Greensleeves [ Priv. Fontaine ]

por **Lydia Sforza** Vie Jul 01, 2011 10:37 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Versalles y toda la vida que pudiese existir dentro de esa pequeña ciudadela de oro transcurría perfecta e inmutable como lo había sido siempre, parecía que las garras de la conspiración, la miseria o la calamidad fueran incapaz de cruzar sus marmoleas paredes. Tan poderosa, fascinante pero sin sorpresas para cuya persona fue acogida desde su nacimiento entre su brillo. Enroscados los días unos con otros, poco a poco todo volvía a caer en el embrujo de la rutina, nos levantamos cada mañana cumpliendo las obligaciones como el pecador que cumple un mantra para enmendar su falta. Solo el rey, con una humilde invitación para sus mas fieles súbditos, su familia, venia a romper el embrujo siniestro de la tensión y el tedio ofreciéndonos un encuentro privado en los jardines de Versalles recientemente construidos.

Resultaba casi mágico como cada palabra que mi estimado padre y soberano pudiera anunciar, transmitieran toda la fortaleza y calma que su persona inspiraba. Podía darme una idea de los anuncios que venia ahora a darnos esa noche, pero prefería no adelantar nada para que las garras de mis malas sospechas o el deleite de alguna grata pudieran causar malestar a mi espíritu tan inquieto. Mientras dejaba que mis damas me arreglaran con el esmero de todos los días, no pude evitar preguntarme como estarían las cosas por fuera de mi mágico imperio… invariablemente repasaba en los rostros que me harán queridos y que aun después del tiempo siguieran sin tornarse difusos. ¿Qué seria de Epoch y su inmaterial vida?, ¿Seguiría Sinclair persiguiendo a los lobos de la media noche? , ¿Mi inocente caballo de Lorcan estaría cumpliendo con su misión?

Las hebras del cepillo acariciaron mis cabellos y me hicieron volver mi atención ante el espejo, mi reflejo me devolvió el gesto pasmoso y lo suavice con una expresión mas relajada. ¿Por qué iba a preocuparme por el exterior? Me encontraba en el lugar al que pertenecía y todas mis obligaciones le pertenecían a este. Volví a centrar mis pensamientos a rondar al rey, a mi madre y hermano. Pese a lo mucho que se pudiera pensar los 4 habíamos estado tan envueltos en nuestras obligaciones que no habíamos tenido tiempo de pasar a la platica mas allá de un saludo. Y ahora sufría de una profunda ansiedad por encontrarles. Y encontrar en la sonrisa amable de mi madre la paz que calmara mis nervios, en las palabras del rey la convicción y la fortaleza suficiente para que al momento de dejarme refugiar por Jean, pudiera ser no solo el quien protegiera al otro, sino viceversa.

Apenas note como todo ritual dentro de la habitación se termino, emprendí el camino hacia el despacho del rey junto con mis damas. Los pasillos del palacio se encontraban esmerosamente iluminados en contraste con los paisajes oscuros del exterior. Frente al despacho del gran señor se encontraban las gárgolas de siempre, quienes me anunciaron con diplomacia que podía esperar en el interior y así fue, despidiendo con un ademan a mis doncellas me adentre al salón no sin cierta renuncia. Se encontraba totalmente vacio y justo cuando las puertas se cerraron tras de mi, supe que esta no iba a ser una charla familiar cualquiera… ¿Qué podía sorprenderme? Jamás lo eran.

