AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Recuerdo del primer mensaje :
Había meditado mucho dónde llevar a Victoria por primera vez. El burdel había sido su primera opción, donde alguna de las chicas pudiera enseñarla a tratar con los hombres. Pero la había descartado en el acto. Ella no estaba preparada aún para ese tipo de lecciones. Recorrer las calles, con la mujer aún verde, podría resultar peligroso, más de lo normal. Así que se había decantado por la taberna. Si la suerte les acompañaba, podrían observar desde uno de los rincones sin que nadie reparase en ellos.
Antes de bajar del coche de alquiler, tuvo que reprender a la joven para que contuviera su euforia. Comprendía su excitación, pero la vida real les estaba esperando ahí fuera y cualquier fallo sería fatal, sobre todo para ella. La mujer se contuvo todo lo posible, pero de vez en cuando la sorprendía con una gran sonrisa curvando sus labios.
Antes de abrir la puerta del local, suspiró dándose ánimos y elevó una plegaria al cielo. La suerte estaba echada. Se adentró en el atestado establecimiento sin mirar atrás, esperando que Victoria estuviera siguiendo al pie de la letra la primera de sus instrucciones. NADA DE APARTARSE DE ÉL.
Llegó a una mesa libre no muy lejos de la puerta -por lo que pudiera pasar-, y allí se dejó caer a la espera de que una de las camareras se apresurase a llevarle una botella de ginebra. Iba a necesitarla.
Había meditado mucho dónde llevar a Victoria por primera vez. El burdel había sido su primera opción, donde alguna de las chicas pudiera enseñarla a tratar con los hombres. Pero la había descartado en el acto. Ella no estaba preparada aún para ese tipo de lecciones. Recorrer las calles, con la mujer aún verde, podría resultar peligroso, más de lo normal. Así que se había decantado por la taberna. Si la suerte les acompañaba, podrían observar desde uno de los rincones sin que nadie reparase en ellos.
Antes de bajar del coche de alquiler, tuvo que reprender a la joven para que contuviera su euforia. Comprendía su excitación, pero la vida real les estaba esperando ahí fuera y cualquier fallo sería fatal, sobre todo para ella. La mujer se contuvo todo lo posible, pero de vez en cuando la sorprendía con una gran sonrisa curvando sus labios.
Antes de abrir la puerta del local, suspiró dándose ánimos y elevó una plegaria al cielo. La suerte estaba echada. Se adentró en el atestado establecimiento sin mirar atrás, esperando que Victoria estuviera siguiendo al pie de la letra la primera de sus instrucciones. NADA DE APARTARSE DE ÉL.
Llegó a una mesa libre no muy lejos de la puerta -por lo que pudiera pasar-, y allí se dejó caer a la espera de que una de las camareras se apresurase a llevarle una botella de ginebra. Iba a necesitarla.
Última edición por Wesh el Miér Mayo 25, 2011 7:26 pm, editado 1 vez
Wesh- Gitano
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Por supuesto que no podía verlo. Normalmente solo los hombres y otras cortesanas podían captar las sutiles diferencias. Pero las había y Victoria debía aprenderlas. Se acercó a ella, intentando no recordar el tacto suave de la pequeña mano apretando la suya por debajo de la chaqueta. Ese gesto habría parecido insustancial en el entorno en el que se encontraban, pero cualquier roce imprevisto entre ellos, hacía saltar chispas. Antes de que su mente se desviara aún más del tema, susurró en su oído.
- ¿Ves aquella pareja, junto al corro de gitanos? -el hombre agarraba la cintura de la cortesana y ella apoyaba sus generosos pechos en el brazo de su amante. Reía, pero su risa no era forzada; recorría su cuerpo con los ojos, pensativos, no calculadores. Su mano callosa lo acariciaba por encima de la camisa-. ¿Ves cómo lo toca? Sin prisas y sin descaro. ¿Y cómo lo mira? No está calculando el precio que puede cobrarle, sino qué es lo que le hará por lo que ya ha pagado -Victoria abrió los ojos y los labios por la sorpresa y sus mejillas se sonrojaron al hacerse una idea de la escena que estaba viendo. Wesh continuó-: Él está relajado y no es posesivo. La transacción ha sido hecha. Se han detenido un instante de su búsqueda de un lugar seguro para disfrutar del espectáculo.
Giró la cabeza para buscar a otros con los que poder ilustrar a Victoria. La tomó del brazo cuando encontró su presa y la hizo moverse para encontrar un buen ángulo de observación.
- Ahora mira a aquellos junto a la puerta gris. Están solos. No tienen a nadie a su alrededor. Pero ella no le toca, sólo se contonea enseñando la mercancía. Él la está probando. ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar por tener un cliente? Pero mira sus ojos, no se centran en la mujer sino en los hombres de la plaza. Ofrecerá dinero en función de los ojos que estén fijos en las curvas de ella -en ese momento, la mujer adelantó una mano y la internó en los pantalones del hombre, lamiéndose los labios en un gesto lascivo. Victoria dio un respingo a su lado y Wesh ocultó una sonrisa-. El se ha dado cuenta de que no muchos la miran. Ella ya lo sabía. Por eso intenta confundirle para poder subir el precio.
Desvió la mirada para clavarla en el rostro encendido de la joven. Ella, por su parte, parecía incapaz de apartar la mirada, aunque sí había abierto la boca. No estaba seguro si por el horror, el calor o la sorpresa.
-Ahora dime qué ves tú -la animó-. No debería resultarte difícil. Eres una mujer. Sólo piensa qué harías tú si te encontraras en esa situación. Y piénsalo bien. A veces lo que parece más lógico, no es lo que funciona.
- ¿Ves aquella pareja, junto al corro de gitanos? -el hombre agarraba la cintura de la cortesana y ella apoyaba sus generosos pechos en el brazo de su amante. Reía, pero su risa no era forzada; recorría su cuerpo con los ojos, pensativos, no calculadores. Su mano callosa lo acariciaba por encima de la camisa-. ¿Ves cómo lo toca? Sin prisas y sin descaro. ¿Y cómo lo mira? No está calculando el precio que puede cobrarle, sino qué es lo que le hará por lo que ya ha pagado -Victoria abrió los ojos y los labios por la sorpresa y sus mejillas se sonrojaron al hacerse una idea de la escena que estaba viendo. Wesh continuó-: Él está relajado y no es posesivo. La transacción ha sido hecha. Se han detenido un instante de su búsqueda de un lugar seguro para disfrutar del espectáculo.
Giró la cabeza para buscar a otros con los que poder ilustrar a Victoria. La tomó del brazo cuando encontró su presa y la hizo moverse para encontrar un buen ángulo de observación.
