Te complaceré, hasta que el cuerpo aguante. [Priv]

Los primeros rayos de sol se empezaban a ocultar y Adam no había dormido en todo el día ¿Por qué? Simple, la noche anterior tuvo una fiesta a la que según su padre no podía faltar. Su presencia muchas veces era imprescindible con tal de dar buena impresión. Los negocios eran importantes para su padre y también lo serían para él en el futuro por lo que, como muchas veces le había dicho, le convenía todos los "actos" que hacía en público. Aunque eso a él poco le importaba, siendo sinceros, tenía la cabeza en otros asuntos. Asuntos fuera de todo aquel ambiente clasista. Era muy joven y un adolescente, si no aprendía a disfrutar los pocos años que le quedaban de libertad luego se arrepentiría y demasiado. No podría volver atrás y eso sería lo que más le dolería.

Por eso mismo, como prácticamente cada día, a las ocho se encaminó hacia el burdel. Todavía faltaba tal vez una media hora o poco más para que el sol se escondiera ya que en horario de verano el fantástico día duraba mucho más. Le encantaba eso. Aunque la noche tampoco era de su desagrado ¿Qué cosas podían desagradarle de verdad? Realmente muy pocas y lo que podría desagradarle a cualquiera como los tipos malos, las personas que no hacían nada de bien para la sociedad. Las que no te dejaban vivir tu vida como quisieras, en definitiva, los que controlaban a la gente aun sin que ellos los supieran.

Sus compañeras andaban de un lado para otro, remligadas y coquetas buscando algún cliente. Había pocos a esas horas por lo que les resultaba más fácil a las primeras conseguirlos. En el fondo, todos iban allí buscando lo mismo y era cuestión de tiempo que eligieran a una o a otra. Todas eran bellisimas, incluyendo a los hombres y realmente el negocio le funcionaba de perlas a la madame. Nunca le faltaría trabajo, menos con chicas complacidas con lo que hacían, otras que eran buenas pero no les gustaba tanto. Había de todo dentro de esas cuatro paredes. Todo tipo de personas que se juntaban teniendo un fin en común. El sexo, únicamente sexo. Con, puede, que algunos extras como la charla. Adam había sacado de allí varios amigos.

Lo primero que hizo fue subir hasta su habitación para dejar sus cosas y después bajó hasta el bareto. De momento, no pensaba buscar a nadie hasta que empezara a burrirse. A no ser que se le presentara sin tenerlo que buscar, como a veces solía pasarle. Pidió una copa de bourbon, del caro, sí, estaba mal acostumbrado, y dejó que sus parpados se cerraran. No estaba dormido pero descansar la vista ayudaba a recuperarse mentalmente de la noche pasada.

El alcohol ayudaba a Adam a mantenerse despierto, pero como no ocurriese algo iba a acabar por dormirse allí mismito, como lo ois. Estaba realmente cansado o bien le daban marcha o bien su cuerpo descansaba. Y como si alguien le hubiese escuchado una persona se sentó a su lado. Eso no quería decir nada porque bien podía pasar completamente de él, es cierto, pero igualmente él podía entretenerse con la compañía. Mirarlo, disimuladamente. Inspeccionarle y suponer qué seria de su vida o qué estaría buscando en caso de que estuviese entretenido en otra cosa. Él, por la contra, siempre podía entretenerse con las personas que estuviesen cerca suyo. Y también lejos, pero estando sentado en la barra le daba demasiada pereza el girarse para observar, y no quéría estar de pie.

Sin embargo, la cosa salió mejor pues nisiquiera necesitó mirarle fijamente para que el otro le tocara. Vale, no le tocó de "esa" manera. Su gesto fue más bien cariñoso..como ¿paterno? Algo por el estilo pues le acarició los cabellos. El se sorprendió, sin duda, y no tardó ni un segundo en voltear el rostro para mirarle por sus castañas orbes que posiblemente en ese momento se verían algo cansadas. Peligroso, en cierto modo, porque podía estar a merced de los demás cuando no descansaba lo suficiente. Se relamió los labios antes de dar otro sorbo a su copa y enderezó su espalda. Entrecerrando los ojos durante un par de segundos, imperceptible - Parece que la noche está algo aburrida, sí - contestó y al mismo tiempo se estiró hasta que se escuchó el "crack" que le relajó, volviendo su cuerpo a la postura de antes. Aunque no tan encorbado. Tal vez, ese hombre, acababa de animarle un poco la noche solo por el echo de haberle tocado.

