Speaking of murder...( Libre )

El insomnio no le permitía dormir. Había estado paseándose de una habitación a la otra, sin poder conciliar el sueño. Tan sólo tres meses habían pasado desde el fatídico día en el que había tenido que acabar con una vida para salvar la suya, sin saber, que al terminar con una, había arrastrado otra. Siempre, desde niña, cuando no podía dormir o tenía pesadillas, se iba a la habitación de su padre y sólo allí, acurrucada en los brazos de él podía conciliar el sueño y descansar. Pero ahora no lo tenía a su lado y lloraba cada noche porque se culpaba y no podía perdonarse a sí misma todo el daño que había provocado.
-Ich vermisse dich papa*...- murmuró con pesar, mientras se recostaba sobre la cama, acurrucada y aferrándose a la ropa que aún mantenía la esencia de su padre. Las lágrimas brotaban de sus ojos sin parar y ella intentaba calmar su respiración cerrando los ojos y suspirando calmadamente. Se incorporó sobre la cama y secó sus lágrimas con la sábana, se bajó de ella y un pequeño escalofrío la estremeció cuando sus pies descalzos tocaron el frío piso de la habitación.

Caminó hasta salir de allí y se dirigió hacia su propia habitación, donde buscó zapatos y un abrigo que la protegiera del aire nocturno. Ya no había nadie en aquella casa que pudiese decirle que no saliera, nadie que le advirtiera lo peligroso que era para una muchacha como ella el vagar durante la noche, nadie que la detuviera. Volvió a suspirar y salió de la habitación, bajó las escaleras y llegó hasta el vestíbulo, desde donde avanzó hasta la puerta principal y salió hacia el exterior. A esas horas las calles de París lucían vacías, ni una sola alma vagaba, lo que hizo que ella se sintiera más segura. Atravesó el vasto jardín y se apresuró para cruzar la reja que protegía el terreno que había pertenecido durante años a la familia de su padre y que ahora era sólo para ella.

Hacia dónde podrían llevarla sus pasos... no tenía idea, lo único que quería era salir, estar lejos de todo lo que pudiese hacerle recordar todo el dolor que sentía y sabía no desaparecería nunca de su interior. Así fue como llegó hasta el sector más alejado de la ciudad, en el linde de esta con los terrenos aún indómitos de aquel país lejano en el que vivía desde hacía mucho tiempo. Su respiración entrecortada provocaba un pequeño vaho expelido desde su boca, porque a pesar de estar en primavera, las noches seguían siendo frías. La luna iluminaba su rostro y le daba un aire casi espectral a su pálida tez, mientras ella se aferraba a su abrigo. No tenía nada que perder, así que se adentró al bosque. Sin saber si había bestias salvajes, o peor que eso, alguna persona desalmada, simplemente entró y no pensó en nada más. Sus pasos se volvían mudos al hacer contacto sus zapatos con el césped, mientras que ella se mantenía atenta a cualquier ruido. Fue así que hasta sus oídos llegó un agradable sonido que se le hacía familiar; por alguna razón que no supo descifrar. Sin pensar en las consecuencias, desvió sus pasos hacia la voz que cantaba, como si de un hechizo se tratase. Así fue que llegó a un pequeño claro, donde una mujer estaba sentada sobre las raíces de un viejo e imponente árbol. Eiri quedó impactada al notar la belleza y palidez de la piel de aquella figura femenina que cantaba, asustada y al mismo tiempo absorta en observarla, detuvo sus pasos para esconderse tras un árbol y desde su escondite observarla mientras cantaba.

El silencio que durante unos breves instantes se había apoderado de la escena se había roto gracias a las palabras de la chica. Eiri no pudo evitar dar un respingo cuando se vio descubierta por la joven cantante; parpadeó un par de veces, aferrando sus manos al tronco del árbol, como si estuviese asustada de algo más que haber sido descubierta.
Su respiración comenzó a agitarse, pero cerró los ojos y resopló antes de abrirlos nuevamente y salir tímidamente de su escondite. Se hizo a un lado del árbol y quedó a vista de la chica, a unos cuántos metros de ella.
-L-Lo siento... yo... yo n-no quería espiar...pero tampoco quería interrumpir...- murmuró entrecortadamente, producto de su timidez, mientras desviaba la vista desde el rostro de su interlocutora hacia sus propios pies, mientras jugaba con el flequillo de su abrigo. Levantó la cabeza una vez más pero no volvió a mirar a los ojos de la mujer que tenía en frente, sin hacia algún árbol que tuviese cercano, como si de pronto fuese más interesante mirar la corteza del árbol que a la mujer a la que había interrumpido. Algo en ella le parecía extrañamente misterioso, más aún cuando su cuerpo parecía querer salir corriendo de allí, como intuyendo que podía correr peligro si se quedaba allí por más tiempo.

