El peligro puede acechar en cualquier esquina. ¡Uriel detrás tuyo! [ Privado ]

por Invitado Lun Jul 18, 2011 7:52 pm

Noche de LUNA LLENA, más de media noche, y Uriel no podía concebir el sueño debido a los miles de pensamientos que le podían pasar por la mente. Los aullidos de los hombres lobo le acechaban en los oídos, los finos oído de Uriel sentían los terrones que podían suceder a lo largo de aquella noche. Se levantó de su viejo y sucio colchón, situado bajo un pequeño puente que cruzaba un río que desembocaba en aquella laguna tan grande de París. Quedó sentado mientras que se prendía un cigarro y se quedaba meditando. Jamás en su corta existencia había tenido algún problema desde que vivía en aquel lugar, pues ninguna bestia sobrenatural había pasado por su ‘’pequeño hogar’’.

Volvió a levantarse quedando de pie aspirando el aroma de aquella noche en la que los aullidos no cesaban. Algo delató la posición de un ser sobrenatural, pues su olor era infinitamente inequívoco, se trataba de un licántropo, pues tenía el olor de un canino, y no era precisamente de un cambia formas ya que habría sido reconocido rápidamente. Uriel sin pensarlo se transformó en pantera y salió disparado a correr a donde le llevaran sus patas. Sí, aquel individuo de dos patas y pelaje voluptuoso lo estaba siguiendo. Uriel comenzó a maldecir a los mil demonios que esto no le podía estar pasando, parecía llegarle el fin de una era.

por **Gianella Massone** Miér Jul 20, 2011 12:05 am

La enorme bestia de ojos amarillos brillantes como dos faroles aterrizó violentamente desde lo más alto de una de las construcciones de aquella gran ciudad, provocando un estruendo que sólo los con sueño más pesado ignorarían. Pero a ella no le importaba, no señor. No tenía mente, no tenía alma. Y tampoco una cabeza. Era dominada por su instinto, era controlada por sus ansias de violencia y de venganza contra todo lo que se moviera. La oscuridad era su compañera, la sangre su deseo...

Y la muerte su razón de ser.

Avanzó por largo trecho esa noche, acabando con todo lo que se le presentaba con un rugido o un zarpazo, pero ocultándose al mismo tiempo entre las sombras con la facilidad de una aguja en un pajar, dejándole a sus orbes el trabajo de intimidar, y a las garras de descuartizar y mutilar todo lo que pareciera un ser vivo. Uno de ellos estaba siendo rematado por el ejército blanco de sus fauces, pero su macabra tortura terminó cuando un olor muy particular hizo trasladarse a esa mole de dos metros y medio hasta un puente cercano a la laguna de Paris.

Su presa escapaba, y muy rápido.

En cuatro patas salió disparada hacia su próximo alimento, dando por iniciada una nueva cacería. Sus rugidos cada vez más cercanos al pasar las calles y los árboles hacían pensar que pronto lo alcanzaría, que pronto lo tendría entre sus instrumentos asesinos y que pronto la sangre bañaría a chorros ese pelaje negro y esa musculatura que resaltaba increíblemente desde el cuerpo de una mujer, de alguien aparentemente débil; pero que esa noche en particular, se la estaba pasando en grande.

por Invitado Miér Jul 20, 2011 6:57 pm

Algo le decía que la noche no podía acabar bien, según decían, las transformaciones de los hombres lobo, duraban hasta que amanecía, hacía poco tiempo que el sol se había puesto y no creía que aquel ser cesara en su persecución hacia el felino. ¿Por qué a por Uriel? Sinceramente, no iba a ser un buen día, tal vez sobreviviría al ataque de aquella bestia que seguramente sería dos o tres cuerpos más que Uriel en modo de humano, y Uriel ya era alto y corpulento, pero… eso no era un humano, era una bestia. De pronto un gran charco de lodo fue avistado por el felino el cual sin pensárselo dos veces se lanzó contra él y chapoteó y se embadurnó en él para dejar atrás el aroma del felino y poder tener, si es que iba a tener… algo más de ventaja mientras que Uriel no dejaba de tener a su cazador a tiro de olfato sabiendo por donde se dirigía.

