AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Malditos Bastardos [Libre]
2 participantes
Página 2 de 2.
Página 2 de 2. • 1, 2
Malditos Bastardos [Libre]
Recuerdo del primer mensaje :
La mujer estaba ansiosa por llegar a la ciudad y quitarse aquellos ropajes de jovenzuelo. Pantalones marrones con una camisa y vendas oprimiendo su pecho, era lo que podía hacer para ocultar su feminidad. Su gorra, como aquellos jovenes que ella veía casi a menudo era el toque final que le daba aquel disfraz.
Sin saber como demonios salir de aquello en que se había metido, saltó antes de que el tren llegase a su destino, para no ser vista.
Con su pelo recogido caminó por la estación cabizbaja, para que al menos sus ojos no la delataran. Había perdido su dinero por el camino, había tenido tan mala suerte que unos majaderos la habían asaltado creyendo que era un jóven inexperto y frágil. Pese a todo lo ocurrido y con un par de costillas quebradas se acercó a una persona, aun con la cabeza gacha robándole su bolsa de monedas que llevaba muy a la vista. Era la única forma de volver a casa.
Sintió que alguien la seguía pues aligeró el paso hasta poder salir de la estación, donde supuestamente menos gente habría.
La mujer estaba ansiosa por llegar a la ciudad y quitarse aquellos ropajes de jovenzuelo. Pantalones marrones con una camisa y vendas oprimiendo su pecho, era lo que podía hacer para ocultar su feminidad. Su gorra, como aquellos jovenes que ella veía casi a menudo era el toque final que le daba aquel disfraz.
Sin saber como demonios salir de aquello en que se había metido, saltó antes de que el tren llegase a su destino, para no ser vista.
Con su pelo recogido caminó por la estación cabizbaja, para que al menos sus ojos no la delataran. Había perdido su dinero por el camino, había tenido tan mala suerte que unos majaderos la habían asaltado creyendo que era un jóven inexperto y frágil. Pese a todo lo ocurrido y con un par de costillas quebradas se acercó a una persona, aun con la cabeza gacha robándole su bolsa de monedas que llevaba muy a la vista. Era la única forma de volver a casa.
Sintió que alguien la seguía pues aligeró el paso hasta poder salir de la estación, donde supuestamente menos gente habría.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Malditos Bastardos [Libre]
Me rechazó, rechazó mi cuerpo. Sinceramente, aquello me destrozó por completo. Quizás era cierto aquello de que me estaba volviendo vieja, e inaguantable. Tanto que ni siquiera al ofrecer mi cuerpo lo tomaban sin rechistar. Y allí estaba yo, enmudecida por tal hecho, tumbada boca abajo en aquella cama, con aquel jóven a mi lado.
A la mañana siguiente abrí los ojos, la puerta estaba entreabierta y observé que bajo la puerta asomaba un trozo de papel. Era Marriet..
"Ponte bata, y baja recien despiertes. No despiertes al muchacho, de él me encargo yo."
Su mala ortografía la delataba, pese a que nadie en su sano juicio intentaría colocar bajo mi puerta un papel tan descaradamente.
Hice lo que me pidió, tomé una bata de seda, semitransparente y bajé las escaleras de puntillas. Aun era muy temprano y no quería oir como chirriaban las maderas del piso.
- Oh! Ma chèrie. ¿Qué tal estuvo la noche con el jóven.. Narim?
- Bien Madamme, aunque no acabo de entender el por qué no puedo recibir unas monedas por el trabajo.
Marriet, sonrió de aquella forma que tanto temíamos, no sabía a qué se debía tal "cita" en la mañana. Acaso iba a pedirme otro nuevo cliente sin pagar...? No, no sería justo por su parte.
- Crees que me acabo de caer de un árbol, querida..?
- No la entiendo, señora.
La madamme tomó su mano diestra y abofeteó mi rostro, seguido de un ademán brusco que hizo que abriese a posta mi bata.
- Jamás había visto que te acostases con un hombre y tu lencería quede intacta en tu cuerpo.
Miré mi cuerpo, y allí estaba la prueba de aquello. Aquella fina tela que acariciaba mi intimidad seguía puesta. Un error infantil que dió en el clavo desvelando aquella mentira.
Marriet, me dió un pequeño saco, con cuatro trapos y me tiró la ropa que había traido tras mi llegada de la estación, la ropa de chico.
- No quiero que vuelvas hasta la noche. Piensa bien en lo que hiciste... Puede que si no acatas las norbas del burdel te delate frente a los hombres de la otra noche... ¿O crees que se me ha olvidado?
Con un odio profundo, apreté los puños, intentando reprimirme. Tomé la ropa y asentí, de todos modod no tenía ningun otro lugar al que dirigirme.
- No Madamme, no volverá a ocurrir.
Agaché ,mi cabeza y me vestí para luego salir afuera, mi entrada estaba vetada hasta que cayese el día, tan solo me quedaba esperar en algun parque cercano.
A la mañana siguiente abrí los ojos, la puerta estaba entreabierta y observé que bajo la puerta asomaba un trozo de papel. Era Marriet..
"Ponte bata, y baja recien despiertes. No despiertes al muchacho, de él me encargo yo."
Su mala ortografía la delataba, pese a que nadie en su sano juicio intentaría colocar bajo mi puerta un papel tan descaradamente.
Hice lo que me pidió, tomé una bata de seda, semitransparente y bajé las escaleras de puntillas. Aun era muy temprano y no quería oir como chirriaban las maderas del piso.
- Oh! Ma chèrie. ¿Qué tal estuvo la noche con el jóven.. Narim?
- Bien Madamme, aunque no acabo de entender el por qué no puedo recibir unas monedas por el trabajo.
Marriet, sonrió de aquella forma que tanto temíamos, no sabía a qué se debía tal "cita" en la mañana. Acaso iba a pedirme otro nuevo cliente sin pagar...? No, no sería justo por su parte.
- Crees que me acabo de caer de un árbol, querida..?
- No la entiendo, señora.
La madamme tomó su mano diestra y abofeteó mi rostro, seguido de un ademán brusco que hizo que abriese a posta mi bata.
- Jamás había visto que te acostases con un hombre y tu lencería quede intacta en tu cuerpo.
Miré mi cuerpo, y allí estaba la prueba de aquello. Aquella fina tela que acariciaba mi intimidad seguía puesta. Un error infantil que dió en el clavo desvelando aquella mentira.
Marriet, me dió un pequeño saco, con cuatro trapos y me tiró la ropa que había traido tras mi llegada de la estación, la ropa de chico.
- No quiero que vuelvas hasta la noche. Piensa bien en lo que hiciste... Puede que si no acatas las norbas del burdel te delate frente a los hombres de la otra noche... ¿O crees que se me ha olvidado?
Con un odio profundo, apreté los puños, intentando reprimirme. Tomé la ropa y asentí, de todos modod no tenía ningun otro lugar al que dirigirme.
- No Madamme, no volverá a ocurrir.
Agaché ,mi cabeza y me vestí para luego salir afuera, mi entrada estaba vetada hasta que cayese el día, tan solo me quedaba esperar en algun parque cercano.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Malditos Bastardos [Libre]
Cuando desperté, ella no estaba a mi lado. Supuse que se habría apresurado a desaparecer de allí en cuanto expirase nuestro trato. Obviamente, nada la retenía al lado de un chico como yo a parte del dinero que podría ganar satisfaciéndome. Me desperecé y fui directo hacia el sofá. Tomé mi camisa y una vez en el baño me lavé y arreglé cuanto pude. Me quité la ropa, y en calzoncillos salí al pasillo, con las vendas y el alcohol que había cogido para curar a Julianne en la mano. Golpeé un par de tablas de las escaleras y observé la ropa que tenía guardada allí, junto al botiquín. Tomé ropa limpia y guardé todo en su sitio. Más tarde tendría que ir al río a lavar el polvo de la que había llevado el día anterior. Una cortesana que subía a su habitación me miró de arriba abajo y me besó la mejilla con una risa traviesa. Alcé las cejas mientras la observaba alejarse. Quizás debía acudir a su habitación aquella misma noche... no quería avivar más el odio de Julianne y sin embargo, sin mi presencia, debía suponer que habría otro cliente en su lecho. Eso me llenó de ira. ¿A cuantos se habría entregado con la misma disposición que conmigo? ¿Cuánto había sufrido esa chica, y desde cuando? Tenía que hacer algo. Entré en la habitación para arreglar un par de cosas y más tarde bajé a ver a Mariet. Ella ya me esperaba.
-Hola Don Juan. ¿Qué tal con Julianne?- la miré a los ojos preguntándome qué sabía y qué no. Decidí no mentirla.
-Me ha dado lo que ella quería- contesté con una sonrisilla, y supe que mi respuesta no agradó en absoluto a Mariet. No obstante dejó pasar el tema.
-Hablemos de tus deudas- supe que ese comienzo no era el mejor-. La habitación quedó destrozada anoche y a pesar de mis esfuerzos por arreglarla, aun queda una ventana rota...
