AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Dans cet Hôtel au Centre de Paris (Yulianna)
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Dans cet Hôtel au Centre de Paris (Yulianna)
El clima diurno había sido benigno con ellos, aunque podría decirse que el sol los había consentido tanto que tuvieron que buscar refugio en ese inesperado restaurante que, por consejo de una bonachona pareja, descubrieron en el puerto. Ahora, luego de asegurarse que Yulianna, mucho más calmada, hubiera tomado un carruaje con destino a su mansión, Philipp se ocupaba de dar marcha atrás a los recientes acontecimientos de la tarde, mientras caminaba de regreso a su hotel.
Su primera tarde en París sería siempre memorable!. Jamás se imaginó que en un lugar tan… poco especial como lo era el puerto, hubiera podido haber vivido momentos tan llenos de expectativa, descubrimiento, nerviosismo, asombro, conmiseración y vivo interés despertados por el encuentro con una mujer desconocida, o mejor dicho, desconocida desde lo personal pero con la cual los negocios ya lo unían desde hace varios años.
En esos pensamientos se ocupaba cuando cayó en cuenta que ya se hallaba en las inmediaciones de su hotel. Al entrar, sin quitarse el sombrero, saludó por su nombre al portero: - Bon après-midi, Hubert! - , esperando la cara de agradable sorpresa del empleado. Este truco le encantaba, averiguar con otros trabajadores del hotel sus nombres de ellos y luego irlos aplicando en cada saludo, despedida o favor que les pedía. Era una falta grave contra los estrictos principios del trato con los sirvientes, pero igual, él de vez en cuando disfrutaba mandar al traste los convencionalismos, y ni que decir del efecto de simpatía y lealtad que despertaba en esos seres. Bon après-midi Monsieur!!! respondió el portero, mientras Philipp con una sonrisa no hallaba la hora de volver a referirse a él para comprobar que para ese momento ya no sería tan solo Monsieur sino Monsieur Ding!.
Ya en la planta baja del hotel se dispuso a encargar los preparativos para la noche. Separó la mejor mesa disponible en el restaurante, teniendo cuidado que la luz de los candelabros tuviera un efecto tan solo revelador y que la distancia a la orquesta permitiera la conversación sin recurrir a alzar la voz. Solicitó un discreto pero hermoso arreglo de flores para la mesa, siendo explicito que debería lucir muy diferente al de las otras mesas. Instruyó al jefe de camareros para disponer de uno exclusivamente a su servicio, que esperara en la distancia y prudentemente sus señas e instrucciones. También pidió que el barbero subiera a su suite a eso de las ocho y media de la noche para disponer la bañera con esencias de lavanda y que regresara a las nueve para rasurarlo. Un valet debería tomar cuidado de su ropa y accesorios y los debería subir a eso de las 9:30. Finalmente, en el mostrador de la recepción dictó una nota de invitación para la Muy Distinguida Señorita Yulianna Fiodorovna y pidió que se la enviaran a su “Buzón de Correspondencia”, un servicio recientemente inaugurado en Paris 1800.
Una vez entró en su habitación se dispuso a descansar. Tiró los guantes y el sombrero en un diván, se despojó de la levita, desabrochó su chaleco, aflojó el nudo de su cravat, se quitó los zapatos y se tendió bocarriba en la cama. Generalmente su forma de descansar consistía en evocar momentos lejanos de su vida, aunque lo intentó esta vez no pudo. Sólo podía enfocarse en aquella hermosa joven y en los acontecimientos extraordinarios que le había confiado. Porqué a él, tan solo un desconocido cliente de la lejana Sajonia?.
Empezó a sentir una incómoda dualidad acerca de cómo debería tratar a Yulianna. De una parte se convertía en una indiscutible fuente de inspiración para su obra literaria, no solo por su inimaginable historia, sino porque ella en sí misma representaba todo un personaje estelar para cualquier novela. De otra parte no quería que su relación se basara en lo estrictamente profesional, ya habían dejado atrás su relación comercial o sea la relacionada con la profesión de la joven; no, Philipp pensaba que su interés profesional como escritor en ella podría afectar ese deseo que sentía de conocerla más íntimamente con el objeto de decidir hasta donde sus andares por la vida podrían ser compatibles!.
La noche aún no llegaba, necesitaba recuperarse y refrescarse un poco para dar lo mejor de sí durante la intrigante velada que le esperaba…
Su primera tarde en París sería siempre memorable!. Jamás se imaginó que en un lugar tan… poco especial como lo era el puerto, hubiera podido haber vivido momentos tan llenos de expectativa, descubrimiento, nerviosismo, asombro, conmiseración y vivo interés despertados por el encuentro con una mujer desconocida, o mejor dicho, desconocida desde lo personal pero con la cual los negocios ya lo unían desde hace varios años.
