AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
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Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
¿Por qué, pues, debes tú, hijo mío, estar en un éxtasis con una extraña, o abrazar el seno de una extranjera?"
Proverbios 5:15-2
Siempre supe que el poder de la palabra era mucho más grande que el de un arma. Por eso a pesar del tiempo, la palabra de los profetas continuaba marcando la vida de las personas, por eso, alguien como yo debía medirlas y usarlas adecuadamente. Las palabras de Cyrille no fueron sabias como las de las sagradas escrituras, no hablaban de cosas profundas como Dios o el destino del mundo, hablaban de mi nariz.
Sin embargo habían hecho que mi estado de ánimo cambiara drásticamente en esos dos días que pasaron desde el momento en que nos vimos en Notredrame. No comprendía como esos comentarios banales podían hacer tal efecto en mi. Había estado sonriendo tontamente sin motivo alguno aparente, la gente inclusive que había ido a las eucaristías me había dicho que parecía un hombre muy feliz, que Cristo realmente otorgaba felicidad a los devotos fieles y entregados como yo. A Cyrille le gustaba mi nariz a pesar de que parecía ser lo peor de mi cara y eso bastaba para tenerme en ese estado anímico tan particular.
Llegué más temprano de lo acordado a la plaza, esa noche iríamos a visitar el burdel. Habíamos quedado a eso de las 9 pm, debido a que las cortesanas generalmente comenzaban su trabajo tarde en la noche, iba vestido con la sotana de seminarista y no la de párroco, de color negro en su totalidad de cuello alto y infinitos botones. Me gustaba ese tipo de sotana, cuando me la ponía me sentía elegante y respetable, aunque por dentro siguiera siendo un niño travieso. Un pájaro Dodo.
Traía conmigo un maletín de cuero donde cargaba la biblia, el rosario y otras cosas sagradas, también una bolsa de tela donde guardaba algunas donaciones que se recogían a diario en la iglesia, pensaba que podríamos darle un buen uso a ellas, esa noche le enseñaría muchas cosas a mi Querubín, cosas del mundo que sólo viviéndolas uno podía comprenderlas para tomar el camino correcto.
(( Ilustración de Lautrec, pintor Frances del siglo 19 de la corriente impresionista que muestra a las prostitutas en fila esperando a que el medico les revise los genitales para ver si tienen Sífilis o gonorrea))
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Habia pasado el dia entero pensando en lo que aquella noche iba a suceder, la almohada de plumas de ganso me pareció más incomoda de lo usual y el desayuno de la ayudante que habia contratado mi tío me supo insípido sobre el paladar y sin embargo le habia agradecido de buena fe que se esmerase tanto en su labor, la casa estaba ahora siempre limpia, el piano no guardaba polvo ni humedad y los jardines aunque no era el trabajo dela mujer, eran regados y podados para que las flores crecieran lindas y fuertes. A veces solia ayudarle, cuando el sol estaba bien alto y de las plantas parecían emerger risas y bailes de nenúfares, una obra peculiar y no por ello menos bella.
Aquel día en particular me habia cuestionado sobre el poco tiempo que solia yacer en ese lugar, encerrado no solo por las paredes sino por mi tío, me cuestiono si mi corazón tenia algo en contra de el. ¿Cómo pensar eso? Cuando por su bondad era que estaba en este lugar, de no haber sido por acceder a dejarme vivir con el ahora no estaría en París y no habría vuelto a ver a Laurent, me quitaba además un peso de encima al llevar el mismo las cuentas de los vinos y los tratos con compradores, debía sentirme agradecido y no enojado con su persona.
-regresare más tarde de lo usual- le habia dicho pero mi voz pareció ser muda pues en ningún momento me volteo a ver –buenas noches tio- susurre y sali de la casa vistiendo un alba larga y un extraño suéter caqui por encima, a diferencia de los sacerdotes y obispos nosotros los monaguillos no nos veíamos obligados a vestir de cual o tal forma y sin embargo habia preferido dejar en claro desde mi atuendo los motivos de aquella visita. No era yo un hombre que asistía para ser complacido iba por…porque a Laurent le parecía una buena idea.
Comence a caminar en dirección de la plaza en la cual habíamos dicho nos encontraríamos para partir a la aventura de aquella noche, observaba en suelo bajo sus pies mientras avanzaba cuestionándome a mi mismo si tenia el valor y la fuerza para enfrentar el pecado ¿era acaso que lo tenia? Mene la cabeza escuchando los lebreles en la lejanía y el revoloteo de unas palomas en los techos altos, escuche la sinfonía nocturna con atención para ver si en ella podría encontrar la respuesta a todas aquellas incógnitas que en los cielos no podría encontrar respuesta.
Legue al final al lugar del encuentro y le busque con la mirada, encontré demonios y arcángeles en el aire, pero no a el –Laurent…- llame en voz baja andando con rapidez al encontrar su figura entre la obscuridad –lamento llegar tarde- asevere observando las cosas que llevaba cargando y ofreciéndome con rapidez sujete la bolsa.
Aquel día en particular me habia cuestionado sobre el poco tiempo que solia yacer en ese lugar, encerrado no solo por las paredes sino por mi tío, me cuestiono si mi corazón tenia algo en contra de el. ¿Cómo pensar eso? Cuando por su bondad era que estaba en este lugar, de no haber sido por acceder a dejarme vivir con el ahora no estaría en París y no habría vuelto a ver a Laurent, me quitaba además un peso de encima al llevar el mismo las cuentas de los vinos y los tratos con compradores, debía sentirme agradecido y no enojado con su persona.
-regresare más tarde de lo usual- le habia dicho pero mi voz pareció ser muda pues en ningún momento me volteo a ver –buenas noches tio- susurre y sali de la casa vistiendo un alba larga y un extraño suéter caqui por encima, a diferencia de los sacerdotes y obispos nosotros los monaguillos no nos veíamos obligados a vestir de cual o tal forma y sin embargo habia preferido dejar en claro desde mi atuendo los motivos de aquella visita. No era yo un hombre que asistía para ser complacido iba por…porque a Laurent le parecía una buena idea.
Comence a caminar en dirección de la plaza en la cual habíamos dicho nos encontraríamos para partir a la aventura de aquella noche, observaba en suelo bajo sus pies mientras avanzaba cuestionándome a mi mismo si tenia el valor y la fuerza para enfrentar el pecado ¿era acaso que lo tenia? Mene la cabeza escuchando los lebreles en la lejanía y el revoloteo de unas palomas en los techos altos, escuche la sinfonía nocturna con atención para ver si en ella podría encontrar la respuesta a todas aquellas incógnitas que en los cielos no podría encontrar respuesta.
Legue al final al lugar del encuentro y le busque con la mirada, encontré demonios y arcángeles en el aire, pero no a el –Laurent…- llame en voz baja andando con rapidez al encontrar su figura entre la obscuridad –lamento llegar tarde- asevere observando las cosas que llevaba cargando y ofreciéndome con rapidez sujete la bolsa.
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/02/2011
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Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Sonreí ampliamente al verlo, yo era un hombre de sonrisas, siempre ofrecía una a quienes buscaban mi concejo, siempre creí que sonreír abría las puertas en la tierra y en el cielo. - Gracias - Exclamé cuando tomé la bolsa - No te preocupes, he sido yo quien ha llegado temprano - Le hice una seña para que me siguiera y comenzamos a bajar por una calle que durante el día se llenaba de puestos comerciales, el mercado de gitanos era fuerte en este sector, uno podía comprar casi de todo, desde pescado recién traído del puerto, hasta pócimas para el amor o antigüedades curiosas, ahora se encontraba más bien desolado conforme avanzaba la noche, uno a uno los comerciantes se iban retirando a sus aposentos.
- Eh traído algunas mantas, vestidos y zapatos que las damas de la alta sociedad, donan en la iglesia - Le expliqué señalando la bolsa que ahora me ayudaba a cargar - Muchas de estas mujeres son demasiado pobres y apenas ganan lo suficiente como para alimentar a sus familias con su trabajo en el burdel, así que no pueden darse el lujo de ir comprando muchas otras cosas-
Continuamos caminando y muy pronto arribamos a una enorme casa de varios pisos, más bien parecía un edificio, un grupo de hombres se arremolinaban en la puerta, unos fumaban afuera hablando y riendo con botellas de licor en sus manos, había un aviso que anunciaba una presentación para esa noche, probablemente un baile, pues ellas solían bailar y cantar para los caballeros. Me detuve antes de continuar y miré a Cyrille posando una de mis manos en sus hombros para darle palmaditas, yo ya había estado en ese tipo de lugares antes, pero para mi novicio sería un gran shock al ser su primera vez, volvía sonreír buscando darle algo de fuerza.
- Cuando entremos por esa puerta, el diablo te tentará, el pecado estará evidente y disponible para ti, quiero que abras tu mente a Jesús y confíes en su palabra, en su verdad, para que su fuerza y ejemplo te hagan invencible - Cerré los ojos mientras hablaba, usando aquellas palabras para mi mismo, me gustaba pensar que era un guerrero de la luz y que si llevaba a Dios en mi corazón, nada podría conmigo.
- Eh traído algunas mantas, vestidos y zapatos que las damas de la alta sociedad, donan en la iglesia - Le expliqué señalando la bolsa que ahora me ayudaba a cargar - Muchas de estas mujeres son demasiado pobres y apenas ganan lo suficiente como para alimentar a sus familias con su trabajo en el burdel, así que no pueden darse el lujo de ir comprando muchas otras cosas-
Continuamos caminando y muy pronto arribamos a una enorme casa de varios pisos, más bien parecía un edificio, un grupo de hombres se arremolinaban en la puerta, unos fumaban afuera hablando y riendo con botellas de licor en sus manos, había un aviso que anunciaba una presentación para esa noche, probablemente un baile, pues ellas solían bailar y cantar para los caballeros. Me detuve antes de continuar y miré a Cyrille posando una de mis manos en sus hombros para darle palmaditas, yo ya había estado en ese tipo de lugares antes, pero para mi novicio sería un gran shock al ser su primera vez, volvía sonreír buscando darle algo de fuerza.