por **Jean Baptiste Fontaine** Miér Nov 30, 2011 4:48 pm

Seguía sumido en mi propia confusión, mi pecho estaba hecho un lio mi mente no estaba mejor, ambos están peleados el uno con el otro, mi corazón latía desbocado, gritando que mandara todo al diablo, exigiendo que se le respetara mientras mi mente me decía que era solo un matrimonio como tantos, que no era el primero que se cazaba sin conocer a su prometida… que era el precio por los privilegios de su nacimientos, su mente le exigía que mantuviese el honor en su familia, que acatara las ordenes y contrajera matrimonio con la dama. Su corazón por su parte se burlaba de los argumentos. Cuan feliz podía hacer a una mujer que no amaba? Que podía ofrecerle a una princesa? Ella había crecido sin duda con todos los lujos y comodidades, el trono de Francia seria solo un cambio de ventana para ella, posiblemente un cambio no deseado, dejar su país, su familia, sus amistades para compartir la vida con un hombre como el, uno que solo sabía de libros y uno que no podía ofrecerle siquiera el consuelo de un amante entregado y enamorado parecía nada conveniente. Sus pensamientos solo fueron cortados por las amargas palabras de la razón de su vivir.

-no lo digas…- dijo en un susurro suplicante- no quiero escuchar esas palabras no de ti- hablo despacio extendiendo una de sus manos hasta las pequeñas y delicadas de su hermana, ella parecía haber sido hecha con porcelana, sedas y diamantes, su belleza aun lo deslumbraba cada que sus ojos se posaban en ella y tocarla había llegado a ser una dolorosa y lenta agonía, una a la que no podía renunciar por más que intentaba repetir la orden en su cabeza. La conjetura de su hermana no era errada, sin duda aquel había sido un movimiento del rey inglés y pensar en que su hermana seguramente iría a dar a los brazos de algún príncipe de aquel país le provocaba un pesar aun mayor que el de enfrentarse a la muerte propia… los sentimientos prohibidos viajaban por su cuerpo y la amarga voz escapo de sus labios- parece que Inglaterra tiene sus ojos puestos en la mas valiosa joya de Francia- murmuro viéndola a los ojos- que hare cuando seas llevada de mi lado estrella mía? Tal vez no debamos preocuparnos por mi compromiso si te llevan de mi lado, seguramente moriré de pesar antes de que la corona toce cabello alguno en mi cabeza.- sonrio tristemente, casi intentando que sonara a broma, no era justo que pusiera semejantes palabras sobre su pequeña y dulce estrella.

por **Lydia Sforza** Jue Dic 29, 2011 10:52 pm

Toda historia tiene un principio, un clímax y una conclusión. Y la vida de un hombre solo es un cumulo de anécdotas, alineadas una tras otra, donde el principio es el fin de la anterior y al mismo tiempo su fin es el principio de otra historia. Si me lo preguntasen, no hubiese sabido responder en qué momento inicio la historia de Jean y yo, tampoco su clímax pero de algún modo, en esta noche podía sentir su desenlace.

La cólera que cegaba mis sentidos, que llenaba de vida enfurecida el fluir constante de la sangre, acelerando mi corazón y al mismo tiempo mis pensamientos, enmudeció de golpe, tornándose fría ante la demanda de Jean, quien exigía mi silencio. Dócilmente tome su mano, acercándome en un movimiento suave a su persona y busque en su mirada algún asomo de ira, o cualquier matiz de pasión colérica que impulsara nuevamente a la mia. Pero Jean no era como yo… el no tornaba en indignación y furia las situaciones o actos que le ofendieran o lastimaran, no, el era mucho más valiente que eso. El aceptaba cualquier situación, acto o palabra que le antepusiesen delante y la enfrentaba, ya fuera con diplomacia, con honor, con coraje, incluso con resignación. En este momento solo veía en el dolor, dolor por tener que abandonar sus bienaventuradas escapadas, dolor por tener que unirse en matrimonio a una desconocida, dolor por hacerlo sabiendo que solo se puede ser feliz con aquella a la que su corazón ama, dolor por mi… a quien en su momento también habrían de entregarme en un contrato político. Verlo a él reconociendo todas sus desgracias y al mismo tiempo aceptadlas como misiones, me obligo a mi misma a intentar hacer lo propio.

¡Pero no lo quería!

