AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Malditos Bastardos [Libre]
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Malditos Bastardos [Libre]
La mujer estaba ansiosa por llegar a la ciudad y quitarse aquellos ropajes de jovenzuelo. Pantalones marrones con una camisa y vendas oprimiendo su pecho, era lo que podía hacer para ocultar su feminidad. Su gorra, como aquellos jovenes que ella veía casi a menudo era el toque final que le daba aquel disfraz.
Sin saber como demonios salir de aquello en que se había metido, saltó antes de que el tren llegase a su destino, para no ser vista.
Con su pelo recogido caminó por la estación cabizbaja, para que al menos sus ojos no la delataran. Había perdido su dinero por el camino, había tenido tan mala suerte que unos majaderos la habían asaltado creyendo que era un jóven inexperto y frágil. Pese a todo lo ocurrido y con un par de costillas quebradas se acercó a una persona, aun con la cabeza gacha robándole su bolsa de monedas que llevaba muy a la vista. Era la única forma de volver a casa.
Sintió que alguien la seguía pues aligeró el paso hasta poder salir de la estación, donde supuestamente menos gente habría.
Sin saber como demonios salir de aquello en que se había metido, saltó antes de que el tren llegase a su destino, para no ser vista.
Con su pelo recogido caminó por la estación cabizbaja, para que al menos sus ojos no la delataran. Había perdido su dinero por el camino, había tenido tan mala suerte que unos majaderos la habían asaltado creyendo que era un jóven inexperto y frágil. Pese a todo lo ocurrido y con un par de costillas quebradas se acercó a una persona, aun con la cabeza gacha robándole su bolsa de monedas que llevaba muy a la vista. Era la única forma de volver a casa.
Sintió que alguien la seguía pues aligeró el paso hasta poder salir de la estación, donde supuestamente menos gente habría.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Malditos Bastardos [Libre]
No entendía cómo había sido tan descuidado como para haberme quedado sin blanca en un par de días. No tenía tiempo para buscar un trabajo de un día y necesitaba algo de dinero para cubrirme las espaldas y sobretodo negociar. En los tratos me iba la vida, y sin nada que ofrecer estaba perdido y muy poco dispuesto a volver a la cárcel. Anduve por los andenes del ferrocarril como un hombre normal, pero al acecho de extrangeros un poco perdidos. Elegí mi presa. Un hombre alto, de buena clase acababa de bajar del tren. Se pasaba los dedos por el bigote, amasándoselo en un tick extraño. Me acerqué a él por la espalda para quitarle la bolsa de dinero que llevaba encima... pero alguien se me adelantó. Un joven aparecido de la nada casi me arrolló al pasar por mi lado, empujándome contra el hombre al que iba a robar. Vi como el joven se llevaba la bolsa de dinero que tenía delante y huía, y lo mismo tuve que hacer yo cuando el único que seguía en la escena frente al hombre palpándose los bolsillos era mi persona.
La situación me indignó tanto que no pude extinguir mi impulso de seguir al muchacho que había desbancado mi objetivo, corriendo ambos por los andenes, entre vias. En las calles eso no se hacía, nos respetábamos unos a otros, no podíamos poner trabas en los robos de otros. El que aquel joven hubiera robado lo que yo ya había visto era a ojos de todos un robo entre hermanos, y no podía permitir que por aquella estupidez mi noche fuera en vela, bajo un puente cualquiera. Aceleré el paso y di alcance al joven, el cual corría más lento de lo normal. No me paré a preguntarme el qué le ocurría, simplemente le obligué a desviarse a un callejón entre estaciones suponiendo que el hombre, demasiado mayor había perdido paso y no nos descubriría. No le di tiempo a darse la vuelta.
-Creo que acabas de arrebatar algo que llevo persiguiendo durante horas - dije frunciendo el ceño-. No has podido no verme. Estaba justo detrás de ese hombre cuando has aparecido tú y has estropeado todo el plan. Casi me pillan por tu culpa. Si hubiera sabido que tú también necesitabas dinero, te habría dado algo de lo que consiguiera, pero no. Preferías quedártelo todo tú. Es eso ¿no?
Entorné los ojos y bufé. No podía creerme que tuviera tan mala suerte. Me froté la cara con las manos y me revolví el pelo. El joven seguía dándome la espalda y eso me empezaba a molestar más aun. No podía andarme con tonterías. ¿Y si un guardia hubiera visto lo sucedido y me hubiera apresado?
-Al menos, podrías pedir perdón... ¿no? Además, ¿de dónde has salido tú?- esperé pacientemente a que el muchacho respondiera, pero nada, silencio-. Oye, no tengo todo el día. ¿Qué es lo que quieres a cambio de un par de monedas? Las necesito de verdad.
Comencé a impacientarme. Miré a todos lados angustiado. Seguro que era un mocoso que en cualquier momento pensaba huir de mi para zafarse de aquello, y no podía permitirlo asique le tomé de un brazo con cierta brusquedad y le di la vuelta, buscando sus ojos para ver qué expresión tenía el joven que casi me condena otra vez a la soledad.
La situación me indignó tanto que no pude extinguir mi impulso de seguir al muchacho que había desbancado mi objetivo, corriendo ambos por los andenes, entre vias. En las calles eso no se hacía, nos respetábamos unos a otros, no podíamos poner trabas en los robos de otros. El que aquel joven hubiera robado lo que yo ya había visto era a ojos de todos un robo entre hermanos, y no podía permitir que por aquella estupidez mi noche fuera en vela, bajo un puente cualquiera. Aceleré el paso y di alcance al joven, el cual corría más lento de lo normal. No me paré a preguntarme el qué le ocurría, simplemente le obligué a desviarse a un callejón entre estaciones suponiendo que el hombre, demasiado mayor había perdido paso y no nos descubriría. No le di tiempo a darse la vuelta.
-Creo que acabas de arrebatar algo que llevo persiguiendo durante horas - dije frunciendo el ceño-. No has podido no verme. Estaba justo detrás de ese hombre cuando has aparecido tú y has estropeado todo el plan. Casi me pillan por tu culpa. Si hubiera sabido que tú también necesitabas dinero, te habría dado algo de lo que consiguiera, pero no. Preferías quedártelo todo tú. Es eso ¿no?
Entorné los ojos y bufé. No podía creerme que tuviera tan mala suerte. Me froté la cara con las manos y me revolví el pelo. El joven seguía dándome la espalda y eso me empezaba a molestar más aun. No podía andarme con tonterías. ¿Y si un guardia hubiera visto lo sucedido y me hubiera apresado?
-Al menos, podrías pedir perdón... ¿no? Además, ¿de dónde has salido tú?- esperé pacientemente a que el muchacho respondiera, pero nada, silencio-. Oye, no tengo todo el día. ¿Qué es lo que quieres a cambio de un par de monedas? Las necesito de verdad.
Comencé a impacientarme. Miré a todos lados angustiado. Seguro que era un mocoso que en cualquier momento pensaba huir de mi para zafarse de aquello, y no podía permitirlo asique le tomé de un brazo con cierta brusquedad y le di la vuelta, buscando sus ojos para ver qué expresión tenía el joven que casi me condena otra vez a la soledad.
Narim- Humano Clase Media
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Re: Malditos Bastardos [Libre]
A pesar de la diarrea verborreica que sufría el jóven que me seguía, seguí mi camino hasta que me cogió del brazo. Parecía buscar mi mirada, y yo tan solo bajaba la cabeza pues podía ser cosa que me perdiese si abría la boca. La voz si que no podía esconserla, así que mordía mis labios por no gritarle y dejarlo varado en mitad de la calle.
Lancé mi puño con fuerza, aunque ni siquiera le rozase, el jóven era ágil pero con rapidez pude revolverme para propinarle ésta vez si, un puñetazo en la nariz.
Si, me hice mas daño a mi que a él, y eso era dificil de ocultar. Salí corriendo de nuevo, frente a miradas indiscretas de la gente que aun pasaba por allí. No iba a darle la bolsa de dinero jamas de los jamases!! Tenía que volver a la ciudad y tan solo podía hacerlo a través del tren que ya muy lejos había dejado. No era justo que HOY, precisamente hoy me tuviese que encontrar con un imbécil. Corrí de nuevo, mirándo hacia atrás observando que dejaba al jóven tras de mí, asegurándome de que no me seguía. Sin pretenderlo, tropecé y caí por un pequeño barranco. Pocas magulladuras aparecieron en mi cuerpo, pero lo mejor de todo era que había perdido mi rastro de una forma divertida, a la que no pude evitar reir.
Lancé mi puño con fuerza, aunque ni siquiera le rozase, el jóven era ágil pero con rapidez pude revolverme para propinarle ésta vez si, un puñetazo en la nariz.
Si, me hice mas daño a mi que a él, y eso era dificil de ocultar. Salí corriendo de nuevo, frente a miradas indiscretas de la gente que aun pasaba por allí. No iba a darle la bolsa de dinero jamas de los jamases!! Tenía que volver a la ciudad y tan solo podía hacerlo a través del tren que ya muy lejos había dejado. No era justo que HOY, precisamente hoy me tuviese que encontrar con un imbécil. Corrí de nuevo, mirándo hacia atrás observando que dejaba al jóven tras de mí, asegurándome de que no me seguía. Sin pretenderlo, tropecé y caí por un pequeño barranco. Pocas magulladuras aparecieron en mi cuerpo, pero lo mejor de todo era que había perdido mi rastro de una forma divertida, a la que no pude evitar reir.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Malditos Bastardos [Libre]
No podía creerlo. Me había pegado ¡uno de los míos! Entorné los ojos mientras comprobaba que no había ni sangre ni rotura de ningún hueso de la nariz. No me había pegado tan fuerte como esperaba. Alcé la mirada y solo vi una gorra alejándose. Sonreí levemente. No iba a escapar tan facilmente, no después de aquello. Llevaba años viviendo en la calle. ¿Enserio se esperaba perderme de vista así como así? Los atajos de París eran mis amigos, los callejones, mis hermanos. Al igual que sabía huir casi como ningún joven de la ciudad, también sabía tender emboscadas.
Cuando el joven cayó rodando por la explanada, yo ya estaba de pie, esperando con los brazos cruzados al final de ésta. Sabía que no vería aquel desnivel, pues en su día, había sido una trampa incluso para mi. El joven calló unos metros más allá de mi, y alcé las cejas cuando empezó a reír. No reía como un hombre. Era un sonido tintineante. Vaya, vaya con el muchachito... Me abalancé sobre él sin pensármelo. Le pillé por sorpresa, y comenzó a revolverse debajo de mi. Varios quejidos se escaparon de su boca mientras le abría con brusquedad la chaqueta, y allí estaba la prueba que necesitaba para confirmar mis sospechas.
-Con razón pensaba que pegabais como una mujer...- susurré mientras miraba las vendas que cubrían los pechos de la chica que tenía delante. Le quité la gorra, dejando a la vista una melena brillante, y un gesto enfurecido, pero muy bello. No obstante, no me paré a deleitarme con aquello, no era mi estilo.-. Si, tranquila, estoy vivo y no me has matado de milagro.
Comenté, irónico. Volví la mirada hacia las vendas de sus pechos y me di cuenta de la postura en la que estaba colocado sobre ella. Me dio igual. Desde que trataba con cortesanas en los burdeles ya no sentía pudor alguno, y si a ella le incomodaba mi osadía, mejor que mejor. Por cómo me miraba, desafiante, podía imaginar levemente cual era su carácter y admitir que lejos de desagradarme, me divertía. Entorné los ojos mientras le quitaba de las manos la bolsa de dinero, y cogía tres monedas de plata que posteriormente me guardé en el bolsillo. Después le tiré la bolsa de nuevo al lado.
-No os merecéis que os la devuelva, pero ya véis. Habéis tenido suerte cruzandos conmigo y no con un bandolero cualquiera- comenté mientras me incorporaba y me sacudía las ropas. La chica hizo una mueca, y me planteé seriamente si estaba herida o simplemente pretendía darme pena para golpearme. Suspiré volviendo a acuclillarme a su lado y me dispuse a poner una mano sobre su vientre para comprobárlo, pero recibí un manotazo de su parte. La gruñí poniéndome serio- No me obligeis a hacerlo por las malas cherí, no tengo ningún interés en abusar de vos en medio del campo y si, estoy siendo sarcástico.
Cuando el joven cayó rodando por la explanada, yo ya estaba de pie, esperando con los brazos cruzados al final de ésta. Sabía que no vería aquel desnivel, pues en su día, había sido una trampa incluso para mi. El joven calló unos metros más allá de mi, y alcé las cejas cuando empezó a reír. No reía como un hombre. Era un sonido tintineante. Vaya, vaya con el muchachito... Me abalancé sobre él sin pensármelo. Le pillé por sorpresa, y comenzó a revolverse debajo de mi. Varios quejidos se escaparon de su boca mientras le abría con brusquedad la chaqueta, y allí estaba la prueba que necesitaba para confirmar mis sospechas.