- Ahora mira a aquellos junto a la puerta gris. Están solos. No tienen a nadie a su alrededor. Pero ella no le toca, sólo se contonea enseñando la mercancía. Él la está probando. ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar por tener un cliente? Pero mira sus ojos, no se centran en la mujer sino en los hombres de la plaza. Ofrecerá dinero en función de los ojos que estén fijos en las curvas de ella -en ese momento, la mujer adelantó una mano y la internó en los pantalones del hombre, lamiéndose los labios en un gesto lascivo. Victoria dio un respingo a su lado y Wesh ocultó una sonrisa-. El se ha dado cuenta de que no muchos la miran. Ella ya lo sabía. Por eso intenta confundirle para poder subir el precio.
Desvió la mirada para clavarla en el rostro encendido de la joven. Ella, por su parte, parecía incapaz de apartar la mirada, aunque sí había abierto la boca. No estaba seguro si por el horror, el calor o la sorpresa.
-Ahora dime qué ves tú -la animó-. No debería resultarte difícil. Eres una mujer. Sólo piensa qué harías tú si te encontraras en esa situación. Y piénsalo bien. A veces lo que parece más lógico, no es lo que funciona.
Wesh- Gitano
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Escuchó con atención sus explicaciones e intentó ver con sus propios ojos lo que veía él. No le resultó difícil, puesto que las indicaciones del señor Wesh eran muy precisas, pero sabía que sin sus palabras no se hubiese dado cuenta de todo aquello, no hubiese visto la diferencia.
No tenía tanta calle hecha como el señor Wesh. Él conocía muy bien a la gente que se movía por esos callejones; de hecho, parecía tener alguna clase de don. O tal vez era simple observación. Victoria aún no lo tenía claro.
La proximidad del hombre la estaba poniendo nerviosa. Debería estar centrándose en su alrededor, tratando de encontrar una escena con la que ilustrar lo que acababa de aprender de forma tan rápida, pero en lo único que podía pensar era en lo cerca que estaba el señor Wesh.
Sentía la frente perlada de sudor y un calor sofocante le recorría el cuerpo. Llevaba demasiada ropa encima: la venda que le envolvía el torso, el relleno, la camisa, la chaqueta... él tan cerca.
-Es como si... la mujer con amante se luciera y la otra tratara de venderse. Supongo que lo de lucirse también forma parte del juego; una vez termine con él, tendrá que buscar a otro... que tal vez ya la ha estado observando -se pasó el dorso de la mano por la frente-. Así que no sólo seduce a su actual amante, sino también a todo aquel que la observa. No del mismo modo que lo haría la prostituta sin cliente, sino de un modo más sutil -comentó mientras recorría con la mirada a los espectadores que ahora se divertían con los malabares de un joven gitano de pelo largo.
Después de unos segundos, empezó a ofuscarse porque no veía nada fuera de lo "normal". A parte de las dos parejas que el señor Wesh le había indicado, no era capaz de ver ninguna más..
Hasta que una suave risa y el revoloteo de unas faldas atrajo su mirada.
-¡Oh! Mira allí -susurró con cierta emoción-. Esa pareja que se aleja del gentío. Fíjate en cómo se mueve ella, en como balancea sus caderas, es como si... -sintió que se enrojecía-. Como si tratara de mostrarle como... -seguro que el señor Wesh ya la había entendido-. Y fíjate también en como le mira. Parece que sólo tiene ojos para él.
Se quedó en silencio mientras los observaba alejarse. Hasta que finalmente se perdieron de vista. Volvió la cabeza hacia Wesh y clavó sus ojos en él.
-Esa debe ser una de las razones por la que los hombres pagan para tener compañía. Todo hombre debe desear alguna vez ser mirado de ese modo, como si fuera el único. Como si fuera especial.
No tenía tanta calle hecha como el señor Wesh. Él conocía muy bien a la gente que se movía por esos callejones; de hecho, parecía tener alguna clase de don. O tal vez era simple observación. Victoria aún no lo tenía claro.
La proximidad del hombre la estaba poniendo nerviosa. Debería estar centrándose en su alrededor, tratando de encontrar una escena con la que ilustrar lo que acababa de aprender de forma tan rápida, pero en lo único que podía pensar era en lo cerca que estaba el señor Wesh.
Sentía la frente perlada de sudor y un calor sofocante le recorría el cuerpo. Llevaba demasiada ropa encima: la venda que le envolvía el torso, el relleno, la camisa, la chaqueta... él tan cerca.
-Es como si... la mujer con amante se luciera y la otra tratara de venderse. Supongo que lo de lucirse también forma parte del juego; una vez termine con él, tendrá que buscar a otro... que tal vez ya la ha estado observando -se pasó el dorso de la mano por la frente-. Así que no sólo seduce a su actual amante, sino también a todo aquel que la observa. No del mismo modo que lo haría la prostituta sin cliente, sino de un modo más sutil -comentó mientras recorría con la mirada a los espectadores que ahora se divertían con los malabares de un joven gitano de pelo largo.
Después de unos segundos, empezó a ofuscarse porque no veía nada fuera de lo "normal". A parte de las dos parejas que el señor Wesh le había indicado, no era capaz de ver ninguna más..
Hasta que una suave risa y el revoloteo de unas faldas atrajo su mirada.
-¡Oh! Mira allí -susurró con cierta emoción-. Esa pareja que se aleja del gentío. Fíjate en cómo se mueve ella, en como balancea sus caderas, es como si... -sintió que se enrojecía-. Como si tratara de mostrarle como... -seguro que el señor Wesh ya la había entendido-. Y fíjate también en como le mira. Parece que sólo tiene ojos para él.
Se quedó en silencio mientras los observaba alejarse. Hasta que finalmente se perdieron de vista. Volvió la cabeza hacia Wesh y clavó sus ojos en él.
-Esa debe ser una de las razones por la que los hombres pagan para tener compañía. Todo hombre debe desear alguna vez ser mirado de ese modo, como si fuera el único. Como si fuera especial.
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Re: Ampliando Horizontes {Priv}
La señora Bennet era una mujer inteligente. No era de extrañar que su observación final hubiera dado en el clavo, en el mismísimo centro de la diana. Permitió que sus labios se curvaran en una lenta y pequeña sonrisa mientras los ojos de ambos continuaban enredados. También, por alguna extraña razón, se llevó la mano derecha al corazón, justo encima del bolsillo oculto donde guardaba su bien más preciado.
-Si todas las mujeres tuvieran la oportunidad de observar a placer este tipo de encuentros, probablemente habría más parejas felices en el mundo y menos matrimonios fracasados -comentó en voz baja-. Los hombres somos criaturas simples, Vic, con más debilidades de las que cualquiera podría imaginar. La inseguridad es una de ellas.
Incluso el más fuerte, el más valiente, el más íntegro las sufría en algún momento. Y un pequeño instante de debilidad, podía llevar a ese hombre a la destrucción.
