Una extraña velada

Eran cerca de las una de la madrugada y me encontraba en mi residencia ala espera de un nuevo cliente, lo cierto es que no lo conocía, pero las referencias que me habían dado de él eran demasiado buenas, y la suma en cuestión no era para despreciar, por eso no dudé en aceptar su visita y mucho menos la hora que el propuso.

Enfundada en ligero vestido color carmesí me encamine haca la puerta y lo deje pasar, su nombre era Damen, o al menos así se presentó. Todo un caballero, sus modales refinados y finos sin duda un vampiro de mucha clase y de un par de años encima.

En el salón bebimos algo de vino, así pude deducir sus gustos y aquello que buscaba encontrar en aquella velada. Dejo el dinero sobre la mesa del salón y nos encaminamos al cuarto, el que se encontraba en el segundo piso. El hombre buscaba diversión, juegos y por supuesto encontrar el placer en el lecho de un dama, en mi lecho.

Ya en el cuarto, lo empuje hacia la cama, donde el cayó sentado, tal como esperaba. Sonreí de medio lado y me encaminé con aquel brillo particular que afloraba en mis ojos al momento de atender a un buen cliente. Me encaminé hasta el y acomodándome sobre sus piernas sin sentarme, me deshice del vestido, para quedar en un ajustado corset y pantaletas de encaje.

Apoyé una mano sobre el hombro de él y me incliné sobre su cuello para besarlo con calma, mientras el rodeaba mi cuerpo con sus gélidas manos. Estaba acostumbrada a complacer a vampiros, así que el frió contacto no me extraño, como tampoco su aliento sobe mi cuello.

Sentí sus sentidos reaccionar, y lo rodee con mis piernas moviéndome despacio, despertando el deseo en ´el, al tiempo que mis manos desbotonaban su camisa y mis labios recorrían de su cuello a sus labios. Pero en un rápido movimiento, el se apresuro a posar sus labios en mi cuello.

Los besos no eran de pasión y tampoco de lujuria, sino de deseo animal, lo percibió por la furia con sus manos se aferraban a mi cuerpo y por la presión de sus labios y lengua sobre mi cuello. La respiración agitada percibiendo mi aroma.. definitivamente algo no estaba bien allí.

Un suave punzada en mi cuello me alerto...

- Que rayos haces??!! -inquirí alterada, intentando apartarme, pero el aumento la presión, y seria imposible zafarme de allí.... el terror se apodero de mí, dudaba sobre forcejear o seguir aquel juego, quizaas consiguiese hacer algo si mantenía la calma.

La joven cortesana se quedo perpleja al sentir los colmillos de él en en su cuello y tras alejarlo, solo recibió de él unas escuetas palabras.

- Lo siento, es solo que tu aroma es… mm embriagante- fueron sus palabras, para luego proceder a recorrer la espalda y los muslos de la mujer.

Alizée suspiro, no quedaba más que continuar e ignorar lo ocurrido. Y eso hizo, se concentro en despertar en él aquel deseo que todo hombre o bestia poseen en su interior, besando con exigencia el cuello de él, para luego bajar hasta su hombro, mientras su manos recorrían con gracia la espalda de él. Arañando a momentos y mordiendo de vez en vez la gélida piel de él.

La joven sentía que con cada movimiento de su cuerpo, el cuerpo de su cliente reaccionaba, pero olvido que no solo sus caricias despertaban el deseo de un hombre, sino también su aroma, aquel aroma que ella conocía muy bien lo seductor que podía ser y a los limites que podía llevar a un hombre. Olvidando aquel detalle la joven comenzó a mover sus caderas presionando sintiendo el deseo aflorar por los poros de él.

Pero las intenciones de aquel cliente no eran las mismas que las de un hombre normal, un hombre deseoso de unas sabanas calientes, cargadas de pasión y lujuria. Pero él no, el buscaba algo más, junto a toda aquella lujuria él deseaba saciar su apetito.

Entre una serie de insaciables caricias, donde ya la ropa de él no existía, o más bien reposaba en algún rincón de cuarto, y el corset de la cortesana se mantenía aun en su lugar, algo desacomodado eso sí, pero cubriendo lo necesario, Alizée volvió a sentir los labios de él recorriendo desde su mentón hasta sus hombros, para luego reposar sobre su cuello.

Una caricia habitual para la joven, pero algo en la respiración de él la hizo erizarse, y un frio escalofrió recorrió su piel. Los colmillos de él presionaron sobre su cuello, a lo que la joven bruja, presintió el verdadero peligro al que se estaba exponiendo. En un rápido movimiento, su mano busco entre las pocas ropas que llevaba encima aquel frasquito. Quizás no fuese lo más apropiado para un vampiro, pero le daría algo de ventaja.

Con dificultad vertió el líquido blanquecino en la piel de él, e inmediatamente el vampiro enfureció. Sus ojos se volvieron rojizos y la alejo.

- Maldita perra - siseó para luego abalanzarse sobre ella, y acorralarla contra el piso.

Definitivamente no fue una idea brillante admitir a este nuevo cliente en su residencia, pero las referencias que Alizée recibió de él eran buenas y la paga aun mejor. Ahora, se encontraba en una complicada situación, a punto de ser alimento de su cliente.

- Maldito!! - exclamó mientras forcejeaba con todas sus fuerzas, pero la criatura era una bestia con mucha más fuerza que la joven.

Así comenzó un lucha perdida para la joven cortesana, que entre tanto luchar no percibió a presencia de un tercero en su hogar, el que había ingresado sin invitación y se encontraba pocos pasos del cuarto