Entre más extraño el cliente, mejor (Miranda)

Recuerdo del primer mensaje :

La tienda "Minnen Butik" de antiguedades y recuerdos no aparentaba ser el tipo de lugar frecuentado por los exquicitos paladares de los distinguidos burgueses y nobles de Paris, por el contrario, parecía ser el tipo de agujero que sólo gitanos, brujas y humanos de clase baja visitarían en busca de alguna baratija curiosa. De apariencia modesta en su exterior y oscuro interior, muchas personas preferían pasar de largo sin atreverse a descubrir la mercancía. Pero eso precisamente lo que a Soren le encantaba del lugar.

Soren había crecido en la abundancia, su padre había sido un poderoso señor feudal en suecia, había pasado su infancia en las comodidades de un castillo, escondiéndose tras las enaguas de su madre en las fiestas y eventos sociales burgueses y gracias a ello, Soren había aprendido a valorar los objetos por su funcion y no por su valor en dinero. Quería que las personas que entraran en su tienda, compraran con el corazón más que con el bolsillo y que las cosas que se exibían allí, curiosas y poco comunes, cumplieran una función especial y no terminaran siendo adornos más entre los cientos de poseciones que los ricos solían coleccionar.

Entre más extraño el cliente, mucho mejor, pensaba observando con ensoñación la entrada desierta.

Esa noche, particularmente, había terminado las clases en la universidad y se encontraba sentado en el escritorio que se encontraba bien al fondo de la tienda, con un candelabro iluminando paulatinamente su rostro y un montón de libros de literatura clásica e historia del arte desordenadamente esparcidos por la mesa, a su lado un aviso ponía "Compre con el corazón y no sólo con su bolsillo".

Estaba sumamente concentrado en sus apuntes y desvarios que no se dio cuenta que hablaba en voz alta y que otra persona había entrado en la tienda.

- Definitivamente, brujas, gitanos y gente rara son lo mejor... entre más bizarro mejor... -

¿No le gustaban las personas? Soren levantó el rostro. Por primera vez su curiosidad era más fuerte que el deseo por beber su sangre. La observó en silencio, sus ojos azules, claros casi transparentes dejando notar la curiosidad de un gato muy grande frente a un pequeño incecto multicolor de tipo desconocido. Ella también lo miraba, pero aunque a Soren le dificultaba mantenerle la mirada a una persona directamente a los ojos, esta vez no le importó, porque sabía o más bien sentía que esa chica frente a él no le estaba realmente mirando.

Esa mirada aunque fija en él, le transpasaba y seguía trás la pared de roca y madera y quizás inclusive atravesaría el patio posterior y llegaría hasta la casa de la señora Begette que cocinaba quesos apestosos en la noche y cuyo olor penetraba en la tienda a veces. Esa mirada quizás atravesaba Paris y se perdía en algún lugar al que probablemente ningún otro ser humano podía llegar.

Escuchó el nombre que le dio, extraño, díficil de pronunciar y no apropiado para ella.

Tómo el cigarrillo aún sin encenderlo, entre sus dedos y Se relamió los labios distraídamente, pasando su lengua húmeda por su labio inferior aún rojiso por los rastros de sangre, el sabor pareció regresarlo de su ensoñación y de nuevo sintió el impulso de saltar sobre ella y morderla, destruirla desde adentro... no, destruirla no, descubrirla. Eso era, quería descubrirla, beber de ella y leer sus pensamientos, saber hasta donde llegaba esa mirada.

- ¿Hasta donde llega tu mirada? - Dijo de repente sin ser consciente que pensaba en voz alta - A parte de atravesarme a mi ¿Que tan lejos miran? - Agregó.

La reacción fue extraña. Por unos instantes creyó una sombra que pasaba corriendo por entre sus pupilas claras. Había algo dentro. ¿Quizás otro monstruo? Como el que habitaba en su interior ese que sólo aparecía para destruirlo todo y dejarle miserable y patético. Ese que se burlaba de él, de la imagen y el perfecto disfraz que quería mantener frente a todos y si mismo. ¿Acaso ella también era atormentada por si misma?.

