AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Esperando un nuevo ángel al que corromper
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Esperando un nuevo ángel al que corromper
Noche. Noche fría. Madrugada. Todos dormían en París. De las personas respetables hablamos claro. Mientas tanto, en los barrios no tan respetables, había la misma vida que en plena mediodia. Negocios plenos de clientela, mayormente ébria. Lugares de mala muerte repletos de personas que en ese momento no tenían para nada la intención de dormir, nisiquiera, de cerrar los ojos. Personas que no sabían hacer -en ese momento- otra cosa, que de día eran respetables trabajadores. La mayoría llevaban una doble vida, otros, simplemente era la realidad del día a día.
Y allí se encontraba Adam entre esa multitud, entre los que eran respetables de día y no tan respetables de noche. O por lo menos, las noches que pasaba allí eran en las que podía mostrarse a los demás tal y como era sin ningún tipo de control.
La lujuria no era algo que pudiera confesar abiertamente frente a cualquiera, refiriendonos a su vida cotidiana en la alta cuna. De echo, solo la conocían los mas allegados a él y con eso es referirse a aquellos con los que ya tuvo algún que otro desliz, por ejemplo, la servidumbre. No toda, porsupuesto, pero la personal del señorito si le conocían y bien que lo conocían. Sin embargo, hasta el momento, allí nadie se había ido de la lengua y gracias a sus encantos las muchachas le guardaban el secreto.
Podría ser realmente fatal para sus padres el enterarse de que volvía a tener esas malas costumbres. Ahora era un muchacho nuevo, echo y derecho, sentado. No había lugar para affair's con doncellas casadas o con la servidumbre, ahora solo tenía relaciones debidas con muchachas de su misma clase y sin sobrepasarse de la ralla. El simple echo de pensarlo le producia un aburrimiento infinito.
- Oye Adam ¿qué tal esta noche? ¿ya sucumbieron? - le preguntó una de sus compañeras en un tono alegre, se notaba que ella si que había triunfado y al parecer hacía bien poco - Si, un par, pero parece que tu vienes bien alegre eh - le guiñó un ojo y le besó en los labios cariñosamente. Allí tenía a muy buenas amigas, mujeres que consideraba mejores que aquellas de cuna alta con las que se rodeaba. - Bueno, yo voy a seguir con la recogida, me faltan un par para acabar bien la noche - y con un gesto de mano, por ambas partes, se marchó dejandole allí.
Sin más apoyó los codos en la barra -de cara hacia fuera- y se dispuso a continuar mirando a la gente, distrayendo su mente con pensamientos mientras esperaba.
Y allí se encontraba Adam entre esa multitud, entre los que eran respetables de día y no tan respetables de noche. O por lo menos, las noches que pasaba allí eran en las que podía mostrarse a los demás tal y como era sin ningún tipo de control.
La lujuria no era algo que pudiera confesar abiertamente frente a cualquiera, refiriendonos a su vida cotidiana en la alta cuna. De echo, solo la conocían los mas allegados a él y con eso es referirse a aquellos con los que ya tuvo algún que otro desliz, por ejemplo, la servidumbre. No toda, porsupuesto, pero la personal del señorito si le conocían y bien que lo conocían. Sin embargo, hasta el momento, allí nadie se había ido de la lengua y gracias a sus encantos las muchachas le guardaban el secreto.
Podría ser realmente fatal para sus padres el enterarse de que volvía a tener esas malas costumbres. Ahora era un muchacho nuevo, echo y derecho, sentado. No había lugar para affair's con doncellas casadas o con la servidumbre, ahora solo tenía relaciones debidas con muchachas de su misma clase y sin sobrepasarse de la ralla. El simple echo de pensarlo le producia un aburrimiento infinito.
