AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El Re-Encuentro [Atenea]
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El Re-Encuentro [Atenea]
Domingo por la mañana, día de compra en el mercado. Una cortesana es una cortesana hasta que llega a su casa, entonces se vuelve humana también y necesita casa, vestido y sustento. Justo hoy iba por el sustento, había ahorrado un montón de dinero durante la semana para comprar todo lo que necesitaba porque anoche justamente había llegado a beberme solamente un vaso con leche. Menuda cena. Y después del trabajo que me dejaba famélica, podía vivir de los clientes uno que otro día pero siempre debía tener algo en mi casa para poder estar tranquila.
Me gustaba ir al mercado porque podía ver a la gente pasear, hablar de tantas cosas y ajenas a tantas otras que pasaban justo frente a sus ojos, el perro que se robaba un trozo de carne del puesto del carnicero, el niño que corría y caía y volvía a levantarse porque así eran los niños, las señoras que regateaban los precios, los hombres que lanzaban miradas a las señoritas que iban con sus madres agarradas del brazo y con miedo de regresar la misma mirada aun cuando la ansiedad típica de la adolescencia les hacía morderse los labios para no sonreír. Yo era una observadora más que engullía todo lo que sucedía alrededor y que sonreía cuando me causaba gracia, me angustiaba cuando lo creía necesario y entre todo el cóctel de emociones mientras caminaba por el mercado, hacía mi propia compra. Frutas, verduras, harinas y carne para almacenar. Mieles, jamones, quesos para botanear, uno que otro listón para mi cabello, remedios varios para el cansancio, para el dolor de cabeza, para frotarme los pies después de un arduo día de trabajo.
Había vestido normalmente, mis vestidos de trabajo no eran para hacer la compra porque podían atraer miradas de gente que no quería que me mirara, discusiones y malos tratos, no el día de la compra. Me había vestido sencillamente, un vestido sin mucho vuelo de color azul claro, con un escote decente e incluso con mangas abombadas, cero maquillaje luciendo mi piel suavecita y el cabello suelto lo más natural posible para que además nadie me reconociera. Iba ciega de clientes, era mi deber no reconocerlos así que me paseaba totalmente ajena a los hombres y dándome cuenta de todo lo demás que sucedía.
Me gustaba ir al mercado porque podía ver a la gente pasear, hablar de tantas cosas y ajenas a tantas otras que pasaban justo frente a sus ojos, el perro que se robaba un trozo de carne del puesto del carnicero, el niño que corría y caía y volvía a levantarse porque así eran los niños, las señoras que regateaban los precios, los hombres que lanzaban miradas a las señoritas que iban con sus madres agarradas del brazo y con miedo de regresar la misma mirada aun cuando la ansiedad típica de la adolescencia les hacía morderse los labios para no sonreír. Yo era una observadora más que engullía todo lo que sucedía alrededor y que sonreía cuando me causaba gracia, me angustiaba cuando lo creía necesario y entre todo el cóctel de emociones mientras caminaba por el mercado, hacía mi propia compra. Frutas, verduras, harinas y carne para almacenar. Mieles, jamones, quesos para botanear, uno que otro listón para mi cabello, remedios varios para el cansancio, para el dolor de cabeza, para frotarme los pies después de un arduo día de trabajo.
Había vestido normalmente, mis vestidos de trabajo no eran para hacer la compra porque podían atraer miradas de gente que no quería que me mirara, discusiones y malos tratos, no el día de la compra. Me había vestido sencillamente, un vestido sin mucho vuelo de color azul claro, con un escote decente e incluso con mangas abombadas, cero maquillaje luciendo mi piel suavecita y el cabello suelto lo más natural posible para que además nadie me reconociera. Iba ciega de clientes, era mi deber no reconocerlos así que me paseaba totalmente ajena a los hombres y dándome cuenta de todo lo demás que sucedía.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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Re: El Re-Encuentro [Atenea]
Nos conocemos y tratamos de caernos bien
Necesitamos a alguien que nos acompañe
Que ría y llore con nosotros también.
Que nos de consejos que parezcan soluciones del cielo
Y poderles confiar
Nuestros más profundos secretos.
Comparten nuestros buenos momentos
Poniéndose por nosotros contentos.
Necesitamos a alguien que nos acompañe
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Temprano por la mañana me había despertado, tenía un hogar, un techo, un espacio que era mío hasta que dijesen lo contrario. El día domingo no trabajaba por costumbre más que por cualquier otra cosa. Salí de la finca con una sonrisa en mi rostro, francos en mi bolsa y ganas de pasarme un día diferente, quizás comprar algunas telas, o algún artilugio para mí o mi pieza, o simplemente algo de comer. La gente se despertaba para ir a la misa dominical incrédulos pensé, la iglesia no era lo mío pero respetaba a los que creían en ella. Sabía que había un Dios y ese era igual para todos, aunque la sociedad no decía lo mismo. Camine como si estuviera danzando en mí caminar. Doble en una esquina luego en otra y solo seguí a unos parisinos que caminaban al parecer bien animados, ya que según alcance a escucharles los domingos en Paris el mercado es el lugar más concurrido.
