Otra forma de parecer humano. [Daniil Stravinsky]

por Invitado Miér Mayo 18, 2011 6:15 pm

Gracias a Albert estoy aquí, aun que exista un trato cordial entre ambos, esta vez, lo había obligado a que me exigiera algún trabajo normal, fue algo sumamente extraño, pero finalmente me entrego una brillante idea, y que nunca había pensado antes.

- ¿y qué tal Copérnico?
Alce mis cejas sorprendido - ¿Copérnico? ¿Qué tiene que ver Copérnico con todo esto?
- Señor, creo que Copérnico desea que alguna vez en su corta vida, lo saquen a pasear como gente normal.
- ¿acaso hablas con el perro Albert? ¿normal, Qué intentas decir?
- Lo que intento decir señor, es que lleve a Copérnico a la plaza de Paris, amarrado y caminando.
- …Creí que le gustaba ser libre por los terrenos de la mansión… bien, lo haré. Gracias Albert. – estire mi brazo para estrechar su mano.
- Le aseguro que lo encontrara muy agradable.

Copérnico, un perro de 2 años, de raza pura, un Labrador de color crema, eran uno de mis favoritos, inquietos, juguetones y sobre todo buenos compañeros, me ayudaba a quitar mis tenciones, era como si absorbiera toda mi energía negativa.

Llegamos en la carrosa, Copérnico estaba amarrado, pero comenzó a estar inquieto al momento de bajarnos. – hey, tranquilo – le dije en voz baja.

No era el único paseando a su mascota, algunos estaba sueltos, pero estos correspondían de buena forma a sus amos. Los niños que estaban allí eran los más interesados en conocer a las mascotas.

Copérnico comenzó a jalar de su collar con gran fuerza e inquietud, estaba acostumbrado a correr en aéreas amplias junto a mí. – hey! Hey! – me agache y mire al inquieto animal a los ojos. – Tranquilízate… - El perro dejo de mover su cola con lentitud y se mantuvo tranquilo.

por Invitado Miér Mayo 18, 2011 8:08 pm

Esta hora de la noche, cuando acaba de obscurecer es la hora preferida de muchos parisinos para sacar a pasear sus mascotas, y mi favorita para salir a dar mi paseo nocturno, a veces vengo aquí a ver a los niños que curiosos se acercan a los perros y éstos, entrenados muchos de ellos, juegan con los infantes. Pienso que debería tener un perro o dos, debería considerarlo, pero por ahora a penas me estoy acostumbrando al ritmo de vida parisino, tal vez después, quién sabe, un perro o un gato, me gustan los animales.

Me quedo parado un rato mirando el panorama de los perros, niños, transeúntes y demás, ser espectador de este tipo de escenas me regresan la normalidad que perdí hace tanto, vuelvo a sentirme humano, aunque sea un poco. Suspiro.

Me quedo atento a una pareja de pugs, siempre me han parecido curiosos esos perros, tienen cara triste la mayoría del tiempo, y pienso en los dálmatas y su eterna sonrisa, qué terrible debe ser tener una expresión en el rostro que poco puede cambiar y que nada refleja el estado de ánimo verdadero. Moví las cejas hacia arriba y hacia abajo, posiblemente son mi rasgo más expresivo y sólo estaba experimentando, seguramente me veía como un loco moviendo el ceño de ese modo mientras observaba un par de pugs.

De pronto sentí algo en mis talones y me giré, un labrador color crema que estaba olfateando y sonreí.

-¿Qué se te perdió? -le dije al animal y miré a quien lo traía amarrado con una correa. Me llevé una sorpresa al encontrarme con un rostro conocido-, ¿sr. Lindermann? -no hacía muchas noches me había topado a este hombre en el bosque.

por Invitado Miér Mayo 18, 2011 8:37 pm

La cadena que tenia Copérnico era lo bastante larga como para llegar a sentirme solo, mirando a los demás, viendo por donde comenzar la caminata y por donde seguir. La plaza era enorme, tan grande para terminar una conversación a la hora del té.