-Yo no tuve nada que ver con eso- la corté.
-¿A caso me vas a negar que estuviste presente en el momento en que aquellos hombres entraron en la habitación? Julianne no tiene dinero, asique alguien tiene que pagarlo ¿no crees? Bueno, se lo retiraré de su sueldo de los próximos...
-No. Olvídalo. Yo lo pagaré- gruñí por lo bajo viendo la sonrisa de la mujer-. ¿Algo más?
-Más el favor que te hice ayer dejándote utilizar mis habitaciones sin cobrar, serán unos...- se acercó y me susurró una cifra.
Abrí los ojos desorbitadamente, pero sabía que no conseguiría que bajase ese número. Ella sabía perfectamente que no poseía tanto dinero y que tendría que esforzarme todo el día para conseguirlo. Golpeé la barra del local con un puño y salí del burdel con un portazo. Maldita zorra embustera. Había triplicado el precio de mi deuda y por si fuera poco, subido el coste de un cristal para tener ganancias. Por muy bueno que fuera en los negocios, Mariet era importante en la ciudad y sabía que no podía andarme con chiquilladas con ella. Intenté no pensar en lo que tendría que hacer para poder comer ese día y además pagarla.
-Hola...- dije con suavidad. No supe cuánto tiempo había andado, solo que de pronto, Julianne estaba allí, frente a mí. Aguanté la respiración preguntándome su reacción aquella mañana mientras observaba sus ropas.
-Hola Don Juan. ¿Qué tal con Julianne?- la miré a los ojos preguntándome qué sabía y qué no. Decidí no mentirla.
-Me ha dado lo que ella quería- contesté con una sonrisilla, y supe que mi respuesta no agradó en absoluto a Mariet. No obstante dejó pasar el tema.
-Hablemos de tus deudas- supe que ese comienzo no era el mejor-. La habitación quedó destrozada anoche y a pesar de mis esfuerzos por arreglarla, aun queda una ventana rota...
-Yo no tuve nada que ver con eso- la corté.
-¿A caso me vas a negar que estuviste presente en el momento en que aquellos hombres entraron en la habitación? Julianne no tiene dinero, asique alguien tiene que pagarlo ¿no crees? Bueno, se lo retiraré de su sueldo de los próximos...
-No. Olvídalo. Yo lo pagaré- gruñí por lo bajo viendo la sonrisa de la mujer-. ¿Algo más?
-Más el favor que te hice ayer dejándote utilizar mis habitaciones sin cobrar, serán unos...- se acercó y me susurró una cifra.
Abrí los ojos desorbitadamente, pero sabía que no conseguiría que bajase ese número. Ella sabía perfectamente que no poseía tanto dinero y que tendría que esforzarme todo el día para conseguirlo. Golpeé la barra del local con un puño y salí del burdel con un portazo. Maldita zorra embustera. Había triplicado el precio de mi deuda y por si fuera poco, subido el coste de un cristal para tener ganancias. Por muy bueno que fuera en los negocios, Mariet era importante en la ciudad y sabía que no podía andarme con chiquilladas con ella. Intenté no pensar en lo que tendría que hacer para poder comer ese día y además pagarla.
-Hola...- dije con suavidad. No supe cuánto tiempo había andado, solo que de pronto, Julianne estaba allí, frente a mí. Aguanté la respiración preguntándome su reacción aquella mañana mientras observaba sus ropas.
Narim- Humano Clase Media
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Re: Malditos Bastardos [Libre]
Me giré hacia la voz de aquel muchacho, negando con la cabeza. Aun se creía capaz de que sería su amiga pese a que había rechazado mi cuerpo..? Ni en miles de años se lo perdonaría, pero todo aquel rifirafe me trastornaba, estaba ya cansada de todo aquel juego de niños que me estaba costando el trabajo.
De pronto, una musiquilla lejana en aquel punto de la ciudad me hizo recordar algo. Algo que posiblemente me sacara a mi y aquel muchacho de la miseria atadura de Marriet. Le propuse un trato a regañadientes. Me acerqué a él, con la camisa ligeramente abierta, sin importarme si llevaba sostén o no.
- Te propondré un trato, Narim. Le alcancé con un par de simples pasos, mirándole a los ojos fijamente, buscando su mirada como si aquello me calmase, una absurda tontería.
- Un importante hombre de negocios ronda por la ciudad, creo que se trata de un jeque, busca entretenimiento, y yo puedo dárselo. Necesito que me ayudes en ello, conseguiré el dinero suficiente en unas horas como para mantener a Marriet lejos de nuestras vidas. Luego, no quiero ver tu cara nunca más.
Mis palabras sonaban duras, pero sabían en mis propios labios amargas como la hiel. Pero era lo único que repondría y supondría un cambio en nuestras vidas. No sabía como iría la cosa, si simplemente podría con reparar todos mis estropicios, o si me daba para mucho quizás eso supondría mi huida del burdel, aunque supusiese en algunas ocasiones un buen punto de encuentro, un sitio donde refugiarme, un lugar donde esconderme de mis perseguidores.
- Ese es el trato, ¿lo tomas o lo dejas...?
Mientras esperaba su respuesta, tan obvia como que mis cabellos eran negros como el ónice, sentí un escalofrío, quizás parte de un mal augurio, o quizás era por el fresco que hacía tan temprano en la mañana.
De pronto, una musiquilla lejana en aquel punto de la ciudad me hizo recordar algo. Algo que posiblemente me sacara a mi y aquel muchacho de la miseria atadura de Marriet. Le propuse un trato a regañadientes. Me acerqué a él, con la camisa ligeramente abierta, sin importarme si llevaba sostén o no.
- Te propondré un trato, Narim. Le alcancé con un par de simples pasos, mirándole a los ojos fijamente, buscando su mirada como si aquello me calmase, una absurda tontería.
- Un importante hombre de negocios ronda por la ciudad, creo que se trata de un jeque, busca entretenimiento, y yo puedo dárselo. Necesito que me ayudes en ello, conseguiré el dinero suficiente en unas horas como para mantener a Marriet lejos de nuestras vidas. Luego, no quiero ver tu cara nunca más.
Mis palabras sonaban duras, pero sabían en mis propios labios amargas como la hiel. Pero era lo único que repondría y supondría un cambio en nuestras vidas. No sabía como iría la cosa, si simplemente podría con reparar todos mis estropicios, o si me daba para mucho quizás eso supondría mi huida del burdel, aunque supusiese en algunas ocasiones un buen punto de encuentro, un sitio donde refugiarme, un lugar donde esconderme de mis perseguidores.
- Ese es el trato, ¿lo tomas o lo dejas...?
Mientras esperaba su respuesta, tan obvia como que mis cabellos eran negros como el ónice, sentí un escalofrío, quizás parte de un mal augurio, o quizás era por el fresco que hacía tan temprano en la mañana.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Malditos Bastardos [Libre]
El hecho de que supiera mi nombre, me pasó desapercibido en aquel instante. Supuse que se lo habría dicho Mariet. Escuché completamente atónito el trato que me ofrecía la joven. Pensé en la deuda que Mariet me había impuesto y lo beneficioso para mi que sería pagarla y largarme... ¿Pero a donde? Tras un rato de cavilaciones, concluí en que el burdel era el único sitio donde podría estar a cubierto dentro de la ciudad... y de cualquier modo, lo que Julianne me proponía me espantaba a más no poder. No pude ocultar una mueca de dolor cuando dijo que no me quería ver más, pero me repuse antes de contestar y esbocé una sonrisa irónica mientras abría mucho los ojos y afirmaba sumísamente.
-Claro que te ayudaré... claro que si...- a medida que hablaba mi semblante se tornó serio-. Me encantará ver cómo te ofreces a ese hombre, te amordaza y te viola y te lleva a su pais como séptima esposa. ¿Estás mal de la cabeza, Julianne?
No pude evitar pronunciar su nombre con una furia contenida que hasta a mi me asustaba. No podía soportar la imagen de Julianne sometida a otro, porque sabía cómo la tratarían, cómo se trataba a las cortesanas en aquella ciudad de mierda. Definitivamente, estaba loca si pensaba que iba a participar en aquello para salvarme. La chica pareció tomarse a broma mi comentario. La sujeté por el cabello no para hacerla daño, solo para que alzase la mirada.
- Me da igual que no quieras volver a verme nunca más. Lo cierto es que si haces alguna tontería como esta, no podrás evitar hacerlo, porque no permitiré que un jeque forrado en dinero y mujeres que le halagan a todas horas te ponga la mano encima- gruñí por lo bajo y la solté dándome la vuelta y frotándome el pelo con desesperación. Suspiré y me volví para mirarla a los ojos de nuevo-. Además tú eres la que menos lo desea de los dos...