De inmediato los colores, las personas y un gran bullicio comencé a sentir, me adentre entre la multitud, todos parecían metidos en lo suyo pues de igual forma yo hice lo mío, pase de puesto en puesto mirando, tocando, apreciando, deseando y al fin termine caminado. Quería una tela con estampados de flores y si mi ambición crecía cosa que era difícil un cuadro de un bosque no muy grande sería perfecto de repente paso un niño corriendo y detrás de él los policías, todos se alarmaron y entre el escandalo la gente comenzó a entrar en pánico, ¡una banda de niños ladrones! Comenzaron a gritar los polis y todos se movían de un lado para otro. Mi cuerpo fue guiado por una masa de personas que caminaban en un solo paso – Permiso… - dije con mi vocecita pero los gritos y los murmullos subían – Disculpe… permiso – No podía alejarme de ellos. Sus auras se tornaron oscuras y grises, con la maldad en los ojos y en todo su ser, habían pillado a cinco niños… de los cuales ni el pelo alcance a ver. Entre empujones, pisadas de pie, jalones de cabellos salí me sentía un poco confusa. Me arrime hacia un costado cerca de una anciana que con su hija vendían telas, vestidos, sombreros, alfombras, cortinas y una inmensidad de cosas textiles que al mirarlas sentí que me desmayaría.
Pasar desapercibida era lo mejor que podía hacer asi que me acerque a las telas de cortinaje, arrodillándome muy cerca de una pared para que no me pasaran a llevar, tome unas floreadas y otras lisas, una con figuras extrañas y otra que tenía líneas… ninguna combinada deje todo de vuelta y comencé a buscar nuevas telas. Mi aspecto era el habitual un vestido con flores no llamativo, mi cabellera, con un prendedor en forma de margarita que afirmaba algunas hebras de mi cabellera, mi bolsa de cuero que colgaba en mi cintura y nada más. Entre búsqueda y búsqueda encontré una tela que tenia impreso la flor de loto, mi flor preferida… me quede en silencio, mi corazón se apretó y miles de recuerdos vinieron a mi mente… mi infancia, mi padre, las palabras de el, la historia de la flor de loto… ya no podía ver de mis ojos afloraban lagrimas… apreté la tela contra mi cara y ahí me quede conteniendo el llanto…
Atenea Tsartsarnioli- Gitano
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Re: El Re-Encuentro [Atenea]
Se escucharon las campanadas de una Iglesia cercana llamando a los feligreses a misa, la gente apenas se había dado cuenta de que había sucedido porque era como parte del escenario, un ecenario tan visto que muchos simplemente lo ignoraban. Miré hacia donde se escuchaba el tañido de metal contra metal y entrecerré los ojos al darme de lleno con la luz del sol en ellos, tal vez debería ir a misa. ¿Hacía cuánto tiempo que no iba ni siquiera para rezar un Padre Nuestro?, no pretendía confesarme, si dijera mis pecados me la pasaría el resto de mi vida rezando la penitencia y tenía que trabajar. Reí por la ironía de la situación pero me propuse pasarme por la Iglesia prontamente aunque fuera solamente para hacerle saber a Dios que seguía ahí y que de cuando en cuando me acordaba de él. Esperaba que eso fuera suficiente.
Pasé delante de un puesto de frutas y las manzanas tan rojas llamaron mi atención, brillaban bajo los rayos de sol que se colaban por entre la tela que cubría el puesto y pregunté cuánto costaban. Solamente tomé unas cuatro, o teníacaso llevar más pues odiaba que se pudrieran sin haberlas probado y en mi casa sólo vivía yo. Sería un desperdicio total. PEro mi compra fue interrumpida por un empujón, empujón que un policía me dio al pasar corriendo junto a mi, empujón que me hizo tambalearme e incluso soltar la manzana que estaba apreciando en mi mano. Otro empujón, de pronto el mercado era un caos y la gente en pánico se vuelve tan estúpida como un montón de vacas pastando así que me vi arrastrada con ellos intentando salir lo mejor librada que podía. -¡Hey, cuidado!- Gritaba, empujaba, me sostenía, intentaba pegarme a alguna pared para no ser arrollada y rogaba al Dios que minutos antes había estado en mi mente que no dejara que me cayera o sería pisoteada por un montón de gente. En mi mente solamente se repetía un "por favor que no me caiga" tan desesperado que no estaba segura de que nadie me escuchara pensarlo.
Me golpeé contra un puesto pero pude meterme entre ese y el de al lado formando un escodite lo suficientemente seguro como para no ser víctima de la oleada de gente que tanto los ladrones como los policías habían desatado. Para empezar, yo no pretendía salir de ahí hasta que todos se hubieran calmado, me arriesgaba demasiado con ello. Apreté contra mi pecho la bolsita donde guardaba el dinero y comencé a ver cómo el camino se despejaba, las señoras comentaban los pormenores de la captura, los hombres negaban con la cabeza, unos niños gritaban excitados por tanta algarabía y una pelirroja lloraba en el puesto a mi derecha. Su cabello era tan rojo como el fuego y parecía estar triste. Perdón, no parecía estar llorando, solamente estaba parada ahí con una tela pegada a su rostro, tan vulnerable que cuando por fin logré salir de mi barricada, puse mi mano en su hombro. -Disculpe, ¿Se encuentra bien?- ¿La habrían lastimado en el alboroto? Miré alrededor buscando algo que me sirviera en caso de que estuviera herida. Tal vez en algún puesto de brebajes o remedios. Tal vez llevarla con Daniil. Cualquier cosa. Ella se veía tan afectada.
Pasé delante de un puesto de frutas y las manzanas tan rojas llamaron mi atención, brillaban bajo los rayos de sol que se colaban por entre la tela que cubría el puesto y pregunté cuánto costaban. Solamente tomé unas cuatro, o teníacaso llevar más pues odiaba que se pudrieran sin haberlas probado y en mi casa sólo vivía yo. Sería un desperdicio total. PEro mi compra fue interrumpida por un empujón, empujón que un policía me dio al pasar corriendo junto a mi, empujón que me hizo tambalearme e incluso soltar la manzana que estaba apreciando en mi mano. Otro empujón, de pronto el mercado era un caos y la gente en pánico se vuelve tan estúpida como un montón de vacas pastando así que me vi arrastrada con ellos intentando salir lo mejor librada que podía. -¡Hey, cuidado!- Gritaba, empujaba, me sostenía, intentaba pegarme a alguna pared para no ser arrollada y rogaba al Dios que minutos antes había estado en mi mente que no dejara que me cayera o sería pisoteada por un montón de gente. En mi mente solamente se repetía un "por favor que no me caiga" tan desesperado que no estaba segura de que nadie me escuchara pensarlo.