- Cuando entremos por esa puerta, el diablo te tentará, el pecado estará evidente y disponible para ti, quiero que abras tu mente a Jesús y confíes en su palabra, en su verdad, para que su fuerza y ejemplo te hagan invencible - Cerré los ojos mientras hablaba, usando aquellas palabras para mi mismo, me gustaba pensar que era un guerrero de la luz y que si llevaba a Dios en mi corazón, nada podría conmigo.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Le seguí de cerca con la bolsa bien sujeta entre las manos y supuse que en sus palabras encontraría la verdad, desconocía de aquel mundo como un pez desconocería la tierra o como un pájaro de una jaula, desconocía el pecado así como desconocía también la fortaleza -¿se los vas a dar entonces?- como si la respuesta no fuese obvia me había atrevido a cuestionar e indagar aquello que sobresalía sin necesitar de yacer una pregunta bajo ella –que inteligente…-susurre, si a mi se me hubiese ocurrido quizás podría haber tomado algo de la ropa de mi madre que se guardaba aun en el ático.
-deja de sonreírme- le pedí esta vez aterrado ¿es que acaso encontraba algo de gracia en todo esto? ¿Es que no sabia que los demonios no me dejaban dormir y que me susurraban cosas entre sueños?...claro que no lo sabia porque no me atrevía a contárselo y entonces no podía recriminarle el desconocer –mi corazón esta siempre abierto para el y esperemos que su verdad guie mis pasos- inspire profundamente como si aquel fuese el ultimo respiro de aire puro que pudiese conseguir aquella noche, no sabia bien porque pero suponía que ahí dentro olería a sepulcro y necrópolis.
-¿estarás conmigo en todo momento verdad?- le observe y por un segundo me pareció que rompería en llanto, desvié la mirada aplacando aquella marejada que se alzaba en mi pecho prominente, debía dejar de ser un niño y volverme un adulto, debía dejar de solo ver para comenzar a actuar, si alguna vez desde y si en verdad mi corazón añoraba aquella vida ese momento seria crucial, sobreponerme a la tentación de la carne y los excesos, el alcohol, de vinos sabia bastante y seria mentir decir que no era yo un excelente catador, gustaba degustando aquellos borbotes que más que algún liquido parecían un elixir. Y sin embargo ese no era el punto.
Alce la mirada para comprobar lo alto de aquel edificio y los hombres que entorno a la puerta olían a humo, alcohol y algo más. Una invitación alcance a leer sobre la entrada ¡Santa Madre de Dios! Yo no iba a ver como las mujeres bailaban con sus piernas, pechos y vientres al descubierto y Dios no me dejaba mentir al decir que estos ojos diminutos no han visto jamás un cuerpo de mujer al descubierto, nada más allá de pinturas y anatomía.
-no me vayas a dejar solo- le rogué aguardando a que me guiase al interior, por propia convicción seguramente pasaríamos el resto de la noche ahí afuera.
-deja de sonreírme- le pedí esta vez aterrado ¿es que acaso encontraba algo de gracia en todo esto? ¿Es que no sabia que los demonios no me dejaban dormir y que me susurraban cosas entre sueños?...claro que no lo sabia porque no me atrevía a contárselo y entonces no podía recriminarle el desconocer –mi corazón esta siempre abierto para el y esperemos que su verdad guie mis pasos- inspire profundamente como si aquel fuese el ultimo respiro de aire puro que pudiese conseguir aquella noche, no sabia bien porque pero suponía que ahí dentro olería a sepulcro y necrópolis.
-¿estarás conmigo en todo momento verdad?- le observe y por un segundo me pareció que rompería en llanto, desvié la mirada aplacando aquella marejada que se alzaba en mi pecho prominente, debía dejar de ser un niño y volverme un adulto, debía dejar de solo ver para comenzar a actuar, si alguna vez desde y si en verdad mi corazón añoraba aquella vida ese momento seria crucial, sobreponerme a la tentación de la carne y los excesos, el alcohol, de vinos sabia bastante y seria mentir decir que no era yo un excelente catador, gustaba degustando aquellos borbotes que más que algún liquido parecían un elixir. Y sin embargo ese no era el punto.
Alce la mirada para comprobar lo alto de aquel edificio y los hombres que entorno a la puerta olían a humo, alcohol y algo más. Una invitación alcance a leer sobre la entrada ¡Santa Madre de Dios! Yo no iba a ver como las mujeres bailaban con sus piernas, pechos y vientres al descubierto y Dios no me dejaba mentir al decir que estos ojos diminutos no han visto jamás un cuerpo de mujer al descubierto, nada más allá de pinturas y anatomía.
-no me vayas a dejar solo- le rogué aguardando a que me guiase al interior, por propia convicción seguramente pasaríamos el resto de la noche ahí afuera.
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/02/2011
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Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Noté la perturbación en mi compañero, realmente entrar a ese lugar le generaba un gran temor, y suponía que estaba infundado debido a la alta posibilidad de caer en la tentación, un cuerpo de una mujer semidesnudo era algo perturbador cuando se veía por primera vez y el cuerpo se manifestaba sin que uno pudiese controlarlo debidamente. Temía que mi joven novicio no pudiese aguantar esa presión.
- Estaré contigo todo el tiempo - Le respondí y como una sonrisa iba a aflorar de nuevo de mi boca, hice una mueca para hacerla desaparecer - Perdón... no volveré a hacerlo si te molesta - Comenté y entonces decidí que era el momento. Aspiré fuertemente y le tomé por el brazo, conduciéndole conmigo. Los hombres al rededor de la puerta nos miraron de arriba abajo, debíamos parecer un par de escarabajos nadando en un plato de leche, quiero decir, sobresalíamos tanto como lo harían los bichitos. Conocía esas miradas, las habían puesto sobre mi muchas personas - No dejes que te intimiden - Le susurré a Cyrille cuando ya entrabamos en el burdel.
Atravesamos la puerta principal y todo se hizo más oscuro, pronto una luz rojiza y naranjada iluminó la estancia llena de mesas en donde se sentaban los caballeros y se pudo entrever en el centro una gran pista, no había nadie allí aún, pero la animada charla de los caballeros suponía que el espectáculo estaba pronto a comenzar, busqué con la mirada un lugar libre y lo fui a encontrar no muy lejos de la tarima, halé a Cyrille por la manga y le conduje conmigo hasta allí.
- Podemos sentarnos un rato aquí... las mujeres, pronto vendrán a buscarnos - Le expliqué y de inmediato tuve que aclarar - No es que vallamos a aceptar el servicio, lo que quiero es que veas todo el contexto primero, observes el espectáculo, lo que ellas hacen y dicen para seducir a los hombres y como estos reaccionan - Me senté en uno de los dos asientos y coloqué el maletín que traía conmigo al lado de la silla - Puedes escoger alguna, al final del show, iremos a buscarlas a los camerinos, entonces les daremos el mensaje del Dios -
- Estaré contigo todo el tiempo - Le respondí y como una sonrisa iba a aflorar de nuevo de mi boca, hice una mueca para hacerla desaparecer - Perdón... no volveré a hacerlo si te molesta - Comenté y entonces decidí que era el momento. Aspiré fuertemente y le tomé por el brazo, conduciéndole conmigo. Los hombres al rededor de la puerta nos miraron de arriba abajo, debíamos parecer un par de escarabajos nadando en un plato de leche, quiero decir, sobresalíamos tanto como lo harían los bichitos. Conocía esas miradas, las habían puesto sobre mi muchas personas - No dejes que te intimiden - Le susurré a Cyrille cuando ya entrabamos en el burdel.
Atravesamos la puerta principal y todo se hizo más oscuro, pronto una luz rojiza y naranjada iluminó la estancia llena de mesas en donde se sentaban los caballeros y se pudo entrever en el centro una gran pista, no había nadie allí aún, pero la animada charla de los caballeros suponía que el espectáculo estaba pronto a comenzar, busqué con la mirada un lugar libre y lo fui a encontrar no muy lejos de la tarima, halé a Cyrille por la manga y le conduje conmigo hasta allí.
- Podemos sentarnos un rato aquí... las mujeres, pronto vendrán a buscarnos - Le expliqué y de inmediato tuve que aclarar - No es que vallamos a aceptar el servicio, lo que quiero es que veas todo el contexto primero, observes el espectáculo, lo que ellas hacen y dicen para seducir a los hombres y como estos reaccionan - Me senté en uno de los dos asientos y coloqué el maletín que traía conmigo al lado de la silla - Puedes escoger alguna, al final del show, iremos a buscarlas a los camerinos, entonces les daremos el mensaje del Dios -
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Localización : El orfanato
Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Permití a mi cuerpo guiarlo observando el lugar con atención aunque sentía como mis ojos deseaba salir corriendo de mi rostro para perderse en algun callejón y no tener que presenciar tan decadente y ruin acto de pecado humano, egoísmo y necesidad…si, también olia en el aire algo de necesidad -¿Quiénes?- le cuestiono observando en derredor ¿hablaba de las mujeres o de los hombres que con oscos movimientos nos observaban? Si era de los segundos no tenia porque preocuparse estaba acostumbrado a ser visto de aquella forma diariamente ¿cómo si no la gente mira a quien entre leprosos y ciegos anda? Más si se refería a las mujeres habría que tener basto más cuidado al respecto.
Yo no quería que nadie me viniera a buscar, yo no quería ver a nadie, yo no quería escoger a ninguna –claro- susurre tomando asiento con las piernas temblándome nerviosamente sobre el suelo e intentado cesar el movimiento coloque mis manos sobre ellas oprimiéndolas -¿vas a confesarlas?- y de pronto temi que su respuesta fuese si porque ajeno a lo que ambos pudiésemos desear y a lo que yo más temia en una confesión no debía participar sino solo la persona pecadora y el sacerdote en ese caso la mujer y Laurent ¿Dónde quedaba entonces yo? En cualquier otro cuarto solo…solo con los demonios.
-¿ninguna se va a quitar toda la ropa cierto? No seria correcto entonces verlas- verlas, verlas y ya no era correcto, verlas sin ropa lo era aun menos, verlas para predicar entonces la palabra de Dios…eso era una excusa fingiría observar seguramente no se daría cuenta si veía o no, aunque eso seria mentir y mentir jamás estaba bien. Mene la cabeza ofuscado.
-¿Cuántas veces ya has venido?- necesitaba saber la cifra ¿y si me decía que una? Una no era tiempo suficiente para conocer las maniobras de aquellas mujeres, como si fuesen en verdad maquinas de seducción masiva. No encontraba el pecado en un amor sincero, era asi como se procreaba la descendencia, Dios asi lo habia deseado ¿y que amor habia en aquel acto? Tanto amor como unos francos pudiesen otorgar.
