Visita inesperada

por **Milo Van Dyck** Sáb Abr 16, 2011 3:53 pm

Como la brisa que la sangre orea
sobre el oscuro campo de batalla,
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga,

Símbolo del dolor y la ternura,
del bardo inglés en el horrible drama,
la dulce Ofelia, la razón perdida,
cogiendo flores y cantando pasa.

10:00 PM/ Residencia Cappelletti.

A tales alturas del partido el moreno ya no podía precisar cuando había pasado de la victima atrapada en la telaraña, al animal que la teje. Esperando había estado en el transcurso de la tarde para arreglar esa visita a una de las personalidades mas importantes de la realeza extrajera: La princesa de Italia, Lily Cappelletti. Quien, si tenia suerte, podría ser la pieza angular para la faena que hace mas de un año se había comenzando.

El teniente había tenido la oportunidad de conocer a la señorita Cappelletti en una de las elegantes festividades Italianas y al enterarse de su estadía en Paris la idea había surgido como una planta olvidada en el jardín. Había conocido lo suficiente de ella como para considerarla apta, necesitaba verla una vez y cerciorarse de que lo siguiera siendo. Escribió un comunicado por la mañana para el hogar anunciado su visita, y por la noche ya se encontraba a las afueras de la residencia con un regalo en mano. Para Milo nunca se podía visitar la casa de una figura real sin llevar un presente digno de complacencia. Un sirviente lo había recibido dejándolo en la sala de estar, a la espera de la dama antes referida.

por **Lily Cappelletti** Dom Abr 17, 2011 11:09 pm

Para otros sería normal ser invitado a comer a la casa de unos viejos amigos, en mi caso yo cada vez que me encontraba en Francia bebía de los mismos amigos. Mi sed nunca alcanzaba un nivel extremo, de hecho no recordaba la última vez en que el hambre me atacó logrando que yo desgarrara alguna garganta para calmar mi lengua reseca. ¿Ventajas de ser princesa quizás? No tenía como saberlo, incluso de humana jamás había pasado necesidades, aunque por supuesto nadie cuenta las carencias afectivas, porque esas las conocí en primera persona. Aún sentía los labios hinchados y el retumbar del corazón de Athéna en mis oídos, haciéndose cada vez más apagado pero sin dejar de existir, podía tomar de ellos lo que quisiera, menos su vida.

El agua corría por mi piel y ahora pequeños ríos color rosa cambiaban el matiz del interior de la fuente que la contenía, estaba limpia, al menos externamente, porque mi interior estaba inmundo desde el minuto en que Massimo me maldijo. Recordarlo a él me hacía recordar a mi pequeña Alessia, alguien golpeó la puerta y agradecí la interrupción de otra forma me habría quedado sumida en la melancolía de la memoria. Milo, aquel hombre cuyo olor se destacó por encima de otros en aquella fiesta, por el cual mis colmillos punzaron mi labio y mi lengua haciéndolos sangrar, por el cual tuve que retirarme hasta una ventana para poder calmarme y evitar dar un espectáculo.

Supe que era él quien me solicitaba incluso antes de que mi sirvienta lo informara, las ráfagas de viento traían el aroma intenso que destilaba su piel y pude desde lejos ver su silueta iluminada por las escasas luces que aportaban las velas. Aquella mansión provisoria en la que me encontraba estaba perfectamente acondicionada para mi condición y cada uno de los empleados que me acompañaban estaban al tanto de los requerimientos de la princesa, - Milo… - una sonrisa sincera se alojó en mi rostro al llegar hasta él, - que agradable sorpresa… - estiré mi mano para esperar su saludo, en este caso mis palabras no tenían ni un ápice de mentira, sabía fingir, pero no siempre lo hacía, al menos esta vez, no eran sólo mis ojos quienes se alegraban de verlo.

por **Milo Van Dyck** Lun Abr 18, 2011 8:58 am

Una de las enormes ventajas de haber servido a la Milicia y ostentar el blasonado cargo que adornaba su nombre, era que aunque su sangre no fuese azul ni antepasados ilustres lo antecediera, tenia la entrada libre a múltiples festividades y oportunidades de las que solo la Familia Real y sus favoritos pueden ostentar. Conocia a Lily Cappelletti precisamente por estas preeminencias. La misma devastadora belleza castaña que acaba de cruzar el salón con su andar de felino al asecho. Al hombre siempre le había gustado mucho mirarla, había una mezcla de peligro y dicha en la sonrisa comúnmente afable de sus labios. Conocía su vampírica naturaleza desde la primera vez que intercambiaron palabras, y siempre se había preguntado como morían más los hombres que alguna vez la hubiesen amado: si protegiéndola o sacrificándose a la presión de sus labios.