Me golpeé contra un puesto pero pude meterme entre ese y el de al lado formando un escodite lo suficientemente seguro como para no ser víctima de la oleada de gente que tanto los ladrones como los policías habían desatado. Para empezar, yo no pretendía salir de ahí hasta que todos se hubieran calmado, me arriesgaba demasiado con ello. Apreté contra mi pecho la bolsita donde guardaba el dinero y comencé a ver cómo el camino se despejaba, las señoras comentaban los pormenores de la captura, los hombres negaban con la cabeza, unos niños gritaban excitados por tanta algarabía y una pelirroja lloraba en el puesto a mi derecha. Su cabello era tan rojo como el fuego y parecía estar triste. Perdón, no parecía estar llorando, solamente estaba parada ahí con una tela pegada a su rostro, tan vulnerable que cuando por fin logré salir de mi barricada, puse mi mano en su hombro. -Disculpe, ¿Se encuentra bien?- ¿La habrían lastimado en el alboroto? Miré alrededor buscando algo que me sirviera en caso de que estuviera herida. Tal vez en algún puesto de brebajes o remedios. Tal vez llevarla con Daniil. Cualquier cosa. Ella se veía tan afectada.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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Re: El Re-Encuentro [Atenea]
Con el recuerdo vago de las cosas
que embellecen el tiempo y la distancia,
retornan a las almas cariñosas,
cual bandadas de blancas mariposas,
los plácidos recuerdos de la infancia.
¡Caperucita, Barba Azul, pequeños
liliputienses, Gulliver gigante
que flotáis en las brumas de los sueños,
aquí tended las alas,
que yo con alegría
llamaré para haceros compañía
al ratoncito Pérez y a Urdimalas!
Como recuerdos de una infancia lejana llegaron a mi mente imágenes e instancias de las cuales mi propia vida viví, entre jardines, bosques y alelís, extrañaba aquellos tiempos donde solía solo disfrutar de lo que me daban, de una familia medio extraña pero con mucha gente a mi alrededor, ahora estaba sola, si sola pero por propia decisión, aunque no me arrepentía tenía que seguir, solo en sueños la había visto a mi madre que según describían era perfectamente igual a mí, solo que su cabellera no era rojiza si no de un negro azabache que le daba su aire misterioso, Alelí, aquel era mi sueño reprimido uno que nunca se podría hacer real conocerla, aprender de ella saber más… un abrazo, quizá un beso y un concejo, eso era lo que de ella necesitaba. que embellecen el tiempo y la distancia,
retornan a las almas cariñosas,
cual bandadas de blancas mariposas,
los plácidos recuerdos de la infancia.
¡Caperucita, Barba Azul, pequeños
liliputienses, Gulliver gigante
que flotáis en las brumas de los sueños,
aquí tended las alas,
que yo con alegría
llamaré para haceros compañía
al ratoncito Pérez y a Urdimalas!
Me contuve el llanto apretando la tela con todas las fuerzas que tenía en ese momento, sentí una mano que apoyada en mi hombro me daba cierto consuelo, antes de alzar mi vista di un suspiro, cerré un par de veces mis ojos y la quede mirando. ¿Sorpresa? ¿Misterio? ¿Destino? ¿Fortuna? Su rostro me recordaba a alguien, si a una niña que un par de veces jugo conmigo por los campos floridos, por los bosques misteriosos. No sabía que decir, ni que hacer, estaba ensimismada entre recuerdos y aunque quisiera verla a ella como aquel recuerdo no lo era, claro que no – Si, estoy bien… yo.. si bien – dije al parecía un enredo pero estaba bien, no me atormentaría por un recuerdo que realmente no recordaba, la nostalgia se la dejaría a mi soledad, el mercado comenzó a seguir su propio curso natural donde nadie se fijaba en nadie y solo a sus destinos iban y seguían. – Gracias – no sabía de educación pero aquel acto digno de un ser humilde había que agradecer, su aura estaba en tranquilidad, la podía ver, sus colores eran tan variados que expresaban más de un sentimiento a la vez.
Le dedique una sonrisa quizás no con los labios si no con los ojos, ¿qué más sinceros que una mirada simple y pura? Todo tenía un precio y con su simple gesto ya se había ganado mi corazón – Atenea, me llamo, Atenea – me presente, mi voz sonaba suave y dulce como siempre, mi aura comenzaba a tener su color característico, como un mismo arcoíris de múltiples colores uno más vivo que el otro. Respire hondo dejando todo atrás y volviendo a mirar que a pesar de estar sola había encontrado otra flor para el jardín de amistad que estaba formando ella, que aun no conociéndola sentía que sabía más de mí y yo más de ella que cualquier otro en este mismo lugar, ahora solo dejaría que todo fluyera, que siguiera un curso suave y tranquilo buscando el equilibrio perdido.
Atenea Tsartsarnioli- Gitano
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Re: El Re-Encuentro [Atenea]
No parecía estar herida a simple vista, pero para ser herida no se necesitaba estar sangrando o haber sido golpeada, una palabra hostil, una grosería, tal vez una mirada horrible de algún hombre sin educación que había llegado al fondo de su alma. A saber. O tal vez le habían robado esos niños. Lamentable que unos chiquillos tuvieran que recurrir al robo para poder sobresalir en este mundo y peor aún que tuvieran que robarle a los que tenían menos porque en el mercado habíamos gente humilde. Los ricos mandaban a sus sirvientes a comprar y ellos tampoco tenían mucho dinero de qué echar mano en caso de que les robaran el que les daban sus patrones para hacer la compra.
