No respiro nada que no sea tu aire... (Adam Dupont)

¡Dios! Como la estaba tentando esa mujer. Esa hermosa, hermosisima, mujer. Y quien dijera lo contrario simplemente se equivocaba. Con sus palabras y con sus caricias ya le estaba llevando a una potente erección pero cuando vió el coqueteo con la mirada ante esas copas de champange supo que eso no había echo más que empezar. Si ya estaba duro, dentro de un rato habría tenido el primer orgasmo de la noche, como mínimo. Eso sí, no sería el único el sentirse así porque pensaba hacerle "pagar" cada una de esas provocaciones y sensaciones que le estaba haciendo sentir. Porque él era bueno, muy bueno. Pero también podía ser malo, tan malo como quisiera. O como le provocaran.

A penas pudo saborear el champan porque el mirar como se desnudaba desdeluego merecía mucha más de su atención. Tuvo que esforzarse por no dejar la boca abierta como un autentico imbécil ¡Menos mal que estaba de espaldas! En ese momento realmente sintió que estaba con una autentica mujer y su corazón se aceleró un poco. No podía ir con esa misma seguridad con la que ataba a las jovencitas de su edad o algo menos. Simplemente no podía. Porque sabía que ella tenía más experiencia. De algún modo, aprendería algo. Alguna otra cosa como siempre pasaba cuando estaba en ese tipo de situaciones. Sí, puede que en ese momento se sintiera algo inseguro pero bien sabía que era bueno en lo que hacía. Se creía el mejor ¿Por qué no? Para ser o para hacer algo, en el fondo, solo tenías que creertelo.

Sus ojos se la comieron por completo. Recorrieron el liquido brillante que empezaba a recorrer su cuerpo y su insinuante figura postrandose en la cama. ¡Y él todavía llevaba el traje! Tenía que quitarselo a la de ya. Dejó la copa en el suelo. Se quitó los zapatos. Después la chaqueta a la cual precedió el desabrochar un par de botones de su camisa de franela. Y, antes de continuar, pensó que sería entretenido retarla a que acabara de desnudarla ella.

Lentamente bordeó la cama, con lentitud. Con sensual lentitud y de un ligero movimiento le quitó la copa de la mano para dejarla en la mesilla. Una vez libre de cualquier cosa que pudiera ser frágil, porque desdeluego sabía que ella era mucho más fuerte de lo que podía aparentar, prácticamente se abalanzó sobre ella cual animal que había cazado a su presa. Con ferozidad. En cuestión de segundos se colocó sobre su cuerpo y besó sus labios sin darle tiempo a que dijera nada. Se metió entre sus piernas. La obligó a abrirlas para él. Oh si, aquello solo había empezado.

La tenía a ella. Completamente a su merced y por la manera en que se abrió a él tenía claro que estaba dispuesta a todo lo que quisiera hacerle. ¡Y qué tentación! Se le venían demasiadas cosas a la cabeza. Tantas que no sabía por dónde comenzar. La observó por unos instantes, unos segundos y después volvió a atacarla. Esta vez su cuello. Lo cubrió con besos y mordiscos. La verdad es que el tener los premolares algo más salidos en momentos como esos se lo agradecía a quien fuese que se los hubiera concedido. Porque era algo con lo que le encantaba jugar. Dejar su marca en el cuerpo de con quien compartía cama no podía faltar y, quien sabe si sería solo una noche..todavía le quedaba una larga semana por pasar en Inglaterra.

Lentamente bajó con su boca por su cuerpo, concretamente, por el sitio en el que ella se había vertido el champan, obviamente, lamiendolo con su lengua. Y ya de paso dejando su rastro allá por dónde iba. Primero el cuello, después el pecho, seguido el ombligo y poco a poco llegaba a una zona algo más peligrosa ¿Qué hacer? Se preguntaba. Porque desdeluego se hubiese tirado en plancha a devorarla..sin embargo..quería aprovecharse de que ella fuese algo más mayor.

Una vez la dejó "limpia" subió por dónde había venido y besó sus labios. Sus manos se mantenían acariciandole la cintura y el vientre, Jugando con el elástico de la ropa interior como si fuese a quitandolo pero tentándola porque no lo haría. No a menos.. - Mmh..creo que voy a necesitar tu..consejo - susurró, soltando una pequeña carcajada. Pícaro. - Este jovencito es muy inexperto, necesitaré que me guies por tu cuerpo - habló en un tono ligeramente fingido, bromeando. Si, era jovencito pero ¿inexperto? Tendría que demostrar lo contrario más adelante. - ¿Dónde debería tocar? Vamos, madame, guieme..¿Dónde quiere que le de placer? - mordisqueó su mentón y continuó hasta su cuello. Definitivamente, no podía resistirse a esa zona.