Sin duda, cada uno era el enemigo de si mismo. Sin duda, él no podría ser otro más que ese que se quedaba allí mirándola con interés, porque Soren nunca era el que daba inicio al fuego, el que daba el primer paso y hacía girar los engranes. A veces se sentía como un simple espectador del mundo, alguien que, sobrevive eternidades, sólo para ver con curiosidad que pasa a su alrededor sin involucrarse.

Había dicho algo. Soren levantó el rostro y ella le daba la espalda, el olor de la sangre una vez más envolviéndolo como un veneno. Aquello era una invitación mal sana que él no sabía como responder. ¿Como podía entrar a un mundo en el que parecía no tener espacio? y más importante ¿Quería él entrar? ¿O quería sólo asomarse y observar desde afuera?.

- ¿Y que pasa si sólo quiero observar desde afuera? - Dijo sin pensar. Recordándose así mismo que debía controlarse. Que ese no era su día para beber, que ya lo había hecho hacía poco y NO LO NECESITABA y Soren en toda su vida vampirica, jamás había bebido de alguien sin necesitarlo. No cometería el pecado de la gula con algo tan peligroso - Si entro, hecho un vistazo y no quiero tocar nada, sólo observar y salir... ¿Me lo permitirás? -

Aquello era extraño. La mayoría de las personas añoraban moldear y cambiar a las personas que les gustaban, para poder tener una relación y mantenerse juntos por mucho tiempo, entenderse y amarse. Pero ese no era Soren a él le interesaban otras cosas.

De alguna manera, la negativa no le sorprendió tanto. Esperaba algo así. Soren no era conocido por ser precisamente optimista y tampoco había tenido suerte con las mujeres, aunque en ese momento se sentía distinto. Para la mayoría de los hombres, enfrentarse a una bella dama es como una carrera contra el tiempo, sacas todas tus armas y atacas para obtener resultado, sexo, compañía, matrimonio, son muchas las cosas que se pueden obtener. Pero para Soren, enfrentarse a una dama significaba una carrera contra si mismo. No sacaba ninguna arma, las escondía todas.

Le molestaba esa 'obligación' que socialmente como hombre, debía tener en torno a la mujer. Ser un conquistador y estár un paso adelante. Por eso prefería hacerse a un lado y sólo observar. Porque perder le hacía sentir aún más patético (si era eso posible) y para no enfrentar la perdida, simplemente prefería no luchar.

Estaba más seguro sólo. ¿Si no podía preocuparse ni de si mismo, como iba a preocuparse por alguien más?.

- Débil... - Exclamó pensativo, no era una pregunta era una afirmación. - Si, lo soy... ¿y que eres tú? - Le preguntó, no quería moverse, no quería acercarse más a ella. Le atraía y le repelía al mismo tiempo. Le hacía sentir extraño y no le gustaba la sensación, debía estar seguro, eso era más importante. - ¿Como... determinar la fuerza del alma o el espiritu en una persona? - Agregó y comenzó a retroceder, hasta que su cintura golpeó el escritorio donde solía sentarse.

Al mirarla, Soren tenía la sensación de estar mirando una muñeca de porcelana vacía controlada a cuerda por algun otro ser. Su mirada ausente fija en todo y a la vez en nada, dejaba entrever que en el interior había una inospita vacuidad. Soren no la entendía, pero precisamente por eso, su curiosidad aumentaba con cada segundo, hacía tiempo no se sentía de esa manera frente a otra creatura, particularmente un ser humano.

Los humanos en general eran interesantes de observar, pero algunos le cautivaban sobre manera, como aquella joven cuya conversación aleatoria hubiera aburrido rápidamente hasta el más pasciente de los interlocutores. Pero no a Soren, en primer lugar porque, estaban en su tienda y no tenía a donde huír. Al fin y al cabo era un cliente, así la situación se tornara cada vez más extraña y en segundo lugar porque, Soren en si mismo no tenía un discurso ameno que contar y odiaba tener que crear un discurso para encajar en el estereotipo que la sociedad esperaba de él.

