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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Mar Jul 26, 2011 5:57 pm

[PRIVADO CON DANA]

A pesar de que iba cubierto con una capa desde el cuello hasta poco más debajo de las rodillas, los guardias que custodiaban la entrada me reconocieron y abrieron las puertas de par en par para dar paso y procedieron a inclinar el cuerpo en una venia hasta que pasáramos -Espero que te guste este escenario- le dije y luego sonreí divertido antes de entrar con ella a mi lado, tal cual habíamos caminado desde la salida del teatro donde la había conocido. Una vez dentro las altas puertas cerraron para no permitir la entrada a nadie más que no fuera de la realeza.

Caminamos por un par de pasillos hasta llegar a una sala privada junto a un salón de baile donde se efectuaba una mascarada de inmortales, las fiestas de los vampiros eran más comunes en aquel lugar que las de los mortales aunque a veces se le permitía a la realeza de Paris tener los salones para sus propias fiestas. La máscara de mi acompañante era diferente, estaba pintada en la cara y sería más difícil deshacerse de ella que las usuales que se usaban en aquellas fiestas. Pase de largo del salón donde la música provocaba giros, saltos, cambios de parejas, risas desenfrenadas y manoseos disimulados entre amantes.

-Nosotros tenemos un salón privado para un juego privado- comenté cuando llegamos al final de un pasillo que daba a una puerta de madera maciza y tallada con relieves de criaturas angélicas, lo irónico en contraposición a lo que dos seres como nosotros podrían hacer en el interior. Abrí las puertas y entre primero, no había heredado la característica caballerosidad de mis hermanos para montar el teatrito de modales con las ‘damas’ ya que para mi eran todas mujerzuelas, fueran de la clase o nivel social bajo o alto daba igual, lo único que las diferenciaba era la ropa que tarde o temprano se les quitaba y terminaban siendo lo mismo, solo un cuerpo, un objeto de donde obtener placer.

Estaba contento de que no me acompañara una mujer como las estándares, no, claro que no era una mujer, era una muñeca aunque ella dijera que no lo era, era un títere, era un despojo de trapos y de insectos, una deidad hecha de sangre y astillas de huesos, delirante criatura a la que quería abrir como una ostra y raspar con un cuchillo en sus profundos intestinos secos. Ella había prometido no portarse bien, eso era lo que la hacía más interesante ya que estaba dispuesto a darle un puñal y que me hiriera, que desprendiera con sus dientes mis labios del rostro y que los mordiera para luego escupirlos…mi imaginación me llevaba por tantos caminos que no sabía cual tomar y decidí que sería todo como en el teatro se haría, cuestión de improvisación.

Su cadáver allí parado quería estudiarlo como si le hiciera una autopsia, mi cadáver podría entrar en frenesí cuando ella empezara a portarse más y a disfrutar de ello. Dolor, dolor, dolor y placer. Cerré las puertas y las asegure para que nadie más entrara después de que ella estuvo en el interior. Entre los muebles de la sala se encontraba un armario donde me dirigí a rebuscar entre algunas cosas mías que a veces dejaba ahí por si decidía salir a divertirme con alguna puta bien pagada. Solo encontré un par de cuchillos y un hacha de tamaño mediano, mi juguete predilecto.

-Pongámoslo interesante, ¿quieres empezar con el juego?- la rete desde donde estaba, le arroje los cuchillos a los pies y me quede con el hacha. Tire la capa sobre una silla y me quite el saco para quedarme en camisa. Tome el hacha tranquilamente y me senté en uno de los sofás donde espere la respuesta de aquella muñeca hecha de despojos -Sírvete vino o sangre si te ayuda a pensar- dije señalándole con la mirada hacia una mesa donde habían dos botellas repletas de ambos.
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Mensaje por Dana Luminita Mar Jul 26, 2011 8:25 pm

No dije más a sus palabras, todo es un espectáculo montado por el vampiro que se traga su nombre. Mis pasos siguen el sendero de las baldosas contando los tiempos en un compás aparente, pero solo guían los sonidos, el viento y la noche que dicen murmullos de una tormenta venidera. Los pasos garbos de una actuación perfecta me particularizan, me hago preguntas, pero tengo pocas respuestas. La gente no puede mirar al mundo, el mundo no puede mirar a un muerto. Solo se vive en la inmundicia y se sacian los placeres mundanos con el dolor y con la codicia. Tengo algunos murmullos de palabras que vuelan sobre mi cabeza ¿Escuchas Juana?... Shhh Shhh....

Entre tanta opulencia ni me inmuto, solo continuo con mí andar innegable, el aire frío de la lluvia agita mi cabello sobre mis hombros, dejando brillar el color rubio casi cenizo con las puntas pintadas en color rosa. Asiento con un movimiento tocando el ala de mi sombrero de copa y miro al frente, las alfombras y el brillo de las lámparas. Mis ojos no pueden dejar de mirar de un lugar a otro observando los detalles de los pasillos, de las ventanas, de los cuadros, de las esculturas, de los maceteros, de cualquier detalle fuera de su lugar. Los aromas se disparan de diferentes torrentes hacen un huracán en mis pulmones, aprieto los labios un momento sintiendo el calor del amuleto en mi pecho. El maquillaje carcomido de mi rostro solo deja ver la miseria y realmente no me importa lo que pueda mostrar la careta que tengo puesta de maquillaje desquebrajado. El maquillaje puede mostrar una cosa y mi vestuario otra, un corte de alta alcurnia como cualquier caballero adinerado de esta época pudiese portar.

Los sonidos, las risas, las voces, las luces, los elixires, las danzas... todo es un giro de carrusel en una sala de alfombras bordadas y que las carcajadas maquilladas con lujuria y la embriaguez de los cuerpos hace que todo se torne en diferentes colores. Las bandejas pasan frente mío, hombres hermosos, mujeres hermosas, máscaras aquí y allá, ojos dignos para mi colección. Miro al hombre que me lleva a ese lugar y su mirada turbia aun no me dice su nombre, le sigo unos instantes, más bien por instinto. Los ángeles cantan melodías blasfemas ante la espera de nuestra presencia y doy paso a la sala donde soy invitada, no me importan sus estatutos de etiqueta. Nuevamente miro, levanto la barbilla mirando los techos, el sombrero amenaza con caer de mi cabeza pero se aferra quedándose en la corona.

Pero vuelve la mirada hacía donde está de pie, observando, apoyada de mi bastón con ese conejo amenazante, ahora me parece gracioso con esos dientecillos sobrepuestos. No me sorprendería si sacara algún arma y quisiera amarrarme, sobre advertencia no hay engaño Luminita, lo dijo que quería sacarte las tripas y quebrarte los huesos. Levanto una ceja al mirarle con sus juguetes. Voilá. Siento a la muñeca en uno de los sofás. Los cuchillos giran junto a mis pies y con mi bastón los levanto con dos golpes tomándolos con una mano. Hasta parece un truco de gitanos.

-Parece que le gusta tener un arma grande en la mano- digo con una sonrisa mientras observo las navajas en mi mano zurda y continuo con mi bastón en la mano diestra. Me acerco a la mesa y olfateo el vino, la sangre, le miro de soslayo. – El juego... –murmuro, veo los cuchillos en mi mano y uno lo desaparezco como por arte de magia y el otro lo giro a velocidades celéricas- ¿Me cree una vagabunda para usar semejante desperdicio? Dos cuchillos son como dos almas perdidas... No sirven si no tienen mi nombre en ellos... están contaminados con su nombre... –lanzo los cuchillos perfectamente hasta donde está el hombre y le doy justo arriba de la cabeza donde hay una escultura, en cada uno de los ojos- Tengo mis propios juguetes –El bastón aparente lo desenfundo y es una Katana, la ondeo como una espadachín, perfecta actuación de un arlequín adiestrado por un guerrero.- Aun no la bautizo... ¿Le parece si le ponemos su nombre... su alteza?... –le miro directamente a los ojos, tengo una sonrisa burlona y no me veo muy amable, ni con el maquillaje, ni con la mirada, ni con el cuerpo, nada, el juego es oxidado y lloverá sangre, lo presiento... tal vez... terminemos sin nada... sin cuerpo, sin ojos y solo quede ceniza en el centro, correremos hasta desaparecer con la lluvia que empieza a golpear la ventana. -¿Cual será su excusa?...
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Mensaje por Invitado Sáb Jul 30, 2011 6:56 pm

No estoy acostumbrado a subestimar a las personas, mis observaciones la mayor parte del tiempo son correctas y cuando digo que una reina es una simple puta lo es, un conde es un pedófilo y lo es y cuando sé que un arlequín no es una mujer que abre las piernas ante ‘su alteza’ …entonces se presenta una alta probabilidad de que el juego cambie de la rutina y que pueda disfrutar de lo que tanto me apetece, un encuentro con la aclamada muerte aunque no podamos morir por ser inmortales qué más da, que mas da reducirnos a pedazos, qué más da si no será una noche de sexo con cualquier mujerzuela que inflada de ego se mete bajo las sábanas del mejor postor.

Esa muñeca, ese arlequín pintado y de mente irrazonable me estaba dando una oportunidad que raras veces se me había presentado, el observar la verdadera belleza, la belleza de la muerte. Porque para mí no era bella una mujer desnuda recubierta de diamantes, ni una cortesana voluptuosa, ni una hija de noble cuna con aspiraciones de Cleopatra. La belleza se encontraba en la destrucción, en el músculo despojado de piel, en las gotas de sangre que caían como un manantial de una yugular, en el dolor de una herida que rápidamente se curaba para volver a provocar la misma herida. No me interesaba matarla, solo hacer de su cuerpo una escultura, nadie comprendía a aquellos artistas que tenían de material partes de cuerpos humanos, tampoco aspiraba a ser uno de ellos, solo quería ver ese cadáver de muñeca en su esplendor sangrante y verme tan sangrante como ella para que después nuestros cuerpos unidos por las venas extirpadas se unieran en un máximo placer sexual lleno de dolor.

Estábamos solos y cómodos, yo tenía mi arma y ella tenía la suya –Es mi favorita, el corte es preciso- respondí cuando ella hizo referencia a mi arma. La mire moverse hacia el vino y la sangre, me sentía ¿feliz?, al escuchar que cumpliría con mis expectativas. Sonreí de lado y observe sin sorpresa alguna su katana, sabía que la mayoría de los ‘bastones’ tenían el mismo fin –¿Vagabunda?, quizá aparentemente pero no, eres una muñeca y por lo visto quisquillosa. Esas armas han estado por generaciones en la familia, has herido mi muerto corazón al rechazarlas- dije riéndome a carcajadas sin moverme ni un centímetro de donde estaba a no ser que fuera para ponerme más cómodo en el sofá.

-Me siento conforme de que el juguete sea el bastón, realmente le he tomado cariño a Juana como para herirla esta noche ¿tú no?- volví a sonreír pero sin las carcajadas, cerré los ojos unos segundos y cuando volví a verla ya me encontraba listo para comenzar el juego, había adquirido una seriedad totalmente contraria a la de las carcajadas que llenaron la habitación momentos antes. Sentía el inquebrantable deseo de destruir, la ira afloraba como una extraña sensación que se asemejaba a la necesidad de sangre cuando un vampiro no se alimentaba, aun no estaba pensando en entrar en frenesí, para ello había un momento, ahora solo quería divertirme y dejar que el demonio saliera.

Me puse de pie y guarde el hacha en la parte trasera de mi pantalón, me quite la camisa quedando el abdomen descubierto y tome el par de cuchillos que ella había lanzado momentos antes, se los lance a ella apuntando a sus costados a la mitad del cuerpo, ambos rosaron el pantalón que ella llevaba cortando la parte que sujetaba a la cintura de modo que este cayera naturalmente para poder ver sus piernas, la tela para los cadáveres no era necesaria, ni en el caso de él ni en el de ella -Donatien Alphonse François, en honor a un amigo literato que no veo hace mucho, ¿te parece?- respondí a la pregunta del nombre de la arma. Me parecía un nombre propicio debido al juego que estaríamos por empezar. Caminé hacia donde estaba ella y tome la katana del filo agarrándola fuertemente con una mano, apreté en puño y la sangre empezó a escurrirse desde mi palma por la hoja del arma, la solté y con la misma mano ensangrentada acaricie su mejilla de tal manera que mi sangre baño ese lado de su rostro -El color rojo te sienta bien- dije y le arranque la chaqueta de un tirón sin importar que el crujido de la tela.
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Mensaje por Dana Luminita Sáb Jul 30, 2011 10:18 pm

Mis ojos se quedan un momento en un punto ausente y las palabras que salen de su boca me resultan hasta graciosas... Luminita, estás loca. Sí, lo sé, no tienes que recordármelo. Los recuerdos golpean las gotas de sangre y el aire se vuelve pesado, ondeo mi espada con disciplina y la apoyo un momento en el suelo acomodándome con estilo, sigo siendo ese arlequín insano que siempre tendré tatuado en los huesos. Los miro ladeando un poco mi cabeza hacía mi hombro derecho y escucho con atención sus palabras. La mente se desvanece con la lluvia que cae en el exterior, es música distractora y el viento sacude las cortinas de los ventanales.

No puedo dar dos monedas por sus pensamientos, por saber que dicen aquellos ojos grises que quiero adivinar en dos por tres, quiero saber más de aquel rostro de niño que tiene una sonrisa maldita. Es mi condena tener esa curiosidad que me corroe las venas, no puedo soportarlo. Pero estoy segura que no le importa el dinero, ni sus ojos o su bello rostro ¿Qué busca?... todos tienen una búsqueda en este mundo, aunque seamos unos miserables inmortales con las manos llenas. Siempre que lo tienes todo, no tienes nada. Puedo actuar como un arlequín vagabundo, pero también demostrar que no lo soy. Hasta para humillar al enemigo hay que tener elegancia. Lo de las armas me causa gracia y una sonrisa tétrica se plasma sobre mi maquillaje. Tiene sentido el humor, tal vez si nos divirtamos después de todo.

-¿Juana? Ella no está invitada a la fiesta... ¿o sí?...- Juana, bienvenida al club de los poetas muertos, no me disculpo por quitarte la cabeza o por sacarte la tela de tu vientre, de meterte diamantes y chantajear a los verdaderos vagabundos, de rellenar tus ojos con sangre y servirme de vasija, de alimentar el fuego y volverte a conseguir para cortarte la cabeza.