Aguardé su respuesta comiéndome la cabeza en busca de una solución a aquello... y la tenía, pero no sabía si podría llevar acabo un buen plan aquella noche, sin ser yo el que me pusiera en peligro. Decidí esperar hasta asegurarme de que ella no iba a hacer tonterías... y mientras observaba su semblante, pensé que parecía mucho más mayor de lo que era, tal vez por su determinación a hacer lo que estuviera en su mano para sobrevivir, o tal vez porque en su dura vida, había tenido que crecer de golpe.
-Claro que te ayudaré... claro que si...- a medida que hablaba mi semblante se tornó serio-. Me encantará ver cómo te ofreces a ese hombre, te amordaza y te viola y te lleva a su pais como séptima esposa. ¿Estás mal de la cabeza, Julianne?
No pude evitar pronunciar su nombre con una furia contenida que hasta a mi me asustaba. No podía soportar la imagen de Julianne sometida a otro, porque sabía cómo la tratarían, cómo se trataba a las cortesanas en aquella ciudad de mierda. Definitivamente, estaba loca si pensaba que iba a participar en aquello para salvarme. La chica pareció tomarse a broma mi comentario. La sujeté por el cabello no para hacerla daño, solo para que alzase la mirada.
- Me da igual que no quieras volver a verme nunca más. Lo cierto es que si haces alguna tontería como esta, no podrás evitar hacerlo, porque no permitiré que un jeque forrado en dinero y mujeres que le halagan a todas horas te ponga la mano encima- gruñí por lo bajo y la solté dándome la vuelta y frotándome el pelo con desesperación. Suspiré y me volví para mirarla a los ojos de nuevo-. Además tú eres la que menos lo desea de los dos...
Aguardé su respuesta comiéndome la cabeza en busca de una solución a aquello... y la tenía, pero no sabía si podría llevar acabo un buen plan aquella noche, sin ser yo el que me pusiera en peligro. Decidí esperar hasta asegurarme de que ella no iba a hacer tonterías... y mientras observaba su semblante, pensé que parecía mucho más mayor de lo que era, tal vez por su determinación a hacer lo que estuviera en su mano para sobrevivir, o tal vez porque en su dura vida, había tenido que crecer de golpe.
Narim- Humano Clase Media
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Re: Malditos Bastardos [Libre]
Me limité a obtener como respuesta a sus insultos una sonrisa carente de sentido en mi rostro, lo que llevó al joven a tomarme del cabello. Era estúpido, insoportable, era…!!! Bufé por pura frustración pyendo cada palabra que profería aquel bárbaro.
- No sabes cómo tratar a una mujer.
Ladeé la cabeza y le miré entrecerrando los ojos una vez me soltó, colocando las solapas de aquella camisa como correspondían. En cierta manera, aquella provocación física contra mi persona hubiese supuesto acabar en la cama, pero jamás volvería a aguantar otro rechazo, es más, jamás me dejaría caer bajo el influjo de aquel joven, su mirada, ni… su cuerpo.
- No eres mi padre, ni mi hermano, así que déjate de ordenarme lo que quieres que haga y no. Es mi vida y así la enfoqué. No estás obligado a seguir mi camino, bien puedes irte y acostarte con las demás del burdel, de seguro que Mariet te recibirá con las piernas abiertas, digo… brazos.
Sonreí con pura socarronería. Sabía que seguiría mis pasos si eso era lo que le iba a llevar fuera de la vida que llevaba, que por alguna razón jamás me había cruzado con antelación con él, y ni siquiera había oído su nombre, tan solo en aquellos sueños, en aquellas visiones que tanto marcaban mi vida.
- Espero que por las buenas encuentres un carruaje. Ladronzuelo. Te esperaré en el parque a unas manzanas de aquí. No vengas con las manos vacías.
Le dije con ironías, y con un leve matiz de diversión en mis palabras. Me giré hacia la parte trasera del burdel y con un par de dedos (pulgar y corazón) silbé con fuerza mirando hacia arriba. Tanto las gemelas como Sheyla, mi gran amiga y confidente empezaron a lanzar pañuelos de colores por las ventanas, e incluso una de ellas me logró entregar unas monedas en una bolsa, junto con otras monedas que estaban enganchadas a una especie de cinturón. Un perfecto traje de bailarina exótica. Tomé aquellos trapos y los conseguí meter en una bolsa que llevaba, mirando hacia ambos lados para que nadie se diese cuenta de lo que estaba haciendo. Tomé un atajo hacia el estanque que había en aquel parque. Antes de mi encuentro con Narim, hice amago de uno de los dones que me habían sido otorgados al nacer. El don de la ilusión. Mi cuerpo, entonces parecía regenerado, como si nunca hubiese tenido ningún rasguño en mi piel.
- No sabes cómo tratar a una mujer.
Ladeé la cabeza y le miré entrecerrando los ojos una vez me soltó, colocando las solapas de aquella camisa como correspondían. En cierta manera, aquella provocación física contra mi persona hubiese supuesto acabar en la cama, pero jamás volvería a aguantar otro rechazo, es más, jamás me dejaría caer bajo el influjo de aquel joven, su mirada, ni… su cuerpo.
- No eres mi padre, ni mi hermano, así que déjate de ordenarme lo que quieres que haga y no. Es mi vida y así la enfoqué. No estás obligado a seguir mi camino, bien puedes irte y acostarte con las demás del burdel, de seguro que Mariet te recibirá con las piernas abiertas, digo… brazos.
Sonreí con pura socarronería. Sabía que seguiría mis pasos si eso era lo que le iba a llevar fuera de la vida que llevaba, que por alguna razón jamás me había cruzado con antelación con él, y ni siquiera había oído su nombre, tan solo en aquellos sueños, en aquellas visiones que tanto marcaban mi vida.
- Espero que por las buenas encuentres un carruaje. Ladronzuelo. Te esperaré en el parque a unas manzanas de aquí. No vengas con las manos vacías.
Le dije con ironías, y con un leve matiz de diversión en mis palabras. Me giré hacia la parte trasera del burdel y con un par de dedos (pulgar y corazón) silbé con fuerza mirando hacia arriba. Tanto las gemelas como Sheyla, mi gran amiga y confidente empezaron a lanzar pañuelos de colores por las ventanas, e incluso una de ellas me logró entregar unas monedas en una bolsa, junto con otras monedas que estaban enganchadas a una especie de cinturón. Un perfecto traje de bailarina exótica. Tomé aquellos trapos y los conseguí meter en una bolsa que llevaba, mirando hacia ambos lados para que nadie se diese cuenta de lo que estaba haciendo. Tomé un atajo hacia el estanque que había en aquel parque. Antes de mi encuentro con Narim, hice amago de uno de los dones que me habían sido otorgados al nacer. El don de la ilusión. Mi cuerpo, entonces parecía regenerado, como si nunca hubiese tenido ningún rasguño en mi piel.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Malditos Bastardos [Libre]
No puedo explicar la cantidad de blasfemias que se me vinieron a la mente. Por primera vez en mi vida quise abofetear a alguien o simplemente ahogarla en el estanque. Maldita cortesana cabezota... Mi humor decayó hasta el punto de hacerme patear un árbol. Maldita sea la hora en la que la conocí y maldito el momento en el que decidí protegerla.
-¡Joder!- solté mientras me dirigía a la parte trasera del burdel-. ¡No puede salir bien! ¡La matará! ¡La desollará! ¡La encerrará de por vida en una cárcel colgada del techo para que la vean sus amigos poderosos mientras echan timbas póquer!
Volví a patear una piedra que se interpuso en mi camino. Al final, mis ladridos se sofocaron. Simplemente apreté los dientes y dejé mi rostro inexpresivo. Al fin y al cabo el silencio era el peor de los castigos, y sin embargo, mi cuerpo rezumaba ira. Si pensaba que la ayudaría por mi propio beneficio se iba a llevar una sorpresa. Estúpida Julianne orgullosa y engreida. Me metí entre los árboles y pronto di con mi trampilla. Había construido esa especie de zulo porque sabía que no podría guardar mis armas dentro del burdel... a pesar de que me habría gustado mucho meter en un lio a Mariet. No esperaba tener que utilizarlo, pero me guardé un cuchillo dentro de las botas. Abrí una bolsa y tomé de ella unos pantalones un poco más decentes para el caso. Si me veían, al menos, que pensaran que era de una clase aceptable. No tenía la menor intención de ser capturado por desentonar entre jeques, y así, con una camisa medio abierta, pantalones robados y unas botas, me dirigí más al interior del bosque. "Busca un carruaje" me había dicho la muy... pues lo sentía mucho, pero no. Qué se creía, ¿que no tenía otra cosa que hacer que liarme a puñetazos con un hombre en el medio de la ciudad? Al cabo de un rato, aparecí en el sitio acordado subido en un precioso caballo negro. Miré a Julianne con seriedad.
-Sube, ahora- ordené, y quizás fue por mi mirada severa o por la linea marcada de mi mandíbula, pero no rechistó.