Adam notó que la impaciencia de la chica empezaba a hacerse presente. Y la verdad es que él tampoco aguantaría mucho jugando. ¿Debía dar paso a..? En eso si que empezaban a entrarle dudas, pero no era precisamente la primera vez. Todo dependía del momento y la compañía que tuvieras. De la situación que se diera. No siempre podías saberlo todo y, obviamente, él no traía las cosas preparadas. O por lo menos no en esa ocasión. Tal vez en el burdel si le resultaba más fácil ese tipo de jueguecitos o el saber como desarrollarse, después de todo, aquel había sido su ambiente por más de tres meses. Ya se sentía como en casa ¡Mejor que en casa! Para según que cosas. Para otras no había nada como su casa y su familia. No todo en Adam era sexo.

No todo siempre y cuando no estuviera en la situación que se encontraba en ese momento. Sí, en ese momento era puro sexo. Puro fuego y pura lujuria era lo único en lo que podía llegar a pensar, dado el caso de que pensara. No. Solo actuaba. Simplemente era su cuerpo el que daba directamente las ordenes sin que pasaran por el cerebro. Y ya le pasaba en tantas ocasiones como esas que, sinceramente, había llegado a acostumbrarse. Lo mejor; dejarse llevar por lo que se sentía en cada momento. Y más, cuando no había nada que pudiese impedirtelo.

Lentamente fue deslizando sus manos hasta atrapar las contrarias, juntandolas y entrelazando los dedos. De esta manera obligó a alzarlas junto a las suyas por sobre la cabeza de ella, una a cada lado de su cuerpo. La manera más sutil que se le ocurrió en ese momento para que dejara de quitarle la ropa ¿Por qué? Pues porque tenía que ponerselo un poco dificil. Que hacerla sufrir un poco. A pesar de también estar ansioso sabía guardar las apariencias lo suficiente y quería ver un poco más de ese carácter suyo. A penas la conocía. A veces la cama resultaba el mejor sitio para conocer a una persona..Claro que si llegaba a decirle eso a otra persona, o le tomarían por pervertido -que lo era- o se reirían a su costa durante un buen rato.

Sin pensarlo más su cabeza viajó hasta el sostén y haciendo uso de los premolares que le habían sido otorgados empezó a morder las zonas cercanas al pecho. Las zonas muy cercanas. Haciendo un camino desde allí hasta el oído de Yulianna - ¿Has dicho algo? No te he oido.. - susurró, con algo de malicia en la voz y notandose que se aguantaba una carcajada. - Si no hablas no podré continuar.. no sé qué hacer..¿Dónde debo tocar? - presionó entonces ligeramente su pelvis con la entrepierna de ella en un momento en el que se acercaron y vió la oportunidad de provocarla, todavía más. Por otra parte, en estos juegos el compañero no era el único que lo pasaba "mal", Adam no era ni mucho menos de piedra y obviamente también tenía que controlarse. Sin embargo, la recompensa era ver que todo funcionaba tal y como a él le gustaba.

El juego se ponía de lo más interesante. Y el echo de haberla atado le dio a Adam una muy buena idea o, mejor dicho, lo que le dio la idea fue ver lo mucho que se excitaba cuando ella intentaba soltarse. ¡Wow! Gritó para si mismo, el roce en su entrepierna le vino como anillo al dedo a su pene que ya empezaba a hacerse grande. Los pantalones, por suerte, eran de una tela fina que no lo comprimía. Aun así tampoco lo sentía de lo mejor. Definitivamente, no lo sentía liberado hasta que no hiciese justamente eso, liberarlo de sus ropas. Y todavía no era el momento.

Correspondió a su beso con la misma intensidad y aprovechándose de ese momento de debilidad y aturdimiento la soltó. Se quitó la camisa, lentamente, desabrochándose los botones, uno a uno y sin desviar la mirada de la mujer. Para que se diera el gustazo de jugar un poco con él, tanto con la vista como con el tacto. Él no tenía porque ser el único que jugara y, aunque a ella le iban a gustar sus jueguecitos, no dudaba en que después también iba a querer tomar el mando.

