Sin salida ni camino.(Noah Dómine)

La verdad, no hacía falta que le volviera a insistir, pues podía sentir claramente que sólo pretendía que estuviera más cómodo en su presencia. Noah suspiró, agotado, consciente de lo mucho que le costaba fiarse de los demás a ciegas. Lamentaba que la damisela casi tuviera que estar rogándole de forma tan vehemente, lo que le hizo sospechar aún más acerca de la naturaleza, y el verdadero motivo, de esa conversación: sin duda debía de ser algo de verdadera importancia para La Duquesa.

Dio unos pasos con dudosa voluntad, como si no estuviera aún convencido de lo que fuera a hacer, pero al notar que contaba con el beneplácito de la damisela, sus dudas se desvanecieron como una ligera bruma se evapora ante un soplo de brisa. Recuperando su porte natural, aunque procurando no excederse con la gallardía que le caracterizaba –estaba claro quién era alguien humilde y, aparentemente, de baja cuna– , se acercó a la mesita que se hallaba cerca del enorme sillón donde La Duquesa se hallaba sentada. Con delicadeza, asió la botella del preciado licor y escanció un poco de su espumoso líquido en una copa que le ofreció a la damisela. Hasta que no le aceptó el ofrecimiento no repitió el proceso para quedarse él con la otra copa. Después, procurando no molestar ni importunar a la dama, permitiendo así que pudiera degustar el licor con calma, tomó asiento a su lado, encarando hacia ella todo su cuerpo y demostrando así que la damisela disponía de su total y completa atención.

Cuanto más cerca se hallaba de ella, más inquieto se sentía a causa de aquél incesante hormigueo. Era casi como un aviso silencioso que de haber sido otra ocasión, le habría prestado más importancia. Pero al parecer, allí lo que importaba de verdad estaba aún por salir de los labios de la joven de la Corona.

Y Noah no hacía sino hervir en las ascuas de la curiosidad, pero no se atrevía a preguntarle… aún no. Todo a su debido tiempo. Además, contaba con que aquél ofrecimiento simple de la bebida, y el hecho de que se había sentado a su lado, influyera en que ella pudiera entender que aceptaba sus condiciones en cuanto a la conversación que quedaba pendiente.

− Perdóname, no quería ofenderte. Me resulta… difícil confiar en los demás de buenas a primeras, y puedo asegurar que en otros encuentros con la Realeza siempre he salido mal parado.

»Por eso, espero que puedas perdonar mi pésimo comportamiento de antes y confío en que estés dispuesta a darme una nueva oportunidad... sea lo que sea aquello que necesitas comentarme con tanta relevancia.

Sus palabras sonaron sinceras, tuteándola nuevamente ya que era lo que ella había pretendido anteriormente. No obstante, esperaba que no se hubiera equivocado de nuevo, así que escrutó con disimulo el rostro de La Duquesa en busca de algún indicio de contrariedad o clara incomodidad…

Todo aquello era un poco extraño… se sentía cómodo en presencia de La Duquesa, y al mismo tiempo, le producía una cierta quemazón que ella pudiera estar analizando cada una de sus acciones. Además, le contrariaba el hecho que, pese a haberle hecho el ofrecimiento de la bebida, no había prestado apenas atención a la copa. No obstante, desconocía si tan importante era aquello de lo que debían conversar que causara que la damisela se olvidara de aquella nimiedad.

Él, sin embargo, tomó de nuevo un pequeño trago, notándose también en esta ocasión que la forma en que lo hacía no se debía a años de práctica, sino a una cualidad innata. Lo que pocos sabían era que Noah había llegado a odiar su anterior condición casi tanto como la actual, pues eso le suponía una falta de credibilidad en la vida real, ya que muchos pensaban que estaba actuando de forma dramática cuando en realidad se comportaba como debía de ser.

Al escuchar la pregunta, no tenía claro si aceptar o rechazar la idea de si sentía afecto por ese Teatro. Había estado en otros lugares, sí, pero desde hacía décadas no había encontrado ningún lugar al que pudiera llamar “hogar”, y aquello le hacía sentir desamparado. Estaba a punto de responderle a la pregunta cuando Mademoiselle McLeod siguió con su discurso, justificando aquella interrogación tan directa. ¿Hablar con él? Si eso seguía así, sólo haría falta que entrasen por la puerta un par de hombres trajeados y que le enfocasen con una luz potente, recitándole sus derechos.
Entendía a la perfección que la damisela no solía tener mucho contacto con otra gente. Seguramente, vería a todos quienes la rodeaban, y que fueran ajenos de su círculo más inmediato de confianza, como seres amenazantes.