La tendí una mano para subirla a mis espaldas, e insté al caballo a dirigirse al camino principal que llevaba a donde supuestamente, las gentes como ese hombre se reunían con su séquito para hacer negocios. No quise pensar en lo que llevaría Julianne en su bolsa. Simplemente fui a un ritmo que creía llevadero para las costillas de la joven.
-Si de verdad necesitáis una calesa, asaltaremos a alguien de camino, si no, no pienso perder mi tiempo para que hagáis una aparición estelar en el campamento o lo que sea- gruñí-. Y no, no he robado el caballo. Es salvaje, asique no podía ponerle una silla de montar sin dejarme las piernas en el intento. ¿Vais a contarme vuestro gran plan?
-¡Joder!- solté mientras me dirigía a la parte trasera del burdel-. ¡No puede salir bien! ¡La matará! ¡La desollará! ¡La encerrará de por vida en una cárcel colgada del techo para que la vean sus amigos poderosos mientras echan timbas póquer!
Volví a patear una piedra que se interpuso en mi camino. Al final, mis ladridos se sofocaron. Simplemente apreté los dientes y dejé mi rostro inexpresivo. Al fin y al cabo el silencio era el peor de los castigos, y sin embargo, mi cuerpo rezumaba ira. Si pensaba que la ayudaría por mi propio beneficio se iba a llevar una sorpresa. Estúpida Julianne orgullosa y engreida. Me metí entre los árboles y pronto di con mi trampilla. Había construido esa especie de zulo porque sabía que no podría guardar mis armas dentro del burdel... a pesar de que me habría gustado mucho meter en un lio a Mariet. No esperaba tener que utilizarlo, pero me guardé un cuchillo dentro de las botas. Abrí una bolsa y tomé de ella unos pantalones un poco más decentes para el caso. Si me veían, al menos, que pensaran que era de una clase aceptable. No tenía la menor intención de ser capturado por desentonar entre jeques, y así, con una camisa medio abierta, pantalones robados y unas botas, me dirigí más al interior del bosque. "Busca un carruaje" me había dicho la muy... pues lo sentía mucho, pero no. Qué se creía, ¿que no tenía otra cosa que hacer que liarme a puñetazos con un hombre en el medio de la ciudad? Al cabo de un rato, aparecí en el sitio acordado subido en un precioso caballo negro. Miré a Julianne con seriedad.
-Sube, ahora- ordené, y quizás fue por mi mirada severa o por la linea marcada de mi mandíbula, pero no rechistó.
La tendí una mano para subirla a mis espaldas, e insté al caballo a dirigirse al camino principal que llevaba a donde supuestamente, las gentes como ese hombre se reunían con su séquito para hacer negocios. No quise pensar en lo que llevaría Julianne en su bolsa. Simplemente fui a un ritmo que creía llevadero para las costillas de la joven.
-Si de verdad necesitáis una calesa, asaltaremos a alguien de camino, si no, no pienso perder mi tiempo para que hagáis una aparición estelar en el campamento o lo que sea- gruñí-. Y no, no he robado el caballo. Es salvaje, asique no podía ponerle una silla de montar sin dejarme las piernas en el intento. ¿Vais a contarme vuestro gran plan?
Narim- Humano Clase Media
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Re: Malditos Bastardos [Libre]
Sonreí, sabiendo que aquello que proponía el joven era mejor idea de lo que yo había pensado. Quizás un carro hubiese sido de lo mas ostentoso para una “simple” bailarina, también oteé otras posibilidades como ir sobre un carro sin techo, como si yo me tratase de una escultura difícil de conseguir. Pero lo de ir sobre un caballo negro se me hacía una idea de lo más hermosa, pese al fin al que estaba destinado.
Por unos instantes recordé los corceles engalanados que tenía mi padre, en los tiempos en los que aun mi estima por él existía, de niña jugaba entre los caballos, pese a que no se me estaba permitido por el olor que desprendían las cuadras, aunque las mandasen a limpiar a diario. Volví de aquel recuerdo, lastimoso de antaño, y erguí mi mentón como estaba acostumbrada a hacer, pese a que mis ojos no pudiesen engañar como el resto de mi cuerpo, eso era una total pena. Mi tripa hizo un rugido, lo que me hizo recordar que llevaba tiempo sin comer. ¿Cuánto? No lo recordaba, simplemente no tenía tiempo para ello.
- Tengo que cambiarme, y tomar un baño, ya sabrás de ello mas tarde. – dije velozmente para que no se notase aquel rugido tan molesto. – guíame hasta una laguna, allí podré cambiarme. – observé su rostro contrariado. – Por favor. - Musité. Él era la única esperanza de conseguir algo de dinero, y si todo salía bien, sería una gran suma.
Le señalé el camino con mis manos, sin necesidad de tomar ninguna palabra hacia él, que con su simple olor corporal me estaba matando, y no por el mal olor, sino por atracción.
Una vez llegó donde le indiqué, me bastó una simple mirada para darle a entender que no le quería ver cerca. Cuando así fue, me desnudé, deshaciéndome de aquella incómoda ropa tal y como de aquella venda ensuciada. Lo dejé todo en el suelo, y me hundí en aquella agua, sintiéndome más como yo era en realidad, y no como aparentaba las 24 horas del día. Dejé mi respiración en la superficie para tomarme unos segundos bajo el agua, acto seguido subí y me acerqué a unas flores con aroma delicioso, las cuales tomé entre mis manos tomando de su perfume que inundaban mis pulmones. Aquellas flores, las introduje en el agua y las alcé sobre mí para dejar caer aquel reguero de agua con aromas naturales de flores, ahora me sentía limpia, me sentía mejor, salvo por un inconveniente. ¿CON QUÉ RAYOS IBA A SECARME AHORA? Dejé mi mente vagar por las infinitas posibilidades, cada una mas imposible que la anterior, me quedé pensativa, mientras aun metida en el agua, observaba mi propio reflejo en ella.
Por unos instantes recordé los corceles engalanados que tenía mi padre, en los tiempos en los que aun mi estima por él existía, de niña jugaba entre los caballos, pese a que no se me estaba permitido por el olor que desprendían las cuadras, aunque las mandasen a limpiar a diario. Volví de aquel recuerdo, lastimoso de antaño, y erguí mi mentón como estaba acostumbrada a hacer, pese a que mis ojos no pudiesen engañar como el resto de mi cuerpo, eso era una total pena. Mi tripa hizo un rugido, lo que me hizo recordar que llevaba tiempo sin comer. ¿Cuánto? No lo recordaba, simplemente no tenía tiempo para ello.
- Tengo que cambiarme, y tomar un baño, ya sabrás de ello mas tarde. – dije velozmente para que no se notase aquel rugido tan molesto. – guíame hasta una laguna, allí podré cambiarme. – observé su rostro contrariado. – Por favor. - Musité. Él era la única esperanza de conseguir algo de dinero, y si todo salía bien, sería una gran suma.
Le señalé el camino con mis manos, sin necesidad de tomar ninguna palabra hacia él, que con su simple olor corporal me estaba matando, y no por el mal olor, sino por atracción.
Una vez llegó donde le indiqué, me bastó una simple mirada para darle a entender que no le quería ver cerca. Cuando así fue, me desnudé, deshaciéndome de aquella incómoda ropa tal y como de aquella venda ensuciada. Lo dejé todo en el suelo, y me hundí en aquella agua, sintiéndome más como yo era en realidad, y no como aparentaba las 24 horas del día. Dejé mi respiración en la superficie para tomarme unos segundos bajo el agua, acto seguido subí y me acerqué a unas flores con aroma delicioso, las cuales tomé entre mis manos tomando de su perfume que inundaban mis pulmones. Aquellas flores, las introduje en el agua y las alcé sobre mí para dejar caer aquel reguero de agua con aromas naturales de flores, ahora me sentía limpia, me sentía mejor, salvo por un inconveniente. ¿CON QUÉ RAYOS IBA A SECARME AHORA? Dejé mi mente vagar por las infinitas posibilidades, cada una mas imposible que la anterior, me quedé pensativa, mientras aun metida en el agua, observaba mi propio reflejo en ella.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Malditos Bastardos [Libre]
A regañadientes obviamente, conduje al caballo por los senderos que la joven me marcaba. No tuve que mirarla para saber que me asesinaría si la seguía al interior del bosque. Me bajé del corcel y tomé una chaqueta larga que había puesto sobre el lomo del caballo a modo de silla de montar, porque si no podía amarrarle una de verdad, al menos necesitaba algo que amortiguase su trote. La sacudí y doblé correctamente para cuando la moza se dignara a regresar de su baño. Deseaba con toda mi alma que no le entraran aires de nobleza y se tirara media hora en el lago para luego regresar y pedirme que necesitaba sin duda alguna, una calesa para transportarnos al campamento. Ya me trataba como un criado como para encima soportar una actitud de superioridad en ella.