Cuando la miré un latigazo de recuerdo me azotó la cabeza. De algo me sonaba esa chica pero no tenía ni idea de qué hacer en ese momento. ¿De dónde se me hacía conocida?, su cabello rojo, sus ojos, sus labios, su forma de mirarme. Me quedé en silencio más tiempo del necesario pero me había quedado como en pausa. Pasé saliva escuchando por fin su contestación y sin quitar la mano de su hombro le sonreí. -¿Estás segura?, ¿No te hicieron daño?- Nadie lloraba porque si pero ella tal vez había recordado algo. Hice un gesto con la mano para darle a entender que no era nada el hecho de preocuparme por ella, eso hacían las personas. ¿No es cierto? O tal vez sólo las personas educadas porque ella estaba ahí, con sus sentimientos a flor de piel y nadie más que yo se había acercado a ella para consolarla o al menos asegurarse de que estuviera bien.
-Yo me llamo Magnolia, un placer conocer...te- Sonaba raro, tal vez porque en el fondo de mi mente, alguien me gritaba que yo ya la conocía de algún otro lado. Sólo necesitaba recordar de dónde la conocía. Era tanta mi curiosidad que tuve que formular la pregunta en forma de conversación, me había quedado viendo su rostro probablemente más de lo que se consideraba adecuado y educado pero no podía evitarlo. -Lo siento, es que me pareces conocida de algún lugar-. ¿Qué iba yo a saber que ella era la misma Atenea que jugaba conmigo en Viena cuando yo tenía apenas unos ocho años?, esa niña que había sido entonces ya había olvidado muchas cosas. ¿Cómo podría saber que ella había no solo jugado conmigo sino también con Emilia, mi gemela?, yo ya no me acordaba de esas cosas para no llorar su pérdida. Además, en ese entonces yo era solamente Olivia, una niña que vivía su vida feliz de la clase alta, con sirvientes que iban a hacer la compra y ahora me encontraba aquí, en el mercado, comprando comida para distraerme y disimular mi soledad. Ahora yo era solamente Magnolia.
Cuando la miré un latigazo de recuerdo me azotó la cabeza. De algo me sonaba esa chica pero no tenía ni idea de qué hacer en ese momento. ¿De dónde se me hacía conocida?, su cabello rojo, sus ojos, sus labios, su forma de mirarme. Me quedé en silencio más tiempo del necesario pero me había quedado como en pausa. Pasé saliva escuchando por fin su contestación y sin quitar la mano de su hombro le sonreí. -¿Estás segura?, ¿No te hicieron daño?- Nadie lloraba porque si pero ella tal vez había recordado algo. Hice un gesto con la mano para darle a entender que no era nada el hecho de preocuparme por ella, eso hacían las personas. ¿No es cierto? O tal vez sólo las personas educadas porque ella estaba ahí, con sus sentimientos a flor de piel y nadie más que yo se había acercado a ella para consolarla o al menos asegurarse de que estuviera bien.
-Yo me llamo Magnolia, un placer conocer...te- Sonaba raro, tal vez porque en el fondo de mi mente, alguien me gritaba que yo ya la conocía de algún otro lado. Sólo necesitaba recordar de dónde la conocía. Era tanta mi curiosidad que tuve que formular la pregunta en forma de conversación, me había quedado viendo su rostro probablemente más de lo que se consideraba adecuado y educado pero no podía evitarlo. -Lo siento, es que me pareces conocida de algún lugar-. ¿Qué iba yo a saber que ella era la misma Atenea que jugaba conmigo en Viena cuando yo tenía apenas unos ocho años?, esa niña que había sido entonces ya había olvidado muchas cosas. ¿Cómo podría saber que ella había no solo jugado conmigo sino también con Emilia, mi gemela?, yo ya no me acordaba de esas cosas para no llorar su pérdida. Además, en ese entonces yo era solamente Olivia, una niña que vivía su vida feliz de la clase alta, con sirvientes que iban a hacer la compra y ahora me encontraba aquí, en el mercado, comprando comida para distraerme y disimular mi soledad. Ahora yo era solamente Magnolia.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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Re: El Re-Encuentro [Atenea]
Algunas veces encuentras en la vida
una amistad especial:
ese alguien que al entrar en tu vida
la cambia por completo.
Ese alguien que te hace reír sin cesar;
ese alguien que te hace creer que en el mundo
existen realmente cosas buenas.
Ese alguien que te convence
de que hay una puerta lista
para que tú la abras.
Esa es una amistad eterna...
Habían pequeños gestos que diferenciaban a personas de diferentes clases sociales, sabía si me hubiera visto un gitano hubiera hecho lo mismo que aquella dama, pero ella era diferente, no pertenecía a la etnia gitana pero su gesto decía más de mil palabras. Su aura era o al menos en ese momento se encontraba en perfecta armonía con la mía, agradecía aquello, le dedique una suave sonrisa y asentí con la cabeza – Estoy segura nadie me ha hecho daño… solo fueron una suma de recuerdos que llegaron a mi memoria y me hicieron querer llorar – sí, aquello había sido, un recuerdo que no lo tenía en mi cabeza pero en mi imaginación si existía. Aun sostenía la tela con la flor de loto impresa y no la dejaría. De cierta manera había sido la culpable de mi angustia. Respire hondo liberando todo lo que tenía en mi interior, fue como si me quitara un peso de encima y tras mis hombros no quedara nada más que solo mi cabellera rojiza. una amistad especial:
ese alguien que al entrar en tu vida
la cambia por completo.
