Cuando la realidad supera a la ficción [Jerarld +Wolfgang+Eyra]

Hacía ya un mes desde mi viaje a Noruega en el que casi pierdo la vida si no hubiera sido por Jerarld y su falta de cordura. Durante en crepúsculo del día me encontraba en mi salón, admirando aquella corona que tanto sacrificio y sangre me costó recuperar.

Mucho había llovido desde mi regreso a París. Jerarld había desaparecido de mi vida de forma brusca y sin respuestas a muchas preguntas. Wolfgang y yo hacía varias semanas que habíamos decidido embarcarnos en una relación, guiándonos por la fuerza de nuestos pálpitos, sin saber exactamente si era o no lo correcto. Pero me había arriesgado por y con él y sabía que volvería a hacerlo. Sin embargo Jer...

Meneé la cabeza con la intención de hacer desaparecer aquellas dudas que a veces me asaltaban, alejándome de la vitrina en la que relucía la corona y el resto de mis relíquias familiares. Alcé la vista hacia el reloj de la cocina, dándome cuenta que estaba anocheciendo y Wolfgang todavía no había regresado a casa. ¿Qué estaría haciendo? Empecé a preocuparme pero sabía que estaba bien, al fin y al cabo, era un fuerte licántropo. Sonreí ante aquello y me senté en el sillón con cuidado de no arrugar mi delicado vestido negro, tomando el libro que de Cumbres Borrascosas que hacía semanas que leía. Mi mayordomo se acercó a mí y me encendió un par de velas en la mesa, suficiente para que me alumbraran la lectura. Él se despidió y subió las escaleras hacia su dormitorio, en el que pronto se encerró para descansar mientras yo me perdía en la Inglaterra del cambio de siglo.

El gran pensamiento de mi vida es él. Si todo pereciera y él quedara, yo seguiría existiendo, y si todo quedara y él desapareciera, el mundo me sería del todo extraño, no me parecería que soy parte de él. Mi amor por Linton es como el follaje de los bosques: el tiempo lo cambiará, yo ya sé que el invierno muda los árboles. Mi amor por Heathcliff se parece a las eternas rocas profundas, es fuente de escaso placer visible, pero necesario. Nelly, yo soy Heathcliff, él está siempre, soy un placer para mí misma, sino como mi propio ser.

Me detuve en seco, justo en ese punto. Mis manos tiritaban y mi corazon latía de un modo extraño, como si intentara salírseme del pecho. ¿Qué significaba aquello? ¿Quién era quién en mi vida? Mordí mi labio y me alcé del sofá cuando unos nudillos picaron en mi puerta con elegancia. El libro cayó abierto en la página por la que iba leyendo pero no le presté atención alguna. Caminé a pasos agigantados, necesitaba verle, abrazar a Wolfgang, refugiarme en sus brazos y olvidarme de él... de aquél vampiro. Abrí la puerta con una sonrisa temblorosa que sin duda, se congeló al ver de quién se trataba. No era mi licántropo. Ni siquiera un humano corriente. Se trataba de aquél de quién segundos antes, quería huir. Un vampiro de largos cabellos pelirrojos, una mirada dulce y penetrante, de nariz respingona y labios sensuales. Su cuerpo permanecía estático frente al umbral de mi casa con la oscura noche como capa y parecía tan sorprendido de verme como yo misma. Era él, Jerarld Délvheen.

Salí de un viejo edificio y camine tranquilo por las aceras de la calle, alejándome de aquellos oscuros callejones en los que momentos antes había tenido unas cuantas palabras con mis antiguos contactos.
Aquellos “amigos”…los mafiosos que me habían dado la pista de aquellos textos que yo buscaba, no habían hecho más que darme problemas.
Me habían mandado lejos, específicamente a Noruega, sin decirme que me estaban esperando allí, olvidándose del detalle de aquellos vampiros furiosos que me habían recibido al llegar.

Había sido un viaje largo, lleno de complicaciones…sino hubiese sido porque me encontré con Eyra…habría sido un apoteósico y rotundo fracaso, una emboscada en toda regla.
Lo único bueno de todo ello había sido poder disfrutar de su compañía y encontrar su corona.
Aunque aquellos momentos habían dejado una profunda huella en nuestras almas. Porque compartimos cosas que no deberían pasarle a nadie, y también algunos momentos inesperados e íntimos que no esperaba en lo más mínimo.
Aquello siempre nos uniría quizás positiva o quizás negativamente…Eso aun no lo podía saber.
Fuese como fuese, habían pasado unas cuantas semanas. Semanas en las que yo definitivamente desaparecí de su vida.
Ambos nos separamos al volver, y como era costumbre no tuvimos más noticias el uno del otro. Lo único que tenia a ciencia cierta era una dirección y la certeza de que no debía ir a ella.