Desde luego, aquel día se me iba a hacer muy largo, y en mi interior seguía presintiendo que algo de todo ese enredo no iba a salir bien. No podía evitar sentirme inseguro con aquello, y el disgusto por tener que ser complice de algo que envolvía a Julianne y la ponía en peligro me hacía arder en rabia. Esperé pacientemente durante lo que deduje fue una media hora. Comencé a cansarme. Seguro que Julianne yacía tirada en la hierba y había decidido tomar el sol. Gruñí por lo bajo dando un último mordisco a las manzanas que había tomado de un árbol. Me introduje entre los árboles con unas cuantas piezas de fruta en las manos para la joven. Al menos no la dejaría morir de hambre. Me sorprendí al verla aun metida en el agua, y entorné los ojos mirándola con parsimonia. Maldito sea el honor que me hacía rechazar sus provocaciones.
-¿Ahora qué ocurre?- mascullé haciendo gala de lo molesto que estaba. Me regocijé viendo como Julianne se cubría con los brazos. La miré de arriba abajo con una sonrisa felina. Se merecía que la incomodara-. Entiendo. Iré a por algo para que os sequéis.
Volví minutos después con la chaqueta que había doblado. Adios a la comodidad. La abrí frente a Julianne y cerré los ojos para que saliera del lago. Cuando sentí a la joven metiendo los brazos por la prenda la envolví en ella y la dejé la comida en las manos. Su nuevo olor a flores me golpeó los pulmones obligándome a alejarme para deshacerme de la tentación de apartarle el pelo y besar su cuello... tomando lo que me había ofrecido la otra noche por la fuerza.
-No voy a esperar a que me deis las gracias... no voy a esperar gratitud en alguien sin sensatez- dije lanzándole una indirecta a su poca cordura con toda aquella trama-. Aun estoy esperando a que me iluminéis con vuestro plan de suicidio... digo... plan para salir de la miseria parisina.
Desde luego, aquel día se me iba a hacer muy largo, y en mi interior seguía presintiendo que algo de todo ese enredo no iba a salir bien. No podía evitar sentirme inseguro con aquello, y el disgusto por tener que ser complice de algo que envolvía a Julianne y la ponía en peligro me hacía arder en rabia. Esperé pacientemente durante lo que deduje fue una media hora. Comencé a cansarme. Seguro que Julianne yacía tirada en la hierba y había decidido tomar el sol. Gruñí por lo bajo dando un último mordisco a las manzanas que había tomado de un árbol. Me introduje entre los árboles con unas cuantas piezas de fruta en las manos para la joven. Al menos no la dejaría morir de hambre. Me sorprendí al verla aun metida en el agua, y entorné los ojos mirándola con parsimonia. Maldito sea el honor que me hacía rechazar sus provocaciones.
-¿Ahora qué ocurre?- mascullé haciendo gala de lo molesto que estaba. Me regocijé viendo como Julianne se cubría con los brazos. La miré de arriba abajo con una sonrisa felina. Se merecía que la incomodara-. Entiendo. Iré a por algo para que os sequéis.
Volví minutos después con la chaqueta que había doblado. Adios a la comodidad. La abrí frente a Julianne y cerré los ojos para que saliera del lago. Cuando sentí a la joven metiendo los brazos por la prenda la envolví en ella y la dejé la comida en las manos. Su nuevo olor a flores me golpeó los pulmones obligándome a alejarme para deshacerme de la tentación de apartarle el pelo y besar su cuello... tomando lo que me había ofrecido la otra noche por la fuerza.
-No voy a esperar a que me deis las gracias... no voy a esperar gratitud en alguien sin sensatez- dije lanzándole una indirecta a su poca cordura con toda aquella trama-. Aun estoy esperando a que me iluminéis con vuestro plan de suicidio... digo... plan para salir de la miseria parisina.
Narim- Humano Clase Media
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Re: Malditos Bastardos [Libre]
Le miré desafiante y tras secarme sin apartar la mirada de sus ojos, me giré para vestirme con aquellas ropas sedosas, pañuelos de colores que contrastaban con el color de mi piel, mi cabello y mis ojos de un azul intenso.
Una vez terminada, sequé mi pelo en aquellas circunstancias, sin mirar a aquel hombre que hubiese jurado que había aguantado la respiración durante un escaso segundo. Por unos momentos se había sentido mas sola aún.
Tras unos instantes eternos para mí, de un salto, apoyé las manos en el trasero del caballo y monté en él. Había momentos en los que mi forma de mujer era exhuberante, pero mis formas le quitaban toda parsimonia a aquellos actos. Era delicada, pero podía no serlo, y eso a ella le gustaba.
Recordé la forma en que se sentaban las mujeres nobles, cómo mi mamá aun cuando yo era pequeña, me enseñaba a montar como las verdaderas damas, pero año tras año había aprendido a montar caballo como una autentica amazona.
- Vas a subir hoy? o estas esperando que te amarre el pie con una cuerda?
con la soberbia latente en cada una de mis palabras y gestos tuve que aguantarmelo todo y dar un paso hacia atrás en el caballo. Dejándole paso al mozo que me acompañaba. Trencé mi cabello, en cascada cayendo por uno de mis hombros, en instantes como esos me era inevitable esconder mi naturaleza, mis orígenes griegos, pues había una mezcla en mis genes que además de exótica, inundaba de paz a cualquiera que me observase.
- Le robaremos, pero antes yo tendré que cautivarle, tu, harás el resto.
Dije entrecerrando los ojos, el exceso de luz que había entrado repentinamente en sus ojos me había hecho lagrimear.
Una vez terminada, sequé mi pelo en aquellas circunstancias, sin mirar a aquel hombre que hubiese jurado que había aguantado la respiración durante un escaso segundo. Por unos momentos se había sentido mas sola aún.
Tras unos instantes eternos para mí, de un salto, apoyé las manos en el trasero del caballo y monté en él. Había momentos en los que mi forma de mujer era exhuberante, pero mis formas le quitaban toda parsimonia a aquellos actos. Era delicada, pero podía no serlo, y eso a ella le gustaba.
Recordé la forma en que se sentaban las mujeres nobles, cómo mi mamá aun cuando yo era pequeña, me enseñaba a montar como las verdaderas damas, pero año tras año había aprendido a montar caballo como una autentica amazona.
- Vas a subir hoy? o estas esperando que te amarre el pie con una cuerda?
con la soberbia latente en cada una de mis palabras y gestos tuve que aguantarmelo todo y dar un paso hacia atrás en el caballo. Dejándole paso al mozo que me acompañaba. Trencé mi cabello, en cascada cayendo por uno de mis hombros, en instantes como esos me era inevitable esconder mi naturaleza, mis orígenes griegos, pues había una mezcla en mis genes que además de exótica, inundaba de paz a cualquiera que me observase.
- Le robaremos, pero antes yo tendré que cautivarle, tu, harás el resto.
Dije entrecerrando los ojos, el exceso de luz que había entrado repentinamente en sus ojos me había hecho lagrimear.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Malditos Bastardos [Libre]
Observé a la orgullosa y despampanante Julianne montar en el caballo de un solo salto. Se me escapó una leve sonrisa y negué con la cabeza. Aquella mujer era todo un misterio, y su belleza y aparente hostilidad hacia el mundo creaban en ella un atractivo que nadie se imaginaría con tales cualidades. Avancé a grandes zancadas hacia el caballo y subí a su lomo tratando de no aplastar lo que llevaba en la mano. Giré el cuerpo para mirar a Julianne y la laboriosa trenza que se estaba haciendo y le coloqué una flor del mismo color que su vestido en el pelo. Nos observamos en silencio, pero no pronuncié palabra alguna sobre lo guapa que estaba. Una chica como ella no podía no enterarse de cómo afectaba a los hombres aunque mantuviera silencio y solo pasara por delante de ellos. Suspiré intentando controlar el calor que me embargaba pensando en ella tan cerca de mi, y para no caer en tentaciones absurdas decidí continuar con mi habitual seriedad y sarcasmo y matizar mi enfado por aquella tontería que iba a cometer.
Guié en silencio al animal entre árboles y senderos. Procuré seguir las indicaciones de Julianne y manejar con precaución al caballo, llevándonos por parajes poco transitados para no meternos en problemas. Ya tenía suficiente con arriesgarme a llevar a una mujer conmigo fuera de la ciudad como para encima cruzarme con alguien que me reconociera. No quería volver a la cárcel ni a sus torturas. Los músculos de mis brazos y espalda se tensaron ante tales recuerdos, los de las vivencias que me habían hecho fuerte... y muy poco domable ante las injusticias. Solté todo el aire de golpe cuando divisé el campamento, nuestro objetivo. Ayudé a bajar a Julianne del caballo pese a que sabía que ella se bastaba sola.
-No necesitáis hacer nada para cautivarles- solté con brusquedad sin mirarla siquiera ni cambiar mi expresión hostil mientras improvisaba un amarre para el corcel salvaje y lo ataba a un árbol. Antes de que la joven me golpease me apresuré a cambiar de tema- No puedo acercarme más sin que sospechen algo raro o me arriesgue a que nos quiten el transporte. Sería una gran pérdida regalar este corcel... asi que lo dejaré aquí. Cuando todo termine regresaremos a este lugar y nos iremos antes del amanecer. ¿Lo has entendido?
