No respiro nada que no sea tu aire... (Adam Dupont)

Los ojos de Adam se posaron sobre los de la mujer cuando ésta se volteo. Ahora estaban frente a frente, superandole él por unos cuantos centímetros, no demasiados. Además no era de las que medían un metro cincuenta que tenía que agacharse prácticamente para poder besar, ella estaba a su misma altura, eso le agradaba todavía más. Las pequeñas tenían también su encanto, no iba a negarlo, más en ese momento se le pasarón varias cosas no demasiado "santas" por la cabeza cuando pensó en ella, él y una cama. Lo mismo de siempre. Cuando estaba frente a alguna mujer podía imaginarse cosas sí, más éstas aumentaban cuando notaba que por la otra parte no había indicios de rechazo. Aún así, tenía que andarse con "cuidado" de no comenter nada que pudiera desagradarla, acababan de conocerse.

Ya se aseguraría él de que se conocieran más a fondo. Todavía no sabía nada de ella, ni si se hospedaba allí, en otro hotel, si venía de invitada con alguien, si estaba prometida, casada, enamorada o cualquier otra cosa de su vida, por muy pequeña que fuese. Esos eran detalles que a medida que la noche avanzara irian descubriendo el uno del otro. Cabía decir que ella estaba en la misma situación que él pues, allí en otro país, si que no había lugar a que corrieran rumores de su persona. De eso estaba completamente seguro.

- Debo decir que me agrada demasiado la libertad como para que alguien sea mi chica - sonrió pronunciando estas últimas palabras con cierta especialidad mientras la miraba. Su cuerpo se aproximó al de ella disimuladamente; casi sin que pudiera percibirse como un movimiento natural - Oh ¿a caso se considera usted muy mayor? No sé que edad tendrá pero sea cual sea debo decir que es una de las vistas más hermosas que he contemplado en el salón - agarró su mano libre y besó de nuevo el dorso con cierta insinuación.

Al levantar la copa con motivo de brindar bajó la mano que agarraba la contraria más sin soltarla, utilizandola para darle un pequeño tirón y que se acercara a su cuerpo - Brindemos por esta noche, por este encuentro y quien sabe si por los que tengamos en el futuro - la junto a la suya lo justo para que se escuchara el "clink" y seguidamente tomó un pequeño trago. Sus ojos solo se cerraron por unos segundos mientras tragaba, alzando el rostro para que el trago fuera lento e insinuante.

Sonrió levemente y lo justo para que fuese algo sensual ante su descubrimiento. Realmente no había querido preguntarle su edad más la frase lo hizo por si sola. No le importaba demasiado, tampoco le sorprendió la que le dijo. Por su habla, caminar y el atuendo supuso que por mucho que se viera como una muchachita ya tenía la suficiente madurez de una persona que había superado un número específico, en este caso, el veinte. ¿Así que, veintitrés años? pensó Adam tomando un trago de su copa para que no se la notara la pequeña acentuación que había sufrido su sonrisa. - Yo tengo dieciocho, aún me queda mucho por aprender - Le agradaban las mujeres mayores, no solo las encontraba más sensuales sino que además acababa descubriendo algo nuevo. Siempre le enseñaban algo, él con gusto lo aceptaba porsupuesto.

No es que le desagradara ser el que siempre manejara la situación, para nada, pero él al igual que con los sexos siempre era muy abierto con las posturas. Un dilema que muchos acababan trayendose entre manos por querer ser los mejores y aparentar realmente lo que en el fondo no eran.

Por un pequeño lapso de tiempo se desconetó de la conversación, siempre acababa pasandole cuando se perdía consigo mismo y en este caso le molestó hasta cierto punto. Quería estar atento a los movimientos de su acompañante porque le resultaban interesante, así como a sus palabras. Solo su consciencia llegó a captar lo que dijo más para cuando fue a intervenir resultó ser tarde, prefiriendo así concentrarse en sus nuevas palabras.

Alzó una ceja involuntariamente ante la indirecta que le estaba ofreciendo. O bueno, realmente no sabía bien que se proponía con aquello. Pero él no dudaría en aprovechar la oportunidad como fuese.