Con sus ojos más abiertos y su ánimo algo más subido volvió a sonreir, tragando lo último que le quedaba en la copa de un solo golpe. Soltando un suspiro tras ello como señal de placer y levantando la mano para pedir una segunda ronda - Dos de lo que está tomando, invito yo - alzó la voz, para que pudiera escucharle. El lugar empezaba a llenarse de gente y el cantinero no era difícil de distraer precisamente pues si de algo pecaba era de chismoso, o por lo menos el que había aquella noche. Porque también es cierto que no todos se quedaban durante mucho tiempo, solían cambiar dependiendo de la noche. - Espero que no le haya molestado mi atrevimiento - pasó a hablarle de un modo algo más formal, la pedida se le había escapado pero si es cierto que por la manera en que habló antes no parecía precisamente de los que se saltaban ese tipo de "protocolos" de todas maneras, tampoco era algo que le molestara especialmente. En todo caso, con alguien que no conocía, siempre acababa siendo una costumbre.

Llevó una de sus manos hasta el lugar que antes habia acariciado el chico, tocandoselo disimuladamente como si se estuviese arrascando. Recordando la sensación que, extrañamente, no le desagradó. Lo miró de nuevo y no pudo evitar notar ahora que tenía un toque misterioso. Ese cabello tan lacio y esos ojos tan..penetrantes. Se los quedó mirando fijamente, casi como embobado, aunque enseguida desviandolo para que no pensara mal. - Así que ¿está muy aburrido? - preguntó mirandolo de nuevo, esta vez de reojo y jugando con los hielos que todavía quedaban en el ancho baso dónde le habían servido el bourbon. Esperaba la copa que había pedido, que, ciertamente, todavía no sabía que era. Simplemente se había arriesgado a aceptar que su compañero tendría un buen gusto.

Los ojos de Adam se abrieron algo exageradamente cuando el hombre empezó a explicar el origen del vino. Él simplemente lo miró en su copa pero ni mucho menos lo observó o alzó con tanta exquisitez o experiencia ¡Madre mía! Era un autentico experto y, al parecer, adorador de los vinos. Debía conocerse como mínimo el setenta por cierto de los vinos de todo el mundo. Y por la contra él no tenía idea absoluta, o bueno si, todo lo que su padre o su madre le habían enseñado. En las fiestas, claro, siempre tenía que alardear un poco del buen vino o cuando pedía algún que otro vino en un restaurante fino, dada su cuna, no le estaba permitido ser un cateto en según que temas. En los temas de cama si, podía ser todo un inexperto que nadie en la sociedad iba a saberlo, pero en los temas que era de cara al público ya fuese sobre la sociedad misma o sobre los vocablos formales a utilizar tenía que ser perfecto. Con fallas, como todo el mundo, pero las mínimas posibles. Y él lo intentaba cumplir a rajatabla. Lo conseguía, la mayoría de veces, casi por puro orgullo. Ah y, claro, por pura diversión frente a los muchachitos remilgados que venían dispuestos a conseguirse una de esas damitas con sus alocadas formales palabras. Siempre le había encantado revocarles con las suyas que, en un principio eran iguales pero sus maneras no tenían nada que ver.

Parpadeó, volviendo de nuevo con el hombre que tenía en frente ¡Se había quedado ligeramente embobado mientras él hablaba! No podía perdonarselo, pues que hablase significaba que yo podía aprender algo, aunque, teniendo en cuenta lo joven que parecía se le hacía realmente extraño "aprender". Sentirse que estaba frente a alguien muy viejo. Puede que no fuese viejo, si, pero ya se veía que era extremadamente sabio ¿Qué hombre inculto sabe tanto de un vino con solo verlo u olerlo? Eso era sin duda todo un indicativo.

Sonrió y tomó una copa ante su "disculpa", parecida a la que él le había echo anteriormente por su atrevimiento. Movió su mano de manera negativa, diciendole con ese gesto que para nada había sido una molestia o le habían disgustado sus palabras. - Todo lo contrario, me ha entretenido con su exquisita experiencia - sus palabras le recordaban a las fiestas a las que solía asistir, pero para su sorpresa las estaba pronunciando en el lugar que menos pensaba. Y por voluntad propia, con algún cliente, siempre podía hablar remilgadamente pero más por broma que otra cosa. No, en ese caso habló de verdad. Y dió otro sorbo al vino. Lo bebía de a poco a poco, solo entrando un culillo en el piquito de la boca que acertaba a asomarse en aquel gesto tan común. No era tan común librarte de la copa de un vino como aquel de una sola tacada, entonces si podían mirarte mal.