No tenía más paciencia para andarme esperando sus órdenes. Esas eran mis condiciones. O las tomaba o las rechazaba, pero no quería más juegos ni despistes ni sucesos inesperados... tragarme mi rabia me era suficiente. Nos encaminamos sin tardanza al borde del campamento. Había guardias apostados en las entradas y ninguno de los dos teníamos la documentación necesaria como para ser bien recibidos entre jeques. Rodeamos el campamento y enseguida noté un punto flaco entre tanta vigilancia. Tomé la mano de Julianne, que jadeó, y tiré de ella para entrar corriendo por un entramado de rocas que respaldaba unas tiendas de campaña. En pocos segundos estabamos en el centro del bullicio. Parecía una ciudad diminuta en medio de la llanura, y en el ambiente se respiraba incienso y por encima de eso... riqueza y mucha lujuria y alcohol. Gruñí por lo bajo y miré a Julianne esperando instrucciones.
-¿Solo me necesitabais para entrar? ¿O queréis que os venda como esclava?- pregunté abriendo los ojos con cierto aire enfermizo. Entorné la vista y observé todo a mi alrededor por reflejo.... sintiéndome atrapado en un antro que no conocía y entre tantas carpas y hogueras.
Guié en silencio al animal entre árboles y senderos. Procuré seguir las indicaciones de Julianne y manejar con precaución al caballo, llevándonos por parajes poco transitados para no meternos en problemas. Ya tenía suficiente con arriesgarme a llevar a una mujer conmigo fuera de la ciudad como para encima cruzarme con alguien que me reconociera. No quería volver a la cárcel ni a sus torturas. Los músculos de mis brazos y espalda se tensaron ante tales recuerdos, los de las vivencias que me habían hecho fuerte... y muy poco domable ante las injusticias. Solté todo el aire de golpe cuando divisé el campamento, nuestro objetivo. Ayudé a bajar a Julianne del caballo pese a que sabía que ella se bastaba sola.
-No necesitáis hacer nada para cautivarles- solté con brusquedad sin mirarla siquiera ni cambiar mi expresión hostil mientras improvisaba un amarre para el corcel salvaje y lo ataba a un árbol. Antes de que la joven me golpease me apresuré a cambiar de tema- No puedo acercarme más sin que sospechen algo raro o me arriesgue a que nos quiten el transporte. Sería una gran pérdida regalar este corcel... asi que lo dejaré aquí. Cuando todo termine regresaremos a este lugar y nos iremos antes del amanecer. ¿Lo has entendido?
No tenía más paciencia para andarme esperando sus órdenes. Esas eran mis condiciones. O las tomaba o las rechazaba, pero no quería más juegos ni despistes ni sucesos inesperados... tragarme mi rabia me era suficiente. Nos encaminamos sin tardanza al borde del campamento. Había guardias apostados en las entradas y ninguno de los dos teníamos la documentación necesaria como para ser bien recibidos entre jeques. Rodeamos el campamento y enseguida noté un punto flaco entre tanta vigilancia. Tomé la mano de Julianne, que jadeó, y tiré de ella para entrar corriendo por un entramado de rocas que respaldaba unas tiendas de campaña. En pocos segundos estabamos en el centro del bullicio. Parecía una ciudad diminuta en medio de la llanura, y en el ambiente se respiraba incienso y por encima de eso... riqueza y mucha lujuria y alcohol. Gruñí por lo bajo y miré a Julianne esperando instrucciones.
-¿Solo me necesitabais para entrar? ¿O queréis que os venda como esclava?- pregunté abriendo los ojos con cierto aire enfermizo. Entorné la vista y observé todo a mi alrededor por reflejo.... sintiéndome atrapado en un antro que no conocía y entre tantas carpas y hogueras.
Narim- Humano Clase Media
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Re: Malditos Bastardos [Libre]
- Veo que por fin te has dado cuenta de mis pretensiones.
Comenté con una sonrisa, sabiendo que las palabras amargas de aquel muchacho tan solo eran un rudimentario modo de ser sarcástico, lo que no sabía esque su frase era real.
- ¿O prefieres que baile desnuda frente a los guardias para llamar la atención..?
Ante tal silencio, sacudí mis ropas, y tapé la parte inferior de mi rostro con un pañuelo del mismo color que mi atuendo, para así enfocar mas mi belleza ante mis ojos. Cuando el jóven se hubo ido, observé el lugar con calma, mezclandome entre la gente, los esclavos y las ancianas que cuidaban el lugar tan majestuoso que allí se presentaba.
Eran tiendas de campaña, claro estaba, pero allí se alzaba algo mas lejos un edificio de unas dos plantas, hermoso, lo que suponía que allí descansaba en mayor jeque de todos, y las tiendas tan solo era el refugio de los trabajadores. Aquello parecía una ciudad en miniautura, muy lejos de parecer parís, caminé como quien va por su casa, simplemente observando aquel lugar. Algunos me miraban con asombro que yo no entendía mientras vi a una anciana la cual se había caido al suelo junto con la fruta que cargaba.
- ¿Se encuentra bien buena señora...? - comenté preocupada, pues el golpe contra el suelo había sido fuerte.
- Si, querida... pero es lo mas que puedo esperar para lo que me queda de vida. - Aquello me dejó sin habla, comencé a curar a la mujer con cosas que los mismos niños me entregaban, niños que parecían tener el mismo rostro, quizás hijos del mismo padre. Recogí aquella fruta y la lavé en un barreño con agua pura y de nuevo se las entregué a la mujer la cual hizo un ademan para que me agachase y así ponerme a su altura.
- Debes irte hermosa... no dejes que te vean o serás esclavizada, mujer...
Los ojos vidriosos de la mujer hicieron que me estremeciera, peor no por ello iba a dejar la idea aparte. Le di un beso en la frente y todos los niños me rodearon, como si yo fuese una rara pieza de arte.
Comenté con una sonrisa, sabiendo que las palabras amargas de aquel muchacho tan solo eran un rudimentario modo de ser sarcástico, lo que no sabía esque su frase era real.
- ¿O prefieres que baile desnuda frente a los guardias para llamar la atención..?
Ante tal silencio, sacudí mis ropas, y tapé la parte inferior de mi rostro con un pañuelo del mismo color que mi atuendo, para así enfocar mas mi belleza ante mis ojos. Cuando el jóven se hubo ido, observé el lugar con calma, mezclandome entre la gente, los esclavos y las ancianas que cuidaban el lugar tan majestuoso que allí se presentaba.
Eran tiendas de campaña, claro estaba, pero allí se alzaba algo mas lejos un edificio de unas dos plantas, hermoso, lo que suponía que allí descansaba en mayor jeque de todos, y las tiendas tan solo era el refugio de los trabajadores. Aquello parecía una ciudad en miniautura, muy lejos de parecer parís, caminé como quien va por su casa, simplemente observando aquel lugar. Algunos me miraban con asombro que yo no entendía mientras vi a una anciana la cual se había caido al suelo junto con la fruta que cargaba.
- ¿Se encuentra bien buena señora...? - comenté preocupada, pues el golpe contra el suelo había sido fuerte.
- Si, querida... pero es lo mas que puedo esperar para lo que me queda de vida. - Aquello me dejó sin habla, comencé a curar a la mujer con cosas que los mismos niños me entregaban, niños que parecían tener el mismo rostro, quizás hijos del mismo padre. Recogí aquella fruta y la lavé en un barreño con agua pura y de nuevo se las entregué a la mujer la cual hizo un ademan para que me agachase y así ponerme a su altura.
- Debes irte hermosa... no dejes que te vean o serás esclavizada, mujer...
Los ojos vidriosos de la mujer hicieron que me estremeciera, peor no por ello iba a dejar la idea aparte. Le di un beso en la frente y todos los niños me rodearon, como si yo fuese una rara pieza de arte.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Malditos Bastardos [Libre]
Tuve que tragarme mi orgullo y enfado para alejarme de Julianne sin montar un espectáculo en medio del campamento. Me colé con facilidad entre las personas que habitaban temporalmente en el refugio y pronto tenía controladas todas las salidas, entradas y cambios de guardia del palacio principal. Había decidido hacer caso a la joven. Al fin y al cabo si ocurría algo malo sería sólo responsabilidad suya. ¿Por qué tenía que preocuparme por su seguridad? Ella no era nada mío... ella era una simple cortesana con la que había tenido la mala suerte de tropezarme. Daba igual si su belleza me embelesaba... no habría nada entre nosotros. Lo tenía decidido.