Yo no quería que nadie me viniera a buscar, yo no quería ver a nadie, yo no quería escoger a ninguna –claro- susurre tomando asiento con las piernas temblándome nerviosamente sobre el suelo e intentado cesar el movimiento coloque mis manos sobre ellas oprimiéndolas -¿vas a confesarlas?- y de pronto temi que su respuesta fuese si porque ajeno a lo que ambos pudiésemos desear y a lo que yo más temia en una confesión no debía participar sino solo la persona pecadora y el sacerdote en ese caso la mujer y Laurent ¿Dónde quedaba entonces yo? En cualquier otro cuarto solo…solo con los demonios.
-¿ninguna se va a quitar toda la ropa cierto? No seria correcto entonces verlas- verlas, verlas y ya no era correcto, verlas sin ropa lo era aun menos, verlas para predicar entonces la palabra de Dios…eso era una excusa fingiría observar seguramente no se daría cuenta si veía o no, aunque eso seria mentir y mentir jamás estaba bien. Mene la cabeza ofuscado.
-¿Cuántas veces ya has venido?- necesitaba saber la cifra ¿y si me decía que una? Una no era tiempo suficiente para conocer las maniobras de aquellas mujeres, como si fuesen en verdad maquinas de seducción masiva. No encontraba el pecado en un amor sincero, era asi como se procreaba la descendencia, Dios asi lo habia deseado ¿y que amor habia en aquel acto? Tanto amor como unos francos pudiesen otorgar.
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
- No... pienso confesarlas - Le respondí - No...quiero dejarte solo... la verdad es que no quiero quedarme solo yo tampoco - No quería que viera en mi algo de debilidad, se suponía que el ejemplo a seguir en ese momento era yo, pero tenía que aceptar que no quería quedarme solo en un lugar como ese, sobre todo cuando era mi primera vez.
- No estoy seguro... espero que no se la quiten toda... por lo menos no en el show, supongo que si pides un servicio privado, entonces se desnudarán por completo - Comenté, suponía, sólo suponía, esa era mi primera vez en ese Burdel, llevaba mucho tiempo fuera de Paris, la pregunta sobre cuantas veces llegó en el momento justo, no podía mentirle, no precisamente a él - La verdad es que es mi primera vez...en este burdel -
Estiré mis piernas, porque comenzaba a sentirlas rígidas, creo que estaba apretando mucho los músculos y sentía todo el cuerpo tensionado gracias a ello - Viaje por diferentes pueblos durante dos años, principalmente pueblos de España y Francia, en los pueblos pequeños no hay burdeles, pero si existen las prostitutas, ellas trabajan en las calles y están expuestas a todo tipo de peligros, su vida es bastante triste - Le expliqué, ahora que lo pensaba, las mujeres en ese burdel parecían tener un nivel económico decente, quizás me había equivocado al traerles esas donaciones.
De repente los aplausos de los hombres se escucharon rezonando en todo el lugar y varias mujeres de voluptusos cuerpos y miradas de serpiente, caminaron por el escenario con largos bestidos, desde lejos no podías notar algo diferente a los vestidos de las damas en las calles Parisinas, pero si te fijabas bien, los vestidos tenían aberturas a los lados y cuando la música comenzo y las mujeres empezaron su danza, las piernas quedaron al descubierto cuando las alzaban al ritmo del can can.
Las mujeres llevaban sombreros con penachos de plumas y coloridos vestidos con cintas y encajes. A mi se me parecìan como enormes pajarracos de colores danzando con movimientos de serpiente, intentando llevarme al mundo de lo prohibido, pero no me permitirìa caer, aùn cuando no estuviese acostumbrado a ver ese tipo de cosas, de hecho nunca había visto una mujer desnuda, las prostitutas que yo habìa confesado y aconsejado en las calles me habían tratado con respeto por mi oficio y ninguna había intentado sobre pasarse conmigo.
- No estoy seguro... espero que no se la quiten toda... por lo menos no en el show, supongo que si pides un servicio privado, entonces se desnudarán por completo - Comenté, suponía, sólo suponía, esa era mi primera vez en ese Burdel, llevaba mucho tiempo fuera de Paris, la pregunta sobre cuantas veces llegó en el momento justo, no podía mentirle, no precisamente a él - La verdad es que es mi primera vez...en este burdel -
Estiré mis piernas, porque comenzaba a sentirlas rígidas, creo que estaba apretando mucho los músculos y sentía todo el cuerpo tensionado gracias a ello - Viaje por diferentes pueblos durante dos años, principalmente pueblos de España y Francia, en los pueblos pequeños no hay burdeles, pero si existen las prostitutas, ellas trabajan en las calles y están expuestas a todo tipo de peligros, su vida es bastante triste - Le expliqué, ahora que lo pensaba, las mujeres en ese burdel parecían tener un nivel económico decente, quizás me había equivocado al traerles esas donaciones.
De repente los aplausos de los hombres se escucharon rezonando en todo el lugar y varias mujeres de voluptusos cuerpos y miradas de serpiente, caminaron por el escenario con largos bestidos, desde lejos no podías notar algo diferente a los vestidos de las damas en las calles Parisinas, pero si te fijabas bien, los vestidos tenían aberturas a los lados y cuando la música comenzo y las mujeres empezaron su danza, las piernas quedaron al descubierto cuando las alzaban al ritmo del can can.
Las mujeres llevaban sombreros con penachos de plumas y coloridos vestidos con cintas y encajes. A mi se me parecìan como enormes pajarracos de colores danzando con movimientos de serpiente, intentando llevarme al mundo de lo prohibido, pero no me permitirìa caer, aùn cuando no estuviese acostumbrado a ver ese tipo de cosas, de hecho nunca había visto una mujer desnuda, las prostitutas que yo habìa confesado y aconsejado en las calles me habían tratado con respeto por mi oficio y ninguna había intentado sobre pasarse conmigo.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Me sentí feliz de saber que no era el único con temores en ese lugar aunque Laurent lucia mucho mas calmo que yo, como si en su sapiencia lograse comprender lo que a mi corta edad, y por corta me refiero siempre a escasos dos años, se me habia sido negado y alejado –entonces solos venimos a hablarles…eso es mejor- asevere en voz bajas, sus palabras por lo menos me aseguraban que no tendría que preocuparme por quedarme solo en una habitación diminuta con una decena de aquellas mujeres que de puritanas no llevaban ni el nombre…aunque no sabia aun sus nombres.
Por poco y no le lanzo tal injurio que debería después lavarme la boca con jabón y rezar mil padres nuestros, en su demencia se le había ocurrido que traerme en su primera vez seria una buena idea, Laurent y sus ideas disparatadas. Confiaba en el como en más nadie podía confiar y la jerarquía religiosa me dejaba varios peldaños mas abajo que el de modo que insultarlo, ofenderlo o denigrarlo no era aceptado de ninguna manera –sera entonces toda una experiencia para los dos- intente animarme, intente ver el lado positivo de aquel hecho y la verdad era que si una sonrisa surcaba mis labios no era sino para contener el llanto.
-¡Ave Maria purísima!- exclame llevándome ambas manos al rostro aunque seguramente con una bastaba para cubrirme los ojos. Que baile mas endemoniado era aquel aunque el color de sus trajes era bastante agradable, me recordaban a aquellos canarios que tenia esta amiga de madre, una mujer bien alta y esbelta a la cual le encantaba escuchar todo ruido que no fuese humano, en su casa tenia loros, gansos, patos y en general cualquier animal que pudiese graznar, maullar o emitir algún sonido parecido y estaban ahí encerradas en los barrotes de la miseria.
Entreabrí los parpados observando a través de mis dedos y en seguido me entusiasme, quizás el baile no era tan malo, quizás habia que verlo con ojos de músico y no de pecador aunque la música que llevaban, no estaba del todo entonada –esa- susurre fijándome entonces en la mujer más joven de todas, con sendos tacones que llevaba seguramente me sacaría varios centímetros más en sus ojos yacía aun la juventud y quizás habia sido eso lo que me motivo a elegirla, no elegirla como si fuera un objeto sino como un encuentro, que cosas piensa uno cuando los nervios le quiebran.
Sus cabellos como de canela iban sujetos en una coleta que a su vez se desfiguraba en un rodete, sus ojos de avellana observaban y yo los observaba a ellos, su cuerpo…me limite a no observar su cuerpo -¿crees que nos quieran escuchar?-
Por poco y no le lanzo tal injurio que debería después lavarme la boca con jabón y rezar mil padres nuestros, en su demencia se le había ocurrido que traerme en su primera vez seria una buena idea, Laurent y sus ideas disparatadas. Confiaba en el como en más nadie podía confiar y la jerarquía religiosa me dejaba varios peldaños mas abajo que el de modo que insultarlo, ofenderlo o denigrarlo no era aceptado de ninguna manera –sera entonces toda una experiencia para los dos- intente animarme, intente ver el lado positivo de aquel hecho y la verdad era que si una sonrisa surcaba mis labios no era sino para contener el llanto.
-¡Ave Maria purísima!- exclame llevándome ambas manos al rostro aunque seguramente con una bastaba para cubrirme los ojos. Que baile mas endemoniado era aquel aunque el color de sus trajes era bastante agradable, me recordaban a aquellos canarios que tenia esta amiga de madre, una mujer bien alta y esbelta a la cual le encantaba escuchar todo ruido que no fuese humano, en su casa tenia loros, gansos, patos y en general cualquier animal que pudiese graznar, maullar o emitir algún sonido parecido y estaban ahí encerradas en los barrotes de la miseria.
Entreabrí los parpados observando a través de mis dedos y en seguido me entusiasme, quizás el baile no era tan malo, quizás habia que verlo con ojos de músico y no de pecador aunque la música que llevaban, no estaba del todo entonada –esa- susurre fijándome entonces en la mujer más joven de todas, con sendos tacones que llevaba seguramente me sacaría varios centímetros más en sus ojos yacía aun la juventud y quizás habia sido eso lo que me motivo a elegirla, no elegirla como si fuera un objeto sino como un encuentro, que cosas piensa uno cuando los nervios le quiebran.