En esos pensamientos se ocupaba cuando cayó en cuenta que ya se hallaba en las inmediaciones de su hotel. Al entrar, sin quitarse el sombrero, saludó por su nombre al portero: - Bon après-midi, Hubert! - , esperando la cara de agradable sorpresa del empleado. Este truco le encantaba, averiguar con otros trabajadores del hotel sus nombres de ellos y luego irlos aplicando en cada saludo, despedida o favor que les pedía. Era una falta grave contra los estrictos principios del trato con los sirvientes, pero igual, él de vez en cuando disfrutaba mandar al traste los convencionalismos, y ni que decir del efecto de simpatía y lealtad que despertaba en esos seres. Bon après-midi Monsieur!!! respondió el portero, mientras Philipp con una sonrisa no hallaba la hora de volver a referirse a él para comprobar que para ese momento ya no sería tan solo Monsieur sino Monsieur Ding!.
Ya en la planta baja del hotel se dispuso a encargar los preparativos para la noche. Separó la mejor mesa disponible en el restaurante, teniendo cuidado que la luz de los candelabros tuviera un efecto tan solo revelador y que la distancia a la orquesta permitiera la conversación sin recurrir a alzar la voz. Solicitó un discreto pero hermoso arreglo de flores para la mesa, siendo explicito que debería lucir muy diferente al de las otras mesas. Instruyó al jefe de camareros para disponer de uno exclusivamente a su servicio, que esperara en la distancia y prudentemente sus señas e instrucciones. También pidió que el barbero subiera a su suite a eso de las ocho y media de la noche para disponer la bañera con esencias de lavanda y que regresara a las nueve para rasurarlo. Un valet debería tomar cuidado de su ropa y accesorios y los debería subir a eso de las 9:30. Finalmente, en el mostrador de la recepción dictó una nota de invitación para la Muy Distinguida Señorita Yulianna Fiodorovna y pidió que se la enviaran a su “Buzón de Correspondencia”, un servicio recientemente inaugurado en Paris 1800.
Una vez entró en su habitación se dispuso a descansar. Tiró los guantes y el sombrero en un diván, se despojó de la levita, desabrochó su chaleco, aflojó el nudo de su cravat, se quitó los zapatos y se tendió bocarriba en la cama. Generalmente su forma de descansar consistía en evocar momentos lejanos de su vida, aunque lo intentó esta vez no pudo. Sólo podía enfocarse en aquella hermosa joven y en los acontecimientos extraordinarios que le había confiado. Porqué a él, tan solo un desconocido cliente de la lejana Sajonia?.
Empezó a sentir una incómoda dualidad acerca de cómo debería tratar a Yulianna. De una parte se convertía en una indiscutible fuente de inspiración para su obra literaria, no solo por su inimaginable historia, sino porque ella en sí misma representaba todo un personaje estelar para cualquier novela. De otra parte no quería que su relación se basara en lo estrictamente profesional, ya habían dejado atrás su relación comercial o sea la relacionada con la profesión de la joven; no, Philipp pensaba que su interés profesional como escritor en ella podría afectar ese deseo que sentía de conocerla más íntimamente con el objeto de decidir hasta donde sus andares por la vida podrían ser compatibles!.
La noche aún no llegaba, necesitaba recuperarse y refrescarse un poco para dar lo mejor de sí durante la intrigante velada que le esperaba…
Última edición por Philipp Ding el Vie Jun 17, 2011 8:42 pm, editado 1 vez
Philipp Ding- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/05/2011
Edad : 42
Localización : Paname
Re: Dans cet Hôtel au Centre de Paris (Yulianna)
Yulianna volvió a su casa ilusionada. Con una sonrisa en sus labios. Se sentía feliz. Sí, así era. Pese a todo lo que había pasado en ese almuerzo tardío que había tomado con el señor Ding, ahora se sentía llena de dicha. ¿Por qué? Sencillamente por haberlo conocido.
Cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue reposar. Se sentó en el sofá de su dormitorio y tan si quiera se cambió. No quería perder la fragancia que arropaba ahora su cuerpo, es decir, la de él.
Cerró los ojos y se durmió. Así es. No comió. No tenía apetito, pues le faltaba algo, y cuando se despertó porque alguien tocaba a la puerta de su dormitorio sólo sonrió. Lo hizo como si con quien se fuese a encontrar fuera Phillipp, pero no. Y daba igual, pues era un mensajero que traía noticias suyas. Se trataba de una nota de él. Nada más y nada menos. Quería verla esa misma noche.
"Déjame decirte que yo muero por tenerte a mi lado, déjame quererte como yo he soñado, déjame adorarte por un solo segundo..." La canción salió de sus labios, y de un brinco se puso en pie. Sonrió y corrió al baño. Ella misma se preparó el baño.
"Hay amor no te pierdas de mi, hay amor sin ti no puedo seguir..." Continuaba cantando.