No hago ningún gesto, no rompo el vinculo que creamos con la mirada, adivina adivinador, ¿Cuál es el color?... puedo leer sus manos, sus puños y su cuerpo tenso, puedo ver sus labios que son escarlata y tal vez podría morder sus ojos... sí, sacarle los pómulos a mordidas, no tendría el rostro de niño lindo. Sujeto la empuñadura de mi espada y la muevo con destreza pero sin poder esquivar las navajas que lanza con pericia, estas realizan cortes en mi ropa, me gustan mis calzoncillos largos de hombre, es ridículo, lo sé, pero me gusta llevar el traje completo, se ven mis botas escarlatas que me cuben hasta las pantorrillas y contrastan con la ropa interior. Siento unas ganas indescriptibles de bailar.

-Parece que si sabe usarlas después de todo... Su majestad –digo mordaz la última palabra, no puedo dejar de explotar en una risotada y pateo la ropa que realmente me importa poco, entiendo a donde se dirige todo este espectáculo- Es un nombre sucio... y largo... me gusta solo Sade...–miro la hoja unos momento la extiendo sobre su pecho, podría hacer un diseño sobre su marmórea piel, dejar unas cuantas marcas y usarlo como libro de cabecera. Mis cejas se unen al ver que sostiene la hoja y se hace un corte, la sangre empieza a cambiar la atmósfera, pueden luchar por tener sangre diferente al resto, pero la pregunta es: ¿Lo es? No quiero apostar nada todavía.

La ropa no tiene importancia en este momento, tal vez me vista carmesí, ya tengo las botas puestas. De un giro casi danzante me detengo sin la chaqueta, doy un paso más cercano junto a él, ahora no adivino su iris, puedo ver esos malditos ojos color de un frío océano. Le tomo la mano con la que me marca el rostro y mancha efusivamente el maquillaje desgajado, quitando una parte de este y mostrando un poco de la piel que hay debajo. Mis uñas se hunden en su piel que tiene la herida del bautizado “Sade” Muerdo su antebrazo el cual tengo sujetado de la mano. Le miro sin premura y hundo mis colmillos sin cabida en su piel. Le suelto y empujo con desaire, puesto eso es el juego, él quiere ser el vagabundo. Le apunto con la espada en la clavícula y le paso el filo sobre la piel haciendo una línea recta...

-¿Le gusta Sade? Creo que ya siente cierto cariño... o cierta repugnancia... –Mi sonrisa es imborrable, mis ojos que por defecto son color del azul de la paleta de los colores primarios se obscurecen como un abismo. Le quito la espada un momento y la muevo un par de veces y me pongo en alerta, su arrogancia no quedará tranquila lo sé, así que estoy a punto de probarme mi nuevo traje, con gusto, con una sonrisa casi desbordante y doy un giro sobre las botas escarlatas, suenan las cascabeles ding dong, bailo un, dos, tres, mi bastón es una filosa katana manchada con sangre.
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Mensaje por Invitado Lun Ago 08, 2011 6:58 pm

Mi risa, su risa, todo se mezclo de tal forma que nuestra fiesta privada era mejor que todas las demás que se estaba llevando a cabo simultáneamente bajo el mismo techo, lástima que otros inmortales no entendieran este tipo de entretenimiento y se quedaran en sus pobres viditas de opulencia con una vida aparentemente como la de los mortales. -Espero que Juana no lleve calzones, sería una lástima- dije riendo mientras miraba la parte inferior de su vestimenta. Ella menciono algo sobre las armas ¿importaba? No, no era el uso lo que importaba sino lo que el uso producía -Dejemos el protocolo, su majestad se olvidara de que es usted una dama esta noche- y más risas, cada vez que mencionaba la palabra ‘dama’ no podía evitarlo, tal cosa no existía en la sociedad actual pero digamos que formaba parte del repertorio que se espera de cualquier hombre en su posición pero era a la vez lo que no era necesario con aquella mujer porque no era una muñeca de porcelana, era una muñeca de despojos.

Vestimenta de hombre, ¿calzones de hombre?, o quizá le pusieran la cabeza en el cuerpo equivocado, algún pozo tendría que haber por allí, un pozo de donde beber y un pozo donde sumergirse. Sonreí cuando vi sus calzones, su figura femenina se veía casi perdida entre la ropa que debió ser diseñada para un físico más frondoso que el suyo. Una gota de sangre, dos, tres...acompañadas de la carcajada, de la locura que exhala de los pulmones muertos, quizá exhala polvo, no, ceniza no, la ceniza no se presenta ante la realeza. -No es lo único sucio y largo que encontraras en esta habitación…también esta…- miré hacia abajo -la katana- finalice y sonreí ante la satisfacción del corte. Me acerco, juego, el filo del hacha que llevo guardada clama por atención y por penetración.

Mi mano sujetó su rostro con tal delicadeza que la sangre al rozar su piel recorrió el camino desde su mejilla hasta el cuello, ella me tomó el brazo y mordió con sus colmillos en la pálida piel marmórea. Excitación, dolor, una sonrisa de satisfacción y sin ningún problema en ello disfrute del primer contacto, sus colmillos y mi sangre. El color escarlata me sedujo más que sus calzones, sabía que su color escarlata tendría un efecto mejor y que quizá podría despertar el frenesí. Se acerca, juega, el filo del hacha que llevo guardada clama por atención y por penetración.

Parecía una sanguijuela alimentándose, la guardia baja, el hacha esperando, un movimiento certero para que la hoja se la clavara en la espina dorsal y que cayera al suelo revolcándose pero se acabaría la diversión y además ella me gustaba, no tenía porque hacer eso aunque en mi mente ella ya estaba doblemente muerta. Quitó sus colmillos de mi brazo, dos puntos sangrantes en la piel blanca, dos puntos que se regenerarían dentro de un rato como si nunca hubieran estado allí. Me empuja, doy un dos, quizá tres pasos hacia atrás y el filo de su katana roza mi clavícula, un corte, un hilo de sangre que cae y que me produce tal satisfacción que prácticamente es una invitación para jugar, basta de preámbulos -La pregunta debería ser si me place- respondí con una sonrisa macabra mientras tomaba el hacha en una mano -Es mi turno- afirme y me acerqué a ella.

En algún lugar de Paris alguien acaba de suicidarse, una mujer acaba de matar a un hombre, un vampiro bebe la última gota de sangre de su víctima, un licántropo desgarra un cuerpo como si fuera papel, un borracho acaba de violar a una joven, un hombre se esconde detrás de una cortina con otro hombre, dos mujeres se acarician mutuamente, una adolescente lee novelas que le carcomen la mente mientras que su pretendiente esta en el burdel cogiéndose a una cortesana con sífilis. En una habitación de Paris se encuentran dos inmortales sedientos por la sangre, uno de ellos busca placer y destrucción, la otra busca probar que puede con aquel reto de su curiosidad.

El filo del hacha atravesó toda prenda que le quedaba de un solo tajo, desde el cuello hasta el vientre en una sola línea vertical fue un corte preciso y rápido donde no hubo voces ni pensamientos que hablaran sin ser llamados. Sus senos pálidos quedaron al descubierto al igual que la parte superior de su vientre, al arlequín solo le quedaban trapos colgando de los hombros y sujetándose su calzón apenas de las rodillas. Volví a guardar el hacha y me incline sobre su seno derecho a clavar los colmillos sobre él, una mordida fuerte que destrozo la piel al apenas tocarla y que bebió de ella cuantas gotas se me antojaron, porque era su sangre, putrefacta, sangre de gusanos, sangre de mendigos y reyes, sangre de un muerta la que mojo mis labios hasta mojarlos por completo, momento en que finalmente me separe de su seno mientras la última gota que había succionado resbalaba por la comisura de mis labios en los cuales se dibujaba una sonrisa frenética.
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Mensaje por Dana Luminita Miér Ago 10, 2011 4:17 pm

La vestimenta solo es una piel que se desquebraja. Una máscara de telas que oculta mi cuerpo femíneo, delineado, torneado y un poco aniñado. Mi piel marmórea es brillante como lo maldice mi estirpe. Mi ropa está diseñada a mi medida, toda mi vestimenta está completamente estudiada, así lo pido caprichosamente a los modistos, la hija del regidor del clan puede hacer lo que se le place. Parezco más un joven macilento cubierto con estas ropas de hombre. La ropa no atañe, solo es parte de la caracterización de Luminita.

Se puede crear un vínculo de sangre si se desea, aunque ahora la sangre corre en ríos sin rumbo fijo. No importa si es de otro vampiro o de los mejores ojos que se ponen frente mío. La sangre solo endulza un momento, para mí, la sangre debe ser diferente. No somos inmortales, solo somos difíciles de matar, de herir, una conciencia que late en el abismo, en la oscuridad absoluta, sin dolor, sin remordimientos. Estamos en algo más que un solo juego el cual que a pesar de la muerte resulta entretenido, diferente a lo que se juega sobre una mesa. Las risas se difuminan con los truenos que azotan los ventanales y el dios Eolo agita con su fuerza la lluvia que se despliega en el recinto.

Puedo verte, temeraria, me espías de vez en cuando, ansiosa, brillante, un hacha sin nombre igual que su dueño. No me importan los protocolos. Aunque no puedo evitar mi naturaleza, soy una mujer y no puedo impedirlo, una mujer que murió joven; a los diecisiete, con un cuerpo de una mujer mayor. Las maldiciones no discriminan. Estoy mirándote, estás cerca y te sacan del exilio, aprovecha, corta mi piel que solo es un adorno para mi verdadera piel. Truena la tela haciéndose hilachos y cae sobre mis rodillas. Mi piel se expone ante el juego y no temo, emerge completa, quito lo que resta con el nuevo nombrado Sade, son pedazos de piel que solo son una decoración molesta, imperfecta. Desnuda me quedo con mis botas rojas, son bonitas y tintinean. Hago una reverencia quitándome mi sombrero.

Los ojos siempre quieren ver lo que ellos quieren, pero los locos pueden ver más allá que los demás. De la locura viene la sabiduría, de la sabiduría viene el poder. Un par de suaves montañas se quedan mirando, erguidas, juveniles. De pie y sin perder la elegancia le miro, sus pasos cautelosos los cuento: un, dos, tres. Sus labios son los que rompen mi piel de diamante, mi voz está ahogándose con la lluvia, bajo fuentes subterráneas. Mis dedos se hundieron en su cabello y lo tomaron con fuerza. El crujir de mi piel hace que corra un hilo de sangre que brota. Miro sus labios escarlata, están cubiertos de una lluvia oscura de mi torrente, posee una pisca de poesía.

Una de mis manos le vuelve la cara dejando las marcas de mis dedos en su mejilla Solo quiero borrarle la sonrisa. Escucha, sigue lloviendo. Con fuerza una patada mía se azota en su pecho y doy un giro en el aire, cayendo perfectamente y con elegancia sin dejar de mover la espada. Le miro a los ojos, aquellos ojos que puedo saber el color, es el océano lleno de tormentas.
-¿Te gusta lo qué ves?... –le hablo sin respetar el protocolo. Giro la espada como un espadachín y con maestría la uso de forma celérica para marcarle la piel con una inicial, una perfecta D en la costilla derecha. No tengo su nombre, pero pongo el mío sobre él. La línea escarlata marca la inicial. – Puedes beber del agua que cae de la ventana... “Su alteza...” –termino con una mordaz sonrisa. Ne acerco en un parpadeo y le clavo las uñas en la nuca acercándolo con fuerza. Le rompo la piel con mis dientes. Un torrente cercano de la Aorta hace una fuente. Una, dos, tres, cuatro, cinco... segundos.

Luminita lo forza a hincarse, con una fuerza que sale del abismo de su maldición, sus ojos ensombrecidos se pigmentan de negro y usa su dorso para limpiar su boca; maquillaje, sangre... miseria. Sade da un giro en el aire y cae en la palma. La espada amenaza en arrinconarse junto a una D marcada en su torso... quiere penetrar la piel por más dura que sea y salir con suavidad. No sonrío, no muestro ni una pisca de temor o de amabilidad, al contrario, mi rostro tétrico se ensombrecede forma maligna.
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Mensaje por Invitado Sáb Sep 03, 2011 3:11 pm

Las cortinas son de terciopelo tan rojo como la sangre o quizás no lo son, la luna es una perla que adorna un cielo inmenso o es el ojo de un titán que quedo perdido…esto y aquello, ¿qué es real y que no lo es?, los ojos engañan y los sentidos también ¿Por qué? Porque algunos confían más de lo que deberían en ellos en la misma forma en que confían en los desconocidos. Una mujer que desaparece, una familia que la busca, la policía que trata de encontrar un cadáver y el autor queda impune ¿Por qué? Porque lo desconocido resulta fascinante y es fácil llevar a una presa justo donde se quiere que este.

¡Qué mujer mas grotesca! Completamente hermosa y desnuda, el grotesco mas allá de lo que algunos creen no es una forma ‘fea’, el grotesco y la belleza también pueden ir de la mano y eso es ella, una belleza grotesca con un cuerpo de marfil y un rostro similar a un mascarón, su figura era el perfecto esperpento, la forma que se contiene a sí misma en un todo. Su figura de chiquilla me inspira mucho más aún a maltratar la materia de la que está hecha ¿cuál materia? Todo a su tiempo, la piel solo es piel pero la mente es un camino infinito de posibilidades, de mazmorras, pozos, hogueras, horcas, espejos y muñecas de trapo sin cabeza.

La joven de las botas rojas, parada frente a mí –aparentemente- se mueve como si bailara un vals, tal sutileza que desborda una mirada. Reverencia, sombrero, dos pasos, un giro, la curva de los hombros, la contracción del piño para apretar la espada con el suficiente tacto de no parecer un acto forzado más bien un arte del esgrimista. Mis labios fantasmales y pétreos tocan el candor de su pecho y beben de él una gota o dos o tres pero no más. El color escarlata de su sangre decora su pecho desnudo, el mismo líquido queda en mis labios con la esperanza de que algún día recuerde su nombre, quizás lo haga quizás no, lo que importaba era el sabor, no el nombre.

Toca mi piel tratando de borrar la sonrisa de mis labios, una sonrisa que sin embargo no se encuentra en mis labios, ¿Por qué mejor no me sacas los ojos? Y estos reirían en los hoyuelos de donde brotaría la sangre y de donde los gritos de tantos inocentes escaparían al limbo de Hades. Siento una botita en mi torso, ¡que dolor!...estallo en una carcajada retrocediendo tres pasos por el impacto, y quien diría que físicamente podrían sacarme tal risa. –El ver es solo una parte del placer- dije mas sonriente que antes, me acerque a ella los tres pasos que había retrocedido para sentir el filo de su espada en la costilla, una desfigurada D y entonces moví la cabeza negativamente –Es una caligrafía que no había visto antes- dije al ver la deformada D, reí mientras recogía las gotas de mi sangre con dos dedos para mojar sus labios con ellas. Entonces ella se acerca, me toma con fuerza por la nuca y clava sus dientes en mi cuello, bebe niña, bebe que necesitaras fuerzas.

