Ya va siendo hora de atender a los niños

por **Jean-Luc Tessier** Miér Mayo 18, 2011 8:39 am

A penas eran las ocho de la mañana cuando Adam se puso en pie. La noche anterior se había quedado en casa para ayudar a su padre, no en el trabajo, pero sí en una importante cena que tenía con unos inversores. Claro, su presencia y buen comportamiento siempre sumaban unos cuantos puntos para los negocios de su padre, eso lo sabía muy bien más no le importaba hacerle esos favores. No le desagradaban del todo, comían -a menudo- buena comida y, para que negarlo, ellos tambien traían a sus respectivos hijos. Y que hijos traían algunos.

Solo con recordar la belleza que el señor tenía por hija se le hacía una sonrisa en el rostro, el pensar lo que habría echo con esa muchacha en esa misma cama en la que se encontraba. Parecían tan inocentes las chicas de alta cuna. Algunas hasta el punto de rozar la estupidez, es decir, que nadie era capaz de creerse eso y Adam no era menos. Sin embargo, las que tenían la inocencia natural propia de una muchacha de su edad si eran las que a él le gustaban y exactamente igual para los muchachos, aunque de estos, variaban un poco los gustos.

Ramses le despertó con unas pequeñas lamidas en su mejilla, se escuchaba a Agatha maullar por la habitación con ganas de salir. Hacía un par de días que los tenía abandonados, debía admitirlo, y no podía hacer más la vista gorda. Añadiendo que él tambien los echaba de menos, les tenía un inmenso cariño.

Así pues se dispuso a sacarlos un rato. Unicamente se puso el pantalon holgado, dejando su pecho al descubierto y el cabello desordenado, se notaba que se acababa de levantar. Más no irian muy lejos, no hacía falta arreglarse demasiado. Únicamente bajó hasta el jardín común para el barrio y, aprovechando que no había ni un alma por allí a esas horas, dejó que ellos corrieran y jugaran libres.

- Chicos no seais brutos - les advirtió junto a una caricia en el rostro de cada uno y seguidamente les dió un pequeño empujón para que se fueran. Él por su parte se sentó en el cesped, abrazandose levemente las rodillas mientras observaba a sus pequeños "hijos" juguetear. Formandosele así una inevitable sonrisa en el rostro, no había nada, en ese momento, que pudiera gustarle mas.