Ese alguien que te hace reír sin cesar;
ese alguien que te hace creer que en el mundo
existen realmente cosas buenas.
Ese alguien que te convence
de que hay una puerta lista
para que tú la abras.
Esa es una amistad eterna...
Cuando pronuncio su nombre algo extraño sucedió, su aura vibro de una manera que hasta ahora nunca había visto, mas solo cuando alguien mentía, hice un gesto con la cara pero que pasaría desapercibido ya que era algo rápido e inconsciente – Magnolia, lindo nombre – lo extraño había sido que cuando yo pronuncie su nombre paso exactamente lo mismo, mi aura vibro de esa manera, pero no había pie para que mi propio ser supiera de alguna manera si era cierto o no. Tantos años que conocía muy bien las auras, las de mentira se tornaban negras y vibraban alrededor de las personas pero la de ella no se había oscurecido sino que simplemente se movió, extraño.
Tranquilice mi ser para no darle más vueltas al asunto, luego tendría tiempo de pensar en aquello, o tal vez… no, no quería sacar conclusiones apresuradas. La tela estaba apretada contra mis manos, la gente seguía pasando por el lugar, la dueña de las telas nos miraba con cara de preocupación, quizás pensaba que le robaríamos… los policías iban y venían por el mercado. Algunos niños se escondían bajo los puesto de ropas otros robaban a caballeros de la alta sociedad y por más que observe el lugar mis ojos se quedaron fijos en los de ella y sus palabras hicieron que un choque eléctrico recorriera por mi cuerpo. - ¿Sabes Magnolia? – dije pronunciando su nombre que aún seguía causando estragos en mi propia aura – Yo también siento lo mismo. – sentía un sabor agrio en la boca pero poco a poco se tornó dulce, mi mente comenzó a vislumbrar un par de gemelas que conocí hace mucho tiempo atrás Emilia y Olivia, mis recuerdos fueron apareciendo como una verdadera pintura, nosotras tres jugando por el bosque cerca de la casa de su abuelo y cerca del campamento gitano. Nosotras éramos el punto intermedio de aquello, jugando con ramas, cortando flores, bailando… - A mí también se me haces conocida… pero que yo recuerde no conozco a ninguna mujer con ese nombre. – baje la mirada con un suspiro ahogado. Lo mas seguro que aquellas gemelas que conocí hace algún tiempo atrás estaban casadas y eran de la alta sociedad, recordaba bien sus facciones, su educación y sus nombres. Al final levante mis hombros dándome por vencida, quizás ella había asistido a alguna de las funciones de algún circo en el que participe o quien sabe Dios, donde me la tope alguna otra vez.
Atenea Tsartsarnioli- Gitano
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Re: El Re-Encuentro [Atenea]
Sentí el alivio embargarme cuando dijo que nadie le había hecho daño dejando que mi rostro enseñara una pequeña sonrisa al escuchar lo de los recuerdos. Oh. Yo sabía de ese tipo de recuerdos. Eran montones de pensamientos que se amontonaban en tu cabeza, peleándose por ser el primero que vieras y abrumándote hasta las lágrimas. Puse mi mano en su hombro y apreté un poco, era algo como decir que entre las desdichadas debíamos ayudarnos. Eso suponiendo que sus recuerdos también fueran tristes porque hasta donde yo sabía, también se podía llorar de felicidad. -¿Quieres que nos sentemos?- Señalé unos escalones cercanos en donde podíamos detenernos un poco, dejar que se tranquilizara completamente, que respirara un poco para que quedara lista para seguir caminando.
Una sonrisa de agradecimiento, mi nombre había sido escogido para mi por Corella, mi mentora en el burdel, yo no había tenido nada qué ver, había dicho que las magnolias blancas eran flores preciosas y que mi piel era tan blanca y yo era tan bonita que merecía tener un nombre así. El Velvet era por su significado en inglés: "terciopelo" como mi piel, según había dicho ella. Al principio me parecía demasiado egocéntrico el asunto y nunca volteaba cuando gritaban Magnolia por el burdel, seguía esperando que Emilia llegara por mi, a decirme que todo había sido una gran broma de mal gusto y que estaban esperando por mi en el carruaje fuera del burdel. Llamándome "Olivia" como era mi verdadero nombre, no el nombre inventado de una prostituta cualquiera. Después me fui acostumbrando, me fui volviendo famosa y pronto olvidaría mi verdadero nombre, al menos durante las horas de trabajo.
Giré mi mirada cuando la señora del puesto de telas comenzó a hablarnos en un francés rápido que indicaba que estaba alterada y yo sabía porqué estaba alterada. El trozo de tela que la chica apretaba en las manos era la razón. Rodé los ojos porque tampoco era para tanto pero entre más tiempo pasábamos sin hacer nada al respecto, más se iba a alterar y no quería un escándalo. Después de todo, los policías estaban cerca y ninguna de las dos nos veíamos lo suficientemente poderosas monetariamente como para que hicieran la vista gorda o se quedara solamente en un pequeño malentendido. Me rebusqué entre los pliegues de mi vestido el monedero y saqué lo que pedía por la tela dándoselo inmediatamente y jalando a la chica conmigo para alejarnos de ahí. -Que pesada...- Una vez fuera del revuelo la miré cuando volvió a decir mi nombre quedándome un poco pasmada por que las dos parecíamos habernos visto anteriormente, o eso creíamos.
