolectar el líquido que cae gota a gota, agua de ese suculento fruto.
-... hmm ... solo es curiosidad… -Rio un poco por ello y luego le miro. Mi cabeza se vuelve una marejada extraña, la demencia deja estragos en mi, en mi heaven se diluye de una manera abstracta. – Solo quería conocerle un poco más… ¿tiene algo de malo hacer eso?...¿No tiene hambre?
Le acerco el platon de comida frente a el y Darian le pone un servicio frente a el, ella se sienta también a comer, la otra mujer desaparece de la cocina, yo no como nada, solo tomo un poco de vino:
-A la muerte, la conozco todo el tiempo y la conoceré por una eternidad... es mi propio mar. –sonrío con malicia- La soledad es mi compañera, una vez mi soledad tuvo compañía, pero luego se perdió en un abismo y las noches se volvieron oscuras y sin luna. Ahora estoy en una cocina, hablando con un joven desconocido de un mercado ambulante. Y no sé porque le digo esto... Bueno, no importa… ¿Cuánto le debo por sus servicios? –miro a Darian y le hago una seña, esta deja su comida y desaparece corriendo- Le pagaré por su trabajo, aunque sinceramente me hubiera gustado ver un cuadro suyo… tal vez algún día… cuando quiera vender o deshacerse de uno de sus cuadros viejos búsqueme -Darian regresa corriendo con una bolsilla roja con un cinto dorado, la tomo miro el interior y se la doy a Anuar sin siquiera contarla, está llena de francos de oro en el interior- ¿Le gusta la música?
Dana Luminita- Vampiro Clase Alta
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Re: La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
¿Quién era el para rechazar dicha oferta? ¿No estaba teniendo problemas por no ganar lo necesario? Torció los labios observando el suelo mientras las criadas iban y venían de la estancia acomodando y colgando objetos, colocando altos vasos de cristal que comenzaron a llenarse con aquel liquido rojizo casi chillón que exudaba del tomate molido ¿comenzaban? Comenzó, su vista le habia engañado pues se trataba de un único y solitario vaso que mantenía en su interior el motivo de su ida a aquel lugar de ensueños. Si Jazhara estuviese ahí…pensó.
-lamento tener que negarme pero mis manos no conocen de plantas y figuras que no estén fuera de un lienzo y no deseo en verdad hacer un mal trabajo para usted- vergüenza suficiente era ahora exponer en su dedo pulgar una mancha amoratada producto exclusivo de su falta de conocimiento con la materia de la extracción de jugos. Hasta las mujeres que le ayudaban a la joven de maquillaje blanco y rojo sabían como hacer aquello o quizás fuese una especie de gusto extraño que dichas mujeres conocían de años anteriores, quizás habían tenido que aprender por los caprichos de su jefa, o quizás le veían más como su dueña, ama y señora, cual fuese el caso no era de su incumbencia.
-en lo absoluto, la curiosidad nos mueve a todos- no dudo en asegurar aquello pues el mismo debía recalcar en mas de una ocasión se habia movido y atrevido a cosas por el simple hecho de descubrir algo que en su interior hacia crecer una fiera enjaulada que de no ser saciada con la verdad comenzaría a alimentarse de sueños y alegrías, dos cosas nada recurrentes en su vida.
Tomo entre sus dedos un trozo de queso que engullo de un solo bocado y el que en su boca le supo a manjar de dioses y comida celestial, un sabor fuerte que por un segundo obstruyo sus fosas nasales y que al bajar por su garganta le pareció exquisito en todos los sentidos de la palabra. Sus palabras le obligaron a desviar la mirada hacia su interlocutora ¿era acaso que habia escuchado bien? Aquella forma de hablar le recordaba a aquellas historias de demonios y cazadores de hombres.
Trago con esfuerzo dudando si asistir a aquel lugar habia sido una buena idea a fin de cuentas –oh doamna no podría aceptar tal cantidad de francos, no seria lo correcto no e hecho cantar a los tomates ni nada parecido- asevero negando ¿debia abrir la bolsa y verter la mitad del dinero sobre la mesa? El solo pensarlo le resultaba una grandísima falta de respeto y ahora no deseaba hacer enojar a la joven frente a el de quien comenzaba a dudar su edad.