-Con razón pensaba que pegabais como una mujer...- susurré mientras miraba las vendas que cubrían los pechos de la chica que tenía delante. Le quité la gorra, dejando a la vista una melena brillante, y un gesto enfurecido, pero muy bello. No obstante, no me paré a deleitarme con aquello, no era mi estilo.-. Si, tranquila, estoy vivo y no me has matado de milagro.
Comenté, irónico. Volví la mirada hacia las vendas de sus pechos y me di cuenta de la postura en la que estaba colocado sobre ella. Me dio igual. Desde que trataba con cortesanas en los burdeles ya no sentía pudor alguno, y si a ella le incomodaba mi osadía, mejor que mejor. Por cómo me miraba, desafiante, podía imaginar levemente cual era su carácter y admitir que lejos de desagradarme, me divertía. Entorné los ojos mientras le quitaba de las manos la bolsa de dinero, y cogía tres monedas de plata que posteriormente me guardé en el bolsillo. Después le tiré la bolsa de nuevo al lado.
-No os merecéis que os la devuelva, pero ya véis. Habéis tenido suerte cruzandos conmigo y no con un bandolero cualquiera- comenté mientras me incorporaba y me sacudía las ropas. La chica hizo una mueca, y me planteé seriamente si estaba herida o simplemente pretendía darme pena para golpearme. Suspiré volviendo a acuclillarme a su lado y me dispuse a poner una mano sobre su vientre para comprobárlo, pero recibí un manotazo de su parte. La gruñí poniéndome serio- No me obligeis a hacerlo por las malas cherí, no tengo ningún interés en abusar de vos en medio del campo y si, estoy siendo sarcástico.
Narim- Humano Clase Media
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Re: Malditos Bastardos [Libre]
- Sois despreciable! – Grité indignada. Se había atrevido a ponerme una mano encima tras haberme robado el dinero que yo… si, había robado. Rodé los ojos ante aquel pensamiento.
Quizás si aquel… joven hubiese tenido más clase a la hora de desatar mi chaqueta le hubiese dado el placer de observarme, pero era totalmente ridículo!! Era un impresentable, un gamberro un… lo cierto es que tenía un feroz encanto difícil de encontrar en nadie.
Me recosté con un leve quejido, tenía una quemadura desde mi vientre hasta la pierna, producida por la fricción del suelo al caerme por aquel barranco.
- Quizás no parezca un hombre, pero lo conseguiré!! – Grité intentando provocarle más de la cuenta, para que se diese media vuelta y así poder buscarle de alguna forma que pudiese devolverme las monedas que había robado yo misma. – Creo que pediré ayuda – Dije pensativa, pero aun en voz alta. PERO DE VOS NO!! SOIS UN ASNO, NI SIQUIERA OS MERECEIS EL LLAMAROS HOMBRE.
Me levanté con ímpetu, tanto, que el resto de monedas cayeron por un agujero que había en la bolsa, despeñándose en cascada por el montículo que nos separaba del resto del pueblo. Corrí para alcanzarlas, cuando la última, remoloneándose logré atraparla.
- Ves¿!? ES TODO CULPA TUYA!! – Casi me faltaba patalear, no podía estar ocurriéndome esto. Yo, que lograba la tranquilidad en mi cuarto donde mismo trabajaba y por una vez que salía, todo iba del revés!!
Gruñí cerca suyo, con el pelo alborotado con leves matices de tierra en ellos, quise golpearle, pero ya que acababa de descubrir que no tenía fuerza ni siquiera para empujar a un caballo, me desanimé.
La noche caía, y el tren estaba a punto de ir de nuevo a mi punto de partida, quería llegar a casa y curarme, un buen baño me curaría de este maldito día, y de aquel bufón que se hacía pasar por hombre.
- ME LAS PAGARÁS, INFELIZ!!
Grité a pleno pulmón, ya habiéndole dejado tras mis espaldas, alguna cosa tenía que pensar ahora, y no podía volver a robar, bajo la atenta mirada del hombre al que había robado su bolsa. Sonreí, al menos no sospecharían de mí, una pobre mujer asaltada por un bandido; pero sí lo harían de él, el joven que me había robado mis monedas.
Me acerqué al andén con sigilo para no levantar sospechas, y esperé a que todos los pasajeros subiesen al tren escondida ridículamente tras un enorme periódico y piernas cruzadas, eran muchos así que me tocaba esperar.
Quizás si aquel… joven hubiese tenido más clase a la hora de desatar mi chaqueta le hubiese dado el placer de observarme, pero era totalmente ridículo!! Era un impresentable, un gamberro un… lo cierto es que tenía un feroz encanto difícil de encontrar en nadie.
Me recosté con un leve quejido, tenía una quemadura desde mi vientre hasta la pierna, producida por la fricción del suelo al caerme por aquel barranco.
- Quizás no parezca un hombre, pero lo conseguiré!! – Grité intentando provocarle más de la cuenta, para que se diese media vuelta y así poder buscarle de alguna forma que pudiese devolverme las monedas que había robado yo misma. – Creo que pediré ayuda – Dije pensativa, pero aun en voz alta. PERO DE VOS NO!! SOIS UN ASNO, NI SIQUIERA OS MERECEIS EL LLAMAROS HOMBRE.
Me levanté con ímpetu, tanto, que el resto de monedas cayeron por un agujero que había en la bolsa, despeñándose en cascada por el montículo que nos separaba del resto del pueblo. Corrí para alcanzarlas, cuando la última, remoloneándose logré atraparla.
- Ves¿!? ES TODO CULPA TUYA!! – Casi me faltaba patalear, no podía estar ocurriéndome esto. Yo, que lograba la tranquilidad en mi cuarto donde mismo trabajaba y por una vez que salía, todo iba del revés!!
Gruñí cerca suyo, con el pelo alborotado con leves matices de tierra en ellos, quise golpearle, pero ya que acababa de descubrir que no tenía fuerza ni siquiera para empujar a un caballo, me desanimé.
La noche caía, y el tren estaba a punto de ir de nuevo a mi punto de partida, quería llegar a casa y curarme, un buen baño me curaría de este maldito día, y de aquel bufón que se hacía pasar por hombre.
- ME LAS PAGARÁS, INFELIZ!!
Grité a pleno pulmón, ya habiéndole dejado tras mis espaldas, alguna cosa tenía que pensar ahora, y no podía volver a robar, bajo la atenta mirada del hombre al que había robado su bolsa. Sonreí, al menos no sospecharían de mí, una pobre mujer asaltada por un bandido; pero sí lo harían de él, el joven que me había robado mis monedas.
Me acerqué al andén con sigilo para no levantar sospechas, y esperé a que todos los pasajeros subiesen al tren escondida ridículamente tras un enorme periódico y piernas cruzadas, eran muchos así que me tocaba esperar.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Malditos Bastardos [Libre]
Escuché con mirada incrédula todo el berrinche de la joven... todos sus insultos. Lo cierto es que de haber sido otra circunstancia no le habría permitido ni levantarme la voz ni hablarme de ese modo, pero me dije a mi mismo que era una pobre chica con mala suerte. Observé cómo se alejaba de mi con movimientos rígidos. No estaba seguro, pero apostaba lo que fuera a que tenía un par de costillas rotas, tanto por su forma de cáminar como por su respiración forzada. Entorné los ojos. Solo había pretendido ayudarla... y cómo no, ella había creido de nuevo en mis malas intenciones.
La seguí hasta la estación únicamente por curiosidad, pero cuando llegué allí no supe encontrarla. Pasé por delante de una mujer que leía el periódico tranquilamente y me volví sobre mis talones en busca de la joven, pero no la encontré. Suspiré mirando las tres monedas que tenía en la mano, y cuando alcé la vista vi a una mujer en el suelo de la estación, con un bebé en brazos y las ropas raidas. Me acerqué a ella sin titubear y le puse en la mano las tres monedas. Vi cómo se le iluminaban los ojos, pero no dije nada, solo sonreí con cierta complicidad. Otra noche más, me tocaría dormir a la intemperie, pero sabría que sería por una buena causa. Metí las manos en los bolsillos y me encaminé por el andén en busca de la salida, pero antes de llegar a la puerta alguien me tomó por el hombro. Era el hombre al que había intentado robar sin éxito.
-Eres un maldito bastardo- dijo con voz ronca y rebosante de rabia-. Devuélveme ahora mismo el dinero o...
Sus ojos se agrandaron cuando me giré para mirarle a la cara. Se tapó con la mano la boca y miró a su alrededor buscando algo... o alguien, pero cuando empezó a gritar a un policía que se encontraba cerca del andén contiguo, comprendí que estaba en un aprieto. No me dio tiempo a contradecir su acusación.
-¡Es él! ¡Es el hijo de Thomas! ¡Lo reconocería en cualquier parte...!- alardeó estrujándome el brazo de una manera forzada y temblorosa. Me zafé de él con los músculos en tensión, viendo cómo el policía avanzaba hacia mi- ¡Su padre era muy amigo mio... y él... tiene sus ojos! Es... un asesino.
No podía haber dicho una cosa que más me doliera que aquella, con la cara asqueada y alejándose de mi como si fuera un parásito. Sentí una punzada en el corazón. No quería tener nada que ver con mi padre, nada... y menos un parecido físico con el hombre que había hecho de mi vida un infierno. El policía no tuvo tiempo de alcanzarme. Cogí carrerilla y salté por encima de la mujer con el periódico, agarrándome a las rejas de una ventana de la estación y trepando por ella sin dificultad, llegué al tejado. Me dejé resbalar por él y caí por la misma cuesta por la que la joven ladrona se había caído minutos antes. No tardé mucho en alcanzar la plaza central de la ciudad, por el bosque. Busqué entre los callejones y llegué al burdel donde solía hacer negocios con cortesanas. Maldije sabedor de que aquella noche no tenía nada con lo que pagar, pero aun así entré y fui dirécto a la barra, donde la dueña del local me reconoció al instante. Asintió con la cabeza, dándome a entender que suponía que me había metido en algún lío. Me sirvió una copa que agradecí de buena gana.
-Les he dado esquinazo... me han reconocido en la estación - expliqué frotándome la cara con las manos. Una cortesana a la que conocía de vista se acercó a mi. Esbocé una sonrisa divertida-. Lo siento cheri, hoy no tengo ni un franco...
Vi cómo se alejaba con un fingido puchero en la cara. La puerta del burdel se abrió de nuevo, pero no me giré para ver quien era. En mi mente todavía aparecía el rostro contraido de aquel hombre gritándome, y recordándome de qué huía, y por qué no podía despistarme si no quería ir a la cárcel. Suspiré notando cómo la tristeza me abordaba, y Mariet, la encargada del budel rechoncha y maquillada de más, me puso una mano sobre el brazo.
-Ya sabes lo que hay muchacho. Si vas a quedarte, estarás en deuda conmigo, y ya sabes que siempre saco beneficios de todo lo que doy por adelantado - lo dijo con una sonrisa, pero Mariet era lista y aprovechada, y sabía que me timaría y yo saldría perdiendo.
-Ya veremos lo que hago Mariet... ya veremos... - musité dando un trago al whiskey.
La seguí hasta la estación únicamente por curiosidad, pero cuando llegué allí no supe encontrarla. Pasé por delante de una mujer que leía el periódico tranquilamente y me volví sobre mis talones en busca de la joven, pero no la encontré. Suspiré mirando las tres monedas que tenía en la mano, y cuando alcé la vista vi a una mujer en el suelo de la estación, con un bebé en brazos y las ropas raidas. Me acerqué a ella sin titubear y le puse en la mano las tres monedas. Vi cómo se le iluminaban los ojos, pero no dije nada, solo sonreí con cierta complicidad. Otra noche más, me tocaría dormir a la intemperie, pero sabría que sería por una buena causa. Metí las manos en los bolsillos y me encaminé por el andén en busca de la salida, pero antes de llegar a la puerta alguien me tomó por el hombro. Era el hombre al que había intentado robar sin éxito.
-Eres un maldito bastardo- dijo con voz ronca y rebosante de rabia-. Devuélveme ahora mismo el dinero o...
Sus ojos se agrandaron cuando me giré para mirarle a la cara. Se tapó con la mano la boca y miró a su alrededor buscando algo... o alguien, pero cuando empezó a gritar a un policía que se encontraba cerca del andén contiguo, comprendí que estaba en un aprieto. No me dio tiempo a contradecir su acusación.
-¡Es él! ¡Es el hijo de Thomas! ¡Lo reconocería en cualquier parte...!- alardeó estrujándome el brazo de una manera forzada y temblorosa. Me zafé de él con los músculos en tensión, viendo cómo el policía avanzaba hacia mi- ¡Su padre era muy amigo mio... y él... tiene sus ojos! Es... un asesino.