Sus cabellos como de canela iban sujetos en una coleta que a su vez se desfiguraba en un rodete, sus ojos de avellana observaban y yo los observaba a ellos, su cuerpo…me limite a no observar su cuerpo -¿crees que nos quieran escuchar?-
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
https://www.youtube.com/watch?v=lK0gYi1YEZ8
Can Can de Offenbach.
- Si... sólo les hablaremos, no hemos venido aquí en calidad de Clientes... sería terrible pagar por sexo como si ellas fueran objetos comerciales en vez de seres humanos - Comenté cuando mi compañero dijo que sólo veníamos a hablar - Ya he hablado con cortesanas antes, aunque como te decía, no en la ciudad, esta es mi primera vez en Paris, llevaba quizás alrededor de unos 10 años sin volver- Recordaba haber entrado en la Abadía a muy temprana edad, cuando mis padres desesperados por tener nada para darme de comer, me enviaron allí a que probara suerte.
Alcé el rostro sobresaltado por el grito de Cyrille más que por lo que sucedía en la tarima, reprimí el impulso de taparme los ojos, allí estaba el pecado frente a mi y yo debía tener la fuerza para observarlo desde lejos sin caer en él. Observé entonces a las mujeres y en vez de fijar mis ojos en sus piernas descubiertas o sus escotes, comencé a pensar, como sería la vida tras el camerino de cada una de ellas. ¿Tendrían hijos? Si, era probable que alguna hubiese quedado preñada en el oficio, aquellas criaturas terminarían en el orfanato o se convertirían en futuros delincuentes al no tener una autoridad paterna en casa. El circulo vicioso no terminaba nunca.
- ¿T..te ha gustado esa? - Pregunté un tanto contrariado, pero entonces recordé que yo mismo le pedí que escogiera a una, para luego intentar llevar el mensaje de Dios, suspiré, esa noche guardaba demasiadas sorpresas y comenzaba a perder el control de las cosas. - No se si quieran escuchar... pero eso es lo de menos, somos guerreros de la luz, debemos predicar así nuestra palabra traspase los oídos de los otros -
La música continuó, extravagante, eufórica y alegre, así era el can can, los hombres gritaban, aplaudían y la energía que se sentía de repente en el lugar te envolvía y seducía como una enorme mano invisible que lo abarcaba todo, las mujeres agitaban sus vestidos y penachos, convirtiendo el escenario en un remolino de colores cítricos y dulzones. Con sonrisas pícaras y miradas coquetas miraban a su público y en algunas ocasiones se acercaban hasta el borde para tomar las menos de ellos y luego alejarse, provocándoles.
- Cyrille - Susurré y me incliné un poco hacía él hasta que mis labios estuvieron cercanos a su oído, en ese momento no pensé en lo incómodo que podría ser que me acercara tanto a él, pero el ruido del lugar no me dejaba escuchar mis propias palabras - ¿Quien crees tu es más pecador? ¿Las mujeres que cada noche entregan su cuerpo al mejor postor? ¿O los hombres que noche a noche vienen aquí en busca de placer aún cuando tienen a una dama esperándoles en casa? -
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
-¿crees que si le de el dinero que traigo a una de ellas no necesite trabajar hoy?...quizás asi pueda volver temprano a su casa hoy y descansar o tejer…o lo que sea que hacen las mujeres- susurre pensándolo animadamente, quizás me estaba equivocando al creer que mi vocación se encontraba dentro de una iglesia, adoraba la palabra del señor y al escucharla mi corazón se regocijaba de júbilo y me sentía una persona nueva y mejor pero aquella felicidad no era siquiera comparable a la que me embargaba cuando ayudaba a alguien más, cuando sus ojos centellaban y sus labios se crispaban deformándoles en una sonrisa que lucia perfecta ante mis ojos y seguramente también ante los del Señor, era entonces que comprendía mi razón de existir, en todo amar y servir, nunca mejor dicho que en labios de San Ignacio de Loyola recordaba aun cuando en mi infancia habia soñado con visitar aquellas tierras que su compañía habia ido para evangelizar, habían educado a indios e impuros y les habían inducido en el buen camino, habia soñado con ser uno de ellos más eso habia quedado extinto en el tiempo ahora me encontraba en París, en un burdel, con un amigo.
-no me veo a mi mismo como un guerrero…más bien un mensajero- y lamentablemente no iba armado nisiquiera llevaba defensa para sobrellevar el ataque del enemigo, solo mi palabra y la palabra de alguien más a la cual me entregaba fervientemente en la batalla contra aquello que se llama pecado, si Dios estaba conmigo nadie podría contra mi.
Lo pensé unos instantes torciendo los labios en todas direcciones –toda persona es pecadora…y todo pecador merece el mismo perdón si en su alma encuentra el ferviente deseo de ser perdonado…- suspire ampliamente –pero si tuviese que contestar supongo que ellos porque…las mujeres que están aquí seguramente lo están por necesidad ¿cierto? Sino ¿Qué clase de persona y mujer seria capaz de entregarse al pecado por placer de una forma tan estrafalaria? – me gustaba entonces creer que eran…éramos los hombres los responsables de aquella cuna de males y deshonras y eran las mujeres siempre tan sumisas y obedientes, tan frágiles y convincentes quienes terminaban pagan los malos tratos -¿tu que opinas?- le cuestione, finalmente, mirándole con intriga debía escuchar a quien se volveria mi maestro en el tiempo venidero, o por lo menos eso esperaba.
-no me veo a mi mismo como un guerrero…más bien un mensajero- y lamentablemente no iba armado nisiquiera llevaba defensa para sobrellevar el ataque del enemigo, solo mi palabra y la palabra de alguien más a la cual me entregaba fervientemente en la batalla contra aquello que se llama pecado, si Dios estaba conmigo nadie podría contra mi.
Lo pensé unos instantes torciendo los labios en todas direcciones –toda persona es pecadora…y todo pecador merece el mismo perdón si en su alma encuentra el ferviente deseo de ser perdonado…- suspire ampliamente –pero si tuviese que contestar supongo que ellos porque…las mujeres que están aquí seguramente lo están por necesidad ¿cierto? Sino ¿Qué clase de persona y mujer seria capaz de entregarse al pecado por placer de una forma tan estrafalaria? – me gustaba entonces creer que eran…éramos los hombres los responsables de aquella cuna de males y deshonras y eran las mujeres siempre tan sumisas y obedientes, tan frágiles y convincentes quienes terminaban pagan los malos tratos -¿tu que opinas?- le cuestione, finalmente, mirándole con intriga debía escuchar a quien se volveria mi maestro en el tiempo venidero, o por lo menos eso esperaba.
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Me quedé pensando en su pregunta y busqué en mis experiencias algo con lo cual sustentar las respuesta, a mi también se me había ocurrido antes, en mis viajes cuando traté con prostitutas y ladrones, aunque el dinero parecía ser la solución, el problema era de mentalidad e iba mucho más allá de eso.
- Probablemente, pero de todas maneras volverá mañana - Le respondí y giré mi rostro hacía él, ignorando ahora por completo a las mujeres que danzaban en la tarima, de repente mi querubín era mucho más hermoso - Como dice la cita bíblica, es mejor enseñar a pescar que regalar el pescado - Le expliqué fijando mis ojos chocolatosos en él - Si les das el dinero no servirá de nada, lo que necesitamos es un cambio de actitud, que exista una reflexión, además también se deben proponer soluciones alternas, por ejemplo muchas de estas mujeres no saben hacer otra cosa, así que no podrían sobrevivir en las calles de todas maneras y terminan aquí por no tener otra salida, hay que enseñarles un oficio, mostrarles que existen otras posibilidades -
Escuché con entusiasmo y mi rostro debió reflejar ese interés que sentía por la opinión de Cyrille al respecto, porque en esos instantes el bullicio del can can quedó relegado a segundo plano e inclusive pareció lejano mientras yo me perdía en sus palabras.
- Nunca he estado con una mujer... así que no se los placeres que ofrecen, sin embargo, pienso que el pecado no es el hecho como tal, estos hombres deberían estar en casa complaciendo a sus esposas, amándolas y respetándolas como juraron ante la iglesia en sus votos de matrimonio - Comenté con expresión seria - Y los que aún son solteros, deberían estar gastando su dinero en actividades más productivas para ellos mismos y para la sociedad, este tipo de diversión en donde se pisotea la dignidad de otras personas es simplemente inaceptable - Concluí, no estaba de acuerdo, de la misma manera con la que repudiaba la idea de la esclavitud de los Afrodecendientes o la discriminación a los Gitanos.
- Todos somos al final, hijos de Dios y él en su infinita misericordia, nos ama a todos por igual, y como todos somos una parte de la creación, debemos contribuir a ese equilibrio - Le expliqué, ahora mis manos estaban entrelazadas y la seguridad había vuelto a mi, como si todo ese mundo sucio y lujurioso en el que me encontraba, no pudiera penetrar en mi carne, Jesús estaba en mi corazón, nada podría contra mi. Y nadie podría tan poco tocar a mi monaguillo, yo le defendería y cobijaría en mi fe.
- Probablemente, pero de todas maneras volverá mañana - Le respondí y giré mi rostro hacía él, ignorando ahora por completo a las mujeres que danzaban en la tarima, de repente mi querubín era mucho más hermoso - Como dice la cita bíblica, es mejor enseñar a pescar que regalar el pescado - Le expliqué fijando mis ojos chocolatosos en él - Si les das el dinero no servirá de nada, lo que necesitamos es un cambio de actitud, que exista una reflexión, además también se deben proponer soluciones alternas, por ejemplo muchas de estas mujeres no saben hacer otra cosa, así que no podrían sobrevivir en las calles de todas maneras y terminan aquí por no tener otra salida, hay que enseñarles un oficio, mostrarles que existen otras posibilidades -
Escuché con entusiasmo y mi rostro debió reflejar ese interés que sentía por la opinión de Cyrille al respecto, porque en esos instantes el bullicio del can can quedó relegado a segundo plano e inclusive pareció lejano mientras yo me perdía en sus palabras.
- Nunca he estado con una mujer... así que no se los placeres que ofrecen, sin embargo, pienso que el pecado no es el hecho como tal, estos hombres deberían estar en casa complaciendo a sus esposas, amándolas y respetándolas como juraron ante la iglesia en sus votos de matrimonio - Comenté con expresión seria - Y los que aún son solteros, deberían estar gastando su dinero en actividades más productivas para ellos mismos y para la sociedad, este tipo de diversión en donde se pisotea la dignidad de otras personas es simplemente inaceptable - Concluí, no estaba de acuerdo, de la misma manera con la que repudiaba la idea de la esclavitud de los Afrodecendientes o la discriminación a los Gitanos.