Comencé a alejarme del edificio del que acaba de salir, “la sede” de aquellos mafiosos de pacotilla.
Camine por aquel oscuro callejón alejándome cuando de pronto una gran explosión ilumino toda la calle.
El lugar de donde yo había salido momentos antes explotaba creando una gran humareda y un gran incendio como consecuencia que hizo arder el edificio con facilidad.
Yo seguí caminando sin mirar siquiera atrás, mientras la gente corría por mi lado dirigiéndose hacia aquel lugar para ver que había ocurrido.
Alguien tenía que pagar por mis pergaminos, había sido culpa de los mafiosos que allí estaban que yo no los obtuviese. Además ellos tenían que saber que aquellos vampiros de Noruega me esperaban, así que digamos, que esto era una forma diferente de llamarles la atención por no ser precisamente sinceros conmigo.
Bendita fuese la pólvora y aquel que la invento…

Mis pasos me alejaron de aquel jaleo mientras caminaba sin poder pensar en aquella dirección…Estaba cerca. Pero nada me aseguraba que Eyra fuese a estar allí, después de todo ella viajaba casi tanto como yo.
Me pare en seco, se suponía que no perdía nada por intentarlo…Negué con la cabeza, bueno. Quizás una visita inesperada no le molestase en exceso.
Llegue a aquella dirección que me sabía de memoria y toque la puerta, habían luces encendidas. Sería posible?? La puerta se abrió y Eyra me miro con un rostro que no supe descifrar, ya sabía que no había avisado pero…tanto le horrorizaba mi visita?
No pude evitar sonreírle al verle, que estaba pasando? Me acerque hacia ella y al no apreciar ningún movimiento comencé a analizar su rostro.
Me acerque hacia ella y bese su mejilla. Quedándome un instante rozándole, aspirando ese aroma tan característico suyo que parecía tener algo hipnotizarte.
Ya que ella no decía nada me auto invite a entrar a la casa, caminando por el espacioso y elegante salón. Mientras ella cerraba la puerta principal aun sin decir nada.
En uno de los rincones habia un precioso piano de cola negro que llamo mi atención inmediatamente.
Me acerque hacia el y toque una tecla para ver si estaba afinado.
-Lamento haberme presentado de esta forma. Comente mirando las partitura mientras jugueteaba con las teclas creando una sencilla melodía con una mano.
Me gire para contemplarle. El silencio que nos rodeaba no era normal. Que estaba pasando?
-Ya sé que debí avisar pero tampoco es algo tan alarmante verdad?...estas muy pálida…mucho más de lo que nuestra raza nos lo permite comente riendo, un poco extrañado.
De pronto sonó la puerta otra vez y esta vez si que los ojos de Eyra se tornaron sombríos y rígidos, como si le acabasen de informar que le había pasado algo grave a un ser querido…
-Oh…te estoy interrumpiendo verdad? quizás ella esperaba visita, definitivamente siempre tenía mala suerte con mis elecciones.

Jerarld cruzó el umbral de forma casual y sin parar a pensar en si aquello era o no correcto. Pero... ¿lo era? ¿Entrar así a casa de una damisela? Bueno, supongo que entre vampiros aquellas estúpidas normas sociales nos las pasábamos por la torera.

Él me dedicó un efímero beso en la mejilla y sentí cómo mi mente se nublaba en recuerdos y sensaciones de no hacía más de unas semanas. Aquél viaje a Noruega, sin duda alguna, había marcado mi vida y probablemente la de Jerarld. Cuando entró, cerré la puerta tras él y me volteé para seguirle con la mirada, viendo cómo se sentaba frente al piano negro y empezaba a tocar una dulce melodía que ponía la piel de gallina. Me acerqué a él sin saber exactamente qué decirle ni responderle. ¿Porqué me sentía tan nerviosa? ¿Porqué me parecía que mi cuerpo pesaba una tonelada? ¿Porqué no podía mirarle a la cara? ¿Porqué un estrujante nudo en mi garganta ahogaba las escasas frases coherentes que se formaban en mi mente? Alcé una mano hacia su hombro, casi dudando en que realmente estuviera allí. Había soñado tantas veces en reencontrarnos, que ahora simplemente no podía creermelo. Pero él estaba allí, tocando una melodía armoniosa, con aire confuso por mi silencio y mi estado estático. Sólo entonces me permití el esbozar una sonrisa.