Una sonrisa igualmente afable se evidencio en los gestos comúnmente serios del teniente y su mano logro alcanzar la de la dama y depositar un beso decoroso que percibía la frialdad de la seda. A continuación extendió un cofre con ornamenta de plata para que esta pudiera tomarla. Un humilde obsequio que contenía una gargantilla de oro con un rubí en su centro, joya confeccionada desde el mismo Egipto.

- Mayor gusto a mi el verte, Lily – Cierta familiaridad en su trato, sin perder en ningún momento la reverencia con la que debía tratar a la Princesa – Espero que las ocupaciones que hayas tenido que dejar para atender a esta abrupta visita se vean perdonadas por mi humilde obsequio. Lo traje de mis últimos viajes del Nilo.

por **Lily Cappelletti** Sáb Abr 23, 2011 2:44 am

Me giré antes de que él notara que mis colmillos se extendieron apenas lo vi, podía comprender lo que algunos hombres sentian cuando mujeres guapas se acercaban a ellos, en mi caso, era cuando alguien, no necesariamente de sexo masculino, me parecía irresistible. Comencé a caminar con el regalo entre mis manos, esperé unos minutos antes de abrirlo, pudiendo percibir desde mi posición el aumento en el ritmo cardiaco del hombre e incluso sabía que sonreiría más emocionado que yo hasta que lo abriera. No lo dudaba, era una joya, ¿pero de qué tipo? Me giré para mirarlo de frente y levanté la tapa del pequeño cofre que ya por si solo parecía un tesoro.

-Es maravilloso... - dije sacando aquella pieza y pasandola entre mis dedos, al tacto se sentía liviana y el rubí parecía perfecto justo a la mitad, estaba segura que asi lo era. Se que Milo no vendría hasta mi con algo que no fuera simplemente lo mejor. Dejé el cofre en una mesa mientras caminaba hasta él sonriendo abiertamente no importandome que viera mis colmillos mas extendidos y mis labios hinchados deseosos de él, no, no de él, de su sangre.

Como si lo supiera, para esa noche había elegido un vestido de terciopelo rojo oscuro, casi del mismo color de aquel líquido que tanto amaba en mis víctimas, volví a darle la espalda y esta vez recogí mi cabello para dejar el cuello a la vista, sabía que aquella piedra caería justo sobre el espacio entre mis pechos, - ¿Puedes ayudarme con eso? - cada palabra estaba llena de una doble intención, en este caso sólo coquetería, - Gracias Milo por el regalo... ahora me siento en deuda contigo...-

por **Milo Van Dyck** Mar Abr 26, 2011 1:28 am

Desde su posición contemplo a la Princesa de Italia, satisfecho de que sus atenciones provocaran en esa peligrosa mujer tales sonrisas tan deslumbrantes. Un gaje del oficio era reconocer a las criaturas de la noche y Lily Cappelletti no era la excepción: de cabellos sedosos y finos, la piel friamente palida, el destello sobrenatural de sus uñas claras. Sin embargo el Teniente Van Dyck había encontrado cierta afinidad en pensamiento con ella y una delicia personal la observación de su peligroso y sensual comportamiento. Todo en ella era una exquisita provocación, más aun con ese atuendo escarlata tan ajustado a la figura que invitaba mucho a la imaginación. Sostuvo una sonrisa reservada llevando sus propios pensamientos al recuerdo de la joya, era mejor enfocarse en ello si tu compañía era un vampiro.