Tiró algo más de su mano para que se acercara, muy disimuladamente - Oh creo que tiene razón madame, la noche ya empieza a decaer y posiblemente este cansada - estas últimas palabras las pronunció con cierto énfasis junto a su sonrisa, claro que siempre procuraba ser lo suficientemente discreto como para que sus gestos o movimientos no resultaran cantones. La evidencia de sus actos era algo que no acababa de agradarle, más cuando no lo pretendía. Cabe destacar que en ciertas ocasiones el descaro es evidente e irremediable.

Su rostro se aproximó algo más al de ella, todavía manteniendose a una distancia considerablemente prudente para lo que él estaba acostumbrado. O mejor dicho para lo que iban a estarlo esa noche. - Sin embargo, no puedo dejarla marchar sabiendo que se va totalmente sola, como buen caballero ¿me dejará acompañarla a sus aposentos? - de nuevo alzó su mano, lentamente, para volver a besar el dorso - Sería todo un placer - entrecerró sus ojos el tiempo que duró el beso, volviendo así luego a la postura que mantenían anteriormente.

De momento ya había descubierto una cosa; se hospedaba allí. Ahora le tocaría ir descubriendo otras sucesivamente y por el momento esa pretendía ser el número de su habitación.

Una sonrisa ligeramente coqueta apareció en los labios de Adam al escuchar el pequeño halago que la mujer acababa de regalarle. En cierto modo le había dicho discretamente que no lo consideraba un niño, un crio al que, tal vez, no invitaría a su habitación. ¿Le daba eso posibilidades? En el juego de seducción nunca se debían dar las cosas por echo o podías darte con un canto en los dientes, como ya le había pasado en algunas ocasiones. Pero de todo se aprende y para ganar primero has de haber perdido un par de veces anteriormente; ley de vida.

Sin más hizo una pequeña reverencia cuando ambos acabaron su copa y le ofreció el brazo como señal de que se agarrara a él. En ese momento estaba sumamente complacido, no solo por lo anterior si no porque había aceptado su petición, además de decirle el número de habitación. Poco a poco se iban sumando puntos en esa lista imaginaria que Adam tenía en su cerebro; una lista que solo él conocía y que posiblemente todo buen seductor se haría. Podías pecar de ingenuo o de demasiado ególatra, cualquier movimiento en falso podría estropear aquel buen ambiente que se acababa de crear entre ellos y lo más importante no era que se perdiera una noche, si no que se perdiera todas las que vendrían detrás. Además de los buenos momentos que seguro compartirian, por sus personalidades, intuyó que llegarían a ser buenos amigos en caso de que volvieran a verse fuera de Italia.

- No debe agradecermelo, como ya le he dicho, es un verdadero placer - la miró y le guiñó un ojo ligeramente divertido, tampoco quería que las formalidades pudiesen estropear el momento; aunque había a muchas damas que le agradaban todos aquellos remilgos. Sin embargo, Adam procuraba nunca perder su toque de jovialidad, el que consideraba que le diferenciaba de un posible pretendiente cuarentón; aparte del claro físico, obviamente.

No tardaron en llegar hacia el ascensor y él fue el qe pico a la planta 2, donde se situaban todas las habitaciones del doscientos al trescientos. Por suerte se encontraron solos así que se tomo la libertad de soltar su brazo para coger su mano con suavidad; cualquiera que les viera podría especular que eran una parejita - Creo que la mía empieza por tres, así que no estaremos demasiado lejos - murmuró y volteó ligeramente su rostro hacia el de ella sonriendo, les separaría únicamente un piso. Y aunque les separaran cinco para él seguirían estando igual de cerca.

El que ella le correspondiera a ese gesto de acercamiento le dió bastante buena señal a Adam además de confianza y seguridad. En resumen aunque el trayecto en ascensor solo durara un par de minutos pudo sentirse completamente relajado en su compañía, casi como si ya hubiesen estado juntos más veces. ¿Sería eso una señal de que la noche podría acabar muy bien? A menudo las corazonadas de él no fallaban y más cuando se generaba un ambiente como el que tenían ambos. En el corto camino hasta la puerta de la habitación una de las parejas que salió en una habitación les miró con una sonrisa, casi como diciendo que ellos entendían lo bien que se podía sentir al estar junto a la persona querida. Aquello le sorprendió, no demasiadas veces conectaba tan bien con alguien.