Yulianna se bañó con una fragancia de rosas, y en cuanto salió se arregló el pelo. Esa noche lo llevaría ondulado, y suelto. Quería que todo fuese especial. Así pues se maquilló de una manera leve, eligió unos pendientes largos de oro blanco y con un rubí al final; llevaba un anillo a juego, y un brazalete. Iría elegante. Además abrió el armario con toda su ilusión y sacó un vestido que jamás se había puesto. Era rojo, largo y ajustado. Color pasión, lleno de esperanza. Se lo puso y también un fulard, además de un bolso rojo también. Esa noche sería especial, o eso esperaba ella, pero por el momento era todo una completa incógnita.
Salió en su coche de caballos, con una sonrisa espléndida y con un regalo. Era para él. Quería que la recordase. Y no. No se preguntaba por qué se comportaba de esa manera con Phillipp, pues simplemente necesitaba hacerlo. Ansiaba conocerlo más y más, saber que les depararía el futuro, y quizás ser un poco especial para él, e incluso importante. Pero eso se vería más adelante.
Llegó al restaurante, completamente elegante. Estaba nerviosa. Un caballero le preguntó si era la señorita Fiódorovna y ella contestó que sí. Tomó su brazo y se adentró en el lugar. Era hermoso.
Cuando al fin entró en el salón soltó el brazo del caballero; caminó sola. Notaba las miradas. Muchas de envidia, otras de admiración, y otras quizás de reconocimiento. Pero eso le daba igual. Alzó levemente el mentón lo que representaba un buen porte y mucha elegancia, además de buena educación y en línea recta caminó hasta que finalmente llegó hasta la mesa que tenía reservada.
Cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue reposar. Se sentó en el sofá de su dormitorio y tan si quiera se cambió. No quería perder la fragancia que arropaba ahora su cuerpo, es decir, la de él.
Cerró los ojos y se durmió. Así es. No comió. No tenía apetito, pues le faltaba algo, y cuando se despertó porque alguien tocaba a la puerta de su dormitorio sólo sonrió. Lo hizo como si con quien se fuese a encontrar fuera Phillipp, pero no. Y daba igual, pues era un mensajero que traía noticias suyas. Se trataba de una nota de él. Nada más y nada menos. Quería verla esa misma noche.
"Déjame decirte que yo muero por tenerte a mi lado, déjame quererte como yo he soñado, déjame adorarte por un solo segundo..." La canción salió de sus labios, y de un brinco se puso en pie. Sonrió y corrió al baño. Ella misma se preparó el baño.
"Hay amor no te pierdas de mi, hay amor sin ti no puedo seguir..." Continuaba cantando.
Yulianna se bañó con una fragancia de rosas, y en cuanto salió se arregló el pelo. Esa noche lo llevaría ondulado, y suelto. Quería que todo fuese especial. Así pues se maquilló de una manera leve, eligió unos pendientes largos de oro blanco y con un rubí al final; llevaba un anillo a juego, y un brazalete. Iría elegante. Además abrió el armario con toda su ilusión y sacó un vestido que jamás se había puesto. Era rojo, largo y ajustado. Color pasión, lleno de esperanza. Se lo puso y también un fulard, además de un bolso rojo también. Esa noche sería especial, o eso esperaba ella, pero por el momento era todo una completa incógnita.
Salió en su coche de caballos, con una sonrisa espléndida y con un regalo. Era para él. Quería que la recordase. Y no. No se preguntaba por qué se comportaba de esa manera con Phillipp, pues simplemente necesitaba hacerlo. Ansiaba conocerlo más y más, saber que les depararía el futuro, y quizás ser un poco especial para él, e incluso importante. Pero eso se vería más adelante.
Llegó al restaurante, completamente elegante. Estaba nerviosa. Un caballero le preguntó si era la señorita Fiódorovna y ella contestó que sí. Tomó su brazo y se adentró en el lugar. Era hermoso.
Cuando al fin entró en el salón soltó el brazo del caballero; caminó sola. Notaba las miradas. Muchas de envidia, otras de admiración, y otras quizás de reconocimiento. Pero eso le daba igual. Alzó levemente el mentón lo que representaba un buen porte y mucha elegancia, además de buena educación y en línea recta caminó hasta que finalmente llegó hasta la mesa que tenía reservada.
Yulianna Fiódorovna- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/04/2011
Re: Dans cet Hôtel au Centre de Paris (Yulianna)
En su segundo intento por conciliar el sueño realmente lo consiguió.