Y lo siguiente, un príncipe de rodillas, me dio tanta risa que no pude contenerme pero lo hice, la escena se iba poniendo cada vez más interesante y no quería perderme ni el más mínimo detalle porque ni en el teatro se encuentran representaciones como esta. Aún sintiendo el cosquilleo en el cuello me veo hincado delante de ella, el sueño de muchas y muchos pero lastimosamente era imposible de cumplir. La espada volvió a acercarse a mi cuerpo, mis ojos perdieron la vida y mis manos automáticamente le quitaron la espada para clavármela en el cuello de un lado a otro, la sangre broto cayendo por los hombros y mis ojos se arrugaron y contrajeron dentro para dejarme ciego, mis labios empezaron a derretirse y el cabello se cayó dejando a una figura calva y que se iba desarticulando delante de ella. Su espada se derritió con mi cuerpo dejando un charco a sus pies que se convirtió en una sustancia negra, viscosa y de la cual emanaban burbujas que reventaban en sí mismas.

Una carcajada lleno el cuarto, mi risa estridente por aquí y por allá, era tan placentero verla desde donde ella no podía verme. Los aplausos sonaron en la habitación y toda la luz se convirtió en oscuridad, sin embargo quedaba su cuerpo dotado de una luz propia en medio de aquella oscuridad, ¿y dónde está el piso?, ¿y las paredes?, ¿y los muebles?, ¿y las armas? . Solo esta ella ahí y yo que estoy en algún lugar, quizá estoy en su cabeza y solo existo allí o quizá ella está en mi cabeza y solo es un sueño placentero donde al final de la noche terminare bañándome con su sangre o no. Aún me gustaba la muñeca, aun quería que existiera para satisfacerme de comedias como esta, era la mejor actriz que había encontrado en Paris hasta el momento, las demás habían muerto dentro de la pesadilla –¡Bravo! Pudiste con una de mis sombras, ahora empieza realmente el juego…- dije con un tono tan divertido que de verdad quería que ella se diera cuenta de que le estaba declarando con todo mi ser que había logrado divertirme.

¿Qué haría?, ponerla de bruces y encularla hasta hacerla reventar seria lo que haría en una situación común pero eso acabaría demasiado rápido la diversión, quería unos minutos más de ella, hasta ahora me había sorprendido con sus ganas de tratar de dominar la situación y su antojo de querer esclavizar al esclavista. Dos manos brotaron de la oscuridad y la sujetaron por los pies suavemente, solo las manos siguieron subiendo por sus piernas, acariciando sus muslos. Las manos cortadas goteaban de sangre que iba bañando su piel, era mi sangre la que usaba igualmente fuera o no ilusión como en este caso que si lo era, parte de mi deleite como alguien que se presenta omnisciente y participante al mismo tiempo.

Las manos llegaron a su sexo desnudo y acariciaron con fuerza prominente todos sus hoyuelos mientras la sangre caía por sus muslos. –Déjame devolverte tu espada solo por esta ocasión ya que planeo llevármela después de que cumpla su función- dije desde donde quien sabe que me encontraría, cuando entraba en frenesí hasta yo perdía el control de cuando regresar o no al espacio real, eso había sucedido en un momento en que ella ni se había dado cuenta, quizá después le preguntaría si lo había intuido. La espada apareció por el mismo suelo oscuro y las manos subieron a sus senos a apretarlos con fuerza para dar paso al mango de la espada que paso a penetrar por si solo entre los pliegues de su sexo con la misma fuerza con que los dedos lo habían hecho momentos antes.
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Mensaje por Dana Luminita Vie Sep 09, 2011 3:05 am

Mi cabeza no está pensando en segundos y no cree en las notas que hace el tic tac del reloj de pared de aquella estancia. Solo las nubes reflejan la furia de la tormenta y lloran arroyos quebrantando el suelo de la tierra, se escuchan golpes fuertes, alguien muere y nadie revive del mundo. Así pasa el tiempo sin mirar el agua que cae de la ventana, sin danzas o murmullos, sin letras bañadas con sangre y unas cortinas... esas cortinas que pensé que eran doradas, ahora las veo negras. Se mueven como grandes lenguas furiosas y las tormentas se apagan dejando salir una luna orgullosa que se quiere burlar de nuestros cantos de medianoche.

Puedes pensar en muchas cosas Luminita, puedes reírte o llorar, puedes actuar o dejar, puedes seguir, seguir en ese jugo que te hace perder el tiempo, pero estás ahí jugando, desnuda, profanando, y no podrás rogar, no podrás dar marcha atrás de todas tus blasfemias... no reces que eso no está en tu vocabulario... no ruegues porque tu orgullo te pata, solo hay honor y respeto... al que lo merece. No piensas en Juana, no piensas en reyes o reinas, no hay tablero esta noche alifil y estás en la partida donde es jaque o matte. Pero los segundos pasan y todo se torna más oscuro que al principio, son los cuentos de la arcadia, no puedes escapar de ellos, no puedes escapar... quédate ahí y tapate los ojos, cuando venga el verdugo entonces entenderás. Aun sientes su sabor en tus labios y te quema la garganta, no puedes olvidar tu boca en la puerta y tu ropa la llevas puesta; un traje lustroso de Eva, con decorados escarlatas. Puedes verlo de rodillas ante ti apuntándole con Sade como una espadachín y no hay piedad... y tu cabeza siempre te juega malas pasadas, tu cabeza debería estar en la punta de la torre haciendo versos y despedidas, contar las gotas serenadas de lluvia y hacerle preguntas a la luna sobre los misterios de la existencia de los de tu especie.

Ding Dong.

Mis ojos brillan con el azul oscurecido y mis pestañas se levantan al ver sus movimientos. Suelto la espada al ver como se escucha el crujir de su tráquea. No tose, no se inmuta. La sangre corre marcando la piel marmórea y solo me fijo en sus ojos, aunque ese olor a muerte invade mis pulmones no me causa interés. Sus ojos, dignos de mi colección se pierden, quieren contar un cuento...¿Está ahí? ¿Quién eres? ¿Qué le pasa? ¿Lo rompiste Juana? Doy un paso atrás mirando como una masa asquerosa se forma y la espada se derrite también. Sale de mi pecho un chillido conejil. Hago un gesto de repugnancia al ver aquellas burbujas estallan en el piso y las esquivo para no ensuciar mis hermosas botas escarlatas, taconeo dos veces los talones y de un giro saltarín al escuchar unas risas.

Ding Ding Ding.

Las luces son los reflectores del teatro, la función está por comenzar, primera llamada primera, segunda llamada segunda... y ahora... tercera llamada... tercera. ¿Qué es gracioso?... Me miro a mi misma cuando la luz me ilumina... Mis ojos lo buscan, buscan y buscan pero solo puede escuchar la resonancia de su voz, no lo encuentra en un momento o en un instante, solo están las risas que son petulantes. Hago una reverencia, pero me confundo por un momento si hacerla de una joven mujer o de un joven caballero. Termino haciendo nada y me cruzo de brazos haciendo tamborilear la punta de mi zapato.
-Para eso estamos los arlequines, para entretener a su majestad... –aflojo los brazos y doy un, dos, tres pasos fuera de las luces, todo es tan oscuro que no puedo ver más allá de mis narices ¿Me escuchas Juana? ¿Estás ahí? Muevo las manos y de ellas brotan luces de miles colores salen volando como pañuelos volátiles y se esfuman en el aire. Forjo una luz entre mis dedos y estoy tan concentrada en ello que estalla en miles de estrellas. Cada una cada estrella se queda pegada a mi piel iluminando lo que me rodea, iluminando cada paso que doy en ese recinto. A lo lejos la veo, está sentada en algún lugar oscuro, tiene miedo... tiene ganas de llorar. No temas querida que pronto estaré contigo.

Unas manos frías hacen que las estrellas se esfumen y cada una, cada estrella se funde en un gris mate y mis ojos que intensos buscan ahora encuentran unas manos profanas tocando mi cintura. ¿Es parte del espectáculo? ¡No escucho la música de circo! ¡Qué vengan los gitanos!... ¡Las manos sin cabeza!... ¿Era pintura o una broma?, pero todo parece parte de este juego extraño. La sangre recorre mi cuerpo, no me molesta, es tibia y huele a un extraño aroma a mirra. Mis manos buscan su presencia, aunque todo está ausente. Mis cejas se unen mirando las manos que buscan senderos no permitidos...
-¿Porqué no me enseña sus ojos? ... –ahogo la sensación que me produce, no importa que la sangre coloree mi piel pétrea y doy un paso más atrás al ver la espada nacer de los suelos de las tinieblas – Suélteme... –le digo entre dientes cuando noto las intensiones y trato de zafarme de la espada o de las manos, el filo de Sade no discrimina y mis manos se cortan con el filo cuando me trato de librar de su castigo...- ¡Suélteme ahora...! – Tomo una de las manos y le arranco uno a uno los dedos, no me importa si son verdad o de mentira. Gruño con fiereza al devorar cada una de las extremidades al hacerlas pedazos. También tengo fuerza sobrenatural y saco la espada de mis entrañas haciendo desgarrar todas ellas. Gimo. Tomo por el mango la espada y aunque me da un poco de trabajo dar un paso, las estrellas no parpadean como antes sobre mi piel... Giro la espada sin perder la elegancia o la postura... un respiro insignificante, una curvatura de hombros, una mirada al suelo, una cabeza vacía u un corazón podrido solo están de pie con la piel parpadeando en rojo y gris. Tal vez corre una lágrima o dos, buscando las ventanas, buscando una muñeca decapitada y sola, añoras los segundos del tic tac.
-Dame de beber, tengo sed... –le ordeno y me apoyo con la espada.–Si quiere a Sade venga a buscarla su alteza... es suya...

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Mensaje por Invitado Jue Sep 15, 2011 5:48 pm

¿Somos hombres o somos payasos?, somos de una naturaleza pueril al ser humanos, quizá algunos después de su transformación siguen teniendo esa condición aunque sea involuntaria. El cazador piensa que la presa es débil y la subestima, el rey piensa que el pobre no puede matarlo por ser pobre, el rival cree que su oponente se acobardara y todo lo que en un momento es claro se convierte en oscuro, la seguridad se tiñe de sangre y quien llevaba el mango se convierte en un payaso, en una caricatura de la realidad, en un despojo que una vez enjaulado será devorado por los cuervos que cantan sobre mis hombros. ¿Escuchas eso?, escucho el graznido, escucho la voz, siento su aliento en mi mejilla y el olor de los cadáveres amontonados desde los orígenes del hombre, desde los que usaban taparrabo hace 10000 años. Siento la mano gélida y putrefacta de la muerte que acaricia mi rostro y que me pide de regalo una vida más, sonrío desde la oscuridad y niego con la cabeza, esa vida no será suya porque no es un payaso aunque parezca un arlequín, ¡ella es la Beatriz de los infiernos!

Una gota cae y otra más, el sonido de su caer en el piso es la melodía que marca el compas. Los hilos imaginarios del títere se mueven solos, un salto, un giro, un taconeo de tic toc tac, la observo, la huelo, la siento, la pruebo en el aire donde su esencia ha quedado marcada por el signo de lo inevitable. –Shhh…calla esa mente inquisitiva que te ha engañado, cállala por tu propio bien porque entre mas caso le hagas más profundo caerás- advertí desde la oscuridad. La mente engaña, la mente mete en problemas al cazador cazado y solo cuando se deja de escuchar a la razón se puede trascender en el más puro estado de la conciencia: la locura. Dana piensa, Dana baila, Dana cae. –Todo a su tiempo- respondí ante el pedido de mostrarle mis ojos, estos que se encontraban cerrados pero que veían en medio de las sombras, estos que azulados habían sido inyectados de sangre, estos que estaban en frenesí por el espectáculo que se les otorgaba. Las manos la acarician y la pintan de rojo, ella las destruye con grácil facilidad, el quiebre de un dedo, el desgarre, el tendón que cuelga, la vena aplastada, el polvo en el que se convierte después de ser destruido.

-Rechazas las caricias de quien con cariño te ha tratado, rechazas el placer que se te ha otorgado, ¿rechazas una mirada?- dije en un tono serio, cargado de furia y seguido de…una risa que volvió a invadir la oscuridad. Ella toma la espada, abandona la satisfacción que se le había querido otorgar por medio de ella y aunque no ha seguido el juego que pensaba puedo sentir el quiebre de un cristal desde lo profundo de una cueva donde antaño hubo vida. –Bebe de ellas- dije y uno, cuatro, diez, cien cristales cayeron en algún lugar y de cada uno de ellos nació una muñeca de cristal, un arlequín, un espectro sin color y sin ojos pero con forma, su forma. Las figuras fantasmales que se parecen a ella empiezan a bailar a su alrededor, un vals, pasos insensibles, gestos que no dicen nada y que dicen todo. Sus brazos se mueven gráciles y ¡todas tienen a Sade! Bailan dando giros, dando saltos y riendo como niñas pequeñas, como aquellos arlequines de los cuales uno como yo se alimenta.

Dana es el centro, ese es su escenario y ella tiene el papel principal, qué más da que sea yo quien dirige esta obra si la verdadera diversión se encuentra en la escena. Parece un ballet infernal y perfecto, los rostros de las copias se van solidificando y la expresión de horror muere en sus rostros, de pronto…silencio. Las figuras fantasmales se quedan quitas como estatuas y de hecho parecen estar hechas de mármol blanco. Un hombre vestido todo de negro avanza entre ellas, él ha salido de la sombra, aquel que lleva mi rostro, aquel de quien es esta voz. No había perdido la camisa como ella suponía pero la llevaba un tanto abierta lo suficiente para que se notara un corte a la altura del pecho que estaba por terminar de regenerarse en la piel tan marmórea como la de las figuras fantasmales. Llevo el hacha en la mano y la empuño, del filo cae la última gota de sangre con la que alimente a una lujuria cada vez más creciente.

Me paro frente a ella –Lastimosamente no quiero a Sade- dije finalmente abriendo los ojos que hasta entonces habían estado cerrados. El rojo de las pupilas era evidente en medio de aquella oscuridad –Creo que hasta este momento mi querida muñeca te has dado cuenta que es inútil atacar, podrías hacerlo hasta el cansancio si deseas, después de todo tenemos toda la eternidad para divertirnos en este juego donde el final es el principio una y otra vez- dije y acerque el filo de mi hacha hacia su muslo, recogí un par de gotas que se escurrían por entre sus piernas, después de todo ella se había hecho daño por su cuenta al retirar la espada de allí. Retire el hacha y recogí la sangre del filo con la lengua, relamí mis labios y sonreí satisfecho. –Sangre mezclada con tu excitación, si hubieras dejado un momento mas allí la espada el sabor hubiera sido mejor- finalice, me acerque aun mas, tome a Sade de su mano lentamente sin mostrar el deseo de hacerle daño o de forzarla, tome la espada con delicadeza para lanzarla a la oscuridad junto con el hacha, ya no eran necesarias en nuestro desenlace.

