Sola en la noche [Priv]

Venía del bosque, ¿o venía de la laguna? No lo recordaba, no recordaba nada de lo que había hecho aquel día, porque simplemente había sido quedarme sentado y observar todo a mi alrededor. Hoy me encontraba más deprimido que cualquier otro día normal. No había tenido una de mis visiones del futuro, sino más bien, una visión del pasado que me había despertado en mitad de la noche, sudando y de lo más desorientado. Había vuelto a soñar con el incendio de la mansión de los Anderberg, un incendio del cual no pude descubrir su origen, ya que en ese mismo instante me encontré con la que sería mi nueva madre/hermana. Cuando vi que en mi habitación se encontraba una vela encendida, con una llama luchando por sobrevivir, la apagué sin menor reparo. No estaba como para aguantar el fuego.

Seguidamente, me dirigí hacia el bosque -¿o era la laguna?- para pasar el resto de la noche y el día. Aquel día Vilhelm Larsen había desaparecido de París y no quería hablar con nadie, absolutamente con nadie, ni siquiera con su mayor confidente. Había vuelto a hacerse de noche cuando me dije a mí mismo que era hora de volver a casa otra vez -esperaba haberme despejado con aquella excursión tan extraña-. Me rasqué la nuca y me di cuenta que había refrescado más de lo normal. Me até lo mejor posible el pañuelo azul que siempre llevaba en el bolsillo de mi chaqueta, con tal de preservar un poco el calor de mi cuerpo.

Parecía otoño. No, en absoluto. Aquel frío no era ni la mitad que hacía en Dinamarca. Los inviernos allí eran monstruosos; gélidos, con nevadas que duraban durante días y que cuando acababan debías esperar más días a que la nieve te pudiese permitir el camino. Aún así seguía prefiriendo el frío, sí, era mi acompañante, una cosa con la cual había crecido.

Observé como la gente seguía andando de un lado otro. Cuando llegué a París, una de las cosas que más me impresionó fue el ambiente que existía aunque fuera de noche. En mi país, las noches eran frías y era el momento adecuado para compartirlo con la familia y estar en la casa. Pasé delante del burdel y me quedé observando como los hombres y mujeres entraban y salían. Pensé que aquel era lugar más popular de toda la ciudad en las noches. Los hombres siempre buscaban a alguien que les dieran calor. Suspiré para mis adentros, como odiaba todo aquello...

Continué mi camino hacia mi casa hasta que me tropecé con una niña de aspecto angelical y que parecía perdida. Nadie le hacía caso. ¿Debería ayudarla yo? Puede que fuera introvertido -a mi manera- pero no era una persona que abandonase a los demás, no. Con paso firme, me dirigí hacia ella, me arrodillé para poder observarla mejor a los ojos y le pregunté:

-¿Dónde se encuentran sus padres, señorita?

De cabellos dorados con una mirada azul celeste, así era aquella pequeña señorita ataviada con sus mejores galas. ¿Cuántos años tendría? No lo podría calcular a simple vista, aún así había algo que no me gustaba, pero no podía dejar a la niña en mitad de una calle de París por la noche. En sus días de niña, Clady Anderberg tenía aquella mirada de ángel, la misma que aquella niña tan pequeña. Sin embargo, sus emociones, sus sentimientos eran completamente distintos. Estaba confuso, sentía alguna emoción, pero no era estrés -el sentimiento que más acorde va con la situación de una niña que está perdida en una ciudad tan grande-.

Algo me atravesó y se tragó mis palabras. La miré confuso, ¿ternura? Me levanté y le ofrecí mi enorme mano en comparación con la suya. Debía ayudarla a encontrar a sus padres, no porque yo mismo lo hubiera decidido, sino que algo me empujaba a ayudarla. La miré de nuevo, intentando encontrar la respuesta en su rostro, pero seguía impasible, fuerte ante mi ataque de saber sobre sus sentimientos. Apreté un poco el agarre al notar que sus manitas blancas estaban frías para darle un poco de calor y le sonreí para darle un poco de confianza:

-Sí, tranquila. No creo que anden muy lejos por aquí -miré a mi alrededor, esperando que alguno de los parisinos nos mirase a ambos, se acercase a nosotros y nos descubriera que era el padre/madre de la niña. ¡Todo estaría solucionado! Sin embargo aquellas personas continuaban con sus vidas como si nada. ¿Qué le ocurría a la ciudad?-. Umm, contadme qué es lo que ha ocurrido exactamente, antes de que se encontrase aquí perdida. ¿Se dirigían sus padres hacia algún sitio en particular? Quizá deberíamos empezar la búsqueda por allí... -entonces por segunda vez, París me pareció demasiado grande, si la niña no sabía, sería muy difícil comenzar por algún lugar... Habían tantos posibles...-. Me llamo Vilhelm, pero puede llamarme Will. ¿Puedo saber su nombre, jovencita? -esperaba no llenarla de desconfianza.