De pronto alguien apareció delante de mí, una mujer… su cabello estaba tomado, era rubia y traía un lindo vestido. Se su mano, estaba un niño, no pude ver su rostro, estaban de espaldas, la mujer conversaba muy agradablemente con una pareja.
Mi corazón dio un vuelco tremendo, a mi mente llego la joven vampiresa, Caroline… ¿Cómo era posible? Tan solo habían pasado horas desde la última vez que pensé en ella… aquí había algo extraño, ¿Por qué me preocupo tanto? Pero… pensándolo bien, es agradable estar con ella… oh, cuando deseo estar con ella en estos momentos, me pregunto qué es lo que estará haciendo, ¿tocando el piano? Me había olvidado completamente de que…

- ¿sr. Lindermann? – escuche de pronto, una voz particular.
¿hhmm? – dije desconcentrado, me había sacado completamente de mis pensamientos profundos. – Señor Stravinsky… pero…

Antes que nada, jalé la cadena de Copérnico para acercarlo a mí. - … pero que pequeño es el mundo… - lo observe, no lo podía creer, habían sido tan pocos los días que me sorprende que nuevamente nos topáramos. - … buenas noches – estire mi brazo para esperar estrechar su mano –…sabe, nunca he probado la sangre de perro – dije cas en voz baja con una sonrisa en mis labios. Esperaba a que lo tomara como broma, ya que sinceramente, estábamos rodeados de animales. - ¿tuvo suerte la noche anterior señor?

por Invitado Jue Mayo 19, 2011 8:18 am

Correspondí el saludo con ambas cejas levantadas, tal vez se habían quedado en esa posición después de estar jugando a alzarlas y bajarlas o tal vez, como él, estaba sorprendido, aunque él lucía más bien distraído. Estreché su mano pensando en lo que me decía, vaya que era pequeño el mundo, o París al menos y qué diferentes las situaciones en las que nos encontrábamos, del ambiente silvestre del bosque a la civilidad de esta plaza llena de transeúntes.

-Ya lo creo -sonreí, mirándolo, dándome cuenta de los rasgos que no pude notar aquella noche entre sobras de árboles y la luna como única fuente de luz, recordando las pocas palabras que cruzamos, este sujeto no sólo me parecía interesante, sino además inteligente y ambas eran cualidades que pocas veces se encontraban y que eran dignas de apreciarse-. Buenas noches -incliné la cabeza.

Reí ante el comentario de la sangre de perro.

-Si así fuera, me preocuparía el futuro de su amigo -señalé con la mirada al perro correspondiendo lo que era una obvia broma, yo tampoco había probado nunca sangre de animales de compañía, me parecía incorrecto, así de sencillo, prefería la fauna salvaje-. La tuve, muchas gracias -sí, porque aquella noche después de que separamos caminos pude finalmente cazar algo.

-Pero es grato encontrarlo por aquí, en un ambiente más... -busqué la palabra adecuada -normal.

por Invitado Dom Mayo 22, 2011 12:31 pm

- Tiene toda la razón Señor Stravisnky… - baje la mirada luego de dedicarle una leve sonrisa al hombre frente a mí, mire a Copérnico quien luego subió su mirada, se notaba inquieto, su lengua estaba fuera, pero debía entender de que no estábamos en las grandes parcelas de la mansión.
De pronto un niño se acerco a nosotros, corría a toda velocidad, pero tuvo la desgracia de caer al suelo frente a nosotros. Rápidamente me acerque al chico para levantarlo. - …el perro no se moverá de aquí… - le dije al niño que lo único que quería, era tocar a Copérnico. Me incorpore nuevamente justo en el momento en que el pequeño galán, porque vestía como todo un caballero, pasaba sus manos por la espalda de Copérnico.
- ¿le parece extraño que alguien como nosotros tuviese una mascota? – pregunte formando preocupación en mi rostro – ya sabe... – nuevamente mire al niño, pero había extraño, fruncí mi ceño, el niño se había raspado las manos con su caída, dejando la esencia más pura que el humano puede llegar a tener, en la espalda de mi mascota. – Te has hecho daño… - le dije al niño que no le importaba nada, más que al perro.

- ¡Demian! – se escucho la voz de una mujer, joven, su cabello era rubio, y sus ojos sumamente claros. – Demian, hijo, te has herido las manos…

- Buenas noches Madame… - incline mi rostro en forma de saludo.

- Buenas noches señores- la mujer parecía algo… impresionaba, hizo una reverencia y me encontré nuevamente con sus claros ojos – Buenas noches doctor… no lo había reconocido

¿Doctor? Mire rápidamente a Daniil.

por Invitado Dom Mayo 22, 2011 11:54 pm

Estuve a punto de responder cuando vi a aquel niño acercarse a nosotros a toda velocidad, cuidando cada uno de sus pasos pues no era demasiado mayor y sus movimientos aún se notaban torpes, el suelo de la plaza no es la mejor superficie para que un niño tan pequeño corra de ese modo y como lo supuse, el pequeño cayó de bruces al suelo, iba a acercarme pero el sr. Lindermann se me adelantó.