La tome del rostro y la acerque a mi pecho de modo que sus labios estuvieran a la altura de el corte que aun no había cerrado, una herida diagonal que el hacha había provocado por mi propia mano –Bebe si aun tienes sed- susurre a su oído y baje ambas manos para sujetarla de la cintura desnuda. Allí, la rubia en mis sombras, con sus botas rojas, no tenia porque tener al ángel de Lucifer, el infierno podía llegar a ser un lugar paradisiaco cuando se lograban atravesar las puertas y sentirse cómodo en él. Por supuesto que a diferencia del cielo, el regalo no se daba para siempre, era un momento pasajero a disfrutar ya que el diablo era egoísta, yo lo estaba disfrutando y la muerte, que me había acompañado hasta entonces, nos rodeo con su majestuoso halo.
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Mensaje por Dana Luminita Sáb Sep 24, 2011 4:01 pm

Mi cabeza puede girar en dos mundos y desgarrarse desde lo más dentro ver más allá de lo que pueden ver los hombres y volver a viajar entre estrellas que caen en una noche de invierno. Deshecha como una estrella de agua, anego mi en mi ser buscando alguna palabra que me de poesía, por buscar, poesía, naufrago en mis propios versos y líricas. Solo busco y huyo de mi. ¡Espesura de reflejos en que me pierdo! No puedo ver más allá de los ojos y luego de tantas vueltas otra vez me veo, el mismo rostro húmedo, anegado en la misma desnudez. Las mismas aguas que muestran el espejo, ese mismo que tienen los ojos, los muertos que se burlan y cantan diciendo que la realidad solo es fantasía. Son las aguas que no debo tomar y solo toco el borde del espejo, el mismo muerto al que le debo mi sed.

Mis ojos se levantan ante la oscuridad del tiempo y solo escucho voces, las aves se arremolinan en mi cabeza, aves sin ojos, con varas incrustadas en sus cuencos, son libres vagabundas y con sus alas extendidas como hadas oscuras. Estoy como una lápida sobre la tierra, apoyada del bastón que sostiene mi cuerpo, es una llama invisible, una espada fría, persistente cólera que quiere acabar con todo, con el mundo seco, con el mundo desangrado, acabar con todo.
-Vino una luz que quiso llevarse mis alas, y anunció entre ellas unos ojos mortecinos que venían plasmados con tu nombre, el nombre de un cobarde que solo quiere jugar a los títeres... ven cariño... ven y muéstrame tus ojos... y tu nombre. –Mi sonrisa se transforma en una especie de actuación sureal, oscura y se queda trabada en mis labios. Arde mi pecho, sombrío y sin llamas, apagado y ardiente, se vuelve ceniza de piedra viva y se siente desierto sin ninguna orilla. Quiero que arda el vasto cielo, la laja y la nube, que arda la sonrisa y sus ojos cerrados, que arda la oscuridad y los juegos, que arda mi cuerpo en una danza bajo una luz que se desploma, que arda mi soledad y me deshaga desde la raíz y sacie mi sed.

Su voz me enloquece, mis ojos se vuelven carbones al ver las ilusiones, los bailes y como el mar imponente engendra esas olas y espumas pétreas, mi cabeza se pierde. Mis huesos deliran, duelen, mi pecho es un horno invisible e impuro, se quema y deliro caminando, contado los pasos del tiempo entre la muerte. Siento la sed, mis labios se secan con la soledad sin imagen. Me pierdo entre las retratos, entre figuras fantasmales, las toco, no hay música que lleve un ritmo verdadero. Doy vueltas mirándolas una a una entrelazando mi cuerpo con el de ellos, caminando, buscando, perdiéndome entre sus miradas oscuras. Me detengo cuando todo se vuelve nada. No puedo mover mi cuerpo, siento que estoy muerta, más muerta que la propia muerte. Aparece finito, serpenteante y delirante como su superficie, sus poros silenciosos emiten su aroma que se pierde con la mirra y el regaliz. Muda. Mis ojos como relámpagos y sombras le miran, con el vacío y el cansancio de esa noche. Con interrogantes que tienen gritos. Los dedos se alargan para tocar sus párpados. Y luego se desvían al ver como aquella invitada corta mi carne. Es un golpe de mis labios que se aprietan y mis colmillos muestran su sed, es un aliento de un amanecer y una oscura presencia que habla, que sin tocar recorre mi piel. Ay, sed, desgarradora, horror de heridos ojos donde mi origen y mi muerte veo. Le sigo, con los ojos. Asiento. Todos saben jugar en este tablero, a veces se gana, a veces se pierde. Esta noche, Luminita debes aceptar tu derrota aunque eso te haga apretar los puños.

Adivino su rostro entre estas sombras, el terrible sollozo de su sexo y la muerte que lleva escondida.
En tus ojos navegan sombras, relámpagos, mis ojos, el vacío. Son los dedos que cedieron uno a uno al dejar a Sade. Y sin quitar mis ojos de los suyos, donde son olas de tormentas. Arrojada a blancas espirales tomo la piel que me da un sorbo. Rezo mi origen y le llamo al infierno desgarrando la piel que se me ofrece. Soy una raíz sedienta del árbol que crece de nuestro polvo. Aliméntame noche, con tu tiempo de fuego y sin testigo, donde solo hay un deseo que perfora la piel y silencio. Frente a los juegos fatuos del espejo que me alimenta, mi ser es pira y es ceniza, respira y es ceniza, y ardo y me quemo y resplandezco y miento un yo que empuña, muerto, una daga de humo que le finge la evidencia de sangre, de la herida, y un yo, que pide olvido, sombra, nada, final mentira que lo enciende y quema. Si vuelvo a emerger entre las orillas de las rocas y mis ojos carbonizados le miran. De una máscara a otra pide.
-Muérdeme – Una sonrisa guasona bañada de su sangre se plasma. Mi mano juega bajo los delirios de un arlequín travieso que palmea un glúteo suyo y se divierte ante el hecho que la derrota no está marcada todavía – Si desapareces, el juego no seguirá, caminaré con mis sombras para que otro cobarde se aproveche de mi cuerpo– Mis dedos rompen tormentas sobre su piel externa y exploran una piel desconocida, buscando la piel verdadera. –Bailemos... – después de un recorrido sobre su piel mis dedos se depositan sobre sus hombros, permanecen pétreos. La música surge de la nada, una melodía de violines que aúllan en diferentes tonadas para que los danzantes de la noche se entretengan, un, dos, tres, la noche aun no termina.


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Mensaje por Invitado Sáb Oct 22, 2011 5:19 pm

Tú no existes, yo no existo, esto no existe. Después del placer solo queda el descanso y el saberse nulo, no hay temor a desaparecer porque todo se vuelve a recomponer en un cuerpo, en una mente lúcida y que siendo cuerdo se considera loco ante los demás. ¿Qué tan loca estas Dana?, ¿puedes ver mas allá de tu nariz?, la oscuridad te ciega, tu mente juega en un universo desquiciado. Mi mente te contiene, te hace y te deshace, te abrazo sin que lo sientas, te beso sin que te duela porque nada de ello existe ¿o sí? Entonces te hiero sin cortadura. Y de las sombras voy a tu encuentro y abro los ojos ante tu figura espectral entonces la oscuridad se profundizo en su totalidad y solo éramos dos pares de ojos con piel que tocar si encontrábamos los recovecos de lo lascivo. Hablo cuando le pedí que callara, pensó cuando le dije que no lo hiciera y todo se arremolino en las penumbras y la sangre tiño las pupilas de mis ojos otrora azules.

-Nombre…no hay nombre que se te revele porque tus labios profanos no podrán pronunciarlo, tu mente no recordara al que te ha emboscado y por quien ahora sientes desprecio. He recogido el fruto más dulce de un juego de títeres, porque ya no lo eres más, ahora Dana es Nada- dije sonriendo de complacencia. La había desnudado no solo en cuerpo, sus temores moraban en esa oscuridad, ahora ella debía entender lo que se sentía vivir vacio y desprendido del espacio y el tiempo. La irreverencia se castiga con la muerte en Escocia pero ella es desgraciada pues ni mi nombre sabe, perdono su errar por ser quien es, por ser nada, por ser Dana. Quizá yo también estoy errando, quizá no debiera dejarla viva porque de mis dominios nadie sale de la misma forma en la que ha entrado. Se les brinda un regalo digno no de cualquiera, el beso de la muerte, el eterno descanso. Sin embargo algo me impide terminar con ella, no es que este desnuda ni que su voz cante, es la locura que entiendo en su mirada, es el ahogo de un silencio solitario.

Su sangre recogida en el filo del hacha la salva, la pruebo, me deleito de ella y compruebo mi teoría, su sangre esta emponzoñada y por ello es más deliciosa aun. Una entre cien, quizá entre miles, merece la noche eterna, merece llevar el terror en sus manos para cubrir una tierra poblada de mierda. Ella se encontraba sedienta después de que la oscuridad la baño y la engullo, la deje beber de mi sangre y al sentir la furia con que sus colmillos desgarraron mi piel volvió la excitación a apoderarse de mis sentidos. Quería seguir con aquella visita a los recónditos infiernos porque mi acompañante era placentera, quería desgarrarla hasta los huesos pero sin limitar su existencia. Ella dio rienda suelta a mi deseo y me pidió que la mordiera, la envolví en un abrazo posando mis labios en su cuello, un beso, dos, tres…perforación, penetración, succión y placer. Su sangre bañó mis labios, mi lengua, mi garganta y empezó el delirio. La bestia de la ira fue aplacada y en su lugar otro demonio se posesiono de mi locura. El rojo fue suplantado por un brillante azul cuando mis ojos se volvieron a abrir después de disfrutar de su fuente.

Recogí la sangre con mi lengua del lugar donde brotaba quizá por la prominencia de la penetración de mis colmillos. Sonrió después de escucharla –Si llamas cobarde a todo aquel que sea capaz de hacerte caer en tu propia trampa me parece que seré el único. Esa conclusión me lleva a la siguiente: si desaparezco ahora me buscaras las siguientes noches pero ¿Dónde buscaras a quien no conoces?- me burle del hecho de que aun no supiera ni mi nombre, lastimosamente no era del tipo que presentaba primero sus referencias, mientras mi identidad como mis acciones se mantuvieran en la clandestinidad sería mejor para mi ya que era otra la máscara que usaba ante la ‘noble’ sociedad. Y mis manos descienden a su cintura y la sujetan con fuerza mientras las de ella suben a mis hombros para empezar lo que ella misma ha pedido, un baile. Allí en medio de la nada había dos cuerpos flotando y bailando una melodía que nunca nadie había compuesto, las mentes eran las creadoras, las ilusiones eran los espejos, los significados eran múltiples como las formas de quienes las producían y sin más solo existía esa caja de pandora que ahora resultaba incluso musical.

La cercanía es agradable al tacto, sus senos desnudos rozan con la tela de mi camisa, mis manos contornean la desnudez de su cintura y cadera, la sangre entre sus piernas despide un aroma por demás erótico ya que se ha entremezclado con su humedad y mi deseo sexual despierta al saber que ella, que me ha pedido en cierta forma que me quede, está a mi disposición para ser tomada. Bailamos en silencio por un tiempo que no se podría estimar, en ese lugar no existía tiempo ni nada que nos rodeara pero a la vez nuestros cuerpos físicos eran capaces de sentir más a gusto todo lo que los rozaba, en si solo nosotros mismos. Los sentidos concentrados solo en dos cuerpos, sin respiración que interrumpa porque los dos estamos muertos, sin quejidos de dolor porque nuestro cuerpo ya no lo siente, todo lo que queda es caer en la nada y entregarse al goce. Me fui deteniendo del baile y para finalizar la tomé de una de las manos para hacerla girar de forma que quede de espaldas hacia mí. La abrace pegando su cuerpo al mío, rocé mi rostro con sus cabellos rubios y empecé a excitarme a medida que mis manos desde allí paseaban por su cuerpo desnudo sin preocuparme por la delicadeza de mis ‘caricias’ porque ellas solo demostraban que tan deseoso estaba de poseerla.
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Mensaje por Dana Luminita Dom Oct 30, 2011 3:00 am

¡Ding! ¡Dong! ¡Ding! ¡Dong!...
Los cascabeles suenan,
Mi hora de partida ha de llegar.
Ya no podré reír más de tu sufrimiento,
Ni tú soñar con una salida del tormento,
Tu corazón y tú alma, sucios, ya no sirven
¡Y yo me largo!
He de buscar unos nuevos,
También unos bonitos ojos, esos opacos ya están feos,
Juana, la muñeca sin cabeza se despide
Mis ligeros pasos, danzan sobre la frágil superficie,
El polvo maldito de tu dulce sepulcro.



Solo escucha, escucha con atención pequeña niña. Que en tu tumba bailaremos una danza, con cenizas de esta noche, parpadea desde tu sombra y camina de regreso a la arcadia. Los cascabeles suenan: ding, dang, dong. Tu cabeza está perdida, solo recuerda que el jarabe de cereza se quedó sobre la mesa. No te despidas, no mires atrás, solo camina, corre y vuela.

Puedo ver sus opacos ojos, que parecen un par de rubís brillantes, me muestran a alguien desconocido, sin nombre, vacío. Sus labios tienen olor a sal, no tienen la miel de limoneros. De pie, un bastón apoya mi cuerpo, le miro, sosteniendo la mirada, no me rindo ante todo lo que soy y pienso. Sin perder el porte y la elegancia. Puedo mirar al vacío de aquellos ojos y quiero adivinar cosas, cosas que no son reveladas. No soy un arlequín mártir, pero sé perder. Le escucho y una sonrisa se forma en mi desquebrajado maquillaje.-No siento desprecio su alteza. Es usted bastante entretenido. –lo digo con una sonrisa mordaz– No importa su nombre, puedo llamarle Menusino, Esteban o Patricio, realmente me da lo mismo.-Mis ojos oscurecen al escuchar mi nombre, porque no recuerdo haberlo mencionado, pero si haberlo pensado- Si Dana es nada... entonces Dana es cenizas.