- Monsieur, Monsieur -... empezó Philip a oír una voz que provenía de alguna parte del bosque en el que se hallaba caminando lenta y suavemente, casi sin hacer ruido, para no espantar a los ciervos que pastaban a corta distancia de él. El ruido de la voz que continuaba llamándolo los hizo huir en desbandada. Trató de localizar la voz que lo llamaba y se dio cuenta que ahora sonaba muy cerca de él. Aún con los ojos cerrados comprendió que había mezclado sus sueños con la realidad. Los abrió perezosamente para encontrarse, casi cara a cara, con el barbero del hotel, quien con gesto de preocupación le preguntaba: - Señor está usted bien ? -
- Perfectamente! Porqué me lo pregunta? -
- Con todo respeto Señor, llevo más de diez minutos tratando de despertarle sin éxito alguno, y cada vez me preocupaba mas la expresión de su rostro aunada a los gestos de su cuerpo. Gracias a Dios está usted bien!.
Creo que deberá darse prisa. Primero, le sugiero que antes de tomar su baño me diga si la temperatura del agua en la bañera es de su agrado. Luego lo esperaré aquí, o afuera si así gusta, para rasurarle, acicalarle y dejarle en manos del valet quien ya dejó aquí sus atavíos y accesorios listos para su cena de esta noche -.
- Muy bien! - dijo Philipp dando un salto de la cama. Camino al cuarto de baño se dio cuenta que aún conservaba parte de los ropajes que había vestido en su primera cita con Yulianna. Entró al cuarto de baño, se despojó por completo de ellos y al dar el primer paso dentro de la bañera se acordó de la pregunta del barbero con relación a la temperatura del agua. Creyó por un momento que se escaldaría, y sintió alivio cuando encontró que la temperatura del líquido estaba de un tibio-caliente, tal y como le encantaba.
Una vez sumergido en la bañera se dejó deslizar hasta el punto donde su naríz permanecía fuera del agua, cerró los ojos y permitió que el agua relajara su cuerpo. Trató de recordar sus recientes sueños y lo único que consiguió fue recordar una escena relacionada con un extenso bosque en la lejana Rusia. Cuando su cuerpo le informó que la temperatura del agua estaba llegando a tibio-frío se dispuso a tomar un pañito para asearse, al acabar se sumergió totalmente por unos segundos para emerger y ponerse de pié. El efecto a la vez suavizante y energizante del extracto de lavanda no se hizo esperar, fue experimentado de inmediato al salir de la bañera. Luego de secarse, se colocó sus prendas de interior, y llamó al barbero.
Mientras lo rasuraba, el barbero iba respondiendo a las preguntas que Philipp le formulaba, y mediante las cuales ganaba información de la ciudad, de los huéspedes, de los trabajadores, de las costumbres y en fin de cuanto cosa pudiera asaltar la curiosidad del escritor.
Cuando finalizó con el acicalamiento, el barbero trajo del baño un espejo de medio cuerpo y lo giró en torno a su cliente buscando su aprobación, una vez la obtuvo se dirigió a la puerta de la suite, la abrió y entro el valet, se dirigió a devolver el espejo en su sitio original y salió discretamente de la habitación. El valet empezó a ayudar a Philip con su atuendo: un juego de pantalón, levita y fajin en tafetán, camisa y cravat de seda, guantes y botines de fino y suave cuero, una cadena de refulgiente plata que salía de la levita y se escondía en el fajín. Todo en negro, a excepción de un peculiar pañuelo que desbordaba el bolsillo superior de la levita.
Philipp sacó de la levita que había tirado horas atrás en el diván, unos cuantos francos, y se los entregó al valet diciendo: - Gracias Alphonse!, reparta, equitativamente, estos francos usted y...? – Eugene, Señor... ese es el nombre de mi buen amigo el barbero - dijo el valet. - Eso, eso... entre usted y Eugene - finalizó Philipp mientras se divertía al ver la cara de sorpresa del hombre al escuchar su propio nombre al tiempo que, sin darse cuenta, develaba el nombre de su compañero.
Una mirada en el espejo, un rápido pase de sus manos por su agitada cabellera con la pretensión de aplacarla un poco y finalmente un gesto de aprobación; no tanto para él mismo sino para el elegante diseño de Yulianna.
Cuando llegó a la planta baja del hotel se dirigió al restaurante, observó y aprobó su mesa, tomó del arreglo floral el más hermoso de los iris blancos, retiró uno de los asientos, colocó la flor en él y lo retornó a su sitio debajo de la mesa. Finalmente conoció a Auguste, quien les prestaría servicio durante la cena. Se retiró de la mesa y se ubicó en la penumbra de un sitio desde el cual podría ver la entrada de Yulianna.
Justo a tiempo, pensó cuando una mujer deslumbrante hizo su aparición en el recinto. Al reconocerla, quedó sin aliento, se tomó unos breves instantes para recomponerse y empezó a caminar hacia ella, la veía de espaldas, Dios, esta mujer es hermosa desde cualquier angulo!, pensaba, al tiempo que se daba cuenta, al pasar entre las mesas, que no era el único al cual había dejado sin aliento. El suave clima de esa noche de primavera complementaba perfectamente la elección del vestido rojo mientras que el torneado cuerpo de Yulianna lo hacía con el estilo ajustado de la prenda.