Estaba cerca y la pantera comenzaba a volver a correr a toda velocidad. Tal vez la estrategia de bañarse de barro o lodo, era muy acertada para su olfato, pero había un ligero detalle que Uriel había percatado nada más salir corriendo de nuevo a una velocidad abismal. Las huellas que estaba dejando la pantera eran las delatadoras de su posible localización. Aun así, no sabía si podría llegar a tanto la inteligencia de una bestia de pura fuerza, pues los licántropos, según Uriel había leído, perdían la consciencia de sí mismo, y eran solo moles de pura fuerza. Confiaba en que su inteligencia no diera para darse cuenta de aquellas huellas que la pantera iba dejando, y si lo alcanzara, podría ser su fin aunque opondría obviamente, resistencia, aunque no podría aguantar mucho un golpe directo de aquel ser que tan solo quería matar al felino, matarlo de un zarpazo, comérselo si era necesario.

La velocidad del ser gatuno comenzaba a disminuir pues comenzaba a encontrarse cansado de tanto correr, mientras que el olfato de Uriel indicaba que aquella bestia estaba parada en un lugar concreto, tal vez el olfato lo despistó durante unos momentos y confiaba en que no lo encontrara, lo cual se escondió detrás de unos pequeños setos, la noche y el color de aquella pantera podían confundirlo en cierto modo, aunque todo podría suceder en aquella noche infernal en la que no sobreviviría.

por **Gianella Massone** Jue Jul 21, 2011 1:08 am

Continuaba persiguiéndolo con ahínco, con todos sus sentidos puestos en la bestia de cuatro patas que escapaba de ella como jugando al gato y el ratón, pero paradójicamente jugando ahora al perro y al gato; un perro MUY grande. Era una persecución únicamente sustentada por el deseo enfermizo del sufrimiento ajeno, y de la satisfacción de los instintos más bajos y cruentos que salían desde el corazón de la licántropa cada vez que la gran actriz de las noches alcanzaba su fase de mayor esplendor.

Corrió, corrió y corrió, siempre a unos cuantos metros tras de él. No le importaba su forma embetunada de lodo, no le importaba tampoco el hecho de que su olor hubiera disminuido; esas pisadas eran más que suficientes para que sus gruñidos deseosos de violencia se mantuvieran en el ambiente, y para que aquellas enormes patas siguieran golpeteando el suelo en cada secuencia.

SIn embargo, se detuvo un instante. Se incorporó pareciendo aún más grande de lo que ya era en cuatro patas y olfateó cuidadosamente. Gruñió. Gruñió más fuerte. Enseñó su arsenal blanquecino y buscó un árbol como si allí estuviera su presa. Se acercó a él, y luego lo embistió con su pura cabeza, haciendo un agujero tan enorme que terminó por escucharse un estruendo por la caída del tronco. Se subió a éste y aulló con furia con las garras reluciendo bajo la luz de la luna, Pero entonces, un ruidito minúsculo, pero que su oído hipersensible pudo escuchar, le llamó la atención. Miró hacia unos setos, y una sonrisa macabra pareció formársele entre tanta filosa artillería y tanto líquido viscoso que tenía en el hocico.

La diversión estaba lejos de empezar todavía. Y eso lo demostró cargando como una locomotora descarrilada hacia donde estaba la pantera, arrasando con cualquier cosa que estuviera frente a ella.

por Invitado Jue Jul 21, 2011 6:17 pm

Aquella bestia que había parecido frenarse era tan solo por el mero hecho de haber querido derribar un árbol y subirse encima para aullar, estaba en un trance como si estuviera marcando su territorio y Uriel estuviera en él, molestando a aquella bestia que no sabía si era hombre o mujer, en cualquier de los dos casos, Uriel no podía contra aquella mole de más de dos metros de longitud. Algo lo alertó, y fue porque Uriel soltó una larga y profunda bocanada de aire debido a su cansancio, como si hubiera sido un suspiro, algo que hizo que viera como aquel ser que ahora estaba a dos patas mirara hacia la dirección de Uriel, no obstante la velocidad que poseía era abismal pues se dirigió a la negra pantera a toda velocidad queriendo embestirlo con un severo placaje, un placaje que falló pues cuando parecía que estaba encima del felino, se apartó con agilidad apoyándose en un árbol y lanzándose a esa velocidad para clavar sus afilados colmillos de pantera en las patas de la gran bestia la cual seguramente, tan solo se resentiría en ese momento, pero que no iba a suceder nada para poder frenar a quien lo perseguía sin descanso.