Puedo tener mil cantares dentro de mi mente, una palabra, un verso y un poema completo, metáforas sobre metáforas, cuentos sobre cuentos. Pero en estos momentos mi mente se vuelve un libro sin letras, en blanco. Entro en la paleta de catálogos de aquellos hombres y los he visto revolcarse en la mierda y les gusta, pero a veces, ellos a pesar de sentirse la mierda más fina, a fin de cuenta, siguen siendo solo mierda. No subestimen a un arlequín desconocido y vagabundo con el nombre de Dana, que para ellos significa Nada. Dana es pasado, no existe más, ahora solo es Luminita, como me presenté en un principio. Debo pensar en sin revelar, debo mantener mi mente con un bloque de hielo, vacía. Soy solo un alfil dentro de este juego, puedo morir en cualquier instante o perder por instinto. Solo deja que el juego fluya. Aun no están todas las cartas sobre la mesa. Silencio. Cierro los ojos al sentir su respiración en la cercanía y escucho el crujir de mi carne llueven mis huesos y mi sangre corre para alimentarlo, mis labios se separan, mis ojos se abren al sentir como mis venas se desprenden y ahora le miro con sus ojos parecidos a un océano tormentoso y con mi sangre que orgullosa se queda en su boca. –Si desaparece no le buscaré su alteza, no se sienta el importante... Podrá ser el único que me hizo caer en su trampa ¿Eso le hace diferente al resto? ... Solo es un juego de poderes, le dejaré ganar esta noche.

Tengo una sonrisa tranquila y con las manos sobre los hombros me quedo mirándole aquellos ojos que pueden hablar, aun no entiendo su dialecto ¿Quiero entender su dialecto? Quiero mirar una rama suya, tal vez poder regar un árbol que tiene raíces profundas ahora quiero apostar por la mente suya. Dancemos esta noche Menusino, el sin nombre. Le sonrio con complicidad. Los pasos siguieron al ritmo de una música fantasmal que nació en lo más profundo de las sombras en los rincones. Sigo sus pasos, liberando la esclavitud de mis pies, un, dos, tres, son las danzas vagabundas Luminita, déjate llevar en tu derrota. Son figuras de dos espectros que nacen, que se pierden en una pieza donde solo hay un sonido de baldosas, girando y nadando entre decibeles que se pierden con el viento que brota de la ventana. Siento su cuerpo pegado al mío, se forma una figura, somos dos piezas que encajan perfectamente. Un, dos, tres y giro. Alto. Siento su abrazo a mis espaldas. No me muevo, soy la muñeca que toma un rumbo diferente. Esta noche puede presumir que soy de su propiedad. No lo anuncie en la corte porque podría rodar mi cabeza.

Spoiler:

Su tacto me deja inmóvil ante aquella luz mortecina entre sombras y música apagada, danzante, cierro los ojos a sus movimientos, solo es un movimiento de una quietud, siento su ansiedad, deseo, puedo sentir la virilidad en su centro. ¿Tengo sed? No siento la luz que me bañe, no escucho violines en la habitación. Es una noche, un tiempo hueco y sin testigos. Una noche de uñas y silencio. Regreso en busca de sus labios, nocturnos y fluviales, pruebo su elixir, son lentas orillas de corales y savia, frente su deseo erguido como un requiebro bajo la lluvia. Insomne. Mis piernas son enredaderas que rodean su tallo ahora para ser su espejo. Volátil como las aves, me quedo mirando unos momentos, silencio, aun no enciende la roca, pero me deleito de su piel que es pan d y sus ojos son azúcar.




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Mensaje por Invitado Sáb Nov 19, 2011 4:48 pm

Es el sonido lejano del cristal que se rompe, de la campana que ha anunciado una muerte, un llanto ininterrumpido, una risa placentera, un gemido de dolor, una emanación de placer. Y los rostros de los muertos que recuerdo llenan mi memoria de recuerdos excelsos donde solo existe el dolor, rostros putrefactos, cuerpos abiertos por un hábil cuchillo, los órganos que cuelgan de ellos y la sangre que los convierte en fuentes de manifiesta hermosura. Allí están los decapitados, los mutilados y los psicológicamente atormentados dando vueltas como si bailaran. Sus ojos están cortados con una fina navaja, aun en sus cuencas, aun vacios, aun medio vivos y condenados a una eterna existencia de tortura como si se encontraran en el infierno, tan temido por los mortales, tan amado por los que salimos de él.

Y, cosa impresionante, en mis mas tiernas pesadillas Dana se encuentra en medio de todas esas caras conocidas, aun tan viva y detestable que su carne es el alimento de las angurrias de quienes fueron desprovistos de ella. Despierto, la siento, escucho el vacio porque sus palabras anteriores se han convertido en ceniza, en el polvo que ella desearía ser. Entonces yo la guardaría en una bolsa de terciopelo, una parecida a la que tengo para llevar los dientes de quienes una vez encontré putas atractivas a pesar de que ella no fuera siquiera sujeto de comparación con criaturas tan insignificantes, y la llevaría en el pecho para que en ese lugar me recordara que la mejor forma de existir era en la locura.

Me río a su oído sutilmente, ella aún cree en el juego de poderes y eso me provoca risa. No existía tal, ¿era un juego?, si lo era pero el poder era algo ajeno a un juego como aquel, un pasatiempo, un gusto aparte. –Si lo ves de esa forma entonces ambos resultaremos ganadores, si yo buscara ganar- le mordi la oreja –ya estarías muerta- concluí y volví a recorrer el contorno de su cuerpo con mis manos, su cabello olía a flores secas mientras que su cuerpo a musgo, ese aroma característico a los entierros. Dana, un arlequín, quizá si volvía a verla comprendería que mi persona no pierde el tiempo cuando quiere un resultado como el que ella pronostica anticipadamente. Si hubiera querido ganar algo o sacrificarla para mi gusto lo habría hecho en el teatro donde la encontré, pero no, era más valiosa como para echar a perder una de las pocas existencias vampíricas que en tantos años había encontrado deseable. Mi entorno estaba lleno de vampiresas finas, elegantes, de buenos modales, fáciles de coger, fáciles de matar, fáciles de engañar y todo esto era tan aburrido que de vez en cuando tenía que aventurarme, como cuando era mortal, a buscar en los barrios donde la realeza no pisara nunca. A veces se encuentra una antigüedad que vale su peso en ese oro que muchos codician y que para mí no es nada, y ella es Dana.

Así que la música se vuelve lejana, solo quedamos los dos en un espacio oscuro donde somos el todo en medio de la nada cuando nos juntamos. Es ese pozo sin fondo a la que todos temen, el vacio en que no existen nombres ni clases, donde no existen rostros ni palabras, solo la materia es importante en ese momento y yo toco la materia de la que está hecho su cuerpo eternamente frio, como el mío, eternamente muerto, como el mío. Preciosa, pálida, fría, loca…una muñeca como la que ella decía ser hasta ahora podía verla en todo su esplendor. Sus labios buscan aquellos que han bebido de ella y en verdad, aun en esos carnosos deseos que harían a cualquier mortal suspirar, aun se encuentra el rastro que de la que mis venas bañaron en éxtasis. Y quiero y deseo, la beso y la voluptuosidad de nuestros labios y de nuestras lenguas se encuentran en un acto lascivo y a la vez obsesivo porque es deseo de poseer lo que esta maldito aquello que guía a nuestros instintos. Sus piernas buscan rodearme…entonces fricción, su roce es placentero, perturbador para el deseo sexual que no encuentra límites cuando se trata de placer.

La tomo de la melena rubia con una mano y la separo de mis labios que sangran, como los de ella, porque no existe en nosotros la caricia de un beso a menos que el filo de los dientes acaricie la piel por donde pasean. Y es la sangre y la piel que hacen engendrar las posibilidades más remotas en el deseo. Busco su cuello, mis colmillos perforan levemente su piel para que unas gotas de sangre se deslicen por él, paso mi lengua sobre ellas y prosigo a dar besos intercalados con mordidas mientras que mis manos la tocan en profundidad, pellizcando la piel de sus glúteos, de sus muslos y finalmente haciendo fricción en su sexo con los dedos que se humedecen de su excitación como mi lengua se humedeció de su sangre.

El raro aire de esta soledad
Y un enorme retrato lánguido
Con el aire y los ojos provocadores
Revelan amores tenebrosos,

Un goce culpable y fiestas extrañas
De besos infernales colmados,
Donde se regocijan los perversos ángeles
En los pliegues de las cortinas navegando.

Y sin embargo, la delgadez elegante
Los hombros de recortados contornos,
La cadera aguda y la fina cintura
Con la forma de un reptil irritado.

Tan joven es ella todavía, su alma exasperada
Y sus sentidos por el hartazgo mordidos,
¿Se abrieron a la jauría alterada
De los deseos errantes y perdidos?
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Mensaje por Dana Luminita Miér Nov 23, 2011 2:00 am



Puedes escuchar las voces ¿Las escuchas? Son lejanas y se pierden con las escasas gotas de agua, las cortinas se agitan y el aire llora. La oscuridad nos baña y la música muda se queda en las sombras. Rompe el espejo y úsalo de arma, no veas los muertos y quédate quieta, has una danza pequeña que esta noche no te duele la cabeza. Sientes la voz de sus palabras, pero te quedas callada Luminita, solo piensas y piensas demasiado, no pienses, no pienses más, que este juego ha terminado. Te estremeces cuando su boca te tortura al oído y disfrutas de las venas que rompe con su lujuria. La muerte para ti no significa nada y a la vez lo es todo, eres abstracta pequeña, tan confusa y absurda, que por eso usas botas rojas y sombrero de copa. No te preocupes más, que la fiesta continua y los juegos de “jaque mate” se quedarán para la próxima cena. No lo persigues, no lo deseas, pero siembra la semilla que hace una cascada de preguntas, curiosidad, misterio y las palabras te llenan la cabeza. No pienses pequeña niña, no pienses más. Solo déjate llevar con las olas de sus manos y navega como sabes navegar en los mares más turbios, recuerda que a pesar de ser un demonio, somos pasión, permítelo, disfrútalo, cierra los ojos y muérdele el cuerpo, bebe de su sangre hasta hartarte, ese vinculo lo recordará hasta el último momento. No lo recuerdes más, que todo pasa, tiempo al tiempo querida, que pronto la mañana vendrá por la ventana, querrás morder la aurora pero permanecerás debajo de la cama.

La diferencia de los demonios es desgarrar la carne, somos animales, no es diferente al resto, siempre lo hemos sido. El es diferente a todo lo que conoces. No tiene rosas carmín sobre la almohada y tampoco tiene un as bajo la manga, no sabe de magia y de pañuelos de seda, no lo conoces, no sabes quién es ni de qué habla y no te importa, puede decir que te hubiese querido muerta si le hubiese intentado, pero le hubiese dado mucho trabajo el intento. Con mucha suerte llevaría tus cenizas si él hubiese llevado el trofeo, por mucha suerte, suerte de circo Luminita. Los invitados nunca ganan. Calla, calla para siempre, apaga tu voz que me das dolor de cabeza, calla, calla, y guarda silencio, te debiste ir desde después de una danza, esconderte en la oscuridad y lanzarte por la ventana ¿Qué haces aquí? ¿Sigues aquí todavía?... Solo decía Luminita, solo me quedaré callada.

Sus labios son una especie de dulce amargo, se desplazan con la carne y la suavidad del terciopelo de mi sangre, sus labios son agua salada y llevan verdad en ella, ese apacible tormento, la tortura y la lujuria. El peligro puede tener tatuado en su nombre y la alevosía en sus garras. Su lengua es un látigo hiriente que explota. Puedo ser aquella piedra postrada sobre su centro, sentir el roce de los cuerpos, como rechinan como rocas turbias y se llenan de un extraño sudor que no les pertenece, sanguinolento, desquebrajado con una careta destrozada del adviento. No llega a ningun lado, solo se abren las compuertas de un lugar que fue profanado. Siento como corre mi sangre, dejo que navegue y se sacie de ella, mis dedos no sueltan su postura, se fijan en su piel como un león. Le miro a la cara, mis ojos le observan, parecen volverse oscuros en las pupilas. Le doy mi cuerpo, mi piel, como la muñeca arlequín que soy, sin maquillaje y sin mascaradas. Mis dedos perforan sus piel, mis uñas desgarran su carne aferrándose a sus hombros, obediente seré el objeto de mi masoquismo. Sin premura me acerco hundiendo mis dientes sobre su piel, sobre sus hombros, olfateando aquella sangre que transgrede mi garganta. Me atraganto. Siento sus manos que recorren mi cuerpo, me estremece y mis colmillos perforan más su piel, desgarrándola con fiereza. No conozco su nombre, pero conozco sus ojos, que son relámpagos y guardan lágrimas, guardan silencio que habla, tienen tempestades sin viento, sin olas de mar y tienen aquellos pájaros presos, quiero encontrar las palabras que se esconden detrás de su iris, son fieras adormecidas de color dorado. Lo suelto agitada, sin aire y es absurdo porque no tengo ningún sentido humano, pero es divertido hacer una ilusión de la mortalidad. Quiero tus ojos, extraño sin nombre, quiero tus ojos para mi colección.

Tienes dos opciones Luminita, dos opciones absolutas, seguir tus instintos, seguir la muerte, seguir esa tortura que te deja en un rincón, puedes hacer que tus pasiones fluyan a través de tu piel, puedes invitarle a saber que es tener tacto, no siempre se juega con la carne, se disfruta y se saborea. Puedes irte ahora que es el momento Luminita, puedes escapar ahora mismo, que esperas, toma tu bastón y tu sombrero, será tu turno de caer por la ventana. No te olvides de tomarme de la mano que aun estoy esperando por tu regreso.

Gruño sin dolor, sus agitadas manos me llevan a la marejada de sus barcas. Agito un poco la cabeza, mi lengua recoge la sangre de mis labios esperando un poco más de su sangre, tal vez bañarlo de esta, bañarnos de un efluvio que no es el nuestro, de carcajearse durante horas, de perder la cabeza en otro mundo, que la ilusión no solo sea la mortalidad, sino pisar la realidad de la inmortalidad. Suelto las enredaderas que me atan a su cuerpo, esperando el momento, una pauta, de la dominación de sus manos, ese segundo que me dirá si marchas o te quedas.


A través

Doblo la página del día,
escribo lo que me dicta
el movimiento de tus pestañas.

Mis manos
abren las cortinas de tu ser
te visten con otra desnudez
descubren los cuerpos de tu cuerpo
Mis manos
inventan otro cuerpo a tu cuerpo.

Entro en ti,
veracidad de la tiniebla.
Quiero las evidencias de lo oscuro,
beber el vino negro:
toma mis ojos y reviéntalos.