- Oye Adam ¿qué tal esta noche? ¿ya sucumbieron? - le preguntó una de sus compañeras en un tono alegre, se notaba que ella si que había triunfado y al parecer hacía bien poco - Si, un par, pero parece que tu vienes bien alegre eh - le guiñó un ojo y le besó en los labios cariñosamente. Allí tenía a muy buenas amigas, mujeres que consideraba mejores que aquellas de cuna alta con las que se rodeaba. - Bueno, yo voy a seguir con la recogida, me faltan un par para acabar bien la noche - y con un gesto de mano, por ambas partes, se marchó dejandole allí.
Sin más apoyó los codos en la barra -de cara hacia fuera- y se dispuso a continuar mirando a la gente, distrayendo su mente con pensamientos mientras esperaba.
Jean-Luc Tessier- Prostituta Clase Baja
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Re: Esperando un nuevo ángel al que corromper
Soy una mujer ocupada y trabajadora. Responsable y siempre al día con los encargos que varias personas me hacen cuando me visitan en total anonimato en mi residencia. Este pedido en especial me había dado algo de gracia, el sujeto quería que le preparara algo para poder disfrutar de una buena noche en el burdel de la ciudad. Siempre que cerraba un trato, el "cliente" tenía el derecho de decirme en qué lugar debíamos de vernos para hacer el intercambio; yo el pequeño frasco con un líquido vigorizante y él por supuesto, dinero.
No tenía nada en contra de los lugares no tan prestigiosos por la alta sociedad parisina, tenía que confesar que eran los lugares que más me atraían, pues uno podía ser tal y como era, sin necesidad de andar con el disfraz de buena persona, bien hablada y esas cosas. Aunque claro, también tenía mis límites en un par de lugares como por ejemplo las tabernas. No me gustaba ir a esos lugares donde olía a hombre sucio y el suelo estaba totalmente resbaloso por tanto escupitajo de gente ebria.
El hombre que había requerido de mis poderes, me dijo con una sonrisa de oreja oreja que tenía que verlo en el burdel. Mi gesto cuando lo dijo fue de asombro, pues nunca había pisado dicho lugar y, tenía que confesar que moría por hacerlo. Disfrutaba de la naturaleza y todo lo que involucraba... Sí, todo. Acepté con gusto y que teníamos que vernos en la madrugada dentro del establecimiento de placeres.
Toda la tarde había estado pensando en qué ponerme. No iba a ir con un vestido largo y abrigo enorme, tampoco iba a ir casi desnuda. El día cayó y se hizo presente una noche fría, con un viento algo fuerte. Mis piernas estaban cubiertas por unas medias que llegaban abajo de mis rodillas de color negro, mis brazos de igual forma y un escote no dejaba mucho a la imaginación. Salí de casa y me puse un abrigo que llegaba hasta mis pantorrillas, cerrándolo por delante y asegurándome que el encargo estuviera en mi bolsillo. Caminé sin prisas por las calles un poco oscuras y después de haber caminado quién sabe cuantos minutos visualicé la casa del burdel.
Entré al lugar y me quité de forma inmediata el abrigo, dándoselo a un sujeto que tenía el torso totalmente desnudo. Empecé a caminar con un contoneo bastante pronunciado hasta un sofá donde el hombre esperaba. Claro que antes de haber entregado el abrigo el frasco ya estaba en mis manos. Llegué hasta él, me senté a su lado y deslicé mi mano hasta él, quien lo tomó con una gran sonrisa y sin decirme un gracias se fue a la mar de contento. Suspiré de forma profunda y mirando a la barra mis ojos se encontraron con un chico demasiado atractivo, sin saber si me miraba le guiñé un ojo con demasiada picardía.
No tenía nada en contra de los lugares no tan prestigiosos por la alta sociedad parisina, tenía que confesar que eran los lugares que más me atraían, pues uno podía ser tal y como era, sin necesidad de andar con el disfraz de buena persona, bien hablada y esas cosas. Aunque claro, también tenía mis límites en un par de lugares como por ejemplo las tabernas. No me gustaba ir a esos lugares donde olía a hombre sucio y el suelo estaba totalmente resbaloso por tanto escupitajo de gente ebria.
