Donde el cielo no nos persiga [Libre]

Una lluvia de primavera me da la bienvenida a Francia. La frescura del agua tocando mi rostro y las ideas de todo lo que puedo hacer por mi cuenta, me llenan de alegría. Mi gabardina cubre mi traje de color gris, un sombrero del mismo tono tapa mi cabello rubio, oscurecido con los años. Llevo un paraguas como bastón, mas no lo tengo cubriéndome de la lluvia.
He mandado una carta a mi madre, ella ya está en España, dice que regresara a su apellido de soltera, para a evitar sospechas. Mi madre es una santa y es lo único que me queda.
Mi francés está muy oxidado, casi no lo he usado en los últimos dos años, así que al saludar a las personas en cubierta, me he limitado a un saludo con el sombrero.
En cubierta, veo a una familia de clase baje discutiendo y recuerdo que los problemas familiares no tienen clase social.
No sé qué idioma están hablando, tachando mis opciones, ha de ser alemán o ruso, lo ignoro. Desde mi lugar puedo sentir sus emociones, frustración por parte de la esposa, enojo irracional por parte del padre y una tristeza extrema por parte de la pequeña niña.
Lo que me llamó la atención no fue la familia, si no una hermosa joven que los mira casi frente a ellos. La chica lleva una gran capa negra y una capucha, parte de su cabello sale de ella y lo mueve la brisa, es casi como si el aroma de su cabellera llegara hasta donde estoy yo. Esa aroma es tan puro, como flores tocadas por los primeros rayos de sol, me recuerda a mi hogar ¿Sera inglesa también?
La pequeña niña de la familia humilde sale corriendo y la muchacha la levanta con dulzura, pues había tropezado. Cuando la madre va por la niña, es como si sus emociones se calmaran, puedo sentir su preocupación, el amor por su hija y la esperanza que si hay personas amables en Paris, justo como esa joven. Sonrío al sentir sentimientos tan preciosos, en ese momento anclamos.
La joven, que no he parado de seguir con mi vista, se ha formado con los de clase alta, que decepción, tal vez nunca la volveré a ver. Por mi parte, espero el llamado a los de media, y cuando pasa este, me apresuro a formarme para bajar de inmediato.
Recibo mi maleta de mano afuera del barco, el resto de mi equipaje, según el amigo de mi padre que me prestara su casa, ya está en el lugar. Comienzo a caminar por el muelle dando vuelta a los charcos pequeños que la lluvia, ahora un poco más calmada, ha dejado al paso de la noche. Las luces de la ciudad, inundando mis ojos, me hacen pensar lo diferente que es Londres. Paris parece más calmado, más pequeño incluso, pero mucho mas romántico.
Seguramente por la divina suerte de un ángel, o tal vez un demonio, me encuentro a la joven de nuevo. Esta vez, viendo hacia la ciudad, seguramente espera su coche para que la lleve a su casa. “Sólo un saludos” pienso, pues si es de clase alta, tal vez solo tenga esa oportunidad, aquí no es Londres.
Camino hacia ella, hasta quedar de frente, sus hermosos ojos marrón me dejan perplejo por un segundo, reacciono y le sonrió quitándome el sombrero ante ella. Le hablo en ingles, aunque no estoy del todo seguro si ella es inglesa como yo

-Buenas noches, señorita-le digo con amabilidad-Mi nombre es Rayner Andrews. Noto que usted no lleva paraguas para esta lluvia y seguramente, aunque este así de abrigada, podría enfermarse-estiro mi mano un poco hacia ella mostrando mi paraguas-Aquí tiene el mío. Así podrá protegerse hasta el camino a casa

Mi mirada se detienen sus ojos-que hermosos-pienso sin dejar de mirarla. Por un segundo me pierdo, creo que esto pasara mas veces. Pero en su mirada y su corazón, siento un miedo repentino, como si el hecho de que le hablara en ingles, la asustara de sobre manera -¿Acaso escapa también? Puede que, como yo, allá venido de Inglaterra sólo para separarse de todo lo que tenia allá y yo soy un recuerdo vivo de ese terror que puedo vivir en nuestra tierra.

-Por mi no tiene que preocuparse, señorita-le digo con amabilidad. Yo mismo abro el paraguas y la cubro con el-Se mojo el cabello por mi culpa, si hubiera sido más rápido hablando, no se hubiera empapado así. Le ruego me disculpe.
Con mi mano, la invito a caminar hacia un lona cercana, parecida a donde los mercaderes veden sus objetos, posiblemente aquí alguno deja su lugar asegurado para venir por la mañana. Una vez ahí, le retiro de encima el paraguas y lo sacudo hasta volverlo a cerrar.

-Es hermoso que la lluvia nos reciba en la ciudad ¿No lo cree?-la miro sonriendo, sin perder atención de sus ojos-Aunque vine aquí por algo diferente, la lluvia me recuerdo a mi tierra. Que esto viene a dejarme con la suposición que vinimos del mismo lugar. Es extraño como podemos salir de nuestra casa y al momento de entrar en territorio diferente, encontramos tanta similaridad ¿No lo cree?

Mirando hacia el barco, noto a las personas humildes de hace unos minutos, bajando del navío. No creo que ya haya descubierto por que la pelea, pero parece que no tienen paraguas, al menos eso pienso, debido a su lenguaje corporal. Por lo tanto, miro a la joven Jeanne y corro hacia la familia.

-Tome-le digo a la señora que me mira con asombro, pues le hable en francés y no me entendió- Se lo regalo-abro el paraguas y se lo entro a la dama para que la lluvia no los moje. Siento la sonrisa de la niña y la calma de la familia. Seguramente no entendieron una palabra de lo que les dije, pero el mensaje del regalo fue muy claro, pues comienza a seguir su camino.

Regreso, rápidamente, al lado de la muchacha y la miro sonriente.
-Discúlpeme el hecho que haya dado nuestro único paraguas, pero hay carruajes al final del muelle, los cocheros deben de traer paraguas, incluso de sobra. Si usted gusta podremos compartir uno y cada quien ir a su respectivo destino. Nos mojaremos, tal vez durante uno o dos minutos, pero llegaremos más rápido a casa. Además, creo que ambos ya estamos demasiado mojados Unas gotas mas no tienen importancia a esta hora.
Le extiendo el brazo para que lo tome.

-¿No la hace sentir como niña el que vaya a correr bajo la lluvia?-le digo sonriente