Intenté repasar todas las chicas pelirrojas que conocía, que no eran muchas porque ese color de cabello no era precisamente normal sin darme cuenta de que tal vez pudiera haberla conocido antes de volverme Magnolia. Yo había echado todo eso a un rincón de mi cabeza y no solía acordarme de nada a menos que hubiera algo que desatara el caos. Intenté centrarme en el nombre que cada vez que lo repetía en mi mente me sonaba de algo y el corazón me punzaba en un rinconcito pero no quería apresurarme a sacar conclusiones. Atenea. Yo conocía una Atenea. HAce mucho tiempo, una gitana pequeñita que jugaba con Emilia y conmigo en el bosque que quedaba por la casa pero... Me quedé mirándola sin decir nada más y sacudí la cabeza. No podía ser, ¿o si? Había dicho que no conocía a nadie con ese nombre. Mi nombre. Pero ese no era mi nombre cuando la había conocido. -¿Olivia?- Susurré sin dejar de mirarla, una pregunta de una sola palabra que quería decir tantas cosas, cosas que no podía poner en frases coherentes.
Una sonrisa de agradecimiento, mi nombre había sido escogido para mi por Corella, mi mentora en el burdel, yo no había tenido nada qué ver, había dicho que las magnolias blancas eran flores preciosas y que mi piel era tan blanca y yo era tan bonita que merecía tener un nombre así. El Velvet era por su significado en inglés: "terciopelo" como mi piel, según había dicho ella. Al principio me parecía demasiado egocéntrico el asunto y nunca volteaba cuando gritaban Magnolia por el burdel, seguía esperando que Emilia llegara por mi, a decirme que todo había sido una gran broma de mal gusto y que estaban esperando por mi en el carruaje fuera del burdel. Llamándome "Olivia" como era mi verdadero nombre, no el nombre inventado de una prostituta cualquiera. Después me fui acostumbrando, me fui volviendo famosa y pronto olvidaría mi verdadero nombre, al menos durante las horas de trabajo.
Giré mi mirada cuando la señora del puesto de telas comenzó a hablarnos en un francés rápido que indicaba que estaba alterada y yo sabía porqué estaba alterada. El trozo de tela que la chica apretaba en las manos era la razón. Rodé los ojos porque tampoco era para tanto pero entre más tiempo pasábamos sin hacer nada al respecto, más se iba a alterar y no quería un escándalo. Después de todo, los policías estaban cerca y ninguna de las dos nos veíamos lo suficientemente poderosas monetariamente como para que hicieran la vista gorda o se quedara solamente en un pequeño malentendido. Me rebusqué entre los pliegues de mi vestido el monedero y saqué lo que pedía por la tela dándoselo inmediatamente y jalando a la chica conmigo para alejarnos de ahí. -Que pesada...- Una vez fuera del revuelo la miré cuando volvió a decir mi nombre quedándome un poco pasmada por que las dos parecíamos habernos visto anteriormente, o eso creíamos.
Intenté repasar todas las chicas pelirrojas que conocía, que no eran muchas porque ese color de cabello no era precisamente normal sin darme cuenta de que tal vez pudiera haberla conocido antes de volverme Magnolia. Yo había echado todo eso a un rincón de mi cabeza y no solía acordarme de nada a menos que hubiera algo que desatara el caos. Intenté centrarme en el nombre que cada vez que lo repetía en mi mente me sonaba de algo y el corazón me punzaba en un rinconcito pero no quería apresurarme a sacar conclusiones. Atenea. Yo conocía una Atenea. HAce mucho tiempo, una gitana pequeñita que jugaba con Emilia y conmigo en el bosque que quedaba por la casa pero... Me quedé mirándola sin decir nada más y sacudí la cabeza. No podía ser, ¿o si? Había dicho que no conocía a nadie con ese nombre. Mi nombre. Pero ese no era mi nombre cuando la había conocido. -¿Olivia?- Susurré sin dejar de mirarla, una pregunta de una sola palabra que quería decir tantas cosas, cosas que no podía poner en frases coherentes.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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Re: El Re-Encuentro [Atenea]
Gracias, loco amigo...
al que la distancia solo consigue acercar,
loco,
pero amigo,
como aquella lágrima que aparece para no durar,
sólo para dar testimonio:
de sueños,
de amistad,
lo que solo el tiempo consigue descifrar.
al que la distancia solo consigue acercar,
loco,
pero amigo,
como aquella lágrima que aparece para no durar,
sólo para dar testimonio:
de sueños,
de amistad,
lo que solo el tiempo consigue descifrar.
Y como si nada pasara todo ocurrió en el momento que menos lo pude prever, ya había quedado atrás la nostalgia de mis recuerdos en blanco, la multitud alardeante por niños que robaban, policías persiguiendo a pequeños niños sin inocencia. La tela con la flor de loto quedaba en el recuerdo de una vida entera sin una madre y la señora del puesto de tela con la mirada desafiante había cambiado el rostro cuando nos vio alejarnos de ella, no se me había pasado que pago por una tela pero ahora todo se vio reducido a su última pregunta.
Mi aura en conjunto a la de ella vibraron haciendo que todo cambiara y se volviera más claro, mas cristalino mis ojos se abrieron de par en par, mi corazón filtro la sangre aun con más fuerzas y la emoción me comenzó a envolver en todos los sentidos de la palabra, la quede mirando con ganas de gritar, reír y hasta llorar por lo que había pronunciado - ¡Olivia! – el júbilo me envolvió por completo y sin medir nada le di un abrazo apretado demostrando mi cariño, si era ella la niña con la cual jugaba en los campos cerca del campamento gitano la recordaba con más claridad a ella y a Emilia eran como dos gotas de agua iguales. La emoción me cegaba y en un segundo mi cabeza tenía más interrogantes de las que podía tan solo formular. – Y Emilia ¿Dónde está? – dije soltándola de aquel abrazo tan reconfortante que habíamos tenido.
