La espada del Rey: Inicio

Escuche con atencion al Señor Andrews, y asenti al estar deacuerdo. Toda precaucion es insuficiente ante la amenaza que nos rodea, y cualquier error puede ser fatal. Segui al brujo por su tunel, ya que mi percepcion no habia fallado, y sonrei. Las antorchas iluminaba mi rostro y lo unico que anhelaba es que salieramos rapido. Teniamos que confiar unos en otros, aunque hace solo un instante eramos unos desconocidos. Mientas la Señorita Loud nos indicaba el lugar de encuentro, mire a mis compañeros de travesia por un momento. Note la mirada de la joven gitana y su sonrisa; conteste con cortesia a su detalle, sonriendo tambien. Ahora eramos equipo, y tenia que confiar en ellos. Pense rapidamente donde estaba el carruaje, y recorde que a dos calles de alli, correriamos lo mas rapido que pudieramos y llegariamos primero al Hotel donde me estaba quedando. Pense en Carlotta, mi aprendiz, y sabia que no estaba lista para llevarla, tendria que explicar rapido y sin detalle. Despues le escribire una carta. Sabia que no podia dar vuelta atras, y solo anhelaba, que esta alianza permaneciera mas tiempo de lo que podia intuir, tarde o temprano, los intereses egoistas, por mas bondadosos que parezcan, nos harian dividir. Solo esperaba que eso no sucediera pronto.

Mire al joven Kimura, y la la señorita Redexmont. Una bruja, un lican y un humano, listos para arriesgar todo, en esta extraña aventura.

*senti un vuelco en el estomago, muchas imagenes pasaron a mas de 100km/hr por mi cabeza cuando el Sr. Andrews hizo el hechizo para transportarnos, de repente mi cuerpo se quedo estatico pisando el cesped, el are freesco me devolvio la serenidad y el color me supongo, quede muy cerca de Amaris, sonrei al sentir una leve brizna y enseguida Rayner nos ponia al tanto de como ibamos a quedar en lso grupos, yo no conocia a nadie, y confie en su sabia desicion, al escuchar que Amaris iria con la Srita . Pers y Andrews, le di una mirada de animo, subitamente di un paso a un costado para quedar con el joven Kimura y la Srita. Montobello *

-Parece que tendremos muchas visisitudes a partir de aqui

* dije mirando el tunel alumbrado por antorchas *

*mire la verstimenta de Amaris, luego al Sr. Andrews y a Kimura, rayos, yo quiero unos de esos, pensaba para mi misma al sentir mi estorboso vestido rozar con los bordes de las paredes al caminar por la estrechez del tune, mentalmente me preguntaba si Aurora tendria vestimenta comoda en su mansio, algo sencillo que pudiese usar y no ser diezmada en la accion por tanta tela y encaje innecesario*

-Voy detras tuyo, avanza con cuidado

* le decia a Kimura, ciertamente aparentaba ser muy joven, pero tenia una gran personalidad y la seguridad que emanaba de su entorno fisico, me dejaba mas traqnuila, muchas habilidades debia poseer al igual que Aurora, ella guiaba nuestros paso, la noche le pertenecia *

*al pensar en la " noche", mi piel se puso tremula, una unias largas iban u venian de mis manos, el corazon casi me saltaba del pecho...........faltaban solo unos dias para la luna llena*

[[ siento mucho la tardanza, estaba sin pc ]]

Salimos al bosque, pero a un lugar desde donde podíamos divisar la ciudad. La cercanía del bosque era como un remanso de paz para mí. El lugar donde encontrar la protección, donde había aprendido a moverme. Observé la luz que se colaba por las hojas de los árboles. Era una luz escasa, lo suficiente como para que Persefone no tuviera problemas en burlarla y no resultar herida.

Observé como Rayner y la señorita Montobello crean el hechizo de localización. Así al menos, sabríamos donde encontrarnos los unos a los otros en caso de que nos alejásemos demasiado. Bostecé y me apoyé en el tronco de un árbol mientras escuchaba lo que Rayner le decía a la hermosa Freya. La verdad, jamas había visto una transformación de hombre lobo pero, seguramente, la ropa acabaría destrozada por doquier.