No podía haber dicho una cosa que más me doliera que aquella, con la cara asqueada y alejándose de mi como si fuera un parásito. Sentí una punzada en el corazón. No quería tener nada que ver con mi padre, nada... y menos un parecido físico con el hombre que había hecho de mi vida un infierno. El policía no tuvo tiempo de alcanzarme. Cogí carrerilla y salté por encima de la mujer con el periódico, agarrándome a las rejas de una ventana de la estación y trepando por ella sin dificultad, llegué al tejado. Me dejé resbalar por él y caí por la misma cuesta por la que la joven ladrona se había caído minutos antes. No tardé mucho en alcanzar la plaza central de la ciudad, por el bosque. Busqué entre los callejones y llegué al burdel donde solía hacer negocios con cortesanas. Maldije sabedor de que aquella noche no tenía nada con lo que pagar, pero aun así entré y fui dirécto a la barra, donde la dueña del local me reconoció al instante. Asintió con la cabeza, dándome a entender que suponía que me había metido en algún lío. Me sirvió una copa que agradecí de buena gana.
-Les he dado esquinazo... me han reconocido en la estación - expliqué frotándome la cara con las manos. Una cortesana a la que conocía de vista se acercó a mi. Esbocé una sonrisa divertida-. Lo siento cheri, hoy no tengo ni un franco...
Vi cómo se alejaba con un fingido puchero en la cara. La puerta del burdel se abrió de nuevo, pero no me giré para ver quien era. En mi mente todavía aparecía el rostro contraido de aquel hombre gritándome, y recordándome de qué huía, y por qué no podía despistarme si no quería ir a la cárcel. Suspiré notando cómo la tristeza me abordaba, y Mariet, la encargada del budel rechoncha y maquillada de más, me puso una mano sobre el brazo.
-Ya sabes lo que hay muchacho. Si vas a quedarte, estarás en deuda conmigo, y ya sabes que siempre saco beneficios de todo lo que doy por adelantado - lo dijo con una sonrisa, pero Mariet era lista y aprovechada, y sabía que me timaría y yo saldría perdiendo.
-Ya veremos lo que hago Mariet... ya veremos... - musité dando un trago al whiskey.
Narim- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Re: Malditos Bastardos [Libre]
Había escuchado impactada todo lo ocurrido. Cuando el jóven saltó sobre mí para alcanzar la cornisa, el periódico cayó firmemente al suelo dejándome frente aquellos hombres, desprotegida.
El hombre obeso parecía echarme mil miradas a mi estúpido cuerpo. Pero el guardia llegó a tiempo. Manché mis dedos de saliva, y las pasé por mis ojos para fingir lágrimas y me acerqué al guardia con la camisa ligeramente entreabierta.
- Por favor... ayúdeme ése...ése jóven intentó... - Lloré en el hombro del guardia. Lo cierto era que se me había dado siempre muy bien el teatro. Tras todo aquel jolgorio, el guardia accedió a llevarme a un hospital. Frente a él, me bajé del caballo y una vez perdido de vista, comencé a caminar costosamente hacia el burdel... mi hogar.
Fuí a paso lento, frente a diversas miradas que provenían de gente que tan solo podía decir una palabra en mi contra: "Descarada..." POR QUE!¿? por ir malherida en mitada de la noche? Ah no... iba a paso lento para que mis pulmones pudiesen respirar y no dolerme mas aun las costillas. Necesitaba cura, necesitaba una maldita cura para las quemaduras. Aquel bastardo me las iba a pagar. Mi hermoso cuerpo reducido a cicatrices y rojeces por su culpa... ahora como iba a conseguir dinero? Seguro que Madamme Marriet me echaría en un par de días de aquel burdel.
Entré, para sorpresa de algunas de mis compañeras que no comprendían mi estado.
- ¿Una nueva fantasía...? - Comentó Giselle desde lo alto de las escaleras, envidiosa como siempre. Parecía ser obra suya lo que me estaba ocurriendo, una fulana Gitana y un mal de ojo era lo único que no podía esquivar...
- Mas o... menos... - Sonreí mientras compañeras me apartaban ramitas y algo de arena del cabello. - Necesito un médico - Miré de reojo a la Madamme, que parecía contrariada frente a aquello.
- Lávate y ponte tus ropas de trabajo - Ladeó la sonrisa. - A cambio tendrás hoy un cliente gratis, no le cobrarás pero yo a cambio sí. Es el precio por lo que hiciste...
Torné los ojos y bajé a cabeza, subiendo las escaleras por mi propia cuenta. Entré a mi habitación, estaba aun tal y como la había dejado antes de irme la noche anterior. Las gemelas me habían ayudado y habían preparado un baño para mí, a lo que se los agradecí en el alma. Me desnudé frente a un espejo roto que aun conservaba. Uno de los clientes lo había roto a punto de pegarme, y simplemente retiré el manchurrón que había bajo mis ojos, de saliva.
Gemí con sutileza al contactar con el agua caliente. disfruté de un baño corto, pero placentero. Ahora me tocaría esperar una noche de torturas, ya que mi cuerpo en estos instantes sufría.
No quería vestirme, simplemente me quedé desnuda sobre la cama, de rodillas pero con el cuerpo ladeado, posada con elegancia sobre la cama, y la toalla tapando escasos centímetros de mi cuerpo. Esperando a aquel cliente que mi señora había decidido ésta noche.
El hombre obeso parecía echarme mil miradas a mi estúpido cuerpo. Pero el guardia llegó a tiempo. Manché mis dedos de saliva, y las pasé por mis ojos para fingir lágrimas y me acerqué al guardia con la camisa ligeramente entreabierta.
- Por favor... ayúdeme ése...ése jóven intentó... - Lloré en el hombro del guardia. Lo cierto era que se me había dado siempre muy bien el teatro. Tras todo aquel jolgorio, el guardia accedió a llevarme a un hospital. Frente a él, me bajé del caballo y una vez perdido de vista, comencé a caminar costosamente hacia el burdel... mi hogar.
Fuí a paso lento, frente a diversas miradas que provenían de gente que tan solo podía decir una palabra en mi contra: "Descarada..." POR QUE!¿? por ir malherida en mitada de la noche? Ah no... iba a paso lento para que mis pulmones pudiesen respirar y no dolerme mas aun las costillas. Necesitaba cura, necesitaba una maldita cura para las quemaduras. Aquel bastardo me las iba a pagar. Mi hermoso cuerpo reducido a cicatrices y rojeces por su culpa... ahora como iba a conseguir dinero? Seguro que Madamme Marriet me echaría en un par de días de aquel burdel.
Entré, para sorpresa de algunas de mis compañeras que no comprendían mi estado.
- ¿Una nueva fantasía...? - Comentó Giselle desde lo alto de las escaleras, envidiosa como siempre. Parecía ser obra suya lo que me estaba ocurriendo, una fulana Gitana y un mal de ojo era lo único que no podía esquivar...
- Mas o... menos... - Sonreí mientras compañeras me apartaban ramitas y algo de arena del cabello. - Necesito un médico - Miré de reojo a la Madamme, que parecía contrariada frente a aquello.
- Lávate y ponte tus ropas de trabajo - Ladeó la sonrisa. - A cambio tendrás hoy un cliente gratis, no le cobrarás pero yo a cambio sí. Es el precio por lo que hiciste...
Torné los ojos y bajé a cabeza, subiendo las escaleras por mi propia cuenta. Entré a mi habitación, estaba aun tal y como la había dejado antes de irme la noche anterior. Las gemelas me habían ayudado y habían preparado un baño para mí, a lo que se los agradecí en el alma. Me desnudé frente a un espejo roto que aun conservaba. Uno de los clientes lo había roto a punto de pegarme, y simplemente retiré el manchurrón que había bajo mis ojos, de saliva.
Gemí con sutileza al contactar con el agua caliente. disfruté de un baño corto, pero placentero. Ahora me tocaría esperar una noche de torturas, ya que mi cuerpo en estos instantes sufría.
No quería vestirme, simplemente me quedé desnuda sobre la cama, de rodillas pero con el cuerpo ladeado, posada con elegancia sobre la cama, y la toalla tapando escasos centímetros de mi cuerpo. Esperando a aquel cliente que mi señora había decidido ésta noche.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Malditos Bastardos [Libre]
El poder de convicción de Mariet era innegable. A los pocos minutos me tenía un tanto ebrio y más hundido en la miseria que nunca. No obstante Mariet sabía cómo sacarme la sonrisa haciendo comentarios sobre cada una de las jovenes que se me acercaban. Por algún motivo, me sumí en pensamientos que dejaron en mi mente una neblina instantanea. De pronto lo único que escuché fueron varios hombres hablando fuera del local, y la sonrrisa se me borró del rostro. Mariet me miró con preocupación.
-Tengo a una chica arriba para ti. Escóndete en la habitación o esta será la última vez que te vea Narim...- me apremió con la mirada, pero añadió mirándome de arriba abajo con una sonrisilla- Y dios quiera que no sea así.
No la hice esperar. Me dirigí hacia la puerta que daba a las escaleras, Antes de cerrarla me volví a la barra acordándome de algo, pero Mariet captó mi regreso al vuelo y me lanzó las llaves de la habitación, las cuales atrapé con una mano. No me di tiempo a agradecerle a Mariet lo que hacía cada noche por mi, y no porque no lo estuviera, si no porque sabía que el precio que tendría que pagar por aquello sería alto. Subí los escalones de dos en dos y miré el número de la habitación con prisas. Oí más ruido del normal abajo, y por ello entré en la sala de espaldas, pero me di cuenta de que no era más que un hombre gritando a una de las cortesanas que se abriera de piernas para él. Cerré la puerta dejando las llaves colgadas frente a mi y sin mirar a ningún lado me giré a la izquierda, directo a la ventana. Abrí ésta con precipitación y miré hacia abajo. Había cinco hombres planeando dónde buscarían al "joven asesino y violador". Abrí los ojos desorbitadamente. ¿Violador? Vi cómo se dispersaban por locales contiguos, pero nadie entró en el cabaret... al menos, en ese momento. Cerré la puerta y pronuncié una tanda de impertinencias mientras le daba un golpe seco a la pared. Apoyé la frente en el cristal y respiré ondo. Todo eran problemas...
Me giré hacia la habitación, y entonces la vi. Recorrí las largas piernas de la joven subiendo por los muslos, tropezando con una toalla colocada a propósito, torneando los pechos y entonces llegué al rostro, el cual se crispó al igual que el mio al mirarnos a los ojos. Musité otra maldición en voz baja e hice una mueca de preocupación. No supe que decir. Que la chica de la estación estuviera desnuda ante mi era sin duda desconcertante, excitante... y aterrador. Sentí que los pantalones me apretaban más de lo normal, pero no era momento para admirar la belleza de la joven con tanto ímpetu. Levanté las manos y se las mostré vacías.
-No voy a haceros nada... por favor, no gritéis- dije mientras observaba cómo la joven tiraba hacia arriba de la toalla y se incorporaba casi con lentitud.
No estaba seguro de si iba a huir, a gritarme, matarme o simplemente esperaba a que continuara hablando. Rompiéndo el silencio se oian los pasos de varios hombres fuera del local, tronando en la noche. Mi mente se paró unos segundos a pensar en la imagen que tendría la chica de mi. Tenía todo el derecho a tener miedo y a creerme un mal nacido... pero no sabía cual tenía que ser mi prioridad en aquel asunto a tratar para que la joven no me delatara.
-Me están buscando y necesitaba las monedas que os quite para entrar aquí a esconderme... aunque al final no han cumplido la labor que esperaba- confesé recordando habérselas entregado a la madre de la estación. Apoyé la espalda en la pared y froté las manos contra la cara, comenzando a reir -. No puede estar pasándome esto... hoy no...
-Tengo a una chica arriba para ti. Escóndete en la habitación o esta será la última vez que te vea Narim...- me apremió con la mirada, pero añadió mirándome de arriba abajo con una sonrisilla- Y dios quiera que no sea así.
No la hice esperar. Me dirigí hacia la puerta que daba a las escaleras, Antes de cerrarla me volví a la barra acordándome de algo, pero Mariet captó mi regreso al vuelo y me lanzó las llaves de la habitación, las cuales atrapé con una mano. No me di tiempo a agradecerle a Mariet lo que hacía cada noche por mi, y no porque no lo estuviera, si no porque sabía que el precio que tendría que pagar por aquello sería alto. Subí los escalones de dos en dos y miré el número de la habitación con prisas. Oí más ruido del normal abajo, y por ello entré en la sala de espaldas, pero me di cuenta de que no era más que un hombre gritando a una de las cortesanas que se abriera de piernas para él. Cerré la puerta dejando las llaves colgadas frente a mi y sin mirar a ningún lado me giré a la izquierda, directo a la ventana. Abrí ésta con precipitación y miré hacia abajo. Había cinco hombres planeando dónde buscarían al "joven asesino y violador". Abrí los ojos desorbitadamente. ¿Violador? Vi cómo se dispersaban por locales contiguos, pero nadie entró en el cabaret... al menos, en ese momento. Cerré la puerta y pronuncié una tanda de impertinencias mientras le daba un golpe seco a la pared. Apoyé la frente en el cristal y respiré ondo. Todo eran problemas...