Una gota de noche
sobre la punta de tus senos:
enigmas del clavel.

Al cerrar los ojos
los abro dentro de tus ojos.

En su lecho granate
siempre está despierta
y húmeda tu lengua.

Hay fuentes
en el jardín de tus arterias.

Con una máscara de sangre
atravieso tu pensamiento en blanco:
desmemoria me guía
hacia el reverso de la vida.


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Mensaje por Invitado Jue Dic 22, 2011 5:16 pm

La locura se presenta bajo muchas formas, algunas más disfrutables que otras, la quiero ahorcar, intoxicar, masticar, sodomizar, transgredir. Su veneno me es servido desde la propia tizana de sus labios, el rojo de su sangre los tiñe y mis labios los encuentran y se deleitan de su amargo sabor. No hay deseo que permanezca oculto, en medio de la nada todo se cubre de la oscuridad y justamente por esto es todo imposiblemente posible. Cedió su cuerpo por un momento, permitiéndome que la abrace contra mi cuerpo, ella es entonces un arlequín cuyos hilos mueve ahora la lujuria y la esquizofrenia. Sus uñas se clavaron en mis hombros y yo sentí el deseo de penetrar su centro, de partirla en dos como a una galleta y deleitarme con el crujir de sus huesos. Tan inocentes eran mis deseos que nadie podría juzgarlos por sentir alguna vez la misma culpa al imaginarse en tal situación aunque posiblemente la gente refinada lo viera como algo perturbador ante las buenas costumbres de amar con caricias suaves y besos regalados. Nuestra naturaleza era diferente, todo era cuestión de pasiones desbordadas, de fuerza, de quitar, de poseer.

El títere siente el mismo deseo por el ser vacio que la sostiene, por este maldito condenado que se muere de ganas de hacerla gritar no por placer sino por dolor. Es este la verdadera fuente del éxtasis, la única forma de aspirar a una realización máxima, a una experiencia orgásmica que la mayoría teme. Ella parece comprender la fuente de mis deseos y perfora a piel de mi cuello con sus colmillos, tuerzo una sonrisa de satisfacción al sentirla y la dejo beber porque no es su placer sino el mío. Mis brazos la sujetaban con fuerza, su cuerpo estaba a mi merced y no la dejaría ir porque ya no había salida de aquel juego hasta haber recorrido todo lo que de ella me placía. Mi excitación produce una erección que reclama penetración en aquel cuerpo que ha sido raptado de un mundo surrealista para ser conducido al mundo de la oscuridad total. Ella se desprende de mi cuello como una garrapata a la que acaban de descubrir en falta, la miro divertido porque sabe actuar, porque asume un papel en una obra inconclusa y porque se arriesga a averiguar cual es mi parte en aquella trama.

Y el cuento empieza así: erase una mujer con el rostro de porcelana y con el cuerpo de una dama, vestida de hombre bailaba y a una muñeca hablaba, erase una mujer con una colección de ojos y un dilema en las entrañas. ¡Que me disculpe mi invitada, entrare a la obra sin corifeo y con nada! Y el cuento continua, erase una mujer que no soñaba con príncipes, erase un príncipe que llego a la vida de la mujer sin cabeza. Erase este príncipe yo, y solo hablaba de yo y solo vivía por yo. En las penumbras de la muerte nos cobijamos, en las cuerdas de los violines del terror bailamos y en la cama de la enfermedad retozamos porque dos cadáveres solo pueden encontrar lugar entre los muertos y que engaño si pretendiéramos estar vivos pues entonces la locura no nos creería dignos. ¡Gruñes tu soberbia! Calla esa razón que desde que caíste en mis manos perdiste toda posibilidad de acceder a cualquier solución. Bebió, succionó, resurgió antes de que terminara su función y despertó a la bestia cuya sed no es de sangre sino de carne.

Ella intentó alejarse de mi cuerpo que la sostenía, después de excitarme quizá una voz le gritó entre los sesos que se apartase. Diferentes eran mis planes para ella, la tomé fuertemente por la cintura sin permitir que se apartara, me acerqué a sus labios y repasé mi lengua por su labio inferior donde aún quedaba rastro de la sangre que ella había injerido. La mano libre la lleve una vez más a su entrepierna y recogí con los dedos el rastro de su excitación mezclado con la cálida ofrenda que la espada había propiciado momentos antes. Lleve mis dedos a mis labios y recogí el contenido con la punta de la lengua deleitándome del sabor y seguido a esto volví a bajarlos a hasta acariciar fuertemente su sexo y finalmente penetrarla con mis dedos repetidas veces sin ninguna delicadeza ni lentitud. Mis dedos entre sus pliegues solo se encargaban de lubricar completamente su sexo antes de que cayera en la tentación de penetrarla. Mis labios curvaron una sonrisa mientras lo hacía y no deje de observar su rostro de él se me apetecían sus labios. Sin dejar de jugar en su sexo mis labios buscaron los suyos y mi lengua invadió su boca satisfaciéndose de la misma humedad y sabor a sangre que degustaba con el tacto.

Al quedar satisfecho del relatado preámbulo el deseo fue el conductor de mis acciones. Después de retirar mis dedos de su vientre me deje caer sobre la superficie de la aparente nada guiándola a ella al mismo destino, esa superficie claramente tenia la textura de la alfombra de la sala donde nos habíamos encontrado antes pero la oscuridad reinaba de por medio así que apenas podíamos vernos ambos y tocar nuestros cuerpos. Entonces quite el cinturón del pantalón que aún llevaba y me deshice de toda prenda que se interpusiera entre su desnudes y la mía aunque ella aun tenía sus botas rojas este era un detalle que me fascinaba en lugar de molestarme, quizá en algún momento dejara de llamarla arlequín y solo le dijera “la chica de las botas roja”. Me acerque a besarla nuevamente y pasee mis manos por todo su cuerpo sin que la mirada me guiara sino mas bien sus curvas y líneas. Me puse sobre ella y rocé fuertemente mi miembro erecto en medio de sus muslos sin llegar a penetrarla aun porque sabía que en cuanto lo hiciera no podría detenerme hasta satisfacerme por completo de ella –¿Qué dice la voz que canta en tu cabeza?- murmure cerca de su cuello mientras la mordía y besaba al mismo tiempo.

EL BAILE DE LOS MUERTOS (Rimbaud)

En la horca negra bailan, amable manco,
bailan los paladines,
los descarnados danzarines del diablo;
danzan que danzan sin fin
los esqueletos de Saladín.

¡Monseñor Belzebú tira de la corbata
de sus títeres negros, que al cielo gesticulan,
y al darles en la frente un buen zapatillazo
les obliga a bailar ritmos de Villancico!

Sorprendidos, los títeres, juntan sus brazos gráciles:
como un órgano negro, los pechos horadados ,
que antaño damiselas gentiles abrazaban,
se rozan y entrechocan, en espantoso amor.

¡Hurra!, alegres danzantes que perdisteis la panza ,
trenzad vuestras cabriolas pues el tablao es amplio,
¡Que no sepan, por Dios, si es danza o es batalla!
¡Furioso, Belzebú rasga sus violines!

¡Rudos talones; nunca su sandalia se gasta!
Todos se han despojado de su sayo de piel:
lo que queda no asusta y se ve sin escándalo.
En sus cráneos, la nieve ha puesto un blanco gorro.

El cuervo es la cimera de estas cabezas rotas;
cuelga un jirón de carne de su flaca barbilla:
parecen, cuando giran en sombrías refriegas,
rígidos paladines, con bardas de cartón.

¡Hurra!, ¡que el cierzo azuza en el vals de los huesos!
¡y la horca negra muge cual órgano de hierro!
y responden los lobos desde bosques morados:
rojo, en el horizonte, el cielo es un infierno…

¡Zarandéame a estos fúnebres capitanes
que desgranan, ladinos, con largos dedos rotos,
un rosario de amor por sus pálidas vértebras:
¡difuntos, que no estamos aquí en un monasterio! .

Y de pronto, en el centro de esta danza macabra
brinca hacia el cielo rojo, loco, un gran esqueleto,
llevado por el ímpetu, cual corcel se encabrita
y, al sentir en el cuello la cuerda tiesa aún,

crispa sus cortos dedos contra un fémur que cruje
con gritos que recuerdan atroces carcajadas,
y, como un saltimbanqui se agita en su caseta,
vuelve a iniciar su baile al son de la osamenta.

En la horca negra bailan, amable manco,
bailan los paladines,
los descarnados danzarines del diablo;
danzan que danzan sin fin
los esqueletos de Saladín.
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Mensaje por Dana Luminita Sáb Dic 24, 2011 1:45 pm

No hay palabras, solo hay una noche, donde crece un templo, donde la sangre yace sobre la alfombra, no entiendes los cuentos, no los quieres escuchar, porque se azotan en ellos las palabras donde se derrumba tu miseria. No hay testigos de tu noche de uñas y silencio, de carne y atajos sin orillas. Te quedas rendida, te rindes sin pensarlo, aunque solo quieres un baile, un poema, una canción, donde tu agonía termina con la noche y te escondes bajo la aurora. Luego te olvidas. Quédate pequeña, quédate conmigo, ven, huye, vuela, no lo pienses más. No lo repetiré. Me iré. Toma mi mano, te guiaré en las sombras, no tengo ojos, no tengo alma, pero sé donde está la tuya.

Cierra los ojos y a oscuras piérdete bajo el follaje. Juana, húndete en esas espirales del sonido que zumba y cae de la ventana, una y otra vez, vete, calla, y suena ahí con la tormenta, rompe los tímpanos de otros. Abandona tu forma, muñeca sin cabeza, soy tu ama, tu mi sirviente, solo eres un juguete, piérdete en ti, infinita, olvídate y olvídame. Todo renace al caer la noche, encontrarás tu estrella, navega en ella y no vuelvas más. No hay más nanas esta noche que todos duermen, toma tu jarabe de cereza y quédate sobre tu almohada, colecciona pesadillas y cuéntamelas por la mañana.

Ding Dong.

Mi piel cruje cuando hunde sus raíces con sus dedos. Vuelvo a olvidar su nombre; Melusino, Gabriel, Esteban, Mario. Tiene todos los rostros pero ninguno lo es. Solo soy una estatua de mármol, antigua, un títere, una muñeca, un juguete. Es el acto, es el guión que debo seguir de este espectáculo. Le miro directamente, buscando una respuesta en su iris y las respuestas llegan con la punta de su lengua que es veneno. No dejo de mirarle aunque el profana mi cuerpo, sus dedos inquietos recorren mi piel y saborean elixires. No tengo ningún gesto, solo soy el arlequín sin careta, la pequeña niña de juguete. Se ve pequeña mi mano en su cuello, cuando penetra las paredes de mi intimidad, mis uñas cortan la piel de su garganta y no lo suelto, me satisface ver que se atragante. Sonrío con levedad y me azotan los recuerdos de un manicomio desolado, del sonido de las ratas en los rincones, el frío, los espejos rotos que me cortan la carne y dejan cicatrices. Me agito y mis ojos se vuelven de carbón. La pasión es diferente cuando te pierdes entre decibeles de emociones, está prohibido. Nosotros no hablamos de eso. Es para los débiles, para los incautos. Gruño amenazante, mostrando mis colmillos. Pero cuando sus labios tocan los míos, mis uñas ceden para tocarle con las palmas los hombros y asirlo para mí en un abrazo, con el vicio tóxico respondo a ese golpe que me proporciona su boca.

Ding Dong.

El sonido de la piedra suena, un eco infinito de dos cuerpos ausentes, estamos volando en la superficie, como dos gotas de nada. Las sombras nos abrazan. Shhhh... No estás, te callas y te vas, lo entiendo, te frustras y tu rabia te despoja de mí. Solo una noche Juana, una noche sin nadie, solo con la soledad multiplicada, sin regresos de unos labios nocturnos, sin su efluvio, sus deseos de volver y sin sus ojos bajo la lluvia. Solo una noche que se apaga con el vacío de las mañanas. Está vestido del color de mis deseos, como mi pensamiento, desnudo, voy por sus ojos como por el agua. Voy por sus labios, por sus cabellos, sus miradas, toda la noche llueve sin darse cuenta, todo el día. Y abre mi pecho con sus dedos de hiel, cierra mis ojos con su boca de miel. Quiero correr sobre la alfombra e intentar escapar, pero me lo impiden sus manos que detienen las curvas de mis movimientos. Tal vez mi expresión es de sorpresa, los recuerdos me abrumen la cabeza, soy solo un objeto, un muñeco, ese es el juego, ¿Por qué lo pienso demasiado? ¡No pienses más! Ya no escucho su voz, estoy sola, me quedo sola con aquella mirada de fuego puro, sus manos me queman, y siento como hierve mi sangre moribunda en mi interior. Siento sus labios que me callan y callo, sus manos pasean explorando un cuerpo que se estremece y mis pensamientos caen en cascada como agua fría. Me tiene dominada, encarcelada con su cuerpo y adivino las palabras que salen de sus ojos, de aquellos labios que punzan mis sienes y hiere con su lengua mi cuello. Su pregunta me causa gracia y todo se desmorona, suelto una risa como si fuesen cosquillas.
–... No es momento de hablar de las canciones de mi cabeza, si ni siquiera sé para quien son... –el puede tener mi cuerpo cuanto quiera, pero mis pensamientos... tendrá que esforzarse más- El juego ha terminado...–le sonrío en la espera, no hay prisa en el preámbulo, no hay prisa para seguir, su roce me hace callar nuevamente y puedo ver sus orbes que brillan bajo las sombras, como un felino, un depredador- Tiene unos ojos maravillosos, deseo sacarlos con una cuchara y dárselo a los cuervos para que tomen de desayuno... –sonrío mordaz y divertida- pero sería un desperdicio porque los querría para mi, para todas las noches, para todos los días, aunque no quieran hablar de ellos mismos, aunque sean vanidosos y soberbios, aunque no digan su nombre... y me quieran matar al caer la noche, deben callar sus secretos, me gustaría encerrarlos un rato en una caja para que sientan que es la miseria y luego sacarlos de esa miseria para que duerman sobre mi almohada. –mis dedos se aferran a su cabello y aunque le miro un momento, mi cabeza está en otro mundo- ¿Sus canciones son diferentes a las mías? ¿Puede cantarme alguna melodía?

Tengo ganas de ver lo que no puedo ver
de romperle la ventana a mi retrato
y beber hasta las últimas gotitas de sangre
de su tibia ciudad,
ciudad a quien quisiera
con motivo de usted y de la luna.

No me importa mostrarme débil,
si aun no soy fuerte,
ni nunca lo he sido.
No he aprendido amar
como aquí se juega.