Silentemente, sin que ella se diera cuenta llegó a escasos centímetros y casi susurrándole al oído exclamó: - Bienvenida!, gracias por aceptar mi invitación y por adornar con tu belleza esta noche que presiento inolvidable - .
Acto seguido la rodeó, tomó su suave mano, se inclinó y la besó cortésmente mientras con la otra mano retiraba la silla sobre la cual apareció el hermoso lirio blanco. Lo tomó, lo besó y se lo ofreció a Yulianna diciendo: - Esta flor y yo ansíamos su compañía - . Acabó de retirar el asiento e hizo un gesto invitando a Yulianna a sentarse.
- Monsieur, Monsieur -... empezó Philip a oír una voz que provenía de alguna parte del bosque en el que se hallaba caminando lenta y suavemente, casi sin hacer ruido, para no espantar a los ciervos que pastaban a corta distancia de él. El ruido de la voz que continuaba llamándolo los hizo huir en desbandada. Trató de localizar la voz que lo llamaba y se dio cuenta que ahora sonaba muy cerca de él. Aún con los ojos cerrados comprendió que había mezclado sus sueños con la realidad. Los abrió perezosamente para encontrarse, casi cara a cara, con el barbero del hotel, quien con gesto de preocupación le preguntaba: - Señor está usted bien ? -
- Perfectamente! Porqué me lo pregunta? -
- Con todo respeto Señor, llevo más de diez minutos tratando de despertarle sin éxito alguno, y cada vez me preocupaba mas la expresión de su rostro aunada a los gestos de su cuerpo. Gracias a Dios está usted bien!.
Creo que deberá darse prisa. Primero, le sugiero que antes de tomar su baño me diga si la temperatura del agua en la bañera es de su agrado. Luego lo esperaré aquí, o afuera si así gusta, para rasurarle, acicalarle y dejarle en manos del valet quien ya dejó aquí sus atavíos y accesorios listos para su cena de esta noche -.
- Muy bien! - dijo Philipp dando un salto de la cama. Camino al cuarto de baño se dio cuenta que aún conservaba parte de los ropajes que había vestido en su primera cita con Yulianna. Entró al cuarto de baño, se despojó por completo de ellos y al dar el primer paso dentro de la bañera se acordó de la pregunta del barbero con relación a la temperatura del agua. Creyó por un momento que se escaldaría, y sintió alivio cuando encontró que la temperatura del líquido estaba de un tibio-caliente, tal y como le encantaba.
Una vez sumergido en la bañera se dejó deslizar hasta el punto donde su naríz permanecía fuera del agua, cerró los ojos y permitió que el agua relajara su cuerpo. Trató de recordar sus recientes sueños y lo único que consiguió fue recordar una escena relacionada con un extenso bosque en la lejana Rusia. Cuando su cuerpo le informó que la temperatura del agua estaba llegando a tibio-frío se dispuso a tomar un pañito para asearse, al acabar se sumergió totalmente por unos segundos para emerger y ponerse de pié. El efecto a la vez suavizante y energizante del extracto de lavanda no se hizo esperar, fue experimentado de inmediato al salir de la bañera. Luego de secarse, se colocó sus prendas de interior, y llamó al barbero.
Mientras lo rasuraba, el barbero iba respondiendo a las preguntas que Philipp le formulaba, y mediante las cuales ganaba información de la ciudad, de los huéspedes, de los trabajadores, de las costumbres y en fin de cuanto cosa pudiera asaltar la curiosidad del escritor.
Cuando finalizó con el acicalamiento, el barbero trajo del baño un espejo de medio cuerpo y lo giró en torno a su cliente buscando su aprobación, una vez la obtuvo se dirigió a la puerta de la suite, la abrió y entro el valet, se dirigió a devolver el espejo en su sitio original y salió discretamente de la habitación. El valet empezó a ayudar a Philip con su atuendo: un juego de pantalón, levita y fajin en tafetán, camisa y cravat de seda, guantes y botines de fino y suave cuero, una cadena de refulgiente plata que salía de la levita y se escondía en el fajín. Todo en negro, a excepción de un peculiar pañuelo que desbordaba el bolsillo superior de la levita.
Philipp sacó de la levita que había tirado horas atrás en el diván, unos cuantos francos, y se los entregó al valet diciendo: - Gracias Alphonse!, reparta, equitativamente, estos francos usted y...? – Eugene, Señor... ese es el nombre de mi buen amigo el barbero - dijo el valet. - Eso, eso... entre usted y Eugene - finalizó Philipp mientras se divertía al ver la cara de sorpresa del hombre al escuchar su propio nombre al tiempo que, sin darse cuenta, develaba el nombre de su compañero.
