Otra noche

- Mademoiselle, lamento incomodarle pero ya vamos a cerrar – Al parecer, tener que hacer esta petición había avergonzado un poco al joven tendero, quien inmediatamente inclino un poco la cabeza y se alejo lo más rápido que pudo de nuevo hacia el punto de pago. Antha sonrió ante su propia distracción, era tan predecible en ese sentido, siempre le ocurría lo mismo y el joven, sin importar las veces que tuviese que solicitarle que abandonara el local, siempre parecía consternado con el hecho.

Ella miró una vez más el hermoso racimo de rosas que sostenía entre las manos para luego dejarlo en el soporte que las mantenía húmedas y hermosas. No es que le gustara incomodar, solo era que se le dificultaba decidir sobre cuáles eran las flores adecuadas para el espacio de turno de su hogar. No estaba muy segura de donde había salido esta extraña costumbre, pero era imprescindible para ella mantener flores frescas en sitios estratégicos de su casa, y esto demandaba, invariablemente, constantes visitas a la florería.

A pesar de que sabía de la existencia de un local de fama en el tema (“Pétales Vaillard") ella prefería visitar aquel pequeño local en el que se encontraba ahora con el fin de ayudar un poco al joven empresario, el cual, recordó, esperaba que ella pagara y le permitiera cerrar para atender los requerimientos de su joven esposa. Sonriendo tomó un trió de girasoles y se apresuro hacia el lugar donde debía cancelar su compra. Lamentablemente, en su afán por colaborar al joven, tropezó con un soporte que sostenía un recipiente con agua, el cual se meció con fuerza salpicando parte del hermoso vestido color beige que llevaba puesto.

Una palabra un tanto odiosa, y no tan refinada, escapó de su boca antes de que la cubriera con una de sus manos; pero es que no era para menos, se había esforzado durante todo el día para evitar salpicaduras con el agua lluvia que se había obstinado en caer precisamente hoy y ahora, por un descuido, había ensuciado su hermoso vestido. Un tanto enojada canceló y salió del lugar con el ceño fruncido y maldiciendo por lo bajo.

No había dado más de dos pasos cuando una figura junto a una de las farolas de la calle llamó su atención. Entrecerrando los ojos se acercó al hombre mientras una de las comisuras de sus labios se elevaba un poco – Cualquiera diría, Señor Santillana, que se encuentra usted esperando a alguien ¿o me equivoco? – preguntó un tanto mordaz. Era extraño encontrarle a él aquí y en esa posición, si hubiese venido caminando podía haber pasado como una casualidad pero así… claro, también existía la posibilidad de que aguardara por alguien más.

Continuó aproximándose mientras esperaba su respuesta pero el olor del humo la hizo retroceder un par de pasos – Puf, ¡pareces chimenea! – Bromeó apretando teatralmente su nariz – Si quieres que me acerque tendrás que deshacerte de eso- le anticipo señalando con su mano en cigarrillo encendido que él sostenía.

La chica tosió un poco al sentir el humo del cigarro que fumaba Álvaro en todo su rostro. Sacudió con fuerza la mano frente a su nariz, abanicando y alejando los residuos del olor que aún percibía mientras le lanzaba una mirada de advertencia al hombre frente a ella. Estaba por reclamarle sobre aquel desagradable gesto cuando él se adelantó y tomó una de sus manos. En ese momento decidió que tenia cosas más importantes sobre que conversar y discutir que esa tontería así que simplemente la dejo pasar. -Bien… muy bien de hecho, gracias por preguntar – contestó sonriendo al ver como el deshacía del tabaco. Después de todo le había dado gusto y eso era algo que tenía que reconocerle. – Supongo que sobra preguntarte lo mismo, pues puedo ver por mi misma que la vida no te trata nada mal – bromeó entornando ligeramente los ojos antes de acceder a tomar el brazo que le era ofrecido. A pesar de la hora y la subsecuente oscuridad, aun habían bastantes transeúntes por las calles parisinas, muchos de ellos tenderos que terminando la jornada se apresuraban a volver a sus hogares en busca de una pocas y merecidas horas de descanso.

Antha río ligeramente al escucharle – Aunque no lo creas muchas de mis noches están libres en esta temporada, así que no debería sorprenderte saber que la de hoy no es una excepción – contestó sintiendo el gentil y frió toque de su mano y sus labios segundos antes de que él la tomase por la cintura, haciendo que sus cuerpos chocaran con suavidad. En ese momento algunas personas pasaron junto a ellos justo por el lugar que ella había estado ocupando – Bastante oportuno – soltó mirándole fijamente mientras una media sonrisa se colaba en su expresión al ver aquel gesto que tantas veces le había visto realizar y que ahora tenía un nuevo significado para ella. No tenía planeado un reencuentro tan próximo, aún tenía muchas cosas rondando en su cabeza, pero, ya que se había dado, no iba a ser tan tonta como para desaprovechar la oportunidad.

-Me encanta saber que estas dispuesto a cumplir mis deseos y peticiones – esta vez su sonrisa venia cargada con un toque de malicia – Y no puedo prometer no enfadarme… eso depende… todo depende en realidad a que estés dispuesto a cumplir lo que acabas de decir – Miró en derredor dándose un poco de tiempo para pensar como abordaría este “inesperado” encuentro y entonces cayó en cuenta de algo singular - ¿Cómo supiste donde encontrarme? – le preguntó mirándole inquisitivamente mientras batía muy suavemente, y en un arco muy pequeño, los girasoles que pendían de su mano.