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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Angelique Delacroix Lun Jul 18, 2016 8:03 pm

“No olvides que las brujas tienen magia en los dedos y un poder diabólico en la sangre.
Pueden hacer que las piedras salten como ranas y que las lenguas de fuego pasen sobre la superficie del agua.
Estos poderes mágicos son terroríficos.
Afortunadamente, hoy en día no hay un gran número de brujas en el mundo.
Pero todavía hay suficientes como para asustarte.”

- Roald Dahl



Era el cielo más estrellado que había podido ver en toda su existencia. En algunas zonas de la obscuridad parecía que se agrupaban mostrando destellos parpadeante de luz. La hechicería no era un juego de niños. No se trataba de leer un libro con palabras extrañas que te ayudaban a cumplir un cometido. ¡Claro que no! Muchos elementos jugaban parte de aquel sinfín de acciones. La naturaleza era un factor fundamental. Un cielo estrellado, la luna llena, el mar tranquilo o quizás alborotado, los ríos silenciosos, porque incluso las criaturas marinas otorgaban de su energía para realizar lo que se correspondía. Todo en el universo eran piezas de un gran rompecabezas. La existencia debía jugar un papel armonioso con otras criaturas, escenarios, naturaleza, entre otros factores, pero en realidad pocos hechiceros lo sabían. Pocos aprovechaban tales conocimientos.

Angelique no era una bruja común y corriente. Su edad era un poco más longeva de la que poseía. Algunas criaturas de su especie creían que eso no era posible, pero sí los vampiros, licántropos, y hasta ellos existían, entonces todo podía ocurrir. La mujer había hecho pacto con un demonio, mismo que le otorgó un poco más de fuerza, todo con tal de que le ayudara a cometer ciertas atrocidades. Pocas personas disfrutaban de la maldad, criaturas también, porque aunque lo negaran, la bondad era mayor dentro de alguien, los lazos que los unen con alguien más es el factor importante, pero existían grandes excepciones, entre ellos se encontraba Angelique. Aquello lo llevaba en la sangre, su sangre corría de forma acelerada y era espesa. Los demonios gustaban de ella. Su falta de escrúpulos le hicieron llegar hasta donde se encontraba.

Cada acción que la hechicera realizaba, debía tener un beneficio, no importaba la escala de importancia o valor, todo debía darle una recompensar jugosa y jactanciosa. Algunas de sus riquezas podrían venir de la moneda, de las joyas, de los libros, el conocimiento, o uno que otro ser que jugaba a ser su prisionero, y que por supuesto le ayudaba con sus experimentos. Por eso esa noche rondaba por los bosques, caminaba entre las raíces y los animales, corría el riesgo de ser asesinada, o peor aún, ser secuestrada para torturarla en consecuencia de alguna venganza.

Los enemigos le sobraban a aquella bruja. Quizás poseía uno en cada esquina francesa, pero eso no le impedía esconderse temerosa, si tenía todos aquellos contrincantes, y ninguno le había podido llegar a hacer algo, estaba claro que era por lo amenazante que llegaba a resultar. Hasta la fecha tenía más asesinatos de sus propias manos que enemigos, cosa que era una razón importante para que no intentaran hacer algo que pudiera aniquilarlos. Claro estaba que no tardarían mucho en realizar algún complot contra ella, pero cuando lo quisieran realizar, la hechicera estaría muy lejos, logrando fines más importantes que el cuidar sus espaldas.

Faltaban dos horas para que la luna llegara a su punto máximo aquella noche. Sus cálculos nunca le fallaban, por eso sabía que su invitado llegaría en media hora. Había ordenado se colocara una mesa, algunas herramientas, y un libro especial que había dejado en su cabaña. Por su fuera poco, el lugar cercado en el bosque, que muchos deseaban arrebatarle con ofertas de dinero exageradas, era un lugar estratégico para poder realizar magia negra. El punto más grande donde la energía natural se concentraba. Por eso el ritual lo iban a realizar ahí, frente a su cabaña, pero claramente a la luz de la luna. Se había tomado una semana para alimentarse y descansar de manera adecuada. Nada podía salir mal. Excepto que los horarios fueran respetados por completo. Le daban ansias positivas por aquella acción. Sería la primera vez que jugaría con una mente que parecía estar bloqueada por un brujo poderoso. Ese tipo de acciones le parecían retos tan grandes, que superarlos le llenaban de más conocimiento y poder. Por eso lo realizaba, y también por llegar a controlar un envase. Uno que poseía una fuerza incalculable, que ella sólo sabía, y que por supuesto no le diría.

Se sentó en la mesa del ritual. Destapó una charola que le habían dejado con los alimentos correspondientes. Debía comerse el cerebro de un cordero, todo crudo. Aunque no era su comida favorita, no le desagradaba. Además que el jugo de limón le daba un cocimiento natural que siempre resultaba agradable. A su lado una copa de sangre del mismo animal, y aun lado, para el final. Sólo quedaba un vaso de agua.

Angelique no era una mujer asquerosa, por el contrario.