- Todos somos al final, hijos de Dios y él en su infinita misericordia, nos ama a todos por igual, y como todos somos una parte de la creación, debemos contribuir a ese equilibrio - Le expliqué, ahora mis manos estaban entrelazadas y la seguridad había vuelto a mi, como si todo ese mundo sucio y lujurioso en el que me encontraba, no pudiera penetrar en mi carne, Jesús estaba en mi corazón, nada podría contra mi. Y nadie podría tan poco tocar a mi monaguillo, yo le defendería y cobijaría en mi fe.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
¿Qué sabia hacer yo que pudiera ayudarles a esas mujeres? Aparte de cocer y limpiar no había muchas más cosas útiles que mis manos conocieran. Sabia tocar el piano pero suponía que eso no era un conocimiento útil para ellas –deberíamos entonces hablarles al respecto ¿no crees? Quizás estén dispuestas a dejarnos enseñarles o dejar que alguien más les enseñe a zurcir o de alfarería, podrían ser enfermeras o panaderas- lo pensé unos instantes y la idea me maravillo verlas allá afuera en las calles como personas normales, y noesque ahora no lo fuesen pero no lograba imaginarlas con vestidos largos y cubiertos, con cestas en las manos y niños rondando sus piernas cuando las manos de los oscos hombres eran las únicas que tocaban aquella zona.
-claro…por eso es que estamos aquí- asevere asintiendo con entusiasmo, la incertidumbre y el temor a lo desconocido que se habia asido en mi interior habia decidido ceder ante la alegría de ayudar al prójimo y en aquel caso a las almas en pena que escondidas tras vestidos coloridos y penachos pretendían mostrar un camino que por sino llevaba el abismo y por nombre pretendían darle el cielo, alguna vez habia escuchado y no esque fuese una persona chismosa más incluso en la abadia algunos hombres se mostraban reacios a olvidar los placeres de la carne, recordé entonces a este joven Maximilian…Maximilian algo, tenia yo algunos años en aquel lugar cuando el habia llegado un joven alto y de hombros anchos, sus cabellos me recordaron en aquel instante al mandil que Teva solía llevar amarrado a su regazo, a veces creía que era blanco, no duro mucho en el lugar pues su vocación no estaba ahí y había escuchado que al llegar se había jactado de toda clase de encuentros carnales aunque jamás me atreví a cuestionar al respecto.
-eres increíble Laurent- asevere sonriendo de hito en hito y aunque no quise o quizás no lo pensé habia inclinado mi cuerpo hasta casi tocar sus rodillas en una especie de vaina formal aunque lo que intentaba era mostrarle el respeto que sentía por el ¿y la música? seguia ahi pero era ahora lejana, como un eco al otro lado del mundo.
-claro…por eso es que estamos aquí- asevere asintiendo con entusiasmo, la incertidumbre y el temor a lo desconocido que se habia asido en mi interior habia decidido ceder ante la alegría de ayudar al prójimo y en aquel caso a las almas en pena que escondidas tras vestidos coloridos y penachos pretendían mostrar un camino que por sino llevaba el abismo y por nombre pretendían darle el cielo, alguna vez habia escuchado y no esque fuese una persona chismosa más incluso en la abadia algunos hombres se mostraban reacios a olvidar los placeres de la carne, recordé entonces a este joven Maximilian…Maximilian algo, tenia yo algunos años en aquel lugar cuando el habia llegado un joven alto y de hombros anchos, sus cabellos me recordaron en aquel instante al mandil que Teva solía llevar amarrado a su regazo, a veces creía que era blanco, no duro mucho en el lugar pues su vocación no estaba ahí y había escuchado que al llegar se había jactado de toda clase de encuentros carnales aunque jamás me atreví a cuestionar al respecto.
-eres increíble Laurent- asevere sonriendo de hito en hito y aunque no quise o quizás no lo pensé habia inclinado mi cuerpo hasta casi tocar sus rodillas en una especie de vaina formal aunque lo que intentaba era mostrarle el respeto que sentía por el ¿y la música? seguia ahi pero era ahora lejana, como un eco al otro lado del mundo.
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Noté el cambio de actitud en él y me sentí aliviado, al comienzo a nuestra llegada había notado su nerviosismo, no más bien era terror, reflejado en su mirada, ahora parecía mucho más entusiasmado al comprender la idea de lo que significaba ayudar al prójimo, le sonreí y posé una mano sobre su hombro dándole ligéras palmaditas.
- Te gustará venir conmigo a las misiones, esto es de lo que realmente se trata entregarle la vida a Cristo - Le expliqué y me atreví a agregar - Se que muchos Sacerdotes y devotos piensan que unirse a la iglesia significa rezar y rezar como loco y preocuparse de nunca pecar... yo no lo creo así, de nada sirve conocer una verdad si uno no la comparte con los demás y no les ayuda a tomar buenas desiciones -
Recordé entonces a nuestro patrono inspirador al mismisimo Jesus, ¿Acaso no era Jesus quien recorría los pueblos con los apostoles enseñando la palabra? Uno debía convertirse en un portador de la fé y la verdad, pero con acciones y no sólo con oraciones.
- Creo que me meteré en problemas si el Obispo se da cuenta que pienso de este modo, no me habría mandado a Notredame si lo supiera - Le confesé y sentí que no debía agregar nada más porque Cyrille no se lo diría a nadie ¿Cierto? Era mi amigo de toda la vida y podía confíar en él.
¿I...increible yo? Abrí tanto los ojos y me quedé tan pasmado que debí parecer hasta cómico con mi expresión de asombro, nunca me habían dicho algo semejante y la cuestión no era que no me lo hubiesen dicho o que yo no me sintiera merecedor de tal adjetivo tan halagador, la cuestión era que Cyrille lo pensara así, que él me admirara era tan increíblemente...genial, que no sabía como actuar.
Me llené entonces de un inexplicable gozo infantil. De un orgullo que siempre había intentado eliminar en mi, porque se que la humildad es una cualidad muy importante, sin embargo la sonrisa deformó mis labios, las mejillas se tornaron rojas y hasta una risita nerviosa escapó de mis labios, ya no sabía hacía donde mirar - De nuevo juegas conmigo...- Murmuré, a lo mejor era una broma como lo del tema de mi nariz.
- Te gustará venir conmigo a las misiones, esto es de lo que realmente se trata entregarle la vida a Cristo - Le expliqué y me atreví a agregar - Se que muchos Sacerdotes y devotos piensan que unirse a la iglesia significa rezar y rezar como loco y preocuparse de nunca pecar... yo no lo creo así, de nada sirve conocer una verdad si uno no la comparte con los demás y no les ayuda a tomar buenas desiciones -
Recordé entonces a nuestro patrono inspirador al mismisimo Jesus, ¿Acaso no era Jesus quien recorría los pueblos con los apostoles enseñando la palabra? Uno debía convertirse en un portador de la fé y la verdad, pero con acciones y no sólo con oraciones.
- Creo que me meteré en problemas si el Obispo se da cuenta que pienso de este modo, no me habría mandado a Notredame si lo supiera - Le confesé y sentí que no debía agregar nada más porque Cyrille no se lo diría a nadie ¿Cierto? Era mi amigo de toda la vida y podía confíar en él.
¿I...increible yo? Abrí tanto los ojos y me quedé tan pasmado que debí parecer hasta cómico con mi expresión de asombro, nunca me habían dicho algo semejante y la cuestión no era que no me lo hubiesen dicho o que yo no me sintiera merecedor de tal adjetivo tan halagador, la cuestión era que Cyrille lo pensara así, que él me admirara era tan increíblemente...genial, que no sabía como actuar.
Me llené entonces de un inexplicable gozo infantil. De un orgullo que siempre había intentado eliminar en mi, porque se que la humildad es una cualidad muy importante, sin embargo la sonrisa deformó mis labios, las mejillas se tornaron rojas y hasta una risita nerviosa escapó de mis labios, ya no sabía hacía donde mirar - De nuevo juegas conmigo...- Murmuré, a lo mejor era una broma como lo del tema de mi nariz.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Di un salto sobre el asiento negando, con los diminutos ojos de gatos abiertos de par en par como si en efecto lo que intentaba ahora fuese sacarlos de sus orbitas –nadie le va a decir- asevere animadamente, por lo menos yo no planeaba hacerlo y no estaba seguro de que Laurent fuese capaz de contarle esas cosas a otras personas, infle el pecho orgulloso aunque no asi planeaba decírselo, ser uno de los allegados al sacerdote más joven de París debía ser todo un honor y no planeaba de ninguna manera hacer una ruptura en esa relación, porque además de ser mi mentor era mi amigo y hermano.
Le observe nuevamente con asombro, negando por nueva cuenta y me mare en esa ocasión –yo no estoy jugando contigo…no de esta manera- asevere sintiéndome incomodo ¿pensaba entonces que las cosas agradables que le decía eran en broma? Quizás jugar como cuando hermanos niños tendría ahora sus desventajas, quizás no confiaba en mi como antes lo hacia, los años podrían haber arrastrado parte de ese sentimiento de confiabilidad y amistad, la misma que en mi seguía intacta.
Desvié la mirada al escenario donde las mujeres comenzaban ya a salir de escena con una ultima danza de piernas y vestidos levantados, ese atuendo lucia realmente incomodo y abultado, le parecía una mayor proeza caminar con el que en efecto bailar frente a tantas decenas de hombres, si esque a esas personas se les podía catalogar en dicha especie -¿vamos a ir o dejaremos que ellas vengan?- le cuestione entonces sobre el borde del asiento, ansiaba ahora ver a Laurent en acción, escuchar las parábolas que tenia por decirles y los ejemplos que abrirían sus ojos, estaba ansiado de escuchar como las encaminaría nuevamente en el buen camino. El, porque yo iba de espectador…¿cierto?
Le observe nuevamente con asombro, negando por nueva cuenta y me mare en esa ocasión –yo no estoy jugando contigo…no de esta manera- asevere sintiéndome incomodo ¿pensaba entonces que las cosas agradables que le decía eran en broma? Quizás jugar como cuando hermanos niños tendría ahora sus desventajas, quizás no confiaba en mi como antes lo hacia, los años podrían haber arrastrado parte de ese sentimiento de confiabilidad y amistad, la misma que en mi seguía intacta.