Claro que, de llegar a escuchar la siguiente frase que le dijo mientras bebía, de buen seguro que se habría atragantado. No sabía cómo interpretar de forma correcta las palabras. No... Aquello no era cierto: él había pertenecido a altos círculos de la sociedad –si bien no a uno tan destacado–, pero no queríaadmitir que le estuviera proponiendo algo de esa índole. Calmó su respiración, que se había visto levemente alterada a un nivel apenas palpable, aunque sus pupilas se abrieron un poco y su ceja derecha dibujó un pronunciado arco.

Un nuevo cambio de registro en la conversación, otra señal más que o bien le incomodaba la conversación, o la petición que le estaba haciendo, aún desconociendo en parte qué era lo que se tramaba, o bien se le antojaba humillante tener que alcanzar semejante nivel de rebajo para poder llegar a alguna parte. Fuera lo que fuese, debía de ser algo verdaderamente importante…

– Lamento si el tema le saca a relucir algún tipo de dolor, pero necesitaría conocer su situación con más detalle para ver en qué le puedo ser de ayuda –respondió con parsimonia y voz melódica, adecuándose al registro que se había visto alterado una vez más–. Comprenderá que con tan pocos detalles, más bien parece que precisa de un nuevo sirviente o algo más por debajo…

Era más que obvio que esa afirmación no era cierta, pues sabía que no era lo que buscaba la damisela, y mucho menos alguien que fuera un "sirviente de compañía" aunque se podían malinterpretar fácilmenet sus palabras; cabía destacar, sin embargo, la forma en que lo pronunció daba a entender que se trataba de una sutil chanza para intentar romper un hielo que se estaba formando entre los dos. Ella permanecía prácticamente inmóvil, sin quitarle el ojo de encima, siendo un hecho que no facilitaría la comunicación. En un acto involuntario y carente de malicia, colocó sobre la mano libre de La Duquesa su propia mano libre, resultando en una leve caricia que no duró más que unos segundos y que le daba pie a serenarse un poco. Ambos parecían desconfiar del otro, pero él le estaba demostrando que tenía toda su atención y que no pretendía importunarla.

El lícano debía de confesar que se trataba de una dama hermosa, pero en su mirada se veía el reflejo del dolor y de la traición. Y lo peor de todo, aun tendría que llamarla por su apellido o por sus títulos si se viera oportuno, ya que desconocía su nombre y no se atrevía a preguntárselo, mientras que ella sí que conocía su identidad. Después procuraría preguntárselo con disimulo y sutileza, tal vez si se terciaba la ocasión…

En su interior parecía haber una disputa acerca de si debía de sentir regocijo al ver la clara reacción que habían provocado sus palabras en La Duquesa o refrenar por completo aquella actitud mordaz a la que muy raras veces parecía sucumbir, debido a su estima hacia la Realeza. Supuso que le recriminaría aquella actitud tal vez considerada inmadura; de hecho, ya había entreabierto sus labios para dedicarle alguna réplica… pero, para sorpresa de Noah, no lo hizo. Con suma rapidez, logró recuperar la compostura. Esta vez, no obstante, no le hizo ponerse en tensión, pues lejos de todo indicio de broma, empezaba a comprender hasta qué punto era delicado aquella petición para la damisela, desconociendo prácticamente todos los detalles.

Pero claro… Noah era más que un actor cualquiera. A fin de cuentas, sus cualidades de licántropo hacían que destacara por encima de los demás. Si a esto se le añade el hecho de que perteneciera a la alta cuna por mucho que se empeñase en delegar este hecho al olvido, podía ser un sujeto mucho más que interesante. ¿Cuáles podían ser sus aspiraciones? ¿Qué lo impulsaba, sobre todo cuando procuraba dar al mundo una imagen errónea de él mismo? No se puede negar cómo nace un individuo…
Peor aún: no se puede negar lo que él era en realidad. Quizás para otras personas, o seres, aquello pasaría desapercibido, pero él sintió el escalofrío que se adueñó de la joven; era una suerte que el contacto hubiera sido breve, porque una punzada en el interior de Noah le advirtió que se hallaba ante alguien semejante a él. La pregunta era: ¿ella lo vería a él como una mera herramienta de la que pudiera disponer a su antojo? Todavía no conocía sus términos en cuanto al asunto que, por lo visto, les concernía a ambos.