- Me da gusto haber podido satisfacer a su majestad. – Su rostro se inclino en una reverencia muy breve, acercándose a ella para tomar los extremos de la gargantilla. El material había sido tan adecuadamente trabajada que no dejaba espacio a un detalle más, tan rebuscada era como la personalidad de su nueva propietaria. – Por supuesto. –Milo ajusto el objeto que se amoldaba perfectamente a la forma de su cuello pálido. – Tal como lo esperaba, la joya se difumina bastante en el fulgor de su persona. - Dio un paso atras, permitiendole a la Princesa girarse. Con un ademan de su mano resto importancia al ultimo comentario. --- No me debe nada, ya me ha pagado suficiente con atender a este caballero suyo.

por **Lily Cappelletti** Dom Mayo 01, 2011 5:11 am

El olor de Milo se mezclaba con algo de su impaciencia, lucía calmado, sereno pero casi podía imaginarmelo moviendo su pie esperando algo. No cambié mi posición frente a él durante unos minutos, escuché sus halagos y solté las risitas coquetas correspondientes. Ambos sabíamos en que consistía el juego y ambos aceptabamos participar de él, me giré y caminé para estar muy cerca de Milo, usando una de mis manos para tocar la piedra de su regalo. -Tienes muy buen gusto, debo decirlo...-

Sonreí un poco más abiertamente, incluso dejando que la punta de mis colmillos asomara por debajo de mis labios, - Dejemos tantos rodeos... - amplié un poco la sonrisa y ordené mi pelo para que no tapara la joya - ¿A que debo el honor de tu visita Milo? No creo que sea a que me extrañaste mucho o algo así... - bromeé mientras caminaba hasta una mesa donde una botella de licor y unas copas esperaban por mi, - ¿gustas algo de beber? No te preocupe que acá nadie nos molestará, no mientras yo no ordene que alguien venga...-

Moví el líquido en la copa y bebí apenas, sólo para sentir como bajaba por mi garganta provocando algo que en un humano cualquiera sería escosor o molestia, - No tomes mal mis palabras Milo, sabe que disfruto con su presencia, pero no es necesario fingir entre nosotros... desde que lo vi de pie en mi salón supe que algo buscas o necesitas... - sonreí y sin esperar su respuesta le tendí un vaso con el mismo licor que contenía el mío, - el problema es... que estás seguro de la respuesta que daré... en realidad sólo vienes a informar... debo reconocerte que tu astucia, una inteligencia admirable en verdad... -

por **Milo Van Dyck** Vie Mayo 06, 2011 4:32 pm

Sonrió a la astucia de sus palabras, era de esperarse que la princesa Lily Cappelletti tuviera claro que esa visita no era una educada ocurrencia, ningún hombre va a ver a una mujer a menos que quiera algo de ella. Milo no era la excepción a la regla, lo que si sorprendió al teniente fue que lo evidenciara tan pronto, como quien no tiene el tiempo para jugar un poco antes del golpe.

- Un vaso de whisky nunca le hace mal a nadie. – Asintió acercándose a ella en un par de pasos, atento a cada movimiento de sus formas. Era un espectáculo la gracia que tenia estas criaturas, lo hechizante que podía ser el mero girar de la muñeca, o la belleza que encerraba su mirada peligrosa. Eran el mito en vida de las sirenas de Odiseo, te invitaban a ir hasta ellas aun sabiendo que ibas a morir en el intento, pero dicha muerte no importaba: valía la pena mientras pudieras verlas más de cerca. – No podría ofenderme puesto que sus palabras solo verdad encierran. Había querido venir a verla mucho antes, pero usted sabe como es el trabajo y las obligaciones, muchos placeres deben ser pospuestos o en su defecto buscarle al trabajo ese placer que antes había apartado. – Milo la copa, alzándola en alto el vaso al tiempo que le dedicaba una sonrisa torcida a Lily. – Por usted y este momento. – Propuso, llevándose el vaso a los labios y dándoles un sorbo muy breve.