Pero aquél gesto de felicidad sin palabras a penas duró unos segundos, quizás menos. Un aroma familiar y el pomo de la puerta principal abriéndose borraron aquél rastro de complicidad con Jerarld, matando todas y cada una de preguntas y gestos que esperaba dedicarle al vampiro que se hallaba junto a mí. Se trataba de Wolfgang, y verle de nuevo en mi salón debía proporcionarme una sensación de alivio y felicidad descomunal y, sin embargo... sólo sentía vergüenza. No por su presencia, sino por la mía. Sentía como si estuviera traicionando al licántropo permitiéndome el lujo de seguir sintiendo aquellas maripositas en mi estómago cada vez que mis ojos se posaban sobre Jerarld o cada vez que las yemas de mis dedos se fundían con su piel.

- Hola, cariño.- le saludé, intentando mostrarme normal y cariñosa, como si nada me ocurriera, como si ninguna batalla de librase en mi interior, como si aquél beso que le brindé en los labios fuese de amor verdadero.- Te presento a Jerarld Délvheen... un viejo amigo mío.

Fruncí los labios y me giré hacia el aludido, con temor de ver en sus ojos la sorpresa y el rechazo por aquél gesto y descripción. Era falso y ambos lo sabíamos. Pero aún así... ¿qué podía hacer? Me sentía dividida, entre la espada y la pared, confundida y aturdida. ¿A caso debía presentarle como mi amor platónico o un amigo al que amaba profundamente? No. Ante todo, cordura. Y la parte racional de mi ser me reclamaba que mantuviera la mente fría como hielo. Jerarld sólo podía ser eso, mi amigo. Y Wolfgang era mi pareja. Le debía respeto y amor.

- Jerarld, te presento a Wolfgang Lindert...- dije con una media sonrisa titubeante.- ... mi pareja.

No pude sujetar aquella mirada de Jerarld. Le temía demasiado y no podría soportarlo. Me alejé de ambos caballeros y me escondí en la cocina, desde la que podía escucharles y ellos a mí. Sólo un muro me separaba de los dos hombres que amaba... o creía amar. Pero un muro me era suficiente por el momento. Nunca solía estar en la cocina, mi mayordomo se encargaba de ello. Pero dado que estaba durmiendo y necesitaba una excusa para no compartir el mismo habitáculo con ellos, decidí preparar la cena a Wolfgang, un bistec con especias.