Fue en ese momento cuando lo sentí. Acostumbrada cazar en el bosque como estaba, sabía cuando un posibles depredador me acechaba. En el momento en que salté hacia el túnel tras Rayner y Persefone, cinco hombres cayeron al suelo. Me giré alarmada y apreté el arco con fuerza mientras que con la otra mano me preparaba para cargar una flecha. Me reuní con e resto de mis compañeros, que ya estaban alerta.

Todos los recién llegados llevaban el símbolo que Rayner nos había enseñado anteriormente en su tienda. Todos tenían el cabello rubio y eran perfectamente humanos. Al menos, hasta que llegó el último componente del grupo, cuyos ojos rojos y su aura maléfica lo delataron como un poderoso y malvado vampiro.

-Usted no debe viajar, Señor Rayner-dice, amenazadoramente,escrutando el rostro del brujo con sus ojos rojos.

Rayner se preparó para la batalla inminente. De sus manos nacieron dos esferas que se quedaron ahí, inmóviles, aguardando las órdenes de su creador. Yo no me demoré más. Cargué la flecha en el arco y apunté al hombre rubio que más próximo tenía. Si soltaba en ese instante la atravesaría la cabeza.

Tragué saliva y apunté bien. No podía fallar.

La refriega comenzó y mis compañeros entraron en ella de lleno, luchando ferozmente. Kimura y me sorprendió con sus venenos, sin duda era un chico con recursos. Anonadada ante la escena que estaba presenciando, descuidé mi propia protección y me dediqué a observar como Persefone luchaba con fiereza y como Rayner empleaba sus trucos para destrozar las armaduras de aquellos hombres. Cuando quise darme cuenta, uno que era bastante horrible venía hacia mi a toda prisa.

-¿Y tú, qué, preciosa?-dijo con su voz gastada, tan fea como su apariencia-¿Qué sorpresas tienes para mí, ricura? ¿Vas a apuntarme con tus flechas?-dijo, al mismo tiempo que preparaba su ballesta y me apuntaba con ella.

Ambos inmóviles, apuntándonos el uno al otro. Cualquier paso en falso acabaría con la vida de uno de los dos, pero mis hermanos me habían enseñado a ver a través de los ojos de mis enemigos. Y es garcías a eso lo que me advirtió de que su flecha saldría disparada hacia mi pecho segundos antes de que lo hiciera.

Rodé por el suelo en una cabriola imposible y me puse en pie con rapidez, a tiempo de esconderme detrás de un árbol mientras su segunda flecha se clavaba en la gruesa corteza de este. Cargué mis propias flechas en el arco y contuve la respiración, indecisa.

-Ven, niña de plata, ven-canturreó el hombre-. Cuanto más te alejes menos podrán ayudarte tus amigos...

Desesperada miré en derredor buscando una escapatoria. Entonces vi la gruesa piedra a mis pies y me agaché para cogerla con rapidez. Elegí el lado por el que iba a salir y la tiré al contrario. La piedra golpeó los arbustos que se movieron y en seguida la flechas del hombre horrible comenzaron a caer sobre ellos.

Salí de mi escondite y disparé a su pecho sin armadura, clavándosela a la altura del corazón. El hombre gritó de dolor y me dio tiempo a cargar otra flecha para disparársela, pero él ya me esperaba, sangrante, enfurecido y herido, pero con una sonrisa asesina en el rostro. Ambos disparamos al mismo tiempo, él a mi pecho, yo a su garganta.

La flecha le atravesó la garganta limpiamente y lo hizo caerse hacia atrás. Noté como algo me roza el hombro y se llevaba por delante parte de mi carne. La sangre caliente de mi hombro comenzó a resbalar en un pequeño chorrito. No era nada, apenas un rasguño pero, sino llego a moverme a tiempo me habría perforado el pecho.

Me abalancé sobre el hombre y le arranqué la flecha de la garganta y del pecho. Él agonizaba ahogándose en su propia sangre. En un gesto de piedad agarré su cuello con fuerza y se lo partí, matándolo de golpe y ahorrándole el dolor. Miré fijamente durante unos instantes a el hombre que me había abierto la herida en el hombro y entonces me di cuenta que era lo que me chocaba tanto en esa escena.

Era la primera vez que mataba a un ser humano.

Como una exhalación me aparté de su cuerpo y limpié las flechas en el suelo. Me apropié de la ballesta y de las flechas que el hombre tenía y corrí para reunirme nuevamente con mis compañeros. Me había alejado un poco de la posición inicial y varios árboles me tapaban la visión.