Sus labios se tensaron un segundo al saborear el pesado sabor de la bebida, permitiéndose otro sorbo mas largo que le permitiera a su paladar acostumbrarse al trago. Medito las palabras de Lily no muy dispuesto a ceder en lo que decía, aunque dándole la razón en muchas cosas. Era muy fácil tratar con ella, o al menos así era como lo sentía Milo al respecto, no requería ningún antifaz o el colorear las palabras para que no se sintiera ofendida.

- No se si llamarlo astucia, quizás mas bien sea exceso de confianza al suponer una respuesta que aun no me a sido otorgada. – Dejo la copa sobre la mesa, acercándose un paso mas hacia ella, sosteniendo su mirada. – Se que el Conde Trudeau le mando una misiva y se también que ustedes han manejado esto por dicho medio, pero eso fue apenas una platica al proyecto. Yo vengo aquí con la ambición de volverla no solo un miembro, sino nuestra aliada. - Sonrio de aquella forma que lo caracterizaba. - De entre todas las personas es usted alguien de las pocas en quien confió y siempre he admirado como piensa tanto como me gusta admirar a su persona. Mi visita no es solo para sugeridle tal puesto, que de buenas a primeras bien pudo haber rechazado. Sino para convencerle.

por **Lily Cappelletti** Mar Mayo 10, 2011 6:56 am

El líquido ámbar caía por mi garganta, la quemaba como si de fuego se trata, mas era otro brebaje el que quería realmente sentir, aquel que hasta ahora sólo mi olfato había podido captar, en algún lugar de su cuerpo él debía tener un corte, una herida mínima, el roce con algún objeto rugoso quizás. Mi mente buscaba explicaciones lógicas a un hecho que distaba de ser guiado por la razón, eran mis entrañas, si quería llamarlas de algún modo, las que clamaban por él, no, no por él, sólo su sangre, nada más tenía cabida entre Milo y yo.

Bajé la cabeza porque eso significaba bajar la nariz, él se acercaba y yo realmente esperaba que supiera a lo que se estaba enfrentando mientras intentaba no tener que inhalar, suprimir mi sentido del olfato, que alguien pudiera abrir mi cerebro y cortara aquellos nervios que me permitían sentirlo tan latente. Preferí enfocarme en el vaso que tenía en las manos, lo miraría en vez de mirar a Milo, olería el whisky para no sentir su esencia profunda e intensa. Excusas, él llenaba su boca con excusas que por algún motivo me daba sin yo habérselas pedido. Para él y para todos debía ser siempre la princesa, no la vampira sedienta que apenas podía resistir el olor del humano que tenía al frente, volví a levantar mi barbilla y lo miré con una sonrisa que esta vez no disimulaba mis dientes, - Por nosotros y por esta noche inolvidable… - brindé alzando la copa y terminé el vaso de un trago, realmente lo necesitaba y por lo mismo la rellené otra vez.

-En la confianza nunca hay excesos Milo, menos en nuestro caso, – dejé que hablara pese a que nada de lo que escuchaba me parecía algo nuevo o sorprendente, levanté una ceja porque aún no veía el motivo de su presencia, él ya sabía de mi comunicación con el Conde y también de mi respuesta afirmativa, estuve a punto de interrumpirlo pidiéndole explicaciones cuando escuché aquella última palabra, - ¿Convencerme? – deposité el vaso en la mesa y me acerqué aún más a él acortando nuestra distancia al mínimo, podía contar los latidos de su corazón, la cantidad de respiraciones que daba por minuto, sentir el pulso fuerte en cada una de sus venas y el aroma intenso que había estado intentando evitar, - Dime que tienes en mente para convencerme de algo que ya he aceptado… -

Miré sus labios y luego miré sus ojos, hace 155 años no veía el cielo de un día despejado, lo comparé a lo que guardaba en mis vagos recuerdos y supe que ese era el mismo color. Que contradicción que sus ojos lucieran a luz cuando todo el resto en él parecía estar bañado en oscuridad, sonreí pensando en como un ser de la noche como yo había añorado el brillo del sol por algunos segundos, - Aliados seremos si sabes mover las piezas, - mis brazos parecían sobrar al no saber donde poner mis manos, estiré una de ellas para volver a tomar mi vaso pero sin beber nuevamente de él, - y bien Milo… ¿qué vas a hacer al respecto? -

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