-Las prostitutas tienen tanto éxito porque conocen un puñado de esas debilidades y las aprovechan para sobrevivir. Y no tiene más fama la más hermosa o la piel más suave o la de pechos más generosos -sus ojos se deslizaron por su rostro, su cuello y el busto tapado bajo tantas capas de ropa. No necesitaba verlo, sabía que estaba ahí-, sino la que sepa apartar, aunque sea solo el tiempo que dure el acoplamiento, todos esos fantasmas, y hacer sentir a su amante que es el ser más completo sobre la faz de la tierra -sus ojos se elevaron de nuevo hasta clavarse en los de Victoria y susurró-: A veces una única mirada tiene ese efecto
Como la que ella le otorgaba en ese momento, con toda su atención puesta en él, en las explicaciones que salían de sus labios, con la boca entreabierta y la respiración agitada. Wesh maldijo por dentro la rapidez con la que aprendía Victoria.
-Si todas las mujeres tuvieran la oportunidad de observar a placer este tipo de encuentros, probablemente habría más parejas felices en el mundo y menos matrimonios fracasados -comentó en voz baja-. Los hombres somos criaturas simples, Vic, con más debilidades de las que cualquiera podría imaginar. La inseguridad es una de ellas.
Incluso el más fuerte, el más valiente, el más íntegro las sufría en algún momento. Y un pequeño instante de debilidad, podía llevar a ese hombre a la destrucción.
-Las prostitutas tienen tanto éxito porque conocen un puñado de esas debilidades y las aprovechan para sobrevivir. Y no tiene más fama la más hermosa o la piel más suave o la de pechos más generosos -sus ojos se deslizaron por su rostro, su cuello y el busto tapado bajo tantas capas de ropa. No necesitaba verlo, sabía que estaba ahí-, sino la que sepa apartar, aunque sea solo el tiempo que dure el acoplamiento, todos esos fantasmas, y hacer sentir a su amante que es el ser más completo sobre la faz de la tierra -sus ojos se elevaron de nuevo hasta clavarse en los de Victoria y susurró-: A veces una única mirada tiene ese efecto
Como la que ella le otorgaba en ese momento, con toda su atención puesta en él, en las explicaciones que salían de sus labios, con la boca entreabierta y la respiración agitada. Wesh maldijo por dentro la rapidez con la que aprendía Victoria.
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Re: Ampliando Horizontes {Priv}
Victoria no creía que el señor Wesh fuera débil; de hecho, desde el primer momento, había pensado que era uno de los hombres más fuertes que había conocido en su vida -tal vez sólo por detrás de su padre. Y no sólo se refería a la fortaleza física, también hablaba de la fortaleza interior. Pero en su explicación, ¿el señor Wesh estaba admitiendo que, como otros, también poseía debilidades? ¿inseguridades? ¿o sólo estaba utilizando un plural de modestia?
Viéndolo, resultaba difícil pensar que un hombre como él pudiera poseer alguna clase de inseguridad. La forma en la que caminaba, el modo en el que observaba y la manera en la que se movía hablaban de un hombre seguro, que no temía nada, que no dudaba ante nadie. Pero Victoria sabía que la realidad bien podría ser otra. Al fin y al cabo, se ganaba la vida en la calle, donde la apariencia y la mala fama lo eran todo. Y él, aunque no lo pareciese, era un simple hombre -aunque de simple tuviese bien poco- y todo hombre posee sus debilidades. Sólo tenía que recordar a su padre en sus últimos días para darse cuenta de eso.
Sacudió la cabeza; no le apetecía pensar en su padre ahora. Le atraía más la idea de hundirse en aquellos oscuros ojos que la miraban fijamente.
-Pero ése no es sólo un juego femenino. Muchos hombres también saben cómo manejar a una mujer con esas artimañas -comentó-. Aunque siempre se haya visto a la mujer como la conspiradora, la que maquina, la que mueve los hilos que sujetan al hombre. Y al hombre como la inocente víctima que cae en su treta.
Viéndolo, resultaba difícil pensar que un hombre como él pudiera poseer alguna clase de inseguridad. La forma en la que caminaba, el modo en el que observaba y la manera en la que se movía hablaban de un hombre seguro, que no temía nada, que no dudaba ante nadie. Pero Victoria sabía que la realidad bien podría ser otra. Al fin y al cabo, se ganaba la vida en la calle, donde la apariencia y la mala fama lo eran todo. Y él, aunque no lo pareciese, era un simple hombre -aunque de simple tuviese bien poco- y todo hombre posee sus debilidades. Sólo tenía que recordar a su padre en sus últimos días para darse cuenta de eso.
Sacudió la cabeza; no le apetecía pensar en su padre ahora. Le atraía más la idea de hundirse en aquellos oscuros ojos que la miraban fijamente.
-Pero ése no es sólo un juego femenino. Muchos hombres también saben cómo manejar a una mujer con esas artimañas -comentó-. Aunque siempre se haya visto a la mujer como la conspiradora, la que maquina, la que mueve los hilos que sujetan al hombre. Y al hombre como la inocente víctima que cae en su treta.
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Re: Ampliando Horizontes {Priv}
Wesh ladeó la sonrisa. Estaba claro que Victoria era una mujer que lucharía por el género femenino contra viento y marea, por la igualdad entre hombres y mujeres tanto en lo bueno como en lo malo. No había muchas así, pero no era la primera y tampoco sería la última. Algún día entenderían la importancia de ese hecho y le darían incluso nombre.
-No era mi intención dar a entender que todos los hombres son corderos y todas las mujeres lobos -murmuró-: Cuanta más seguridad tiene el hombre, más difícil es para una mujer enamorarlo y más fácil es para él dominarlas. Sin embargo, no es imposible. Sólo hace falta que esa mujer sea excepcional
Sintió el calor de esa afirmación entibiándole el pecho y, quizá subírsele por el cuello y el rostro hasta casi embotarle el cerebro. A veces, cuando sus debilidades le encontraban desprevenido, se preguntaba si habría alguna mujer para él, si algún día llegaría a encontrar a alguien que pudiera hacerle feliz. Él también quería ser para alguien el único ser sobre la faz de la Tierra y estar con aquella a la que él pudiera considerar la única. Para él, el término excepcional se aplicaba a aquella que fuera igual a él; ni mejor ni peor, igual.
-Por supuesto, el caso también se da a la inversa, un hombre haciendo feliz a una mujer. O manejándola, para usar su mismo término -se encogió de hombros y apartó la mirada de Victoria-. Pero no estamos aquí para discutir de cuestiones sociales o psicológicas. Tienes que aprender a manejar a los hombres. En tu presentación a la baja sociedad, tú serás solo mía -¡diablos! ¿por qué ese arreglo le satisfacía tanto? -, pero no tiene por qué ser siempre así. Cuando ganes en experiencia, quizá tengas que moverte sola. Tendrás que avisarme cuando te sientas preparada.