-me gusta el arte, cualquier tipo pero no puedo decir que sea un gran conocedor de la música…nunca e asistido a una opereta o concierto de piano ni nada por el estilo- asevero buscando con la mirada a alguien más en aquella estancia.
-lamento tener que negarme pero mis manos no conocen de plantas y figuras que no estén fuera de un lienzo y no deseo en verdad hacer un mal trabajo para usted- vergüenza suficiente era ahora exponer en su dedo pulgar una mancha amoratada producto exclusivo de su falta de conocimiento con la materia de la extracción de jugos. Hasta las mujeres que le ayudaban a la joven de maquillaje blanco y rojo sabían como hacer aquello o quizás fuese una especie de gusto extraño que dichas mujeres conocían de años anteriores, quizás habían tenido que aprender por los caprichos de su jefa, o quizás le veían más como su dueña, ama y señora, cual fuese el caso no era de su incumbencia.
-en lo absoluto, la curiosidad nos mueve a todos- no dudo en asegurar aquello pues el mismo debía recalcar en mas de una ocasión se habia movido y atrevido a cosas por el simple hecho de descubrir algo que en su interior hacia crecer una fiera enjaulada que de no ser saciada con la verdad comenzaría a alimentarse de sueños y alegrías, dos cosas nada recurrentes en su vida.
Tomo entre sus dedos un trozo de queso que engullo de un solo bocado y el que en su boca le supo a manjar de dioses y comida celestial, un sabor fuerte que por un segundo obstruyo sus fosas nasales y que al bajar por su garganta le pareció exquisito en todos los sentidos de la palabra. Sus palabras le obligaron a desviar la mirada hacia su interlocutora ¿era acaso que habia escuchado bien? Aquella forma de hablar le recordaba a aquellas historias de demonios y cazadores de hombres.
Trago con esfuerzo dudando si asistir a aquel lugar habia sido una buena idea a fin de cuentas –oh doamna no podría aceptar tal cantidad de francos, no seria lo correcto no e hecho cantar a los tomates ni nada parecido- asevero negando ¿debia abrir la bolsa y verter la mitad del dinero sobre la mesa? El solo pensarlo le resultaba una grandísima falta de respeto y ahora no deseaba hacer enojar a la joven frente a el de quien comenzaba a dudar su edad.
-me gusta el arte, cualquier tipo pero no puedo decir que sea un gran conocedor de la música…nunca e asistido a una opereta o concierto de piano ni nada por el estilo- asevero buscando con la mirada a alguien más en aquella estancia.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
Es fácil leer los movimientos de ese hombre ¿Qué edad tiene?... ¿veinte? ¿Veintiuno? ¿Diecinueve?... los latidos de su corazón son música y mis dedos índice se mueven a un ritmo de una canción ausente de izquierda a derecha.
-Entonces... ¿Necesita o no un trabajo señor Dutuescu? – mis ojos se volvieron hacia el pulgar con aquella gota carmesí que se perfumaba el aire en miles y miles de partículas volátiles llegando hasta mis pulmones... autocontrol.
Muchas preguntas se cruzan en mi cabeza, como navegantes sin causa, o con una, sí hay una, esa curiosidad infinita de saber cómo ese humano le pertenecía al profesor, aunque él mismo me aseguró que no era suyo. Extraño. Pero la sangre, siempre la sangre, hace una vinculación de la misma sangre.
Me gustan los aromas que hay sobre la meseta, aquellas comidas humanas que degustan. Observo comer, me gusta verles comer, bebo un sorbo de vino. Sus ojos miel se dirigen hacia mí y aquellos cristales reflejan al arlequín puedo ver en ellos los mismos muertos, como si de espejos se tratasen, mis puños se cierran de forma instantánea y solo un parpadeo logra borrar aquellas imágenes.