Frente a esa loca de cabello revuelto. No sentía la necesidad de pretender, no tenía que encajar, porque de alguna forma, sabía que aunque dijera lo incorrecto, a ella no le importaría y no le jusgaría. Por lo menos eso era lo que quería creer.

Ella se acercó y le llamó mazoquista. Soren arqueó las cejas con sorpresa, cuando un delicioso dedo tibio se precionó contra sus labios, contuvo el instinto primario de lamerlo suavemente, de cerrar los ojos y chupar ese dedo pálido y envolverlo entre su lengua, para luego enterrár sus colmillos y deleitarse con el sabor de su sangre. Ella retiró el dedo y Soren suspiró aliviado. La tentación era grande, sus ojos viajaron de nuevo al cuello de ella y lo miraron con aprención, sus labios temblaron ligéramente.

La observa rodearlo, con pasos calmos, exclamando otra frase aparentemente inconexa, se sienta en el borde de la silla. Demasiado cerca.

- Tiene usted toda la razón - Comentó sin dejar de notar como miraba la botella con ron. - Todos determinamos nuestra propia insignificancia y nos pasamos la vida, pecando en vanidad y egoísmo, intentando hacer de esa insignificancia una gran obra que pueda ser admirada por otros - Soren toma la botella y la destapa parcimoniosamente, el olor del licor se extiende entre ambos - Ron viejo de Caldas, 10 años de antiguedad, fuerte, intenso y lleno de caracter, muy contrario a mi mismo ¿Le apetece? -

La chica en frente suyo era ciertamente impredecible, pero dentro de esa cualidad, era predecible de algún modo. Soren estaba esperando otra frase aleatoria y otra mirada ausente, pero en vez de eso, el vampiro se quedó completamente atónito frente a lo que sucedió a continuación.

Al comienzo sólo pareció que quería beber el ron, que por cierto, Soren estaba tentado a explicar, procedía de un pueblo muy pequeño en un país exótico SurAmericano, con salida a dos oceanos y un gran patrimonio cultural, pero entonces ella, se mordió el dedo y el olor de la sangre se esparció por el aire como un narcótico. Soren dejó escapar un suspiro y sus ojos se fijaron en el delicioso liquido, brotando gentilmente de ese dedo tibio. Sigue las acciones de ella con la mirada fija en la sangre. La sangre se mezcló con el alcohol y entonces ella se lo ofreció.

¿Porque haces esto? fue lo primero que llegó a su mente. ¿Porque una mujer de repente aparecía en su tienda tentándolo? Normalmente era él quien tenía que ir en busca de humanos de los cuales beber, no eran ellos los que iban a él ofreciéndole sus cuellos. Tragó saliva y por muy extraño que pareciera sintió calor. Se desató la bufanda que llevaba anudada al cuello y su cuello pálido quedó expuesto. Ahora Miranda, podía apreciar, las venas ligeramente tensas por el deseo en su cuello, su manzana de adán, subiéndo y bajando cada que tragaba saliva para humedecer su boca seca.

Sed.

Soren acercó su rostro hacía la botella sin cojerla con sus manos, sus labios temblorosos se posaron sobre la boquilla y el sabor de la sangre mezclado con el licor entró en contacto en su lengua como un huracán.

Dios... cuanta sed.

Una vez la bebida hizo contacto con su lengua, fue imposible detenerse. Bebió el contenido sin tocar la botella, dejando que la mujer la sostuviera, cual madre que alimenta a su hijo. El licor particularmente no le gustaba, bebía porque era una actividad social y nunca fumaba porque le parecía estúpido. Un hombre de intelecto como él, que se pasaba horas leyendo y estudiando los errores de la humanidad, sus sentimientos y reflexiones, tenía una idea muy clara de ese tipo de vicios. Por lo que se limitaba a evitarlos y si era necesario dada la situación, simplemente lo haría para hacer su disfraz humano más creible.