Llegaste justo a tiempo, ven a sentarte frente a mi — Invitó a su experimento se acercara, sonriendo se llevó el primer bocado a su boca. Se sintió divertida por los gestos de su acompañante, pero eso siempre lo vivía y le resultaba fascinante ver a otras criaturas, sentir repulsión por lo supuestamente incorrecto, pero que lo era por ser desconocido — Llegaste en el momento correcto, también hay comida para ti, necesitas estar muy fuerte, pero no te asustes, tu comida no está para nada cruda — Intentó bromear, aunque sabía que sus palabras no llevaban gracia para el visitante — ¿Estás preparado? Más te vale que sí. — Porque ella no aceptaba débiles, y mucho menos errores. Su salud física también estaba en juego.
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Lo más peligroso que puede acechar en la oscuridad, soy yo. → Privado Empty Re: Lo más peligroso que puede acechar en la oscuridad, soy yo. → Privado

Mensaje por Larden Miér Jul 27, 2016 1:17 am

Beware of those who are always hungry…
S. K.











Todas las preguntas que habrían podido llenar su cabeza con interrogantes fueron opacadas por la escena que se presentaba ente sus ojos. De repente se encontró sentado en una mesa presenciando la que era quizá la velada más extraña a la que había asistido. Y sería así si no fuera porque no recordaba que algo similar había ocurrido algún tiempo atrás cuando su esposa había usado su cuerpo para un ritual similar.

Lentamente comenzó a recorrer con la mirada la gran mesa que se extendía un par de metros frente a él. Cada cosa que había sobre ésta hacía más bizarra la atmosfera convirtiendo el aire alrededor de él en una sofocante substancia difícil de respirar.

Frente a él y al final de la mesa se encontraba Angelique, la había reconocido tan pronto ella había hablado. Cada vez, cada vez que la veía no podía evitar quedar algo pasmado con su figura pues todas esas veces eran como la primera vez que la admiraba. De alguna forma, desconocida para él, ella le atraía, más allá de lo sexual o del deseo, había algo en ella que le hacía querer estar cerca, cuidarle e incluso amarle. Aunque aquella palabra, como muchas otras más, ya no tenían significado para él. De cierta forma, Angelique, no era a quien debía amar sino con quien debía estar. Aferrarse a aquello que podía reconocer había sido para James lo único que podía llamar vida.

¿Preparado?







La luna le seguía a todos lados. Aquella noche James parecía estar perdido. Se había adentrado en el bosque hace un par de horas atrás y hasta ese momento no había encontrado ni un sendero o pista que le dijera a dónde se dirigía. La verdad era que él podía salir de ahí en cualquier momento, sólo tendría que proponérselo y haciendo uso de sus sentidos aumentados y de su gran sentido de la ubicación podía con facilidad regresar por donde había venido, pero estaba seguro, tanto como un hombre sin memoria podría estarlo, de que estaba ahí por una razón. Siempre, desde que aprendió a lidiar con su condición, debía suponer que si estaba en algún sitio que desconocía sólo podría haber dos opciones, o se encontraba donde se suponía debía estar o estaba en camino a ese lugar.

Mientras caminaba por el bosque evitaba reconocer patrones o dejar marcas pues sabía que en cualquier momento aquello podría jugarle en su contra. Incontables veces se había encontrado persiguiéndose a sí mismo o huyendo del rastro que antes él había colocado. Por supuesto nunca sabría cuántas veces le habría pasado, siquiera si ahora mismo le estaría ocurriendo. Lo único que podría hacer era seguir caminando con la única certeza de que la luna no lo abandonaría.

De alguna forma, James había llegado a aceptar su condición, incluso había aprendido a vivir con las pocas cosas que recordaba de su pasado, pero sobre todo a ignorar todo lo que no recordaba de su presente. Por fortuna, una de las cosas que se habían quedado en su cabeza era su licantropía y aunque no recordase cómo la había obtenido, su “maldición” era de las pocas cosas que podía sentir como parte de él, como si toda su vida hubiese sido siempre el lobo y no él humano.

A medida que la noche parecía tornarse más obscura los pasos de James comenzaron a llevarle por buen senderó. Como si se tratase de una abeja atraída por la miel, la magia podía hacer lo mismo con James. Lo que él desconocía era que él no era quien le estaba encontrando buen destino para sus pasos sino el lobo. Aquel que no sólo recordaba todo sino que cada noche de luna llena buscaba con desesperación a aquellos que le habían hecho tanto daño y que por omisión usaba la magia para encontrarles.

Después de caminar por un par de minutos más el rastro de magia le era ya tan familiar que habría podido seguirlo con los ojos cerrados. Tan era el encanto de esa esencia que de un momento a otro se encontró frente a una cabaña. Si hubiese podido esta cabaña le hubiera recordado su modus operandi en los días de luna llena, cuando había hecho construir varias cabañas alrededor de su propiedad y las cuales usaba para recluirse a sí mismo en los días de luna llena. Entonces, las palabras de una mujer le hicieron seguir su mandato como si de un títere se tratase, sin titubear llego hasta una silla y tomo asiento.