-Tómelo o me sentiré ofendida por rechazarlo... es parte del trabajo, podrá comer y comprarse unos lienzos y tal vez algún día pueda ver un cuadro suyo...
Quise saber porque el profesor Kaarkarogf no lo no le había llevado, o porqué tenía a su humano así, me gusta su forma de pensar, también respeto su manera y forma, tal vez lo deja en su propia libertad, como una liebre... sí, es posible que de eso se tratase, dejar ser a ese hombre tal cual su naturaleza.
-Termine de comer, le enseñaré algo...
Darian le sonríe, pero casi no habla, y termina su comida limpiando la meseta y los platos, esperando que el joven Anuar termine su comida también y su vaso copado de vino. Después, de ver a mi doncella hacer aquello me pongo de pie con elegancia, volviendo a ser aquel encorvado arlequín con las manos en los bolsillos, con los tirantes sujetando las bombachas y mirando los suelos de ajedrez. De pie junto a la puerta de la cocina le espero.
Los pasillos alfombrados muestran lo que es aquella casa, un ensueño de una vampira caprichosa, infantil y antigua, que en su vida lo tuvo todo, pero a la vez, siempre estuvo sola. Los cuadros de sus padres y no de sus padres nativos, sino de sus creadores, que son hermosos, Malfred e Irina. Un cuadro donde esta mi verdadera apariencia junto con el príncipe Kian, mi prometido y futuro esposo para toda la eternidad... Es un cuadro donde está una joven de cabellos dorados, casi de un color platinado, con unos ojos azul zafiro, su piel de mármol parece enfermiza, pero su bello rostro y su apariencia tal vez podrían verse de más de diecisiete. Lo mismo pasa con Kian un joven de cabello oscuro igual que sus ojos, y es más bello que la propia Dana. De complexión fuerte y parece doblarle de tamaño. Nosotros, los hijos de los reyes del ajedrez sabíamos los arreglos, no le damos importancia, Kian su vida y yo la mía, todo es parte de las tradiciones de las épocas... nos habían comprometido muchas veces, y seguíamos siendo juguetes de nuestros padres, el de su ama y yo de mi amo. Pasamos la biblioteca que tenía un gran hogar de piedras, donde más cuadros y libros descansan ahí, junto con estatuillas de conejos y leones.
Una sala se abre a nuestro paso con puertas blancas y cristales negros donde amplia se reserva con un gran piano negro de cola con un solo ventanal. Darian corre las gruesas cortinas rojas y abre las ventanas; el paisaje del lago se aprecia a la perfección, oscuro y el aire se filtra de forma cálida, anunciando que la primavera está cercana. Toda la habitación pintada de color dorado, y los suelos alfombrados. Y solo en un rincón, está un sofá en las sombras que se queja que nadie lo visita.
-Tome asiento... –Mi voz suena melodiosa mientras camino hasta donde está el piano, Darian sale del salón.
-Entonces... ¿Necesita o no un trabajo señor Dutuescu? – mis ojos se volvieron hacia el pulgar con aquella gota carmesí que se perfumaba el aire en miles y miles de partículas volátiles llegando hasta mis pulmones... autocontrol.
Muchas preguntas se cruzan en mi cabeza, como navegantes sin causa, o con una, sí hay una, esa curiosidad infinita de saber cómo ese humano le pertenecía al profesor, aunque él mismo me aseguró que no era suyo. Extraño. Pero la sangre, siempre la sangre, hace una vinculación de la misma sangre.
Me gustan los aromas que hay sobre la meseta, aquellas comidas humanas que degustan. Observo comer, me gusta verles comer, bebo un sorbo de vino. Sus ojos miel se dirigen hacia mí y aquellos cristales reflejan al arlequín puedo ver en ellos los mismos muertos, como si de espejos se tratasen, mis puños se cierran de forma instantánea y solo un parpadeo logra borrar aquellas imágenes.
-Tómelo o me sentiré ofendida por rechazarlo... es parte del trabajo, podrá comer y comprarse unos lienzos y tal vez algún día pueda ver un cuadro suyo...