Sonrió ligeramente al pensar en hacer eso, sin embargo, se atrevía y de plantearselo y que se le metiera en la cabeza acabaría por hacerlo sin duda alguna. Dejó escapar esa idea hasta nuevo aviso ahora escuchando de nuevo su relato, asintió, ante su afirmación. Era cierto que al estar hablando ya no estaban aburridos, para nada, había conseguido despertarle sin duda. Y más extraño le pareció el escuchar la época en la que devió haber ido por el burdel la última vez. Él cuando había "entrado" ya no había ese tipo de escondidos o disimulos. Jamás habia visto a un hombre ocultandose bajo las faldas de una mujer, literalmente hablando. Pues ya eran lo suficientemente liberales como para aceptar la profesión y bien que las mujeres se beneficiaban de ello. Claro que la liberalidad de la gente del barrio no llegaba hasta los compañeros de Adam en su vida diaria, por desgracia, en los altos seguian teniendo esa mentalidad tan retrasada.

- Ahora ya hay pocos que se escondan, aquí suelen ir con la poca verdad que tienen por delante y, sinceramente, es lo mejor que pueden hacer en mi humilde opinión - habló como si se tratara de alguien ajeno a todo aquel mundo pero no podía evitar ponerse algo encendido cuando se hablaban de aquellos teman, de esa sociedad tan escondida. La sociedad que muchos marginaban pero que él adoraba realmente. Y entonces las caricias del hombre le distrajeron de esos pensamientos. Parpadeó y sintió el aliento contrario sobre su oido y él respiró, por la cercanía también sobre el oído ajeno. Lo miró de reojo. Aprovechó para olerle disimuladamente. Su colonia le inundó y casi se le escapó un suspiro de placer que, por suerte, pudo ahogar en una simple relamida de labios - Ehm yo.. - se quedó bloqueado ¿No se nota? Puso una mano sobre el hombro, la posó mejor dicho, suavemente, sin ejercer presión. Solo para asegurarse de que no se iba a caer del taburete de lo que le había sorprendido. - Adam..puede llamarme Adam y.. - continuó, poco a poco recuperandose de la sorpresa y cogiendo más de confianza. Apretó esa mano que le sujetaba. Apretón que aprovechó para acercarse hasta su oido, igual que había echo él segundos antes - Digamos que, suelo venir aquí a menudo esperando a alguien - enfatizó en la última palabra ¿Captaría la indirecta? no podía decirle directamente que era un cortesano. Bueno si, podía, pero perdería toda la sensualidad del asunto. Y si no llegaba a darse cuenta es porque realmente no estaba interesado en los servicios de nadie. Aunque ¿Para qué otra cosa habría ido hasta allí? Apretó sus labios, callandose la pregunta. La curiosidad que le asaltó en ese momento.

- ¿Me permite tutearlo? No se me da bien utilizar este tipo de vocablos, si le soy sincero.. - se retiró unos milimetros hasta que su rostro quedó frente al contrario y posó su mirada en la ajena, de nuevo, sin soltar su mano. Coquetear con aquel extraño era algo que a pesar de darse a menudo no dejaba de resultarle emocionante.

Disculpa, creo que me quedó algo extraño.. xD

El perfume ajeno volvió a hacer efecto en Adam, dejandole ligeramente aturdido al acercarse tanto. No sabía el qué pero algo tenía ese hombre que lo estaba aturdiendo. Tal vez era su extraña apariencia o su modo de hablar tan poco común en la gente que solía visitar el burdel. La gente por lo menos con la que él se topaba allí. Definitivamente no lo sabía pero le gustaba eso sí lo tenía claro. Le gustaba estar cerca. Le costó despegar su nariz de la mejilla ajena pero tuvo que hacerlo si quería continuar la conversación. Si quería mirarle a los ojos para no parecer aturdido..si quería disimular. Nisiquiera sabía que intenciones tendría el hombre e insinuarse a tan pronto momento no lo veía precisamente correcto. No a menos que él le diera algún tipo de señal ¡Sí! Habían estado muy cerca y..su voz le parecía seductora. Pero aún así con los hombres no se sentía igual con las mujeres. Eran diferentes, como es obvio. Y él podía notarlo. La seducción no se planteaba del mismo modo y por ese motivo siempre acababa ligeramente indefenso. Sobretodo cuando no se sentía el dominante..