Una mirada en el espejo, un rápido pase de sus manos por su agitada cabellera con la pretensión de aplacarla un poco y finalmente un gesto de aprobación; no tanto para él mismo sino para el elegante diseño de Yulianna.
Cuando llegó a la planta baja del hotel se dirigió al restaurante, observó y aprobó su mesa, tomó del arreglo floral el más hermoso de los iris blancos, retiró uno de los asientos, colocó la flor en él y lo retornó a su sitio debajo de la mesa. Finalmente conoció a Auguste, quien les prestaría servicio durante la cena. Se retiró de la mesa y se ubicó en la penumbra de un sitio desde el cual podría ver la entrada de Yulianna.
Justo a tiempo, pensó cuando una mujer deslumbrante hizo su aparición en el recinto. Al reconocerla, quedó sin aliento, se tomó unos breves instantes para recomponerse y empezó a caminar hacia ella, la veía de espaldas, Dios, esta mujer es hermosa desde cualquier angulo!, pensaba, al tiempo que se daba cuenta, al pasar entre las mesas, que no era el único al cual había dejado sin aliento. El suave clima de esa noche de primavera complementaba perfectamente la elección del vestido rojo mientras que el torneado cuerpo de Yulianna lo hacía con el estilo ajustado de la prenda.
Silentemente, sin que ella se diera cuenta llegó a escasos centímetros y casi susurrándole al oído exclamó: - Bienvenida!, gracias por aceptar mi invitación y por adornar con tu belleza esta noche que presiento inolvidable - .
Acto seguido la rodeó, tomó su suave mano, se inclinó y la besó cortésmente mientras con la otra mano retiraba la silla sobre la cual apareció el hermoso lirio blanco. Lo tomó, lo besó y se lo ofreció a Yulianna diciendo: - Esta flor y yo ansíamos su compañía - . Acabó de retirar el asiento e hizo un gesto invitando a Yulianna a sentarse.
Philipp Ding- Humano Clase Alta
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Edad : 42
Localización : Paname
Re: Dans cet Hôtel au Centre de Paris (Yulianna)
Yulianna caminaba en silencio, intentando evadir cada mirada, pues la incomodaba tanta expectación, pero todo esto terminó cuando entró en un pequeño recinto que ,supuso, Phillipp había reservado para ambos.
Había una mesa con tres copas: una para el agua, otra para el vino, y la última para el champagne, bebida que a ella le encantaba. También había una vajilla elegante y con unos ribetes que aparentemente eran de oro, así como una cubertería de plata, y como no, lo mejor de todo: el estupendo centro de flores. Esa noche se presentaba ideal.
Se paró en seco mirando el esplendor de ese lugar, solamente iluminado con unas velas, cosa que a ella realmente le apasionaba, pues esa luz hacía que se relajase, y además le daba al lugar un perfecto toque de tranquilidad y a la vez lo hacía armonioso. ¿Sería esa la cita de sus sueños? O... ¿Phillipp siempre sería tan amable con sus invitados? No sabía por qué, pero en ese momento una punzada le invadió el pecho. Eran celos. Y ella no era una persona celosa, ni mucho menos, pero solo de pensar todas las mujeres que debían estar encandiladas por él... Bueno; no quiso pensar más. Respiró profundamente e intentó relajarse, pero justo cuando iba a preguntar por el anfitrión éste apareció.
-Ha sido un placer. -Aseguró al escuchar sus palabras de agradecimiento por haber asistido, pero... ¿cómo faltar? Aunque tuviese mil cosas que hacer, cientos pendientes y un millar por hacer, no se le habría ocurrido faltar. No. Eso sería de mala educación, y además, aunque le costase admitirlo, ella quería asistir, pues lo había pensado toda la tarde.
Sintió su beso, y sonrió. "Siempre tan encantador" , pensó y entonces vio la flor que éste le había preparado, justo en su asiento. Era como una sorpresa. Y eso le hizo sentirse aún mucho más cómoda. Sonrió aún más si cabía, y entonces también cayó en la cuenta del elegante traje que Phillipp había elegido.
-Estás... -Dijo mirándolo, presa de la belleza que radiaba. -In... increible. -Dijo al fin.
Entonces se llevó la mano al bolso, palpando lo que había dentro: Maquillaje, un pañuelo de seda, y el regalo que tenía para Phillipp, pero no estaba del todo segura de cuándo dárselo, y la esperaba la estaba matando. Aún así aguantó, pues no sabía el camino que tomaría la cena, y no podía ser impaciente, además de que a él podía parecerse imprudente el echo de que una persona que recién acabas de conocer te haga un regalo. Algo tan importante como lo que Yulia iba a entregarle. Pero eso vendría después. Y es que así era ella; siempre llena de sorpresas.