El modo en que alzó la vista con orgullo hizo que algo en lo más profundo de su ser comenzara a fragmentarse, pero aunque tenía un mal presentimiento, atendió con sumo interés a la situación que le detalló, pudiendo dejar el varón a un lado las inquietudes acerca de si ella estaba dispuesto a manipularlo como una vulgar marioneta y cuándo sería el punto en que se cansara de él y lo desechara como a una vieja muñeca de trapo.

Claro que intentó amedrentarle. «Por favor, que no he nacido en una alcurnia ignorante...» pensaba amargamente para sus adentros. Aún así, no podía culparla a ella: cualquiera haría lo mismo. ¿Por qué confiar en un desconocido que hacía chanzas y parecía vivir de forma despreocupada? De un vulgar comediante de tan baja estofa sólo se podía esperar la traición. A saber cuántas veces había sufrido a causa de esa mala imagen que él se esforzaba en no proporcionar…

Por eso mismo, al escuchar la sugestiva amenaza de la dama, no hizo sino acomodarse mejor en el sillón, pero no en un gesto que demostraba que ignoraba lo que le estuviera diciendo. Claro que… tampoco es que hubiera podido. A medida que fue escuchando su petición, la sorpresa se abrió paso por su interior, dibujándose en su rostro en forma de un rictus en sus labios y sus ojos se entrecerraron muy levemente. No es que le ofendieran sus palabras, aun habiéndolas podido escoger algo mejor… sino que creía que ahí había gato encerrado. La propuesta parecía miel en sus labios, pero ¿por qué tenía aquél regusto amargo? No requería sus servicios por motivos egoístas, como había sucedido con otras mujeres nobles anteriormente, sino que lo hacía de forma altruista (o al menos, en parte). Sí, a fin de cuentas se trataba de conservar títulos y tierras, pero era por amor y respeto, sentimientos que profesaba a uno de sus seres más queridos.

Aquella amargura le perforó por dentro. Él había perdido a todos sus seres queridos: sus propias manos incluso acabaron con la vida de quién más afecto sentía. O al menos, eso es lo que podía recordar. Pero La Duquesa tenía familia. ¿Y si se olían la verdad? Él podía actuar con soberbia y no lo reconocerían, pero mantener aquella farsa le proporcionaría, quizás, más dolor que beneficio. El hecho que tuviera la única e irrepetible oportunidad de alcanzar las altas esferas de la sociedad, implicaba una mejor posición para investigar sobre su pasado y sobre las familias que condenaron a la extinción a su linaje. El precio, sin duda, sería alto. ¿Y qué sería de su maldición? No la podría ocultar eternamente… pero en ese momento le resultaba un detalle tan egoísta que no quería ni plantearlo.

Las últimas palabras le golpearon como si acabara de recibir una bofetada. Dinero… ¿de veras estaba dispuesta a pagarle por fingir? Vale, admitiendo el hecho que no podría poseer jamás la riqueza de alguien de Las Coronas, sí, era pobre, pero él mismo poseía la mitad de las riquezas de que disponía su familia, más todos los beneficios que había acumulado. Y así se lo hizo saber, si bien no con las mismas palabras ni la verdad que ocultaban tras ellas. No podía revelar, por el momento, su verdadero origen. No pudo evitar reír para sus adentros al mencionar el símbolo de la familia. No por despecho, sino porque sabía bien a lo que se refería.

− Supongamos que aceptase: quisiera dejar bien claro de antemano que me ofende que me quiera pagar una suma de dinero cuando le impulsa una causa tan noble. Si lo que me ofrece es dinero a cambio de mi parte del trato, rechazaré la oferta –confesó, suspirando para, posteriormente, sonreír con amabilidad−. Sólo alguien sin corazón podría aceptar tal petición a costa de dinero. Me está ofreciendo un néctar de los dioses, delicioso para mis sentidos pero que probarlo me entrañará riesgos… De modo que, si se aparta lo que le impulsa a plantearme esta petición, quisiera preguntarle algo: ¿qué espera obtener a cambio?