¡En qué estaba pensando! Se relamió los labios en un gesto involuntario al pasarle un montón de imágenes obscenas por la cabeza. Por suerte, en ese lugar no sería extraño que pensaran eso de él. Cuando estaba en la corte o celebrando alguna fiesta importante y pensaba lo mismo de las muchachas que se le insinuaban ya no se veía tan natural. El ambiente era totalmente diferente ¿Las personas? Las personas eran las mismas pero solo tenían un forro diferente. Al fin y al cabo todo el mundo era igual, en cierto sentido, claro está. Pero así lo veía Adam. A veces se podía decir que su mundo se tornaba blanco y gris cuando se asqueaba o aburría. Aunque por su personalidad no lo dejase entreveer ante tanta alegría. Era humano y tenía sus sentimientos. Como todos.

- Vaya, que casualidad - sonrió, ocultando una pequeña carcajada que prefirió no soltar. - Yo también pensaba que la noche iba a ser de lo más aburrida. - ahora si la soltó, dejando que sus labios se curbaran ligeramente aunque no demasiado. Lo justo para que pareciera ligeramente sensual y provocador. Tanto como la mirada que no apartó en ningún momento de la trayectoria ajena. Esos ojos rojos se le hacían de lo más misteriosos ¿Sería humano? Le daba la sensación de que no y no sería la primera vez que se encontraba con uno de esos fascinantes seres. Aunque siempre se preguntaba si todo era producto de su imaginación o bien real. Después de todo de contarselo a alguna otra persona podía acabar encerrado en el manicomio o, por lo menos, le considerarían un loco como mínimo. Sí. Por eso había decidido mantener sus experiencias en la intimidad de él y su mente. Tanto como le mantenía oculto a los de su mundo el pasatiempo que tenía. Lo vicioso que era y lo mucho que le gustaba el sexo. Porque no le gustaba, no, le encantaba. Y eso era totalmente inevitable. Se lo pedía su cuerpo ya fuese por las hormonas, por el carácter o por lo que fuera. Y la diferencia con otros jovenes de su edad es que él no le negaba ese placer. No se limitaba a complacerlo en soledad ¡Cuantos más mejor! Había sido una frase requerida en varios momentos..algunos mas decentes y otros menos. Pues no todo en su vida giraba en torno al sexo y la lujuria.

Al darse cuenta de que se había vuelto a ir un poco del "mundo" desvió la mirada intentando recordar si él habría dicho algo que su subconsciente hubiese captado. Por suerte no habían sido más de unos pocos segundos. - La noche es larga, monsieur - susurró, volviendo a mirarle e inclinando la cabeza. Casi pudo rozar sus labios pero en un suspiro volvió lentamente a su asiento y bebió el último sorbo de la copa que le quedaba. Entrecerrando al mismo tiempo sus ojos para intentar calmarse un poco. De repente le habían entrado ganas de besarle, con tanto pensamiento lujurioso y casi no había podido evitarlo. Pero en el último momento recordó que no sabía las intenciones ajenas y tampoco pretendía disgustarle, era una buena compañía tuviera las intenciones que tuviera. Intentó calmarse, que su corazón dejara de latir más rápido. Y se refugió en el sabor del vino que, lentamente, cayó por la laringe hasta acabar en su estómago. Al parecer, tranquilizandose.

Adam veía que cada vez estaban más y más cerca. Él no era el único que se acercaba, también lo hacía el contrario. Como una total provocación de lo que podrían hacer. Y sin embargo el beso no le pudo tomar más por sorpresa ¿Por qué? Simple, ese hombre no le parecía el típico que iba besando a cualquiera que se le insinuara o le sometiera a vulgas provocaciones. Sí, es cierto que Adam no era cualquiera pues sabía bastante de ese tipo de juegos pero aún así, no se lo esperaba. Eso sí, en cuanto volvió a la realidad empezó a disfrutarlo encarecidamente. Cerró los ojos y se inclinó de manera que sus labios se encontraran con algo más de fiereza, intensificando el beso. No se separaría. No hasta que su cuerpo le demandara el oxígeno para respirar.