¿Y por qué deseaba que ese momento no llegara nunca?
-No era mi intención dar a entender que todos los hombres son corderos y todas las mujeres lobos -murmuró-: Cuanta más seguridad tiene el hombre, más difícil es para una mujer enamorarlo y más fácil es para él dominarlas. Sin embargo, no es imposible. Sólo hace falta que esa mujer sea excepcional
Sintió el calor de esa afirmación entibiándole el pecho y, quizá subírsele por el cuello y el rostro hasta casi embotarle el cerebro. A veces, cuando sus debilidades le encontraban desprevenido, se preguntaba si habría alguna mujer para él, si algún día llegaría a encontrar a alguien que pudiera hacerle feliz. Él también quería ser para alguien el único ser sobre la faz de la Tierra y estar con aquella a la que él pudiera considerar la única. Para él, el término excepcional se aplicaba a aquella que fuera igual a él; ni mejor ni peor, igual.
-Por supuesto, el caso también se da a la inversa, un hombre haciendo feliz a una mujer. O manejándola, para usar su mismo término -se encogió de hombros y apartó la mirada de Victoria-. Pero no estamos aquí para discutir de cuestiones sociales o psicológicas. Tienes que aprender a manejar a los hombres. En tu presentación a la baja sociedad, tú serás solo mía -¡diablos! ¿por qué ese arreglo le satisfacía tanto? -, pero no tiene por qué ser siempre así. Cuando ganes en experiencia, quizá tengas que moverte sola. Tendrás que avisarme cuando te sientas preparada.
¿Y por qué deseaba que ese momento no llegara nunca?
Wesh- Gitano
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Re: Ampliando Horizontes {Priv}
Victoria curvó los labios de un modo apenas perceptible al escuchar al señor Wesh. Supo, de inmediato, que lo que decía lo decía sinceramente. El señor Wesh no era la clase de hombre que se molestaba en mentir. En ocasiones, era tan sincero que incluso hería, expresaba sus pensamientos tal cual, sin dobleces ni ambigüedades. Era una virtud de admirar en estos tiempos, donde todo el mundo se movía por el interés y primaba la más ruin hipocresía.
-No sé por qué, pero me temo que debes ser muy exigente con las mujeres. Seguro que no se te contenta fácilmente -comentó con cierta diversión en la voz y, de repente, se dio cuenta de que había hablado en voz alta... y ya no pudo retirarlo. Esa conversación tan relajada la había llevado a decir el pensamiento en alto.
Sintió cómo se le subían los colores y miró hacia otro lado, centrándose en el monito adiestrado que un gitano hacía danzar.
-Tal vez no lleguemos a ese punto -señaló, entre otras cosas, para romper el incómodo silencio-. Tal vez encontremos a los culpables pronto y no sea necesario que me mueva sola -no era que le asustara la idea, antes de conocerlo a él se había movido sola por los bajos fondos, pero aquella noche había visto cosas muy desagradables. Cosas a las que no les gustaría enfrentarse sola y, extrañamente, con el señor Wesh al lado se sentía sumamente segura.
-No sé por qué, pero me temo que debes ser muy exigente con las mujeres. Seguro que no se te contenta fácilmente -comentó con cierta diversión en la voz y, de repente, se dio cuenta de que había hablado en voz alta... y ya no pudo retirarlo. Esa conversación tan relajada la había llevado a decir el pensamiento en alto.
Sintió cómo se le subían los colores y miró hacia otro lado, centrándose en el monito adiestrado que un gitano hacía danzar.
-Tal vez no lleguemos a ese punto -señaló, entre otras cosas, para romper el incómodo silencio-. Tal vez encontremos a los culpables pronto y no sea necesario que me mueva sola -no era que le asustara la idea, antes de conocerlo a él se había movido sola por los bajos fondos, pero aquella noche había visto cosas muy desagradables. Cosas a las que no les gustaría enfrentarse sola y, extrañamente, con el señor Wesh al lado se sentía sumamente segura.
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Re: Ampliando Horizontes {Priv}
Apreció el sonrojo de la mujer y le gustaría haber estado en otro lugar para hacerla sonrojar aún mucho más. Quizá incluso poder ver hasta donde llegaba su rubor. Se tuvo que contentar con acercarse a su oído, tan cerca que rozaba la piel con los labios, y susurrar:
-Muy exigente, señora Bennet -esos temas mejor tratarlos con el tratamiento de cortesía de por medio-. Pero como ya le he dicho, no hay nada imposible
El problema de todo aquello radicaba en que la cercanía también le afectaba a él. Y su problema resultaba mucho más incómodo, por no decir más visible. Se alejó de ella, tosiendo para aclararse la garganta, volviendo la vista al espectáculo de la plaza.
-Espero que no tengas la necesidad de actuar sola, pero no está de más que estés preparada para eso -no le diría que haría lo imposible porque en la ficción fuera suya y nada más que suya. Dejarla a solas con ciertos hombres no solo sería extremadamente peligroso, sino que podía llevarle al punto de cometer un asesinato por el que no recibiría recompensa-. ¿Has visto suficiente o necesitas más tiempo? Aún no es tarde, pero igual es demasiada información para una sola noche
-Muy exigente, señora Bennet -esos temas mejor tratarlos con el tratamiento de cortesía de por medio-. Pero como ya le he dicho, no hay nada imposible
El problema de todo aquello radicaba en que la cercanía también le afectaba a él. Y su problema resultaba mucho más incómodo, por no decir más visible. Se alejó de ella, tosiendo para aclararse la garganta, volviendo la vista al espectáculo de la plaza.
-Espero que no tengas la necesidad de actuar sola, pero no está de más que estés preparada para eso -no le diría que haría lo imposible porque en la ficción fuera suya y nada más que suya. Dejarla a solas con ciertos hombres no solo sería extremadamente peligroso, sino que podía llevarle al punto de cometer un asesinato por el que no recibiría recompensa-. ¿Has visto suficiente o necesitas más tiempo? Aún no es tarde, pero igual es demasiada información para una sola noche
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Re: Ampliando Horizontes {Priv}
Siguía sin apartar la mirada del mono y lo observaba como si fuera la cosa más interesante que había visto en su vida. Dios, ¿cuándo se le iba a pasar el sofoco que sentía? Aquel roce de sus labios le había producido un cosquilleo que aún perduraba, sentía deseos de levantar el brazo y frotarse la oreja, pero se obligó a mantener la mano en el bolsillo. No quería dar muestras de que aquella proximidad la había perturbado de ese modo.
Aunque le parecía que ocultar ese hecho era más difícil que esconder un edificio.