También llamaron la atención de la muchacha, las palabras que la mujer había pronunciado. -Usted... acaba de decir que este bosque es un santuario para los que están desesperados... ¿es por eso que está aquí?- aquella debía ser una pregunta demasiado personal, pero Eiri no podía asociar que ella misma también se sentía desesperada y que aquellas palabras perfectamente podrían estar referidas a ella. Miró durante segundos a los ojos a la chica que tenía en frente y luego desvió la mirada una vez más, bajándola hacia el piso otra vez para luego volver a hablar -Lamento mis modales, no me he presentado...- reconoció en un nuevo murmullo y sonrió apenas -Mi nombre es Eiri... Eiri Mondschein- añadió haciendo una pequeña inclinación de cabeza. Si algo había que ella no quería olvidar, eran los modales que su padre le había enseñado. Todo lo que él alguna vez en la vida le dio, ella siempre lo tenía en mente, tanto como enseñanza como recuerdo de la persona más importante para ella.
-Canta usted muy bien... y por lo que pude apreciar, era ¿Alemán, el idioma en el que cantaba?- señaló frotándose los brazos con ambas manos, como si el frío que hasta hacía poco no había sentido, ahora se hubiese acrecentado. Eiri miró hacia su alrededor, todo parecía tan tranquilo y silencioso que incluso le parecía irreal. Sólo el sonido de su propia voz era audible en aquel espacio lleno de árboles y naturaleza, que bañados bajo la luz de la luna, se tornaban más hermosos de lo que podrían llegar a ser durante el día.

El saber que aquella joven frente a ella también era huérfana, no la hacía sentir mejor, todo lo contrario, se sentía aún más desdichada y extraña. El contacto de aquellas manos frías sobre sus hombros la hizo levantar la cabeza y mirar aquellos ojos que si bien recordaba, en un inicio los había notado mucho más oscuros de lo que estaba ahora. -¿De qué sirve volver?- preguntó de pronto, ladeando apenas la cabeza, sin dejar de mirar a los ojos a la muchacha, de una manera tan extraña que creía que la chica no era normal.
-Es casi un martirio volver y encontrar que cada cosa que veo y toco me trae los mejores y a la vez peores recuerdos de mi existencia.- hizo una leve pausa y sin saber muy bien el por qué, se sintió débil, apoyando todo el peso de su cuerpo en el tronco del árbol -Yo no merezco estar aquí... él... él no debió morir por mí-dijo en un murmullo casi inaudible, mientras que sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. Aún estaba latente el dolor de haber perdido a su padre por culpa de ella, el estar sola y haber sido una mala persona. Todo la hacía cuestionarse su derecho a estar sobre la tierra y cada vez que lo pensaba, más se incrustaba en su mente la idea de que cualquiera merecía la vida más que ella.

Por otro lado, también se sentía sucia, una mujer manchada y que nunca podría ser amada por nadie, aún en su mente continuaba fresco el recuerdo de su tío y la imagen de la noche en que él abusó de ella y le quitó la oportunidad de ser feliz con alguien más. Con mayor razón se sentía desafortunada y creyendo que la vida que poseía no la merecía, porque a pesar de tener dinero, una enorme casa donde vivir y muchos sirvientes que harían cualquier cosa que ella les pidiera, se sentía vacía; porque no tenía el amor de su padre y tampoco podría siquiera concebir la idea de conocer a alguien especial.
Para ella, todo estaba negado. Ella misma se lo había negado todo.

Sin saber por qué, toda aquella pena y frustración que estaba sintiendo al hablar con aquella muchacha iban desapareciendo, como si algo sobrenatural la invadiera y le quitara toda la pena y le diera la tranquilidad que hacía ya un tiempo deseaba obtener. No pudo comprender, pero aún así las lágrimas que salían desenfrenadamente de sus ojos parecían fluir con menor rapidez, como si también se calmasen.
-¿Morir?- preguntó la chica, levantando la vista, clavando sus ojos oscuros sobre el rostro de la chica sin comprender lo que decía, más tampoco se atrevía a preguntar más. Con calma, comenzó a inclinarse, hasta quedar con toda la espalda apoyada sobre la corteza del árbol, sentada sobre sus raíces.
-No comprendo lo que quiere decir...- añadió en tono soñoliento, mirando ahora a su interlocutora desde abajo, mientras apoyaba sus manos a ambos lados de su cuerpo sobre el césped húmedo y frío a esas horas de la noche.
-¿Se refiere a estar muerta en vida a causa de un gran dolor?- preguntó confusa, mirándola hacia arriba, mientras flexionaba sus rodillas y las abrazaba a su cuerpo con fuerza. Estaba confusa y además se sentía extraña, aunque lo hubiese intentado, parecía ser que las lágrimas ya no querían salir, y la pena que sentía se había esfumado...¿Tan poco le había durado el dolor de perder a su padre? No estaba segura de ello, incluso así, en ese estado de letargo anhelaba poder sentir el dolor de haberlo perdido, porque eso era lo único que le hacía sentir que realmente estaba viva.