Una vez estuvo fuera de su cuerpo la arrugó, aparentemente, como si fuese a tirarla a un lado. Pero tenía otros planes para ella. - Hm.. vamos a jugar.. - susurró mientras se inclinaba a besar sus labios, a acariciarlos con los suyos propios en varios movimientos. Soltó la camisa sobre el pecho ajeno y se dedicó a masajear los brazos de la mujer, estirándolos hacia arriba por encima de su cabeza. Dándole un suave y lento masaje para que se relajara, por el momento. Y en el punto justo ató sus manos a la cabecera de la cama mediante la camisa. Procuró hacer un fuerte nudo que no pudiera desatar y, para que negarlo, que tal vez le hiciese un poco de daño. Solamente el justo. Era una camisa suave por lo que ya de por si dudaba que fuese a dañarla demasiado. Solo necesitaba un poquito de dolor sexual que él mismo se encargaría de convertir en placer.

- Bien, bien. Ahora ya puedo empezar..No intentes soltarte ¿eh? - le guiñó un ojo de manera pícara, indicándole todo lo contrario. Cuanto más intentara soltarse más excitante se volvería la situación y más húmeda se pondría. Había representado demasiadas fantasías como para saber que no podían ser ajenos a ese tipo de cosas. Se separó de ella, dejándola allí, tumbada en la cama y él tumbándose a su lado. Contemplándola sin que ella pudiese hacer nada más que aguantarse y obviamente sin reprimir la sonrisa que le producía verla allí. Sonrisa que reflejaba los malos pensamientos que tenía en ese momento. Deslizó la yema de uno de sus índices por su cuerpo. Empezando por el cuello y acabando en su vientre. Iba a jugar de lo lindo.

Por cada movimiento que hacía la mujer más se excitaba Adam. Y eso que aún no lo había tocado prácticamente ni un pelo. Porque no le dejaba. La tenía atada y completamente a su merced. Le hacía desear algo que le daba en pequeñas cantidades contemplando así, en parte, su ansia porque fuese brusco. Si en ese mismo momento hubiese decidido penetrarla estaba convencido de que estaría listo para él. Podía verlo en sus ojos. En la respiración que subía y bajaba. En esos posiblemente duros pezones que tendría bajo el sujetador. Todo eso le hacía llegar a la conclusión de que lo deseaba tanto como él a ella. Sí, porque Adam en el fondo estaba igual. Por una vez, podía mantenerse ligeramente alejado y ocultar la excitación de su cuerpo. Por una vez. Normalmente, solía pasar al revés.

- ¿Sorprenderla? - chasqueó ligeramente la lengua, moviendo el rostro de un lado a otro en señal de negación - Creo que no está en la posición de demandar cosas como esas - fijo de nuevo su vista en ella. Concretamente. En sus ojos. Y la curvatura de sus labios se delineó en una media sonrisa. Maliciosa y ladina. - Además ¿No se lo dije antes? Necesito que me diga dónde tocar. Yo..no sé.. - se alzó de hombros poniendo cara de cachorrito perdido. Hacer algo de teatro en la cama siempre acababa resultando de lo más excitante aunque al final, llegado el momento, sabía que se caldearía más el ambiente. Todavía más.

Se inclinó sin moverse de su posición [tumbado de medio lado junto a la mujer] hasta que sus labios pudieron rozar los de ella. No los besaron, solo se rozaron. - ¿Aquí? - preguntó en un susurró, pasando a deslizar esos labios por toda su piel hasta que llegó a su cuerpo - O..¿será aquí? - besó la zona que cubría en ese momento y la fue recorriendo de arriba a abajo en pequeños besos. Lentos y alejados hasta llegar a la parte de su pecho, justo en el centro de ambos dónde no ocupaba sitio la prenda íntima. Allí depositó otro beso. - ¿Tal vez aquí? - alzó la vista unos segundos solo para contemplarla y enseguida volvió a su trabajo. Esta vez empezó a mover su cuerpo, a inclinarse sobre ella. Bajó con un recorrido de besos. Primero sus costillas, luego su vientre, seguido de su ombligo. Y finalmente llegando al kit de la cuestión. La parte baja de su cuerpo. Esa que podía traer tanto escándalo a según que personas. Personas que lo tacharían como indecoroso.

Suavemente y con agilidad se colocó entre sus piernas, sin obligar a abrirlas más de lo que fuese necesario. Puso cada mano en una de ellas las acarició. Ahora lo único que le separaba de su feminidad era esa ligera prenda interior. Elástico de la cual se inclinó para agarrarlo por el borde. Estirándolo y provocando que se chocara con su fina y blanquecina piel. No fue un "azote" doloroso ni mucho menos. A penas un suave golpecito. - Creo que empezaré por aquí.. - se relamió el costado de uno de sus labios y alzó la vista para mirarla.