Una de sus manos viajó hasta el hombro ajeno y al mismo tiempo que sus labios se acoplaban ella se deslizaba hasta la nuca ajena, acariciando algunos de los cabellos que se le interponían en el camino. Lo tenía lacio y bastante largo, poco común para los hombres que solía ver ¿De qué clase sería? ¿Le habría visto antes? ¿Cual sería su vida? ¿Su rutina? ¿Qué haría allí? No había tiempo para tantas preguntas aunque fuese curioso las dejaría para otro momento, tal vez, cuando su ardiente momento pasara y tal vez se enfriara. Aunque esperaba desdeluego que no se enfriara. No con lo bien que lo estaba pasando en ese momento. ¡Qué beso!

Cuando la lengua ajena salió a su encuentro la suya hizo lo mismo, deborando la cavidad ajena y explorando hasta el último rincon. Lentamente su lengua palpó los rincones de la boca ajena y encontró algo de lo más..extraño a la par que excitante. Excitante para él claro. Podía sentir algo puntiagudo, excesivamente puntiagudo. Uno de los dientes y por la experiencia que tenía sabía que eran los premolares, él también los tenía sobresalientes. Sin embargo, no podían compararse en cuanto al grado de afilación, desdeluego los suyos no eran de los que se afilaban de aquella manera. Tampoco pensaba preguntarle. No habría preguntas. No sobre eso. No de momento.

Un golpe le hizo estremecerse y caer abruptamente sobre el cuerpo que tenía enfrente. Los labios del cual estaba besando y, claro, el beso tuvo que romperse por el mero echo de quedar confuso. Se volteó y observó algo que era ligeramente normal, un borracho estaba apoyado en el taburete dónde él habia estado sentado segundos atrás. Por lo que parecía se había tropezado y para no caerse había tenido que sujetarse ahí. Iba como una cuba. - Perrrdona..a..amigo.. - se escucharon algunas risas de los cotillas que, no solo habían mirado esa escena sino al parecer también la del beso. Allí no es que estuviese mal visto, en ese lugar no había leyes ni prejuicios -o no siempre- pero los mirones y cotillas eran insoportables para Adam. Que simplemente ignoró a los demás y volvió la atención a quien realmente la maerecía - ¿Te gustaría ir a algún lugar más privado? Creo que aquí..hay miradas indeseadas - miró de reojo a los que tenían fija su vista en ellos, no con muecas ni con sonrisa -no sonrisas notalbes- más bien, embobados o curiosos por saber que harían. Como si esperaran a que se lo montaran allí mismo cuando nisiquiera él sabía hasta dónde iba a llegar aquello.

El rostro de Adam pasó de mostrar una mueca algo seria que miraba a esos curiosos a una sonrisa maliciosa en cuanto escuchó el susurro del hombre que tenía detrás. No supo qué hizo, pero los mirones volvieron a sus "tareas" en cuanto noté que la presencia de mi amigo se hacía algo más poderosa. ¡Menuda mirada había tenido que echarles! Desdeluego, a Adam no lo habían tomado para nada enserio..porque a él lo miraban con una sonrisa burlona. ¡Malditos! Él no era una persona de maldecir, por así decirlo, porque su personalidad era demasiado juguetona y despreocupada como para pensar en maldiciones. Pero momentos como esos le sacaban de quicio. Le daban ganas de demostrarle a todos lo que podían hacer. Lo bien que podían pasarselo sin que ninguno de ellos pudiese sentirse del mismo modo. Y que se marcharan del todo insatisfechos. Sí. Eso, le daría bastante placer como una dulce y amarga venganza. Una convinación, para él, perfecta.

Se le curbaron los labios algo más y su cuerpo acortó el espacio que faltaba para que se pegara al ajeno. Estaba de espaldas por lo que lentamente fue volteando su rostro, hasta quedar ligeramente frente al ajeno. Lo observo a los ojos, algo curioso por saber que mirada tenía. De alguna manera veía una especie de fuego en ellos que ya podía notar como le estaba subiendo por el cuerpo. Concretamente en "esa" zona especial que se hacía algo más grande cuanta más sangre le subiese y bajara. No era conveniente que se mostrara allí pero..no pudo evitarlo. El deseo, por unos segundos, tomó posesión de su cuerpo y de su mente como iba a hacerlo cuando estuvieran en privado. Alazó una mano hasta tocar la nuca ajena y, una vez agarrado el cabello ajeno, presionó sus labios contra los de él. Degustando así por segunda vez en la noche su sabor. Y ese sabor no iba a ser el único que provara en toda la noche. Oh no, todavía le quedaban muchos lugares que explorar de su cuerpo. Cada cuerpo era un misterio. Un misterior que él debía resolver.