Desvié la mirada al escenario donde las mujeres comenzaban ya a salir de escena con una ultima danza de piernas y vestidos levantados, ese atuendo lucia realmente incomodo y abultado, le parecía una mayor proeza caminar con el que en efecto bailar frente a tantas decenas de hombres, si esque a esas personas se les podía catalogar en dicha especie -¿vamos a ir o dejaremos que ellas vengan?- le cuestione entonces sobre el borde del asiento, ansiaba ahora ver a Laurent en acción, escuchar las parábolas que tenia por decirles y los ejemplos que abrirían sus ojos, estaba ansiado de escuchar como las encaminaría nuevamente en el buen camino. El, porque yo iba de espectador…¿cierto?
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Una noche más de trabajo, una noche más de murmullos incesantes, gritos, silbidos y algo que un idioma más refinado podrían llegar a ser halagos; pero que salidas de las bocas de aquellos hombres no eran más que palabrerías y balbuceos que prefería no interpretar. Había participado en el último baile que sus compañeras habían interpretado por algo más que diversión, el dueño del burdel le ordenó su pronto aparición puesto que las "bailarinas" que usualmente exhibían su cuerpo moviéndolo de forma sugerente e el escenario, ya no llamaban tanto la atención por lo que mostraría a una de sus joyas más preciadas... ella.
Su angelical rostro, su esbelto y bien formado cuerpo y sin duda alguna, su inocente edad, hacían de ella una de las adquisiciones más preciadas del burdel; con sus escasos 16años el nombre de Rouge resonaba a diestra y siniestra llegando a oídos de los más altos funcionarios y hombres de noble cuna haciéndola una de las aventuras más caras que estos hombres estaban dispuestos a pagar.
Terminado el baile se acercó a la orilla del escenario recorriendo con la mirada altiva a todos los presentes, de forma lenta deslizó su cuerpo hacia abajo del alto taburete recibiendo la pronta ayuda de los hombres que embelesados se quedaron ahí como estatuas dispuestos a formar escalones para ella con tal de recibir a cambio una dulce mirada de aquellos ojos oliva, un soplo de aquellos labios carmín, un... pero eso jamás pasó, la mirada de la cortesana se fijo pronta en dos individuos solitarios con rostro nervioso que temblaba debajo de una máscara de serenidad y parsimonia.
Una vez que sus pies se encontraban tocando el suelo, se alborotó el cabello a manera de que las ondas de este cayeran de lado sobre uno de sus hombros, tomó un cigarrillo de boca de uno de los afamados clientes que tenía ignorando por completo sus llamados, caminó hacia donde se encontraban aquellos jóvenes mientras de forma delicada desabrochaba un poco su corsé dejando apenas que sus pechos se asomaran como pequeñas cúpulas; su vestimenta era poca sí, pero para nada vulgar puesto que no tenía que enseñar de más como muchas de sus compañeras.
-Ni piensen en acercárseles... son míos
Con una sonrisa en los labios fue haciendo a un lado a las mujeres que como arpías, habían comenzado a caminar en derredor de ellos, terminó de surcar el mar de mujeres llegando a su objetivo posándose enfrente de ellos son una mano en la cadera y la otra sosteniendo un cigarrillo.
-Asunto
Se llevó el cigarrillo a la boca dándole una calada mientras miraba a aquellos jóvenes de aniñada expresión mirar todo a su alrededor como si fuera nuevo para ellos... o quizás lo era.
Su angelical rostro, su esbelto y bien formado cuerpo y sin duda alguna, su inocente edad, hacían de ella una de las adquisiciones más preciadas del burdel; con sus escasos 16años el nombre de Rouge resonaba a diestra y siniestra llegando a oídos de los más altos funcionarios y hombres de noble cuna haciéndola una de las aventuras más caras que estos hombres estaban dispuestos a pagar.
Terminado el baile se acercó a la orilla del escenario recorriendo con la mirada altiva a todos los presentes, de forma lenta deslizó su cuerpo hacia abajo del alto taburete recibiendo la pronta ayuda de los hombres que embelesados se quedaron ahí como estatuas dispuestos a formar escalones para ella con tal de recibir a cambio una dulce mirada de aquellos ojos oliva, un soplo de aquellos labios carmín, un... pero eso jamás pasó, la mirada de la cortesana se fijo pronta en dos individuos solitarios con rostro nervioso que temblaba debajo de una máscara de serenidad y parsimonia.
Una vez que sus pies se encontraban tocando el suelo, se alborotó el cabello a manera de que las ondas de este cayeran de lado sobre uno de sus hombros, tomó un cigarrillo de boca de uno de los afamados clientes que tenía ignorando por completo sus llamados, caminó hacia donde se encontraban aquellos jóvenes mientras de forma delicada desabrochaba un poco su corsé dejando apenas que sus pechos se asomaran como pequeñas cúpulas; su vestimenta era poca sí, pero para nada vulgar puesto que no tenía que enseñar de más como muchas de sus compañeras.
-Ni piensen en acercárseles... son míos
Con una sonrisa en los labios fue haciendo a un lado a las mujeres que como arpías, habían comenzado a caminar en derredor de ellos, terminó de surcar el mar de mujeres llegando a su objetivo posándose enfrente de ellos son una mano en la cadera y la otra sosteniendo un cigarrillo.
-Asunto
Se llevó el cigarrillo a la boca dándole una calada mientras miraba a aquellos jóvenes de aniñada expresión mirar todo a su alrededor como si fuera nuevo para ellos... o quizás lo era.
Solèil Molyneux- Mensajes : 98
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Edad : 29
Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Darme cuenta de que Cyrille no bromeaba y de que en realidad pensaba que yo era alguien increíble, hizo que mi corazón latiera a mil kilómetros por hora, de hecho tenía la impresión de que saldría de allí en cualquier momento y que su estruendoso palpitar acallaría el bullicio del burdel - Gr...racias - Respondí con las mejillas coloradas y me froté las manos nerviosamente.
Cuando mi compañero terminó de hablar, noté que una de las cortesanas se dirigìa hacía nosotros, en la semipenumbra del lugar no pude definir muy bien sus rasgos, pero lo que si era evidente era su temprana edad, esa chica apenas si tendría 18 años, una enorme tristeza me sobrecogió, almas tan jóvenes y entregadas a ese tipo de vida hacía que el corazón se me comprimiera como en un nudo ciego. La jovencita se acercó y entonces el humo de su cigarrillo llegó hasta mi cara.
Un desagradable recuerdo me asotó en esos instantes ¡Cómo odiaba yo al tabaco! Mi abuelo siempre fumaba en casa, acercarse a él siempre era para mi desagradable e incómodo, el olor del cigarrillo me daba náuseas y me hacía tocer. Como eramos tan pobres, no podíamos vivir en casas separadas, así que toda mi familia, compuesta por mis padres, mis 4 hermanos, mi abuelo y mi tía, teníamos que encontrar espacio en la pequeña casita cercana a la corte de los milagros que habíamos logrado rentar, por esta razón el fastidioso olor del abuelo se impregnaba en cada lugar de la estancia y yo había crecido odiándolo.
Me llevé el dorso de la mano para cubrir mi nariz y boca, fruncí el ceño y arrugué la nariz inconscientemente. No quería parecer grosero con mi actitud, pero me resultaba sumamente desagradable, más aún en una mujer.
- Buscamos una mujer para esta noche - Dije aún con el dorso de la mano cubriéndome mis labios - Pero no cualquiera puede asumir el reto que le propondremos ¿Está usted dispuesta Madame? - Le pregunté, por supuesto no estaba pensando en sexo, pero era precisamente ese detalle lo que podría hacer a una cortesana precindir de nuestra compañía.
Cuando mi compañero terminó de hablar, noté que una de las cortesanas se dirigìa hacía nosotros, en la semipenumbra del lugar no pude definir muy bien sus rasgos, pero lo que si era evidente era su temprana edad, esa chica apenas si tendría 18 años, una enorme tristeza me sobrecogió, almas tan jóvenes y entregadas a ese tipo de vida hacía que el corazón se me comprimiera como en un nudo ciego. La jovencita se acercó y entonces el humo de su cigarrillo llegó hasta mi cara.
Un desagradable recuerdo me asotó en esos instantes ¡Cómo odiaba yo al tabaco! Mi abuelo siempre fumaba en casa, acercarse a él siempre era para mi desagradable e incómodo, el olor del cigarrillo me daba náuseas y me hacía tocer. Como eramos tan pobres, no podíamos vivir en casas separadas, así que toda mi familia, compuesta por mis padres, mis 4 hermanos, mi abuelo y mi tía, teníamos que encontrar espacio en la pequeña casita cercana a la corte de los milagros que habíamos logrado rentar, por esta razón el fastidioso olor del abuelo se impregnaba en cada lugar de la estancia y yo había crecido odiándolo.
Me llevé el dorso de la mano para cubrir mi nariz y boca, fruncí el ceño y arrugué la nariz inconscientemente. No quería parecer grosero con mi actitud, pero me resultaba sumamente desagradable, más aún en una mujer.
- Buscamos una mujer para esta noche - Dije aún con el dorso de la mano cubriéndome mis labios - Pero no cualquiera puede asumir el reto que le propondremos ¿Está usted dispuesta Madame? - Le pregunté, por supuesto no estaba pensando en sexo, pero era precisamente ese detalle lo que podría hacer a una cortesana precindir de nuestra compañía.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Observe con asombro a las mujeres que comenzaban a llenar la estancia como pajarillos soltados de alguna inmensa jaula, revoloteaban entorno nuestro con sus largas melenas ondeando sobre sus hombros y cubriendo sus pechos, sentí el calor subir por mi cuerpo para tomar hogar en mis mejillas ahora del color del arrebol, que tonto e infantil ¿ruborizarse solo al verlas? Y una vida en el encierro me habían privado de aquellas cosas cuando la edad comenzaba a hacer latente la necesidad, necesidad que podia asegurar y agradecer no habia sentido aun.
La voz que provino de aquella joven, la única que se había acercado lo suficiente como para hacernos revotar en el rostro el cigarrillo que llevaba, me resulto dulce y sinuosa como si detrás de cada palabra hubiese un intención oculta que era una verdad a viva voz ¿hacía falta decirlo en voz alta para que supiéramos lo que quería? A diferencia de a Laurent el olor del humo no me desagrado, mis padres solían decir que esos gozos iban de la mano con el vino y del vino yo sabía mucho, quizás demasiado. Sonreí ampliamente pues al parecer habíamos encontrado ya la mujer a la cual le predicaríamos la palabra de Dios.
