Beber hasta reventar. ~ Priv.

La noche cayó sobre París con un manto oscuro pero caluroso. El verano estaba cerca y dejaba noches algo más cortas, pues había más horas de luz. Aunque más cortas, también eran más intensas o al menos así lo eran para mí desde que había renacido en mi condición de vampiresa gracias a ese creador que se había pasado bebiendo mi sangre hasta la muerte. No le culpaba, la sangre era deliciosa, era una fuente llena de lo más preciado que una persona pudiera imaginar... Pasé mi lengua entre los dientes, me acababa de levantar del sueño matutino y estaba realmente hambrienta, pero tenía que esperar... Si esperaba todo sería más divertido. Me coloqué un vestido de color negro con toques rojos, así no se apreciaría a la luz de la luna la sangre que cayese sobre este y parecería una damisela normal y aburrida, que desea escapar de las garras de un marido inútil e incompetente. Recogí mi pelo en un sofisticado moño y coloqué un pequeño gorro sobre mi cabeza. Pasé a continuación a retocarme los labios con carmín rojo y sonreí al espejo, estaba lista para una nueva noche de aventuras y de diversión. Encima hoy, no lo iba a hacer sola. Había quedado con un amigo.

Salí de la habitación del pequeño motel en el que me estaba alojando estos días y caminé hacía el lugar en el que había quedado con Kol, una taberna repleta de humanos de los que beber... Una sonrisa pícara se puso en mis labios y apresuré el paso, aunque tampoco me moví a la velocidad en la que se movían los de nuestra especie, había personas por la calle disfrutando de la cálida brisa, una brisa que quizás fuese la última que sentían en su piel. Llegué a la taberna y miré por los ventanales que había. Estaba lleno de humanos que bebían, comían y se reían. ¿Porqué habíamos quedado aquí? Esto era como un zoológico para mí. Todo estaba lleno de ruidos de corazones, de sangre bajo su piel... Quizás, esta noche pudiese elegir a la víctima perfecta o quizás, íbamos a matarlos a todos. No pude ver a Kol dentro, por lo que supuse que aún no había llegado. Coloqué bien mi pequeño sombrerito y entré, haciendo sonar una pequeña campanilla, aunque nadie se enteró, pues la música que salía de un acordeón envolvía toda la taberna. Ahora necesitaba encontrar un sitio discreto pero con buena visibilidad para verlos a todos y poder elegir con calma.

Me senté en una pequeña mesa para dos personas que estaba en una esquina, desde la cual se podía ver toda la taberna y a todas y cada una de las personas que entraban o salían de ella. Una camarera se acercó a mí y me tomó nota. ¿Qué podía pedirle? Miré a las mesas contiguas y decidí pedir dos copas de vino tinto. No era sangre pero al menos, se parecía. Hice una mueca cuando se fue, su sangre se olía deliciosa... ¡Que viniera ya Kol o me iba a empezar a descontrolar como una auténtica loca! Tenía hambre, demasiada hambre.

La noche apenas comenzaba en Paris. El viento nocturno atraía calor consigo anunciando un futuro cambio de estación pero la figura que se movía sobre los adoquines de la ciudad no experimentaba esos cambios de temperatura. Para él cualquier estación del año era lo mismo, tan antiguo era como los edificios mejor cuidados de la ciudad y tan acostumbrado estaba a que su fría piel bloquease los cambios de temperatura, como igualmente bloqueaba aquellas sensaciones de antaño, sensaciones humanas de las que ni siquiera se acordaba y a las cuales vería con displicencia si alguien se las recordase.

Esa noche llevaba puesta una larga gabardina de color negro, sobre la camisa blanca abierta hasta medio pecho y un par de pantalones negros. Llevaba las manos en los bolsillos del abrigo y mientras caminaba por las calles sus labios emitían un silbido, nada alegre, sino de un tono más bien sombrío, como lo eran sus ojos oscuros que resaltaban en su piel blanquecina. Ojos que en ese momento buscaron una conocida taberna para cruzar la calle y abrir la puerta de entrada.

De inmediato el barullo de voces humanas alcanzó sus oídos inmortales. El lugar estaba repleto y junto con el, el latir de todos aquellos corazones mortales que anunciaban el bombeo de la sangre que tarde o temprano él buscaría pero al atravesar la entrada su concentración buscaba otra cosa. O a alguien más bien, a aquella vampiresa recién convertida que había encontrado en un callejón noches atrás. Se detuvo a inhalar, distinguiendo entre el humo de tabaco y cigarrillo otro aroma diferente, el de aquella a quien pronto detectó sentada en una mesa del recinto.