Tomó asiento y sintió su olor. Era encantador. Y entonces sintió también un dolor de barriga, pues no debemos olvidar que ese día no había comido nada. Necesitaba reponer fuerzas. Y empezó por ver su sonrisa.
Había una mesa con tres copas: una para el agua, otra para el vino, y la última para el champagne, bebida que a ella le encantaba. También había una vajilla elegante y con unos ribetes que aparentemente eran de oro, así como una cubertería de plata, y como no, lo mejor de todo: el estupendo centro de flores. Esa noche se presentaba ideal.
Se paró en seco mirando el esplendor de ese lugar, solamente iluminado con unas velas, cosa que a ella realmente le apasionaba, pues esa luz hacía que se relajase, y además le daba al lugar un perfecto toque de tranquilidad y a la vez lo hacía armonioso. ¿Sería esa la cita de sus sueños? O... ¿Phillipp siempre sería tan amable con sus invitados? No sabía por qué, pero en ese momento una punzada le invadió el pecho. Eran celos. Y ella no era una persona celosa, ni mucho menos, pero solo de pensar todas las mujeres que debían estar encandiladas por él... Bueno; no quiso pensar más. Respiró profundamente e intentó relajarse, pero justo cuando iba a preguntar por el anfitrión éste apareció.
-Ha sido un placer. -Aseguró al escuchar sus palabras de agradecimiento por haber asistido, pero... ¿cómo faltar? Aunque tuviese mil cosas que hacer, cientos pendientes y un millar por hacer, no se le habría ocurrido faltar. No. Eso sería de mala educación, y además, aunque le costase admitirlo, ella quería asistir, pues lo había pensado toda la tarde.
Sintió su beso, y sonrió. "Siempre tan encantador" , pensó y entonces vio la flor que éste le había preparado, justo en su asiento. Era como una sorpresa. Y eso le hizo sentirse aún mucho más cómoda. Sonrió aún más si cabía, y entonces también cayó en la cuenta del elegante traje que Phillipp había elegido.
-Estás... -Dijo mirándolo, presa de la belleza que radiaba. -In... increible. -Dijo al fin.
Entonces se llevó la mano al bolso, palpando lo que había dentro: Maquillaje, un pañuelo de seda, y el regalo que tenía para Phillipp, pero no estaba del todo segura de cuándo dárselo, y la esperaba la estaba matando. Aún así aguantó, pues no sabía el camino que tomaría la cena, y no podía ser impaciente, además de que a él podía parecerse imprudente el echo de que una persona que recién acabas de conocer te haga un regalo. Algo tan importante como lo que Yulia iba a entregarle. Pero eso vendría después. Y es que así era ella; siempre llena de sorpresas.
Tomó asiento y sintió su olor. Era encantador. Y entonces sintió también un dolor de barriga, pues no debemos olvidar que ese día no había comido nada. Necesitaba reponer fuerzas. Y empezó por ver su sonrisa.
Yulianna Fiódorovna- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/04/2011
Re: Dans cet Hôtel au Centre de Paris (Yulianna)
Una vez estuvieron sentados hizo un gesto casi imperceptible al mesero que los atendería aquella noche quien acudió a la mesa trayendo una botella del mismo vino que Yulianna había seleccionado horas antes cuando almorzaron tardíamente en aquel restaurante del puerto. Hasta que no develaran sus gustos en materia de vinos era mejor mantenerse en lo conocido ya que él sabía, por experiencia propia, que la afición a determinada variedad de vino puede ser motivo tanto de acercamientos como de distanciamientos entre dos personas, y cómo la elección que ella había hecho por la tarde se convirtió en un agradable descubrimiento para él, pues bastaba conservarla por el momento.
- Espero que no te importe que haya ordenado por adelantado la primera botella de vino de esta noche - dijo Philipp pensando que ese podría ser un buen comienzo de conversación. - Me gustaría saber si este vino tiene algún significado particular para ti?-.
Sostuvo entonces la botella y llenó a medias ambas copas. Ofreció una a Yulianna y elevó levemente la suya para brindar: - Brindo por esta noche y los secretos que nos depara; secretos que tan solo nosotros podremos develar!!! -.
Tomó un sorbo largo, lo paladeó juguetonamente y luego lentamente lo dejo avanzar sintiendo como la frescura de su sabor se tornaba en una placentera sensación térmica al descender por su garganta. Empezaba a asociar este buen vino con Yulianna: novedoso, fresco, joven!!
De repente se acordó de los duros momentos que había vivido en el puerto al conocer apartes de la vida de la exquisita mujer que ahora tenía a su lado y sintió preocupación por saber si ella había tenido tiempo de recuperarse y de descansar. - Yulianna, aunque luces despamapanante, me gustaría saber si anímicamente estás preparada para dedicarte esta noche a no pensar en tristezas, ni invocar el pasado, sino a disfrutar el presente?. Te lo digo porque soy absolutamente sensible y respetuoso por tus tiempos idos, pero también porque presiento que puedes hacer de tu presente algo maravilloso dado el ser humano que adivino esconde tan descomunal apariencia -.