El licor, en cierta forma no le afectaba, como afectaría a los humanos, en realidad nunca había tomado lo suficiente para comprovar si podía embriagarse como los mortales. Debió casi todo el contenido de la botella, el ron viejo de Caldas era un ron demasiado fuerte, de ser humano estaría completamente ebrio, pero para Soren, lo más importante era, el delicioso sabor de la sangre diluída en el licor, apenas era un pequeño porcentaje, pero unido al licor, había potenciado sus sentidos desmesuradamente.

"-Buen Kaarkarogf."

¿Lo era?, ¿Estaba siendo un niño bueno? ¿Estaba obedeciendo bien a su ama?

Pero... ¿Que demonios estás pensando?. Soren abrió los ojos perplejo, dejando de beber. Ella seguía allí, ahora le ofrecía un cigarrillo encendido y manchado de sangre.

Dios...

Soren no fumaba. Sólo se limitaba a ponérselos en la boca y dejarlos ahí, jugando con ellos para tener algo que hacer con los labios, sin encenderlos. Nunca lo hacía. Fumar era estúpido.

- No... fumo - Logró decir, pero ella ya estaba acercando el cigarrillo a sus labios, aquello no era una invitación era una orden. Soren tragó saliva una vez más y aspiró. Aquello fue extraño, el humo del tabaco viajó por su cuerpo, esparciendo el sabor de la sangre desde su interior. Sus pupilas se dilataron, y el iris azul quedó más pequeño por unos segundos. Toció y se llevó las manos a la boca entre avergonzado y excitado. Sus mejillas, tomando una coloración rosa, contrastando con el blanquecino de su piel.

Soren aún luchaba con el olor y sabor de la sangre que había invadido sus sentidos desde adentro, cuando la mujer le había quitado el cigarrillo y lo volvía a poner en sus labios. Observó el tabaco viajar hasta los labios de ella y un deseo poderoso, que casi parecía una necesidad, lo recorrió desde adentro, quería el maldito tabaco de vuelta...

No. Aceptalo Soren, no quieres el tabaco, la quieres a ella, a su sangre.

Aquello era cierto, aunque no quisiera aceptarlo, había provado la sangre de ella primero con la cortada y ahora, la había fumado. ¿Se estaba convirtiendo esa mujer en una droga?

Si, mi droga perfecta.

Parpadeó, notando que ella se había alejado, jugaba con él. Lo atraía y lo alejaba. Era justo como eso. Como una droga. Entonces vino la pregunta que le desconcertó, nunca se había detenido a pensar en ello ¿Que más no hacía?, Intentaba pensar con claridad, pero su cuerpo temblaba, necesitaba beber esa sangre de nuevo, dios, cuanto deseo acumulado en su interior, tragó saliva, su manzana de adán bajo instintivamente en su cuello en la acción, se quedó mirándole las piernas.

De repente fue consciente de que se había arrodillado. ¿En que momento? ¿Cuando? de repente estaba de rodillas frente a esas piernas mirándolas con adoración casi fetichista. Quería tocar esa piel tibia, entregarse al calor de esa carne viva y pulsante.

- Hay muchas cosas que no hago... - Murmuró sin dejár de mirarla con sumición -
Nunca mato a mis presas cuando me alimento - Explica y aunque se siente extraño diciendo esto a una mortal, siente que ella comprende a los vampiros incluso más que él - Nunca entrego mi corazón a nadie - Continua, sus ojos ahora recorriendo las piernas desde la punta de los dedos, hasta, la oscuridad que se perdía dentro de la tela de su vestido - Nunca... permito que lleguen hasta mi - Finalizó llevándose una mano al pecho para darle a entender, que, no dejaba tampoco entrar a nadie.

"tengo mi cabeza pero mi esta desilachada
no puedo controlarme no puedo mantenerme en el camino que transito.
tengo mi corazon pero mi corazon no es bueno

Eres la unica que es comprendida
voy pero no se donde me llevas

No deberia ir pero estas torciendo arrastrando sacudiendome
apaga el sol, aparta las estrellas del cielo
mientras mas te doy, mas me muero.

y te deseo"

La voz de ella lo sacó de su hipnosis. Volvió a la realidad por unos segundos y posó su vista en el rostro de ella. No sabía si le hablaba a él o estaba recordando a algun otro 'contenado' que hubiera conocido. Su actitud era más extraña con el paso de los minutos, Soren ya no recordaba cuando había llegado a la tienda, en que momento él había estado tranquilamente y quizás felizmente esperando tras el mostrador a que alguien la visitara.