-Siempre he querido un perro -comencé a decir pero al parecer ambos habíamos notado lo mismo, el niño se había hecho daño, sus manos no sangraban mucho pero por como lucían debían arder, y debían ser desinfectadas cuanto antes. Antes de poderme poner a la altura del pequeño una mujer se acercó, una mujer que se me hizo conocida y cuando me saludó como el médico que era la reconocí.

-Señora Lefebvre -incliné la cabeza levemente-, debo suponer que este es su hijo el más pequeño -porque había atendido a uno de sus hijos unos 5 años más grande, me agaché para mirar las manos del jovencito-, tranquilo, podrás acariciar al perro cuando demos un vistazo a esas manos -tomé sus pequeñas manos raspadas y llenas de tierra.

-Simplemente escapó, cuando lo vi ya no estaba a mi lado -dijo la mujer y yo volteé a verla desde mi perspectiva a la altura del niño y el perro.

-No es nada grave, debemos limpiarlas y poner un vendaje para evitar que se vuelvan a ensuciar-. Sin decir más tomé al niño que seguía más empecinado en llegar al perro que preocupado por sus heridas y me acerqué a una fuente cercana, si bien ya no brotaba agua de ella, tenía suficiente en el estanque. La señora Lefebvre y el señor Lindermann me siguieron.

Comencé mi labor de lavar las manos del niño, quien no apartaba la mirada del perro, eso al menos me daba libertad para laborar, si no estuviera tan distraído ya estuviese llorando por el ardor.

-Pero qué falta de educación de mi parte -me dirigí a mis acompañantes-, señora Lefebvre, le presento al señor Lindermann -luego me giré en dirección al vampiro-, atiendo a toda la familia de la señora Lefebvre, como ya escuchó, soy médico -saqué un pañuelo y lo partí en dos siguiendo la trama de los hilos para que fuese más fácil y amarré cada parte en cada una de las manos del jovencito -listo -me puse de pie -puedes acariciar al perro -le sonreí y luego me dirigí a su madre -cuando llegue a casa quite el pañuelo y las heridas pronto generarán pústulas y sanarán, nada que un niño de su edad no haya padecido antes -caídas de ese tipo eran comunes, y las raspaduras también, había puesto el pañuelo sólo para que pudiera acceder finalmente al perro que era el motivo que había ocasionado su caída.

La mujer se fue agradeciendo, diciendo que pronto me visitaría, apenada por haber tenido que utilizar mi pañuelo en su hijo y despidiéndose de mi acompañante, una vez solos nuevamente le sonreí y me encogí de hombros.

-Una profesión como la mía parece que nunca termina -le dije divertido, por desgracia sólo podía ejercer de noche o al interior de un obscuro consultorio.

por Invitado Vie Mayo 27, 2011 7:47 pm

Salude a la mujer con cortesía, y viendo lo bien, el niño se había robado los ojos de su madre, preciosos por cierto.
Así que el señor Stravinsky era medico… eso era sumamente inesperado, tenía muchas cosas que preguntarle, y ahora por fin tendríamos algún tema de conversación, solo espero que no se sienta intimidado con tantas preguntas sobre él y su solicitada profesión.
Observe todo lo que Stravinsky hacia por el pequeño, fue tan amable de poder auxiliarlo, la mujer se sintió agradecida, y yo allí, no sé si el que más ayudaba el yo, o Copérnico…
- Buenas noches madame… - finalmente me despedí y nuevamente volví al señor Stravinsky. –… así que medico señor… - dije alzando las cejas. Y jalando un poco de Copérnico, ya que quería seguir al niño que le había acariciado.

- Lo invito a que me acompañe por este largo camino alrededor del parque… ¿le gustaría señor Stravinsky? – esperaba a que aceptara mi propuesta, estaba deseoso e inquieto por saber más de su profesión, me sentí egoísta con Copérnico, pero bueno, el también nos acompañara.

- ¿Hace cuanto que ejerce esta maravillosa profesión Doctor? – coloque una de mis manos en un bolsillo. A nuestro alrededor aun seguía la cantidad de gente caminando, riendo y conversando de la vida. Si este camino me diera la oportunidad de contar toda mi vida… de seguro terminaría en Londres.

- ¿No le complica… el hecho de ser como es Señor? – esperaba a que supiera a que me refería…

Spoiler:

por Invitado Vie Mayo 27, 2011 8:37 pm

Asentí confirmando, sí, médico, era lo único que conocía, lo único que había hecho toda mi vida, sólo excluyendo ese breve periodo de mi infancia y juventud que, considerando, se veía más pequeño aún.