No deseaba pensar en mi deber o en el suyo, no quería pensar en la razonadora voz fría de Abelard o la ausencia sumisa de Geraldine , no quería recordar que aquella reina desconocida, a quien amaba y sentía lastima en secreto, o aquel rey inalcanzable a quien odiaba en la misma medida en que lo idolatraba, eran mis progenitores. Por un momento no quería pensar como una princesa, quería ser esa Dominique a la que Lucian tanto gustaba y a la que había intentado en vano encontrar a través de mi, quería ser solamente la estrella de Jean. Pero no podía, no podía porque no existía. En este mundo solo podía existir Dominique Fontaine, princesa de Francia y de Navarra.
Enmudecida por la vorágine de pensamientos que cerraba mi garganta solté las manos de Jean y rodee su cuello, atrayéndolo contra mí y refugiándome entre sus brazos. ¿Quién podría entenderme sino él? Siempre que me sentía perdida, frustrada, enojada o triste solia correr hacia Jean, esperando que mis berrinches lo incitaran a solucionar mis problemas. Con el tiempo descubrí que él no podía solucionarlo todo, sin embargo la manía por correr siempre hacia él, no cambio. Era mi compañero, mi confidente y ahora tenía que hacerme a la idea que tenía que dejarlo.

--- Tú no me necesitas, Jean… tu serás alguien grande, ya eres alguien grande y no me refiero por la corona que ostentas o por la que estas por ostentar --- Asegure con voz trémula---. Irradias una luz que… Eres un sol que ilumina a quienes te rodean, tarde o temprano te darás cuenta de ello. --- ¿Hacia falta decirle que a diferencia suya, yo si necesitaba de su luz? Paulatinamente fue suavizando el agarre, topando trozos de la máscara que había dejado caer hace unos momentos. ---. Deberíamos marchar, no es propio quedarnos en el despacho de su majestad cuando este no se encuentra presente.

por **Jean Baptiste Fontaine** Mar Ene 10, 2012 5:13 pm

Jean le acaricio el rostro…el que momento había dejado su hermanita de parecer una niña, en que momento había crecido tanto? Siempre se lo preguntaba y nunca obtenía respuesta, para cuando se dio cuenta ya era la impresionante criatura que tenia enfrente… ya era el centro de su vida y el inicio de su agonía, para cuando lo noto, ya era su estrella inalcanzable. Tal vez ella tenía razón, posiblemente era un sol, era el centro de atención y próximo rey… tenia el poder los medios y las comodidades… pero no tenia a su estrella. Ella nunca seria para el, tal como el sol, al que su luz no le permitía alcanzar la estrellas…a el, su posición no le permitía tomar a su princesa…

Como demonios iba a sobrellevar esto? Podía fingir sonrisas poco convincentes e incluso actuar en las largas ceremonias reales, actuar en asuntos de estado pero no creía jamás… poder fingir amor, era fácil esconder sus sentimientos en el cariño de hermano, sus celos en protección, sus caricias en cariños vanos… pero iba a poder fingir un matrimonios al que no le veía futuro? Entre mas lo pensaba menos podía decidir que seria mas difícil… si estar atado a otro mujer… teniendo a su princesa tan cerca… o dejarla ir y saberla ajena… que podría ser mas difícil? Tener la tentación tan cerca…tan libre y no poder tenerla…o saberla ajena y no poder ni verla.

Cerro los ojos con fuerza y asintió a las palabras ajenas- es cierto, no deberíamos quedarnos mucho mas aquí…- cuando los abrió nuevamente, el brillo, habia desaparecido un poco de aquellos ojos azules- pero recuerda… yo siempre voy a necesitarte…- sonrió un poco deslizando los dedos que acariciaban su rostro hacia sus cabellos, deseando hundirlos en ellos pero apenas dejando una leve caricia- como podría yo vivir sin mi preciosa hermana?- termino, dejando un beso suave y largo en la frente de la joven, separándose y obligándose a levantarse antes de perder el control sobre si mismo- salgamos de aquí, no quiero que sigas viendo la faceta mas patética de mi- le sonrió como si fuese una pequeña broma, aunque ambos sabían que era cierto, a jean jamás le habia gustado ni le gustaría mostrarle las partes débiles de el mismo. No podía tenerla… asi que al menos quería, que su imagen permaneciera lo mas cercano a la perfección, que se pudiese permitir. Cabía decir, que últimamente fallaba miserablemente en sus intentos.