El hombre que había requerido de mis poderes, me dijo con una sonrisa de oreja oreja que tenía que verlo en el burdel. Mi gesto cuando lo dijo fue de asombro, pues nunca había pisado dicho lugar y, tenía que confesar que moría por hacerlo. Disfrutaba de la naturaleza y todo lo que involucraba... Sí, todo. Acepté con gusto y que teníamos que vernos en la madrugada dentro del establecimiento de placeres.
Toda la tarde había estado pensando en qué ponerme. No iba a ir con un vestido largo y abrigo enorme, tampoco iba a ir casi desnuda. El día cayó y se hizo presente una noche fría, con un viento algo fuerte. Mis piernas estaban cubiertas por unas medias que llegaban abajo de mis rodillas de color negro, mis brazos de igual forma y un escote no dejaba mucho a la imaginación. Salí de casa y me puse un abrigo que llegaba hasta mis pantorrillas, cerrándolo por delante y asegurándome que el encargo estuviera en mi bolsillo. Caminé sin prisas por las calles un poco oscuras y después de haber caminado quién sabe cuantos minutos visualicé la casa del burdel.
- Vestuario xD:
Entré al lugar y me quité de forma inmediata el abrigo, dándoselo a un sujeto que tenía el torso totalmente desnudo. Empecé a caminar con un contoneo bastante pronunciado hasta un sofá donde el hombre esperaba. Claro que antes de haber entregado el abrigo el frasco ya estaba en mis manos. Llegué hasta él, me senté a su lado y deslicé mi mano hasta él, quien lo tomó con una gran sonrisa y sin decirme un gracias se fue a la mar de contento. Suspiré de forma profunda y mirando a la barra mis ojos se encontraron con un chico demasiado atractivo, sin saber si me miraba le guiñé un ojo con demasiada picardía.
Lynette Woolf- Hechicero Clase Alta
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Re: Esperando un nuevo ángel al que corromper
Los minutos pasaban y Adam continuaba con su pequeño entretenimiento de observar la gente que se movía por allí. No estaba muy atento a su alrededor, simplemente tenía la mente posada en todos y a la vez en ninguno, como solía hacer cuando se aburría. Empezaba a imaginar, si algo le sobraba al muchacho, era imaginación además de vitalidad y alegría. Era una autentica ganga, para que negarlo, Dios había sigo muy generoso con él, tanto en su vida privada como en su físico.
Puede que pareciera tener el ego algo subido de tono, pero en realidad él tampoco le daba mucha importancia al físico, por extraño que pareciera teniendo en cuanta el pasatiempo al que se dedicaba. Pero no, él sabía distinguir a las personas, sabía separar el físico de lo que se escondía dentro. En resumen, no le interesaba una cara bonita pero con una personalidad podrida, por eso mismo, se había visto rechazando a clientes muy adinerados a la vez que hermosos. Le ofrecían mucho y prometían una buena noche, si, pero no le ofrecían absolutamente nada como persona.
Esto también tenía sus idas y venidas, puede que le pillaran en un momento moralista -como ese- o bien en un momento lujurioso, en el cual, solía aceptar a todo aquel que le diera un mínimo de buena impresión. Por muy desesperado que estuviera, si un viejo gordo se le presentaba aun con un fajo de billetes enorme tenía por sentado una negación segura. Aquellos que se creían superior a él solo por no comerciar con el sexo si le desagradaban.
Pero el mundo era, supuestamente, libre, y cada uno podía tener sus propias creencias. Él no era quien para juzgar a otros. Simplemente, vivia su vida deacuerdo a sus convicciones ¿lo correcto? tampoco habría nadie que pudiese hacerle cambiar de opinión. Si bien, era terco.
Entre esas que despistó la mente, observó una joven entrar al lugar. Destacaba ciertamente por sus ropas, aunque no eran exuberantes si habían sido elegidas con buen gusto y elegancia. No se la veía una cualquiera, pudo deducir con una simple mirada que provenía de su misma cuna. Estaba harto de verlas.