Quise saber porque el profesor Kaarkarogf no lo no le había llevado, o porqué tenía a su humano así, me gusta su forma de pensar, también respeto su manera y forma, tal vez lo deja en su propia libertad, como una liebre... sí, es posible que de eso se tratase, dejar ser a ese hombre tal cual su naturaleza.
-Termine de comer, le enseñaré algo...
Darian le sonríe, pero casi no habla, y termina su comida limpiando la meseta y los platos, esperando que el joven Anuar termine su comida también y su vaso copado de vino. Después, de ver a mi doncella hacer aquello me pongo de pie con elegancia, volviendo a ser aquel encorvado arlequín con las manos en los bolsillos, con los tirantes sujetando las bombachas y mirando los suelos de ajedrez. De pie junto a la puerta de la cocina le espero.
Los pasillos alfombrados muestran lo que es aquella casa, un ensueño de una vampira caprichosa, infantil y antigua, que en su vida lo tuvo todo, pero a la vez, siempre estuvo sola. Los cuadros de sus padres y no de sus padres nativos, sino de sus creadores, que son hermosos, Malfred e Irina. Un cuadro donde esta mi verdadera apariencia junto con el príncipe Kian, mi prometido y futuro esposo para toda la eternidad... Es un cuadro donde está una joven de cabellos dorados, casi de un color platinado, con unos ojos azul zafiro, su piel de mármol parece enfermiza, pero su bello rostro y su apariencia tal vez podrían verse de más de diecisiete. Lo mismo pasa con Kian un joven de cabello oscuro igual que sus ojos, y es más bello que la propia Dana. De complexión fuerte y parece doblarle de tamaño. Nosotros, los hijos de los reyes del ajedrez sabíamos los arreglos, no le damos importancia, Kian su vida y yo la mía, todo es parte de las tradiciones de las épocas... nos habían comprometido muchas veces, y seguíamos siendo juguetes de nuestros padres, el de su ama y yo de mi amo. Pasamos la biblioteca que tenía un gran hogar de piedras, donde más cuadros y libros descansan ahí, junto con estatuillas de conejos y leones.
Una sala se abre a nuestro paso con puertas blancas y cristales negros donde amplia se reserva con un gran piano negro de cola con un solo ventanal. Darian corre las gruesas cortinas rojas y abre las ventanas; el paisaje del lago se aprecia a la perfección, oscuro y el aire se filtra de forma cálida, anunciando que la primavera está cercana. Toda la habitación pintada de color dorado, y los suelos alfombrados. Y solo en un rincón, está un sofá en las sombras que se queja que nadie lo visita.
-Tome asiento... –Mi voz suena melodiosa mientras camino hasta donde está el piano, Darian sale del salón.
Dana Luminita- Vampiro Clase Alta
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Re: La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
¿Necesitaba o no? Esa no era la verdadera cuestión ni la pregunta más importante que podia hacer en ese instante ¿deseaba o no un trabajo? Era errado cuestionar aquello, era tan errado como cuestionar la necesidad de, no deseaba terminar sirviendo en la casa de quien podría hacerle su próxima cena aunque quizás la demencia había arrojado ya por la ventana todo rastro de decencia y compromiso, atreverse a negar un trabajo cuando en aquellos instantes lo que más necesitaba era uno, o estaba volviéndose completamente loco o estaba aprendiendo a escuchar sus corazonadas, aquellas que antes le parecían torpes e innecesarias.
-no, no lo necesito aunque agradezco su propuesta- mintió y bien sabia que sus ojos se esmeraban siempre en delatarlo asi que decidió no hacer contacto alguno con su interlocutora no por lo menos hasta que a sus orbes se les olvidase la pequeña y casi nula mentira que sus labios habían decidido pronunciar pues su cuerpo entero parecía haber sido creado para profesar falacias y sus ojos sin embargo lo expresaban todo y no expresaban nada, un baile místico y antiguo como el ying y el yang y tan viejo como el universo mismo.