por **Lydia Sforza** Sáb Ene 14, 2012 3:24 am

Mis labios se tensaron en una mueca apenas perceptible, la mano de Jean me había parecido cálida aun en la frialdad superficial de su piel, luego acomodo en un movimiento mi cabello con el esmero de un artesano que ve su obra casi terminada. Ya está hecha, en el absorto de su labor la admira, solo afina los últimos detalles que la harán perfecta. Detuve cualquier clase de suspiro que pudiera delatar un pesar mayor al que ya estaba delatando y sostuve la mirada de Jean, en silencio y con dignidad, sabía que estaría meditando todas mis palabras y encontraría en ellas un matiz trágico, propio del devenir de sentimientos que estaba experimentado en el momento. Sabia también… que por más que le dijera, por sabias, cariñosas o devotas que fueran mis confesiones, mis sueños o promesas, el no dejaría de sentirse así, a veces las palabras no tienen valor alguno ante los actos. Y el acto contundente es que él era un príncipe comprometido próximo a ser rey y yo, su insignificante princesa, solo una hermana que participaría vistiendo a la novia, con suerte me pondrían a hacerle el tocado.

--- Podrías hacerlo, Jean… --- Respondí con una frialdad un poco descarada que no era precisamente para él, pero que la sentía---… si te vieras en la necesidad de hacerlo… --- Antes de que se alejara demasiado tome su mano y con la mirada le pedí que “aguardara”, si pensaba que lo iba a dejar ir estaba muy equivocado. Mirando en dirección a una de las puertas laterales curvee los labios y me encamine hacia ella, haciéndonos pasar a la biblioteca privada del monarca, quizás no conociera los atajos o puertas secretas que se encontraban dentro del despacho real, pero conocía muchas otras partes de Versalles. Alguna vez, casi por accidente habia encontrado la llegada a ese despacho... con mucha suerte nadie se encontraba en el y pude regresar por mi camino sin ser descubierta. Mas tarde pude atormentar a Jean lo suficiente hasta que me dijera con santos y sellas los "abre candados" del recinto. Solté la mano de mi hermano y bese su reverso --- Antes de dejarlo ir…. ¿una última aventura con su hermanita, majestad? --- le pedí alejándome de él para tomar uno de los libros más gruesos del estante y bajarlo, el sonido de un mecanismo se escucho después y dio paso a que una puerta camuflajeada de la pared se desprendiera, mis ojos buscaron los de Jean… aunque no me gustara ver a ese par de joyas azules casi extintas en su brillo---. ¿Y bien?

por **Jean Baptiste Fontaine** Vie Ene 20, 2012 12:34 pm

Aunque las personas te quieran dañar
aunque todo el mundo la espalda te de
yo seré tu siervo, te voy a cuidar
quédate tranquila no llores jamás

Vio a su estrella alejarse y sus ojos no se apartaron de ella, era como si pudiese ver cada movimiento, como si lo leyese, cuanto tiempo la había observado? Cuantas veces su mirada se había perdido en ella? La luz de las velas bailaba en el aire, dibujando sobras sobre la piel suave y clara de su princesa…no de la princesa de Francia, una que no era ni seria suya. Tesoro que seria posiblemente entregado al mejor postor, príncipe…rey… el que pudiese ofrecer mas se la quedaba. En momentos como aquel casi deseaba renegar de su linaje, pero la educación era mucha y el arraigo grande. No podía renegar de quien era, lo había jurado a si mismo hacia tiempo, que jamás lamentaría nada de si mismo, no podía permitirse vivir en el hubiera, en el quizás o el laberinto de los recuerdos, necesitaba ver al frente, enfrentarse a los problemas y seguir adelante… pero como dejar atrás a lo que tiene la mitad de tu alma? La pregunta parecía fácil, simplemente tenia que seguir el camino establecido que había sido trazado para el. Que desgracia que le fuese tan duro hacerlo. …