Al separarse sus manos no pudo evitar apretar la suya un tanto, como si esta se estuviese quejando porque la separaran de su "pareja" aun estando tan comodas. Se dispuso a decir algo tras sus palabras más escuchó un ligero sonido, sonido que vino acompañado de un movimiento por la parte femenina del todo provocativo ¿A caso no se dió cuenta de en qué posición quedaba? Se preguntó al tener su parte trasera completamente pegada a la entrepierna con el cuerpo de ella flexionado hacia delante. Antes de que pudiera darse cuenta ya se había agachado para recoger lo que fuese que se hubiera caído. Solo fueron unos segundos los que la miró agachada frente a él más si hubiese continuado corría el peligro de hacer un movimiento lo suficientemente descarado como para avergonzarla.

Para su mala fortuna la posición en la que quedaron ambos agachados y bien pegados no fue tampoco la mejor. Notó su mirada, la cual devolvió y seguidamente la ayudó a incorporarse habiendo cogido ambos la llave. Sus brazos estaban literalmente pegados, como si fuesen uno y la otra mano que él tenía libre acabó resposada en su cintura. Con suavidad guió a la de ella hasta la cerradura y metió el objeto por la ranura hasta que, tras dar las vueltas necesarias, se escuchó el ruido que hizo la puerta al abrirse.

En ese momento debió soltarla, sí, más no pudo. Estaban prácticamente pegados, como si se tratara de un par de imanes y se sentía tan bien que no pretendía alejarla de él - Que despiste..¿no? - sonrió suavemente tras su oreja en la cual susurró esas palabras - Creo que ya está abierta la puerta - le mandó una clara indirecta. Él le demostró sus intenciones al ponerle a prueba, ahora le tocaba a ella y su próximo movimiento dependia únicamente de lo que ella hiciera en ese momento. ¿Acabarían juntos?

Los ojos de Yulianna demostraban esa especie de ansiedad que tenía hacia él, como si no supiera exactamente el porque estaban tan pegados y sin duda no hizo falta respuesta a sus pensamientos pues lo entró en la habitación con una sutileza increible. Ambos estaban jugando muy bien aquella noche, sin embargo, no todo se basaba en juegos por lo que tarde o temprano tendrían que descubrirse mútuamente. Por el ligero beso que le dejó cerca de sus labios dedujo que no tardaría mucho en que eso ocurriera, más que nada, porque él no había llegado a Italia pensando en controlarse. Todo lo contrario. Había llegado para disfrutar de la estancia al máximo y eso la incluía, ella podía ser una parte muy importante de esa semana que permanecería allí.

Apretó la mano que mantenía agarrada atrayendola con ese gesto algo más hacia él y a la misma vez sonriendola pícaramente - No sé, dímelo tú - susurró y con su mano libre paso unos cuantos cabellos por detrás de la oreja correspondiente; dejando así libre todo un camino que no tardó demasiado en recorrer con sus labios.

La primera parada fue el costal de sus labios, tal cual ella había echo y ahora él continuó por su mejilla hasta su oído. Siguió por su cuello y acabó finalmente en la clavicula que no dudó en morder con suavidad. Se vería demasiado ansioso si antes siquiera de empezar ya le dejaba alguna marca, pero realmente ganas no le faltaron en ese momento. Posó la mano que antes había tocado sus cabellos en su cintura y, esta vez sí, demostrando ansiedad la pegó totalmente a su cuerpo al mismo tiempo que le mordía el cuello; la zona hasta donde sus labios se habían desplazado.

Procuró que sus colmillos la pincharan, casi como si se tratara de un vampiro pues había nacido con esas premolares tan especiales. Lamió la zona mordida y la re-mordió, estirandola para después continuar besando la zona. Hasta que ella le frenara o diera alguna señal no pensaba parar.

Ese beso por fin llegó. El beso que ambos habían estado deseando de manera oculta desde hacía ya rato y ella había sido la primera en dar el paso. Oh si, eso le gustaba ¡y tanto! la cosa empezaba a ponerse muy buena en esa habitación aunque todavía faltaba mucho por hacer. Mucho por hablar, sin necesidad de palabra alguna. Y mucho por sentir. Como dicen, la noche es joven y Adam sería el rey de ese pequeño paraíso que iban a montarse ambos.