Me quede en silencio escasos segundos y antes de que me pudiera responder palabra alguna volví a formular otra pregunta - ¿Por qué has cambiado tu nombre? – si aquello era de importancia o tal vez no tanto, en realidad ya no me importaba. Ahora lo importante era que tenía una amiga de infancia, podría decir que la única que jugaba conmigo sin ser yo de su mismo estatus, muchos padres no dejaban que sus hijos mimados se juntaran con los de mi clase ya que según ellos les podíamos hacer mal de ojo, pero que idiotez pensar eso de un simple niño. Seguía sintiendo la emoción en mi interior pero tampoco quería abrumarla con preguntas, estábamos en la misma ciudad y teníamos aun todo el día por delante para ponernos al tanto, habían pasado demasiados años desde que éramos simples niñas jugando a una ronda.
offRol: Magnolia, lamento la tardanza, por las dudas había dejado un anuncio de mi ausencia en el apartado en cuestión, pero ya estoy de vacaciones así que tendré mas tiempo para dedicarme al foro. por cierto tu respuesta me ha encantado XD
Atenea Tsartsarnioli- Gitano
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Re: El Re-Encuentro [Atenea]
Casi tuve miedo de que respondiera que si, que conocía a Olivia y que ella era la Atenea que yo guardaba en mis recuerdos, junto con todo lo que era yo antes de ser vendida por mi abuelo. Casi pude sentir que mi corazón se saltaba un latido, como si todo el mundo se pusiera en pausa esperando solamente su respusta. Si, por lo general yo siempre estaba muy orgullosa de ser lo que era, de sr una cortesana reconocida y de que los hombres que pasaban por mi cama, tuvieran que pagar una buena cantidad de dinero por poseer mi cuerpo, pero también era cierto que ninguno de esos hombres que me atrapaban en una cama, ni de esas mujeres que me miraban con envidia cuando caminaba por la calle en mis atuendos descarados me habían conocido antes, no sabían que tenía una vida y para todos ellos, mi existencia se reducía solamente a acostarme con todo aquel que tuviera poder económico y a vivir en el burdel. Hasta ahora nunca me había encontrado con nadie de mi anterior vida, por eso mismo mi abuelo había decidido que la mejor opción sería salir de Viena.
Me sentí temblar por el abrazo que me dio, ni siquiera sabía a ciencia cierta qué tipo de reacción tener por temor a ofenderla o a que pensara que yo no me alegraba. Si que me alegraba de volverla a ver, sólo que toda esa alegría se veía empañada por el terror de tenerle que contar a qué me dedicaba ahora. La señorita Olivia Von Habsburg convertida en una puta. ¿Qué iba a pensar de mi?, ¿Qué podría decirle? La vergüenza me teñía de un rojo carmesí las mejillas y me imposibilitaba los miembros como para devolverle el abrazo. Intenté hablar pero las palabras se me quedaron atoradas en el nudo que se había formado en mi garganta al escuchar el nombre de mi gemela. La gemela que no había podido salir de la casa en llamas. Ay por Dios. ¿Y ahora qué le contaba? Abrí la boca para decirle cualquier cosa, tal vez mentirle y decir que se había casado, inventarle a mi hermana muerta una vida que nunca tuvo oportunidad de vivir, decorar con el más mínimo detalle la narración para que pensara que estaba bien, que no había pasado nada y que ahora las dos éramos mujeres de la alta sociedad. Ja.
La segunda pregunta me tomó por sorpresa. Claro, yo le había dicho que me llamaba Magnolia, yo le había mentiro en eso también y ahora la incertidumbre de no tener idea de qué contestarle me embargaba por completo. Por una décima de segundo quise huir de ahí, quise que me perdonara y que todo hubiera sido distinto, que al menos hubiera tenido la fuerza para resistirme a los brazos que me sacaban de la casa para ir por Emilia aunque eso hubiera significado que las dos muriéramos calcinadas. Una punzada de dolor se me clavó en el alma al acordarme de todo lo que había sucedido. ¿Por dónde comenzar? -Bueno... es una larga historia- Si antes la había salvado de que se dejara inundar por los recuerdos, ahora yo naufragaba en mi propio dolor, ojos aguados de lágrimas no derramadas, puños apretados clavándome las uñas, era la vergüenza y el dolor en una sola persona. ¿Podría decirle?, ¿Podría mejor dejarlo así?, ¿Huiría? -Una muy larga historia en realidad...- Tenía que tomar una decisión y tal vez ella me podría comprender, ella era una gitana, alguien acostumbrada a perder gente, poner tierra de por medio, sentir el rechazo, tal vez me entendería. -¿Te invito un café?- Porque esta iba a ser una tarde muuuy larga.
Me sentí temblar por el abrazo que me dio, ni siquiera sabía a ciencia cierta qué tipo de reacción tener por temor a ofenderla o a que pensara que yo no me alegraba. Si que me alegraba de volverla a ver, sólo que toda esa alegría se veía empañada por el terror de tenerle que contar a qué me dedicaba ahora. La señorita Olivia Von Habsburg convertida en una puta. ¿Qué iba a pensar de mi?, ¿Qué podría decirle? La vergüenza me teñía de un rojo carmesí las mejillas y me imposibilitaba los miembros como para devolverle el abrazo. Intenté hablar pero las palabras se me quedaron atoradas en el nudo que se había formado en mi garganta al escuchar el nombre de mi gemela. La gemela que no había podido salir de la casa en llamas. Ay por Dios. ¿Y ahora qué le contaba? Abrí la boca para decirle cualquier cosa, tal vez mentirle y decir que se había casado, inventarle a mi hermana muerta una vida que nunca tuvo oportunidad de vivir, decorar con el más mínimo detalle la narración para que pensara que estaba bien, que no había pasado nada y que ahora las dos éramos mujeres de la alta sociedad. Ja.