-Encantado -respondí cuando me invitó a pasear con él y el perro, hice un ademán con la mano para comenzar la caminata, un "después de usted" no dicho. Escuché con atención la pregunta, era complicado responder con exactitud, eran muchos años, demasiados como para contarlos, toda una vida, muchas vidas mejor dicho.

-Desde que tengo memoria -era una exageración, pero era lo que más se acercaba a la verdad-, fui médico antes de ser... lo que soy, usted entiende -había estudiado en San Petesburgo, cuando todavía creíamos los galenos como yo que las sanguijuelas podían curar la mayoría de los males, prácticamente yo había evolucionado como médico a la par de la ciencia que me apasionaba y mantenía lúcido, de no ser por ella ya me hubiera vuelto loco.

-Y sí, tristemente todo se complico cuando me convertí en esto -dije un tanto más sombrío-, sin embargo me las he arreglado para seguir ejerciendo -respondí, consultas nocturnas y consultorios bien decorados con cortinas gruesas para impedir el paso del sol habían sido mis principales aliados con los años.

Spoiler:

por Invitado Dom Mayo 29, 2011 11:35 am

Copérnico nuevamente comenzó con su mirada inquieta, miraba a niños correr, también lugares por donde correr, pero no podría zafarse de mí tan fácilmente, estaba muy bien amarrado, además como era un pequeño, de seguro no llegaría muy lejos sin su amo, tan solo tiene 3 años.
- …y me imagino que con tantos años… ha tenido una mejor experiencia y mucho más conocimiento, eso si que suena interésate y admirador… debe ser uno de los mejores médicos de Paris. – hablando de país… - ¿de dónde proviene señor? Su apellido me indica una nacionalidad rusa, ¿o me equivoco?

Ya debo imaginarme en la situación que debió encontrarse, ver todos los días varios pacientes, cada uno con una situación distinta, hacer curaciones… sangre, verse tentado, trabajar en un hospital… Por Dios, debe tener runa gran fuerza de voluntad.
Recuerdo que aun teniendo 7 años de ser convertido aun no podía controlarme al 100%, me veía tentado, mis colmillos salían de una forma inesperada, mi sed se incrementaba y llega a un pick que no tenía remedio, cuanta gente tuvo que pagar por mi inadaptada situación.

Busque mi reloj de bolsillo, eran las 7 de la tarde, aun… - debo imaginarme… - respondí con respecto a su difícil trato de ejercer su profesión y el ser lo que el ahora… - … y es admirable. ¿Dónde estudio señor?

Ahora teniendo ya muchos años como vampiro, no estaría mal si ejerciera como médico, ¿Quién sabe? Siempre me llamo la atención es uno de los conocimientos más asombrosos de la historia de la salud. Pero en todo caso, debo ser cuidadoso y estar bien preparado.

por Invitado Dom Mayo 29, 2011 12:56 pm

Observaba al perro luchar por querer salir corriendo pero la voz del sr. Lindermann llamó mi atención y me quedé atento a lo que me decía.

-He tenido la oportunidad de crecer casi a la par de la medicina, ser como soy... somos tiene sus ventajas -así era, para mí resultaba emocionante ver desarrollarse, cambiar y mutar a la medicina, la ciencia que era para mi tan importante como el mismo aire que se respira, aunque renegué de mi condición los años posteriores a ella, ahora le encontraba ventajas como esa, poder perfeccionarme como médico (y como hombre). Reí con nerviosismo cuando me dijo que debía ser el mejor médico de París-, eso no lo sé -dije -hay muchos médicos en esta ciudad y todos muy buenos -dije con humildad, tal vez mi ventaja radicaba en mi inmortalidad, pero nunca me había considerado yo el mejor en algo.

-Así es vengo de Veliki Nóvgorod, Rusia -asentí, dando la ubicación exacta de mi origen, diciendo el nombre de mi ciudad, la Ciudad Nueva, con orgullo y algo de melancolía-. Ahí mismo realicé mis estudios, en Rusia quiero decir -aclaré -en lo que ahora es San Petesburgo -en aquel entonces no llevaba ese nombre, en aquel entonces gobernaban los Rurík y fueron los Romanov quienes le habían dado el apelativo de un santo a la ciudad.

-Todo resulta muy curioso, yo debía seguir la carrera de mi padre como se acostumbraba entonces, pero fui becado, yo no busqué la medicina, la medicina me encontró a mi -complementé, y era raro hablar así de mi familia, siempre que lo hacía, que mi familia brotaba en una conversación era para hablar de su muerte y la subsiguiente obsesión de venganza que me enfermó.

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