-Creo que por hoy es suficiente -dijo tras unos segundos en silencio y, apartando los ojos del mono, se volvió hacia él-. He aprendido mucho esta noche, gracias.
Una llamarada los iluminó, creando claroscuros anaranjados sobre ellos. Victoria se sobresaltó y dio un paso hacia atrás al tiempo que miraba hacia su izquierda. Uno de los gitanos estaba lanzando fuego por la boca mientras la multitud lo coreaba.
-¡Increíble! -exclamó-. Había leído sobre esto, pero nunca... nunca lo había visto con mis propios ojos.
Se apartó del lado del señor Wesh y avanzó, acercándose más al círculo que se había formado entorno a los gitanos y su carromato. Quería verlo más de cerca.
Aunque le parecía que ocultar ese hecho era más difícil que esconder un edificio.
-Creo que por hoy es suficiente -dijo tras unos segundos en silencio y, apartando los ojos del mono, se volvió hacia él-. He aprendido mucho esta noche, gracias.
Una llamarada los iluminó, creando claroscuros anaranjados sobre ellos. Victoria se sobresaltó y dio un paso hacia atrás al tiempo que miraba hacia su izquierda. Uno de los gitanos estaba lanzando fuego por la boca mientras la multitud lo coreaba.
-¡Increíble! -exclamó-. Había leído sobre esto, pero nunca... nunca lo había visto con mis propios ojos.
Se apartó del lado del señor Wesh y avanzó, acercándose más al círculo que se había formado entorno a los gitanos y su carromato. Quería verlo más de cerca.
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Re: Ampliando Horizontes {Priv}
El salto que pegó Victoria cuando el lanzallamas pasó a su lado le hizo soltar unas cuantas carcajadas. Su rostro se iluminó de tal manera al descubrir la fuente, que realmente le dio la impresión de estar con un muchachito inexperto e impresionable. Eso era algo que más tarde corregiría, pero por ahora disfrutaría de ello. Tener que ocultar precisamente el rasgo que más le gustaba de ella, no le apetecía lo más mínimo. Todos deberían poder mostrar las emociones cuando las sentían y no verse en la obligación de ocultarlas para sobrevivir.
La siguió hasta el corro formado por la muchedumbre y se aseguró de que nadie intentaba robarla. No es que llevara mucho encima, pero una mano indiscreta podría dar al traste con su disfraz.
-¿Te gusta? -preguntó a su espalda.
Ella le respondió con la sonrisa más sublime que alguien le había dedicado en toda su vida. Esa sonrisa sería su ruina. Y lo peor de todo era que no lo pensaba por primera vez. No le dijo que todo aquello era un truco que cualquiera podía hacer con alcohol y una llama. Que lo descubriera ella misma si es que tenía ganas de hacerlo o que siguiera soñando con que era un don que solo unos pocos poseían. No le quitaría la ilusión que veía ahora en su cara.
La siguió hasta el corro formado por la muchedumbre y se aseguró de que nadie intentaba robarla. No es que llevara mucho encima, pero una mano indiscreta podría dar al traste con su disfraz.
-¿Te gusta? -preguntó a su espalda.
Ella le respondió con la sonrisa más sublime que alguien le había dedicado en toda su vida. Esa sonrisa sería su ruina. Y lo peor de todo era que no lo pensaba por primera vez. No le dijo que todo aquello era un truco que cualquiera podía hacer con alcohol y una llama. Que lo descubriera ella misma si es que tenía ganas de hacerlo o que siguiera soñando con que era un don que solo unos pocos poseían. No le quitaría la ilusión que veía ahora en su cara.
Wesh- Gitano
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Victoria no perdió tiempo en mover los labios para responderle; en cambio, asintió de forma efusiva con una sonrisa enorme impresa en la boca. Estaba demasiado concentrada observando al hombre que lanzaba llamas como para responderle con palabras.
Es sorprendente que no se queme, pensó sin apartar los ojos, lo seguía con la mirada mientras el gitano iba de un lado a otro. Se fijó en que el hombre bebía de lo que parecía una botella de cristal y luego escupía aquel líquido sobre la especie de antorcha que llevaba en la mano para crear la llamarada.
-¿Qué contiene esa botella? -interrogó con curiosidad al señor Wesh. Lo cierto, es que no tenía por qué saberlo, admitió, pero... ¡parecía saber tantas cosas! Era un tanto injusto por su parte pensar que podía saberlo todo.
Otra llamarada iluminó a la multitud y Victoria sintió el calor en el rostro. Era tan... ¡emocionante! Aquella noche había visto la parte más oscura de las calles, la más deprimente, la más baja; pero ahora presenciaba ese lado más colorido, mágico y divertido. Incluso en los lugares más insospechados podías encontrar un poco de magia.
Por un momento se sintió como dentro de uno de esos libros exóticos que leía antes de acostarse. ¡Hacía tanto tiempo que no se sentía tan viva!
Es sorprendente que no se queme, pensó sin apartar los ojos, lo seguía con la mirada mientras el gitano iba de un lado a otro. Se fijó en que el hombre bebía de lo que parecía una botella de cristal y luego escupía aquel líquido sobre la especie de antorcha que llevaba en la mano para crear la llamarada.
-¿Qué contiene esa botella? -interrogó con curiosidad al señor Wesh. Lo cierto, es que no tenía por qué saberlo, admitió, pero... ¡parecía saber tantas cosas! Era un tanto injusto por su parte pensar que podía saberlo todo.
Otra llamarada iluminó a la multitud y Victoria sintió el calor en el rostro. Era tan... ¡emocionante! Aquella noche había visto la parte más oscura de las calles, la más deprimente, la más baja; pero ahora presenciaba ese lado más colorido, mágico y divertido. Incluso en los lugares más insospechados podías encontrar un poco de magia.
Por un momento se sintió como dentro de uno de esos libros exóticos que leía antes de acostarse. ¡Hacía tanto tiempo que no se sentía tan viva!
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-¿De verdad quieres saberlo? -preguntó para hacerlo más misterioso.
Lo cierto era que no tenía ni idea. Lo único que sabía a ciencia cierta es que contendría una alta cantidad de alcohol para lograr esa increíble llamarada. Y que era una maniobra sumamente peligrosa. Durante un tiempo quiso aprender para poder ser un cracheur de feu, pero al ver las quemaduras de uno de los muchachos gitanos que conoció en sus correrías, decidió que esa vida no era para él.
La multitud empezó a apiñarse aún más para observar el espectáculo de fuego, malabares y danzas y poco a poco el ambiente se fue caldeando. Las mujeres gritaban y giraban haciendo tintinear las pulseras y las monedas de sus mantones. Los hombres coreaban el espectáculo y se daban codazos para ver quién sería el atrevido que saliera a moverse junto a ellas. Las adivinas de la periferia empezaron a recoger sus tenderetes. Lo que quedaba de la noche la gente lo dedicaría a la diversión, no a pensar en el futuro. Por desgracia para ellos, el futuro era demasiado importante como para arriesgarse a que descubrieran el disfraz de Victoria. Tomó uno de sus brazos con delicadeza y tiró de ella para que se alejara de la muchedumbre.