Ahora se encontraba de rodillas, oculto tras su propio mostrador, postrado ante una mujer de belleza aterradora, sin saber quien era, sin conocer más que un vago nombre que ya había olvidado y con un deseo irrefrenable de beber de ella.

A Soren no le gustaba beber de las personas que conocía. No le gustaba el contacto cuando había un vinculo afectivo, esa era una de las razones por las cuales no le gustaba abrir su corazón a las personas y por la que detestaba la frialdad con la que otros vampiros miraban a los humanos, casi como simples pedazos de carne.

-¿Eres demasiado egoísta o tímido? -

Dijo entonces ella y descaradamente, le reveló algo más allá que una simple pierna, el lugar de la perdición para todo hombre mortal. ¿Acaso no era consciente de su propia sensualidad? ¿O lo hacía a proposito para provocarle?. Apenas si podía pensar en la pregunta que le había hecho mientras la observaba con deseo, perdiéndose en fantasías que no sabía existían en su cabeza. Después de todo el nunca se había acostado con una mujer.

- Creo... que un poco de los dos - Comentó, sintiéndo el ligero rose de los dedos de ella en su cabello, sintiéndo un escalofrío fugaz recorriendo su cuerpo - ¿Pero no es acaso el amor,el intercambio de dos fantasías y el contacto de dos egoísmos? - Sonrió, quería parecer seguro de si mismo, quería el control de vuelta.

EDITANDO. No sabes como ame ese "a la mierda Soren".


-Amor es creer en el otro. Darle el poder de destruirte y confiar en que no lo haga. Ilusos.

Soren logró distraerse un poco para pensar en sus palabras. Arqueó una ceja, ¿destruir?. Discrepaba. La única vez que había amado, había casi 300 años atrás cuando era mortal. Había amado con tanta intensidad que hubiera entregado su vida a él, si se lo hubiera podido, pero él, Anatole, nunca le había herido, no le destruyó, le enseñó a vivir la vida, le protegió, le amo y aceptó como era. Anatole, no tenía el poder de destruirlo, porque él único con poder para destruirlo, era si mismo. Él era el único que podía destruirse, odiarse con intensidad o amarse. Ninguna otra persona ajena tenía ese poder. Y Anatole, era un hermoso recuerdo en su memoria, sellado con el tiempo, guardado celosamente para que nadie pudiera acceder a él y modificarlo. Inclusive cuando había durado tan poco y no hubiera sido correspondido.

Le gustaba recordar a Anatole, siempre le arrancaba una sonrisa, pensar en él, en sus ojos oscuros, amables, tan llenos de todo, su voz tranquila y sus manos, habiles y perfectas. Se llevó una mano al cuello, justo bajo el borde de la camisa, acariciando distraidamente una cadena de plata con un pendiente en forma de media luna. Ló único que conectaba lo irreal de Anatole en sus fantasías y la prueba de que no lo había imaginado todo.

Entonces la voz de ella lo trajo de nuevo al mundo real y sus ensoñaciones se disiparon para ser remplazados por el shock de lo que vio, la mujer, le provocaba de nuevo, no, aquello no era una provocación era una orden dirécta de que la mordiera en la mierna. ¿Porque un humano querría ser mordido por un vampiro? ¿Es que acaso era la nueva moda en París? Se preguntó dejando que su boca se abriera en una expresión de sorpresa. Aquello era más morboso que la idea misma de que un vampiro gustase de morder a un humano. Al revez era infinitamente más fetichista.