-si…quizás algun día- susurro sonriendo de medio lado jugando entre sus dedos con el saco de monedas que cantaban ahora en la melodía que le parecía prometerle una vida menos miserable y decadente, escasa de todo capricho o necesidad más alla de la básica y existencial ¿le prometía acaso una mejor vida? Lo dudo unos instantes solo para comprender entonces el motivo por el cual no debía aceptar jamás tales cantidades de dinero, la facilidad con que podría ganarlo era abrumante y perturbadora demasiada debía aceptar.
Engullo un trozo más de queso para seguirle entonces sin reprochar, si sus sospechas eran ciertas no debía hacerle enojar y en tal caso que no lo fuesen era mejor siempre ser cortes que los anfitriones aunque no era el ningun noble y no estaba ahora en ninguna fiesta le parecía que la educación era lo único que le quedaba en esos instantes.
Intento no observar los cuadros mientras avanzaba, intento no sentirse observado por aquellos ojos pintados y no vivientes que parecían seguirle en su recorrido por aquella estancia y con la rapidez con que lo ubicaban parecían desnudar su alma, flagelar su cuerpo y exponer sus engaños y pensamientos, acomodo con disimulo el flequillo sobre su frente para resguardar aquel bien preciado que era su mente.
Se sentó en el sillón observando en derredor a la expectativa de lo que podría compartirle a continuación ni sin antes haberse permitido darle un rápido vistazo al panorama que se alzaba lejano tras el ventanal –tiene usted una bella casa doamna- susurro como si el simple hecho de decirlo lo volviese una peor persona.
-no, no lo necesito aunque agradezco su propuesta- mintió y bien sabia que sus ojos se esmeraban siempre en delatarlo asi que decidió no hacer contacto alguno con su interlocutora no por lo menos hasta que a sus orbes se les olvidase la pequeña y casi nula mentira que sus labios habían decidido pronunciar pues su cuerpo entero parecía haber sido creado para profesar falacias y sus ojos sin embargo lo expresaban todo y no expresaban nada, un baile místico y antiguo como el ying y el yang y tan viejo como el universo mismo.
-si…quizás algun día- susurro sonriendo de medio lado jugando entre sus dedos con el saco de monedas que cantaban ahora en la melodía que le parecía prometerle una vida menos miserable y decadente, escasa de todo capricho o necesidad más alla de la básica y existencial ¿le prometía acaso una mejor vida? Lo dudo unos instantes solo para comprender entonces el motivo por el cual no debía aceptar jamás tales cantidades de dinero, la facilidad con que podría ganarlo era abrumante y perturbadora demasiada debía aceptar.
Engullo un trozo más de queso para seguirle entonces sin reprochar, si sus sospechas eran ciertas no debía hacerle enojar y en tal caso que no lo fuesen era mejor siempre ser cortes que los anfitriones aunque no era el ningun noble y no estaba ahora en ninguna fiesta le parecía que la educación era lo único que le quedaba en esos instantes.
Intento no observar los cuadros mientras avanzaba, intento no sentirse observado por aquellos ojos pintados y no vivientes que parecían seguirle en su recorrido por aquella estancia y con la rapidez con que lo ubicaban parecían desnudar su alma, flagelar su cuerpo y exponer sus engaños y pensamientos, acomodo con disimulo el flequillo sobre su frente para resguardar aquel bien preciado que era su mente.
Se sentó en el sillón observando en derredor a la expectativa de lo que podría compartirle a continuación ni sin antes haberse permitido darle un rápido vistazo al panorama que se alzaba lejano tras el ventanal –tiene usted una bella casa doamna- susurro como si el simple hecho de decirlo lo volviese una peor persona.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
No digo nada sobre la casa, solo es algo donde puedo pasar el tiempo y regocijarme de una soledad absoluta. Muchos centurias caminando en esta alfombra, hablando con Kian sobre diferentes temas, creo que no es momento de pensar en este heaven, no es momento de pensar en Kian. Todos tienen un heaven aunque sea el mismo infierno. Las mentiras solo son parte del condimento de la vida, siempre hay cosas que se ocultan, y siempre habrán secretos. Siempre.