En sus labios se dibujó una semi sonrisa y su mirada recorrió el cuerpo de la joven vampiresa al acercarse en su dirección. -¿Qué haces en la esquina Dunya?- preguntó al alcanzarla, reprochándole semejante desvarío. -Alguien como tú debe resaltar en lugar de esconderse entre las sombras.-

Tomó asiento frente a ella, deteniendo su mirada en sus ojos verdes. Hace mucho tiempo que un vampiro no capturaba su atención, habiéndose tornado tantos de su especie en personajes insípidos a quienes Kol no se molestaba en dirigirle la hora del día, o de la noche, dada su condición. Sin embargo aquella vampiresa neófita le recordaba un poco de si mismo, con su impredecibilidad a flor de piel y su mal disimulada crueldad pugnando por aplacar una sed de sangre, la misma de la cual él no se cansaba y de la cual en ese momento planeaba saciarse.

-Apuesto que ya tienes en mira a quien deseas apresar esta noche ¿no es así?- Movió el brazo sobre la mesa y tomó la mano de la vampiresa, reteniéndola en la suya antes de voltearla para rozar su muñeca con los dedos, adonde podía ver las juveniles y frias venas que destacaban sobre la piel de blanca porcelana. -Supongamos que antes de saciar esa sed quisiera saciar otra.- dijo con nada disimulado descaro.

-Quiero beber de ti.- Dicho eso acercó la muñeca femenina a sus labios y en aquella oscuridad que le regalaban las penumbras del rincón que ella misma había escogido, hizo como si estuviese a punto de morderla aunque en su lugar tironeó de la vampiresa con fuerza, de manera tal que en un instante ella quedaba suspendida sobre él. La sentó en su regazo y con sus dedos acarició el cuello de marfil que quedaba a la altura de su boca, destacando la yugular adonde podía sentir correr aquel líquido vital. -Y como habrás notado con anterioridad, nunca me quedo con el deseo de nada.-

No era una persona o mejor dicho una vampiresa a la que le gustaba que le hicieran esperar. Me exasperaba de sobremanera que tuviera que estar aquí sentada esperando a Kol mientras en mi cabeza no se oían nada más que el bombear de los corazones de los humanos que estaban por doquier a mi alrededor, emborrachándose con alcohol barato y malo. Apreté la mandíbula cuando se acercó la camarera de nuevo con las dos copas de vino, la cual le agradecí con un gesto de mi cabeza, si abría la boca sin duda iba a abalanzarme sobre ella delante de todo el mundo. Di un sorbo del líquido rojizo de mi copa e hice una leve mueca, estaba algo malo, pero... Tenía que disimular como fuese.

La figura de Kol por fin se hizo notar entre el gentío y se acercó a mí con una media sonrisa, la cual correspondí, dejando entrever mis colmillos. Sus palabras me hicieron sentirme halagada. ―Desde las sombras se puede apreciar todo mejor, Kol... Tengo una vista más amplia de todo el local.― Decidí usar la palabra local y no la de humanos por si alguien nos estaba escuchando.

Se sentó enfrente de mí y me quedé mirándolo, era un vampiro apuesto y me llamaba mucho la atención, ya que era el primer "amigo" que tenía desde que había comenzado mi auténtica vida. Di otro sorbo a la copa de vino y asentí a su pregunta. Me había fijado en la camarera que me había traído estas copas. Era joven, esbelta y su sangre fluía por sus venas con mucha energía por el esfuerzo que hacía de ir de un lado para otro sirviendo copas. Tomó mi mano entre las suyas y alcé una ceja al escuchar sus palabras, pero no pude contestar, pues con un movimiento ya me había colocado encima de él.

Nunca me había mordido otro vampiro. ¿Eso podía ocurrir? Había muchas cosas que yo no sabía sobre este mundo. Humedecí mis labios con la punta de mi lengua y le susurré al oído. ―Te dejaré beber de mí si así lo deseas, pero primero, quiero saciar mi sed... Cacemos juntos esta noche, bebamos hasta reventar... Y luego nos probaremos el uno al otro.― Estaba bastante excitada esta noche, quizás probase cosas nuevas con él. Sabía como afectaba la sangre de vampiro en un humano pero no como afectaba en otro vampiro o si en realidad afectaba o no ocurría nada... Baje mi mano hasta la cinturilla de su pantalón. ―Esta noche promete, Kol.― Dejé un pequeño beso en su cuello antes de apartarme.