Un vestido que no refleja un gesto no es acertado.

Como siempre le pasaba desde que era una niña pequeña, no conseguía dormir la noche anterior de ir a probarse uno de sus vestidos, parecía una tontería pero a ella siempre le ponía nerviosa ese pequeño detalle: ¿y si había engordado desde la última vez? ¿Si ya no le gustaba la tela o como le quedaba? ¿Y si la hacía ver fea o como una persona más mayor de lo que era? Eran preguntas que se le pasaban por la cabeza constantemente durante la noche.
Fue por eso que la princesa ya estaba despierta mucho antes de que amaneciese, era demasiado temprano como para molestar a alguien para que la ayudase a vestir, y tampoco las necesitaba aunque fuese una princesa. Se vistió con uno de sus vestidos de aspecto elegante pero no tan sofisticados como los que usaban la mayoría de las personas de la realeza, de color beige el corsé y la falda del mismo tono pero con flores bordadas de un color verde oscuro. Se alegraba enormemente de no tener que usar un recogido con su cabello, se lo cepillo varias veces antes de dejarlo por terminado, suelto y con su ligera ondulación reinando libremente.
- Gerard... podría ir yo sola de verdad... - Mi guarda no me dejó terminar, simplemente me abrió la puerta para que saliese y montara de seguido en la carroza, hoy iba a ser su guardia el cochero como bien pudo comprobar al salir. La princesa suspiró, sabiendo que con ese guardia no podía hacer nada, dijese lo que dijese siempre iría detrás para protegerla.
La carroza paró enfrente de la boutique, sonriendo y más nerviosa de lo que estaba anteriormente salió con la ayuda de su guardia, entrando a la tienda segundos después, ella sola por fin. La dueña de la tienda se acercó a ella en cuanto dio el primer paso en ella, le sonrió saludándola con amabilidad. No había nadie en la tienda, ya que acababan de abrir poco antes de su llegada.
- ¿Ya está mi vestido? - la dueña asintió con la cabeza mientras la acompañaba a los vestidores, junto con una de sus ayudantes. La ayudaron a quitarse su ropa, intentaba no fijarse en la tela del vestido, ni en ningún detalle de él, prefería tenerlo ya puesto antes de verlo minuciosamente. Las ayudantes suspiraron, tranquilas por primera vez al ver que esa ropa me sentaba a la perfección.
El vestido era sumamente elegante y sofisticado, el atuendo típico de las jóvenes damiselas de la realeza. Se componía de dos colores, la falda era de un azul intenso, el mismo color de los bordados que tenía el corsé de color blanco. Salió del vestidor con paso lento, hablando con una de las ayudantes mientras caminaba hacia el espejo que había en un lateral de la tienda, el vestidor tenía uno pero siempre había pensado que era un lugar demasiado oscuro. Fue en el momento en el que sus ojos azules se posaron en el cristal cuando se dio cuenta de que no estaba sola en la tienda, había otra dama mirando los vestidos. - Buenos días, milady - se volteó para mirarla a los ojos mientras la saludaba, con una sonrisa en la cara.

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OFF: Siento la demora