Me giré hacia la habitación, y entonces la vi. Recorrí las largas piernas de la joven subiendo por los muslos, tropezando con una toalla colocada a propósito, torneando los pechos y entonces llegué al rostro, el cual se crispó al igual que el mio al mirarnos a los ojos. Musité otra maldición en voz baja e hice una mueca de preocupación. No supe que decir. Que la chica de la estación estuviera desnuda ante mi era sin duda desconcertante, excitante... y aterrador. Sentí que los pantalones me apretaban más de lo normal, pero no era momento para admirar la belleza de la joven con tanto ímpetu. Levanté las manos y se las mostré vacías.
-No voy a haceros nada... por favor, no gritéis- dije mientras observaba cómo la joven tiraba hacia arriba de la toalla y se incorporaba casi con lentitud.
No estaba seguro de si iba a huir, a gritarme, matarme o simplemente esperaba a que continuara hablando. Rompiéndo el silencio se oian los pasos de varios hombres fuera del local, tronando en la noche. Mi mente se paró unos segundos a pensar en la imagen que tendría la chica de mi. Tenía todo el derecho a tener miedo y a creerme un mal nacido... pero no sabía cual tenía que ser mi prioridad en aquel asunto a tratar para que la joven no me delatara.
-Me están buscando y necesitaba las monedas que os quite para entrar aquí a esconderme... aunque al final no han cumplido la labor que esperaba- confesé recordando habérselas entregado a la madre de la estación. Apoyé la espalda en la pared y froté las manos contra la cara, comenzando a reir -. No puede estar pasándome esto... hoy no...
Narim- Humano Clase Media
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Re: Malditos Bastardos [Libre]
Allí esperé, unos minutos que se me hicieron eternos. Tan solo quería acabar con este maldito día en el que ni siquiera iba a ganar algunas monedas.
Me quejé de la postura en que me había quedado. Mi cuerpo se resentía, dolorido. Tan solo necesitaba descansar mi cuerpo durante un tiempo.
Ví al "señor" que iba a ser mi cliente ésta noche. Pero fruncí el ceño al ver como ni siquiera había reparado en mi presencia. Hoy me sentía insultantemente bella, pese a mis defectos mas que obvios debido a la caida de esta misma noche.
Carraspeé, pero aquel jovenzuelo que parecía ser un estricto cliente del burdel seguía sin dedicarme ni una sola mirada. No sabía que favores había tenido que hacerle Mrs. Marriet para tenerle en tan alta estima.
Esperé ridículamente hasta que aquel jóven (habría de reconocer que era muy apuesto) se dignase a dejar toda aquella parafernalia y se encaminase a mi cama. Pero cuando se giró...
- TU!!!!
Un monosílabo, simplemente fué lo único que consiguió salir de mi garganta. Cientos de palabras malsonantes y bufidos se agolpaban en ella dando pie a que no dijese nada. Si las miradas matasen, las mias habrían aniquilado a medio París!!! - Grité para mis adentros.
Al ver la mirada de aquel jóven recorrer mi cuerpo y la escitación que había llevado lugar, ya que se hacía muy de notar bajo sus pantalones, tan solo reaccioné tapando de mi cuerpo lo que podía con aquella toalla, me levanté como si todo aquello fuese un espejismo, como si no me creyese lo que estaba ocurriendo. Supe que él parecía pensar lo mismo, lo oí de su boca pocos segundos antes de propinarle una bofetada, que me dejaría en la gloria.
Tras la bofetada, retrocedí algunos pasos. Intentando tocar a ciegas algunos de los "regalos" que me hacían mis clientes, para lanzárselos.
Le lancé un zapato, un cojin, una taza de porcelana, la toalla. Espera... mierda!!!!
ME tapé lo rápido que pude ante aquella estúpida ocurrencia. Escondí mi cuerpo tras el dosel que caía por las bigas de mi cama.
- Lárgate! No me acostaría contigo ni por un millón de Francos. Malnacido! - Vale, quello quizás hubiese sonado un... poco exagerado, pero así lo sentía y así se lo hice saber. Aquel rostro socarron estaba grabado a fuego en mi mente. Ahora si que no se libraría de mí.
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Me quejé de la postura en que me había quedado. Mi cuerpo se resentía, dolorido. Tan solo necesitaba descansar mi cuerpo durante un tiempo.
Ví al "señor" que iba a ser mi cliente ésta noche. Pero fruncí el ceño al ver como ni siquiera había reparado en mi presencia. Hoy me sentía insultantemente bella, pese a mis defectos mas que obvios debido a la caida de esta misma noche.
Carraspeé, pero aquel jovenzuelo que parecía ser un estricto cliente del burdel seguía sin dedicarme ni una sola mirada. No sabía que favores había tenido que hacerle Mrs. Marriet para tenerle en tan alta estima.
Esperé ridículamente hasta que aquel jóven (habría de reconocer que era muy apuesto) se dignase a dejar toda aquella parafernalia y se encaminase a mi cama. Pero cuando se giró...
- TU!!!!
Un monosílabo, simplemente fué lo único que consiguió salir de mi garganta. Cientos de palabras malsonantes y bufidos se agolpaban en ella dando pie a que no dijese nada. Si las miradas matasen, las mias habrían aniquilado a medio París!!! - Grité para mis adentros.
Al ver la mirada de aquel jóven recorrer mi cuerpo y la escitación que había llevado lugar, ya que se hacía muy de notar bajo sus pantalones, tan solo reaccioné tapando de mi cuerpo lo que podía con aquella toalla, me levanté como si todo aquello fuese un espejismo, como si no me creyese lo que estaba ocurriendo. Supe que él parecía pensar lo mismo, lo oí de su boca pocos segundos antes de propinarle una bofetada, que me dejaría en la gloria.
Tras la bofetada, retrocedí algunos pasos. Intentando tocar a ciegas algunos de los "regalos" que me hacían mis clientes, para lanzárselos.
Le lancé un zapato, un cojin, una taza de porcelana, la toalla. Espera... mierda!!!!
ME tapé lo rápido que pude ante aquella estúpida ocurrencia. Escondí mi cuerpo tras el dosel que caía por las bigas de mi cama.
- Lárgate! No me acostaría contigo ni por un millón de Francos. Malnacido! - Vale, quello quizás hubiese sonado un... poco exagerado, pero así lo sentía y así se lo hice saber. Aquel rostro socarron estaba grabado a fuego en mi mente. Ahora si que no se libraría de mí.
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Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
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Re: Malditos Bastardos [Libre]
No la impedí pegarme, y ni siquiera intenté esquivar algunos de los objetos que me lanzó. Cogí al vuelo el cojín y la toalla que me lanzó. Aun con la mejilla doliéndome no pude evitar esbozar una sonrisa al ver cómo la joven corría hacia el dosel, pero no era momento de reirme. Otro día cualquiera la actitud esquiva y el mal humor de la joven me habrían divertido de lo lindo, pero teniendo a cinco hombres a la entrada del edificio bajo la ventana en la que nos encontrábamos, la situación se volvía peor. Lancé el cojín a la cama notando el sudor frío en la espalda de verme atrapado. La chica seguía gritándome que me largara cuando empecé a rebuscar en el armario de la habitación. Le lancé una camiseta y unas bragas que no dejaban mucho a la imaginación, pero era lo único que había en el maldito cajón.
-Callaos de una vez- sugerí con aire un poco hastiado- No pienso irme de aquí. Mariet ha hecho un trato conmigo y vos sois parte de él, asique hacedme caso ahora que lo digo por las buenas y vestíos.
Avancé hacia la cama sin mirar hacia la chica mientras se vestía. Rompí la toalla en largas tiras y por su puesto, los gritos regresaron. Perdí la cuenta de todos los insultos que recibí en aquella tanda. Gruñí fuerte y cuando me aseguré de que la chica se había vestido, tiré de uno de sus brazos y la amordacé con un trozo de toalla. Creo que fue la acción más cruel que había realizado en mucho tiempo, pero no me quedaba más remedio. A cambio recibí patadas y arañazos. Inmovilicé las pequeñas muñecas de la joven sobre su cabeza y las até al cabecero de la cama. No hubo manera de atarle los pies. Proferí un bufido resintiéndome de lo que había conseguido hacerme. Notaba que el labio me sangraba.
-Bien. Parad. Estaros quieta....¡Parad de una vez! -dije con tono más autoritario y furioso. Vi cómo los ojos de la chica se abrían levemente. No quería asustarla, pero estaba harto de que no pudiera por un segundo plantearse que yo estaba en peligro y que le estaba pidiendo un favor-. Vale. Que os atara era innecesario, pero os he explicado que estoy en peligro y ni siquiera os habéis dignado a escucharme. Os desataré cuando me demostréis que podéis comportaros como una señorita el tiempo suficiente. Ahora vuelvo.
Salí al pasillo asegurándome de que nadie veía lo que ocurría en el interior de la habitación y subiendo dos pisos hacia arriba, me acuclillé en un escalón y levanté una tabla de madera. Era el lugar donde había escondido una especie de botiquín para autocurarme. Eran numerosas las heridas que me producía en cada persecución por no contar las de las palizas cuando me atrapaban, asique había decidido acumular vendas, algodones y alcohol para desinfectar en aquel pequeño escondite. Tomé unas cuantas cosas y regresé a la habitación. La joven estaba revolviéndose en la cama y profería gritos amortiguados por la mordaza, cómo no, pero cesó de moverse cuando me vio. Mi cara ya no expresaba enfado, solo agotamiento.
-Voy a curaros, porque según imagino no habréis sido capaces de ir a un médico a estas horas- comenté sin mirarla a los ojos.
Me había cansado de ver el odio en su mirada. Levanté la fina camiseta que le había dado a la joven, dejándo cubierto lo que suponía que no querría que viera. Me senté a horcajadas sobre sus muslos. Tampoco quería hacerle daño en las costillas. Observé con seriedad la quemadura que le recorría un costado y el mal movimiento de su vientre al respirar. Entendí que las cosquillas debían matarla de dolor, y sin embargo a penas se quejaba. De hecho había estado dispuesta a entregarse a un hombre en ese estado. Eso, por algún motivo, me enfureció. Me disculpé con ella cuando el alcohol rozó la quemadura. Sabía que le dolería, pero era mejor que esperar a que se le infectara. Más tarde, tomando su cintura en alto con cuidado, me encontré vendando su vientre. Aparté de mi mente pensamientos pecaminosos, pero algunos simplemente entraron sin permiso. ¿Cuantas veces iba a tener a una belleza como aquella joven atada a una cama sin apenas ropa? Miré a la chica, inmóvil y pensativa, mientras cerraba las botellas y envolvía la venda que sobraba. Llegué a la conclusión de que ella no debería estar allí, trabajando en un burdel... pero no era algo que pudiera decirle.
-¿Creéis que puedo desataros sin morir en el intento? - bromeé con el semblante serio. No le di tiempo a contestar. Le quité la mordaza y comencé a deshacer los nudos de las manos. Segundos más tarde me apartaba de su alcance y me sentaba en una silla mientras la avisaba-. No hagáis movimientos bruscos o no servirá de nada lo que os he puesto...
-Callaos de una vez- sugerí con aire un poco hastiado- No pienso irme de aquí. Mariet ha hecho un trato conmigo y vos sois parte de él, asique hacedme caso ahora que lo digo por las buenas y vestíos.
Avancé hacia la cama sin mirar hacia la chica mientras se vestía. Rompí la toalla en largas tiras y por su puesto, los gritos regresaron. Perdí la cuenta de todos los insultos que recibí en aquella tanda. Gruñí fuerte y cuando me aseguré de que la chica se había vestido, tiré de uno de sus brazos y la amordacé con un trozo de toalla. Creo que fue la acción más cruel que había realizado en mucho tiempo, pero no me quedaba más remedio. A cambio recibí patadas y arañazos. Inmovilicé las pequeñas muñecas de la joven sobre su cabeza y las até al cabecero de la cama. No hubo manera de atarle los pies. Proferí un bufido resintiéndome de lo que había conseguido hacerme. Notaba que el labio me sangraba.
-Bien. Parad. Estaros quieta....¡Parad de una vez! -dije con tono más autoritario y furioso. Vi cómo los ojos de la chica se abrían levemente. No quería asustarla, pero estaba harto de que no pudiera por un segundo plantearse que yo estaba en peligro y que le estaba pidiendo un favor-. Vale. Que os atara era innecesario, pero os he explicado que estoy en peligro y ni siquiera os habéis dignado a escucharme. Os desataré cuando me demostréis que podéis comportaros como una señorita el tiempo suficiente. Ahora vuelvo.