La siguió con los ojos cual cahorrillo observando a su dueño, observando que se sentaba junto a un hombre, ante lo cual, desvió la mirada de nuevo hacia el local. Si ya estaba ocupada no le agradaba quitar clientela. Pasados unos minutos, le dió por desviar la vista para curiosear como iria la pareja -pues él seguia igual de aburrido- y para su sorpresa, ella estaba sola.
La miró entonces fijamente y una pequeña curvatura que iniciaba una sonrisa se formó en sus labios ante el discreto guiño picarón. "Quieres jugar" pensó y con el dedo índice de su mano derecha le indicó que se acercara. Veriamos en qué medida se situaba su interés.
Puede que pareciera tener el ego algo subido de tono, pero en realidad él tampoco le daba mucha importancia al físico, por extraño que pareciera teniendo en cuanta el pasatiempo al que se dedicaba. Pero no, él sabía distinguir a las personas, sabía separar el físico de lo que se escondía dentro. En resumen, no le interesaba una cara bonita pero con una personalidad podrida, por eso mismo, se había visto rechazando a clientes muy adinerados a la vez que hermosos. Le ofrecían mucho y prometían una buena noche, si, pero no le ofrecían absolutamente nada como persona.
Esto también tenía sus idas y venidas, puede que le pillaran en un momento moralista -como ese- o bien en un momento lujurioso, en el cual, solía aceptar a todo aquel que le diera un mínimo de buena impresión. Por muy desesperado que estuviera, si un viejo gordo se le presentaba aun con un fajo de billetes enorme tenía por sentado una negación segura. Aquellos que se creían superior a él solo por no comerciar con el sexo si le desagradaban.
Pero el mundo era, supuestamente, libre, y cada uno podía tener sus propias creencias. Él no era quien para juzgar a otros. Simplemente, vivia su vida deacuerdo a sus convicciones ¿lo correcto? tampoco habría nadie que pudiese hacerle cambiar de opinión. Si bien, era terco.
Entre esas que despistó la mente, observó una joven entrar al lugar. Destacaba ciertamente por sus ropas, aunque no eran exuberantes si habían sido elegidas con buen gusto y elegancia. No se la veía una cualquiera, pudo deducir con una simple mirada que provenía de su misma cuna. Estaba harto de verlas.
La siguió con los ojos cual cahorrillo observando a su dueño, observando que se sentaba junto a un hombre, ante lo cual, desvió la mirada de nuevo hacia el local. Si ya estaba ocupada no le agradaba quitar clientela. Pasados unos minutos, le dió por desviar la vista para curiosear como iria la pareja -pues él seguia igual de aburrido- y para su sorpresa, ella estaba sola.
La miró entonces fijamente y una pequeña curvatura que iniciaba una sonrisa se formó en sus labios ante el discreto guiño picarón. "Quieres jugar" pensó y con el dedo índice de su mano derecha le indicó que se acercara. Veriamos en qué medida se situaba su interés.
Jean-Luc Tessier- Prostituta Clase Baja
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Re: Esperando un nuevo ángel al que corromper
El chico al parecer si se había fijado en mi gesto que le hice con el ojo pues una sonrisa demasiado coqueta se dibujó en sus labios. No me había sonrojado en lo más mínimo, sino que mi reacción había sido también el de una sonrisa. Me recargué mejor en el respaldo del sofá y esperé a que el muchacho hiciera algo, en caso de que no pasara nada me iría inmediatamente del lugar pero cual fue mi sorpresa cuando vi que me llamaba con un dedo para que fuera hasta donde estaba él.
Dude en un principio en levantarme del cómodo lugar donde me encontraba pero vamos, el que no arriesgaba no ganaba, y lo peor que me podía suceder era un no por parte de él... Aunque por su trabajo la que estaba en cualidades para batear era yo y no él. Quité la sonrisa y me puse de pie con total calma. Miré a todos los presentes que estaban totalmente ocupados en lo suyo y luego miré de nuevo al joven. Empecé a caminar de forma seductora y con gracias, como si fuera un felino que está apunto de saltar sobre su presa.