Lo miro un momento sentado en el sofá, luego me adelanto hacia donde está el banco junto al piano y la brisa de la laguna se filtra en el salón moviendo las cortinas y un poco mi cabello. Mis dedos crujen uno a uno y luego los pongo sobre la tapa del piano. Tiene mucho tiempo que no entro a esta sala y el piano me mira como una desconocida.
Deslizo las yemas de mis dedos, acariciando las clavijas como si me encontrara de nuevo con ellas, después de tantos años, despacio, acariciándolas, se sienten aterciopeladas, viejas. Trato de encontrar esa nota que aun existe, dulce y suave, dejando que los dedos actúen de forma maestra, y siguen sin pensar, son dueños de ellos mismos, cierro los ojos y me sumerjo en un mundo que solo es esa melodía. Los tonos suben y bajan de decibeles, como si fuese una posesión de esa ejecución llenando de música todas las paredes, fluye, junto con las emociones, emociones causadas por aquella melodía, los recuerdos se aglomeran en mi cabeza, llevándome a un bosque lejano, donde hay un piano, donde hay una cabaña, donde estoy en la ventana y luego entro sin permiso, donde hay una sombra que me observa, todo está oscuro. Toco esa melodía, incansablemente, sonrío porque en ese momento siento algo que tengo prohibido, y lo que está marchito en mi cuerpo palpita por unos instantes, tal vez fueron sus ojos, tal vez fueron sus sueños y los decibeles se fueron terminando, ese recuerdo se fue esfumando, poco a poco hasta desaparecer con la última nota.
Se termina, el viento sigue agitando la estancia y sigo mirando aquellas teclas de hueso y no digo nada, mi cabeza está llena de cosas y me pongo de pie dirigiéndome a la puerta. Me detengo un instante frente al sofá, con las manos en los bolsillos, con la espalda encorvada como si fuera un joven sencillo con ropas finas y ese maquillaje estupido de arlequín malhecho.
-Puede quedarse a dormir si lo desea, mañana temprano lo llevarán a su casa... yo...-no puedo, ni siquiera terminar de decir lo que tengo que decir...¿Qué demonios me pasa?...- ...
Lo miro un momento sentado en el sofá, luego me adelanto hacia donde está el banco junto al piano y la brisa de la laguna se filtra en el salón moviendo las cortinas y un poco mi cabello. Mis dedos crujen uno a uno y luego los pongo sobre la tapa del piano. Tiene mucho tiempo que no entro a esta sala y el piano me mira como una desconocida.
Deslizo las yemas de mis dedos, acariciando las clavijas como si me encontrara de nuevo con ellas, después de tantos años, despacio, acariciándolas, se sienten aterciopeladas, viejas. Trato de encontrar esa nota que aun existe, dulce y suave, dejando que los dedos actúen de forma maestra, y siguen sin pensar, son dueños de ellos mismos, cierro los ojos y me sumerjo en un mundo que solo es esa melodía. Los tonos suben y bajan de decibeles, como si fuese una posesión de esa ejecución llenando de música todas las paredes, fluye, junto con las emociones, emociones causadas por aquella melodía, los recuerdos se aglomeran en mi cabeza, llevándome a un bosque lejano, donde hay un piano, donde hay una cabaña, donde estoy en la ventana y luego entro sin permiso, donde hay una sombra que me observa, todo está oscuro. Toco esa melodía, incansablemente, sonrío porque en ese momento siento algo que tengo prohibido, y lo que está marchito en mi cuerpo palpita por unos instantes, tal vez fueron sus ojos, tal vez fueron sus sueños y los decibeles se fueron terminando, ese recuerdo se fue esfumando, poco a poco hasta desaparecer con la última nota.
Se termina, el viento sigue agitando la estancia y sigo mirando aquellas teclas de hueso y no digo nada, mi cabeza está llena de cosas y me pongo de pie dirigiéndome a la puerta. Me detengo un instante frente al sofá, con las manos en los bolsillos, con la espalda encorvada como si fuera un joven sencillo con ropas finas y ese maquillaje estupido de arlequín malhecho.