Salí al pasillo asegurándome de que nadie veía lo que ocurría en el interior de la habitación y subiendo dos pisos hacia arriba, me acuclillé en un escalón y levanté una tabla de madera. Era el lugar donde había escondido una especie de botiquín para autocurarme. Eran numerosas las heridas que me producía en cada persecución por no contar las de las palizas cuando me atrapaban, asique había decidido acumular vendas, algodones y alcohol para desinfectar en aquel pequeño escondite. Tomé unas cuantas cosas y regresé a la habitación. La joven estaba revolviéndose en la cama y profería gritos amortiguados por la mordaza, cómo no, pero cesó de moverse cuando me vio. Mi cara ya no expresaba enfado, solo agotamiento.
-Voy a curaros, porque según imagino no habréis sido capaces de ir a un médico a estas horas- comenté sin mirarla a los ojos.
Me había cansado de ver el odio en su mirada. Levanté la fina camiseta que le había dado a la joven, dejándo cubierto lo que suponía que no querría que viera. Me senté a horcajadas sobre sus muslos. Tampoco quería hacerle daño en las costillas. Observé con seriedad la quemadura que le recorría un costado y el mal movimiento de su vientre al respirar. Entendí que las cosquillas debían matarla de dolor, y sin embargo a penas se quejaba. De hecho había estado dispuesta a entregarse a un hombre en ese estado. Eso, por algún motivo, me enfureció. Me disculpé con ella cuando el alcohol rozó la quemadura. Sabía que le dolería, pero era mejor que esperar a que se le infectara. Más tarde, tomando su cintura en alto con cuidado, me encontré vendando su vientre. Aparté de mi mente pensamientos pecaminosos, pero algunos simplemente entraron sin permiso. ¿Cuantas veces iba a tener a una belleza como aquella joven atada a una cama sin apenas ropa? Miré a la chica, inmóvil y pensativa, mientras cerraba las botellas y envolvía la venda que sobraba. Llegué a la conclusión de que ella no debería estar allí, trabajando en un burdel... pero no era algo que pudiera decirle.
-¿Creéis que puedo desataros sin morir en el intento? - bromeé con el semblante serio. No le di tiempo a contestar. Le quité la mordaza y comencé a deshacer los nudos de las manos. Segundos más tarde me apartaba de su alcance y me sentaba en una silla mientras la avisaba-. No hagáis movimientos bruscos o no servirá de nada lo que os he puesto...
Narim- Humano Clase Media
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Re: Malditos Bastardos [Libre]
En un momento me quedé sin respiración, pese al dolor que sentía no podía permitirme el lujo de sentir como aquel jóven curaba mis heridas. Nunca había imaginado que las manos de un hombre sirviesen para otra cosa que no fuese tocar y golpear. La quemadura, al estar bajo las vendas quemaba, tanto que los demás dolores parecían simples cosquillas a su lado.
Una vez separó sus manos de mí y se alejó, una sensación de vacío me recorrió casi por completo, como hacía varios años que no sentía, era algo sin importancia, pero que me dejaba en silencio en ocasiones, cada vez que un hombre conseguía callar mis labios con un golpe, hacía años que no veía una actitud igual, a lo único que pude hacer era dejár mis rabietas de niña y permanecer en silencio.
"Mi mirada volvió a sentír una fría neblina, mi cuerpo parecía estar petrificado y mi mente estar a muchos kilómetros de distancia de él. Tenía los ojos complétamente blancos. Como cada mes o podría aventurarme a decir que a cada semana tenía una visión, una sucesión de imágenes que volaban en mi cabeza como algun recuerdo pero con la simple diferencia que éstos aun no habían ocurrido. Me levanté casi en shock de la cama, torpemente pero decidida a levantar la esquina del colchón que cubría mi cama, para tomar unas tizas de colores. Aquello era mi pincel, ya que no tenía dinero suficiente ni medios para provisionarme de algo mejor. Levanté con decisión la alfombra que ocultaba la mayoría del suelo en el que me encontraba y allí se encontraban diversos dibujos algunos tan abstractos y entremezclados con otros que ni siquieran podrían apreciarse, pero con las pistas suficientes como para saber que iba a ocurrir a continuación. Con la mano libre hice un nuevo borrón en el suelo, y con eficiencia y velocidad conseguí dibujar una piedra, un rifle, una flor y una horca."
Mis cuerpo de nuevo respondía a mis acciones, Aparté mi pelo amontonado sobre mi rostro a modo de cascada que me impedía ver aquello que dibujé en las viejas tablas del suelo, miré a mi alrededor y observé al jóven, que se levantó de su asiento y me miraba con gran incognita en su mirada. Fruncí el ceño y me levanté cayendo en la cuenta de que una de mis premoniciones iba a ser efectiva. Con tan solo unos pasos y algo de agilidad arrojé mi cuerpo sobre el del jóven, al tiempo que el estallido de miles de cristales hacía eco en la habitación, y una piedra en el suelo daba comienzo a aquella cuenta atrás.
Observé al jóven, no sabía si venían a por él o a por mí. No había hecho muchos amigos en mi encuentro anterior al del jóven, me habían delatado en mi espionaje y quizás venían a por mí aunque sabía a ciencia cierta que mis visiones se entremezclaban con la vida que aquel jóven. No sabía que significaba cada uno de los elementos de mi visión pero no me quedaría para averiguarlo.
Con ansiedad, y una mano agarrando mi cintura, golpeé las maderas de la pared, que formaban un ángulo con el techo al ser la planta mas alta del recinto. De ahí una trampilla se abrió dándo lugar a un hueco que llevaba al ático. Con la mano libre señalé al hombre que me siguiera sin hacer ruido alguno, y subí apoyando un pie en la mesilla. Una vez arriba, esperé unos segundos hasta oir cómo mí habitación se llenaba de hombres, todos y cada uno de ellos mas peligroso que el anterior.
- Buscad!
Oí como pisaban los cristales rotos mordiéndome la boca para no gemir de dolor o por simple crispación, ruido de cajones desarmados o el simple levantamiento de las maderas del suelo habían llamado la atención de MArriet que entró en la habitación con su propia llave, sorprendiendo a los hombres allí metidos.
- ¿Qué buscan si se puede saber?
- ¿Dónde está la mujer?
- Aquí hay muchas mujeres, monsieur. - Respondió Marriet con una media sonrisa que la delataba. Los hombres al no recibir respuesta alguna siguieron rebuscando, mientras golpeaban cada centímetro de la habitación en busca de cualquier cubículo donde pudiese esconderse lo que ellos buscaban, ante la mirada de desaprobación de Marriet, que les reclamaba el dinero que costaría la reforma de aquella habitación ahora destrozada.
Fruncí el seño al tiempo que me daba cuenta de que tenía que trabajar codo con codo con aquel jóven que amargaba mi existencia el día de hoy.
De un empujón, abrí la única ventana que había allí, observando como la noche se hacía mas oscura en aquel callejón. Tan solo saqué mi cuerpo por aquel lugar y me dejé caer, enganchándo mis extremidades en aquel entramado que había pegado al edificio, en el que a su vez estaba abrazado por una planta enredadera. Evité una sonrisa, volviendo a mi rostro de preocupación cuando ví que el jóven se asomaba para verme, quizás pensase que me iba a tirar desde aquella altura, pero sería un completo estúpido si pensaba que arriesgaría mi vida con aquello. Me sentí ligeramente libre al sentir como mis pies tocaban el suelo.
Una vez separó sus manos de mí y se alejó, una sensación de vacío me recorrió casi por completo, como hacía varios años que no sentía, era algo sin importancia, pero que me dejaba en silencio en ocasiones, cada vez que un hombre conseguía callar mis labios con un golpe, hacía años que no veía una actitud igual, a lo único que pude hacer era dejár mis rabietas de niña y permanecer en silencio.
"Mi mirada volvió a sentír una fría neblina, mi cuerpo parecía estar petrificado y mi mente estar a muchos kilómetros de distancia de él. Tenía los ojos complétamente blancos. Como cada mes o podría aventurarme a decir que a cada semana tenía una visión, una sucesión de imágenes que volaban en mi cabeza como algun recuerdo pero con la simple diferencia que éstos aun no habían ocurrido. Me levanté casi en shock de la cama, torpemente pero decidida a levantar la esquina del colchón que cubría mi cama, para tomar unas tizas de colores. Aquello era mi pincel, ya que no tenía dinero suficiente ni medios para provisionarme de algo mejor. Levanté con decisión la alfombra que ocultaba la mayoría del suelo en el que me encontraba y allí se encontraban diversos dibujos algunos tan abstractos y entremezclados con otros que ni siquieran podrían apreciarse, pero con las pistas suficientes como para saber que iba a ocurrir a continuación. Con la mano libre hice un nuevo borrón en el suelo, y con eficiencia y velocidad conseguí dibujar una piedra, un rifle, una flor y una horca."
Mis cuerpo de nuevo respondía a mis acciones, Aparté mi pelo amontonado sobre mi rostro a modo de cascada que me impedía ver aquello que dibujé en las viejas tablas del suelo, miré a mi alrededor y observé al jóven, que se levantó de su asiento y me miraba con gran incognita en su mirada. Fruncí el ceño y me levanté cayendo en la cuenta de que una de mis premoniciones iba a ser efectiva. Con tan solo unos pasos y algo de agilidad arrojé mi cuerpo sobre el del jóven, al tiempo que el estallido de miles de cristales hacía eco en la habitación, y una piedra en el suelo daba comienzo a aquella cuenta atrás.
Observé al jóven, no sabía si venían a por él o a por mí. No había hecho muchos amigos en mi encuentro anterior al del jóven, me habían delatado en mi espionaje y quizás venían a por mí aunque sabía a ciencia cierta que mis visiones se entremezclaban con la vida que aquel jóven. No sabía que significaba cada uno de los elementos de mi visión pero no me quedaría para averiguarlo.
Con ansiedad, y una mano agarrando mi cintura, golpeé las maderas de la pared, que formaban un ángulo con el techo al ser la planta mas alta del recinto. De ahí una trampilla se abrió dándo lugar a un hueco que llevaba al ático. Con la mano libre señalé al hombre que me siguiera sin hacer ruido alguno, y subí apoyando un pie en la mesilla. Una vez arriba, esperé unos segundos hasta oir cómo mí habitación se llenaba de hombres, todos y cada uno de ellos mas peligroso que el anterior.
- Buscad!
Oí como pisaban los cristales rotos mordiéndome la boca para no gemir de dolor o por simple crispación, ruido de cajones desarmados o el simple levantamiento de las maderas del suelo habían llamado la atención de MArriet que entró en la habitación con su propia llave, sorprendiendo a los hombres allí metidos.
- ¿Qué buscan si se puede saber?
- ¿Dónde está la mujer?
- Aquí hay muchas mujeres, monsieur. - Respondió Marriet con una media sonrisa que la delataba. Los hombres al no recibir respuesta alguna siguieron rebuscando, mientras golpeaban cada centímetro de la habitación en busca de cualquier cubículo donde pudiese esconderse lo que ellos buscaban, ante la mirada de desaprobación de Marriet, que les reclamaba el dinero que costaría la reforma de aquella habitación ahora destrozada.
Fruncí el seño al tiempo que me daba cuenta de que tenía que trabajar codo con codo con aquel jóven que amargaba mi existencia el día de hoy.
De un empujón, abrí la única ventana que había allí, observando como la noche se hacía mas oscura en aquel callejón. Tan solo saqué mi cuerpo por aquel lugar y me dejé caer, enganchándo mis extremidades en aquel entramado que había pegado al edificio, en el que a su vez estaba abrazado por una planta enredadera. Evité una sonrisa, volviendo a mi rostro de preocupación cuando ví que el jóven se asomaba para verme, quizás pensase que me iba a tirar desde aquella altura, pero sería un completo estúpido si pensaba que arriesgaría mi vida con aquello. Me sentí ligeramente libre al sentir como mis pies tocaban el suelo.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
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Re: Malditos Bastardos [Libre]
Si tenía esperanzas de tener una noche tranquila, desde luego se esfumaron en cuanto la joven se levantó como movida por un resorte. Observé entre fascinado y extrañado lo que pintaba en el suelo, pero ella misma, en cuclillas me tapaba lo que hacía. Me levanté de mi asiento sin saber si esperaba oir un "gracias", recibir otra bofetada o una revelación del universo al acercarme a ella, pero de pronto los cristales estallaron y me encontré en la buhardilla, respirando entrecortadamente. Me habían encontrado. Claro. Al menos la joven estaba preparada para aquello. Me paré cuando ella se paró y agudicé el oido. Bien, me había equivocado de nuevo. La buscaban a ella, y por un momento me quedé mirándola con una expresión indescifrable, pero la joven se precipitó por la ventana y no tuve más remedio que seguirla, entre preocupado porque se matara e incrédulo por la situación.