-Usted no se ve mucho mayor que yo... ¿Cómo puede decir que ha vivido muchos años? No la comprendo...- murmuró mirándola cada vez más confusa, intentando no caer en un sueño que de pronto comenzó a apoderarse de ella como si no hubiese dormido hacía mucho tiempo. Sentía que si cerraba los ojos, se dormiría de inmediato, y obviamente no quería hacer una cosa así mucho menos sabiendo que estaba a solas con una mujer desconocida a altas horas de la madrugada y además, muy lejos de la seguridad de su hogar.
-Yo...- murmuró intentando incorporarse del suelo, impulsándose con sus brazos hacia adelante y luego hacia arriba, sin conseguir demasiados resultados. -Debo volver a casa- añadió lo más rápido que pudo en ese estado, intentando mirar a la muchacha que tenía en frente luchando por mantenerse despierta y no caer rendida ante el sueño.

-Debo volver- repitió, pero esta vez para sí misma, volviendo a realizar un intento por levantarse del suelo y salir de allí para volver a su casa. La chica aún mantenía sus manos sobre los hombros de Eiri, no en señal de apresarla, sino más bien como precaución de que ella no se fuera a caer. -estoy bien- añadió logrando levantarse sin dejar de apoyar su espalda sobre el árbol, mientras parpadeaba rápidamente, intentando despertarse y salir del letargo en el que se encontraba sin saber por qué. ya no estaba triste, eso ella podía sentirlo y se daba cuenta. Lo que no quería que sucediera era quedarse dormida allí, en medio del bosque donde podría aparecer cualquier tipo de criatura peligrosa que podría hacerle daño. El caso era, que Eiri no tenía idea de la existencia de otros seres, seres diferentes y al mismo tiempo tan parecidos a los humanos, ella ignoraba todo aquello, nunca había creído en las historias que los empleados de su casa solían decir sobre “vampiros” y cosas por el estilo. Ella sólo sabía que existían personas buenas y personas malas; y esperaba no estar parada frente a una de las segundas.

La vida siempre sigue su rumbo, no se detiene por nadie ni por nada, siempre en constante movimiento y cambio... ¿Qué le podría deparar el destino a la pequeña Eiri? Nadie lo sabría nunca con certeza ni mucho menos podría presagiar su futuro.

La muchacha continuaba sumergida en un extraño trance que la hacía reaccionar mucho más lento y de ese mismo modo pensar con menos claridad. Oyó cada una de las palabras de la joven que estaba junto a ella, mirándola desde hacía mucho tiempo, sin dejar de sostener la vista y sin quitarla de ella. ¿Era acaso posible que aquella muchacha llamada Jacqueline Ritchway fuese quien ejercía ese poder sobre ella? a esas alturas de la noche y en el estado en el que se encontraba, poco era lo que Eiri podía discernir sobre la situación.
-Yo...- murmuró confusa, frunciendo apenas el ceño, intentando aclarar sus pensamientos sin obtener resultado alguno. La castaña tenía buena memoria y a pesar de encontrarse confusa y soñolienta, lograría de seguro recordar todo lo que aquella chica le estaba diciendo.

-Volveré... volveré si no puedo dormir... espero verla pronto, señorita Ritchway. Que pase una buena noche- dijo a modo de despedida, irguiéndose lo más que pudo y comenzando a caminar en la dirección por la que había llegado. En su memoria quedaría marcado aquel extraño y confuso recuerdo. El rostro pálido de aquella muchacha continuaría presente en su mente, pero más fresco se mantendría; el recuerdo de sus palabras. Eiri las tenía grabadas en la cabeza, y a pesar de que no las comprendiera del todo, no las olvidaría e intentaría comprender y buscarles un significado racional. Se dio una última media vuelta y saludó con la mano a la joven, que permaneció allí en el claro, donde aún la luna brillaba sobre sus cabezas, dándole así al rostro de la joven vampiro una extraña tonalidad más blanca de lo normal en los de su raza, dándole un aspecto fantasmal que casi logró asustar a Eiri.
No recordó muy bien cómo fue que llegó a casa, pero sí le quedó presente la imagen de aquel rostro pálido y fino junto con vagas palabras que no tenían especial sentido.
No aún al menos...