Mientras vigilaba mi objetivo, tracé un plan estúpido. Era un experto en negociaciones, y estaba seguro de que podría... tratar asuntos con el jeque, si conseguía penetrar en la fortaleza. Tras casi una hora de discutir con personas de aquí y allí, conseguí lo que pretendía. No tardé en localizar a Julianne... jugaba con los niños del campamento como si fueran sus propios hijos. No me permití conmoverme. Noté las miradas de muchos hombres clavadas en ella, y eso me enfureció. Pude leer en todos ellos las cosas que la harían si pudieran tenerla en su lecho. Atravesé la multitud y tomé del brazo a la joven. Me acerqué a su oido y su olor me relajó los músculos.
-He concertado una cita en el palacio. He convencido a varios soldados y consejeros de que tenía algo que ofrecer al jeque... y de que sin duda querría recibirme para ver qué es. He ofrecido mi cabeza en el caso de que lo que tengo para él no le satisfazca...- siseé con disgusto-. Así que ya puedes arreglártelas tú sola mientras yo trato de no ponerle un precio más alto a mi piel del que está en París.
Tiré de ella y la llevé hasta las mismísimas puertas del castillo. Los guardias riéron mientras me dejaban entrar, sin duda, augurando un horrible final para mí. Comprendí que el jeque era un hombre al que no le gustaba precisamente perder su tiempo... MUY exigente. Tragué saliva. Si querían atraparme, no tendría problema en saltar por uno de los balcones hasta huir, pero llevando a Julianne conmigo la cosa se complicaba. Tendría que vigilar que estuviera a salvo y a la vez protegerme a mi mismo. Aquello iba a ser más complicado de lo que parecía y esperaba que ella... lo entendiera. Antes de entrar, la pegué un tirón e hice que se apoyara en uno de los fríos muros de la puerta.
-Si ocurre algo que no está previsto, sabes dónde está el caballo. Hay una salida trasera por las cocinas del palacio...- me agaché y saqué de debajo de mi camisa una pequeña navaja. Me agaché y la oculté entre sus ropas evitando ruborizarme al mirarla desde abajo-. No quiero que corras riesgos innecesarios... ¿Está claro?
Me levanté y vi que fruncía el ceño, sin duda para reprocharme algo. Tomé su barbilla y la miré a los ojos con seriedad negando con la cabeza. Después, sin darle tiempo a replicar, la introduje dentro del palacio.
Mientras vigilaba mi objetivo, tracé un plan estúpido. Era un experto en negociaciones, y estaba seguro de que podría... tratar asuntos con el jeque, si conseguía penetrar en la fortaleza. Tras casi una hora de discutir con personas de aquí y allí, conseguí lo que pretendía. No tardé en localizar a Julianne... jugaba con los niños del campamento como si fueran sus propios hijos. No me permití conmoverme. Noté las miradas de muchos hombres clavadas en ella, y eso me enfureció. Pude leer en todos ellos las cosas que la harían si pudieran tenerla en su lecho. Atravesé la multitud y tomé del brazo a la joven. Me acerqué a su oido y su olor me relajó los músculos.
-He concertado una cita en el palacio. He convencido a varios soldados y consejeros de que tenía algo que ofrecer al jeque... y de que sin duda querría recibirme para ver qué es. He ofrecido mi cabeza en el caso de que lo que tengo para él no le satisfazca...- siseé con disgusto-. Así que ya puedes arreglártelas tú sola mientras yo trato de no ponerle un precio más alto a mi piel del que está en París.
Tiré de ella y la llevé hasta las mismísimas puertas del castillo. Los guardias riéron mientras me dejaban entrar, sin duda, augurando un horrible final para mí. Comprendí que el jeque era un hombre al que no le gustaba precisamente perder su tiempo... MUY exigente. Tragué saliva. Si querían atraparme, no tendría problema en saltar por uno de los balcones hasta huir, pero llevando a Julianne conmigo la cosa se complicaba. Tendría que vigilar que estuviera a salvo y a la vez protegerme a mi mismo. Aquello iba a ser más complicado de lo que parecía y esperaba que ella... lo entendiera. Antes de entrar, la pegué un tirón e hice que se apoyara en uno de los fríos muros de la puerta.
-Si ocurre algo que no está previsto, sabes dónde está el caballo. Hay una salida trasera por las cocinas del palacio...- me agaché y saqué de debajo de mi camisa una pequeña navaja. Me agaché y la oculté entre sus ropas evitando ruborizarme al mirarla desde abajo-. No quiero que corras riesgos innecesarios... ¿Está claro?
Me levanté y vi que fruncía el ceño, sin duda para reprocharme algo. Tomé su barbilla y la miré a los ojos con seriedad negando con la cabeza. Después, sin darle tiempo a replicar, la introduje dentro del palacio.
Narim- Humano Clase Media
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Re: Malditos Bastardos [Libre]
Tuve que guardar la compostura como lo que era, una puta, mientras aquel muchacho gritaba y gritaba como si estuviese enfadado siempre. Bien podría haberse negado a seguirme, pero no, su avaricia pudo más que él mismo y decidió seguirme, YO no era la culpable de sus fracasos, por lo que mi indignación ocultaba la rabia que me procuraba hacia aquel hermoso joven. No estaba acostumbrada a caer mal a las personas, y eso realmente me dolía.
Caminamos unos diez pasos más, y volví a encontrarme con uno de los niños que al parecer no decía palabra alguna.
- ¿Qué haces tú aquí? – Dije al niño, que efectivamente no hablaba y tan solo miraba a la puerta aferrándose a mi mano.
Observé al frente, y al tiempo que el niño me tomaba de la mano, salía un guardia de aquel gran salón, con una bolsa de oro que tiró a los pies de Narim y que tomó mi brazo para llevarme, junto con el niño hacia la gran sala. Intenté mirar hacia atrás, pero tan solo pude observar cómo yacía el joven con aquellas relucientes monedas de oro bajo sus pies.
Al pasar por la puerta, unas diez mujeres se abalanzaron sobre mí, con trajes y vestidos hermosos trapos y agua con jabón cuando se quedaron paradas, mirándose entre ellas con una sonrisa.
- Vaya, ¡es la única que viene preparada!.
- Su hermosura es natural, no hace falta maquillarla.
- Las joyas tampoco le harán justicia, está totalmente preparada.
Ciertamente aquello me acojonaba hasta límites insospechados, aquellas mujeres parecían querer usarme como muñeca, ponerme trajes y moldear mi pelo, pero al parecer tuve la verdadera suerte de haber sido así.
El niño tiraba de mi mano, mientras las mujeres cuchicheaban entre ellas, algunas deseándola suerte… MUCHA suerte. No sabía por qué demonios se encontraba en aquel lugar, tan solo creía que se iba a encontrar con aquel hombre para así poder engatusarle y robarle, pero no parecía ser tan fácil cómo creía. Cuando crucé la puerta, tras innumerables consejos de las mujeres que me pretendían ayudar, como postura erguida, mete tripa y ten los hombros en línea recta el niño soltó mi mano y al ver la majestuosidad de la sala tan solo pude hacer lo que las mujeres me recomendaron…
Espalda erguida, hombros rectos y caderas ligeramente inclinadas, cómo una bailarina árabe. Ah! Se me olvidaba, y cabeza gacha hasta que el Jeque no lo ordenase.
Aquellas riquezas me abrumaron, pero cuando vi el camino que trazaba el niño mientras corría a los brazos de… SU PADRE toda mi tranquilidad se vio crispada.
- Llegó a mis oídos que eras la mujer más hermosa que había pisado éstos lugares… (obviamente se refería a todo aquel campamento que lindaba con el palacio)
El niño apoyaba su brazo sobre aquel sillón/trono en el que estaba sentado su padre, con una amplia sonrisa que enmarcaba todo su rostro.
- Decidme vuestro nombre.
- Julianne, majestad.
- Oh! Además posees una hermosa voz, podrías enseñar a mis hijas el arte del canto…
- Pero señor yo…
- ¿Algo que objetar..?
- No. – “Si, hijo de puta, no quiero estar aquí, y ahora voy a tener que hacer de canguro¿!?”
El Jeque hizo un gesto con los dedos y rápidamente aparecieron de nuevo las mujeres de antes, llevándome hacia unas escaleras que conducían a los aposentos.
- Quiero que estés lista para la noche. – Dijo con voz terrenal, asquerosamente grave.
[/Font]
Caminamos unos diez pasos más, y volví a encontrarme con uno de los niños que al parecer no decía palabra alguna.
- ¿Qué haces tú aquí? – Dije al niño, que efectivamente no hablaba y tan solo miraba a la puerta aferrándose a mi mano.
Observé al frente, y al tiempo que el niño me tomaba de la mano, salía un guardia de aquel gran salón, con una bolsa de oro que tiró a los pies de Narim y que tomó mi brazo para llevarme, junto con el niño hacia la gran sala. Intenté mirar hacia atrás, pero tan solo pude observar cómo yacía el joven con aquellas relucientes monedas de oro bajo sus pies.