Yo amo con la música, con las pesadillas, con las palabras,
no tengo objeción en no ser correspondida,
no me importa cuánto vivan mis amores,
si es que los puedo llamar así,
a todas mis pasiones,
no entiendo que es amar,
mientras dura, mientras puedo,
practico juegos de amor.

Ahora el corazón
está cayendo
ondeando
su bandera
con el silencio.

Mientras se vacía el vaso,
emprendo mi camino.
No entiendo como aman los humanos,
no entiendo que significa
por eso estoy aquí,
por todo lo que no sabe ni averigua,
por todo lo que da sin saber que tuvo.

No tengo alas, ni vuelos
mis ojos buscan una noche,
donde termina mi nostalgia.
no me importa que no entienda,
que se vaya, que pregunte y que dude.

Solo será frialdad oscura, oscuridad fluida
será mi recuerdo de las prácticas mortales
del silencio y el olvido,
haré del fuego el tiempo
de los ruidos tempestades
y a mi manera inhumana
actuaré lo que no es amar.

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Placer entre cadáveres [Privado] Empty Re: Placer entre cadáveres [Privado]

Mensaje por Invitado Mar Ene 17, 2012 2:20 pm

LOS CIEGOS (Charles Baudelaire)

Contémplalos, alma mía, son en verdad espantosos,
semejantes a maniquíes, vagamente ridículos,
terribles, singulares como los sonámbulos;
arrojan dardos no se sabe dónde sus órbitas tenebrosas
de sus ojos, la divina pupila ha partido,
como si miraran a lo lejos, elevados
al cielo, y nunca se los verá hacia el suelo
inclinar con ensueños su cabeza pesada.

Es una noche vacía y oscura, tormentosa y agradable, moribunda y extasiable. Ella tiene la fisonomía de un cadáver y por ello me agrada, su mente se ha podrido, se la han comido los gusanos, se ha disuelto en una caja musical, lo único que llena esa cabeza que por fuera me dan ganas de quebrar como si fuera un huevo pero el deseo es más grande y por ello prolongue su existencia hasta poder saciarme. ¿De qué está llena?, de órganos descompuestos, de huesos amarillos, de sangre coagulada en su sexo, de fantasías prohibidas. Y yo estoy lleno de nada, de oscuridad, de olvido. Las noches pasan, mañana ella no existirá en mis recuerdos, solo existe ahora porque la sostengo y porque he probado su sangre. Mañana yo no existiré en sus recuerdos porque no tengo nombre que dar a alguien como ella y no tengo rostro que mostrar a un títere que está roto.

Sexo. Una parte de nuestra naturaleza que satisface la lujuria que corrompe nuestros cuerpos, solo una noche, solo una muñeca de cristal, de trapo, de polvo. Su piel se dibujo solo ante mis dedos y no ante mis ojos. La toque, la bese, la abracé con fuerza y deseo, buscando en la oscuridad la voluptuosidad de su carne, probando a ciegas la sangre de sus labios, los fluidos de su sexo y el sabor a muerte que exhalaba de sus poros. Si tan solo la muerte pudiera encarnarse en aquella envoltura vacía entonces todos mis más grandes deseos se cumplirían al obtener el placer de su piel. Muerte materializada, muerte infecta, muerte magnánima. Le susurrare al oído que represente ese papel, o quizá no, le diré que es una musa henchida de la peste que arrasa con la vida a su paso, o quizá no. Quizá solo la bese y la tomé como a la divina Beatriz de los infiernos. Quizá le rompa la ropa, le tuerza el cuello y la obligue a mirarme cuando deposite en su interior el resultado de mi excitación.

Ella no estaba inmóvil como el cadáver que representaba, sus uñas cortaban la piel de mi cuello dándome solo mas placer y la envolví en mis brazos y escuché crujir sus huesos como prueba de que aun no era polvo. ¿Es una sonrisa?, si, ella sonríe, ella ha dejado la máscara seria impropia de un arlequín y allí esta esa sonrisa mostrando los dientes blancos que yo hubiera deseado amarillos. Soltó un gruñido amenazante quizá porque mis dedos la lastimaban pero no cesaría de aquello ya que su dolor era mi placer. Logré callarla con mis labios, la besé recorriendo su cavidad bucal con mi lengua y sus uñas se desprendieron de mi cuello relajando sus músculos. Yo me engullí del sabor de su boca, un agridulce tentador que no creí que un cadáver podría portar. La muñeca estaba llena de trampas para atraer a una presa pero lastimosamente yo no lo era aunque tampoco era un cazador, era solo una sombra rodeando su cuerpo, sin dejar nada sin tocar, acariciando como la tormenta sin que hubiera destrucción pero si movimiento.

Atraviesan así la negrura infinita,
hermana del silencio eternal. ¡Oh ciudad!
en torno a nosotros siempre cantas, ríes y clamas.
Insaciable de placer hasta la atrocidad,
¡mira!, me arrastro también, ausente como ellos,
y digo: ¿Qué buscan en el cielo todos aquellos ciegos?

Todo dependía del tacto y de la degustación, los ojos solo brillaban como estrellas en un infinito cosmos vacio y no eran dignos de apreciar lo que los cuerpos son capaces de descubrir al tocarse mutuamente. La masa se suspende en la nada como si no existiera gravedad pero es solo una ilusión ya que ambos estábamos recostados sobre la alfombra de una sala elegante donde solo los reyes tienen acceso y donde ella ha ocupado por una noche el papel de reina de los condenados, irónicamente, yo era el único condenado en aquella habitación. Por lo que entregado a la condena de no poder detenerme, sujeto ya a la tentación de su cuerpo, rendido a lo inevitable, mis manos pasean por su cuerpo después de que la ropa ha sido desprendida de dos esculturales figuras que para los mortales se presentan bajo la forma de seres perfectos pero no hay engaños entre dos inmortales porque sabemos lo que somos y como tales reconocemos que es ineludible el encontrarnos en aquella situación después de haber cedido a la tentación.

Primero una sonrisa y luego da una risa, todo se ha quebrado, la armadura de porcelana de la muñeca no era más necesaria, allí estaba ella, solo con sus botas rojas, tal cual era. Seguido sonrió yo, me detengo por un momento de darle las mordidas en el cuello para acercarme a su oído y pasar mi lengua por el lóbulo de su oreja –Pensé que no era momento de hablar…y sin embargo deseas aún un nombre, unos ojos y una canción- murmuro a su oído y luego me alejo unos centímetros para tomar la posición ansiada. Hay un lugar entre sus piernas donde antes habitaban telarañas, aquella puerta clausurada por la amenaza de un rostro sombrío y grotesco, aquella cavidad suya por donde mis dedos ya se habían abierto paso hace momentos para lubricar con sus fluidos y su sangre los suaves pliegues de su intimidad. Sus muslos ocupan un lugar a mis costados rozando mi piel y mi miembro produce una fricción excitable entre sus pliegues antes de penetrarla. Por un momento volví a acercarme a su oído:

Cantas y bailas sin tener corazón
Peleas blandiendo una espada
pero yo te he quitado el caparazón
Calla ya y olvida a quién te habla
Cierra los ojos e imagina una canción

La tomé de ambas manos, entrelazando nuestros dedos y apresando sus brazos. En ese momento la fricción entre nuestros sexos ceso para que la penetrara con fuerza. La satisfacción resultaba casi indescriptible, no tenía que preocuparme por el dolor que le pudiera causar ya que nuestros cuerpos no eran frágiles como el de los humanos. Después de la primera penetración se sucedió una tras otra con la misma potencia que la primera, con el mismo deseo, obteniendo cada vez un placer mayor. Mi cuerpo rozaba completamente con el suyo, sus muslos apretaban fuertemente a mis costados como si estuvieran apresándome para que no me detuviera ya que se habían acompasado a mis movimientos. Mis labios curvaron una sonrisa y luego se separaron en busca de la piel de su cuello mientras que de tanto en tanto surgía un gemido a prueba de la satisfacción.
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Mensaje por Dana Luminita Sáb Ene 21, 2012 1:13 am

Silencio

Eres silencio que habla,
de tempestades sin viento,
como decir los nombres de las estrellas
de ponerle nombre a los pájaros
y a los pianos tristes.

Eres sombra,
trémula sombra de las voces.
Tus ojos son la patria
del relámpago y de las lágrimas.
Tus labios se sellan en un obelisco.
¿Eres tú un silencio en voces?

Eres una tempestad en un mar sin olas,
adormecido estás dentro de topacios impíos.
Tienes la verdad del otoño en tus manos,
pero la guardas como el silencio mismo.
No cantas con tus voz,
pero si con la luz de tus ojos.

Eres una cesta de frutos de fuego,
de mentira que alimenta,
de espejos de este mundo,
de las puertas del más allá.

Eres canción nocturna,
que nace con una nota,
brota del fondo del silencio
y más lejos del silencio.

Eres una espada infame,
sin recuerdos y esperanzas.
Gritas y en la garganta
se desvanece el grito
donde los ecos enmudecen.

Veo sueños sigilosos en su mirada, los recuerdos, sus recuerdos, parecen mares turbulentos que se agitan constantemente sobre una roca. Nos envuelve un ruido rojo de huesos y un pegarse de carne, y piernas amarillas como espigas juntándose. Unas botas rojas que se anclan a sus espaldas. Yo escucho entre el disparo de los besos, escucho, sacudida entre respiraciones prestadas de una ilusión infame que nos envuelve, hay una canción en mi cabeza que deja esa huella tintineante. Cierro los ojos y mis labios exhalan, oyendo, con la mitad del alma el mar y la mitad del alma en la tierra, es gracioso, porque en un cuerpo muerto como el mío no existe un alma. Con las raíces clavadas en los huesos de su cintura y aunque cierre los ojos y me cubra el corazón enteramente, veo caer un agua sorda que explota en mi interior. En mis huesos delirantes, arde su nombre; él arde dentro de mí, arde en mis labios, es un horno invisible y puro; arde lento entre la muerte y su aliento. Ardemos juntos como una soledad hambrienta, sin el alma, ardemos y nos hacemos uno. Su presencia es un canto súbito que me lleva a navegar y dejo que su cuerpo lleve la melodía. Es mi cuerpo que se curva sobre aquella alfombra flotante, sobre su mirada que sostiene en vilo a un mundo con sus océanos… Estoy en la prisión de sus manos, de su cuerpo que son galeras y sonidos, fluyo junto a él como el agua entre sus dedos que se vuelven uno al enredarse como pilares encantados.

La marejada crece con oleajes bruscos, se azotan en la arena dejando todo húmedo. Sus raíces caminan sobre la sal del sufrimiento, los labios solo cantan canciones… las miradas se fijan mezclando el mar con la arena y las lágrimas que por un momento surcan de mis ojos se secan en el olvido. En eso nace dentro de mí ser el epitafio del corazón de poeta, que quiso cantar, cantar para olvidar su vida verdadera de mentiras y recordar su mentirosa vida de verdades. Desde el centro innombrable de mi ser, tiene a su ejército, hace una marea. Agita y pelea. Grita y llora. Sueña y Desea. Crece, su sed me ahoga, expulsando, tiránica, aquello que no cede a su espada frenética. Solo el me habita, el que tiene mi nombre, furiosa sustancia de carne, ávido y subterráneo, delirante. Unos muslos nocturnos que se hunden en la música verde de la madrugada; mi pecho que se alza y arrasa las espumas; los gruñidos parecen palabras que descienden lentas como arena caída en otra arena...

~°~

Le arrebato las riendas con un gruñido, hago crujir los huesos, me libero de su prisión que me atañe y le miro a los ojos, mis rodillas sienten el roce de la alfombra. Un enlazar de las manos que se vuelven piedras lo capturan y mis besos son huellas sobre su piel que quema. Ahora él es prisionero bajo el yugo de mis senos. Bebo del agua que brota de sus labios y le muerdo dejando la huella de mis dientes. Recorro aquellos recónditos secretos de su pecho y escucho un corazón que no late. Nos dejo cubrir con el fuego de una ilusión funesta. Ambos nos convertimos en dos mitades color durazno, bañados en sal, bajo la ley que no disponía palabras, cierro mis ojos y solo espero que al abrirlos esté ahí con el brillo del mar que cubren sus ojos, que bestias salvajes beban de ellos, que las aves se quemen en ellos, yo me quemo con ellos. Lo cubro con mi cuerpo y me despido de la prisión de la cual mis manos hacen quebrar mis dedos... Domino el estrado mirando sus ojos y penetra hasta el fondo de mi inconciencia. Mi cuerpo grita y se calla con besos que ahogan en su pecho. Mis labios sangran cuando mis colmillos cortan la carne y tesan las mandibulas. Lo siento en un instante casi como una estatua bien esculpida y en otro momento se desmorona. El emerge rígido con sus movimientos que son su forma. Los espejos me persiguen, me observo una y otra vez en ellos. Mi cabeza delira y caigo en pedazos, observando mis ojos, me desconozco. Hundo los dedos en la piel, haciendo crujir las falanges de mis dedos y lágrimas brotan de mis ojos. ¡Soy marea de que no se desboca, una marea cálida que anuncia una tormenta! Somos uno con baño de mar, con la piel translucida. Me siento lúcida, sucia y cierro los ojos con la pauta de una lejana respiración agitada. Solo murmullos se escuchan, casi silenciosos diciéndole palabras que se pierden en deseo y viajan con los vestigios de la noche.