Cuando vi que ella tenía más práctica de la que habría imaginado nunca en huidas, salté al vacío sin contemplaciones. Era a penas un piso, y yo había tenido que saltar hasta de un tercero. Ya no me andaba con miramientos a la hora de escapar, porque sabía que unos segundos podían costarme la vida.
-Espero que me expliquéis porque a vos también os están persiguiendo...- mascullé mientras me incorporaba y me sacudía el polvo de las manos-. Ya decía yo que no os habíais caído tan fuerte como para romperos dos costillas y haceros moratones por todo el cuerpo en la estación. ¿Desde cuando os siguen?
Me callé por pura cortesía. Obviamente mi mente bullía de información incompleta, y en cuanto tuviera unos minutos de tranquilidad no dudaría en hartar a la chica de preguntas. ¿Qué había pintado en la tarima y es más, por qué? ¿Quienes eran aquellos hombres? ¿Mariet sabía que la seguían? Me sacudí el pelo como para despejarme y seguí a la joven sin saber a dónde pretendía ir. Varios hombres hablaban en la esquina del burdel entre alterados y enfurecidos. Por algún motivo yo tenía menos ganas que ella de que la encontraran. Observé la melena de la cortesana mientras se peleaba con el aire nocturno. Aun vendada como estaba y sin una pizca de maquillaje me parecía hermosa, y valoraba en silencio que supiera arreglárselas sola en aquellas situaciones. De pronto me sentí atraido y ligado a la vida de la muchacha y supe, como en una premonición silenciosa, que nuestra relación no iba a acabar allí. Por todos los dioses. ¡Si ni siquiera sabía su nombre!
Cuando vi que ella tenía más práctica de la que habría imaginado nunca en huidas, salté al vacío sin contemplaciones. Era a penas un piso, y yo había tenido que saltar hasta de un tercero. Ya no me andaba con miramientos a la hora de escapar, porque sabía que unos segundos podían costarme la vida.
-Espero que me expliquéis porque a vos también os están persiguiendo...- mascullé mientras me incorporaba y me sacudía el polvo de las manos-. Ya decía yo que no os habíais caído tan fuerte como para romperos dos costillas y haceros moratones por todo el cuerpo en la estación. ¿Desde cuando os siguen?
Me callé por pura cortesía. Obviamente mi mente bullía de información incompleta, y en cuanto tuviera unos minutos de tranquilidad no dudaría en hartar a la chica de preguntas. ¿Qué había pintado en la tarima y es más, por qué? ¿Quienes eran aquellos hombres? ¿Mariet sabía que la seguían? Me sacudí el pelo como para despejarme y seguí a la joven sin saber a dónde pretendía ir. Varios hombres hablaban en la esquina del burdel entre alterados y enfurecidos. Por algún motivo yo tenía menos ganas que ella de que la encontraran. Observé la melena de la cortesana mientras se peleaba con el aire nocturno. Aun vendada como estaba y sin una pizca de maquillaje me parecía hermosa, y valoraba en silencio que supiera arreglárselas sola en aquellas situaciones. De pronto me sentí atraido y ligado a la vida de la muchacha y supe, como en una premonición silenciosa, que nuestra relación no iba a acabar allí. Por todos los dioses. ¡Si ni siquiera sabía su nombre!
Narim- Humano Clase Media
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Re: Malditos Bastardos [Libre]
- No tengo intenciones de hacer tal cosa.
Comenté seria, sin una pizca de sentimientos en el rostro, sino un preocupación inevitable. La primera parte de mi visión estaba completa, ahora quedaban otras tres que a juzgar por la última acabaría mal, muy mal.
- Tan solo podríais haberos limitado a darme las gracias, no cree..?
Como empujada por algo invisible seguí caminando, por aquellas oscuras calles, descalza, tan solo vestida con aquella blusa que tan solo ocultaba parte de mi vientre. Me sentí ridícula, huyendo hacia ninguna parte, no sabría hasta cuando tendrían vedado el burdel ni cuando dejarían de espiar mi habitación. Sea lo que fuere, no estaba segura allí.
Caminé son pasos sordos, pues el suelo y mis pies descalzos hacían el resto. Una única vez era la que aquel jóven me vería de aquella guisa. En otras ocasiones había tenido que caminar desnuda por una sala de reuniones, e incluso accedieron a comer sobre mi propio cuerpo, pero aquello era distinto. Influida por un pudor que ni siquiera sabía que tenía, aparecí entre casas, entre las sombras que proyectaban en la noche, mi cuello no estaba seguro en aquella ciudad, o al menos tendría que ocultarme en algun lugar para al día siguiente enviar a alguien... acababa de recordar que Marriet la semana anterior había rebuscado en mi habitación y llevado todo el dinero que recaudaba cada noche. Mis ahorros ahora se convirtieron en polvo.Haciendo convertir en una persona de clase baja de un dia para otro.
Comenté seria, sin una pizca de sentimientos en el rostro, sino un preocupación inevitable. La primera parte de mi visión estaba completa, ahora quedaban otras tres que a juzgar por la última acabaría mal, muy mal.
- Tan solo podríais haberos limitado a darme las gracias, no cree..?
Como empujada por algo invisible seguí caminando, por aquellas oscuras calles, descalza, tan solo vestida con aquella blusa que tan solo ocultaba parte de mi vientre. Me sentí ridícula, huyendo hacia ninguna parte, no sabría hasta cuando tendrían vedado el burdel ni cuando dejarían de espiar mi habitación. Sea lo que fuere, no estaba segura allí.
Caminé son pasos sordos, pues el suelo y mis pies descalzos hacían el resto. Una única vez era la que aquel jóven me vería de aquella guisa. En otras ocasiones había tenido que caminar desnuda por una sala de reuniones, e incluso accedieron a comer sobre mi propio cuerpo, pero aquello era distinto. Influida por un pudor que ni siquiera sabía que tenía, aparecí entre casas, entre las sombras que proyectaban en la noche, mi cuello no estaba seguro en aquella ciudad, o al menos tendría que ocultarme en algun lugar para al día siguiente enviar a alguien... acababa de recordar que Marriet la semana anterior había rebuscado en mi habitación y llevado todo el dinero que recaudaba cada noche. Mis ahorros ahora se convirtieron en polvo.Haciendo convertir en una persona de clase baja de un dia para otro.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
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Re: Malditos Bastardos [Libre]
No evité emitir un gruñido ante el evidente rechazo que la joven sentía hacia mi. Dejé que siguiera caminando varios pasos por delante de mi.
-Queréis que os agradezca una huida exitosa al igual que vos habéis agradecido que os curase y no os violase ¿verdad? En ese caso, de mis labios no van a salir ni dos palabras- dije sin atisbo alguno de emoción.
Me volví a frotar el pelo con desesperación. No sabía a donde pretendía ir pero la joven no parecía muy decidida a marchar a algún lugar concreto. Ni siquiera tenía un abrigo. ¿Cómo creía que podría estar a esas horas por ahí sin ningún sitio donde resguardarse? Me moría por conocer la verdadera historia de su vida y el por qué había terminado en un burdel, pero sabía que mis preguntas iban a ser ignoradas por completo. Pensé en negociar con ella. Quizás me daría un poco de información si le ofrecía dinero cuando lo tuviera... pero rechacé la idea de inmediato.
-Sabéis. Creo que esta situación no me beneficia en ninguno de los casos. Dado que no queréis mi ayuda ni mi compañía no veo nada que me retenga junto a vos. Me voy princesa. Intentaré sobrevivir por la parte que me toca- dije con voz tranquila. Me acerqué hasta ella y besé su mejilla con rapidez. Después me desvié del camino, metiéndome por un jardín lleno de rosas.
No quería dejarla sola. Mi parte más sensata me decía que no era una buena idea pero ¿cómo iba a ayudar si no sabía su nombre y su problema? Incluso podría darla cobijo en alguna casa si me lo pedía. Deseé que me retuviera, aunque supe que era una opción que debía descartar. No había conocido a nadie tan orgulloso como ella en toda mi vida... ¿a caso los milagros existían? Arranqué una rosa por el camino y sentí un pinchazo en el dedo. En ese instante supe que si pudiera, le quitaría a la bella joven todas las espinas que había formado en su corazón y todas las que le habían clavado a lo largo de sus años de vida.
-Queréis que os agradezca una huida exitosa al igual que vos habéis agradecido que os curase y no os violase ¿verdad? En ese caso, de mis labios no van a salir ni dos palabras- dije sin atisbo alguno de emoción.
Me volví a frotar el pelo con desesperación. No sabía a donde pretendía ir pero la joven no parecía muy decidida a marchar a algún lugar concreto. Ni siquiera tenía un abrigo. ¿Cómo creía que podría estar a esas horas por ahí sin ningún sitio donde resguardarse? Me moría por conocer la verdadera historia de su vida y el por qué había terminado en un burdel, pero sabía que mis preguntas iban a ser ignoradas por completo. Pensé en negociar con ella. Quizás me daría un poco de información si le ofrecía dinero cuando lo tuviera... pero rechacé la idea de inmediato.
-Sabéis. Creo que esta situación no me beneficia en ninguno de los casos. Dado que no queréis mi ayuda ni mi compañía no veo nada que me retenga junto a vos. Me voy princesa. Intentaré sobrevivir por la parte que me toca- dije con voz tranquila. Me acerqué hasta ella y besé su mejilla con rapidez. Después me desvié del camino, metiéndome por un jardín lleno de rosas.
No quería dejarla sola. Mi parte más sensata me decía que no era una buena idea pero ¿cómo iba a ayudar si no sabía su nombre y su problema? Incluso podría darla cobijo en alguna casa si me lo pedía. Deseé que me retuviera, aunque supe que era una opción que debía descartar. No había conocido a nadie tan orgulloso como ella en toda mi vida... ¿a caso los milagros existían? Arranqué una rosa por el camino y sentí un pinchazo en el dedo. En ese instante supe que si pudiera, le quitaría a la bella joven todas las espinas que había formado en su corazón y todas las que le habían clavado a lo largo de sus años de vida.
Narim- Humano Clase Media
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Re: Malditos Bastardos [Libre]
Ignoré toda verborrea que proviniese de aquel joven. Si pretendía que diese mi brazo a torcer con esas simples palabras lo tenía claro.
Mis manos tocaron distraidamente el vendaje del que estaba ataviada. El dolor era en lo menos que podía pensar en estos momentos. Tan solo el instinto de supervivencia me servía de algo.
Con pies sucios y descalzos, pensé en la forma de seguir al chico. Pero yo tan solo era un estorbo para él tanto como yo lo era para mí misma.
Caminé casi de puntillas, pues era la costumbre que había adquirido ya de muy pequeña. Era algo que añoraba y no podía negar, mis defectos y costumbres.
Tomé varias calles, pensando en mis visiones. Mis pensamientos se dispersaron de golpe al oir el ladrido de un perro.
Podría haberme delatado pero no fue así, quise correr pero el perro me seguía pero.... y si me mordía¿!? Tenía miedo de aquellos animales.
Paré mi paso en seco cuando dejé de oir el ladrido incesante de aquel cánido. su dueño le reclamaba su presencia. Paré a mirar donde me encontraba. Tan solo era una laguna rodeada por una verja, en un parque. Observé a mi alrededor, estaba sola.. quizás fuese alentador o simplemente triste. Pero mi vida siempre había sido así, pese a los hombres que tomaron mi cuerpo como suyo, me sentía realmente sola, vacía, sin nada por lo que luchar, tan solo pudiendo mostrar aquella máscara de fingida fuerza y soberbia. Todo era muy triste de pensar.
Me acerqué al centro de la laguna, que tan solo se podía llegar por un pasillo de tierra. Allí me sentía bien, respiraba algo de libertad, me acerqué al animal que allí se encontraba, un cisne blanco, radiante, hermoso se acercaba a mi.
Le sonreí con tristeza y alargué mi mano, todo sin darme cuenta de que estaba toda rodeada de agua, algo que de veras temía en el alma.
Mis manos tocaron distraidamente el vendaje del que estaba ataviada. El dolor era en lo menos que podía pensar en estos momentos. Tan solo el instinto de supervivencia me servía de algo.
Con pies sucios y descalzos, pensé en la forma de seguir al chico. Pero yo tan solo era un estorbo para él tanto como yo lo era para mí misma.
Caminé casi de puntillas, pues era la costumbre que había adquirido ya de muy pequeña. Era algo que añoraba y no podía negar, mis defectos y costumbres.
Tomé varias calles, pensando en mis visiones. Mis pensamientos se dispersaron de golpe al oir el ladrido de un perro.