Miles se pensamientos inundaban la cabeza de la pantera, como si se trataran de diapositivas. Pensó en la primera mujer con la que creía que pasaría toda su vida. Pensaba en todas aquellas personas que lo había dejado de lado por motivos sentimentales, en su odio hacia aquel hombre que le robó a la mujer de su vida. Pensando en su primera vez, con aquella bruja en la laguna, incluso en la vampira que le había arrebatado la vida a cambio de unos billetes e información. No podía pensar en el hecho de que todo aquello fuera a desaparecer en un abrir y cerrar de ojos, pues el amanecer aún estaba muy lejos, no podía ver la hora de ver la luz del alba, y aquella bestia no dejaría de perseguirlo hasta verlo muerto o al menos, hasta que lo aparentara, pues la consciencia de lícano no permitiría que aquello pasara, buscaría su muerte sí o sí. Pensaba que con un poco de suerte, aquel ser no lo mataría, pero… si así no fuera, si sus mandíbulas entraran en contacto con Uriel, la transformación a licántropo sería ineludible, y no quería ser un hombre lobo, le gustaba su pobre vida, y no quería dejar de ser aquel desdichado ser envuelto sobre la luna llena, como si fuera la musa de su existencia.

por **Gianella Massone** Jue Jul 21, 2011 9:22 pm

Había fallado, y en retribución a aquello consiguió un par de pinchazos en la pata izquierda que no hicieron nada más que incrementar su descontrol, su ira y sus ganas de ver aquel cuerpo sin vida bajo ella. Con un simple movimiento de su garra le tomó de la cabeza empezando a aplastársela. Tras unos segundos lo empezó a levantar hasta que su largo y musculoso brazo no pudo ir más arriba. ¿Tres metros, quizás? Casi cuatro metros de altura haciendo una presión abismante sobre el cráneo del felino que sólo atinaba a gimotear, a gruñir y a lanzar zarpazos y patadas inútiles contra la anatomía perfecta otorgada por la diosa de la noche a la mujer de ojos azules que había quedado atrás entre la locura y el desamparo que la envolvían cuando su instinto le llamaba.

En un movimiento tan veloz como potente, lo estrelló contra el suelo, seguro rompiéndole unos cuantos huesos. Los quejidos le hicieron gruñir de "felicidad", y volvió a hacerlo: lo alzó cuatro metros y lo aplastó. Así fue en varias secuencias hasta que lo arrojó contra unos árboles y lo vio romper una hilera de éstos sólo con su humanidad. Insatisfecha con aquella paliza, se le empezó a acercar lentamente, relamiéndose el hocico a la vez que abría y cerraba los puños con deseo y ansiedad, queriendo continuar con aquel "juego".

por Invitado Jue Jul 21, 2011 10:36 pm

El felino fué sujetado de la cabeza y apretado con bastante energía, sentía su cráneo como si se fuera a partir en mil trozos dejando de lado la existencia que parecía perdida de Uriel. Fue varias veces lanzado al suelo, como si se tratará de votar una pelota de baloncesto pinchada y sin utilidad, con esa violencia, y mucha más. Los huesos de Uriel no correspondían con las acciones que quería realizar, quería correr, correr lejos de aquella masacre que estaba sufriendo aquella fatídica noche de luna llena. Debió hacer caso en su momento a la vampira que le ofreció alojamiento en su casa, y no estar viviendo cerca del bosque, bajo aquel puente a merced de cualquier bestia con sed de sangre o muerte. Los quejidos de la pantera se oían por cualquier zona del bosque, era rugidos, los cuales cesaron cuando fué incrustrado contra una gran hilera de árboles que hicieron que perdiera ya casi todas las fuerzas, recobrando su forma humana, cubierto por casi todo el cuerpo de sangre, su cabeza, sus labios, sus pómulos, sus brazos, piernas... abdomen.

Todo estaba lleno de sangre y la perdía a bastante velocidad, respiraba entrecortadamente yaciendo en el suelo agonizando una esperada muerte, realmente quería fallecer ya y dejar de sufrir. Uno de sus ojos estaba cerrado maldiciendo el dolor que sufría en todo el cuerpo. Se incorporó lentamente apoyando con dificultad la rodilla y la otra pierna ya en el suelo. Sin que aquella bestia pudiera observarlo y llegando al caso de que no tendría la inteligencia suficiente cogió un puñado de arena con su mano derecha -Va...Vamos maldito...- Dijo con dificultad gastando sus últimos alientos -¡MÁTAME!- Gritó con desesperación gastando sus fuerzas en aquel grito desesperante y suplicante. Pero... cuando aquel ser estaba suficientemente cerca lanzó aquel puñado de arena contra sus ojos, los cuales fueron impactados haciendo que rugiera con fuerza llevándose ambas zarpas a sus ojos por mero instinto y acto reflejo. Fué entonces cuando Uriel, en su último intento de salvar su vida, agarró su pequeña daga de plata, la cual siempre llevaba consigo en su calcetín y corriendo como podía, fué a impactar en su corazón con la daga, pero los movimientos desesperantes de aquel ser hizo que tan solo fuera asestado con aquella daga en el abdomen, aun así, el dolor que sentiría al ser plata, sería terriblemente grave. Pero algo sucedió, cuando creía que aquella bestia cesaría cayendo rendido a los pies del cambiaformas, una zarpa voló sin consideración ninguna hacia el rostro del chico haciendo que éste abriera los ojos sorprendido sin esperarlo.