Llegué hasta la barra para quedar frente a él, recargué ambos brazos sobre la superficie y mi rostro quedó demasiado cerca del de él. Pude sentir su respiración sobre mi escote, lo que hacía que me pusiera algo tensa, pero no dejaría que se diera cuenta que tenía algo de nervios presentes en mi cuerpo. Miré fijamente sus ojos oscuros y después sus labios finos y delgados, bonitos y apetecibles. Me hubiera abalanzado sobre él para empezar a besarlo sin decir algo antes, sin presentaciones... Pero no, no era una mujer así de fácil, o al menos eso creía.
Me erguí sin dejar de mirar sus ojos. –¿Puedo saber el nombre del chico que llamó mi atención?– pregunté sonriendo apenas. No esperaba que me dijera su nombre real, hasta donde sabía las personas que trabajaban en estos lugares siempre usaban otros nombres y en caso de que decidieran usar su nombre de pila, no decían su apellido siempre y cuando pertenecieran a familias bien acomodadas y reconocidas en París.
Dude en un principio en levantarme del cómodo lugar donde me encontraba pero vamos, el que no arriesgaba no ganaba, y lo peor que me podía suceder era un no por parte de él... Aunque por su trabajo la que estaba en cualidades para batear era yo y no él. Quité la sonrisa y me puse de pie con total calma. Miré a todos los presentes que estaban totalmente ocupados en lo suyo y luego miré de nuevo al joven. Empecé a caminar de forma seductora y con gracias, como si fuera un felino que está apunto de saltar sobre su presa.
Llegué hasta la barra para quedar frente a él, recargué ambos brazos sobre la superficie y mi rostro quedó demasiado cerca del de él. Pude sentir su respiración sobre mi escote, lo que hacía que me pusiera algo tensa, pero no dejaría que se diera cuenta que tenía algo de nervios presentes en mi cuerpo. Miré fijamente sus ojos oscuros y después sus labios finos y delgados, bonitos y apetecibles. Me hubiera abalanzado sobre él para empezar a besarlo sin decir algo antes, sin presentaciones... Pero no, no era una mujer así de fácil, o al menos eso creía.
Me erguí sin dejar de mirar sus ojos. –¿Puedo saber el nombre del chico que llamó mi atención?– pregunté sonriendo apenas. No esperaba que me dijera su nombre real, hasta donde sabía las personas que trabajaban en estos lugares siempre usaban otros nombres y en caso de que decidieran usar su nombre de pila, no decían su apellido siempre y cuando pertenecieran a familias bien acomodadas y reconocidas en París.
Lynette Woolf- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/05/2011
Re: Esperando un nuevo ángel al que corromper
Sus ojos no dejaron de estar en la misma linea de visión en ningún momento. Adam observó fijamente como cada vez estaba más cerca de él. Un paso, otro paso y asi succesivamente hasta que se plantó frente a él no precisamente dispuesta a saludarle cordialmente. Le encantaban esas entradas, esas maneras de "saludar" a alguien y presentarse. Tan diferente de los buenos modales. Tan a su estilo. En ese momento no había persona que disfrutara más de aquello que él.
Sonrió, suavemente, tanto como ella lo había echo y por el momento no movió musculo alguno. Ella ya se habia acercado lo suficiente como para que su respiración estuviera rozando la piel de la joven señorita. Podía notar un brillo especial en sus ojos, tal vez, no iba mal encaminado si a eso le llamaba deseo y cabe destacar que era correspondido por la parte de Adam. La miraba de igual forma y tanto si la miraba, o mejor dicho, la repasaba con la mirada.
Empezó por las piernas, subió por el vientre, los senos, los labios y acabó de nuevo en sus ojos no sin antes pasar por su cabello. El repaso previo a contestarle. Seguramente ella se habría dado cuenta, él no pretendía ni mucho menos ser discreto precisamente.