- ¿Qué me dice, madame? ¿Cómo debo continuar? ¿Qué tengo que tocar? - al mismo tiempo que hablaba, insinuadamente acariciaba una de sus nalgas, pasando el dedo índice por el elástico de la prenda interior. Por el elástico de la parte baja.

Sonrió, pues su respuesta denotaba lo desesperada que estaba porque hiciera algo. Cualquier cosa. Pero que no se quedara quieto. "No pregunte. Haga" Y todavía seguía tratándolo con esa formalidad, parecía que no aprendía que una vez en la cama esa cuestión debía quitarse de en medio. Más tarde pensaba enseñárselo a base de algún que otro castigo. Castigo que no tenía pensado pero que, desde luego, no necesitaba demasiada preparación. Echándole mano a algo de improvisación siempre sacaba algo bueno. En el fondo, el sexo se basaba en improvisación porque, por muchas cosas que planees, al final nada sale como tú lo habías pensado. Y eso le había ocurrido ya demasiadas veces a Adam como para no tenerlo más que asumido. Al final, lo único que le quedaba era hacerse una idea y, finalmente, llegado el momento dejarse llevar por su cuerpo. Por su cuerpo y por el que fuese de su acompañante en ese instante.

Teniendo en cuenta que Yulianna estaba atada, no podría hacer demasiado. Sin embargo, sus gestos, palabras o acciones ya influían lo suficiente en el cuerpo de Adam. En su cuerpo y en su mente. Como para hacerle actuar de una u otra manera. Tal y como le había "ordenado" haría, le gustara o no le gustara.

Agarró la prenda íntima por el elástico, de nuevo, solo que esta vez con ambas manos situadas una a cada costado. Apartó su cuerpo del de ella lo suficiente como para que pudiera cerrarle y alzarle las piernas en el gesto que conllevó retraer esa fina lencería de su cuerpo. Unas sutiles braguitas muy a conjunto con el corsé que llevaba puesto. Adoraba la lencería femenina, desde luego para él, mucho más sexy que la masculina. Aunque claro, en su caso, todo era cuestión de saberle dar juego. Toda prenda que ocultaba una parte del cuerpo siempre podría parecer sexy, porque ocultaba algo. Y cuando ocultas según que cosas, otras pueden volverse mucho más interesantes. En el fondo no dejaba de ser más que parte del juego que formaba el sexo.

Una vez fuera la prenda interior volvió a hacerse sitio entre sus piernas. Esta vez cuando bajó la vista observó un panorama mucho más..¿apetecible?. Eso sustituirá el plato de la comida, Adam. Pensó para si mismo con una sutil sonrisa al mismo tiempo que se autoconfirmaba lo pervertido que podía llegar a ser ¡Una comida! Solo él podía pensarlo de esa manera. Y, dado que no conocía del todo a la mujer, prefirió no decirlo en voz alta. No quería asustarla ni sorprenderla. No quería hacer nada que no conllevase excitación. Y a veces el que calla otorga.

- Yo voy a jugar con esto.. - acercó un índice hasta sus ingles, paseandolo con la suficiente suavidad como para, posiblemente, provocarle un hormigueo - Si llegara el caso en que..no pudieses aguantar las ganas, solo tienes que decir "Adam fóllame" y tendrás lo que deseas ¿de acuerdo? - se inclinó hacia delante, colocando una mano sobre el colchón y valiéndose de eso para acercar sus labios a los de ella, en un suave pero juguetón beso. Si, definitivamente, jugaría con su sexo hasta desesperarla. Porque quería escucharla decir eso a toda cosa. La cuestión era ¿Cuánto podría aguantar él?.

En cuanto notó el cuerpo de la mujer tensarse supo que algo había echo mal. "Sé más delicado.." escuchó que le decía al oído tras un beso. No, definitivamente aquello no iba bien. ¡Él no podía contenerse! Y empezaba a darse cuenta de a lo que esa mujer se estaba refiriendo. Ella no era alguien que había contratado sus servicios. No estaban en el burdel ni era él un cortesano, ella se estaba acostando con él por propia voluntad y se le había olvidado. Se había olvidado de la clase de personas que le rodeaban. De que, con ellas, no podía hablar de esa manera porque reaccionaban mal. Ella no quería demostrarlo, pero posiblemente le había sentado mal el que le hablara de esa manera tan ruda y vulgar. Lo peor de todo es que a Adam le gustaba, sí, le gustaba esa mujer. Pero..le entraron dudas sobre si sería capaz de ocultarse durante el resto de la noche. Tendría que pensar en lo que decir y en lo que no decir. Aquello le hizo darse cuenta de que por muy cerca que estuviesen su mente estaba lejos, él no podía pensar como ellos. No era capaz de ser formal más que cuando estaba aparentando en un gran baile o para coquetear, pero en la cama todo eso se esfumaba ¿Y qué quedaba? El puro intinto. El trasfondo de su ser.