A continuación, sonrió candidamente y se quedó mirándola tratando de adivinar el efecto que sus palabras, algo directas e inesperadas, tendrían en su hermosa acompañante.
- Espero que no te importe que haya ordenado por adelantado la primera botella de vino de esta noche - dijo Philipp pensando que ese podría ser un buen comienzo de conversación. - Me gustaría saber si este vino tiene algún significado particular para ti?-.
Sostuvo entonces la botella y llenó a medias ambas copas. Ofreció una a Yulianna y elevó levemente la suya para brindar: - Brindo por esta noche y los secretos que nos depara; secretos que tan solo nosotros podremos develar!!! -.
Tomó un sorbo largo, lo paladeó juguetonamente y luego lentamente lo dejo avanzar sintiendo como la frescura de su sabor se tornaba en una placentera sensación térmica al descender por su garganta. Empezaba a asociar este buen vino con Yulianna: novedoso, fresco, joven!!
De repente se acordó de los duros momentos que había vivido en el puerto al conocer apartes de la vida de la exquisita mujer que ahora tenía a su lado y sintió preocupación por saber si ella había tenido tiempo de recuperarse y de descansar. - Yulianna, aunque luces despamapanante, me gustaría saber si anímicamente estás preparada para dedicarte esta noche a no pensar en tristezas, ni invocar el pasado, sino a disfrutar el presente?. Te lo digo porque soy absolutamente sensible y respetuoso por tus tiempos idos, pero también porque presiento que puedes hacer de tu presente algo maravilloso dado el ser humano que adivino esconde tan descomunal apariencia -.
A continuación, sonrió candidamente y se quedó mirándola tratando de adivinar el efecto que sus palabras, algo directas e inesperadas, tendrían en su hermosa acompañante.
Philipp Ding- Humano Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 14/05/2011
Edad : 42
Localización : Paname
Re: Dans cet Hôtel au Centre de Paris (Yulianna)
Cuando ambos estuvieron sentados el camarero trajo una botella de vino y resultó ser de la misma maca que la Yulianna había pedido aquella misma mañana en su primer encuentro.
-Pues el vino para mi está lleno de sensaciones porque puede significar muchas cosas. -Y con eso se refería a que elegir un vino podía ser instintivamente, o tras una larga deliberación, o a la ligera,pero ella siempre lo elegía dependiendo del acompañante. Y en esa ocasión era fresco, ligero, con un intenso sabor. Era como ella.
Posteriormente brindó y sonrió ante su rostro cálido. Él le miraba con interés pero también parecía preocupado y eso a ella no le gustaba porque quería que a su lado se sintiera tranquilo, cómodo y nada distante, pero fue entonces cuando dijo aquellas palabras que tanto la llenaron y casi la hacen emocionarse.
-Por nosotros. -Dijo como contestación a su brindis y luego se quedó callada unos segundos, porque se notaba por sus palabras que él sentía su pasado y notaba su tristeza. Tenía un gran alma ese hombre.
-Yo solo quiero pensar en el presente y sobretodo no entristecerte. -Contestó ella con una gran sonrisa, la cual solo él podía provocar. Tras eso cogió la carta y elegió merluza al limón, pan y ya vería el postre.
-Dime... cuéntame de ti. -Pidió acercando su mano a la suya y rozándola suavemente.
-Pues el vino para mi está lleno de sensaciones porque puede significar muchas cosas. -Y con eso se refería a que elegir un vino podía ser instintivamente, o tras una larga deliberación, o a la ligera,pero ella siempre lo elegía dependiendo del acompañante. Y en esa ocasión era fresco, ligero, con un intenso sabor. Era como ella.
Posteriormente brindó y sonrió ante su rostro cálido. Él le miraba con interés pero también parecía preocupado y eso a ella no le gustaba porque quería que a su lado se sintiera tranquilo, cómodo y nada distante, pero fue entonces cuando dijo aquellas palabras que tanto la llenaron y casi la hacen emocionarse.
-Por nosotros. -Dijo como contestación a su brindis y luego se quedó callada unos segundos, porque se notaba por sus palabras que él sentía su pasado y notaba su tristeza. Tenía un gran alma ese hombre.
-Yo solo quiero pensar en el presente y sobretodo no entristecerte. -Contestó ella con una gran sonrisa, la cual solo él podía provocar. Tras eso cogió la carta y elegió merluza al limón, pan y ya vería el postre.
-Dime... cuéntame de ti. -Pidió acercando su mano a la suya y rozándola suavemente.
Yulianna Fiódorovna- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/04/2011
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