Las palabras del padre Sarkozi me resultaron repugnantes, como raquíticas serpientes de escamosos y viscosos cuerpos que como gusanos comenzaban a reptar sobre el suelo, enseñando sus alargadas lenguas partidas y observando con aquellos ojos como de gato en derredor. Acalle porque nada más podia decir después de aquellas palabras, comprendía, tenia que dejar la imaginación al aire o de lo contrario con grandes posibilidades la mujer quizás no nos acompañaría a un lugar más privado más si creía que esta noche recibiría un buen pago seguramente no cuestionaría dos veces al respecto y en cuestión de minutos podríamos ir a hacer lo que, en efecto, habíamos ido a hacer, no era mentir…era dejarle la respuesta y la pregunta a su imaginación.
Vire el rostro al ver pasar a un hombre alto, de castaños cabellos y…¿era acaso el señor Grosvenor? Lo habia visto varias veces en la iglesia asistía con su esposa todos los domingos, una mujer bastante bella a decir verdad de mirada apacible y rosto curtido ya por los pesares de la vida y no los años, habían perdido un bebe un año atrás y el accidente la habia dejado a demás medio sorda y sin posibilidades de procrear nuevamente ¿qué escusa le habia dado para asistir a este lugar de mundanos? Bufe sonoramente regresando mi atención a Laurent y nuestra nueva acompañante.
-¿cuál es tu nombre?- cuestione finalmente esperando no ser imprudente.
La voz que provino de aquella joven, la única que se había acercado lo suficiente como para hacernos revotar en el rostro el cigarrillo que llevaba, me resulto dulce y sinuosa como si detrás de cada palabra hubiese un intención oculta que era una verdad a viva voz ¿hacía falta decirlo en voz alta para que supiéramos lo que quería? A diferencia de a Laurent el olor del humo no me desagrado, mis padres solían decir que esos gozos iban de la mano con el vino y del vino yo sabía mucho, quizás demasiado. Sonreí ampliamente pues al parecer habíamos encontrado ya la mujer a la cual le predicaríamos la palabra de Dios.
Las palabras del padre Sarkozi me resultaron repugnantes, como raquíticas serpientes de escamosos y viscosos cuerpos que como gusanos comenzaban a reptar sobre el suelo, enseñando sus alargadas lenguas partidas y observando con aquellos ojos como de gato en derredor. Acalle porque nada más podia decir después de aquellas palabras, comprendía, tenia que dejar la imaginación al aire o de lo contrario con grandes posibilidades la mujer quizás no nos acompañaría a un lugar más privado más si creía que esta noche recibiría un buen pago seguramente no cuestionaría dos veces al respecto y en cuestión de minutos podríamos ir a hacer lo que, en efecto, habíamos ido a hacer, no era mentir…era dejarle la respuesta y la pregunta a su imaginación.
Vire el rostro al ver pasar a un hombre alto, de castaños cabellos y…¿era acaso el señor Grosvenor? Lo habia visto varias veces en la iglesia asistía con su esposa todos los domingos, una mujer bastante bella a decir verdad de mirada apacible y rosto curtido ya por los pesares de la vida y no los años, habían perdido un bebe un año atrás y el accidente la habia dejado a demás medio sorda y sin posibilidades de procrear nuevamente ¿qué escusa le habia dado para asistir a este lugar de mundanos? Bufe sonoramente regresando mi atención a Laurent y nuestra nueva acompañante.
-¿cuál es tu nombre?- cuestione finalmente esperando no ser imprudente.
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/02/2011
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Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Soltó una pequeña y nada sonora risa mientras le pasaba el cigarrillo a un hombre que caminó detrás de ella con ojos expectantes y mirando de reojo e incredulidad a los inocentes hombres delante de ella; frunció el ceño arrugando la nariz imitando el gesto del que, al parecer, era el mayor... y si no lo era, sus actitudes demostraban una madurez algo más desarrollada en un sentido para nada depravado, algo había en él que era diferente. Aquellos ojos olivo centellantes bajo el fulgor de las lámparas de aceite encendidas por el lugar comenzaron a explorar su rostro intercalando el juego entre su semblante severo y el dulce color avellana de los ojos de su acompañante, cambiando del tono pálido al tono rosáceo de los labios del otro.
-Puedo descifrar que lo que buscan... no es lo que ellos
Ladeó la cabeza desviando su mirada hacia el origen de risas acaloradas y fingidas, gruñidos, gemidos y un sin fin de sonidos parecidos a una jungla provenientes de los hombres que como parte de su juego correteaban a sus compañeras intentando atraparlas; regresó su mirada en cuanto el segundo habló dejando que su tersa voz aminorara la tensión y el nerviosismo que sin duda, inundaba sus cuerpos.
-No es necesario que sepas mi nombre... sin embargo, puedes llamarme Rouge como todos aquí
Le dedicó una grata y sincera sonrisa al momento que su mano enguantada con un delicado satín color rosa pardo se extendía hacia él esperando ganarse su confianza, o algo parecido. A lo largo de su corta edad, más bien de su corta carrera, se había topado con un sin fin de "especímenes" a los cuales atender que iban desde la gama de los agresivos, sádicos, mal encarados y pervertidos, hasta la tonalidad de los renegados, tímidos, recelosos y precavidos; y aquellos si bien demostraban su timidez y nerviosismo, dejaban ver su poca o más bien nula experiencia en el burdel y sus inexistentes ganas por pagar un servicio no por falta de dinero sino por falta de convicción; así es, aquel que entra a un burdel por primera o trigésima vez requiere seguridad en lo que hará y ellos... carecían de ese sentimiento.
-Vengan, aca no se puede hablar de forma... decente
Rió de nuevo ante el sarcasmo intentando poner rostro serio mientras afianzaba su mano a la ajena sin esperar a que éste contestara el saludo buscando con la libre la mano que aún se encontraba sobre la boca del que primero habló jalando de ambos para obligarles a dejar sus comodos asientos para comenzar a surcar el mar de gente en el lobby del burdel; sin soltarles comenzó a caminar hacia las escaleras centrales que llevaban a otro mar de hormonas que era la planta alta, el olor a sudor, licor y tabaco se hacía más fuerte mientras los gemidos quedaban apaciguados detrás de las puertas de los dormitorios. Se detuvo frente a la última puerta del pasillo tomando del liguero de su pierna una pequeña cadena con una llave larga de bronce la cual introdujo en la cerradura para abrirla.
-Ponganse cómodos
Cruzó el umbral dejando al descubierto un cuarto ordenado y sencillo de blancas paredes con pequeños adornos florales rosas pintados a mano, una cama con dosel blanco, un tocador con algunos frascos de perfume delgados y de capricosas figuras y que recibía un pequeño espejo sobre de él, dos sofás acojinados de color fuscia, un espejo de cuerpo justo detrás de la puerta en donde colgaban collares y unas zapatillas de baile con largos lazos; se colocó frente al tocador para mirar en el pequeño espejo el chongo que ahora formaba su cabello para después girar esperando a que entraran, ese era su recinto, su lugar de calma y donde solo los clientes de mayor categoría y frecuencia entraban... y ahora ellos.
-Puedo descifrar que lo que buscan... no es lo que ellos
Ladeó la cabeza desviando su mirada hacia el origen de risas acaloradas y fingidas, gruñidos, gemidos y un sin fin de sonidos parecidos a una jungla provenientes de los hombres que como parte de su juego correteaban a sus compañeras intentando atraparlas; regresó su mirada en cuanto el segundo habló dejando que su tersa voz aminorara la tensión y el nerviosismo que sin duda, inundaba sus cuerpos.
-No es necesario que sepas mi nombre... sin embargo, puedes llamarme Rouge como todos aquí
Le dedicó una grata y sincera sonrisa al momento que su mano enguantada con un delicado satín color rosa pardo se extendía hacia él esperando ganarse su confianza, o algo parecido. A lo largo de su corta edad, más bien de su corta carrera, se había topado con un sin fin de "especímenes" a los cuales atender que iban desde la gama de los agresivos, sádicos, mal encarados y pervertidos, hasta la tonalidad de los renegados, tímidos, recelosos y precavidos; y aquellos si bien demostraban su timidez y nerviosismo, dejaban ver su poca o más bien nula experiencia en el burdel y sus inexistentes ganas por pagar un servicio no por falta de dinero sino por falta de convicción; así es, aquel que entra a un burdel por primera o trigésima vez requiere seguridad en lo que hará y ellos... carecían de ese sentimiento.
-Vengan, aca no se puede hablar de forma... decente
Rió de nuevo ante el sarcasmo intentando poner rostro serio mientras afianzaba su mano a la ajena sin esperar a que éste contestara el saludo buscando con la libre la mano que aún se encontraba sobre la boca del que primero habló jalando de ambos para obligarles a dejar sus comodos asientos para comenzar a surcar el mar de gente en el lobby del burdel; sin soltarles comenzó a caminar hacia las escaleras centrales que llevaban a otro mar de hormonas que era la planta alta, el olor a sudor, licor y tabaco se hacía más fuerte mientras los gemidos quedaban apaciguados detrás de las puertas de los dormitorios. Se detuvo frente a la última puerta del pasillo tomando del liguero de su pierna una pequeña cadena con una llave larga de bronce la cual introdujo en la cerradura para abrirla.
-Ponganse cómodos
Cruzó el umbral dejando al descubierto un cuarto ordenado y sencillo de blancas paredes con pequeños adornos florales rosas pintados a mano, una cama con dosel blanco, un tocador con algunos frascos de perfume delgados y de capricosas figuras y que recibía un pequeño espejo sobre de él, dos sofás acojinados de color fuscia, un espejo de cuerpo justo detrás de la puerta en donde colgaban collares y unas zapatillas de baile con largos lazos; se colocó frente al tocador para mirar en el pequeño espejo el chongo que ahora formaba su cabello para después girar esperando a que entraran, ese era su recinto, su lugar de calma y donde solo los clientes de mayor categoría y frecuencia entraban... y ahora ellos.