Cuando despertó estaba en un cuarto de hotel, lo había reconocido por el mobiliario y por el inconfundible olor de este tipo de lugares. Se halló desnudo y cubierto sólo por las sabanas de la cama. Sin pensar mucho en ello, se levantó y comenzó a vestirse. Como era su costumbre hurgo con profundo cuidado los bolsillos de su vestimenta pero no encontró nada salvo un par de billetes.

Al salir de hotel la luz del día lo sorprendió un poco, al parecer había pasado más tiempo del que creía en ese hotel. La incomodidad era tal que tuvo que buscar refugio entrando a una taberna convenientemente ubicada frente el hotel. Ya dentro el ambiente pareció acomodarle mucho mejor que el de la calle. Se dirigió a la barra sin pensarlo y dejando uno de los billetes sobre la mesa ordeno un trago.

¿Whiskey, cierto? Ella dijo que pediría eso.
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Mensaje por Angelique Delacroix Jue Sep 15, 2016 9:22 pm

Angelique había aprendido que los métodos de hechicería podían ir modernizándose conforme los descubrimientos, el poder y los años que iban pasando, sin embargo, aunque algunos o muchos de ellos le funcionaban en su mejorada forma, prefería actuar a la vieja escuela. No es que temiera a los cambios, pero ella era una mujer con los años más largos, la edad que aparentaba no era real, y todo lo que había llegado a alcanzar, fue por no cambiar los patrones que le habían establecido y enseñado. Lo que estaba apunto de hacer no era un juego, su vida también estaba en peligro de no realizar de forma correcta, aunque sabía que existían grandes riesgos, lo cierto es que era más lo que iba a ganar que lo que perder. Sus pactos con demonios le daban seguridad de seguir viva, porque todo aquello que prometía a esos seres oscuros, lo cumplía. Ellos hacían lo mismo con ella.

James era un hombre que no sólo le prometía grandes cosas para el futuro. Promesas que él no sabía, claro, pero que ella estaba segura llegaría a realizar. Se trataba de un ser que escondía más poder de lo que imaginaba, sin duda le serviría a la hechicera. Larden cargaba no sólo el poder de la luna, también en su mente existía un sello que le impedía ver su pasado, conocerse a sí mismo, y ese tipo de magia sólo existía en un aquelarre que ella clasificaba como sus enemigos. Brujas que habían dado caza a algunos de sus familiares, hechiceros y hechiceras importantes que la contactaban cada determinado tiempo por medio de la posesión de cuerpos. ¿Acaso llegaría a descubrir el hombre lobo que la bruja estaba a punto de saber como aniquilar a sus enemigos? Probablemente, pero para cuando eso llegara a pasar, le debería la vida, y no podría llega a juzgarla.

Existían muchas cosas de por medio, demasiados intereses que debían ser atendidos y saciados. Todos los de ella se darían satisfactoriamente, no existía duda, sin embargo algo en su interior le decía que también sería necesario darle a él lo que merecía, porque quizás después de finalizar ese ciclo, ambos seguirían en el camino del otro. Habían muchísimas más cosas por las que pensar, existían lazos que jamás van a romperse, porque aunque ella era una criatura despiadada, lo cierto es que en su interior la parte humana también existía, y en ocasiones la llegaba a dominar.

Ella sonreía con tranquilidad. Aunque existían peligros en la noche, lo tenía todo controlado. ¿Por qué no? Era evidente que Angelique no dejaba pasar nada por alto, incluso sus enemigos le daban el espacio que necesitaba para que hiciera lo que le correspondía. En sus hombros existían tantas responsabilidades, pero su prioridad eran ellos dos. Ella, él. Nadie más que ellos. Si ambos no avanzaban para bien, era muy probable que terminarían las Delacroix, y eso no estaba permitido. Por eso ignoraba el mal sabor del cerebro que ingería, porque ese era uno de los males más pequeños, que sin duda poco le importaba, y que por supuesto no vomitaría. Aquello sólo era para los débiles.

¿Acaso ella era débil? Para nada, nunca lo sería. Por el contrario, iba arriba en la pirámide.

Cuando se terminó la mitad del cerebro, invitó a que Larden se comiera el corazón, aunque estaba perfectamente cocido, no tendría porque sentir asco, ni nada por el estilo, por el contrario, su mejor cocinero lo había preparado para que no lo vomitara o existiera problema alguno. Por supuesto no debía existir margen de error.

Necesito que me cuentes algunos detalles que poco a poco han aparecido en tu cabeza, o cosas que creas son extrañas — Dejó a la mitad su alimento para ponerle atención. — Tenemos una hora para terminar de comer y saber cada detalle, así que te recomiendo que empieces, o iniciaremos mal, y no creo que en realidad quieras perder una oportunidad que sólo puede aparecer un par de veces al año. — Su rostro se volvió serio, ella no permitía que nada ni nadie le arruinara nada.
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