-Vic, debemos irnos.
Lo cierto era que no tenía ni idea. Lo único que sabía a ciencia cierta es que contendría una alta cantidad de alcohol para lograr esa increíble llamarada. Y que era una maniobra sumamente peligrosa. Durante un tiempo quiso aprender para poder ser un cracheur de feu, pero al ver las quemaduras de uno de los muchachos gitanos que conoció en sus correrías, decidió que esa vida no era para él.
La multitud empezó a apiñarse aún más para observar el espectáculo de fuego, malabares y danzas y poco a poco el ambiente se fue caldeando. Las mujeres gritaban y giraban haciendo tintinear las pulseras y las monedas de sus mantones. Los hombres coreaban el espectáculo y se daban codazos para ver quién sería el atrevido que saliera a moverse junto a ellas. Las adivinas de la periferia empezaron a recoger sus tenderetes. Lo que quedaba de la noche la gente lo dedicaría a la diversión, no a pensar en el futuro. Por desgracia para ellos, el futuro era demasiado importante como para arriesgarse a que descubrieran el disfraz de Victoria. Tomó uno de sus brazos con delicadeza y tiró de ella para que se alejara de la muchedumbre.
-Vic, debemos irnos.
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Estuvo a punto de quejarse, pero al ver la expresión del señor Wesh se lo pensó mejor. Tenía el rostro tenso y miraba a un lado y a otro con cierta preocupación. En ese momento, percibió el modo en que había cambiado el ambiente. No se había dado cuenta antes porque había estado demasiado centrada observando al gitano.
-Oh, está bien -murmuró mientras dejaba que la mano del señor Wesh la guiara en dirección contraría a la muchedumbre-. ¿Te has fijado en la anciana con el pañuelo en la cabeza? Me habría encantado que me leyese la mano -musitó, haciendo referencia a la gitana anciana que habían dejado atrás-. Bueno... aunque tal vez habría descubierto que era mujer. Así que mejor que no haya pasado.
Avanzaron por la oscura calle; a esas horas estaba desierta, puesto que todos estaban concentrándose calle arriba o ahogándose en vasos de alcohol en las tabernas y burdeles. Sólo se escucha el sonido de sus pasos sobre los adoquines.
Todo tenía un fin y aquella noche parecía haber llegado al suyo. Era curioso. Hacía casi una hora hubiese deseado que terminase cuanto antes; ahora, sólo deseaba que continuara hasta el amanecer.
-Oh, está bien -murmuró mientras dejaba que la mano del señor Wesh la guiara en dirección contraría a la muchedumbre-. ¿Te has fijado en la anciana con el pañuelo en la cabeza? Me habría encantado que me leyese la mano -musitó, haciendo referencia a la gitana anciana que habían dejado atrás-. Bueno... aunque tal vez habría descubierto que era mujer. Así que mejor que no haya pasado.
Avanzaron por la oscura calle; a esas horas estaba desierta, puesto que todos estaban concentrándose calle arriba o ahogándose en vasos de alcohol en las tabernas y burdeles. Sólo se escucha el sonido de sus pasos sobre los adoquines.
Todo tenía un fin y aquella noche parecía haber llegado al suyo. Era curioso. Hacía casi una hora hubiese deseado que terminase cuanto antes; ahora, sólo deseaba que continuara hasta el amanecer.
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Sonrió con un poco de tristeza al escucharla. Quizá otro día podrían quedarse más tiempo a disfrutar de los placeres de las noches parisinas. Cuando hubieran atrapado a los asesinos y si ella deseaba volver a pasar tiempo en su compañía. ¿Pero qué estupideces pensaba? Cuando aquello terminara él no debía volver a verla... aunque ella quisiera otra cosa.
-Sin duda lo habría averiguado... aunque no haría falta una adivina para eso -contestó con la intención de alejar de sí esos absurdos pensamientos.
Y no tenía muy claro que ninguna de aquellas mujeres pudiera vaticinarle nada más aparte de su sexo. Se llevó la mano al pecho y delineó con el dedo, desde fuera de su chaqueta, la carta del tarot que iba siempre con él. La llevaba por puro sentimentalismo, ni siquiera porque creyera que esa carta era una predicción. Había pasado demasiado tiempo entre timadores y embusteros como para creer en esas cosas. Aunque cada cierto tiempo daba con alguien capaz de ponerle los pelos de punta...
-Sin duda lo habría averiguado... aunque no haría falta una adivina para eso -contestó con la intención de alejar de sí esos absurdos pensamientos.
Y no tenía muy claro que ninguna de aquellas mujeres pudiera vaticinarle nada más aparte de su sexo. Se llevó la mano al pecho y delineó con el dedo, desde fuera de su chaqueta, la carta del tarot que iba siempre con él. La llevaba por puro sentimentalismo, ni siquiera porque creyera que esa carta era una predicción. Había pasado demasiado tiempo entre timadores y embusteros como para creer en esas cosas. Aunque cada cierto tiempo daba con alguien capaz de ponerle los pelos de punta...
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Miró en su dirección con los labios fruncidos. ¿Era posible que él no creyese en todo eso? Teniendo en cuenta sus raices, era extraño, ¿no? Soltó un suspiro al darse cuenta de lo que acababa de pensar. Estaba suponiendo que el señor Wesh creía en todo ese asunto de la adivinación sólo porque era gitano; pero, en realidad, únicamente podía suponer porque no sabía absolutamente nada sobre él, no conocía su pasado, ni siquiera su presente. Tenía la sensación, sin embargo, que él la conocía muy bien.
Sea como fuere, hubiese sido toda una experiencia que aquella anciana le leyese la mano. No creía mucho en todo eso, pero habría sido una experiencia...
-Sí, tal vez mis manos hubiesen revelado que era una mujer, aunque ya te he dicho que he hecho todo lo que he podido para que parecieran más masculinas -comentó al cabo de unos segundos y el asunto de la adivinación habría quedado olvidado, pero de repente recordó algo y fue incapaz de contenerse-: La vez que fui a tu casa vi varios libros sobre magia -dijo casi a bocajarro.
Sea como fuere, hubiese sido toda una experiencia que aquella anciana le leyese la mano. No creía mucho en todo eso, pero habría sido una experiencia...
-Sí, tal vez mis manos hubiesen revelado que era una mujer, aunque ya te he dicho que he hecho todo lo que he podido para que parecieran más masculinas -comentó al cabo de unos segundos y el asunto de la adivinación habría quedado olvidado, pero de repente recordó algo y fue incapaz de contenerse-: La vez que fui a tu casa vi varios libros sobre magia -dijo casi a bocajarro.