El beso no duró más de tres segundos. Pero fue intenso y apasionado. Esa franja de tiempo le bastó para darle un merecido a los mirones que, de nuevo, habían vuelto sus cabezas hacia ellos. ¡Chuparos esa! Gritó adam para si mismo y con una sonrisa complaciente. Nisiquiera volteó a verlos cuando, con un movimiento suave, guió a través de una caricia a su compañero fuera del establecimiento. Bueno, continuaban en el burdel pero ya no en ese bareto sino en el pasillo que conducía hacia las habitaciones. Caminaba con cierta picardía y mirando intermitentemente hacia detrás. Hacia su invitado. No le tomó de la mano, eso sería un gesto demasiado personal y que sin duda no incitaba a nada. La caricia en los nudillos mientras le decía con los ojos "sígueme" era muchísimo más seductora. Por lo menos en ese momento. No lo dudaba.

Una vez en su habitación, a solas ambos, cerró la puerta con la delicadeza que en ese momento su cuerpo le permitía tener. Ciertamente, ese hombre le había provocado que tuviese ganas de tirarsele encima. De arrancarle la ropa y..lo demás, prefería omitirse los detalles a él mismo y esperar a ver que era lo que realmente ocurría. - Siento lo de abajo, no soporto a esos imbéciles.. - sus palabras tendrían que haber sido duras o frías. Pero en su voz había un deje de picardía y, cuando se volteó, sus ojos reflejaban algo de malicia. Realmente no lo sentía. Solo era una pura frase de cortesía. Puso las manos tras su espalda y las apoyó contra la pared, al igual que el trasero y la espalda ¿Protegiendose? ¡Nah! Solo bromeando un poco para ver cual era la reacción del "contrincante" - ¿Y bien? ¿Qué podríamos hacer ahora? Debemos aprovechar la noche, monsieur - se mordió ligeramente el labio inferior para ocultar su media sonrisa. Intentando parecer serio. ¡Ni de broma lo conseguiría!

Pasaba un segundo. Otro. Otro más. Y sin embargo no veía ninguna reacción por parte del hombre que tenía en frente. Por unos instantes le dio la sensación de que tal vez se había tomado demasiadas confianzas. Tal vez el hombre solo quería un poco de diversión pero una diversión que no pasara de las caricias o de los besos. Y él desde luego esperaba mucho más oculto tras aquellos besos. Bajó la vista mirando hacia el suelo, pensativo ¿Qué hacer entonces? ¡Era una tremenda vergüenza! No podía irse sin más, o bueno, si que podía hacerlo. Pensó en hacerlo hasta que vio en ese suelo que miraba la chaqueta de su acompañante. Inmediatamente alzó el rostro. Allí estaba él, con el movimiento de hombros sensual tras habérsela quitado. Tendría que haberle mirado. Pensó, pasándose la lengua por la comisura de sus labios para humedecerlos al mismo tiempo que veía como caminaba hacia él. Un paso. Otro paso. Estaba cerca, muy cerca. Adam continuó en la misma posición, sin moverse ni un ápice. Simplemente dejó su rostro a disposición de él. A disposición de esa lengua que en cuanto estuvo cerca de su boca se introdujo en su cavidad. Él lo recibió gustoso, su boca lo recibió gustoso sacando la lengua para introducirse en la de él, explorándola de igual manera. Lentamente sus manos salieron de su "escondite", deslizándose desde el abdomen del vampiro hasta el pecho. Una de ellas fue hasta sus hombros y estrechó la fina tela de su camisa entre sus dedos. Una camisa igual de fina que la suya pero de buena calidad, podía notarlo en la yema de sus dedos.