Al pasar por la puerta, unas diez mujeres se abalanzaron sobre mí, con trajes y vestidos hermosos trapos y agua con jabón cuando se quedaron paradas, mirándose entre ellas con una sonrisa.
- Vaya, ¡es la única que viene preparada!.
- Su hermosura es natural, no hace falta maquillarla.
- Las joyas tampoco le harán justicia, está totalmente preparada.
Ciertamente aquello me acojonaba hasta límites insospechados, aquellas mujeres parecían querer usarme como muñeca, ponerme trajes y moldear mi pelo, pero al parecer tuve la verdadera suerte de haber sido así.
El niño tiraba de mi mano, mientras las mujeres cuchicheaban entre ellas, algunas deseándola suerte… MUCHA suerte. No sabía por qué demonios se encontraba en aquel lugar, tan solo creía que se iba a encontrar con aquel hombre para así poder engatusarle y robarle, pero no parecía ser tan fácil cómo creía. Cuando crucé la puerta, tras innumerables consejos de las mujeres que me pretendían ayudar, como postura erguida, mete tripa y ten los hombros en línea recta el niño soltó mi mano y al ver la majestuosidad de la sala tan solo pude hacer lo que las mujeres me recomendaron…
Espalda erguida, hombros rectos y caderas ligeramente inclinadas, cómo una bailarina árabe. Ah! Se me olvidaba, y cabeza gacha hasta que el Jeque no lo ordenase.
Aquellas riquezas me abrumaron, pero cuando vi el camino que trazaba el niño mientras corría a los brazos de… SU PADRE toda mi tranquilidad se vio crispada.
- Llegó a mis oídos que eras la mujer más hermosa que había pisado éstos lugares… (obviamente se refería a todo aquel campamento que lindaba con el palacio)
El niño apoyaba su brazo sobre aquel sillón/trono en el que estaba sentado su padre, con una amplia sonrisa que enmarcaba todo su rostro.
- Decidme vuestro nombre.
- Julianne, majestad.
- Oh! Además posees una hermosa voz, podrías enseñar a mis hijas el arte del canto…
- Pero señor yo…
- ¿Algo que objetar..?
- No. – “Si, hijo de puta, no quiero estar aquí, y ahora voy a tener que hacer de canguro¿!?”
El Jeque hizo un gesto con los dedos y rápidamente aparecieron de nuevo las mujeres de antes, llevándome hacia unas escaleras que conducían a los aposentos.
- Quiero que estés lista para la noche. – Dijo con voz terrenal, asquerosamente grave.
[/Font]
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Malditos Bastardos [Libre]
-Espera... - musité, pero simplemente se me escapó de las manos sin darme oportunidad a decir nada más.
Mientras me agachaba para recoger el ansiado dinero de Julianne, no pude evitar alzar la vista para verla marchar. Miles de agujas de cristal me atravesaron el pecho, y estuve a punto de tirar la puerta abajo mientras se la llevaban. La bolsa de dinero pesaba en mi bolsillo, y quise tirarla al fuego y olvidar todo lo que estaba pasando. No entendía a Julianne. Mientras se iba, no se me había escapado la mirada de reproche que me había echado, como si todo aquello fuera mi culpa.
Apreté los dientes y salí del palacio a grandes zancadas. No sé cuanto tiempo tardé en ir hasta el caballo, dejar a salvo el dinero y volver a entrar. En un principio sentí la necesidad de alejarme de allí lo máximo posible, pero decidí que era incapaz de dejar a la joven cortesana sola. Imaginar la manera en la que se había expuesto para conseguir dinero, su pase a la libertad... me abrumaba.
Horas después de haberla visto desaparecer, me hallaba a los pies de palacio, en la parte trasera. Llevaba muchísimo tiempo estudiando cada palmo de pared, de adorno, de puerta del edificio. Según me habían dicho, el hombre con el que Julianne... el maldito bastardo con el que... agh. Apreté los dientes. Dormía en la habitación con balcón de la segunda planta. Mi objetivo estaba tan lejos de mi como yo de ser millonario, pero teniendo en cuenta la preocupación que me embargaba, mi racionalidad no hizo aparición. Me encaramé a un alfeizar antes incluso que recapacitar en mis manos desnudas, en los guardias vigilando, en la dificultad de trepar hasta allí y de la altura. No podía apartar los ojos de la ventana iluminada en la noche. Estaba alcanzando la ventana del primer piso cuando la primera flecha golpeó la pared en la que me encontraba. Estupendo. Tuve que hacer una maniobra desesperaba para despistar a los guardias que gritaban a mis pies.
Me encaramé a la ventana y entré en el pasillo al que daba. Cuando todos los soldados corrieron para penetrar en palacio, volví a salir fuera y seguí trepando. Uno de mis brazos sangraba en abundancia cuando llegué al balcón. La puerta estaba semiabierta y las cortinas blancas del interior ondeaban con el aire. Me tomé unos minutos para apagar mi respiración agitada y me atreví a observar el interior de la estancia. Suspiré al ver entrar a Julianne, guiada por una doncella. Por unos minutos, creí haber llegado tarde. El jeque salió de una sala tan bañado en colonia que hasta a mi me llegó el olor. Sentí ganas de vomitar, pero la presencia de Julianne, con su infinita belleza, era lo que atraía mi atención. Me toqué el pecho, sintiendo algo raro. Luego la tensión volvió a mis músculos al oir la empalagosa voz pronunciando su nombre. Nunca olvidaré lo que presencié después.
Mientras me agachaba para recoger el ansiado dinero de Julianne, no pude evitar alzar la vista para verla marchar. Miles de agujas de cristal me atravesaron el pecho, y estuve a punto de tirar la puerta abajo mientras se la llevaban. La bolsa de dinero pesaba en mi bolsillo, y quise tirarla al fuego y olvidar todo lo que estaba pasando. No entendía a Julianne. Mientras se iba, no se me había escapado la mirada de reproche que me había echado, como si todo aquello fuera mi culpa.
Apreté los dientes y salí del palacio a grandes zancadas. No sé cuanto tiempo tardé en ir hasta el caballo, dejar a salvo el dinero y volver a entrar. En un principio sentí la necesidad de alejarme de allí lo máximo posible, pero decidí que era incapaz de dejar a la joven cortesana sola. Imaginar la manera en la que se había expuesto para conseguir dinero, su pase a la libertad... me abrumaba.
Horas después de haberla visto desaparecer, me hallaba a los pies de palacio, en la parte trasera. Llevaba muchísimo tiempo estudiando cada palmo de pared, de adorno, de puerta del edificio. Según me habían dicho, el hombre con el que Julianne... el maldito bastardo con el que... agh. Apreté los dientes. Dormía en la habitación con balcón de la segunda planta. Mi objetivo estaba tan lejos de mi como yo de ser millonario, pero teniendo en cuenta la preocupación que me embargaba, mi racionalidad no hizo aparición. Me encaramé a un alfeizar antes incluso que recapacitar en mis manos desnudas, en los guardias vigilando, en la dificultad de trepar hasta allí y de la altura. No podía apartar los ojos de la ventana iluminada en la noche. Estaba alcanzando la ventana del primer piso cuando la primera flecha golpeó la pared en la que me encontraba. Estupendo. Tuve que hacer una maniobra desesperaba para despistar a los guardias que gritaban a mis pies.
Me encaramé a la ventana y entré en el pasillo al que daba. Cuando todos los soldados corrieron para penetrar en palacio, volví a salir fuera y seguí trepando. Uno de mis brazos sangraba en abundancia cuando llegué al balcón. La puerta estaba semiabierta y las cortinas blancas del interior ondeaban con el aire. Me tomé unos minutos para apagar mi respiración agitada y me atreví a observar el interior de la estancia. Suspiré al ver entrar a Julianne, guiada por una doncella. Por unos minutos, creí haber llegado tarde. El jeque salió de una sala tan bañado en colonia que hasta a mi me llegó el olor. Sentí ganas de vomitar, pero la presencia de Julianne, con su infinita belleza, era lo que atraía mi atención. Me toqué el pecho, sintiendo algo raro. Luego la tensión volvió a mis músculos al oir la empalagosa voz pronunciando su nombre. Nunca olvidaré lo que presencié después.
Narim- Humano Clase Media
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Página 2 de 2. • 1, 2
Temas similares
» La Tríada de los Malditos [Schmetterling Verner/Melkhior]
» Los bastardos de Ned (Búsqueda: 2/5)
» Quand la verité n'est pas libre, la liberté n'est pas vraie. [Libre para familiares y/o conocidos de Gèraldine]
» [libre]Siguiendo una pista, buscando una solución...[Libre]
» El Circo de los Malditos {Privado}
» Los bastardos de Ned (Búsqueda: 2/5)
» Quand la verité n'est pas libre, la liberté n'est pas vraie. [Libre para familiares y/o conocidos de Gèraldine]
» [libre]Siguiendo una pista, buscando una solución...[Libre]
» El Circo de los Malditos {Privado}
Página 2 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour