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Babieca [Levana Maréchal] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Lun Ago 08, 2011 9:45 pm

“Mi espada era Tizona y mi caballo Babieca,
mi espada era Tizona, tú eras doña Jimena.”

-Sr. Chinarro, “Babieca”

Salí a caminar porque con urgencia necesitaba sosiego, algo que me calmara las ansias, un momento de paz que en la habitación de hotel donde me estaba quedando no obtendría jamás. Finalmente había mandado traer mi caballo favorito desde Bruges y hoy, según lo estipulado, sería su día de arribo. Babieca, como el corcel del Cid, de Don Rodrigo Díaz de Vivar, un cantar ibérico tan importante y poderoso que había llegado a mis oídos en Suecia, así se llama mi caballo, un camargue, blanco como todos los de esa raza, un animal noble de labranza pero lo suficientemente fuerte para ser cabalgado, hay mejores razas para ese fin, lo sé bien porque finalmente es de estos animales de lo que he vivido toda mi vida, incluso ahora que la fortuna ha tocado a mi puerta, pero al mirar a Babieca a los ojos, siendo él un potrillo, en los establos del difunto Yves Vermeer, supe que era el caballo para mí. Ahora es un joven potro y me dolió abandonarlo en ese sitio que ahora se convertiría en mi hogar.

¿Dónde se quedaría?, considerando que estoy viviendo en un hotel, he rentado un sitio en los establos de una familia adinerada de esta ciudad, puede más mi necesidad por mi amigo equino que otra cosa. Pintura y caballos, esas son mis pasiones, algo dispares pero que he logrado conjugar bien, después de todo, siendo un niño, eran los caballos mis únicos modelos para dibujar, y mis hermanas también, a quienes dibujaba jugando en la hierba.

Sigo caminando pensando en todo aquello, con mocasines cómodos de mimbre, a mi medida, nunca antes había podido poder mandar a hacerme ropa a mi medida y se siente tan bien, se ciñe al cuerpo de forma perfecta sin sacrificar comodidad. Si hace un par de años me hubieran dicho que me vida iba a dar tal giro, me hubiera reído como nunca. Parezco niño en vísperas de Navidad, esperando por su regalo de San Nicolás, Babieca es mi regalo.

Me detengo a veces a observar algún aparador, y de paso, mirar el reflejo que los cristales me devuelven, difuso, transparente, me miro a los ojos y no me reconozco, se ha perdido algo de brillo en ellos, como si de golpe hubiera envejecido. El viaje me amedrentó más de lo que me hubiera gustado, me cansó. Suspiro y me llevo la mano a un bolsillo, algunos francos sueltos tintinean ahí dentro y no puedo creer que yo, el pobre chico de los caballos, ahora tenga todo este dinero, y toda esta suerte, pero qué digo, nada es perfecto y tal parece que mi viaje a la capital francesa ha resultado en vano, pues no he encontrado lo que vine a buscar. Sólo me falta una cosa para cerrar el círculo de la relativa perfección, pero cada vez que lo intento, se ve más y más lejana, como si el destino me la birlara sólo para no permitirme ser completamente feliz.

Las calles de París son mi escenario, y yo el actor de una triste y patética historia. Quizá debería regresar a Bruges, mandar por mi madre y mis hermanas, y ponerme en paz con mi necedad de cumplir mis sueños. Dios mío, de sólo pensarlo suena cursi.
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Mensaje por Levana Maréchal Miér Ago 10, 2011 10:04 pm

Escapar de tu lugar de origen no es el deporte más entretenido para nadie. De hecho es algo que detesto pero que prefiero hacer antes de que me traten como aquella vez. Desde ese tiempo empiezo a conocer bien del porque temían que conociera mi magia. Mi bruja personal (por así decirlo) siempre me dijo lo poderosa que era, solo que debía tener cuidado ya que mi magia tenía tintes negros que con cualquier descuido podía terminar envuelta en la maldad. Sus ojos mostraban que mentían, yo sabía que algo andaba mal en mi y que mi brujería no solo tenía tintes negros, era negra completamente. Había estado buscando la cura de mi "enfermedad" así la llamaba, una enfermedad que me estaba consumiendo por dentro, pero conforme conocía personas nuevas me daba cuenta que aquello era imposible de curar, que era parte de mi desde el nacimiento y solo se terminaría el día en que muriera. Pero yo no quería morir, yo deseaba vivir y que no tuvieran miedo con solo mi presencia, con solo verme a los ojos. Había decidido venir a Paris, mis padres siempre me habían contado de unos familiares que tenían la misma magia que yo pero sabían controlarla y hacían cosas buenas al respecto, ellos estaban interesados en mi, querían apoyarme y enseñarme todo lo que ellos sabían por eso no dude en viajar a estar hermosa ciudad. La familia era bastante adinerada al igual que mis padres pero les gustaba pasar desapercibida ayudando a la comunidad, teniendo lugares recreativos e incluso establos. Desde que había llegado me la pasaban en los establos relacionándome con esos animales, siempre tan fieles, tan puros e incluso si algo les caía pesado te lo hacían saber con su inquietud pero sin intención de causarte un daño. Aquella tarde mi tío o bueno el hombre que se hacía llamarse así me pidió ir a los muelles de la ciudad esperando un caballo que venía de lejos, me pidió que lo tratara con amabilidad y si se ponía revelde, lo controlara con la mente pero yo sabía que eso era innecesario sabiendo tratar bien a esas criaturas.

Salí de la casa con un vestido verde que se ajustaba bien a mi cuerpo, odiaba ponerme estas cosas, los corset tan ajustados, esas cosas tan sugerentes nada más llamaban la atención de los hombres y odiaba que voltearan a verme pues algunas miradas me recordaban a aquella noche. No quedaba de otra, la sociedad en la que vivíamos era la que indicaba de que manera tenía que vestir, que sonreír, incluso la manera de comportarme y de respirar. ¡Tanto odiaba las reglas! "Levana esta vida no es la tuya" Una voz comenzó a retumbar en mi cabeza, tanto conocía esa voz que odiaba cuando venía, que tomaba la primera yerba en casa para quedar dormida, pero no estaba en casa y mi tío había confiado un encargo a mi, tenía que cumplirlas y disimular mi malestar en la cabeza. La voz de Jhon (el vampiro que me llevo aquella noche) siempre me perseguía pidiéndome que terminara con mi vida. Vaya fastidio, aparte de escapar tenía que lidiar con su voz, con mi locura y con mi tristeza pues la soledad comenzaba a carcomerme y es que vivir con familia no es lo mismo a tener a alguien que quisiera ser parte de tu vida, pero vamos, ¿quién iba a querer ser parte de la vida de una loca? "Deja de ignorarme brujita, soy lo único que tienes De nuevo esa voz, molestando, perturbando mi tranquilidad. ¿Acaso tendría que vivir con esa tortura hasta el final de mis tiempos? No, no podría. Negué con la cabeza un par de veces. Un sonido me hizo salir de ese nervio, de esa tortura intima observando a un grupo de músicos tocar canciones divertidas y alegre. Aun me quedaba tiempo por eso de manera impulsiva me coloqué en medio de la plaza y me puse a danzar de manera "inocente" y algo sensual con uno de ellos, la diversión me duro poco pues la música se termino y escape de la vista de ellos. No me permitía acercarme a alguien, menos sabiendo que podían hacerme daño. ¿Vaya tontería no? Todos estamos expuestos.

Poco tiempo había tardado en llegar al muelle, el caballo estaba siendo cepillado por uno de sus acompañantes ¡Vaya locura hacía la gente rica con sus mascotas! Incluso un custodio personal. Seguramente el caballo tenía un significado especial y por eso tantas atenciones. Me acerqué de manera tranquila y sonreír al hombre que como no es raro me miro con desconfianza, pero no podía dejarle ver mis ojos, no, ellos eran la llave de mi alma y nadie podría tocarla. Hice una reverencia al caballo, no al hombre, los hombres tan crueles. El tenerles respeto siempre te hace poder acercarte lo cual no me causo problema alguno. Di unas monedas al hombre y tome las riendas para llevarlo al casa, el dueño estaría por llegar y era mejor no perder tiempo, darle de comer, darle de beber y dejarlo listo para el encuentro con el amo. No tarde mucho en llegar ya que las distancias que tenía de la casa de mi tío al muelle era poca. Amarré el caballo en la entrada de la casa diciendo a uno de los vigilantes que me hablara que solo tomaría agua, por si llegaba el dueño. Ni bien me había servido el vaso cuando tocaron la campana del lugar. Solté un suspiro y solté mi cabello - Ya voy, permitame por favor - Alce la voz, mi voz siempre tan delicada y salí para abrir la puerta. Pronto tuve al hombre frente a mi, desvíe la mirada. Mis ojosno debía ver mis ojos.

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Mensaje por Invitado Vie Ago 12, 2011 5:38 pm

Después de un rato de dar vueltas a orillas del Sena escuché las campanadas que provenían de Notre Dame, miré en dirección de la imponente catedral, como ninguna que me hubiera topado en mi viaje y observé las palomas que emprendía el vuelo espantadas por el ruido sordo de la enorme y vieja campana. Era el llamado a misa y yo supe que era hora, Babieca debía estar en suelo parisino ya. Sopesé la posibilidad de buscar un carruaje para que me condujera hasta el domicilio donde me rencontraría con mi caballo, uno que había estado usando en mis diligencias diarias estando en esta ciudad y a las cuales no podía acudir a pie, pero era tarde y no estaba tan lejos.

Emprendí la caminata concentrado sólo en el ejercicio de llevar un pie delante del otro y avanzar, el mundo pudo estar acabándose a mi alrededor y a mí no me podía importar menos. El ritmo de mis pasos fue disminuyendo conforme me fui acercando hasta que quedé parado a unos metros de aquella casa, hermosa pude notar, y enorme, claro, tenía que serlo si albergaba en su interior a más como mi fiel Babieca. Y ahí estaba con su imponente estampa, mi amigo equino, mi compañero, el símbolo de lo que ahora soy, de lo que he conseguido, de que este viaje no fue en vano y finalmente ambos hemos llegado a París, sólo verlo me emociona, porque no es sólo mi caballo favorito, es el testigo de mi cruzada, de mi conquista a la muerte, de la chaladura de mi viaje que finalmente encuentra como río, un mar de relativa calma.

Troté los metros que me separaban de él y de inmediato me reconoció, siempre ha sido un animal manso y noble, pero conmigo es como un niño que sólo encuentra consuelo en su padre. Le sonreí, porque en su bestialidad estoy seguro que posee más hidalguía que muchos de los hombres, le hice una reverencia con la cabeza, y como si me tratara de imitar, él hizo lo mismo.

-Bienvenido a París, amigo –le dije, a mi nadie me dio la bienvenida a esta ciudad, sólo le dije la frase que a mi me hubiera gustado escuchar, me observó con ese ojo suyo enorme y negro a un costado de su afilada cara, le di unas palmaditas en el poderoso cuello y me decidí finalmente a tocar la puerta de aquella casa que, tras un generoso pago, iba a resguardar a uno de mis más preciados tesoros. Una voz amortiguada por la madera de la puerta y los muros de la casa me dijo que esperara y eso hice, la paciencia no es una de mis virtudes, dicho defecto se vio retado y acentuado en el viaje desde el norte que me decidí a emprender, viaje que se salió de control más allá de lo que pudiera imaginar. Es decir, un día, de buenas a primeras, estuve condenado a morir y con los días y la compañía del señor Vermeer me había resignado. Pero qué más daba esperar unos segundos más, o una vida entera, si algo había aprendido hace poco era que por más que trazaras firmes planes una leve ventisca puede echarlos abajo.

Crucé las manos en mi espalda y aguardé mirando de frente la puerta y la aldaba dorada que la adornaba, sencilla en forma de vieira, como una marca en el camino de Santiago y yo un peregrino perdido que sólo se guía por esos sencillos simbolismos. Mis ojos no decían nada, una característica que mi compañera de viaje me reclamó más de una vez y cada vez más frecuentemente. Algo en mi viaje de emigración mató gran parte de lo que alguna vez fui. Lo acepto, aunque nunca en voz alta, estoy demasiado amargado para ser tan joven.

La puerta finalmente se abrió y frente a mi estuvo la dueña de aquella voz que antes escuché como una lejana promesa que se materializaba frente a mis ojos. Sonreí, aunque mis ojos, no puedo hacer nada al respecto, no decían absolutamente nada.

-Buenas tardes –saludé con mi marcado acento nórdico, inclinando ligeramente la cabeza y rompiendo el contacto de mis manos en mi espalda, estirando una a la dama que me atendía-, soy el dueño del inquilino que tendrán aquí por unos días -"unos días", seguía aferrado a la idea de quedarme poco tiempo en esta ciudad, por supuesto que me refería al camargue blanco que estaba atado en la entrada; alcé los ojos y busqué los suyos, pero alguna razón, se me negó el derecho de poder verlos directamente como si de una Gorgona se tratara que puede convertirme en piedra con sólo mirarme.


Última edición por Alvar Trentemøller el Vie Ago 12, 2011 9:43 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Levana Maréchal Vie Ago 12, 2011 7:39 pm

Apenas pude alzar la vista unos momentos, el brillo de sus ojos, estaba ahí. eran medio opacos, pero estaba ahí por lo que podía pensar que era una persona corrompida o lastimada del alma. Deje que el cabello corriera a un lado. Muy pocas personas conocían mis ojos, si es que solo mis padres y mi primo pequeño Marlon, a él se los había enseñado por la inocencia de su edad, por la sonrisa que tenía y porque su magia era como la mía y a pesar de saber la naturaleza el pensaba en un bien y creía que yo era un bien para su vida. Me sentí útil, me sentí parte de un lugar, que a pesar de ser un brujo poderoso no me haría daño, sus ojos habían sido la llave para conocer su alma, incluso me dejo urgar su mente y por eso le daba por momentos en el día mi alma. Lo que sí me permití observar era la altura, me llevaba dos o tres cabezas lo cual me dejo un tanto intimidada, la forma de su cuerpo, un hombre que seguramente había nacido con la gracia de un caballero, emanando atracción con sus naturales movimientos, las finas telas de su ropa. Un bendecido por esta sociedad abusiva, y unas manos largas cual artista quisiera poder tenerlas para desarrollar sus dones. Sonreí de manera poco perceptible más para mi qué para él, siempre me gustaba detallar a las personas no por querer hacer una critica o un juicio de valor a ellos más bien lo hacía por querer guardarme las maneras, los estilos, y la identidad única de cada una de ellas ¿Por qué? Bueno muy fácil, es evidente que no soy nada sociable, que temo acercarme a las personas, pero recordarlas a cada una de ellas como seres que se cruzan en tu vida como fuente del universo alineado perfecto.

El silencio se había hecho prolongado, me sentí mal pues al cliente se le tienen que dar las mejores atenciones. Eso siempre dice mi tío por eso la gente lo estimaban tanto, por la prioridad, bien trato y excelente trabajo. Tomé una gran respiración ¡VAYA RETO! Pensé mientras escuchaba como dentro de mi cabeza una voz retumbaba por la carcajada que tenía al verme en aprietos. Si pudiera hacer que se callara por siempre, yo sería demasiado feliz y tal vez los recuerdos del pasado se borrarían. - ¿Ha de darle una vuelta o solo viene a visitarlo? - Esperaba que fuera la primera opción, si era la segunda tendría que entablar conversación con el caballero, convivir con él, e incluso alimentarlo dependiendo del tiempo que quisiera pasarlo. Con la punta de los pies y de manera danzante le hice una seña con la mano para que me siguiera hasta donde su hermoso amigo - ¿Cómo se llama? - Pregunte de manera timida intentando mirarlo entre el cabello que colgaba de reojo. Llegué hasta el hermoso animal, le hice la reverencia con una sonrisa tierna y me acerque para desatarlo - Estarás contento porque vinieron a visitarte, prometo que te trataré bien - Besé la cabeza del animal, le estiro las riendas - Le voy a enseñar donde estará nuestro invitado estrella - Comencé a caminar adelante de ellos. Pronto llegaron a una cabaña, era pequeña con dos cuartos, una especie de bar, sillones y no había paredes pues era solo un descanso para seguir vigilando a los animales - Aquí puede pasarla cada que viene y quiera estar con él, observarlo o incluso pasar el tiempo - Me encogí de hombros, de manera impulsiva tomé de su mano para tirarlo e invitarlo a ver la parte más hermosa: Los establos.

Un hermoso establo, amplio, grande y rodeado de arboles se presentaba delante de ellos. La sombra que los grandes árboles daba al establo ayudaba a mantenerlos frescos. Cada cubículo era amplio, espacioso para que el hermoso animal se moviera a su antojo. Tomando un pasillo en medio de estos podías observar de nuevo la luz del sol a todo lo que daba y después un gran campo cercado para que estos corrieran, jugaran o se entrenaran - Su querido amigo se divertirá aquí - El caballo de la morena estaba jugueteando en los alrededores, siempre lo había dejado ser libre aunque fuera bastante caprichoso y rebelde, seguramente la energia de ella lo ponía manzo - Prometo darle el mejor de los tratos... Y no pagará mucho... Lo prometo... Por cierto soy Levana - Me paré frente a él, tome las dos puntas del vestido e hice una reverencia al hombre. Claro sin alzar la vista.
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Mensaje por Invitado Mar Ago 16, 2011 8:53 pm

Después de un rato decidí no insistir más en tratar de mirarla a los ojos, era evidente que no lo deseaba y bajo ninguna circunstancia deseaba obligarla a hacerlo. Cada uno tiene una historia, personal y propia, quién sabe cuál sería la suya como para impedir que un desconocido como yo la pudiera ver a los ojos. Quizá ella era la que estaba bien y el resto del mundo el que estaba en un craso error, no deberíamos dejar que nos miraran a los ojos tan pronto, pues en ellos se pueden leer nuestros secretos y temores, yo había aprendido a lo largo de mi viaje que no era bueno dejar que otros poseyeran esa información pues en cualquier momento la pueden usar en tu contra; tal vez eso me orillaba a ser tan parco a veces, pero qué se le iba a hacer, viví más cosas en esa travesía que lo que muchos hombres experimentarán en toda su vida, incluso supe lo que era saber que morirías, si sigo aquí es por un poder divino que no alcanzo a comprender.

Caminé guiado por la hermosa dama y escuché su primera pregunta, algo me decía que no se le daba muy bien hablar con otras personas, me hubiera gustado decirle que me llevaría a Babieca un rato y más tarde lo regresaría, pero por cuestiones de agenda no podía ser de ese modo.

-Trentemøller –respondí a su segunda pregunta, un nombre que decía a todas luces mi origen, eso aunado a mi tipo, alto y rubio, allá en Suecia no era más que un joven más, aquí, sin embargo, en territorio galo, sobresalía por esas características-, Alvar Trentemøller –completé, probablemente mi nombre sería más fácil de pronunciar que mi apellido, quise devolverle la pregunta pero estuvimos junto a mi fiel amigo más rápido que eso, observé cómo se comportaba al estar al lado de un animal y me gustó su actitud, una muy similar a la mía, hablarle como si pudiera contestarnos, no sé que conduzca a mi anfitriona a hacerlo, pero yo lo hago porque no tenía con quién más hablar allá en Kuortane más que los caballos que estaban a cargo de mi padre, y luego al mío.

La seguí, dejando que era llevara a Babieca, era un animal noble pero se comportaba especialmente manso con esta chica y sonreí para mí mismo. Llegamos al sitio y al observarlo supe que había elegido bien, no sólo tendría mucho espacio y compañía de otros equinos, sino también sería bien tratado. Caminé hasta el animal y lo palmeé un par de veces, pero mi mirada se dirigió a la chica cuando me dijo su nombre.

-Levana –repetí –es un nombre… peculiar –acerté a decir sin borrar la media sonrisa de mi rostro-, muchas gracias por todo, y no te preocupes, el dinero no es problema –me resultó extraño decir aquella frase, porque ahora el dinero de verdad no representaba un problema, pero toda mi vida lo fue, cómo me hubiera gustado que mi padre estuviera vivo para dejarlo disfrutar también de la nueva vida que pensaba darles a mi madre y hermanas.

-Con respecto a tu pregunta de antes, sólo vine a visitar a Babieca, como veras… -me miré los pies donde las botas adecuadas no estaban puestas –no traigo la ropa indicada para montar –ya habría ocasión para eso-, dime, ¿tú sabes montar? –de pronto la curiosidad me ganó y tuve que hacerle esa pregunta, si no sabía y teniendo estos establos era una verdadera pena.
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Mensaje por Levana Maréchal Mar Ago 16, 2011 11:46 pm

En los prados, un caballo negro con un pelaje completamente brillante se encontraba relinchando, saltando, corriendo de un lugar a otro e intimidando a otros caballos. No pude evitar sonreír al verlo tan juguetón, siempre se me hacía tan noble verlo siendo un poco libre incluso entre aquellas cercas. Cuando aquel hombre se puso a ver su caballo con ese amor, no pude evitar mirar sus ojos por unos momentos más. Vaya que eran hermosos. Quería verlos de frente, estudiarlos bien pero eso implicaba que pudiera ver los míos y eso no estaba permitido. Babieca no dejaba de verme, por extraña razón mi aura negra lo dejaba tranquilo, quería pensar que el animal se sentía seguro a mi lado en vez de amenazado y por eso se comportaba de una manera tan sumisa. Abracé su gran cabeza susurrando a su oído - ¿Quieres que Alvar te monté ? - Como si el animal pudiera entenderme y mostrar su emoción este relinchó moviendo la cabeza hacía arriba un par de veces. Mire a su dueño olvidándome de ocultar mis ojos pues la emoción que sentía de ver al animal de esa manera me había hecho olvidarlo. La inocencia que en ocasiones desprendía podía volver feliz hasta al más miserable sin que yo me diera cuenta y en este caso hasta al que menos hablaba mi idiota. - Hay ropa nueva de montar, a puesto a que te queda a la perfección - Sonreí con ternura mientras el animal lamia mi mejilla y soltaba risitas divertidas y traviesas disfrutando de aquella escena. Seguramente al dueño le complacería el ver como su fiel semantal estaba a gusto en ese lugar - ¿De verdad tiene prisa? Por favor de felicidad a su animal puesto que su rostro había mostrado tristeza antes de su llegada y ahora esta emocionado con su compañía no se la arrebate tan rápido - Suplique mientras me alejaba de mi nuevo amigo silencioso y me acercaba a la cabaña abriendo una de las puertas del armario para buscar lo indicado a su medida.

Cerré la puerta detrás de mi. Mi ropa de montar estaba perfectamente doblada en un lugar muy apartado de las demás prendas que se les prestaban a los clientes. Me daba gracia el hecho de utilizar prendas de hombre no por mi sino por la mentalidad tan cerrada que la gente de estos tiempo tenía. Aquella ropa se ceñía a mi cuerpo dejando ver las curvas que tenía. Odiaba que fuera de esa manera cada ropa que tenía puesta pero era lo más cómodo a la hora de montar a "Blanco" Si, un nombre irónico para mi caballo tomando en cuenta su pelaje, pero para mi aquel animal era tan puro por el simple hecho de no ser atacado por los humanos que en muchas ocasiones maltrataban a sus animales, al contrario yo lo tenía consentido y era tan bueno, un amigo fiel que era el nombre indicado. Salí del pequeño cuarto con aquella ropa bastante sonrojada, recordé que mis ojos se exponían después de un rato a los suyos y completamente enojada desvíe mi mirada, no estaba enojada con él estaba enojada conmigo misma por permitirme hacer aquella acción que para empezar fue por olvidadiza. Le estire las ropas - Creo que estás son de su talla, sería bueno que se las probara - Sonríe un poco mordiendo mi labio inferior, esperaba convencerlo. Cuando noté que se distaría de nuevo me camine al prado para ir por mi gran amigo - Blanco - Sonreí al verlo mientras de mis labios una delicada canción salía haciendo que mi querido caballo se quedará tranquilo y relinchando se acercará a mi. - Hermoso blanco ¿Esta tarde tengo el permiso de ir a tu lado? - Si era raro pedir permiso a un animal que estaba destinado al transporte pero era mío y yo sabía como tratarlo, cuando se acerco para que lo acariciará supe que me había permitido montarlo, no pude evitar seguir cantando su canción.

Sin dejar de cantar caminé haciendo que mi gran amigo viniera detrás de mi, a paso lento, suave, hasta volver a aquel cuadro donde pude acomodar la silla de montar. No dude en subirme a mi fiel amigo mientras echaba una vista a mi cliente - ¿Me dirá que una mujer montando le intimida? - Solté una risa traviesa, lo cierto era que a pesar de no estar muy cerca de las personas me estaba sintiendo demasiado a gusto con el joven, no me quedaba de otra. Menos cuando yo requería estar con él a cada momento mientras estaba en la residencia. Mi tío se había encargado de dejarme a aquel hombre junto con su caballo en mis manos el tiempo que estuviera pagando por nuestros servios. Él sabia el miedo que le tenía a las personas, más aun si era hombres pero tal vez para él esto era un reto para liberarme de esos miedos. Pude notar los celos del caballo por estar en el mío. Suspiré - Tranquilo que su apuesto dueño esta por consentirte - Ladee el rostro para voltearme y ver el atardecer. Era hermoso y eso era una buena señal.
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Mensaje por Invitado Mar Ago 23, 2011 4:14 am

Lo primero que noté, sin lugar a dudas, era el cómo se dirigía a Babieca, le hablaba como si pudiera entenderle, cualquiera diría que era una locura, cualquiera menos yo que desde que tengo memoria hablo con los equinos, cuando era niño y me sentía triste, cuando era adolescente y me gustaba alguna chica, cuando murió mi padre, cuando dejé Kuortane, en todos esos momentos fueron los caballos mis confidentes, porque me crié con ellos, a su lado, entendiendo que detrás de esa apariencia poderosa había seres realmente nobles destinados a los trabajos más pesados. Sonreí de lado sin que ella me pudiera ver, dejando que sólo mi amigo penco pudiera verme.

Me pidió que montara mi caballo, era gracioso si me detenía a pensarlo, nunca nadie antes me había pedido que montara mi propio rocín, me quedé observando a Babieca y asentí, diciéndole sin palabras que sí, que lo haría. Volteé para ver dónde estaba mi anfitriona y se había ido, desaparecido detrás de unas puertas, di unas palmadas al caballo.

-Veo que estarás bien acompañado –le susurré al oído –es sin duda una dama muy hermosa –continué con la confidencia pero pronto mi atención fue llamada por algo más. Giré la cabeza al verla, y luego el cuerpo sin poder ocultar esta vez la sonrisa que me atacó de pronto. Estaba sonrojada, una visión sin duda encantadora. Me acerqué a ella y vi lo que llevaba entre las manos: un par de jodhpurs color beige, un chaleco café y botas largas de cuero negro. Tomé la indumentaria de sus manos y alcé la vista, por primera vez me concedía el honor de poder verla a los ojos, aunque fue un momento fugaz, no sé por qué lo hace, por qué me esquiva, pero puedo entender que en su mirada hay demasiado por ser leído, tal vez ahí radica su evasiva, pude ver tanto en tan poco tiempo que quien se atreva a descifrar los misterios de esa mirada seguramente se volvería loco.

La observé alejarse y hablarle a su caballo, un caballo negro de nombre irónicamente Blanco, reí para mí mismo mientras mantenía la ropa entre las manos como un tonto, demasiado concentrado en ella y en su interacción con su corcel.

-Para nada –respondí a su pregunta-, una mujer montando es sin duda intrigante –respondí mirándola y sonriendo. Mis hermanas mismas sabían montar, mi padre y yo nos encargamos de enseñarles, algunas demostraron más aptitudes que otras, pero todas saben hacerlo, pero definitivamente es Agnes, la menor, la que mejor lo hace, ya tendré oportunidad de comprarle un caballo ahora que me encuentre con ellas en Bruges.

Apunté al cielo con el índice como si fuera a agregar algo más pero no lo hice, desaparecí detrás de una puerta para ponerme la ropa especial para montar.

Los pantaloncillos me quedaban un poco aguados de los costados, pero las botas ayudaron a que no estorbaran, la camisa… la que llevaba puesta serviría, abotoné el chaleco y ajusté las botas, dejé mi ropa de vestir a un lado pulcramente doblada. Tomé las orillas del cuello del chaleco, lo sacudí al observarme al espejo y salí.

-Estoy listo –le dije, tomé a Babieca por las riendas y lo conduje cerca de donde estaban las sillas de montar, le puse una a velocidad récord, pero estaba acostumbrado a ello, cuando trabajaba con esa familia adinerada en mi natal Suecia, el amo podía exigir su caballo favorito en cualquier momento y hacerlo esperar era una osadía que no estaba dispuesto a cometer, por ello era tan hábil. Me subí de un solo salto con ayuda de un estribo y al estar sobre Babieca saqué el pecho como un rey lo haría al estar sobre su ruano favorito.
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Mensaje por Levana Maréchal Lun Ago 29, 2011 3:14 am

De pequeña mi padre siempre me había dicho que tenía un porte hermoso al montar los caballos, con el tiempo muchas mujeres admiraban mi valor para subir a un animal así sin necesidad de un hombre como compañía, con el tiempo aquello se había vuelto una necesidad para poder escapar de mi país y no ser devorada por aquellos gitanos que querían quitarme la vida. Amaba tanto a mi caballo como si de una persona se tratase pues con él salí de Inglaterra, a pesar de su apariencia de rebeldía sabía comprenderme y me cuidaba como si un lazo más fuerte que el del dueño hacía su animal se tratase. Como si un vinculo de sangre y amor se hubieran unido para dejar en claro que mi caballo no era un simple animal sino parte de mi familia, era ridículo lo sé pero era mi único fiel amigo, mi único compañero que ha estado a mi lado días y noches y me ha incluso acompañado en lagrimas adornando mi rostro. Pero Blanco esta tarde relinchaba de placer, por una lado me veía bien, contenta segura y afrontando mi miedo más grande "estar acompañada de un caballero desconocido". Por otro lado daría una caminata acompañado de otro de su especie y supongo que eso le hacía falta. Acaricia su lomo inclinada esperando a que el caballero de rubios cabellos me acompañara haciendo lo mismo. De manera sorpresiva ya estaba a mi lado robando en mi rostro una sonrisa amplía y sincera. Tomé las riendas de mi querido amigo para comenzar a avanzar por las zonas disponibles de los establos, los animales no podían quejarse puesto que el lugar era más amplio de lo imaginable. - Hace mucho no hacía esto - Susurré sonriendo prestando atención por si el camino tenía un hueco o algo parecido pues últimamente había estado lloviendo de manera fuerte y esto ocasionaba malas jugadas en los terrenos lastimando el andar de los hermosos caballos, por un milagro divino todo estaba en orden.

Después de varias vueltas por el lugar sentí una especie de aburrimiento, hice una mueca evidente deteniendo el andar por unos momentos buscando el rostro de mi compañero. Odiaba tener que exponerme tanto pero era inevitable, aquello era mi prueba de fuego que necesitaba ir venciendo, porque era algo que debía romper, ese miedo, ese pasado que me torturaba. - ¿Quiere seguir dando vueltas o le gustaría conocer un lugar especial? - Sonreí de manera complaciente. "Al cliente lo que pida y lo que no pide a ofrecerlo" vaya ironía, comenzaba a sentir tranquilidad y seguridad con su compañía a fin de cuentas su mirada, su bella mirada me estaba cautivando, y al vez correr el riesgo no estaba mal, además, no era una criatura de la noche, era un humano y fácilmente podría controlar su mente si todo salía fuera de control y quería hacerme daño, o al menos quería pensar que tenía todo controlado. Me apoye en un lado del asiento para cruzar la pierna y volver con un brinco a tocar tierra, "blanco" me miraba con cierta incertidumbre mientras abría la puerta de los establos, no para encerrarlos y que descansaran esta vez sería para ir al bosque, a disfrutar del camino, uno que conocía de hace tiempo.

La puerta había sido abierta sin dejar de sonreír, asomé mi cabeza por enfrente de mi fiel amigo para de manera juguetona y sonriente observar a Alvar, antes de poder decir algo, un grito dentro de mi cabeza me perturbo la tranquilidad, comodidad y alegría haciendo que me frotará las sienes con fuerza soltando un suspiro prolongado y sintiendo como mi respiración se aceleraba, sentía pulsaciones en la cabeza, punzadas que taladraban mi cerebro y me escondí para que no me tuviera miedo y me viera de esa manera. "¿Tomando confianza brujita?" Esa voz ya conocida de memoria comenzaba a darme lata de nueva cuenta. Ya estaba siendo demasiado con dejarme tranquila con él unos momentos, ahora era momento de volver a fastidiarme "Si sales por esa puerta es probable que no vuelvas a regresar ¿Estás dispuesta a pasar por lo mismo?" De nuevo torturando - Vete - La voz me salía en un susurró suplicante, casi sintiendo como las lagrimas me delataban del miedo de escuchar a aquella voz antes de salir del lugar. Yo estaba teniendo la iniciativa de mi propia condena. Limpié las lagrimas y volví a subir a Blanco sin ni siquiera voltear a verlo, ya era demasiado tiempo de opresión propia era momento de salir de aquel circulo temeroso y romperlo para poder avanzar, no podía seguir así, terminaría escondida del mundo; sola.

Aguardé la respiración en el momento en que Blanco cruzo la puerta, giré para ver si el me seguía pero no tuve el valor de mirarlo de nuevo y seguí mi trayecto. Blanco siguió el camino de tierra blanca, ambos lo conocíamos bien, en medio del bosque, en medio de armas, maleza, arboles, enredaderas y arbustos yacía escondida mi casa, una hermosa mansión que hace tiempo mis padres habían comprado y que por medio de varias técnicas escondí, pero no podría enseñársela al desconocido, lo llevaría a la cima de una montaña donde Paris resaltaba.
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Mensaje por Invitado Mar Ago 30, 2011 7:18 am

-Lo haces bien, no has perdido la práctica –dije y di un leve golpe con las botas a los cuartos traseros de Babieca para que comenzara a avanzar, no me fijé mucho en mi anfitriona, me concentré en estar con mi amigo petiso, disfrutarlo porque lo había extrañado y por como él se estaba comportando podía adivinar qué él también había extrañado ser mi compañía cotidiana. Trotamos unos metros para luego hacer un pequeño sprint, y así estuvimos un rato, dando vueltas por aquellas muchas hectáreas que por fortuna le servirían de casa provisional, en lo que regresábamos a Bélgica. A veces me cruzaba con Levana y su amigo Blanco, y mi admiración hacia ella crecía a cada trote que su corcel color carbón daba, no muchas damas controlaban un animal tan poderoso con un caballo como lo hacía ella, más aún, aquel animal del que ella sostenía las riendas lucía bravío.

Poco a poco fui desacelerando el galopar de mi caballo cuando vi que ella se detuvo y me acerqué, parecía consternada por algo pero no supe qué era, no quise preguntar tampoco, no era mi papel hacerlo. Me gusta que respeten mi privacidad, y para ello, yo respeto la de los demás.

-Yo… -lo pensé detenidamente –yo estaría encantado, no conozco París a decir verdad, me encantaría poder hacerlo un poco mejor –antes de partir, quise agregar pero era complicado decir cuándo sería ese día, cada vez me parecía más absurda mi estancia en la capital francesa, no había rastro de Týr, mucho menos de ella. De sólo pensar que algo pudo haberle pasado en el último tramo que le toco transitar a ella sola me duele el corazón por no haber estado a su lado, qué se suponía que hiciera, estaba condenado a muerte por una enfermedad que se llevó a Vermeer y no a mí. Dije todo aquello sin desmontarme, observándola, tratando de no mirarla a los ojos porque era evidente que ella no quería ser mirada a los ojos, sin embargo era como si poseyera un imán en ellos y mis propias orbes fuesen del más puro metal.

Bajó del corcel y quise saber el motivo de aquello, parecía que estaba debatiéndose, que algo en su interior le decía que estar conmigo estaba sencillamente mal, no podía culparla, yo era un desconocido, y por más que quisiera darle a entender que estaba segura a mi lado no iba a hacerla cambiar de parecer si esa era su posición para conmigo. Luego se subió pero esos ojos que me eran negados una y otra vez tenían un brillo que yo conocía muy bien, que había visto muchas veces y me partía el alma. Hice que Babieca avanzara con paso gallardo unos cuantos metros para acortar la distancia, y quise tocarla pero me arrepentí y al final obligué al caballo a dar un cuarto de vuelta para quedar lejos de su campo visual.

Girando levemente el rostro la vi salir montada de su ruano y unos segundos después la seguí, y así estuve un rato, detrás de ella no muy seguro de que estuviera consciente de mi presencia. Azoté las riendas para que Babieca apretara el paso y finalmente me emparejé quedando a su lado, traté de armonizar el trote de mi caballo con el del suyo para no perder la paridad con la que avanzábamos.

-¿Está usted bien, señorita? –finalmente me atreví a preguntar, la notaba muy turbada, pero a la vez era como si quisiera luchar para no estarlo, y de algún modo, eso la aturdía más-. ¿A qué lugar vamos? –quise cambiar de tema por si mi pregunta inicial la hubiera incomodado, el sitio al que nos dirigíamos era un tópico más superficial.

Luego miré a mi alrededor mientras avanzábamos, tomando con fuerza las riendas de mi caballo, absorto en la belleza del paisaje, pensando en que podía pintarse, que los colores del verano eran vivos porque el agua de la lluvia los revivía. Tal vez, si las cosas resultaban bien, podría pedir regresar a aquel sendero, porque yo solo seguro me perdería, y dibujar aquello que frente a nuestros ojos se erigía.

Pintarla a ella también, por qué no, si me dejaba, porque era sin duda una mujer intrigante, y por cómo se había comportado hasta ahora supe que mi petición de plasmarla para la eternidad posiblemente recibiría una negativa como respuesta.
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Mensaje por Levana Maréchal Miér Ago 31, 2011 3:01 am

La blanca tierra que cubría el camino simplemente me recordaba que muchas de las cosas que hacía en mi vida tenían algo que ver con la pureza de la naturaleza humana, de la madre naturaleza, de lo bueno que hay en la vida y por supuesto para nada tenía que relacionarse aquello conmigo, Yo estaba maldita desde aquella vez que me tomaron por primera vez, por eso a cada paso que daba sobre algo puro sentía que llevaba una marca dejando parte de mi maldición con ellos y sintiendo aun más desgracia dentro de mi corazón. Deje de observar aquel camino de tierra blanca para poder percibir la tranquilidad con que Blanco andaba. Mi querido amigo estaba tan conectado conmigo que mi tristeza en muchas ocasiones sino es que todas se volvían su tristeza haciendo que por supuesto me pusiera más infeliz pues el simple hecho de estar montada en mi querido amigo me daba las armas para olvidarme de aquellos sucesos malos ya que el me había ayudado a escapar y lo mínimo que le debía era darle un poco de felicidad, aminorarle el peso de mi energía negativa y oscura y hacer que sintiera esa corriente de alegría y tal vez de bondad que podía darle a los demás. Porque el lo merecía todo, mi único amigo en realidad que aunque no era un humano sabía darme ese amor que ni el mejor de los humanos podía darme, o al menos hasta la fecha eso creía. Necesitaba sanar tantas heridas que estaba segura que esta corta vida no me alcanzaría. Me quede pensando un momento en un poder supremo. Y fue entonces cuando me di cuenta que no era creyente sobre un Dios todo poderoso. ¿Por qué? Porque el había permitido que siendo tan pequeña todo ese cargo de tristeza, de dolor y de recuerdos malos se apoderaran de mi existencia, cuando más creía en las personas cuando apenas estaba comenzando a vivir. Negué varias veces. ¿Acaso no podía tener un encuentro sencillo y común con algún sin despertar ese dolor de mi pasado?

El sentir aquella aura pura a mi lado me hizo reaccionar e incluso me arranco una sonrisa aquella mirada. "¿está bien usted, señorita?" fue una pregunta tan simple pero que nunca nadie antes se había tomado la molestia de analizar en mis reacciones e incluso hacerla lo cual me hizo sentir un estremecimiento tal que incluso mi piel se erizo de manera notoria, solté un especie de quejido pues aquella sensación era tan extraña entre felicidad y desconcierto - Ahora lo estoy - Susurré agradeciendo por tenerlo a un lado. Ahora torpemente me sentía segura bastante a su lado incluso quise detener a Blanco para abrazarlo pero el contacto físico no era permitido no en ese momento y yo no tendría la iniciativa. Pero de nuevo su pureza me hizo pensar que tal vez si pasaba mucho tiempo conmigo podría arruinar aquella bondad. - No pregunte el destino y deje que esta su humilde servido le guíe el camino a un lugar desconocido de aquellos mortales que solo ven con ambición y no con devoción las tierras que ellos mismos han formado - Y era cierto, el ser humano de hoy en día no se preocupa por la estabilidad emocional de aquellos que estuvieran a su lado, lo único que importaba eran las riquezas y el poder y no se paraban a ver lo maravilloso que podía ser un día soleado en los campos parisinos.

Andábamos a la par y no pude evitar sentir ese sonrojo que tal vez sentían dos enamorados al estar solos buscando el lugar perfecto para poder amarse sin interrupción, pero más que nada mi sonrojo era por su presencia y por la comodidad que el emanaba al estar conmigo. Seguramente sería gracioso ver desde afuera aquel andar de ambos, sonriendo cada uno al observar el camino sin verse al otro. Conforme se avanzaba el camino comenzaba a oscurecerse de manera tétrica pero no por eso se le restaba lo hermoso al andar. Los arboles comenzaban a cerrar el camino impidiendo que un solo rayo de sol entrara. Cuando la oscuridad se apoderó de todo me incline para sacar del bolso del pantalón que llevaba (gracioso ver a una mujer así pero nadie la veía al montar y ella disfrutaba hacerlo con esa soltura) una pequeña vela. - Los secretos de mi andar no pueden ser develados fácilmente - Solté una risita que parecía tan cómplice como incluso aterradora si lo veían desde ese punto. El fósforo se encendió pocos segundos después dejando un pequeño camino de luz - Seguro puedo hacer que se enamoré un poco de Paris - Volteé a verlo dejando ese rayó de luz acompañado del color de mis ojos, otra pequeña oportunidad para que él los conociera, otra oportunidad imprudente pero que sin duda alguna se la merecía por darme aquella seguridad de llevarlo a ese lugar.

Y tomando el camino de nuevo ambos nos quedaron frente a un cruce de caminos. No podía develar que del lado derecho se encontraba mi hogar así que de manera distraída solo eche un vistazo y al seguimos por el lado izquierdo el sendero oscuros de arboles ¿Por que no verse nada a pleno día? Mis habilidades tomaban frutos y el efecto había sido dado por mi. Poco a poco una luz a lo lejos delataba que estaban prontos a llegar - Espero que le guste de verdad - Apresuré el paso de Blanco sin importar cuando lo dejaba atrás al final del tunel de arboles un pequeño campo de flores se encontraba en la cima de una hermosa montaña. Flores de muchos colores, y al fondo arboles que daban sombras a un terreno verde, plano y hermoso que daba la vista a la hermosa ciudad de Paris, dejando ver sus calles, sus colores, su vida y el amor que emanaba desde aquel lugar. Baje del caballo tomando las riendas y al mismo tiempo apagando la vela de un soplo, Pronto enredé las riendas de blanco en una rama y camine hasta aquella parte donde la ciudad se encontraba hermosa ante mis ojos - Alvar, venga, vea esto -

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Mensaje por Invitado Vie Sep 02, 2011 2:07 am

Había muchas cosas que me intrigaban de esta mujer, conforme pasaba más y más minutos con ella, dichos asuntos iban aumentándose a la lista y no sabía a bien qué pensar, aunque claro, el misterio es siempre interesante. Pero sin duda era su relación con el caballo lo que más me gustaba, me hacía sentir un poco menos loco, me gustaba ver como interactuaba con su corcel, me recordaba un poco a mí, le hablaba como si esperara una respuesta, justo como yo lo hacía, pude sentir en ese momento una sonrisa en mi rostro, una que se presentó inconsciente pero gracias al modo en cómo acomodaba mis músculos pude sentirla después de un rato.

Trataba de no mirarla demasiado, porque desde que nos encontramos supe que no era alguien que disfrutara de ser observada pese a su evidente belleza. Mantuve la mirada al frente aunque de vez en cuando mis ojos se movían hacia un costado, al lado donde ella iba sobre su caballo, ambos cabalgando a la par con paso austero hasta que ella respondió mi pregunta, fue inevitable no girar el rostro, aunque no supe qué decir, sólo asentí y continué como si nada. De cierto modo su respuesta me trajo tranquilidad, algo parecía estarla incomodando, pero la forma en cómo había contestado había sido sincera, estuve seguro de ello.

Sus palabras urdieron más dudas que respuestas en mi cabeza, pero decidí que aguardaría, dejándome sorprender. Poco a poco nos fuimos adentrando a un sitio dónde la luz era escasa y me sorprendió ver el destello de una llama, no supe de dónde había sacado la vela, mucho menos el fósforo, pero la seguía, de nuevo habló con aquella extraña vaguedad que lo púnico que hacía era plantar preguntas en mi cabeza, preguntas que no me sentía con permiso de realizar.

-De eso no tengo duda –respondí al fin, no dudaba en absoluto que fuese capaz de hacerme ver esta ciudad de un modo diferente. Hasta ese momento había sido sólo el escenario de mi búsqueda, no había querido detenerme a observar nada en absoluto, no quería prendarme de una ciudad que seguro me sorprendería, porque quería regresar cuanto antes a Bélgica, tan sólo encontrara lo que vine a buscar. Pero la verdad, aquella táctica no me había resultado, si bien las cosas y paisajes, con su encanto desde luego, no habían logrado cautivarme, las personas en cambio…

Había tenido un par de encuentros fortuitos en los pocos días que llevaba en la ciudad, y no puedo decir que no los haya disfrutado, mentiría de una forma atroz, por eso, de la mano de Levana iba a dejar que París, como ciudad, finalmente me cautivara, a quién engañaba, esos pocos días que pretendía quedarme se iban a extender por semanas, ya lo estaban haciendo, creciendo como la hiedra descontrolada, más me valía empezar a enamorarme de la inmortal ciudad luz.

Ella apresuró el trotar de su caballo y golpeé con cuidado los cuartos traseros de Babieca para que hiciera lo mismo, controlándolo con las riendas para que no se desbocara. Llegamos a un prado lleno de flores, lleno de aromas y colores, una llanura en lo alto de un monte, donde el aire era puro, lejos del podrido aroma del Sena, aspiré profundo, era parecido al aire que respiraba en Kuortane, tan frío que parece cortarte por dentro pero a la vez refrescante. Cuando la busqué vi que ya había descendido de su caballo y avanzado un par de metros, luego me llamó.

Bajé de Babieca, lo amarré al lado de su caballo y me paré junto a ella. Una risa incrédula comenzó a brotar de mis labios mientras mis ojos se llenaban con la imagen de París a la lejanía, con su perfecta retícula de calles e incluso a esa distancia, lucía llena de vida. Pasaron algunos segundos, tal vez minutos antes de que recordara dónde y con quién estaba. Me giré para observarla, estaba atenta al paisaje como yo lo estuve tan sólo unos segundos atrás y su perfil me dejó absorto también.

-Gracias –dije regresando la vista a la ciudad, el aire a esa altura jugaba con nuestro cabello y lo revolvía, miles de recuerdos de las montañas en Suecia me atacaron sin avisar-, es una vista espectacular –dije luego, haciendo notar lo obvio, guardé silencio. El silencio en ese sitio parecía maximizado por la sensación de vacío que todo en conjunto (la vista, la altura, las flores, las aves) provocaba.
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Mensaje por Levana Maréchal Mar Sep 27, 2011 3:24 am

Cuando era muy pequeña, mi abuela siempre me contaba sobre una ciudad demasiado pequeña, tan pequeña que solo podían habitar seres diminutos, esa cuidad estaba escondida entre montañas para que los humanos no pudieran encontrarla, pues se decía que en medio de la ciudad había una fuente de energía proveniente del centro de la tierra, aquellos seres diminutos la cuidaban con recelo, con amor a sus tierras benditas. Se decía que si alguna criatura extraña pisaba esas tierras una maldición caía sobre esos seres dejando su vida, sin magia su pueblo. Por extraña razón la imagen de Paris a esas alturas me recordaba aquel relato, sin embargo esta vez la criatura extraña que sentía llevaba una maldición que podía dejar en la ciudad era yo. Desde aquella noche donde mi vida se había vuelto un caos completo había dicho que una maldición había sido lanzada hacía mi proveniente de algún gitano que temía que mi "magia" fuera más poderosa que todos ellos juntos. Lo cierto era que ni siquiera sabía controlar bien algunas cosas que mi instructora me había estado enseñando desde mi llegada a Paris y es que negaba tanto mi naturaleza por ser la causante de mis desgracias que me sentía capaz de llenar de oscuridad hasta la más puras de las almas. - Es magico ¿No lo cree?-

París que hermosa eres a Paris. Tu arquitectura siempre de primer nivel, tus museos, los hogares, la calidez de los rostros humanos, el abrazo amigo, la sonrisa enamorada. ¿Me enseñaras a ver la vida de la misma manera en que tu recibes el amanecer? Sonreí más para mi por tener la esperanza de romper aquella maldición, de poder borrar las pesadillas que se habían formado dejando en claro el miedo que tenía al ser encontrada, con esa esperanza engrandecida por no escuchar esa voz, si la misma que desde el amanecer arruinaba mis días. "¿Desde cuando tanta confianza querida? ¿Que tal y es un enviado a vigilarte?" Y tan rápido deseaba que se desapareciera ella aparecía perturbando mi espacio. "Tu alma será reconocida por ese hombre, tu alma será por fin destruida por esa amabilidad, es todo una farsa ¿no lo ves?". Cerré los ojos sintiendo un mareo, me sostuve de la roma del árbol próximo a mi y caí de sentón en el suelo sin poder aguantar las reacciones de mi cuerpo. Ese mareo constante cuando hablaba, el taladro de la cabeza, la debilidad de mi cuerpo, la falta de aire, todo lo jugaba contra mi, sin embargo siempre intentaba ser firme y en esta ocasión retumbaba tanto en mi cabeza como si estuviera arrancando cada terminación nerviosa de mi cuerpo por que incluso grandes espasmos dolorosos podía recibir en todo el cuerpo.

Abrí los ojos de manera intercalada. La luz del sol me dejaba ver apenas destellos blancos, sentí su cercanía y lentamente me aleje gateando un poco - No te acerques por favor… no lo hagas - Y la voz volvió a aparecer "¿Ves? Un momento de debilidad y quiere apoderarse de ti" Me toque la cabeza con fuerza - Callate ya, déjame en paz! - Grite con fuerza. La primera vez en mi vida que había escuchado una voz en mi cabeza perturbándome había jurado no demostrar a nadie la magnitud de mis problemas, nadie sabría como en ocasiones tenía que acudir el dolor físico para poder apartar esa voz en mi interior que poco a poco me iba venciendo. Mis ojos se llenaron de lagrimas. Sin embargo me puse de pie. Él no quería hacerme daño, Blanco siempre había tenido la habilidad d reconocer a un ser oscuro. A alguien que quería dañarme sin embargo esta vez incluso estaba dócil con Babieca como si su presencia lo calmara. Hice una mueca - ¿Desea volver? - Pregunté introduciéndome en su mente, odiaba hacer eso, pero era la única manera de quitarme las dudas, esas que me harían a un lado el miedo. Enterré mi mano en la corteza del árbol, haciendo que algunas ramas se clavaran en la palma, evitando que la voz esa voz volviera a lastimar la velada. - Perdone, seguro lo espante… Perdón - Baje la mirada y salí de su mente, aquel hombre en ningún momento había tenido malas intenciones y sin embargo yo había llegado a juzgar su apariencia, su cara de ángel, sus cabellos rubios. Sonreí divertida. Vaya cambios de ánimos tan bruscos pero aquellos cabellos me hacían recordar al pelaje de un hermoso pollito que de chiquita cuidaba.
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Mensaje por Invitado Dom Oct 02, 2011 6:33 am

Quedé absolutamente embebido por la vista de París, que así a la distancia lucía diminuta, pero que a su vez me hacía sentir a mí pequeño e insignificante, aunque yo no estuviera ahí, aunque mi presencia ahora estuviera a la distancia, ellos seguían con su vida, con sus rutinas y su algarada, lo mismo sucedía en Bruges e incluso en la pequeña Kuortane, el único sitio donde mi presencia sí marcaba una diferencia era con mi madre y mis hermanas. Qué extraño proceso mental me condujo a extrañarlas, a ellas, las mujeres de mi vida, suspiré y asentí ante su pregunta sin voltear a verla.

-Mágico –confirmé lo que había dicho, las ganas de plasmar aquel paisaje se acrecentaron en mi interior, iba a comentarle aquello, que regresáramos otro día, yo con lienzo y acuarelas preparadas cuando me giré para verla y estaba al lado de un árbol a punto desfallecer. Está de más decir que la alarma que sentí en ese instante fue mucha, la observé hipnotizado, parecía algo más grave que un simple desmayo, no supe qué hacer, cómo actuar pero luego un golpe de sentido común me hizo querer acercarme a ella, ver que estuviera bien.

Ella me detuvo a un par de pasos de distancia, me hice para atrás, aparté la mano como si intentara tocar el fuego y me diera cuenta que quemaba, quise decir algo pero no entendía qué pasaba. Estaba confundido pero era obvio que mis preguntas, por ahora al menos, se quedarían sin respuesta. Parecía que estaba en verdadero sufrimiento y yo deseaba, en verdad deseaba, poder calmar eso que la ponía así, pero cómo si no tenía idea de qué era. De pronto estábamos bien, observando el panorama y luego aquello, así, de la nada.

Poco a poco pareció calmarse, y eso a su vez me tranquilizaba a mí, la idea de que pude haber sido yo el causante de todo aquello me ponía mal. La miré hasta que pareció seguro acercarse, me agaché para quedar a la altura de sus ojos.

-No tienes por qué disculparte –le dije con tono sereno, sí, me había asustado, no iba a mentir, pero lo que ella menos necesitaba en ese momento era que se lo hiciera saber, otro motivo para que se sintiera mal, pues parecía estar bastante atribulada por cualquier cosa que la haya atacado tan de repente y sin previo aviso.

-¿Estás bien? –pregunté-, ¿quieres que regresemos? –ahora mismo no importaba lo que yo pudiera desear, lo importante era lo que ella quisiera, porque ella era la que se había puesto mal, no me parecía lo más sabio regresar en ese instante, quién sabe si sería capaz de montar a caballo si quiera, me mordí el labio inferior preocupado-. ¿Puedo saber qué pasó? –finalmente la curiosidad me había ganado, aunque si se negaba a responderme lo entendería perfectamente.

Definitivamente era una mujer que escondía demasiados secretos, no cualquiera tiene un arranque como el que acababa de presenciar así de la nada, sí, me había asustado, pero a la vez me había preocupado de sobremanera, qué era lo que la había conducido a una asalto de aquella índole, debía haber una razón, estuve seguro de ello. También quería que quedara claro que yo, bajo ninguna circunstancia, le haría daño.

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Mensaje por Levana Maréchal Mar Oct 04, 2011 2:38 am

Sentí como todas mis terminaciones nerviosas se pusieron casi de punta cuando sus ojos se posaron tan cerca de los míos. Había estado evitando ese contacto visual a como diera lugar y sin embargo él se encontraba frente a mi, mostrando claramente que necesitaba ver que estuviera bien. Parpadeé varias veces, en ocasiones quise apartar la mirada de la suya sin embargo no podía. El chico era un imán, o simplemente el también sabía manejar la magia haciendo que pudiera tener la fuerza y el valor para mantener mis ojos sobre los suyos. - Estoy bien - Susurré en tono bastante débil. Dentro de mi no había rastro alguno de alguna voz que quisiera salir a advertirme, salir a molestarme a hacerme temer de su cercanía y su presencia. No pude evitar hacer una mueca no por incomodidad más bien por el hecho de no escuchar nada dentro de mi interior y no es que me molestara más bien era una sensación tan rara, tan relajan, era tan placentero y por primera vez me sentí llena de paz. Sus ojos eran tan expresivos como seguramente los míos lo eran. Tenía arrugada la parte central de sus cejas, sonreí bastante divertida por el gesto pero rápidamente me relajé pues aquel par de ojos mostraban casi a gritos la preocupación que hace unos momentos acababa de tener. - Me gusta este lugar, incluso podría pasar días enteros aquí - Confesé dando a entender que no quería volver. Si estar cerca de él era suficiente para poder calmar las voces entonces podría intentar eso que llaman todos en esta sociedad "amistad" con el caballero. Buen claro si el lo quería.

Limpié una de mis manos llenas de tierra contra la ropa de montar. Poco a poco de manera casi temblorosa subí mi mano para pasarla sobre sus cejas, sobre aquel arrugado bulto, cerré sus ojos con la yema de los dedos cuidando no lastimarlo - ¿Por qué se preocupa de una desconocida? - Delineaba sus facciones con la finalidad de relajarlo, de darle un poco más de confianza de darle tranquilidad - Alvar, relájese, todo esta bien, ahora lo esta - Sonreí acercando mi rostro para depositar un beso en su frente. Sonreí como si se tratase de una travesura grande lo que acababa de hacer sin embargo solo era un acto de pureza entre dos personas que estaban compartiendo un momento bastante raro pero sin lugar a dudas intimido. - ¿Qué me paso? Oh no, usted no quiere saber que hay dentro de mi caballero ¿O si? - Ya había sido demasiado tiempo cerca el uno del otro, ya había sido suficiente contacto visual por lo que aparte mi mano de su rostro mi mirada de sus ojos y me giré poniendo de pretexto la vista de Paris como el interruptor de nuestra cercanía.

Los castaños cabellos comenzaron a mecerse conforme el viento soplaba sobre nuestros cuerpos. - París no es un lugar que se visite con rapidez y se vaya sin haber marcado su alma, su corazón. - Lo sabía bien pues era mi caso y no solo el mío también el de miles de personas que pisaban sus tierras - Si sabe distinguir bien entre tantas personas, entre tantos edificios, entre cada paso que de podrá notar que si vino aquí no solo es por el destino planeado caballero… Muchas cosas lo esperan, siempre he creído que nosotros no escogemos a la ciudad para que nos acoja más bien ella es la que selecciona a sus invitados, los deja pasar y los llena de sorpresas - Me quede pensativa ¿Por qué decía todas esas cosas? Suspiré recordando las notas de pagos que tenía mi tío por toda la casa. La realidad era que el pago por cuidar a Babieca era por mes, es decir no había hecho contrato por grandes temporadas como todos los demás usuarios eso quería decir que no estaría mucho tiempo por la ciudad, tal vez era una forma de pedirle que se quedará más tiempo. Sus ojos habían sido luces esperanzadoras. Tranquilidad, paz. Tal vez aquello me faltaba para poder ser alguien normal. El contacto visual con alguien que corazón puro.
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Mensaje por Invitado Lun Oct 10, 2011 5:17 pm

Poco a poco dibujé una sonrisa en mi rostro, aunque mi expresión era de preocupación, podía sentir los músculos de mi cara tensados de aquel modo. Quizá me la vivía preocupado y por eso conocía bien cómo se sentía estarlo, pero cómo tranquilizarse cuando toda mi familia depende de mí desde que murió mi padre. Y no somos pocos, mis hermanas y mi madre sólo me tienen a mí, nadie puede culparme por angustiarme por ellas, las mujeres de mi vida, lo único que tengo, porque la fortuna que Vermeer me heredó sólo fue una afortunada coincidencia, lo que es mío está en Kuortane. Sin embargo mi postura se relajó cuando dijo estar bien y me separé un poco, el comentario siguiente eliminó tensión, un poco pero suficiente para hacer llevadera la situación, giré el rostro a la hermosa vista que teníamos.

-Es un gran refugio –le contesté, porque lo era, alejado de la ciudad, sin embargo, aún podías verla a la distancia, la línea del horizonte desigual causa de la edificaciones rompiendo el cielo raso, opalino, liso como perla, en ese sitio eras un espectador, un forastero que da un vistazo a las vidas ajenas, aunque tan lejanas que en realidad es imposible adentrarse en alguna en especial. Mis cavilaciones se vieron interrumpidas al sentir su mano sobre mi rostro, la observé estupefacto, seguro mi expresión era por demás ridícula, pues observaba su dedo en medio de mis ojos, lo que muy probablemente provocaba que los juntara como cuando lo hacía para hacer reír a alguna de mis hermanas. Quería decir algo pero no supe qué, ella misma cerró mi mirada y me dejé llevar por un segundo. Era raro que lo hiciera, siempre pensando en las consecuencias, no por mí, sino por ellas, las mujeres Trentemøller, y hacerlo, aunque fuese un segundo, se sentía liberador. Lo que era cierto es que me tomó desprevenido, quiero decir, evitaba a toda costa mirarme, era evidente que el contacto físico no era algo que disfrutara, sin embargo lo había hecho, y por voluntad propia, sentimiento que aumentó tras el beso.

-Porque… no porque no la conozca lo suficiente quiero le pase algo malo, luce como una mujer encantadora, y hasta ahora lo ha demostrado –finalmente respondí abriendo los ojos lentamente y volví a fruncir el ceño ante su comentario que parecía que decía más, mucho más que lo que las simples palabras aparentaban-, parece que es algo que necesita ser dicho –me encogí de hombros –conozco a las mujeres, no me malinterprete –reí un poco ante mi propia torpeza –tengo cinco hermanas y las vi crecer, las crié junto a mis padres, y sé cuando una mujer tiene algo que necesita ser dicho, esto… -alcé el dedo índice como si diera una cátedra –luce de ese modo, pero sólo usted sabe lo que en realidad sucede, no me quiero entrometer en asuntos donde no me llaman –finalicé con un dejo de frialdad, aunque nunca sonando grosero.

Volví la vista a la ciudad, el aire nos despeinaba a ambos pero era una brisa sutil, no un ventarrón como para que los oídos comenzaran a dolernos, la escuché sin apartar la vista de la urbe, quizá tenía razón, pero yo ya tenía ese sitio.