por **Gianella Massone** Sáb Jul 23, 2011 1:13 pm

Sus ojos parecieron brillar de la emoción, y su hocico pareció saborear el líquido metálico que el desafortunado cambiaformas liberaba por las distintas heridas que había recibido tras tamaña masacre. Le dio igual que cambiase a forma humana, después de todo seguía siendo su víctima, seguía siendo su "juguete", el cual su instinto le pedía hacer pedazos de la manera más brutal posible. Lo vio alzarse apenas, y cargar contra ella. Se quedó allí esperándolo, abriendo sus brazos para darle un abrazo mortal que tronaría todos y cada uno de sus huesos...pero lo único para que usó sus garras fue para cubrirse el rostro de la tierra que había entrado a sus ojos y a sus fosas nasales. Había subestimado a aquel bicho, y su instinto se lo confirmó al moverse de manera casi refleja y desviar aquel instrumento mortal a su estómago.

Rugió con muchísmo dolor, intentando retroceder, intentando escapar de allí; pero su presa parecía no querer separarse de ella. Por eso aprovechó esa cercanía y le asestó un zarpazo directo al rostro, que por la debilidad progresiva de su cuerpo sólo se tradujo en tres líneas sanguinolientas en la mejilla. La plata la estaba matando, pero no iba a caer. No, no contra aquel. No lo iba a permitir de ninguna forma: ni su cuerpo ni su mente. Por eso abrió sus fauces en un nuevo rugido de ira y se las clavó en el hombro base del brazo atacante de pura suerte, ya que en esa forma no razonaba nada: sólo mataba, mataba y mataba. El sabor de su sangre por fin fue percibido por su incrementado olfato y gusto, y eso le motivó a morder aún más fuerte, desgarrando su carne por dentro, deleitándose y excitándose macabramente con los gritos que ahora retumbaban en sus oídos como tambores.

por Invitado Sáb Jul 23, 2011 9:30 pm

Aunque pareciera que aquella bestia tenía la situación controlada, que en parte era así, la daga lo debilitó en gran parte, seguramente, si Uriel hubiera sobrevivido al último ataque que ésta bestia le asestó, no podría volver a atacarlo. Aquella daga le había arrebatado todas las fuerzas y lo habría dejado en el suelo, tan solo era cuestión de un par de minutos que por la fuerza, la transformación de aquel ser cesaría dejándola en su forma humana. Mientras tanto, aquel ataque no había pasado en valde, aquel zarpazo fué desviado hacia su rostro echándolo varios metros atrás de nuevo, pero cuando Uriel quiso hacer algo al respecto, un atroz e intenso dolor corrió por su cuerpo. Sentía que la sangre comenzaba a hervir, que su cuerpo sufría un dolor realmente insoportable, que aquel grito que le ahogaba por dentro salía fuera para expresar el éxtasis del momento. Aquella bestia le había mordido en el hombros, las fauces de aquel ser estaban abiertas de par en par, y sentía los colmillos tocar sus huesos. El dolor era inexpresable, y sus sensaciones cada vez peores, dejó por un momento de sentir su existencia. Sus ojos quedaron en blanco y el grito se ahogó finalmente por completo. No sentía ni pensaba nada, tan solo su vida correr por su mente en cuestión de un par de segundos. Aquella bestia lo había mordido, lo cual solo podía decir una cosa, Uriel se había convertido en un licántropo. Momentos después aquel ser debilitado por la daga lo soltó haciendo que éste cayera golpeándose con gravedad en la cabeza contra un tronco, ese golpe mientras mantenía su mente en blanco y la poca fuerza de vida que le quedaban, hicieron del cambiaformas, ahora convertido en un hombre lobo, una pérdida de memoria en el acto de aquel golpe contra ese árbol mal situado en la base del suelo, quebrado por los varios golpes que aquella bestia le había dado y regalado a diestro y siniestro. Sus sentimientos desaparecieron, así como su vida, que era lo que parecía... Pero no, Uriel seguía vivo, respirando un aire que no tenía, aguantando en un suspiro la poca vida que le quedaba pero... no recordaba nada, había perdido todos sus sentidos, había perdido toda la esencia que tenía, había perdido su vida.

por **Gianella Massone** Dom Jul 24, 2011 6:43 pm

Si hubiera estado con todas sus fuerzas en aquel momento, podría haber atravesado perfectamente aquel cuerpo con sus fauces, provocando un chorreo a borbotones que le hubiera manchado todo el rostro y el cuerpo, y un posterior éxtasis traducido en más y más sadismo con aquella hipotética masa sin vida.