-- Debo decir, madame, que usted ha llamado mucho antes mi atención -- murmuró como respuesta, sin haber acabado todavía -- ¿En ese caso debería yo saber el suyo primero? -- preguntó después curvandosele algo más los labios, formandosele así una sonrisa ladina. Pícara. Dejo entreveer también parte de su dentadura, completamente blanca. Claramente intentaba atraerla, posiblemente, más de lo que ya lo había echo solo con una mirada.
Sus codos se apartaron de la barra y, disimuladamente, las manos se posaron en la cintura de la joven. La prenda que cubria sus caderas era fina, aun así, no podía percibir con claridad como sería el tacto de su piel, eso tal vez, lo comprobaria mas tarde. -- Aún así, puede llamarme Adam -- murmuró esta vez bajando algo más el volumen y a la vez que su rostro se acercaba al de la joven, pasando sus labios a rozar suavemente la piel de su oreja derecha -- Para servirle...en todo lo que usted quiera... -- más que un susurro se podría decir que fue un "ataque" con todas las malas intenciones que podía tener en ese momento.
No se movió ni un milimetro, respirando tranquila y pausadamente, a proposito haciendo el ritmo más lento, más sensual.
Sonrió, suavemente, tanto como ella lo había echo y por el momento no movió musculo alguno. Ella ya se habia acercado lo suficiente como para que su respiración estuviera rozando la piel de la joven señorita. Podía notar un brillo especial en sus ojos, tal vez, no iba mal encaminado si a eso le llamaba deseo y cabe destacar que era correspondido por la parte de Adam. La miraba de igual forma y tanto si la miraba, o mejor dicho, la repasaba con la mirada.
Empezó por las piernas, subió por el vientre, los senos, los labios y acabó de nuevo en sus ojos no sin antes pasar por su cabello. El repaso previo a contestarle. Seguramente ella se habría dado cuenta, él no pretendía ni mucho menos ser discreto precisamente.
-- Debo decir, madame, que usted ha llamado mucho antes mi atención -- murmuró como respuesta, sin haber acabado todavía -- ¿En ese caso debería yo saber el suyo primero? -- preguntó después curvandosele algo más los labios, formandosele así una sonrisa ladina. Pícara. Dejo entreveer también parte de su dentadura, completamente blanca. Claramente intentaba atraerla, posiblemente, más de lo que ya lo había echo solo con una mirada.
Sus codos se apartaron de la barra y, disimuladamente, las manos se posaron en la cintura de la joven. La prenda que cubria sus caderas era fina, aun así, no podía percibir con claridad como sería el tacto de su piel, eso tal vez, lo comprobaria mas tarde. -- Aún así, puede llamarme Adam -- murmuró esta vez bajando algo más el volumen y a la vez que su rostro se acercaba al de la joven, pasando sus labios a rozar suavemente la piel de su oreja derecha -- Para servirle...en todo lo que usted quiera... -- más que un susurro se podría decir que fue un "ataque" con todas las malas intenciones que podía tener en ese momento.
No se movió ni un milimetro, respirando tranquila y pausadamente, a proposito haciendo el ritmo más lento, más sensual.
Jean-Luc Tessier- Prostituta Clase Baja
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Re: Esperando un nuevo ángel al que corromper
La mirada del joven recorrer mi cuerpo provocó en mi que la piel se me erizara, como si ese contacto visual con mi cuerpo fuera en realidad una caricia proveniente de sus manos. Pude darme cuenta qué era lo que veía, pues seguí su mirada con atención, y tuve que decir que cuando llegó a la altura del escoté, aparte de los escalofríos en mi piel, sentí una sensación algo extraña en el vientre, como si algo en mi supiera que esta noche habría algo más que miradas lascivas.