Podría haberme delatado pero no fue así, quise correr pero el perro me seguía pero.... y si me mordía¿!? Tenía miedo de aquellos animales.
Paré mi paso en seco cuando dejé de oir el ladrido incesante de aquel cánido. su dueño le reclamaba su presencia. Paré a mirar donde me encontraba. Tan solo era una laguna rodeada por una verja, en un parque. Observé a mi alrededor, estaba sola.. quizás fuese alentador o simplemente triste. Pero mi vida siempre había sido así, pese a los hombres que tomaron mi cuerpo como suyo, me sentía realmente sola, vacía, sin nada por lo que luchar, tan solo pudiendo mostrar aquella máscara de fingida fuerza y soberbia. Todo era muy triste de pensar.
Me acerqué al centro de la laguna, que tan solo se podía llegar por un pasillo de tierra. Allí me sentía bien, respiraba algo de libertad, me acerqué al animal que allí se encontraba, un cisne blanco, radiante, hermoso se acercaba a mi.
Le sonreí con tristeza y alargué mi mano, todo sin darme cuenta de que estaba toda rodeada de agua, algo que de veras temía en el alma.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
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Re: Malditos Bastardos [Libre]
Salí con paso tranquilo del pasaje de las flores aun manipulando la rosa que había arrancado. Supiré al no sentir que la chica me llamaba o algo parecido. Me dirigí al burdel con los pensamientos puestos en la piel tibia de la muchacha mientras la vendaba y en su gesto contraido mientras evitaba emitir ningún sonido de queja. Sin duda, tenía un coraje admirable. Sonreí para mis adentros y me aseguré de que en la plaza del burdel ya no había hombres... pero cuando me fijé mejor los distinguí en algunos bares de los alrededores. Me arrebujé en la chaqueta y corrí hacia el burdel como si fuera un hombre casado que no quería descubrir su infidelidad con las cortesanas. Entré y Mariet me recibió con un gesto que parecía de todo menos preocupado.
-¿Dónde has dejado a Julianne? - bien, ya tenía un nombre para la misteriosa chica-. Es mi mejor trabajadora. Espero por tu bien que no la hayas hecho nada Narim.
-Me ha rechazado con sutilidad y he decidido darme por aludido- bromeé haciendo girar la flor entre los dedos. El hecho de que se refiriera a ella como su mejor trabajadora me molestó profundamente, y ni yo sabía por qué.
-Ten paciencia. Esa chica tiene mucho carácter... pero cuando la pruebes no querrás yacer con ninguna otra- comentó como si habláramos de cualquier cosa menos de una mujer.
Mariet no comprendía que el hecho de que me acostara con sus cortesanas era meramente puntual. Lo que buscaba era refugio, y ellas me lo daban en su lecho o en sus respectivas habitaciones. Para ella era el típico soltero en apuros que desprendía hormonas dignas de ser dominadas por las mujeres. No tenía por qué explicarle aquello, ni mucho menos darle detalles sobre mis intenciones para con Julianne.
-Voy a subir arriba si no te importa- Mariet sonrió como dándome pie a ello.
-La habitación está como nueva. No creo que esos indeseables vuelvan por aquí- comentó más para si que otra cosa.
Suspiré y subí a la habitación. Recordé a Julianne, desnuda sobre la cama y me sonrojé. Supuse que ella volvería cuando creyera menester, asique intenté no sentirme movido a buscarla en las calles. Dejé la rosa sobre su cama y me senté en un sofá frente a esta. La ventana estaba reparada, aunque lo cierto es que solo habían puesto un cristal sin sujetar sobre el marco de ésta. Algo era algo. Cerré los ojos completamente agotado y en pocos minutos, el sueño me venció.
-¿Dónde has dejado a Julianne? - bien, ya tenía un nombre para la misteriosa chica-. Es mi mejor trabajadora. Espero por tu bien que no la hayas hecho nada Narim.
-Me ha rechazado con sutilidad y he decidido darme por aludido- bromeé haciendo girar la flor entre los dedos. El hecho de que se refiriera a ella como su mejor trabajadora me molestó profundamente, y ni yo sabía por qué.
-Ten paciencia. Esa chica tiene mucho carácter... pero cuando la pruebes no querrás yacer con ninguna otra- comentó como si habláramos de cualquier cosa menos de una mujer.
Mariet no comprendía que el hecho de que me acostara con sus cortesanas era meramente puntual. Lo que buscaba era refugio, y ellas me lo daban en su lecho o en sus respectivas habitaciones. Para ella era el típico soltero en apuros que desprendía hormonas dignas de ser dominadas por las mujeres. No tenía por qué explicarle aquello, ni mucho menos darle detalles sobre mis intenciones para con Julianne.
-Voy a subir arriba si no te importa- Mariet sonrió como dándome pie a ello.
-La habitación está como nueva. No creo que esos indeseables vuelvan por aquí- comentó más para si que otra cosa.
Suspiré y subí a la habitación. Recordé a Julianne, desnuda sobre la cama y me sonrojé. Supuse que ella volvería cuando creyera menester, asique intenté no sentirme movido a buscarla en las calles. Dejé la rosa sobre su cama y me senté en un sofá frente a esta. La ventana estaba reparada, aunque lo cierto es que solo habían puesto un cristal sin sujetar sobre el marco de ésta. Algo era algo. Cerré los ojos completamente agotado y en pocos minutos, el sueño me venció.
Narim- Humano Clase Media
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Re: Malditos Bastardos [Libre]
Sentí un sudor frío cuando ví que me seguían con mas perros, tenía que perder mi propio rastro, y tan solo había una forma de hacerlo. Aquello era como si muriese, aquel líquido no era amigo mío savo en las noches lluviosas, en las que me encantaban caminar bajo ella, sin importar cuanto me mojase. Pero lo tenía que hacer si, o sí.
Introduje mi cuerpo en aquella agua helada del estanque. El cisne ni se inmutó, sino en cambio parecía ayudarme. Hizo como si nada, nadando sobre mi cabeza que se mantenía hundida tratando de aguantar la respiración lo máximo posible. Pero no aguanté mas. Aquel bello cisne, parecía amigo, y con tan solo un ademán se acicalaba las hermosas alas, dándome un hueco a escondidas bajo ellas para salir a la superficie y tomar aire. Tras unos minutos angustiosos, y bajo el manto de aquellas hermosas plumas salí a la superficie, agarrándome a diversas raíces que sobresalían de aquel paraje.
Aquellos hombres tendrían que sejar su búsqueda por hoy. Los perros no me olfatearon ya que mi rastro se perdía en el agua y allí no encontraron nada.
Mis pasos se hacían cada vez mas pesados, el agua en mi piel hacía que se me entumeciesen los músculos, estaba helada pese a aquella noche de comienzos de verano.
Seguí caminando en la oscuridad, sin problemas aparentes. Entré en el burdel, y allí estaba Marriet, con su... típica mirada de desaprobación y reprimendas que conllevarían a ello. Pero tan solo estaba exhausta, helada. Y con un simple comentario consiguió hundirme mas en aquel horrible día.
- Lo estás dejando todo perdido.
Arrugué la nariz escondida bajo mi cabello, que mojado, caía sobre mis mejillas en una divertida imágen. Subí escaleras de puntillas, no para no hacer ruido, sino porque estaba acostumbrada a ello, como las clásicas bailarinas de élite... tan hermosas como aquel cisne blanco.
Suspiré cerrando la puerta con llave desde dentro, apoyando la frente en ella. Hecho eso, sin separar la mirada del suelo, me dirigí hacia la cama y me tiré de espaldas, aun empapada. Tal y como caí, allí me quedé, aun empapada de agua, yaciente sobre mi cama. Giré mi cabeza hacia la ventana volviéndose mi vista cansada. Estaba muy cansada, pero no lo suficiente como para dormir. Rodé hasta el borde y me acerqué hacia la ventana, observando la lluvia caer, y como mi aliento dejaba un rasto en el cristal, que desaparecía con cada respiración. Aun me sentía sola en aquella habitación.
Introduje mi cuerpo en aquella agua helada del estanque. El cisne ni se inmutó, sino en cambio parecía ayudarme. Hizo como si nada, nadando sobre mi cabeza que se mantenía hundida tratando de aguantar la respiración lo máximo posible. Pero no aguanté mas. Aquel bello cisne, parecía amigo, y con tan solo un ademán se acicalaba las hermosas alas, dándome un hueco a escondidas bajo ellas para salir a la superficie y tomar aire. Tras unos minutos angustiosos, y bajo el manto de aquellas hermosas plumas salí a la superficie, agarrándome a diversas raíces que sobresalían de aquel paraje.
Aquellos hombres tendrían que sejar su búsqueda por hoy. Los perros no me olfatearon ya que mi rastro se perdía en el agua y allí no encontraron nada.
Mis pasos se hacían cada vez mas pesados, el agua en mi piel hacía que se me entumeciesen los músculos, estaba helada pese a aquella noche de comienzos de verano.
Seguí caminando en la oscuridad, sin problemas aparentes. Entré en el burdel, y allí estaba Marriet, con su... típica mirada de desaprobación y reprimendas que conllevarían a ello. Pero tan solo estaba exhausta, helada. Y con un simple comentario consiguió hundirme mas en aquel horrible día.
- Lo estás dejando todo perdido.
Arrugué la nariz escondida bajo mi cabello, que mojado, caía sobre mis mejillas en una divertida imágen. Subí escaleras de puntillas, no para no hacer ruido, sino porque estaba acostumbrada a ello, como las clásicas bailarinas de élite... tan hermosas como aquel cisne blanco.
Suspiré cerrando la puerta con llave desde dentro, apoyando la frente en ella. Hecho eso, sin separar la mirada del suelo, me dirigí hacia la cama y me tiré de espaldas, aun empapada. Tal y como caí, allí me quedé, aun empapada de agua, yaciente sobre mi cama. Giré mi cabeza hacia la ventana volviéndose mi vista cansada. Estaba muy cansada, pero no lo suficiente como para dormir. Rodé hasta el borde y me acerqué hacia la ventana, observando la lluvia caer, y como mi aliento dejaba un rasto en el cristal, que desaparecía con cada respiración. Aun me sentía sola en aquella habitación.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
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Re: Malditos Bastardos [Libre]
Tuve un sueño bastante profundo para lo que acostumbraba, y sentí cómo cada músculo de mi cuerpo lo agradecía. Desperté por el ruido de una puerta y varios pasos. No recordé bien lo que había pasado hasta que vi la sombra recortada de Julianne frente a la ventana. Me froté los ojos con cansancio y me tomé unos minutos para observarla. No había reparado en mi presencia, y eso me daba cierta ventaja. El pelo la colgaba largo por la espalda y goteaba dejando un rastro desde la puerta a la cama y de la cama a la ventana. Sonreí levemente al ver la rosa en el suelo. Aunque Julianne aparentara cierta energía, debía de estar muy cansada como para no reparar en el contraste que la flor había ejercido contra la colcha blanca. Decidí que no podía permanecer mucho tiempo más sin que la muchacha supiera que estaba allí, asique susurré el nombre de la joven mientras me levantaba lentamente con las manos por delante, abiertas.
-No me arrojéis nada, por favor. Solo quiero descansar y esta habitación es lo que Mariet ha podido ofrecerme hoy...- musité con el semblante serio cuando se dio la vuelta para mirarme.
No sabía cómo debía tratarla, y entre ser amable para recibir patadas o comportarme como normalmente lo hacía en los negocios prefería lo segundo, una actitud seria y sarcástica, dominante. No quería problemas con ella, y si rechazaba mi ayuda, era su problema, no tenía por qué herirme con sus palabras. No obstante, añadí.
-Deberiais secaros... estáis empapada. ¿Ha pasado algo?- comenté mientras me dirigía al baño y tomaba una toalla cualquiera.
Observé que el espejo de éste estaba roto, y por algún motivo, aquello me hizo apretar los dientes. Le lancé la toalla a Julianne y volví a sentarme en el sofá mientras me apartaba el flequillo de la cara. La preocupación porque me encontraran, añadiendo que a la chica también la buscaban y no sabía la razón, hacía que apretara los puños exageradamente, aunque no era consciente de ello. Supiré y miré a los ojos a Julianne. A penas veía sus rasgos por la penumbra de la habitación, pero su belleza seguía estando presente. De nuevo me pregunté cómo podía estar en aquel lugar trabajando, pasando de mano en mano. Por un momento odié el único cobijo que tenía. Un brillo de ira resbaló por mi mirada, pero lo eché con determinación al igual que había desechado la idea de llamarla por su nombre.
-No me arrojéis nada, por favor. Solo quiero descansar y esta habitación es lo que Mariet ha podido ofrecerme hoy...- musité con el semblante serio cuando se dio la vuelta para mirarme.