Esperaba que ella comprendiera que se refería a un ámbito más personal, casi íntimo. Le estaba preguntando acerca de su propia opinión, de qué esperaba ella sacar aparte de conseguir que su familiar respirase tranquilo, sabiendo que su nieta conservaría sus títulos y sus tierras. No… le estaba pidiendo que le dijera lo que ella pensaba en lo más profundo de su interior, no en lo que necesitaba de él, sino en lo que ella realmente quería. ¿Buscaría obediencia y sumisión? En cierto modo, se incluía en el trato, algo que era comprensible y que él aceptaba, pero cabía la posibilidad que requiera una completa, de forma que pudiera manejarlo a su antojo. ¿Tal vez sería confianza y respeto mutuo? Dudaba que pudiera ser así, daba la imagen de tener un corazón de hielo, lógico después de haber sufrido muchas penalidades. Aquello le intrigaba, pues a banda del vínculo familiar y los títulos, algo más debía de roer por el interior de Klett…

Desvió la mirada, lanzando un suspiro que dejó caer de forma que ella pudiera escucharlo perfectamente. Mal, mal, mal… no le comprendía, no entendía exactamente lo que él le estaba preguntando. Más allá de lo incómodo, en el rincón opuesto a donde ella quería llevarlo para poderlo manipular… de ahí era de dónde necesitaba aquella información. Si bien porque ella, voluntariamente o no, no se la iba a facilitar así como así.

La respuesta era mucho más sencilla de lo que ella estaba intentando explicar sin demasiado éxito. Si tuviera que expresarlo con palabras, lo más adecuado sería algo así como: “¿De verdad espera que, con la magnitud de esa oferta y siendo sus metas tan altruistas, sea capaz de ver más allá de la fachada que me está pidiendo? Hay actores y actrices muy buenos, pero lo que me solicita requiere de una confianza que jamás podrá existir si seguimos por esos derroteros…”

Sin embargo, no lo dijo en voz alta. Ofendería de sobremanera a La Duquesa, y por esa noche ya la había incomodado demasiado. O al menos, eso era lo que pensaba Noah.

−Veo que no termina de comprender en concreto el enfoque que le estoy solicitando. Si le he ofendido con mis necias palabras, le pido mis más sinceras disculpas, Mademoiselle Klett, pero si le sirve de consuelo, estoy dispuesto a ser lo que usted disponga y siguiendo sus condiciones…

Aún le costaba dirigirse a ella por su nombre, pero sentía que peligraba si no cedía un poco a los términos de aquella conversación. Su disculpa había sido honesta, sin ápice de maldad ni rastro alguno de ironía. Y pese a que las siguientes palabras ofendieron al actor, retorciéndose en su interior como si alguien empuñara un arma hecha de plata, se esforzó para que su rostro no mostrara emoción alguna al tiempo que la expresión de su rostro parecía tornarse helada.

− Las apariencias engañan… y en mi caso me enorgullezco de que así sea, pues en el caso que no hubiera sido así, ahora no podríamos mantener esta conversación. Todos tenemos nuestros secretos y acontece que lo míos tienen un regusto amargo y desagradable. Pierda cuidado, mi intención no es cobrarme de modo alguno la supuesta deuda que tendría para conmigo por prestar mis dotes artísticas, pero mucho me temo que el pasado de un humilde servidor no le resultaría de su agrado, aún sin poder contar las partes que le quitarían el sosiego de escuchar una historia que no sea interesante para sus oídos.

Tras estas palabras hizo una pequeña pausa, tras la cual alzó de nuevo la mirada hacia la Duquesa. En sus ojos había un fulgor mortecino que parecía brillar con melancolía y, si se ahondaba lo suficiente, se podía ver un rastro de dolor y resignación.

− Si insiste en que, en otro momento, le hable de mi vida, accederé a ello gustosamente. Como bien sabrá, no le puedo pedir que confíe en mí… pero por el momento, con que no me vea como una amenaza hacia su persona y su linaje, me daré por pagado.

Había mucha verdad en esas palabras. Confianza... no era fácil de ganar y era imposible tenerla de buen comienzo. En muy raras veces, Noah había obtenido esa vaga recompensa, pero siempre había terminado pagándolo caro. Esta vez podría ser diferente, pero si algo salía mal, no estaba en juego una paliza o cualquier amenaza. Tenía que mantener en secreto su identidad, no sólo como lo que era en realidad sino por lo que había sido. Habrían pasado décadas, pero ¿aún recordarían las altas esferas a su linaje o ya habría sido borrado de sus memorias?