Hizo acopio de una ligera fuerza para empezar a mover su cuerpo hacia delante y al mismo tiempo arrastrando a su acompañante. Unos cuantos pasos bastaron para que la espalda de Asagi chocara contra uno de los cuatro postes de la cama, el de la esquina más cercana que tenían. Se separó de sus labios, soltando un pequeño jadeo y llevándose con él la saliva de su acompañante. - Eres de..¿pocas palabras? - preguntó, ladeando ligeramente la cabeza al mismo tiempo que se separaba unos centímetros y repasaba el borde de sus labios con la yema de uno de sus índices. Buscaba provocarlo un poco, tal vez, para ver hasta dónde era capaz de llegar y cuánto deseaba aquello. Él era un experto, si, pero no podía leer la mente de los demás. Solo podía interpretar lo que el cuerpo y gestos de los demás le dijesen.

"Una imagen vale más que mil palabras" Esa era la frase original pero ¡Qué demonios! Las acciones de Asagi desde luego demostraban más que las palabras ¿Qué era aquello sino una imagen? Una estampa mejor dicho. Una bella estampa. A la que Adam no podía resistirse. Cada beso, cada roce; todo. Todo lo estaba haciendo excitarse completamente. Su miembro estaba completamente listo para que lo acariciasen y, aunque no había podido pegarse demasiado al de su acompañante, un segundo le fue suficiente para comprobar lo que estaba buscando. Un mínimo de excitación ¡Claro! ¿Cómo no iba a estarlo? Nadie sería capaz de tocarlo de esa manera si en verdad no sintiese nada; no había conocido a nadie así hasta el momento. Para su alivio esta no iba a ser la ocasión y, aunque dicen que para todo hay una primera vez en la vida, para eso en concreto esperaba no tener una primera vez. Ni siquiera quería pensar en como se sentiría estando con alguien que no lo deseara teniendo en cuenta que posiblemente él estaría duro como una roca. Una situación incómoda, muy incómoda, eso seguro. Dejó de pensar en lo que podría ocurrir y se puso a pensar en lo que estaba ocurriendo en cuanto un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Le había tocado uno de sus pezones ¡Uf! Notó el palpitar de su miembro, de haber estado liberado, posiblemente se había chocado contra el pecho del contrario y estaba completamente convencido de que la humedad se haría presente en su ropa interior. No le gustaba parecer una mujer; con los hombres su postura siempre era algo confusa. Pero no podía evitar, en ese momento, verse como la chica a la que le hacían todo tipo de cosas esperando a que se "mojara". Él había estado en esa posición. Por un momento, sintió un ramalazo de masculinidad. Quería también poseerle y estar arriba, por lo menos, en lo que a caricias se refiere. Solo de pensar en lo que vendría más allá notó que parte de su rostro -concretamente sus mejillas.- le ardieron. Si supiesen lo inocente que podía ser a la hora de tener sexo con otro hombre. No, definitivamente, no debía dejar que lo viesen de esa manera.

Se mordió el labio y entre la confusión de su mente logró que su brazo se moviera hasta el cabello de Asagi. Tan lacio y ordenado, le dieron ganas de revolvérselo. De verlo desordenado. Por alguna extraña razón quería que sintiera lo mismo que estaba sintiendo él. Que jadeara. Que se acalorara. Aunque no sabía si iba a poder conseguirlo pero, desde luego, pondría su mejor empeño en ello. Sus manos lo "acariciaron" con una delicadeza totalmente contraria a la que tenían su mente, no podía evitarlo, al principio el soltarse siempre le costaba un poco. Debía admitir que con aquel desconocido no le estaba costando tanto como, posiblemente, con cualquier otro hombre que reclamara sus servicios. Porque con los hombres siempre era diferente, inexplicablemente. - Ven.. - susurró vagamente antes de atraerlo por los hombros hasta que sus rostros quedaron a la misma altura. Obviamente quería volver a saborear sus labios. Quería que le prestara su saliva para quitarle esa sequedad que se había aposentado en ellos, lo que indicaba el pequeño pero suficiente periodo que se había mantenido con la boca abierta; jadeando. Si algo odiaba era que se le secara la boca. Y si algo amaba era que su compañero de cama le quitara esa sequedad justo como ocurría en ese instante en el que sus bocas se juntaron. Se tomó su tiempo para saborearle, para introducir su lengua y acariciar la cavidad ajena no sin sorprenderse por los premolares tan pronunciados que tenía. Y no pudo aguantarse de auto pincharse la punta de la lengua con ellos. También quería saber cual era su reacción ¿Qué significaban? Había visto tantas cosas que ya realmente poco le importaba.

¡Por fin! Contesté..
Casi se me hizo el mes pero espero que la respuesta lo valga.