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Re: Ampliando Horizontes {Priv}
Alzó la mirada al cielo e inspiró de forma sonora. No detuvo sus pasos mientras salían de la plaza. Tampoco lo hizo después, mientras guiaba a Victoria por un camino más seguro que el que habían tomado al ir allí.
-Era demasiado esperar que los hubieras visto y no hicieras un comentario sobre ellos -comentó al cabo del rato, al mismo tiempo que pensaba qué contarle acerca de ello.
Sin duda no era peor creer en la magia que en todo aquel atajo de charlatanes y embusteros, pero se sentía vulnerable si lo decía en voz alta. No solía cuadrar que un hombre como él aceptara tales libros como verdaderos, pero las cosas que había visto... simplemente eran demasiado maravillosas como para ser simples trucos. Lo difícil era explicarlo sin parecer un chalado.
-Puedo prestártelos si quieres -dijo para salir del paso, sin comprometerse en una respuesta-. No sabía que estuvieras interesada en ellos.
-Era demasiado esperar que los hubieras visto y no hicieras un comentario sobre ellos -comentó al cabo del rato, al mismo tiempo que pensaba qué contarle acerca de ello.
Sin duda no era peor creer en la magia que en todo aquel atajo de charlatanes y embusteros, pero se sentía vulnerable si lo decía en voz alta. No solía cuadrar que un hombre como él aceptara tales libros como verdaderos, pero las cosas que había visto... simplemente eran demasiado maravillosas como para ser simples trucos. Lo difícil era explicarlo sin parecer un chalado.
-Puedo prestártelos si quieres -dijo para salir del paso, sin comprometerse en una respuesta-. No sabía que estuvieras interesada en ellos.
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Re: Ampliando Horizontes {Priv}
Le resultó extraño que el señor Wesh no respondiera directamente e intentara escurrir el bulto; si por algo se caracterizaba ese hombre era por decir las cosas claras y ser conciso en sus palabras. No era de la clase que perdía el tiempo dando rodeos inecesarios, se limitaba a decir lo que tenía que decir. Ni más ni menos.
-Soy consciente de que no debería haber fisgoneado tus cosas, pero fue.. inevitable -aquellos volúmenes la habían llamado como el canto de un sirena a un marinero-. Además, me dejaste allí sola y... -de repente se calló y sus ojos se entrecerraron, suspicaces, mientras se clavaban en él-. Ahora que lo pienso, eso podría formar parte de todo lo que envuelve tu figura... Tal vez me dejaste allí sola adrede para que pudiese ver los libros y me aterrase la idea de que conocieses los rudimentos de la magia... -teorizó con la frente fruncida y los labios apretados-. Pero tu reacción de hace unos segundos contradice eso. Si tu intención inicial fue asustarme haciéndome creer que manejabas la magia, en este momento habrías aprovechado la oportunidad para seguir en esa línea, pero no lo has hecho.
Cuando terminó de exponer su teoría, respiró con profundidad y, de inmediato, se sintió enrojecer. El señor Wesh la miraba con una expresión de... ¿pasmo? Bueno, era posible que se hubiese pasado un poco con sus suposiciones. Tenía una imaginación demasiado desarrollada.
Carraspeó y su mirada revoloteó por los edificios unos segundos antes de volverse a posar sobre él.
-Además has sorteado descaradamente mi pregunta... -apuntó en un susurro mientras giraban y entraban en una calle que no conocía.
-Soy consciente de que no debería haber fisgoneado tus cosas, pero fue.. inevitable -aquellos volúmenes la habían llamado como el canto de un sirena a un marinero-. Además, me dejaste allí sola y... -de repente se calló y sus ojos se entrecerraron, suspicaces, mientras se clavaban en él-. Ahora que lo pienso, eso podría formar parte de todo lo que envuelve tu figura... Tal vez me dejaste allí sola adrede para que pudiese ver los libros y me aterrase la idea de que conocieses los rudimentos de la magia... -teorizó con la frente fruncida y los labios apretados-. Pero tu reacción de hace unos segundos contradice eso. Si tu intención inicial fue asustarme haciéndome creer que manejabas la magia, en este momento habrías aprovechado la oportunidad para seguir en esa línea, pero no lo has hecho.
Cuando terminó de exponer su teoría, respiró con profundidad y, de inmediato, se sintió enrojecer. El señor Wesh la miraba con una expresión de... ¿pasmo? Bueno, era posible que se hubiese pasado un poco con sus suposiciones. Tenía una imaginación demasiado desarrollada.
Carraspeó y su mirada revoloteó por los edificios unos segundos antes de volverse a posar sobre él.
-Además has sorteado descaradamente mi pregunta... -apuntó en un susurro mientras giraban y entraban en una calle que no conocía.
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Re: Ampliando Horizontes {Priv}
¿Realmente se le había pasado todo eso por la cabeza en un lapso tan pequeño de tiempo? Increíble. Ella sí que tenía magia en aquella cabecita.
-También era demasiado esperar que no te hubieras dado cuenta de eso -hizo una mueca de fastidio mientras lo decía.
Estaba claro que aquella mujer no le dejaría ir sin contestar a sus preguntas. El problema radicaba en que no sabía cuánta información debía darle para que se quedara satisfecha y no le diera por meterse en asuntos que no la incumbían. Si había algo que a Victoria le sobraba eso era curiosidad.
-No soy un mago, si es lo que crees -dijo al fin-: De hecho, soy incapaz de hacer incluso el truco más sencillo -omitió deliberadamente su capacidad para captar los dones de las personas. No lo utilizaba a menos que fuera necesario y la mayor parte del tiempo era incluso capaz de mantenerlo bajo control, así que, por ahora, se guardaría esa información para sí mismo-. Sin embargo -continuó-, es un tema que me interesa. Y antes de que vuelvas sobre lo mismo, sí, las pociones son auténticas y no, no las hago yo mismo. No sabría ni por donde empezar.
Demasiado tarde se dio cuenta de que, eso último, tendría que haberse limitado a pensarlo para sus adentros.
-También era demasiado esperar que no te hubieras dado cuenta de eso -hizo una mueca de fastidio mientras lo decía.
Estaba claro que aquella mujer no le dejaría ir sin contestar a sus preguntas. El problema radicaba en que no sabía cuánta información debía darle para que se quedara satisfecha y no le diera por meterse en asuntos que no la incumbían. Si había algo que a Victoria le sobraba eso era curiosidad.