Fue entonces cuando escuché su voz por primera vez, aunque hubiera sido un murmullo. Sonaba seguro de si mismo y eso me agradaba, nada mejor que un hombre que sabía lo que quería. Su sonrisa era realmente atractiva, había algo en ella que la hacía divertida, como si ocultase lo que quizás ocurriría más tarde en el burdel. Miré sus dientes blancos y bien alineados, era sorprendente ver a hombres que tuvieran una dentadura en su totalidad blanca, pues la mayoría de ellos la tenían amarilla, gris y con un aliento tan fétido que daban nauseas al pensar en ello.
Mi expresión estaba seria, no había ya ninguna sonrisa en mis labios. Mis ojos lo miraban fijamente con curiosidad por saber la edad que tenía y a la vez por querer enterarse cómo era el muchacho completamente desnudo. Mi boca no podía esperar en probar sus labios finos y apetecibles, aspirar su aroma, descubrir sus secretos.
Se separó de la barra y sus manos se fueron a mi cintura con demasiada facilidad. Sentía la grandeza de sus manos para después poner mis manos sobre las de él. Eran suaves y parecían delicadas, pero sin perder su masculinidad. Estaba empezando a sudar frío por los nervios que sentía, ya no me importaba que se diera cuenta de la emoción que sentía por tener contacto físico con él. –Adam...– repetí su nombre formando una ligera sonrisa en mis labios –Cuida bien tus palabras Adam, pues las tomo muy enserio–
Mis manos se fueron deslizando por sus brazos hasta llegar a sus hombros, acerqué más mi cuerpo al de él y sentí como mis senos tocaban ya su pecho. Llevé mis labios a una distancia de un par de centímetros de su oreja derecha –No me gusta que la gente se arrepienta cuando antes estaba demasiado segura–. Mi mano derecha bajó a gran velocidad y toqué en una sola caricia el bulto que hacía su entrepierna.
Fue entonces cuando escuché su voz por primera vez, aunque hubiera sido un murmullo. Sonaba seguro de si mismo y eso me agradaba, nada mejor que un hombre que sabía lo que quería. Su sonrisa era realmente atractiva, había algo en ella que la hacía divertida, como si ocultase lo que quizás ocurriría más tarde en el burdel. Miré sus dientes blancos y bien alineados, era sorprendente ver a hombres que tuvieran una dentadura en su totalidad blanca, pues la mayoría de ellos la tenían amarilla, gris y con un aliento tan fétido que daban nauseas al pensar en ello.
Mi expresión estaba seria, no había ya ninguna sonrisa en mis labios. Mis ojos lo miraban fijamente con curiosidad por saber la edad que tenía y a la vez por querer enterarse cómo era el muchacho completamente desnudo. Mi boca no podía esperar en probar sus labios finos y apetecibles, aspirar su aroma, descubrir sus secretos.
Se separó de la barra y sus manos se fueron a mi cintura con demasiada facilidad. Sentía la grandeza de sus manos para después poner mis manos sobre las de él. Eran suaves y parecían delicadas, pero sin perder su masculinidad. Estaba empezando a sudar frío por los nervios que sentía, ya no me importaba que se diera cuenta de la emoción que sentía por tener contacto físico con él. –Adam...– repetí su nombre formando una ligera sonrisa en mis labios –Cuida bien tus palabras Adam, pues las tomo muy enserio–
Mis manos se fueron deslizando por sus brazos hasta llegar a sus hombros, acerqué más mi cuerpo al de él y sentí como mis senos tocaban ya su pecho. Llevé mis labios a una distancia de un par de centímetros de su oreja derecha –No me gusta que la gente se arrepienta cuando antes estaba demasiado segura–. Mi mano derecha bajó a gran velocidad y toqué en una sola caricia el bulto que hacía su entrepierna.
Lynette Woolf- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/05/2011
Re: Esperando un nuevo ángel al que corromper
El cuerpo de Adam se estremeció al notar a la perfección el suave roce que la mano de la muchacha hizo sobre su entrepierna. Al parecer era totalmente directa; iba a ser una noche muy interesante. Sin pensarlo dió un movimiento de pelvis sobre esa mano, demostrandole que sabía lo que se hacía. Ese tipo de lugares no eran desdeluego para gente tímida o, tal vez, los clientes si podían permitirse eso ¿pero los que trabajaban? Había de todo, también es cierto, sin embargo no se imaginaba a una cortesana siendo tímida. Todo lo contrario, allí tenía uno que acostumbrarse rápido. Por otra parte no quería ni imaginarse lo que sería el estar allí; el ofrecer sus servicios alguien a quien no le agradara para nada.
