Allegro (Libre)

Esa noche la tenía libre, aunque parecía que fuera mentira ya que debido a su trabajo no solía tener ninguna. Le habían concedido un par de noches al mes y eso le hacía muy feliz, dos noches para ella. Hoy era la primera que tenía del mes y pensaba disfrutarla al máximo. Tenía pensado hacer muchas cosas pero no sabía por donde empezar. Pensó en ir a visitar a sus padres y hermanos, la intención era cenar con ellos y aprovechar para volver a dejarles caer como si tal cosa sobre la posibilidad de tener o eliminar a uno de sus hijos. Por razones lógicas, según ella, son una familia impar cuando podrían no serlo si aplicaran una de las ideas que les proporcionaba para facilitar las cosas. Luego se quitó la idea de la cabeza y pensó por esa noche en ella, en lo que deseaba realmente hacer. Se pasaba todas las noches cumpliendo los deseos de las personas que le pagaban, de complacerlos totalmente. Claro que cobraba por ello, pero sus deseos en todas y cada una de esas noches no eran suyos sino de otras personas.
Estuvo todo el día pensando que podría hacer a la noche, descansar en su habitación del burdel fue una de las primeras cosas que se le pasaron por la cabeza pero luego pensó que no le apetecía estar echada en la cama o sentada en el escritorio mientras escuchaba gritos, risas y sobretodo gemidos. No era la idea que tenía para esa noche, así que descartado. Luego pensó en limpiar u ordenar su habitación o el despacho del jefe, pero luego cambió de opinión, seguiría en ese lugar y escuchando las mismas cosas. No era un buen plan la verdad. Finalmente, recordó cuando fue la última vez que bailó desde que empezó a trabajar en el burdel, mucho tiempo para su gusto. Decidido, esa noche era para bailar y el lugar que eligió era bastante alejado de la ciudad y era un sitio lo bastante solitario como para que nadie la viera.
Salió del burdel al llegar la noche y se encaminó hacia los bosques, era una zona relajada y hermosa la cual a ella le gustaba. Caminó a paso acelerado por las calles de París dirigiéndose hacia su destino. La oscuridad cubría toda la extensión del bosque pero lo que más le gustaba era la luz de la luna que guiaba sus pasos por aquel lugar. Por suerte no estaba lo suficientemente oscuro como para no poder ver nada. Dio pasos entre las hojas que yacían en el suelo adentrándose en el bosque. No dejó de aventurarse en él hasta que encontró el lugar perfecto para ella, un pequeño claro rodeado de árboles y arbustos. En ese lugar no había muchas hojas caídas de los árboles y estaba lo suficientemente ordenado, en su opinión, a pesar de ser un bosque donde no solía andar otras personas. Se adelantó hacia uno de los árboles, miró a un lado y al otro del claro, no parecía que por allí fuera a pasar alguien.
Levantó sus manos empezando a desabotonar su ropa, se quitó la parte de arriba y la dobló con mucho cuidado dejándola al pie del árbol. Luego llevó sus manos hacia la parte de atrás desabotonando su falda la cual se quitó y dobló perfectamente dejándola junto a la otra prenda. Se quedó con una camiseta blanca de manga corta y cuello cuadrado, su parte inferior eran unos pantaloncitos que le llegaban hasta las rodillas del mismo color. Levantó sus manos y entrelazó sus dedos con sus rubios cabellos peinándolos hacia atrás con cuidado para recogerlos con una cinta.
Caminó hacia el centro del claro, cerró los ojos mientras inclinaba la cabeza tomando aire y luego lo soltó lentamente. Sus brazos se colocaron con sumo cuidado y perfección al igual que sus piernas, tal como le habían enseñado años atrás. “Uno, dos, tres y cuatro” pensó ella al tiempo que empezó a bailar. Los movimientos eran sutiles y sus manos parecían deslizarse en el aire al ritmo que sus pies eran ágiles moviéndose en la noche en aquel lugar. El mundo para ella desapareció en ese instante, era solo para ella y no iba a dejar de bailar hasta cansarse.