No sabía cómo debía tratarla, y entre ser amable para recibir patadas o comportarme como normalmente lo hacía en los negocios prefería lo segundo, una actitud seria y sarcástica, dominante. No quería problemas con ella, y si rechazaba mi ayuda, era su problema, no tenía por qué herirme con sus palabras. No obstante, añadí.
-Deberiais secaros... estáis empapada. ¿Ha pasado algo?- comenté mientras me dirigía al baño y tomaba una toalla cualquiera.
Observé que el espejo de éste estaba roto, y por algún motivo, aquello me hizo apretar los dientes. Le lancé la toalla a Julianne y volví a sentarme en el sofá mientras me apartaba el flequillo de la cara. La preocupación porque me encontraran, añadiendo que a la chica también la buscaban y no sabía la razón, hacía que apretara los puños exageradamente, aunque no era consciente de ello. Supiré y miré a los ojos a Julianne. A penas veía sus rasgos por la penumbra de la habitación, pero su belleza seguía estando presente. De nuevo me pregunté cómo podía estar en aquel lugar trabajando, pasando de mano en mano. Por un momento odié el único cobijo que tenía. Un brillo de ira resbaló por mi mirada, pero lo eché con determinación al igual que había desechado la idea de llamarla por su nombre.
Narim- Humano Clase Media
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Re: Malditos Bastardos [Libre]
- Casi me atrapan. - Me tomé un tiempo para seguir atormentándome con cada palabra. - Logré disuadir a los perros metiéndome en un estanque.
Seguí mi mirada hacia la ventana, de nuevo, con la mirada ausente. Volví a reparar en mi habitación, que por alguna extraña circunstancia había sido arreglada con una velocidad increible. Todo era aparentemente normal, salvo por un pequeño detalle, una rosa tirada en el suelo. Observé de nuevo mi dibujo, el que había hecho sobre los maderos. No, aquella rosa definitivamente no era la de mi premonición.
Me giré con parsimonia, las palabras de Marriet seguían clavándose en mi mente como aguijones de abejas.
" Tienes que hacerlo, u hoy o no habrá mas oportunidades. Si a mis oidos llegan palabras de que no se cumplió lo que te ordené, te sacaré yo misma a rastras. Sabes muy bien que tarde o temprano acabo enterándome de todo. Puedo buscar perfectamente a otra niña mas jóven que tu, una virgen si hiciese falta. - Acarició mi mejilla con los dedos, asperos y viejos como su alma. - No me gustaría perderte Julianne, gracias a ti soy mas rica que antes... - Su risa parecía atronadora, todo aquello ocurría antes de que hubiese entrado por la habitación.
Abrí de nuevo los ojos, y caminé despacio, pero con decisión hacia aquel jóven. Mi trabajo era seducir a los hombres, engañarlos o simplemente abrir mis piernas ante sus abruptas peticiones, en algunos casos masoquistas incluso.
Me deshice de mi camisa, aquella que el jóven con prisas me había tendido para ocultar mi cuerpo , dejando mi cuerpo al desnudo, salvo por aquella fina tela que acariciaba mis partes intimas. Si marriet me había ordenado aquello, lo tendría que hacer, dejando a un lado las estúpidas emociones que me arrancaban el alma a pedazos, dejandome guiar como una simple muñeca de trapo. Mi mirada ausente y triste adornaban mi rostro haciéndolo mas bello aún si cabía. Me senté a horcajadas sobre las piernas del jóven. Hoy él era mi cliente, todo estaba escrito, todo estaba pactado, no había vuelta atrás.
Seguí mi mirada hacia la ventana, de nuevo, con la mirada ausente. Volví a reparar en mi habitación, que por alguna extraña circunstancia había sido arreglada con una velocidad increible. Todo era aparentemente normal, salvo por un pequeño detalle, una rosa tirada en el suelo. Observé de nuevo mi dibujo, el que había hecho sobre los maderos. No, aquella rosa definitivamente no era la de mi premonición.
Me giré con parsimonia, las palabras de Marriet seguían clavándose en mi mente como aguijones de abejas.
" Tienes que hacerlo, u hoy o no habrá mas oportunidades. Si a mis oidos llegan palabras de que no se cumplió lo que te ordené, te sacaré yo misma a rastras. Sabes muy bien que tarde o temprano acabo enterándome de todo. Puedo buscar perfectamente a otra niña mas jóven que tu, una virgen si hiciese falta. - Acarició mi mejilla con los dedos, asperos y viejos como su alma. - No me gustaría perderte Julianne, gracias a ti soy mas rica que antes... - Su risa parecía atronadora, todo aquello ocurría antes de que hubiese entrado por la habitación.
Abrí de nuevo los ojos, y caminé despacio, pero con decisión hacia aquel jóven. Mi trabajo era seducir a los hombres, engañarlos o simplemente abrir mis piernas ante sus abruptas peticiones, en algunos casos masoquistas incluso.
Me deshice de mi camisa, aquella que el jóven con prisas me había tendido para ocultar mi cuerpo , dejando mi cuerpo al desnudo, salvo por aquella fina tela que acariciaba mis partes intimas. Si marriet me había ordenado aquello, lo tendría que hacer, dejando a un lado las estúpidas emociones que me arrancaban el alma a pedazos, dejandome guiar como una simple muñeca de trapo. Mi mirada ausente y triste adornaban mi rostro haciéndolo mas bello aún si cabía. Me senté a horcajadas sobre las piernas del jóven. Hoy él era mi cliente, todo estaba escrito, todo estaba pactado, no había vuelta atrás.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Malditos Bastardos [Libre]
No tengo palabras para describir lo que pasó despúes de las breves palabras de la joven. Todo lo demás desapareció cuando Julianne se sentó sobre mis piernas, dispuesta a darme lo que jamás hubiera imaginado. Me excité casi al instante, y comprendí que era inevitable hacerlo, sobretodo con ella delante. Tragué saliva con la mente en blanco, aunque sabía que algo no encajaba en la actitud de la joven ni siquiera me lo planteé. Me apoyé en el respaldo del sofá como para observarla mejor, sin aliento, y acaricié su espalda con suavidad, notando la humedad que aun la empapaba y la hacía estar fría. Toqué con las yemas de los dedos sus costados. Incluso magullada, parecía resplandecer con la poca luz que entraba en la habitación por la ventana, procedente de la luna. Noté cómo mi camisa caía al sofá y cómo mi garganta emitía un sonido casi ronco, procedente de un placer totalmente ajeno al contacto físico. Me deleitaba viendo a la muchacha como un chiquillo primerizo.
-Eres preciosa. ¿Lo sabes, verdad?- susurré.
La miré a los ojos, que me enfocaron como si volvieran a la realidad, pero sus labios no pronunciaron palabra. Cuántas veces le habrían dicho esas palabras. Parecía esperar que fuera yo quien tomara la iniciativa. Acerqué mi boca a su cuello y la besé con cuidado. Noté cómo se estremecía y Dios sabe que estuve a punto de continuar con aquello, pero una inquietante sensación me hacía estar más atento que otras veces a lo que ocurría. Tomé en brazos a Julianne, que me rodeo con las piernas las caderas y se aferró a mi cuello, apoyándo la barbilla en mi hombro. Olí su perfume y juro que me tembló el alma. La tumbé sobre la cama y fui yo quien se puso a horcajadas sobre ella, para observarla más atentamente intentando no herirla más. Paseé por sus pechos desnudos y subí por su cuello hasta llegar a los ojos. Lo que vi no me complació en absoluto. Me mordí los labios intentando controlarme y apoyándome en una mano, volví a acariciar su mejilla.
-He estado con muchas mujeres ¿Sabes?- comenté sin entender que estaba haciendo-. Muchas de ellas compañeras tuyas, cortesanas, y a ellas les gustaba lo que hacían. Pero tú... no entiendo qué haces aquí.
Mis palabras sonaron profundas en aquellas circunstancias. Utilicé un trato directo porque necesitaba que ella entendiera lo que intentaba explicar. Julianne me esquivó de pronto la mirada, pero sujetándole la barbilla la obligué a mirarme de nuevo. Busqué en sus ojos un indicio de algo, de odio hacia mi, algo que me dijera que estaba equivocado, pero solo encontré un vacío tan profundo que me estremeció.
-Desde que te vi aquí supe que no este no era tu sitio... pero incluso yo he hecho cosas que nunca imaginarías para sobrevivir- mi mirada se ensombreció momentáneamente al recordar los cadáveres de mi padre y hermanastra. Me incorporé con lentitud y me despeiné el pelo, una manía que había adquirido hacía tiempo, y que no podía quitarme. Miré a Julianne, que me miraba de forma diferente cada vez. No sabía qué esperar de ella, pero quería que entendiera que no la juzgaba por nada. Boqueó para decir algo, pero la callé con un sonido suave-. No hace falta que digas nada, yo solo... no soy capaz de tomarte si no lo deseas. No se lo diré a nadie si es lo que quieres...
Mi sinceridad me abrumó hasta a mi. Suspiré de nuevo y me dejé caer a su lado con un esfuerzo sobrehumano, atrayéndola hacia mi y dándola calor, ya que seguía estando helada y mojada, y parecía un poco sorprendida. Me quedé satisfecho sólo con eso... porque no esperaba conseguir más de ella en ningún otro momento. Tiré de las sábanas y la cubrí con ellas.
-Dame una tregua esta noche, por favor. Solo descansa a mi lado y no te pediré nada más hoy. Estoy tan cansado de discutir...-le rogué a la joven. Antes de que se negara añadí-. Mañana podrás tirarme más platos a la cabeza si es lo que te place, insultarme o lo que quieras, pero estoy agotado... Dame solo estas pocas horas. ¿Lo harás?
-Eres preciosa. ¿Lo sabes, verdad?- susurré.
La miré a los ojos, que me enfocaron como si volvieran a la realidad, pero sus labios no pronunciaron palabra. Cuántas veces le habrían dicho esas palabras. Parecía esperar que fuera yo quien tomara la iniciativa. Acerqué mi boca a su cuello y la besé con cuidado. Noté cómo se estremecía y Dios sabe que estuve a punto de continuar con aquello, pero una inquietante sensación me hacía estar más atento que otras veces a lo que ocurría. Tomé en brazos a Julianne, que me rodeo con las piernas las caderas y se aferró a mi cuello, apoyándo la barbilla en mi hombro. Olí su perfume y juro que me tembló el alma. La tumbé sobre la cama y fui yo quien se puso a horcajadas sobre ella, para observarla más atentamente intentando no herirla más. Paseé por sus pechos desnudos y subí por su cuello hasta llegar a los ojos. Lo que vi no me complació en absoluto. Me mordí los labios intentando controlarme y apoyándome en una mano, volví a acariciar su mejilla.
-He estado con muchas mujeres ¿Sabes?- comenté sin entender que estaba haciendo-. Muchas de ellas compañeras tuyas, cortesanas, y a ellas les gustaba lo que hacían. Pero tú... no entiendo qué haces aquí.
Mis palabras sonaron profundas en aquellas circunstancias. Utilicé un trato directo porque necesitaba que ella entendiera lo que intentaba explicar. Julianne me esquivó de pronto la mirada, pero sujetándole la barbilla la obligué a mirarme de nuevo. Busqué en sus ojos un indicio de algo, de odio hacia mi, algo que me dijera que estaba equivocado, pero solo encontré un vacío tan profundo que me estremeció.
-Desde que te vi aquí supe que no este no era tu sitio... pero incluso yo he hecho cosas que nunca imaginarías para sobrevivir- mi mirada se ensombreció momentáneamente al recordar los cadáveres de mi padre y hermanastra. Me incorporé con lentitud y me despeiné el pelo, una manía que había adquirido hacía tiempo, y que no podía quitarme. Miré a Julianne, que me miraba de forma diferente cada vez. No sabía qué esperar de ella, pero quería que entendiera que no la juzgaba por nada. Boqueó para decir algo, pero la callé con un sonido suave-. No hace falta que digas nada, yo solo... no soy capaz de tomarte si no lo deseas. No se lo diré a nadie si es lo que quieres...
Mi sinceridad me abrumó hasta a mi. Suspiré de nuevo y me dejé caer a su lado con un esfuerzo sobrehumano, atrayéndola hacia mi y dándola calor, ya que seguía estando helada y mojada, y parecía un poco sorprendida. Me quedé satisfecho sólo con eso... porque no esperaba conseguir más de ella en ningún otro momento. Tiré de las sábanas y la cubrí con ellas.
-Dame una tregua esta noche, por favor. Solo descansa a mi lado y no te pediré nada más hoy. Estoy tan cansado de discutir...-le rogué a la joven. Antes de que se negara añadí-. Mañana podrás tirarme más platos a la cabeza si es lo que te place, insultarme o lo que quieras, pero estoy agotado... Dame solo estas pocas horas. ¿Lo harás?
Narim- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 17/01/2010
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