El lecho de la muerte es un limbo infinito, siento que vuelvo a morir y no muero sola, las voces son ecos que rebotan en la atmosfera, es mi voz, un cantar para el corazón podrido que crea versos y siente que desfallece. Un clamor nace sutil y se apaga con la fuerza de los labios. Las marejadas se pueden tocar, enlazados con ganchos de sangre, hay un cuerpo que se curva y sin decir nada, solo somos mar y arena, contiguos y plenos. Somos un elixir que empezaba a nacer, brota con fuerza y es abundante, somos sonidos de la sed, de veneno ponzoñoso y hiere toda la sangre muerta. Puedo encontrarme nuevamente con sus ojos y le invito a pegarse a mí para que me acompañe a la una ruta que no hemos explorado... somos dos ahora, uno después. Puede entrar a mi mundo, le entrego mi cuerpo completo, es suyo por esta noche, mi mundo que cedió y se desplomó como metal al fuego. Puede haber un oleaje lento donde un hechizo nace sin voz, solo hay unos ojos, una boca que embriaga con sabor a sal y azúcar. Entre mis piernas está con su torre, me levanta en ruinas, desnuda, despojada, sobre la roca del silencio, enciende esa llama que rechina como carbones sobre llamas, como una solitaria combatiente contra invisibles huestes. Mis dedos se hunden en su piel, en su cabello, en su cuerpo, aferrada al árbol de la pasión, que da de beber a un árbol sediento. Percibo el mundo y le toco incansable, substancia intocable, unidad de mi cuerpo, y contemplo el combate y me pierdo en sus ojos, mis dedos sangran, mis ojos lloran, mis dientes no se sacian y mis labios no se cansan, de mi pecho nace una risa, lejos de mi, hay un alma, un alma ausente que se ahoga en un suspiro...
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Mensaje por Invitado Lun Ene 23, 2012 4:40 pm

BUSQUEDA

Esta noche no hay estrellas
mas que las que tú me has mostrado
Esta noche no hay delirios
mas de aquel en el que contigo vivo encerrado
Esta noche no hay amor
mas que el otorgado a un ser endemoniado

Tus senos son aquella fruta del Edén de los infiernos
voluptuosos, hipnotizantes, envenenados
Tu vientre es la cuna donde descansan mis deseos
húmedo, estrecho, carnívoro
Tus labios son la cereza en la copa del condenado
sangrantes, dadivosos, amargos

Y mientras me entregas tus mejores posesiones
caigo yo en tu trampa, hechicera ingrata,
mujer que busca en el fondo de un pozo
no vaya a ser que no encuentres Dana

Yo vago en el infinito abismo de la locura,
recibiendo caricias que cortan y besos que matan
buscando con mis ojos, con mis manos, con mi boca
tu presencia inaudita que busca a aquel llamado Aidan

La satisfacción tiene muchos nombres, uno de ellos, el placer. Algunos lo encuentran en una botella, en una gota de sangre, en la piel, en la destrucción y en la muerte. Esta es la doncella a la que dedico mis noches, la que ha dominado mi locura y apresado mi razón bajo sus faldas de prostituta. La muerte parece materializarse en aquella infame atrevida, mujer de teatro, muñeca de trapo construida con un interior de cristal. Su nombre resuena en su cabeza al igual que el de una muñeca y el de una espada. ¿Quiere saber el mío solo para hacerlo bailar en su mente?, o quizá solo por curiosidad, esa que todo lo roe y que no da ni riqueza ni poder. Pero estos dos últimos no son invitados esta noche, han sido despojados de sus mejores ropas para ser expulsados como mendigos. La única invitada es ella, la chica de las botas rojas, la precursora de la lujuria y del placer, la nueva satisfacción de esta noche, la nueva encarnación de mí amada muerte porque me ha dado un cadáver, el de Dana.

Somos nada en medio del infinito abismo de la oscuridad pero a la vez somos todo porque sentimos cada caricia, beso y penetración que produce resonante en el silencio un gemido o quizá más de estos. Su cuerpo es apresado como el de un títere manejado por un titiritero. Su piel es mármol frio por fuera y fuego cálido por dentro. Me encontraba en su interior a medida que las penetraciones me permitían llegar cada vez más a su centro y gozar de él. Envuelto en la estrechez de su vientre solo obtenía mas placer. Su cuerpo se arqueo al sentirme dentro, sus labios se apartaron para recibir a los míos repetidas veces y cuando no eran nuestras miradas testigos y cómplices del placer de nuestros cuerpos que ya no obedecían a nuestras mentes sino que se habían entregado a los azares que el sexo esparcía para dos amantes.

El dolor inicial solo condujo al placer, aquel que ciega, aquel que destruye todos los credos en los que creía uno antes. Nuestros cuerpos antes todopoderosos se habían convertido en vestigios débiles, convertidos por una fuerza mayor en conductores de goce, en simples instrumentos. El ritmo lo era todo, la fuerza lo acompañaba constantemente, los labios solo obedecían a un ciclo de satisfacción. Y aquel que amenazaba la vida de la chica de las botas rojas simplemente quedo en un letargo, en algún lugar de mi mente, olvidando quien era el que tenía sed de destrucción porque había sido suplantado por aquel que tenía sed de sangre. Pero la muñeca no se conformo, lo quería todo, quería ser aquella que vislumbrara todas las bestias cuando ni yo mismo había podido con la oscuridad que moraba en mi interior.

Ella explota como aquellas estrellas que han conservado durante un tiempo un brillo singular para luego manifestarse en su máxima expresión. Liberó su poder, sus ansías, su delirio. Curvé una sonrisa y mi fuerza cedió ante la suya mientras nuestros huesos parecían componer una macabra sinfonía. Quedé subyugado sobre mi espalda recostado con una fiera encima reclamando ser atendida. Entonces ella me capturó como yo a ella momentos antes, quedé atrapado y corroído por sus labios sobre mi piel que sangraba de vez en cuando por el contacto inefable con sus colmillos. Seguido, sus senos aprisionan mi pecho, mi cuello, mis labios…satisfacción plena para una boca sedienta de su ponzoña. Ella pareció adivinarlo pues me dedico sus labios después, entregando con ellos la humedad de su lengua y la putrefacción de su aliento cargado de sangre de los muchos afortunados por ella besados en el cuello.

De pronto somos dos formas corroídas por aquello que no podemos controlar. Somos lo que ella quiere y somos lo que yo quiero. Cada uno veía lo que deseaba, cada uno obtenía no le quería, cada uno se complacía a su manera. Sin embargo…los ojos, son aquellos que permanecen siempre en el mismo lugar, bajo la misma forma, sin apartarse, haciendo el amor ajenos a nosotros como si se hubieran buscado desde las noches ancestrales consumando en ese momento el hallazgo de aquello que solo se puede reconocer en medio de esa oscuridad. Entonces, cuando estos se hubieron reconocido como en un espejo, sus besos se convierten en la adicción de quien los recibe. Mis manos finalmente pudieron acariciar su piel y reclamarla como suya cuando ella me liberó de su cárcel mas no de su castigo. Aún otra parte de mi cuerpo reclamaba hacerla mía como antes, tenerla mía, saberla mía.

Volví a entrar en su interior con mayor fuerza, reclamando su cuerpo, su alma perdida, sus ojos diamantados. Deseo su esencia, deseo sus huesos, deseo sus labios y deseo asesinarla por todo ello. Sus dedos se hundieron nuevamente en mi piel y de sus ojos brotaron lágrimas que mojaron sus labios y que recogí con los míos en medio de aquella turbulencia en la que nuestros cuerpos habían entrado sin desapegarse uno del otro porque nos gustaba ser uno para destruirnos de una forma sublime e inmaterial. Y mis brazos la rodearon porque no permitiría escapatoria y mis labios buscaron su cuello y sus hombros para pasear por su piel dejando la huella de lo inevitable. Entonces su voz resonó a mi oído como un canto, una voz melodiosa, escondida, que no había escuchado antes. Su cuerpo volvió a curvarse esta vez en mis brazos, ambos presa del placer la obligue a mantener un ritmo aun mas fuerte ya que solo encontraría el placer máximo cuando el dolor fuera extremo, la constante fricción lo hacía posible.

Ya no existía ni existiría una función para almas solitarias, estas fueron secuestradas, lanzadas al abismo y apresadas en unos ojos. Ella quería llevarse mis ojos para recuperar su alma y yo no me atrevería a quitarle los suyos porque tenía miedo de encontrar a la mía, aquella que perdí en un tiempo lejano, que nunca supe reconocer, que nunca quise y que nunca querré. Así que si existiere se la dejaría a una feroz guardiana, a la maestra de la espada, a la chica de las botas rojas, para que la apartara de mí y para que nunca me la devolviera ya que bastaba con que me viera a los ojos y me castigara con ello. Y yo…cazador, presa, lo que fuera que ella creyera que era, me llevaría parte de su locura y la haría mía para hacerme más fuerte y quizá para recordar algún día, sin que reconozca que lo hubiera deseado por mi propia naturaleza narcisista, a aquella que busco las cenizas de un corazón.
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Mensaje por Dana Luminita Mar Ene 24, 2012 2:51 am

Sed.

Quiero beber todas las sombras que me acechan,
y escuchar mi voz en fuentes subterráneas.
Tengo sed que me acosa las noches hambrientas,
son mis delirios por estar tan sedienta.
Es la sed en vaivén que parece un relámpago
desgarra mi garganta en su sequía.

Tocas mi piel, de barro, de diamante,
y me sigues como siguen los astros a la noche.
Nace la sed entre sudor y tormenta
y miras mi boca llena de esa lluvia oscura.
Desnúdate de ti, llueve en ti.
Bébeme.
Miro tu cuerpo como un largo río,
con que desnuda el aire los jardines.
Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo.

Mi boca tiene sed, para qué estén tus besos.
Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía.
Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas.
Sed de ti que en las noches me muerde como un perro.
Sed de ti, sed de ti, guirnalda atroz y dulce.
De sed.
Sed infinita.
Sed que busca tu sed.
Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla.
Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.
Sin tus ojos viajeros, en la noche, hacia dónde.
Sed de un mar que muere y nace en un reflejo.


(Inspirado en Poemas de: Pablo Neruda y Octavio Paz)


El cuerpo es la casa del alma donde habita un corazón de poeta, que canta canciones y escribe cuentos. Sentado en un lugar oscuro observa un par de ventanas que reflejan el mar veraniego, soleado y despejado, las olas salpican garbos de espuma sobre su rostro, imaginarias, le roban sonrisas y suspiros se ahogan en segundos. Es humano. Como si flotara entre nubes terciopelo, plumajes brillantes de color oro, plata, zafiro tornasol, que hacen que mi mente olvide lamentos y solo hable de lo que no puede pronunciar. Con lágrimas de aire, mi alma llora desnudándose de nuevo. Me embriagan sus besos, sus manos, su cuerpo. Es una guerra enfrentando la mente, el espíritu, el corazón. Son poemas sus movimientos, su voz se pierde con sus escamas, un pez salvaje que busca su cauce, endulza mi piel y mi escasa alma, siento que me pierdo, me pierdo en sus manos. En mis piernas crecen algas que se aferran a la piel de mi amante. Es una antesala para retomar sus mareas y regalarme la humedad de su boca, la suavidad de su respiración prestada en mis orejas, cuello, nuca, hombros. Es la luna descendiendo con crueles sacudidas, es, sin embargo la luna carcomida por gemidos del desierto. Ataca con marejadas profundas sobre dunas que se elevan. Busca senderos arenosos para encontrar un escondite entre dos rocas esponjosas, que ocultan un tesoro congestionado y roba humores como néctares de colmenas recién cultivadas y atiza de nuevo en mi centro ardiente. Crece el dolor que le desgarra dentro. Mi pecho posee una respiración continua que una ilusión acumula, se libera en un grito casi desfallecido. El cuerpo se mueve en oleajes curvos, y mis piernas lo aprisionan con fuerza. Mis uñas se hunden en su piel para acercarle, sangrando, dejando las migajas de piel caer como pedazos de mármol sobre la alfombra. Es allí donde azota el mar con furia y las olas golpean, el desierto arde dentro, arde fuera, solo desea penetrar los muros de sus rocas con furia. Somos un eslabón de un barco y tengo el cuerpo que se agita sobre el mástil más grande que una ola ciega… “oh superficie herida por las olas” “oh manantial del mar”…

Y entonces, el vino persigue su piel y arrebato los garbos de sal que le bañan de un mar ficticio, es una piel dulce que extasían. Tiene veneno y controla mi cuerpo. Me aferro con fuerza en una posición que hace que mi corazón quiera latir de nuevo. Sus manos expertas arrebatan mi cuerpo, me baña de su licor dulce y la sal se desliza de nuevo en un mismo ritmo, danzamos en melodías sublimes… con el brillo de sus ojos, su silencio, sus brazos me resguardan, es fuerte y sus labios me estremecen cuando recogen mis lágrimas. Sedienta me embriago de él incansable agua de su boca. Mis brazos lo rodean sobre sus hombros, mis dedos se acunan en su pelo, sus manos ciñen mi cintura y me quema los senos. Si la lluvia asegurara nuestros secretos, si el viento interminable matara los pájaros, si solamente el cielo… ... ... Solo quiero morderle los hombros y morirme, solo quiero mirar su boca por donde sus secretos salen llenos de espuma embriagante.

La marea es contundente y me cubre con sus movimientos frenéticos que punzan los huesos. Pierdo el tiempo entre los dedos y solo hay sombras en todas partes, sin luz, sin recuerdos, solo hay música de cuerpos, solo hay agua que cae entre nosotros. No recuerdo cuando empezó todo, no recuerdo cuando terminó todo, solo recuerdo ese momento. Dos piezas esculpidas hechas una. Somos salvajes como leones que desgarran sus pasiones en mil noches. Mi corazón sale volando y sus manos lo detienen para que se quede ¿Quiere que me quede?... Su tortura agita m piel en fuego puro y mis dientes desgarran su garganta para no despegar hasta el olvido. Su voz encanta mi cuerpo con su cadencia y me regreso a otro mundo, quedo inmóvil con los labios separados bañados de la sangre fenecida, con los ojos de un amanecer desértico clavándose en los suyos que son un océano atormentado. No puedo dejar de mirarle y no puedo dejar de sentir su insuperable pasión que me divide el cuerpo. Sé que es real y ahora es más real en esta noche que es nuestra. Cierro los ojos al sentir que se acerca mi muerte. Es un disparo el que nos hace cambiar de atmósfera sin soltar un frenesí danzante el cual nos vemos sumergidos, somos cuerpos que rechinan como rocas. Solo quiero que me lleve en sus tormentas, no quiero pensar en nada más, no quiero pensar en el miedo, no quiero pensar en aquellos ojos que deseo y no puedo tenerlos en la palma de mi mano.

Se perde el tiempo entre caricias y besos, olvidándonos de todo, abrazados, torturándonos. Puedo escuchar el canto de las aves de varios días austeros y caigo en abismos que despiertan las pasiones, indefensa y voraz continúo. El silencio llamea y se calcina con el tacto. Nos crecen alas negras, donde el olvido sin fronteras nace, él cierra los poros de mi alma al infinito que lo tienta, ensimismándome en su árida pelea. Lo siento cercano, me quema, los siento como el fuego. La pasión nace de una tarde con alba que a veces susurra el miedo, el miedo de sus ojos, miedo de mi debilidad. El huracán arrasa con todo, con el mundo, y encuentro las ventanas que dejan mi piel como el carbón de un incendio. No puedo pensar en nada. Mi interior está poblado de fantasmas. Mis dedos crujen sobre su piel no dejando que se vaya. Se explora el tiempo entre dos desconocidos, dejando que el silencio hable, sonrisas a medias, miradas furtiva de dos componentes distintos al resto. Espero apagar el fuego, espero que el fuego me queme en silencio.


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