-Puede quedarse a dormir si lo desea, mañana temprano lo llevarán a su casa... yo...-no puedo, ni siquiera terminar de decir lo que tengo que decir...¿Qué demonios me pasa?...- ...
Dana Luminita- Vampiro Clase Alta
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Re: La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
Le observo mientras su cuerpo se movía liviano por la habitación como si de alguna extraña forma el aire que soplaba dentro de la estancia, el mismo que se colaba por el ventanal para refrescar el interior la estuviese moviendo con ligereza, se movía con el aire o por lo menos eso le parecía ver. Las melodías que como sonata comenzaron a emerger del amplio piano induraron la estancia en cuestión de segundos y en cada esquina parecía retumbar un recuerdo de antaño olvidado, voces sepultadas que por los años habían sido consumidas se dispersaban ahora como espectros invisibles, danzando y cantando al son del piano y cual bello instrumento le inspiro el más sincero aplomo.
Meneo la cabeza permitiendo a los sonido adentrarse en su cuerpo, haciendo vibrar desde adentro como una campana tañendo el ambiente, resonó en su interior una sonata no conocida hasta aquel instante y cuando la melodía seso y los fantasmas del pasado perecieron nuevamente en los siglos y la estancia se sumio en el silencio y el zumbar del viento la voz de la arlequín resonó para cuestionar lo impensable.
Se levanto del sillón negando aun con el rostro apacible –no debe preocuparse, puedo volver a mi casa hoy y de ser posible seria mejor- podría haber puesto de escusa que tenia un gato de nombre Lit que necesitaba sus cuidados y sin embargo mentir nunca habia sido su mejor don –mas le agradezco su amabilidad- implico su cuerpo en lo que aparentado ser una vaina no fue sino una muestra tangible de agradecimiento, más ahora asi como los recuerdos se habían esfumado debía el volver a lo que conocía.
-fue, por cierto, una interpretación magnifica- sonrio de medio lado invadido aun por el sentimiento que la sonata habia hecho crecer en su interior, algo que oscilaba entre la paz y la alegria, la melancolia y los pesares y que más sin embargo no resultaba ser nada de eso.
Meneo la cabeza permitiendo a los sonido adentrarse en su cuerpo, haciendo vibrar desde adentro como una campana tañendo el ambiente, resonó en su interior una sonata no conocida hasta aquel instante y cuando la melodía seso y los fantasmas del pasado perecieron nuevamente en los siglos y la estancia se sumio en el silencio y el zumbar del viento la voz de la arlequín resonó para cuestionar lo impensable.
Se levanto del sillón negando aun con el rostro apacible –no debe preocuparse, puedo volver a mi casa hoy y de ser posible seria mejor- podría haber puesto de escusa que tenia un gato de nombre Lit que necesitaba sus cuidados y sin embargo mentir nunca habia sido su mejor don –mas le agradezco su amabilidad- implico su cuerpo en lo que aparentado ser una vaina no fue sino una muestra tangible de agradecimiento, más ahora asi como los recuerdos se habían esfumado debía el volver a lo que conocía.
-fue, por cierto, una interpretación magnifica- sonrio de medio lado invadido aun por el sentimiento que la sonata habia hecho crecer en su interior, algo que oscilaba entre la paz y la alegria, la melancolia y los pesares y que más sin embargo no resultaba ser nada de eso.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: La revancha de los tomates asesinos (Anuar)
Mis hombros se encogen cansados, en pocos minutos caerá el amanecer. Y todo ese peso del letargo se cae en esa aurora matutina.
–Quiero pedirle algo antes de que se marche –le miro con curiosidad, esa curiosidad que no se refleja en mis ojos comúnmente –Tiene que prometerme que volverá... de ser posible... venir a pintar algo... –Se que miente y no me importa, es el humano del profesor y eso lo respeto- No fue nada... señor Dutuescu.