Un momento...
¿Eso significaba que ella lo deseaba? ¿A ÉL?
Parpadeó tontamente con todos esos pensamientos y preguntas volando fugazmente en su mente. Porque uno no va por ahí por la vida, ofreciendole cigarrillos con tu sangre a la gente o tus piernas para que beban. Aunque a esas alturas, de esa mujer, podía esperar cualquier cosa.

-Libérate de una maldita vez. Hazlo o pégame.

La palabra libertad, lo golpeó literalmente en la cara, como un puño. Liberarse, perder el control, no había cosa más aterradora que ello. Y esa mujer, lucía tan tranquila.

- ¿Acaso crees que podrás controlarme si me libero? - Murmuró casi con facinación.

Era una locura, estaba loca, LOCA. Y a la vez tan perfecta. No le temía... y quizás le deseaba.

Soren rodeó la pierna de ella con sus manos enguantadas, la acarició suavemente con adoración, bordeando el tobillo y posteriormente la pantorrilla, la pierna de una diosa, sucia, loca, impredesible, pero una diosa. Acercó sus labios con docilidad, cerrando los ojos con pasión besando la piel del empeine, subiendo con sus besos hasta la rodilla, acercándose al lugar que ella le había indicado. Deteniendose para saborear la anticipación, para disfrutar del deseo que le consumía, porque si, era mazoquista y le gustaba sufrir esa agonía placentera y luego después de lo que pareció una eternidad, undió sus colmillos en la piel. La sangre corrió libre y bajó por su garganta como un torrente de sensaciones. Se aferró a esa pierna como si, estuviera a punto de caer a un abismo.

Y lo estaba.

(Dios me quedó eterno, I'm sorry)

No debería estar prestando atención a otra cosa que no fuera el embriagador sabor de la sangre humana, cuando bebía, todo a su alrededor desaparecía para dejarle sólo la sensación ingravida, muy parecida al orgasmo ocacionado por el contacto sexual, que la sangre, le producía al resbalar por su garganta seca. No debería estar prestando atención a nada más que eso, porque cuando él bebía, éra sólo él y el resto podía irse al mismisimo infierno. Cuando decidía morder a una presa, todo estaba calculado perfectamente, controlado, sin ningún vinculo emocional más que el instinto primario de beber.

¿Entonces porque se encontraba tan extrañamente receptivo a lo que ella hacía?
¿Tan pendiente a su mano que ahora se perdía entre su cabello?
Ah, la sensación de sus dedos en su cabello... un escalofrío recorrió su espalda y no era por culpa de la sangre, su mente viajó a un lejano paraje de su propia historia, se encontró de nuevo en los bosques cercanos al castillo, era otoño, su corazón aún latía y él yacía recostado en las piernas de Anatole y él, undía sus dedos entre el cenizo cabello.

Undió los colmillos con fuerza intentando alejar ese recuerdo, esa sensación, ese vinculo emocional. Porque esa mujer de la cual bebía era una extraña. Si iba a permitirse beber de ella, TENIA que serlo, tenía que ser un humano más de los tantos que habitaban Paris.

Escuchó sus palabras ¿Lo incitaba? ¿Lo provocaba?. Soren adoraba ser provocado, de una manera consciente e inconsciente, le gustaban los retos, aunque pocas veces se atreviese a sumirlos, le gustaba sentir la adrenalina que le provocaba la anticipación a lo desconocido. Sintió las uñas en su nuca y entonces fue consciente de que, algo se ponía duro entre sus pantalones.

Aquello no estaba bien, no. Si iba a beber no podía ser así. No era sano ni bueno, desear de otra manera a la víctima como tampoco era bueno, beber de alguien que te interesaba.

- ¿Por qué me haces esto?- Dijo finalmente, levantando su rostro, mirándola con una extraña mezcla de curiosidad y deseo - ¿Disfrutas viendome aquí, humillado frente a ti? - Agregó y se relamió los labios suavemente, limpiando una gotita de sangre que se escapaba de ellos - ¿Disfrutas destruyéndome? -

No había enojo, rabia o culpa en las preguntas. Sólo deseo, su voz estaba casi afónica, su piel añoraba el contacto de una manera inesana y absurda.