Apretó la mandíbula, juntando los dientes y ocultando su rostro en el cuello de la mujer. Pensaba. Pensaba en lo que hacer. ¿Continuar? Su cabeza le decía que no, pero claro su cuerpo le gritaba que no parase. ¡No pares imbécil, podrás hacerlo! Se decía así mismo, luchando entre ambos bandos. Algo que solía pasarle más a menudo de lo que le gustaba pero sin embargo muy pocas veces en situaciones tan comprometidas como esas. Sin más, deslizó las manos por su cuerpo hasta llegar al nudo que le había echo en las muñecas y lo desató, dejándola libre. Quitó por completo el agarre al mismo tiempo que se iba incorporando sobre ella y dejaba a la vista su rostro. Un rostro que mostraba algo de confusión mezclado con tristeza y una ligera furia por tener que parar. Porque su mente hubiese ganado en contra de lo que su cuerpo le pedía.

Cuando tuvo su rostro delante acarició su mejilla derecha con la mano correspondiente - Lo siento - susurró y se inclinó hasta besar sus labios en un gesto suave, casi se podría decir que cariñoso. Gesto que se esfumó en cuanto se apartó de su cuerpo, deslizándose hasta quedar sentado en el borde de la cama. - Será mejor que me vaya - murmuró ahora sin mirarla, alcanzando las prendas de ropa que había tiradas por el suelo entre las cuales estaba el vestido de la mujer y en un gesto involuntario una de sus manos echó la colcha hacia ella con el propósito de que se tapara. No quería mirarla o se moriría de vergüenza. Hacía mucho tiempo que no dejaba algo como aquello a la mitad y, en el fondo, había sido su culpa. Ahora solo tenía ganas de darse una buena ducha, meterse en la cama y olvidar lo ocurrido.

Cuando ya pensaba que todo estaba "perdido" la mujer avanzó un paso hacia delante sorprendiendo a Adam. Y tanto que le sorprendió. Se estremeció al sentir la caricia sobre su espalda y aun con su propia camisa en la mano no le dio tiempo a ponérsela antes de tenerla frente a él; tapada eso si. Con la propia sábana que él le había echado por encima instantes atrás ¿No le iba a dejar marchar? Aquello parecía demasiado extraño, aún así, se dispuso a escuchar atentamente sus palabras. Que, hasta cierto punto, no le sorprendieron. Sí, ya se había echo una idea de como era. Rectada. Ordenada. Fina. Delicada. Nada que ver con lo que él experimentaba a diario en el burdel y estaba claro que por un momento se le había olvidado que ella no era una de sus clientes. Que no estaban en el burdel y de dónde procedía. Aunque, realmente, ni siquiera se conocían. El nombre y poco más. Él de ella y ella de él. Ambos eran unos completos desconocidos dispuestos a pasar una buena noche en compañía. Noche que, sin duda, él había arruinado con sus grotescas palabras. Por eso mismo le sorprendió cuando dejó caer lo único que la tapaba, mostrando así su bello y fino cuerpo ante él. Le parecía tan delicado que no pudo ni mover las manos para tocarlo aun cuando ella se acercaba. Cada vez más y más cerca; hasta que finalmente sus labios se juntaron en un beso. Beso que si le dio la iniciativa de tocarla, concretamente, de poner sus manos sobre la cadera al mismo tiempo que cerraba las piernas. Presionó suavemente el cuerpo de la mujer, hacia abajo, logrando que lentamente se colocara sobre él de medio lado con sus hermosas piernas prácticamente colgando. Haberla puesto a horcajadas hubiese sido, de nuevo, un acto demasiado grotesco ¿O tal vez no? En cualquier caso, esta vez no iba a arriesgarse a fastidiarla cuando le había dado una segunda oportunidad.