-Bruges –dije de la nada y la volteé a ver con una sonrisa-, Bruges en Bélgica es esa ciudad para mí, París… -señalé la vista de la ciudad con ambas manos –es fascinante, no lo niego, sin embargo mi vida está en Flandes, en Bélgica –suspiré, no la iba a aburrir con mi historia, sobre mi éxido, mi encuentro con Eve, cómo sorteé a la muerte y finalmente la herencia del viejo Yves-. Pero quien sabe –sonreí-, quizá me quede más de lo planeado, uno nunca sabe que depara el destino –y eso, vaya que lo sabía bien yo.
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Mensaje por Levana Maréchal Dom Oct 16, 2011 6:11 pm

Cinco hermanas. Eso era demasiada información femenina de lo que un hombre debería llegar a tener ¿O no? Por un instante el paisaje me hizo recordar tiempo atrás, tal vez cuando tenía unos siete u ocho años. ¿Por qué recordar algo así? Bueno bastante fácil, aquello había sido una etapa muy bonita en mi vida, más bien la más bonita de todas. Mis padres siempre se destacaban por ser personas de bien donde todo el mundo los reconocía y querían estar a su lado por lo poderoso que podían ser a su alrededor. Una de las tantas vacaciones nos habían dado la sorpresa a mi hermano y a mi que vendríamos a Paris a visitar a los tíos. Nunca antes por supuesto había tenido una idea clara sobre lo que se trataba la mía. Para mi solo eran relatos que la nana nos contaba antes de dormir para tener ilusiones sobre cosas extraordinarias en este mundo y porque claro sinos portábamos bien seguramente algún Hada nos daría habilidades para poder ser criaturas mágicas como ellas sin embargo al venir aquí por primera vez y conocer a mis tíos pude comprender que era alguien especial al igual que mi hermano, ambos teníamos habilidades que mis padres no tenían y que seguramente no lo entenderían. Mis tíos nos ofrecieron poder vivir con ellos para enseñarnos todo pero cuando mis padres se enteraron de eso nos llevaron tan lejos que nunca más supimos de ellos. Incluso la nana nos decía que mis padres nos ocultaban cartas que ellos enviaban para nosotros.

Mis padres, su trato había cambiado, ahora nos trataban con cierta indiferencia y Sebastian (así se llamaba mi hermano) sufría más las consecuencias por cuidarme. Golpes fuertes que después de tanto tiempo terminó muerto a causa de esos dos que se decían nuestros padres. Porque a pesar de que todos creen que fui yo, ellos fueron los que lo asesinaron por temor a su magia, y después de un tiempo entendí que ellos me habían mandado con ese gitano, sabían todo lo que ocurriría y no se tentaron.

Y esa sólo había sido la manera más ligera de recordar aquellos tiempos. Cerré los ojos aspirando un poco de la frescura del ambiente, del aire puro que tenían las montañas. No de todos esos olores que invadían la ciudad con la suciedad de la gente. El rostro sonriente de mi hermano apareció, él me había dado el valor de salir huyendo de aquella ciudad, él me había hecho recordar a mis tíos, él solo él estaba conmigo ahora, en este momento y siempre lo estaría en mi vida por eso el que Alvar recordara a su hermana como maestras en la materia "mujeres" y se le notarán los ojos llenos de amor y emoción por ellas me dejaba en claro que si, era verdad, él era completamente bueno - Quizás en otra ocasión cuando venga a visitar a Babieca pueda contarle un poco más de mi, solo que tal vez salga huyendo por todo lo que puede encerrar mi cuerpo - Lo cierto es que ese tipo de cosas, ese tipo de vidas no se les puede confiar a cualquier persona, la ayuda que necesitas tampoco cualquier te la podía dar, a pesar de tener a mis tíos al corriente de todo y saber que ellos me cuidaban no era lo que estaba buscando para poder sentirme libre, había algo más, y también sabía que él vendría por mi ha terminar lo que había dejado a medias.

La imagen de Sebastian no se podía ir de mi mente, quise saber más de sus hermanas - ¿Cómo se llaman? ¿Cómo son? ¿Qué les gusta? - Parecía una pequeña niña queriendo descubrir un mundo perdido que tenía magia, y mucho amor de por medio. - ¿Y su madre? - Pregunté curiosa esperando que no me preguntará sobre los míos, no podría con esa pregunta y había encontrado equilibro. - Mis primos tienen casi mi edad, el mayor me trata como una hermana, demasiado protector, a veces me pregunto si todos los hermanos son así de protectores y celosos ¿Usted lo es con las suyas? - Bien al menos ya había encontrado un tema de conversación que seguramente sería interesante para ambos. Bien dicen que la familia es lo más importante que teníamos en la vida. Mis tíos lo eran aunque mis padres no lo hubieran sido. Además muchos gitanos habían venido a buscarme con el mandato de aquel hombre y ellos simplemente los ahuyentaban, a pesar del peligro me habían protegido. - ¿Quieres sentarte conmigo? - Pregunté tímida dejando caer lentamente mi cuerpo en el borde del lugar, dejando mis pies al aire, sin perder la vista Paris.
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Mensaje por Invitado Miér Oct 26, 2011 3:17 am

Finalmente, tras la turbulencia, conseguimos algo de paz. El viento, más enérgico a esta altura, pareció entender también que el estado de ánimo había cambiado, pues había dejado de jugar con los mechones de nuestro cabello para simplemente acariciar nuestros rostros. No supe por qué verla más calmada me trajo una sensación similar a mí. Quizá porque no hubiera sabido qué hacer si las cosas se hubieran salido de control. Asentí cuando dijo que tal vez en otra ocasión me contaría un poco más, sabía que hoy no había visto nada, ni la punta de ese témpano como lo que hay más al norte en Suecia, pero que había plantado una semilla y ahora sólo quedaba cuidarla para que diera frutos, la paciencia sería recompensada y a pesar de todo, de mi éxodo tan accidentado, sé mantener el temple.

Miré el horizonte, cómo el cielo cambiaba de color conforme los minutos avanzaban y aspiré profundamente llenándome de aroma de la hierba, como el de los grandes campos de aquella familia en Kuortane a la que servía mi padre y servía yo. También me recordó los jardines en la casa del viejo Vermeeer, la casa que ahora era mía.

Giré el rostro cuando ella habló de nuevo y le sonreí. Recordar a mis mujeres, a mi madre y a mis hermanas (porque ellas son mis mujeres) me ponía de buenas, el añorar volver a verlas, el reencontrarnos en Bruges, el darles todo lo que siempre merecieron y el decirle a mi padre que estoy haciendo un buen trabajo, todo lo mismo me iluminaba el alma que me ensombrecía un poco la mirada, pues era inevitable no extrañarlas.

-Bueno… -me recompuse del ataque de melancolía –ellas son Ingrid, Eugénie, Leonore y Agnes, en ese orden, Agnes es la menor y mi consentida, aunque las quiero a las cuatro –me apresuré a aclarar –las cuatro son… diferentes, Leonore siempre fue la más delicada y femenina de todas, Ingrid parecía más un hermano menor, quería hacer todo lo que yo hacía, Eugénie es la coqueta de las cuatro… todas son especiales, y mi madre, bueno... mi madre representa todo lo que respeto –hablé sin darme cuenta de que las palabras brotaban una tras otras casi sin dejarme tiempo a respirar, parpadeé y regresé a esa planicie en la montaña, acompañado de Levana. Suspiré airadamente y la miré entornando la mirada.

Era obvio que su historia familiar era distinta y no quería presionar, no quería tocar temas sensibles para ella y volver a ponerla mal, así que pensé detenidamente en mis palabras. Me senté a su lado cuando me invitó a hacerlo, flexioné una rodilla y ahí descansé mi antebrazo, alzando el mentón para que el aire esculpiera bien mi rostro como lo hace con las rocas, mirando a lo lejos.

-Entiendo por qué es tan sobreprotector con usted –le sonreí aunque no la veía, tenía la vista fija al frente-, es usted hermosa –dejé que la frase se esfumara lentamente con el aire y cerré los ojos-, vaya que si yo soy sobreprotector con ellas, lo soy y mucho, se enojan a veces pero… -finalmente me giré para verla –son mis hermanas, son lo único que tengo –ellas y mi madre, podía tener ahora todo el dinero de que carecí la mayoría de mi vida, pero en realidad lo único a lo que podía aferrarme era a ellas.

-Entonces –comencé a jugar con una ramita que me encontré ahí en el suelo –vive con sus tíos –dibujé líneas sin sentido en la tierra mojada-, me alegro, es decir, de haber sido de otro modo no nos hubiéramos encontrado y no estaríamos aquí, charlando –la miré de nuevo sonriendo, esperaba que no tomara a mal el atrevimiento.
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Mensaje por Levana Maréchal Jue Nov 03, 2011 1:58 am

Había escuchado varias veces con mis tíos, con mis primos, en pequeñas reuniones donde no me era permitido faltar algunos comentarios sobre "que bonita es tu sobrina, deberías presentarsela a mi hijo, que hermosa chica" todas esas cosas que sabía mi tío me incomodaban y que agradecía el mantenía alejado a muchas personas de mi, por el simple hecho que temía de los hombres sin embargo las palabras de Alvar sobre sus hermanas me dejaba en claro que sus intenciones no eran malas, mucho menos que buscaba sacar algún provecho, al contrario era todo completamente sincero. Sonreí ampliamente y sentí el calor de mi cuerpo subir hasta mis mejillas dejando seguramente un tono carmín que estaba aprendiendo a disfrutar al igual que ese sentimiento de pena, que era bastante agradable. - ¿Todas son igual de hermosas que usted? - no había medido el nivel de mis palabras, mucho menos había analizado lo que había dicho pero no podía negar que el joven que tenía enfrente de mi era totalmente atractivo y su rostro a pesar de ser ciertamente firme y duro tenía ese aire angelical que cualquiera quisiera tener para conquistar a la chica que deseara.

Quise saber más, ese gusanillo de curiosidad se había empezado a mover en mi interior. Ver a los ojos al joven ya no me costaba tanto trabajo, estaba abriendo su corazón al contar sobre su hermana, para mi a pesar de todo lo que había pasado en el transcurso de mi vida, la familia era demasiado importante y sagrada y no con cualquier podías hablarla, definitivamente le agradecía de manera interna que se abriera conmigo aunque aun no se lo dijera. - Dicen que los hermanos suelen tener muchas características de los otros. ¿Qué tienes en común con cada una de ellas? - Me quede de nuevo recordando el rostro de Sebastian. Ambos teníamos el mismo color de ojos y sobre todo el mismo grueso de los labios, mi cara era bastante fina, delicada y la suya tenía el perfil casi de un perfecto Dios, a veces no entendía como era mi hermano si era sumamente atractivo, pero así como yo pensaba eso, él pensaba que yo era hermosa aunque tuviera una corta edad. Sebastián me llevaba cinco años, estaba en plena etapa de su vida cuando aquellos seres que nos dieron la vida estaban por quitarmela. Aun recuerdo como me pidió que corriera y como aquel hombre había echo que su corazón dejara de latir. Quería gritar, llorar, sacar todo aquello que a nadie le había compartido y que sabía necesitaba sacar. Odiaba pensar que mi hermano era solo un recuerdo, aunque a veces hablaba con él, ese era un secreto grande, a veces lo traía a la vida en el cuerpo de alguien para saber como estaba.