La segunda pregunta me tomó por sorpresa. Claro, yo le había dicho que me llamaba Magnolia, yo le había mentiro en eso también y ahora la incertidumbre de no tener idea de qué contestarle me embargaba por completo. Por una décima de segundo quise huir de ahí, quise que me perdonara y que todo hubiera sido distinto, que al menos hubiera tenido la fuerza para resistirme a los brazos que me sacaban de la casa para ir por Emilia aunque eso hubiera significado que las dos muriéramos calcinadas. Una punzada de dolor se me clavó en el alma al acordarme de todo lo que había sucedido. ¿Por dónde comenzar? -Bueno... es una larga historia- Si antes la había salvado de que se dejara inundar por los recuerdos, ahora yo naufragaba en mi propio dolor, ojos aguados de lágrimas no derramadas, puños apretados clavándome las uñas, era la vergüenza y el dolor en una sola persona. ¿Podría decirle?, ¿Podría mejor dejarlo así?, ¿Huiría? -Una muy larga historia en realidad...- Tenía que tomar una decisión y tal vez ella me podría comprender, ella era una gitana, alguien acostumbrada a perder gente, poner tierra de por medio, sentir el rechazo, tal vez me entendería. -¿Te invito un café?- Porque esta iba a ser una tarde muuuy larga.
- Spoiler:
- off: Perdóname la tardanza, me quedé sin inspiración y escribes tan bonito que no quería arruinar el tema. ^^ Espero que te guste
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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Re: El Re-Encuentro [Atenea]
Quiero ver qué hay más allá de lo que conozco,
Quiero ver qué hay más allá de mis sueños,
Quiero ver qué es lo que puedo encontrar
Más allá de lo que pueda inventar…
Me disfrazo de imposibles y me permito creer
Que al doblar en cualquier esquina te voy a hallar,
Que te voy a tener antes de volverte a perder
O que sin buscarte tú me vas a encontrar…
Quiero ver qué hay más allá de mis sueños,
Quiero ver qué es lo que puedo encontrar
Más allá de lo que pueda inventar…
Me disfrazo de imposibles y me permito creer
Que al doblar en cualquier esquina te voy a hallar,
Que te voy a tener antes de volverte a perder
O que sin buscarte tú me vas a encontrar…
Y una oleada de sentimientos invadieron mi cuerpo al tacto entre ambas con ese abrazo, no podía expresar lo que ella me transmitía pero lo que si podía ver era su aura brillar oscurecerse y vibrar de una manera que realmente llamo mi atención, ¿acaso no estaba feliz de verme? Claro, ella es de clase alta y yo una simple gitana quizás se avergüenza de su pasado, Quizás no debí abrazarla de esa manera, de una forma extraña comencé a sentí un vacío en mi interior , era como un dolor justo en la boca del estómago, no hice gesto alguno solo me aguarde y me puse analizar sus estados cambiantes de aura que ella poseía, inseguridad fue lo primero que se me vino a la cabeza, sentía un vacío en ella su aura seguía vibrando y no me desconcertaba sino más bien me ponía alerta ¡quizás estaba en peligro! O tal vez, no quería recordar los sucesos de su pasado, de nuestro pasado en los bosques de alguna tierra que ya parecía tan lejana como el mismo tiempo que llevábamos sin vernos. Suspire y le quede mirando con una cierta ternura, yo estaba feliz, ser gitana era un extraño orgullo que tenía, no me faltaba el pan para comer día a día y tenía la gracia de conocer a tanta gente maravillosa que nunca olvidaría. En mis tantos viajes había conocido una infinidad de personas pocas eran las que se ganaban un espacio en mi corazón por la simple razón que pocos querían tener una amiga gitana y pobretona. Los tiempos de infancia eran cuando a nadie le importaba nada, ahora este presente era diferente.
Los años no habían pasado en vano ni para ella, ni para mí. Ambas teníamos una historia que contar pero a mi parecer la de ella era mucho más enigmática y misteriosa que la mía, alce la vista al escuchar lo que decía y me quede tan solo en completo silencio respire profundo aclarando las pocas ideas que en ese momento llegaban a mi cabeza, en realidad estaba en blanco, si era como una nube en pleno verano, algo difícil de descifrar pero que tenía más significados del que uno le podría dar. Trague saliva como si esto se tratara de vida o muerte, sus palabras sonaron con ese deje de inseguridad que verdaderamente más curiosidad me daba por saber lo que había ocurrido con su vida, quería ver a Emilia conversar como cuando éramos chicas, saber si habían alcanzado sus sueños, si estaban casadas si tenían hijos; en fin quería saber tantas cosas y lo bueno era que yo y al parecer ella igual teníamos residencias en Paris, tendríamos tiempo de hablar, de salir, de divertirnos o lo que ella hiciese, claro al menos que no quisiera nunca más volverme a ver, no, no saque aquellos pensamientos de mi cabeza – Tenemos toda la tarde, a menos que tu tengas otros compromisos – le dije con una suave sonrisa en mis labios – Un café por mi está bien - me corrí dos pasos hacia atrás y uno hacia un lado quedando hombro con hombro por decirlo así. No conocía Paris del todo así que no sabía dónde ir. – Te sigo – fue lo último que dije, su aura poco a poco iba volviendo a la normal, pero ya estaba plantado en mi curiosidad aquel síntoma de inseguridad provenir de ella.
OffRoll: No te preocupes, a demás tu respuesta a sido muy buena y gracias por el cumplido.
Atenea Tsartsarnioli- Gitano
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