Solèil Molyneux- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 15/04/2011
Edad : 29
Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
La mujer se negó a darle el nombre a Cyrille y me pareció un tanto cortante y fuerte, su voz parecía demasiado segura para la niña que aparentaba ser, aunque por su cuerpo uno podría pensar que era toda una mujer adulta. Afortunadamente para mi, el cigarillo salió de escena y la incomodidad se fue con él, ahora enfrentaba el hecho de que me había tomado del brazo y me arrastraba junto con mi Querubín hacía los confines más profundos del Burdel.
Viajamos al infierno y bajamos de nivel justo como Dante en la Divina comedia. Aquella mujer, esa tal Rouge nos conducia por esas cavernas oscuras y lamosas que expedían un desagradable hedor a putrefacción como si sus almas estuvieran descomponiéndose cada que pecaban ¿O era acaso mi imaginación y el olor resultaba tan dulce como el más extraordinario de los perfumes?
Al igual que las sirenas que seducían a los incautos marineros con sus voces para luego lanzarlos al agua y matarlos, las cortesanas les llevaban al infierno para deborar su luz con sus cuerpos de diosas. La diferencia era que, esos hombres iban ahí por desición propia y se lanzaban al vacío sin miramientos.
Yo, no era uno de esos hombres. Yo brillaría y me mantendría limpio sobre esa decadencia. Fuerte y puro como un verdadero guerrero de la luz, para poder tomar de la mano a quienes quisieran salir de allí y traerlos de regreso al camino del señor.
Miré a Cyrille de reojo, temiendo que de alguna manera resbalara y cayera en el pecado aunque fuera por accidente. Le protegería, aún cuando yo fuese tan vulnerable como él. Entramos pues a la habitación de la dama en cuestión, un lugar que no me resultó grotesco o desagradable y decidí que debíamos entrar en materia para no dare más largas al asunto. Caminé hasta la cama donde me senté, procurando no arrugar mi sotana de seminarista, no quería pasar por el tedio de plancharla otra vez.
- Me llamo Laurent - Me presenté y le dediqué una sonrisa tierna - Me gustaría conocerte - Agregué y era completamente honesto - Descubrirte más allá que sólo tu cuerpo el cual entregas a los clientes, nosotros somos unos clientes un poco más... exigentes y para nosotros tu cuerpo no es lo importante, así pues que, permitéme acariciar tu corazón -
Viajamos al infierno y bajamos de nivel justo como Dante en la Divina comedia. Aquella mujer, esa tal Rouge nos conducia por esas cavernas oscuras y lamosas que expedían un desagradable hedor a putrefacción como si sus almas estuvieran descomponiéndose cada que pecaban ¿O era acaso mi imaginación y el olor resultaba tan dulce como el más extraordinario de los perfumes?
Al igual que las sirenas que seducían a los incautos marineros con sus voces para luego lanzarlos al agua y matarlos, las cortesanas les llevaban al infierno para deborar su luz con sus cuerpos de diosas. La diferencia era que, esos hombres iban ahí por desición propia y se lanzaban al vacío sin miramientos.
Yo, no era uno de esos hombres. Yo brillaría y me mantendría limpio sobre esa decadencia. Fuerte y puro como un verdadero guerrero de la luz, para poder tomar de la mano a quienes quisieran salir de allí y traerlos de regreso al camino del señor.
Miré a Cyrille de reojo, temiendo que de alguna manera resbalara y cayera en el pecado aunque fuera por accidente. Le protegería, aún cuando yo fuese tan vulnerable como él. Entramos pues a la habitación de la dama en cuestión, un lugar que no me resultó grotesco o desagradable y decidí que debíamos entrar en materia para no dare más largas al asunto. Caminé hasta la cama donde me senté, procurando no arrugar mi sotana de seminarista, no quería pasar por el tedio de plancharla otra vez.
- Me llamo Laurent - Me presenté y le dediqué una sonrisa tierna - Me gustaría conocerte - Agregué y era completamente honesto - Descubrirte más allá que sólo tu cuerpo el cual entregas a los clientes, nosotros somos unos clientes un poco más... exigentes y para nosotros tu cuerpo no es lo importante, así pues que, permitéme acariciar tu corazón -
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
Re: Primer pecado capital: Lujuria (Cyrille)
Baje la mirada apenado, quizás en esos lugares no era lo usual cuestionar los nombres de las personas, quizás todos se referían entre si como “ellos” y “ellas” o “aquellas” o cualquier pronombre plural que no les comprometiese a saber mucho más alla del acto que estaban a punto de realizar y sin embargo yo no quería llamarla como todos los demás hombres de esa habitación, le inventaría un nuevo nombre, uno que solo nosotros pudiésemos saber y comprender.
Tome su mano porque me pareció una falta de educación no hacerlo y como fiel ciego me entregue a su armonioso y velado andar que nos abría paso entre el mar de gente que se ceñía en aquella amplia estancia que resultaba igual de agobiante que los lujos de los cuales sufría en la infancia, almohadas de ganso traídas de otros reinos, sabanas de telas exquisitas de la India, doseles de los árabes, alfombras de místicos y múltiples colores que jugaban a ser cosas, algo y al final, eran nada más que una plasta desagradable.
Y mientras nos habríamos paso no podia sino observar de forma expectante el espectáculo que se alzaba entorno nuestro, habia visto a una mujer de avanzada edad entrar en una habitación con un hombre que oscilaba si acaso los veinte y pocos, el perfume barato que llevaba encima habia quedado impregnado en el aire y por un segundo me pareció tragarlo y sentir como cual toxico y arsénico comenzaba a carcomerme desde adentro. El hedor que manaba de las paredes y el suelo me obligaron a sujetarle con fuerza como si de soltarla aquellos olores me arrastrasen hasta un lugar remoto.
El olor de la habitación que había abierto para nosotros alivio mi alma en todo sentido, los colores claros y florales me permitieron sentirme en casa no mentía al decir que aquella habitación se parecía al recinto aquel que poseía mi madre, donde guardaba sus prendas y accesorios. Me atreví a cerrar la puerta tras de mí para evitar que, el hedor a vino, perfume barato y sudor ingresara en aquella estancia, intoxicándola como al resto.
-yo me llamo Cyrille- ¿era correcto decirle mi nombre cuando ella no habia querido decirme el suyo? Lo habia dicho ya, asi que no importaba. Las palabras de Laurent ya no me resultaron acogedoras, después de verlas como un reptil imaginarlas ahora del color de las mariposas era un imposible, se asimilaban más a un pez en escala de grises que sueña con que le crezcan alas y salir al mundo de los mamíferos terrestres. Avance algunos pasos curioseando en la habitación, observando aquellas zapatillas de largos lazos que colgantes se exhibía frente a mi ¡bailaba! ¡y con cuan gracia debía hacerlo! Te apresuras, quizás sean solo reliquias de su madre, o su abuela, o alguna persona importante, se me ocurrió entonces que yo podia tocar algo en el piano para ella y a su vez acompañaría las melodías con sus movimientos, haría lucir torpe mi canción y esperaba que no me decepcionase.
-¿puedo decirte Heli?- observe las zapatillas unos instantes antes de volverme hacia ella y avanzar con tranquilidad hasta donde Laurent se encontraba, estábamos ahí para hablarle acerca de la palabra de Dios y si algo buena sucedía saldríamos aquella noche triunfantes sabiendo que habíamos salvado un alma de las llamas del averno, me quede de pie a varios pasos por detrás de el ¿Qué podia decir yo? Cuando en mi corazón se cernía la duda que negaba con tanta aflicción. Aguarde, aguarde…
Tome su mano porque me pareció una falta de educación no hacerlo y como fiel ciego me entregue a su armonioso y velado andar que nos abría paso entre el mar de gente que se ceñía en aquella amplia estancia que resultaba igual de agobiante que los lujos de los cuales sufría en la infancia, almohadas de ganso traídas de otros reinos, sabanas de telas exquisitas de la India, doseles de los árabes, alfombras de místicos y múltiples colores que jugaban a ser cosas, algo y al final, eran nada más que una plasta desagradable.
Y mientras nos habríamos paso no podia sino observar de forma expectante el espectáculo que se alzaba entorno nuestro, habia visto a una mujer de avanzada edad entrar en una habitación con un hombre que oscilaba si acaso los veinte y pocos, el perfume barato que llevaba encima habia quedado impregnado en el aire y por un segundo me pareció tragarlo y sentir como cual toxico y arsénico comenzaba a carcomerme desde adentro. El hedor que manaba de las paredes y el suelo me obligaron a sujetarle con fuerza como si de soltarla aquellos olores me arrastrasen hasta un lugar remoto.
El olor de la habitación que había abierto para nosotros alivio mi alma en todo sentido, los colores claros y florales me permitieron sentirme en casa no mentía al decir que aquella habitación se parecía al recinto aquel que poseía mi madre, donde guardaba sus prendas y accesorios. Me atreví a cerrar la puerta tras de mí para evitar que, el hedor a vino, perfume barato y sudor ingresara en aquella estancia, intoxicándola como al resto.
-yo me llamo Cyrille- ¿era correcto decirle mi nombre cuando ella no habia querido decirme el suyo? Lo habia dicho ya, asi que no importaba. Las palabras de Laurent ya no me resultaron acogedoras, después de verlas como un reptil imaginarlas ahora del color de las mariposas era un imposible, se asimilaban más a un pez en escala de grises que sueña con que le crezcan alas y salir al mundo de los mamíferos terrestres. Avance algunos pasos curioseando en la habitación, observando aquellas zapatillas de largos lazos que colgantes se exhibía frente a mi ¡bailaba! ¡y con cuan gracia debía hacerlo! Te apresuras, quizás sean solo reliquias de su madre, o su abuela, o alguna persona importante, se me ocurrió entonces que yo podia tocar algo en el piano para ella y a su vez acompañaría las melodías con sus movimientos, haría lucir torpe mi canción y esperaba que no me decepcionase.
-¿puedo decirte Heli?- observe las zapatillas unos instantes antes de volverme hacia ella y avanzar con tranquilidad hasta donde Laurent se encontraba, estábamos ahí para hablarle acerca de la palabra de Dios y si algo buena sucedía saldríamos aquella noche triunfantes sabiendo que habíamos salvado un alma de las llamas del averno, me quede de pie a varios pasos por detrás de el ¿Qué podia decir yo? Cuando en mi corazón se cernía la duda que negaba con tanta aflicción. Aguarde, aguarde…
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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