Ambos sonreíamos como sino supiéramos hacer otra cosa. Mi hambre de conocimiento sobre su persona estaba latente así que no me reprimía para nada - ¿Cómo es la casa donde viven? ¿Que jugabas con tus hermanas? ¿Qué te gusta hacer a ti? - Miles de preguntas comenzaron a bombardearlo, cuando iba a tomar un poco de aire para hacer una serie de preguntas observe su rostro y deje salir el aire al mismo tiempo que comenzaba a sonreír. Sin embargo calle mis labios llevando mi mano a esta parte de mi rostro. Debía ser paciente, modular el deseo de saber más. Pero quizás sabiendo más podríamos pasar más tiempo al lado de otro, o si sabia todo de golpe no habría de que hablar a la siguiente vez por eso mejor me guarde los deseos demás. Sin embargo me puse en posición de flor de loto ladeando el cuerpo para poder verlo de frente cuando comenzara a hablar. La tarde estaba pasando de manera correcta, ninguna voz volvía, todo estaba saliendo a la perfección lo cual agradecía a mi acompañante por haber ocasionado ese ambiente a mi lado, por haberme dado seguridad, confianza tal vez no lo hubiera hecho con intención pero al menos estaba todo mejor de lo hubiera imaginado alguna vez.
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Mensaje por Invitado Mar Nov 08, 2011 9:20 am

Mantuve la vista en la ciudad, imaginando a la gente moviéndose por sus calles, así a lo lejos parecía una maqueta, una versión a escala, podía estirar la mano y tocarla, casi se sentía a un palmo de distancia, mi concentración fue llamada por ella de nuevo cuando su voz me sacó de la repentina ilusión de que París era una especie de colonia de hormigas. Seguramente Dios era el niño travieso que nos zarandeaba sólo para ver qué hacíamos.

Sonreí sin saber qué responder cuando ella insinuó que era bien parecido, no estuve seguro, pero quizá incluso me ruboricé, hacía mucho tiempo que no escuchaba un comentario sobre mi apariencia, Eve solía decirme ese tipo de cosas a menudo, pero bueno, se trataba más de un intercambio de cumplidos, porque aunque no pueda definir nuestra relación incluso ahora, era evidente que ella me gustaba y era correspondido. Afortunadamente, antes de que pareciera que había guardado silencio por mucho tiempo, ella formuló una siguiente pregunta que me resultaba más fácil de responder.

-Bueno… -comencé, carraspeé un par de veces y suspiré con la imagen mental de ellas en mi cabeza, era lo único que me hacía no olvidarlas y luego reí aventando lejos la ramita que antes sostenía y me servía como pincel sobre el lienzo de la tierra –todos somos muy rubios, así eran mis padres, así nosotros, y de ojos azules, es bastante común en el lugar donde vengo, así que no destacaba del resto –pausé y ahondé –todas ellas me veían como un tercer padre, pero uno que les hablaba en el mismo idioma, a veces se esforzaban por imitarme, por tratar de trabajar al lado de mi padre y mío, todos disfrutamos mucho de la naturaleza –me encogí de hombros –crecimos rodeada de ella, supongo que es normal, mi padre era el encargado de los caballos de una familia adinerada así que las grandes extensiones de terrenos al aire libre eran lo normal –me detuve recordando algo, busqué su mirada esperando que me concediera el honor de poder verla a los ojos y reí –este que soy ahora no es el que siempre he sido, yo crecí en esta familia numerosa y con muy pocos recursos, desde pequeño aprendí lo que era el trabajo duro… -me quedé pensando en las piruetas que mi vida había dado desde que dejé Kuortane hasta este punto, el silencio se cortó sólo con el sonido de las ramas de los árboles meciéndose con el viento.

-¿La casa donde viven? –repetí su pregunta para que las palabras cayeran de a poco en mi mente, suspiré –la casa donde me crié es pequeña, atrás de la casa de la gente que nos empleaba, pero he mandado traer por ellas… no a París, sino a Bélgica, mi plan es regresar a Bruges en cuanto encuentre a la gente que vine a buscar, la casa en Flandes es mucho más grande, desde luego, un viejo dedicado a la crianza de caballos me dejó todo lo que tenía –siempre me refería a Vermeer como “el viejo”, no era de forma despectiva, para mí el viejo Yves era como un segundo padre a pesar de que nuestro tiempo juntos fue corto-, y bueno, me gustan los caballos, eso es seguro, pero lo que siempre quise hacer desde pequeño es pintar, dibujar, y no he dejado de hacerlo; un amigo… mi amigo que espero encontrar aquí me dijo que tenía talento así que supongo que algo hay de eso –porque Týr a pesar de su disparatada forma de ser tiene un conocimiento impresionante en arte, y por eso creí sus palabras.

Me di cuenta que quizá estaba hablando demasiado sobre mí y me sentí apenado, sonreí y miré a Levana por un instante, alguien como ella debía tener mil historias que contar.

-¿Y tú?, ¿qué te gusta? –esa sencilla pregunta, esperaba yo, debía desatar una respuesta interesante. Su apariencia, a parte de su belleza innegable, era una envuelta en misterio, su respuesta debía ser igualmente fascinante.
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Mensaje por Levana Maréchal Sáb Nov 26, 2011 10:53 pm

Llevé mis manos hacía atrás, y recargué mi cuerpo en este, como en una especie de posición playera. Suspiré de manera tan natural, estaba sintiendo demasiada tranquilidad, seguridad incluso podía decir que me sentía cómoda. Entonces una pregunta llegó a mi cabeza, una que desde que tenía 16 años no me hacía por haberme rendido después de una vida tan turbulenta, ¿Existe la paz? ¿Así se siente la paz? ¿Estoy sintiendo paz? Extraño el poder llegar a volver a pensar en eso cuando aquel que me quito la paz había sido un ser humano, me había jurado no volver a confiar en ellos sin embargo era inevitable relacionarte con ellos, mucho menos querer saber más de sus historias, de lo que había detrás de aquel brillo en los ojos, o de una mirada apagada. ¿Existe el bien y el mal? No lo sabia, además quien podía decir cuando algo es bueno o malo. No importaba de momento podía decir que era buena la sensación de estar a su lado y poder escuchar lo que había en su vida, en su pasado, en su ahora y quizás en su posible futuro. Me erguí de nueva cuenta limpiando mis manos y cuando empezó a hablar estiré mi mano para tomar la suya antes de cerrar los ojos. Puse atención a sus palabras y en mi mente un pincel apareció este iba plasmando el retrato de esas hermosas mujeres de la vida de mi acompañante, quizás no las había visto pero tenía de referencia a su hermano y eso daba una gran ventaja para poder tener una idea de como sería la forma de su cabello, su color, sus labios, y sobre todo sus hermosos ojos.

Por extraña razón imagine una casa pequeña donde cuatro mujeres y dos hombres estaban sentados en una mesa compartiendo los alimentos. Sentí un escalofrío, no porque fuera malo más bien por percibir ese amor que ni siquiera tenía a lado pero de solo imaginar que se tenían uno con otros me cautivaba. Mi familia nunca había sido unida mis padres solo disfrutaban de sus ostentosos viajes para poder derrochar dinero en lugares lejanos y volver a casa solo para ver si seguíamos respirando, nos daban todo y nos permitían todo quizás por eso me había pasado lo que pasó porque nunca había tenido a alguien que me demostrará un verdadero amor, alguien que me cuidará por importarle no porque le pagarán para medio hacerlo. - Entonces no debo sentir cariño por ti si te irás supongo es mejor guardar distancia, y ser solo cliente- trabajador. - Carraspeé un poco, las personas al final siempre se van por eso es mejor no encariñarse, no querer saber más de ellos como yo estaba deseando saber de él.

Hice una mueca queriendo buscar un tema con el cual poder cambiar la conversación y que no se centrará en mi pero a esas alturas suponía que era inevitable entonces abrí los ojos - ¿Traerás algún lápiz con carboncillo para dibujar algo para mi? - Sonreí con cierta torpeza, era evidente que no pero no estaba demás querer hacer el intento. - ¿A mi? Me gusta la soledad - Susurré muy bajito, tanto que estaba segura o eso quería creer que no me había escuchado - La naturaleza me gusta mucho, también los animales ellos si les das amor no te traicionan solo te cuidan, me gusta… La playa si me gusta mucho pero de noche cuando no hay nadie que pueda hacerte daño, también el frío, esa sensación de un buen chocolate caliente, y buscando como arroparte… - Sonreí como una niña traviesa quizás me tomaría una semana para poder viajar. - Me gusta no tener miedo como ahorita - Solté su mano rápidamente sin dejar de sonreí colocándola sobre mi regazo mientras volvía a suspira con esa calma que empezaba a querer disfrutar a diario.

De pronto una idea extraña apareció en mi cabeza, sabía como resguardar aquel lugar si alguien como él quisiera entrar a hacer daño, lo sabía por eso poco a poco estando a su lado me convencía más para poder hacerlo, para poder hacer algo diferente, para confiar porque no era malo, no debía cortar con la misma tijera a todos y etiquetarlos en la misma caja, debía darme la oportunidad de conocer, a fin de cuentas si yo no era como ellos entonces porque debía pensar que todos eran malos, que todos eran diferentes a mi. Merecía sentirme bien, si que lo merecía. - Mi casa es grande, bonita y parece una casa del árbol. ¿Te gustaría conocerla?Por la naturaleza, a eso me refiero para que la relaciones con la naturaleza - Me sonroje ligeramente pero no dejaba de sonreír, no dejaba de mirarlo como hace tiempo buscaba poder romper esa barrera aunque sea con alguien. - Bueno, sino lo desea quizás podemos volver y yo… Podré resguardar a los caballos y usted puede volver a sus actividades sin problema creo tenía prisa - Me levanté del suelo y tendí la mano a él de manera divertida como si me tratase de un caballero queriendo hacer un cumplido a una damisela en peligro era obvio que no era el caso pero al menos un poco de diversión no estaba mal ¿O si?
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