-No soy un mago, si es lo que crees -dijo al fin-: De hecho, soy incapaz de hacer incluso el truco más sencillo -omitió deliberadamente su capacidad para captar los dones de las personas. No lo utilizaba a menos que fuera necesario y la mayor parte del tiempo era incluso capaz de mantenerlo bajo control, así que, por ahora, se guardaría esa información para sí mismo-. Sin embargo -continuó-, es un tema que me interesa. Y antes de que vuelvas sobre lo mismo, sí, las pociones son auténticas y no, no las hago yo mismo. No sabría ni por donde empezar.
Demasiado tarde se dio cuenta de que, eso último, tendría que haberse limitado a pensarlo para sus adentros.
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Re: Ampliando Horizontes {Priv}
Esta vez el señor Wesh se extendió más y, sin embargo, tenía la sensación de que seguía ocultándole algo. Tal vez se debiera a que no la miraba a los ojos, como solía hacer cuando le explicaba alguna cosa. Ese hecho le trajo un extraño pensamiento a la cabeza: una mujer sabría perfectamente cuándo le estaría mintiendo, reconocería de inmediato una mentira de sus labios -en caso de que el señor Wesh se viese obligado a decirla.
-Así que sí que crees en la magia, de otro modo no utilizarías esa poción para cerrar el contrato, aunque... podría regresar a lo mismo otra vez y pensar que lo haces para atemorizar a tus clientes y asegurarte de que cumplen con su parte del trato -le dio vueltas a esa idea durante unos segundos-. Te preguntaría directamente si en verdad crees en las pociones y sus efectos, pero no me molestaré en hacerlo porque sé que volverás a eludir la pregunta o directamente no contestarás.
Tampoco quería atosigarlo con preguntas. Aquella noche, el señor Wesh había hablado más de lo acostumbrado, cosa ya de por sí sorprendente. No quería tentar a la suerte. Le gustaba demasiado ese clima entre ellos, lo prefería a las discusiones, y le agradaba conversar con él de ese modo tan relajado.
-Así que sí que crees en la magia, de otro modo no utilizarías esa poción para cerrar el contrato, aunque... podría regresar a lo mismo otra vez y pensar que lo haces para atemorizar a tus clientes y asegurarte de que cumplen con su parte del trato -le dio vueltas a esa idea durante unos segundos-. Te preguntaría directamente si en verdad crees en las pociones y sus efectos, pero no me molestaré en hacerlo porque sé que volverás a eludir la pregunta o directamente no contestarás.
Tampoco quería atosigarlo con preguntas. Aquella noche, el señor Wesh había hablado más de lo acostumbrado, cosa ya de por sí sorprendente. No quería tentar a la suerte. Le gustaba demasiado ese clima entre ellos, lo prefería a las discusiones, y le agradaba conversar con él de ese modo tan relajado.
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Re: Ampliando Horizontes {Priv}
¡Santo Dios! ¿Cómo sería vivir todo el día con esa cabeza dándole vueltas y más vueltas? Ella misma argumentaba y descartaba los argumentos sin necesidad de que él abriera la boca. Quizá, si se mantenía callado durante todo el camino, descubriera que Victoria no necesitaba un interlocutor para mantener las conversaciones consigo misma en voz alta. Y lo mejor era que sus conversaciones casi nunca versaban sobre la moda o los afeites femeninos. Muy al contrario. Intelectualmente hablando, podría competir con la mayor parte de los hombres que conocía... y dejarlos a todos por los suelos.
-Creo en las pociones y sus efectos, Victoria -decidió que, al menos en esa parte, se merecía la verdad, ya que ella había tomado un sorbo de esas pociones-. Podría conformarme con amenazar a mis clientes y podría utilizar muy buenos argumentos -puso las manos frente a sí y las cerró en sendos puños. No eran muchos los que se atrevían a enfrentarle-. Pero no me gustan las amenazas vanas y no pienso ir por ahí maltratando a la gente para que haga mi voluntad. Ese estilo no me va. Así que utilizo las pociones. Yo mismo me encargué de comprobar que funcionaban.
Y el resultado no fue nada agradable. Pero de eso sí que no tenía intención de hablar.
-Creo en las pociones y sus efectos, Victoria -decidió que, al menos en esa parte, se merecía la verdad, ya que ella había tomado un sorbo de esas pociones-. Podría conformarme con amenazar a mis clientes y podría utilizar muy buenos argumentos -puso las manos frente a sí y las cerró en sendos puños. No eran muchos los que se atrevían a enfrentarle-. Pero no me gustan las amenazas vanas y no pienso ir por ahí maltratando a la gente para que haga mi voluntad. Ese estilo no me va. Así que utilizo las pociones. Yo mismo me encargué de comprobar que funcionaban.
Y el resultado no fue nada agradable. Pero de eso sí que no tenía intención de hablar.
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Re: Ampliando Horizontes {Priv}
Victoria miró aquellas dos enormes manos cerradas en puños y no tuvo ninguna duda de que habrían sido dos buenos argumentos. Era un hombre grande y fuerte -eso se veía a simple vista-, podría haber utilizado su físico para intimidar a la gente, pero había optado por algo más sutil... como la magia. Aunque no dudaba de que, si la situación lo requería, el señor Wesh era muy capaz de utilizar los puños.
Sonrió y apartó la mirada de sus manos para mirarlo a los ojos. Dios, aquella mirada parecía ver más allá, parecía ver dentro de ella. Se sentía extrañamente... desnuda cuando la miraba tan fijamente. Casi sentía deseos de cubrirse.
-Agradezco tu sinceridad -confesó y se quedó con ganas de saber cómo había comprobado que las pócimas funcionaban. Abrió la boca y estuvo a punto de preguntarlo, pero apretó los labios y se lo pensó mejor. Prefería no saberlo. Si el negocio entre ellos salía mal, acabaría averiguándolo. Y, si eso pasaba, prefería no saber a qué se enfrentaría.
O tal vez llegado el momento, le pidiese que se lo contara. Mientras tanto, prefería no darle vueltas y pensar que todo iba a salir bien. Según decían, si pensabas cosas buenas, te ocurrían cosas buenas.
Eso esperaba.
Sonrió y apartó la mirada de sus manos para mirarlo a los ojos. Dios, aquella mirada parecía ver más allá, parecía ver dentro de ella. Se sentía extrañamente... desnuda cuando la miraba tan fijamente. Casi sentía deseos de cubrirse.
-Agradezco tu sinceridad -confesó y se quedó con ganas de saber cómo había comprobado que las pócimas funcionaban. Abrió la boca y estuvo a punto de preguntarlo, pero apretó los labios y se lo pensó mejor. Prefería no saberlo. Si el negocio entre ellos salía mal, acabaría averiguándolo. Y, si eso pasaba, prefería no saber a qué se enfrentaría.
O tal vez llegado el momento, le pidiese que se lo contara. Mientras tanto, prefería no darle vueltas y pensar que todo iba a salir bien. Según decían, si pensabas cosas buenas, te ocurrían cosas buenas.
Eso esperaba.
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