Prefirió alejar su mente de esos pensamientos pues en la situación en la que estaban ahora mismo podía peligrar de no concentrarse o simplemente de concentrarse en cosas que era totalmente opuestas. Pensamientos para nada excitantes como aquellos.
Se relamió los labios y mordisqueó su lóbulo, estirandolo hacia él a la misma vez que sus manos se apretaban contra el cuerpo de la muchacha. Sintiendola y dejando que ella la sintiera con fuerza. Una de ellas empezó a deslizarse hasta el muslo; por suerte llevaba algo corto asi que no le llevó más de un par de segundos meter la mano bajo la falda. Empezaba a acercarse a un territorio peligroso, más, ¿no era eso a caso lo que ella buscaba?.
Por el momento la mano únicamente quedo allí reposada; tentandola y provocandola. Queriendo ver precisamente que reacciones provocaría en el cuerpo ajeno. Rió suavemente - Tal vez..¿Podría acabar arrepintiendose usted?.. - susurró de manera provocativa acompañando a sus actos y haciendo que su lengua rozara suavemente su piel - Dígame ¿cuánto estaría dispuesta a ofrecer por saber hasta que punto llegan mis palabras? - preguntó como aquel que intenta cerrar un negocio. Sin embargo; él no se refería únicamente a dinero. A veces había otras cosas más interesantes que el dinero. Solo era cuestión de que su cliente la sorprendiera - ¿A qué esta dispuesta porque le cumpla hasta la más oscura de sus fantasias? - volvió a morderle el lóbulo esta vez dando otro movimiento de pelvis.
Ya estaba ligeramente excitado y quería hacerselo saber. No sabía con qué tipo de hombres estaría ella acostumbrada a tratar pero podía asegurarle que no se arrepentiría esa noche.
Prefirió alejar su mente de esos pensamientos pues en la situación en la que estaban ahora mismo podía peligrar de no concentrarse o simplemente de concentrarse en cosas que era totalmente opuestas. Pensamientos para nada excitantes como aquellos.
Se relamió los labios y mordisqueó su lóbulo, estirandolo hacia él a la misma vez que sus manos se apretaban contra el cuerpo de la muchacha. Sintiendola y dejando que ella la sintiera con fuerza. Una de ellas empezó a deslizarse hasta el muslo; por suerte llevaba algo corto asi que no le llevó más de un par de segundos meter la mano bajo la falda. Empezaba a acercarse a un territorio peligroso, más, ¿no era eso a caso lo que ella buscaba?.
Por el momento la mano únicamente quedo allí reposada; tentandola y provocandola. Queriendo ver precisamente que reacciones provocaría en el cuerpo ajeno. Rió suavemente - Tal vez..¿Podría acabar arrepintiendose usted?.. - susurró de manera provocativa acompañando a sus actos y haciendo que su lengua rozara suavemente su piel - Dígame ¿cuánto estaría dispuesta a ofrecer por saber hasta que punto llegan mis palabras? - preguntó como aquel que intenta cerrar un negocio. Sin embargo; él no se refería únicamente a dinero. A veces había otras cosas más interesantes que el dinero. Solo era cuestión de que su cliente la sorprendiera - ¿A qué esta dispuesta porque le cumpla hasta la más oscura de sus fantasias? - volvió a morderle el lóbulo esta vez dando otro movimiento de pelvis.
Ya estaba ligeramente excitado y quería hacerselo saber. No sabía con qué tipo de hombres estaría ella acostumbrada a tratar pero podía asegurarle que no se arrepentiría esa noche.
Jean-Luc Tessier- Prostituta Clase Baja
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