Correspondió, con pasión y al mismo tiempo suavidad. La suvidad justa para no pasar a ser meloso o incordioso. La pasión justa para no sentir la necesidad de arrancarle la ropa y pasar directamente al cuarto o quinto acto. En esa obra no se podían pasar los actos intermedios, debían seguir un orden, por lo menos aquella noche. Con Yulianna convinaría la pasión con la delicadeza, si bien lo intentaría. Todo dependía de lo que ella le demostrara. No se conocían de nada. Por eso mismo iban a conocerse mucho mejor al acabar la noche. Conocerían el lado más oscuro de ambos y todo sin necesidad de formalismos o preguntas estúpidas. Las palabras sobraban en aquel acto.

Al separarse relamió sus labios. También los de ella. Y soltó una pequeña carcajada cuando escuchó ese tímido pero a la vez atrevido susurro. Que ironico; pensó. Él siempre consideraba a todas las personas tentaciones y a él no era la primera vez que le trataban de pecado. ¿Sería realmente un pecado? Lo fuese o no él estaba orgulloso de lo que hacía. De hacer disfrutar a otros. De provarlos. De dejar que lo provaran. De todo y de nada se había arrepentido nunca -que recordara-. Por eso mismo mordió su lóbulo y se dispuso a contestar el susurro - Y tú mi tentación, sin tí, no sería lo que soy - y tal como lo pensaba se lo soltó, claro que, seductora y provocativamente. Llevó una de sus manos hasta la cadera ajena para pegarla a su cuerpo y la otra cubrió parte de su cuello mientras sus labios atrapaban los ajenos en un nuevo beso.

El que presionara ambos rostros con su propia mano añadió pasión al acto mientras, lentamente, caminaba dirigiendose hacia el centro de la habitación. Tenía los ojos cerrados. Ni idea de hacia donde caminaba. Únicamente se dejaba llevar por el momento, cosa que nunca le había fallado. ¿Qué probabilidades había de que lo hiciese ahora?.

Su sonrisa se volvió algo ladina al escucharla hablar. Oh, aquello iba a gustarle mucho y más si ya solo al empezar podía deleitarse con esas palabras de ruego, sí, le encantaba que le rogaran. ¡Le gustaba todo! Que se le resistieran, que le rogaran, que le entraran, que se dejaran entrar ¿A caso había algo que no le gustara a este chico en cuanto al sexo? Parecía imposible pero cierto, inclusive con hombres, era una autentica locura por su parte que se acomodara a todo tipo de situaciones. Y esque todo era cuestión de experimentarlas. Gracias a su amplio abanico de situaciones sabía trucos que utilizar, manías, cosas que no se debían hacer. No fanfarroneaba nunca, eso sí, más tenía una gran experiencia para un muchacho que todavía no tenía el dos en su edad y por ello lo que si le gustaba era impresionarlas. Sutil, directa o indirectamente, daba igual la manera.

Se mordió el labio picarón y ladeó ligeramente la cabeza hasta volver a atrapar el cuello ajeno, mordisqueandolo al mismo tiempo que lo besaba con suavidad. También con algo de dulzura ¿Para qué? Obviamente para provocarla todavía más, ella le había pedido otro beso y él se estaba yendo por las ramas. Ramas placenteras si, pero al fin y al cabo otras ramas.

De nuevo sus pies echaron a andar pero se detuvieron a mitad del camino que tenía pensado. Se le había ocurrido otra cosa mucho mejor. - Dime.. - sus labios viajaron hasta su oido para susurrar y morder el lóbulo, haciendo un camino de lentas caricias - ¿Dónde quieres empezar? ¿Qué quieres hacer? Soy tuyo por esta noche y puedes hacer conmigo lo que desees - si, exacto, cualquiera diría que estaba actuando como un cortesano pero no ¡nada de eso! Quería sacar a relucir las intenciones de la mujer y esperaba escuchar con ello muchos más ruegos por caricias, por besos, por lo que fuese. - Soy completamente tuyo - vovió a besarla para, finalmente, cumplir con la petición y al mismo tiempo dejó sus manos reposadas en el trasero ajeno. Las nalgas del cual masajeó levemente con sensualidad y al mismo tiempo provocación.