Las palabras de su hermana resonaron en su cabeza sin significado alguno, se quedo en silencio, intentando encontrar el significado y parpadeo… que había dicho? Las apalabras bailaban en su mente pero estaba tan perdido en si mismo que no lograba entender lo que le había dicho, pasaron varios segundos y solo entonces el entendimiento callo con fuerza sobre el. Parpadeo y serio un poco- estrella mía realmente quieres hacerlo?- no hacia mas de unos minutos que habían sido reprendidos en esa misma habitación en donde la dulce boquita de su adoración había pronunciado convincentes palabras, donde había prometido redimirse, pequeña traviesa niña…tan tentadora.

“Con mi vida juro, cuidarte sin temor, tu palabra será la que seguiré”

El juramento se apareció en su mente y un paso decidido avanzo hacia la perfección encarnada tomando el mentón de aquella tentación- a donde quieras- aseguro descendiendo y dejando un beso lento en su mejilla- a donde quieras estrella mía- susurro pegando su frente a la ajena, rezando por que no le empujara lejos.

por **Lydia Sforza** Vie Mar 02, 2012 10:06 pm

El invierno de mis pensamientos se había detenido, aunque a través del vidrio empañado de las ventanas podía notarse el frio del exterior… “El invierno continua… el invierno no se detiene”, y aun con su amenaza mi posición frente a la entrada del túnel era casi retadora. ¿Va a atreverse el príncipe a jugar?, ¿o está demasiado asustado?, ¿demasiado triste? Parecía perdido, confundido y los segundos avanzaron como los granos de arena en el reloj… ¿o es que yo era demasiado impaciente? Abrí mis labios para insistir, sabedora que Jean no estaba en la posición para resistirse demasiado, realmente nunca se oponía lo suficiente a mis peticiones, por insignificantes o terribles que estas fueran. Me acompañaba sin dudar, me sostenía cuando estaba cansada o me hacia reír cuando el fastidio me gobernaba. Iba a insistir, es cierto… pero no fue necesario, la resolución llego a sus ojos antes que a sus acciones. Mi sonrisa se ensancho y reí, por primera y verdadera vez en toda la noche ante el dulce gesto de sus labios en mi mejilla. Tan suave, firme y cálido… como el rayo de sol que atraviesa las nubes grises para tocar la tierra y acariciarla. Jean era eso, el sol en la eterna noche de mi vida. Y en realidad no era un pensamiento que pretendiese ser devoto o trágico, no, sencillamente era la verdad.

--- ¿A dónde quiera, Jean Baptiste Fontaine? Siempre eres demasiado candido para hablar, no deberías olvidar que las promesas son peligrosas --- Mis labios le obsequiaron una sonrisa traviesa, casi cómplice a su respuesta… mi frente sobre la de jean, mis ojos buscando los ajenos… y aunque en estos el invierno a un se reflejara, las cosas tenían que continuar, las cosas tenían que ser aceptadas sin más. No se puede luchar contra la corriente, te ahogas, lo único y mejor que puedes hacer es flotar sobre ella. --- Es mas… te demostrare que tan peligrosas son --- Sin darle tiempo a responder me aleje de él para presionar nuevamente el mecanismo y justo cuando la puerta comenzó a moverse para cerrarse me apresure adentrarme al túnel, jalando a Jean conmigo. La puerta se cerró y la biblioteca privada quedo en solitario, sin rastros que delataran la plática pasada, sin rastros de su puerta secreta, y más importante aún, sin rastro alguno de los hermanos.

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