A pocas horas de llegar a Paris [Libre]

Y Ahí me encontraba yo, sentada frente a Alexei y a Richard mi esposo y su amante. Ambos hablaban de lo que harían en la nueva ciudad, que a joyería que levantarían seria la más prestigiosa y así estuvieron más tiempo de lo normal, mientras tanto yo observaba el paisaje que parecía cambiar al momento que el ferrocarril iba avanzando a paso seguro. Tome mi diario y sin darle mucha importancia a lo que el par estaba hablando me adentre en mis pensamientos y deje que la pluma fluyera por aquellas páginas en blanco.

Siento que Paris me traerá más satisfacciones de las que nunca recibí en Edimburgo, atrás dejaba una tierra que me había dado todo y a la vez me había quitado todo. De alguna manera conseguiré deshacerme de Alexei y de su amante, ya no recibiré mas tratos malos. He conseguido el dinero suficiente como para tener todo lo que desee, pero aún me falta el amor… ese que nunca Alexei me dio de verdad.

No alcance a escribir mucho cuando Alexei me hablo – Amy, Amy… ahora podrás expandir tus “negocios” – dijo burlándose en mi cara mientras Richard se reía en conjunto con él, - Alexei, ¿sabes que te puedo dejar mal?, decir que tus joyas son un fraude y que eres… ¡homosexual! – alcance a decir aquella palabra y una bofetada recibí de premio, la cara se me dio vueltas y con el dolor de mi alma me contuve de no caer en llanto, mis ojos cristalinos se quedaron mirando el paisaje que se abría paso tras la ventanilla del ferrocarril – Me respetas… Tú me respetas AMY VON BENNEWITZ – la voz enfurecida de Alexei se hacía presente y su pareja me insultaba y insulto tras insulto me levante de mi puesto y mirándolos a los dos les dedique una sonrisa. Me puse a caminar por el pasillo, tenía que aparentar ser la señora Von Bennewits , maldita farsa de matrimonio la que soportaba hace ya siete años. Seguí mi camino con un semblante sonriente hasta llegar al vagón común, donde la mayor parte de los que viajaban iban a compartir y pasar un buen rato, eso era lo que necesitaba.

Me acerque a una mesa que estaba desocupada y tome asiento, en seguida llego un mesero joven, atractivo y muy amable. Le sonreí mientras me leía que había para comer, necesitaba algo dulce pedí una copa de frutos silvestres rojos con crema. El vagón estaba parcialmente lleno y parecía ser un ambiente agradable para pasar mi mal rato e intentar hacer que mi llegada sea más “tranquila” no quería escándalos, no por ahora ya tenía mucho con mi supuesto esposo y su amante. No espere mucho cuando llego mi gran copa con el postre del cual me daría un deleite probé una cucharada y mmmh que delicia; mire el reloj que colgaba sobre la puerta principal aún faltaban dos horas para arribar a Paris. Me quede ahí sentada disfrutando tanto de mi postre como del lugar… En ese momento recordé que había dejado mi diario en el asiento y me lamentaba de aquel hecho seguramente mi esposo lo estaría leyendo lleve mis manos a la cabeza no quería volver a estar frente a ellos al menos no por hoy… - Dios… dame fuerzas… - hable suavemente llevándome otra cucharada de aquellos frutos a mi boca…

MI postre estaba sabroso, amaba las cosas dulces no había mejor cosa que olvidar malos ratos con algo que mas disfrutaba, me deje llevar por mis pensamientos por próximo arribo a Paris, lo primero que haría seria recorrer las calles buscar un restaurant disfrutar de la comida francesa, según había oído tenían verdaderas exquisiteces, luego si el tiempo me acompañaba acompañaría a Alexei a dar la cara como su feliz esposa, conocería a la nueva servidumbre, quizás contrataría un arquitecto para cambiar la habitación, claro dormíamos en camas separadas hacía ya muchos año que no compartíamos aquello y esperaba nunca hacerlo, me causaba repudio saber que mientras estaba conmigo se revolcaba con un, hombre. El vagón estaba en su máximo esplendor las mesas todas ocupadas y algunos en la barra que al parecer estaban sirviendo aperitivos gratis, ya que muchas damas iban con vasos adornados de aquel licor, dulce, quizás…

Una voz me saco de mi extraña ensoñación, la quede mirando con una sonrisa en mi rostro me causo gracia aquello último que dijo y no pude contenerme largue una sonrisa amplia mientras la miraba con cierta ternura - Toma asiento, un poco de compañía me vendría bien – le dije indicando la silla que estaba frente a mi, al parecer era la única en aquel lugar sin “compañía” pero eso no me importaba mucho, el tiempo me había dejado con esta media soledad… - Creo que si usted quisiera robarme algo, ya lo hubiera hecho – dije a modo de broma, no quería incomodarla ni mucho menos espantarla, pero de verdad estaba tan ensimismada en mis pensamientos que sería un blanco fácil para cualquier ladrón. Morirse de hambre aquello haba dicho y de verdad mientras la observaba note la flaqueza en la que estaba, abrí mis ojos y con toda la elegancia que podía tener llame al camarero, una forma de fastidiar a mi “esposo” era gastando su dinero así que todo correría gracias al Señor Von Bennewitz, reí en mi interior y cuando la señorita estuvo sentada y el camarero ya en nuestra mesa la mire con algo de curiosidad quizás podíamos jugar un poco, divertirme sanamente claro – Ella es mi… Hija tráigale lo que ella pida – le guiñe el ojo para que me siguiera el juego, tras que él se fuera podríamos conversar, según mis cálculos mas de 18 años no debía tener y perfectamente podía pasar como hija mía… no era tan vieja pero todo podía suceder en este mundo donde los hombres engañaban a sus mujeres con otros “hombres”.

Me quede en silencio desviando mi vista hacia el camarero y luego a la niña, no era mi intención asustarla, además ella no se veía una mala persona y claramente yo no era quien para negarle mi compañía a nadie. Tan solo esperaba que no llegara mi esposo a este vagón, no quería ser una cínica y decir que era el magnífico hombre que no era… suspire como si me estuviera debatiendo en interrogantes y aunque así era, no quería… no, ya no pensaría en aquello.