Pero no fue así: apenas le alcanzó para tocar sus huesos, los cuales no pudieron ser rotos, ni siquiera rozados lo suficiente para dejar alguna grieta; todo por culpa del dolor que se magnificaba en su cuerpo a gran velocidad, haciéndole finalmente soltar a su víctima y arrojarla violentamente contra un tronco, sin importarle en absoluto lo que pudiera pasarle. Retrocedió varios pasos, que se tradujeron en metros, sin dejar de quejarse, sin dejar de luchar contra aquel ardor que le mataba todos los sentidos uno por uno aquella noche...hasta que finalmente no pudo más. Un grito tan humano como bestial se desprendió de su hocico y en unos segundos lo que antes era una bestia oscura de dos metros y medio se convirtió en una mujer de cabellos negros y ojos azules completamente cerrados, cuyo cuerpo sudado y exhausto cayó de bruces cual saco de papas.

Su herida seguía causándole problemas aún inconsciente, lo que le valió unos cuantos quejidos lastimeros. Se había enfrentado a la muerte sólo por instinto, y sólo él fue el que le sacó de las puertas de ésta. Y también fue él...el que provocaría una etapa nueva e impensada en su vida; una etapa totalmente ligada al hombre que yacía moribundo a varios metros de ella.

por Invitado Dom Jul 24, 2011 7:24 pm

Aquel ser finalmente cayó, lo cual no podía atacarlo por mas tiempo, Uriel había sido salvado por aquella daga de plata, la cual, ahora no podría volver a tocar. Uriel no podía moverse, tan solo respiraba, pero algo extraño estaba sucediendo, sus heridas estaban siendo sanadas a bastante velocidad {Sanación acelerada} Las heridas se estaban cerrando, excepto la de su hombro, la cual tardaría un poco más. Uriel abrió los ojos, lo cuales cambiaron de color, ya no tenía los ojos claros, ahora eran marrones cual licántropo lleno de pelo. Se incorporó con dificultad posando un pie en el suelo y la rodilla de la otra pierna, aun con sangre por todos lados. Una larga melena negra apareció por un lado de su cabeza, la cual tomó y observó durante un rato. La dejó echándola a su espalda y se levantó del todo, sin ningún cansancio y sintiendo mucho calor en su cuerpo, ya que los licántropos tenían siempre el cuerpo caliente. Echó su mirada a varios lados, y solo encontró destrucción, árboles quebrados, una mujer desnuda en el suelo y una pequeña daga al lado la cual fué a recoger, pero al ir a tomarla un fuerte dolor llegó a su mano, como si ardiera. Ahí se dio cuenta de que no podía tocar aquel instrumento. Volvió a mirar a aquella mujer poniéndose de cunclillas delante de ella, tomó un poco de su pelo y la olfateó, sintiendo aquel aroma por primera vez, un aroma que jamás olvidaría. Al tocar su pelo, un fuerte dolor en su hombro lo penetró por todo el cuerpo, llevándose esa mano a la herida casi cerrada de aquel, el cual lo dejaría una preciosa cicatriz. Tomó de nuevo unos mechones de su cabello y se los arrancó, éste sería el único recuerdo que podría conservar. La giró en el suelo para que quedara boca arriba, observó su cuerpo durante unos segundos, pero la parte que mas miraba fue su rostro, con el ceño fruncido. Para que... para no olvidar jamás a la persona que ahora lo había convertido en una bestia. Se levantó guardándose aquellos mechones y miró a todos los lados del bosque muy serio sin mover un solo músculo y sin hablar ni formular tan siquiera un suspiro. Olfateó un poco y olió a unos cuantos humanos, lo cual quería decir que por esa dirección se salía de allí. Asi que comenzó a caminar sin mas miramientos hasta empezar a correr para salir de lo que había sido, un verdadero infierno. La nueva vida de Uriel acababa de comenzar. Ahora era Jake Drezhner.

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