La camisa ya había caído al suelo desde hacia un rato, obviamente, restándole toda la importancia y dándosela a ella que, por el contrario, si era merecedora de ello. - No nos conocemos pero.. - empezó a hablar, en parte inseguro por aquellas palabras pero también decidido. En todo caso él no se iba a mostrar diferente y si aquello definitivamente no le gustaba entonces ella se encerraría en el lavabo mientras él se marchaba para no volver a encontrarse. No tan íntimamente. Sería una lástima, sí, pero así era la vida. - ..creo que eres una mujer bellísima, tanto por dentro como por fuera. No necesitas todo eso para que un hombre te deseé como lo estoy haciendo yo ahora - una de las manos que se había depositado en su cintura se aventuró a empezar una caricia por el costado; de arriba a abajo sucesivamente. Y de manera extremadamente suave, a penas rozándole con la yema de los dedos. - Siento lo de antes, a veces no puedo controlarme. Y a mi también me gustaría seguir disfrutando de tu compañía.. - por un momento frenó sus palabras al mismo tiempo que se acercaba hasta su cuello para empezar una sucesión de pequeños besos que le llevaron hasta el oído. - ..aunque solo fuera por esta noche. - susurró, mordiéndole el lóbulo. Bien, ya había dado el segundo paso después del de ella ¿Y ahora? Debía esperar a que ella le confirmara para poder seguir avanzando. Y esta vez no se detendría; incluso hasta podría contenerse un poco.

Las palabras de la mujer no solo resultaron ser palabras para él. "Hazme tuya, Adam" Un gran escalofrío le recorrió todo el cuerpo sintiendo el deseo que ella le provocaba. Toda ella. Cada caricia. Cada roce. Cada movimiento. Cada cosa que saliera de su boca resultaba ser "musica" para sus oídos. Poco a poco su cuerpo fue cediendo, dejándose caer hacia detrás junto a ella. Con ese simple gesto notó como si toda la intranquilidad de segundos atrás se acabara de esfumar al chocarse contra el colchón. La tenía encima. Sus bocas bailaban y disfrutaba de cada beso que le daba. Así mismo de cuando se terciaba que bajaba hasta su cuello. Soltó un hondo suspiro sobre su oído al mismo tiempo que le daba una mordida y que sus manos se aventuraban a ir hasta el trasero ajeno. En ese momento recordó que la tenía completamente desnuda. Encima de él. ¡Wow! Cuántos hombres quisieran tener a una mujer como ella de la manera que él lo había conseguido. Increíble pero cierto. Por un momento no pudo creerse que le interesase. Sí, era guapo y todo eso. Pero a sus ojos debía verse como un crío que lo único que quería era un polvo. A pesar de lo que pensaba, ella no demostraba eso. Lo trataba con respeto. Con deseo. Con el mismo deseo que él tenía hacia ella.

Una de sus manos se aventuró a adentrarse en ese "rincón" mientras la otra acariciaba la nalga correspondiente con suavidad. Sus labios, por supuesto, no pararon quietos en el trozo de piel que tenía al alcance. Tan pronto dejaba marcas por su cuello como iba hasta sus labios para volver a tomarla. En cuanto notó la humedad de la mujer un par de dedos no pudieron resistir la tentación de acariciarla sobre las paredes vaginales. Sin profundizar, todavía. Primero extendería la humedad por todo el lugar y, en el momento justo, penetró con un dedo. El índice. Hasta el fondo haciéndose un hueco. Notando una vez más como esas paredes le aprisionaban. Su miembro, en protesta, dio un pequeño "brinco" aun bajo la ropa interior. Posiblemente estaría húmedo. Protestaba porque tenía envidia de ese dedo que ya la había penetrado. A veces le daba la sensación de que su "cosa" iba por separado ¡Sí! por eso no podía mantenerla a ralla en los momentos necesarios. En ese, por suerte, daba igual que se manifestara ya que ella sabría muy bien como le ponía con sus caricias. - Quiero hundirme en ti - susurró en un lapsus momentáneo sobre su oído. Con la mano que tenía libre bajó a duras penas la ropa interior hasta que su masculinidad fue liberada, chocando directamente con el vientre femenino. ¿Lo habría notado ella, no? La quería sobre él, todavía más si se podía. A horcajadas. Quería verla penetrarse con su ayuda. Quería que le montara. Y simplemente lo soltó - Hazme tuyo - mordió su cuello tras decirlo. Una manera muy sutil esta vez de decirle que se montara encima de él. Porque, de haberlo dicho como le salía. Hubiese parecido que le estaba hablando a un caballo. Otro posible comentario inapropiado.