Tal vez suena surrealista, toda la amabilidad con un extraño, pero pocos humanos realmente me agradan, pocos dicen cosas que sean interesantes, no solo en los humanos, siempre hay algo que mueve al mundo y la búsqueda siempre es algo que nos hace ser otros y ahora, no entiendo que sucede, no entiendo los cambios que pasan.
-Puedo enseñarle a tocar, solo es cuestión que venga de visita... -Hago una pausa mientras le miro, puedo ver unos momentos esos ojos color miel que posee- Al menos podemos ser amigos ya que no quiso trabajar aquí... Es usted bienvenido. –saco una mano de mi bolsillo y la alargo hacia el, es blanquecina con uñas de cristal, fría. Tengo una leve sonrisa sobre ese maquillaje que poco a poco se desvanece y mi apariencia es más humana y enfermiza que la de un arlequín mal maquillado.
Después de ello, meto mi mano en el bolsillo y me adelanto nuevamente hacia los pasillos.Saco una ficha de mi bolsillo, es una ficha de de ajedrez, un alfil, es de hueso, se la doy- Si quiere encontrarme, solo debe pedirle a un cochero en la plaza de Paris que desea ir a la Arkadia. Cuando esté en el portón de aquí debe enseñar la ficha, no permita que se la quiten, no debe perderla.
Las doncellas estaban cerrando las ventanas y las cortinas de la casa y empezaban a encender unas luces ambarinas por todos lados, le doy la orden a Darian que desaparece corriendo y en pocos minutos está el carruaje en la entrada. Es un momento extraño, primera vez que despido un humano que no pruebo su elixir que palpita en su torrente, solo observo que se suba al carruaje y como disminuye este en el sendero de la salida, la luz del amanecer empieza a comer el panorama y los rayos del sol no amenazan todavía, pero falta poco, para que todo quede de un anaranjado brillante. Las puertas se cierran y un arlequín entra a su letargo.
–Quiero pedirle algo antes de que se marche –le miro con curiosidad, esa curiosidad que no se refleja en mis ojos comúnmente –Tiene que prometerme que volverá... de ser posible... venir a pintar algo... –Se que miente y no me importa, es el humano del profesor y eso lo respeto- No fue nada... señor Dutuescu.
Tal vez suena surrealista, toda la amabilidad con un extraño, pero pocos humanos realmente me agradan, pocos dicen cosas que sean interesantes, no solo en los humanos, siempre hay algo que mueve al mundo y la búsqueda siempre es algo que nos hace ser otros y ahora, no entiendo que sucede, no entiendo los cambios que pasan.
-Puedo enseñarle a tocar, solo es cuestión que venga de visita... -Hago una pausa mientras le miro, puedo ver unos momentos esos ojos color miel que posee- Al menos podemos ser amigos ya que no quiso trabajar aquí... Es usted bienvenido. –saco una mano de mi bolsillo y la alargo hacia el, es blanquecina con uñas de cristal, fría. Tengo una leve sonrisa sobre ese maquillaje que poco a poco se desvanece y mi apariencia es más humana y enfermiza que la de un arlequín mal maquillado.
Después de ello, meto mi mano en el bolsillo y me adelanto nuevamente hacia los pasillos.Saco una ficha de mi bolsillo, es una ficha de de ajedrez, un alfil, es de hueso, se la doy- Si quiere encontrarme, solo debe pedirle a un cochero en la plaza de Paris que desea ir a la Arkadia. Cuando esté en el portón de aquí debe enseñar la ficha, no permita que se la quiten, no debe perderla.
Las doncellas estaban cerrando las ventanas y las cortinas de la casa y empezaban a encender unas luces ambarinas por todos lados, le doy la orden a Darian que desaparece corriendo y en pocos minutos está el carruaje en la entrada. Es un momento extraño, primera vez que despido un humano que no pruebo su elixir que palpita en su torrente, solo observo que se suba al carruaje y como disminuye este en el sendero de la salida, la luz del amanecer empieza a comer el panorama y los rayos del sol no amenazan todavía, pero falta poco, para que todo quede de un anaranjado brillante. Las puertas se cierran y un arlequín entra a su letargo.
Dana Luminita- Vampiro Clase Alta
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