El cantar de la Luna (Privado)

La reunión había concluido y cada uno partia por su lado, no se verian hasta dentro de mucho tiempo. El camino era largo, y la niebla cubria las raices de aquellos arboles, que se disponian de tal forma que como arcos cubrian el camino de regreso. El frío y las ramas en el suelo entorpecían el andar, los buhos ululaban al paso de su caminar, el bosque tan tenebroso como siempre obliga a su alma agitar y la dulce noche embriagaba con su humor espectral. La densa niebla una vez más cegó a Jacobo, un aullido a lo lejos hizó temblar su corazón, su paso aceleró; no quería encarar a una criatura de la noche, no hoy, y tal vez nunca.
El camino difuso antes ahora parecía esclarecer, con cada paso, con cada aliento... descubría poco a poco el terroso terreno que pisaba, y veía con un dejo de tranquilidad el final de tan indomito paso.

La luz de la luna penetraba por fin en el bosque, la inmensidad del lugar asombraba al joven que ahora con frío y hambre solo deseaba volver a su casa. Sus ojos como faros registraban el lugar en busca de una pista, en busca de una señal que le permitiera recorrer ahora entre la infinidad de caminos, el que lo llevaría de nuevo a su hogar;pasaron los minutos como horas, la preocupación y rabia inundarón su corazón y una expresión de desesperanza se dibujo en aquel rostro cansado. El ron... el ron es el maldito culpable de este dilema, se repetía para sí mismo mientras tanto,su espalda cansada al rozar un arbol se dejaba caer y con esta su cuerpo se desvanecia tambien para al final caer suelo como si de una hoja se tratara. Volteo su mirada, estaba reconsiderando volver a aquel lugar, pero su idea solo duraría un par de segundos, pues los aullidos cada vez se escuchaban más cerca. Se levanto y sus pies flotarón como si de Hermes se tratara.
Tambien era noche de Lobos, o más bien de las estruendosas y bruscas bestias que los imitaban, debía salir de allí, debía regresar a su territorio. Las hojas palidas, frías solo podían crujir a su paso, el estruendo retumbaba en su mente y la paranoía invadía sus sentidos cada vez más agudos. Se detuvo, los sonidos habían cesado, su rostro giro en todas direcciones y la paz ahora albergaba el lugar, la luz de la luna se había casi disipado entre las copas de los arboles, de no ser por un pequeño espacio entre dos pinos, la luz sería mera ilusión, aquellos viejos arboles dejaban caer un halo casi magico hacia la tierra. Trato de acercarse al halo de luz, pero el sonido del agua perturbo su atención.

Unos sonidos apenas se escucharon al otro lado del lugar, se asustó, pero se acerco con cuidado al lago, tomo un poco de agua para calmar su sed, el viento silbaba, la noche caía. Su vista se concentro en el lago, donde las estrellas reflejadas tranquilizabn su alma, aún no sabía como todo pudo haber ido mal, aun no entendía como aquella obligación se había convertido en una aventura algo agotadora... Otra vez se escucharón a lo lejos las mismas suaves ondas que perturbaban su bienestar. Se dejo caer al suelo suavemente y como una serpiente se acerco al lugar de origen de aquel ruido infernal. Era solo una joven con su mascota. Pero que mascotita las que tienen hoy en día, pensó mientras usando su poder de ilusión se convertía en un anciano. Se cubrió con su gaban negro como la noche y se acerco a ambos con un paso aletargado y sumiso.