Mire a Eyra sin entender por un momento qué diantres estaba diciendo.
Un amigo...jejeje..Un amigo al que le comenzaba a hervir la sangre al contemplar como ella se acercaba hacia aquel hombre para besarle.
Mire a Eyra seriamente, sin demostrar ningún sentimiento, pero ella no centro sus ojos en mí.
Yo lo entendía, sabía que había alguien esperándole, ella ya me lo había dicho anteriormente, así que no la culpaba por esto. Lo único que me sorprendía era que ya lo hubiese hecho “oficial”.
Seguí sus pasos con la mirada hasta que desapareció por aquella puerta dándonos la espalda.
Camine alejándome del piano paseando alrededor de aquel hombre, Wolfgang…
Comencé analizándole; aspecto atlético, piel seguramente cálida, un corazón palpitante, un aroma fuerte, demasiado espeso al lado del de Eyra y una mirada felina. Sin lugar a dudas un licántropo, esa parte salvaje se podía apreciar en el brillo de sus ojos.
-Encantado de conocerte dije sin siquiera acercarme para darle la mano, no hacía falta cordialidad entre nosotros.
Camine hacia uno de los grandes ventanales dándole la espalda a aquel hombre.
-Me temo que Eyra no me ha contado nada de que estaba con usted, mi amiga a veces es muy reservada verdad? dije serio, sonriendo con malicia mientras miraba hacia el exterior. Me sentía furioso y aquello me hacia sonreír maquiavélicamente, como si fuese un demente. Seguramente con los ojos ocultos en sombras.
Fuera de los ventanales, las oscuras calles se mostraban tranquilas, ya casi no había nadie en ellas. Quizás nos acercábamos ya a la madrugada…la noche parecía serena ante nuestra inminente tempestad.
-Hemos estado hace poco en Noruega, sabes? No te ha contado ella nada? Alce la voz. No le has dicho nada querida?? Sabía que ella no podía estar lejos de allí, su aroma aun se presentía cerca, debía de estar escuchando todo aquello.
-Si… un viaje realmente divertido. Comente con sarcasmo.
Carreras sin control, vampiros enfurecidos, el sol abrazador sobre nosotros y ambos atrapados en un castillo sin salida. Un viaje de ensueño con unos cuantos cortes, azotes y heridas como propina para el viaje de regreso.
Sentí el aroma de la cocina, así que estaba preparando algo…Ella siempre tan cordial, no imagine que recordase como se cocinaba, después de todo hacia muchísimo que ninguno de los dos comía. Ese tal Wolfgang era un hombre con suerte, pero seguramente ni lo intuía.
Si, muy seguramente su amor estaría hambriento y era yo el que estaba interrumpiendo.
Volví a pasear por el lado de aquel licántropo para apoyarme en el piano de cola. Realmente un instrumento precioso. Ahora que visualizaba la sala, me habia percatado de que incluso la corona estaba allí en su vitrina…Independientemente de aquella hostil situación, su casa era realmente maravillosa.
-Querida es que no vendrás a hacernos compañía? El señor Wolgang creerá que es una condición de nuestra raza ser así de mal educados, vamos date prisa cielo! Comente dirigiéndome a aquella puerta por la que ella había salido momentos antes.
Mire nuevamente a aquel hombre sonriéndole de medio lado mientras escuchaba por encima algunos de sus pensamientos.
Si, tenía que irme, yo sobraba allí, porque torturar a Eyra con mi presencia? Ella ya había elegido, debía marchar pero por alguna extraña razón no deseaba hacerlo aun.

Mientras me ponía manos a la obra con la carne, escuchaba de fondo las palabras malintencionadas de Jerarld. ¿Porqué decía aquello? ¿Qué intentaba demostrar? Fruncí los labios, molesta por su actitud arrogante hacia Wolfgang, pero no dije nada hasta que el silencio reinó de pronto en la sala. Vacilé unos segundos, esperando algún respiro agitado o quizás una puerta que se cerrase con un golpe seco y contundente. Pero no hubo nada de eso, solo un suave y casi inaudible susurro.

Salí de la cocina con el bistec en un plato y mostrando una sonrisa titubeante, incómoda por aquella tensión que de pronto había inundado la estancia. Dejé el plato en la mesa y le hice un gesto a Wolfgang para que se sentara a cenar. Sólo entonces miré furtivamente a Jerarld.

- Lo que dice Jerarld es cierto, cariño, hace unas semanas fui a Noruega a recuperar una corona que me pertenecía como herencia... y me tropecé con él.- expliqué, omitiendo por supuesto los detalles más escabrosos de la historia e intentando no dar demasiada importancia al asunto.

Volví a dirigirme a la cocina y saqué una botella de vino y tres copas de cristal, regresando al salón y ofreciéndole dicha bebida tanto a Wolf como a Jer, sentándome sensualmente sobre el piano negro en el que momentos antes Jerarld había estado tocando. Desde allí, podía tener una amplia visión del salón, en cuya sala se encontraban los dos hombres que en aquél momento residían en mi vida. Me relamí los labios provocativamente y llevé la copa a mi boca, dejando que el vino se deslizara por mi garganta.

Contemple al lobo escuchando su susurro amenazador, mientras mi sonrisa aun seguía en mi rostro dándome un aire macabro, transformándose poco a poco en una mueca de asco.
-Tú vas a acabar conmigo? Tú me callarás? tu y cuantos más?... Atrévete a intentarlo lobito dije también en un susurro tomándole con rapidez por las solapas de su chaqueta acercando mi rostro agresivo hacia él enseñándole los dientes con los colmillos ya fuera dispuestos a arrancar todo lo que tocasen.
Pero en ese instante los pasos de Eyra sonaron cercanos y ambos nos lanzamos un empujón que nos lanzo lo suficiente como para tener una distancia entre nosotros. Como si nada hubiese pasado, era como si por un acto reflejo ninguno de los dos hubiese querido que ella viese aquello.
Escuche su explicación sobre nuestro horrible viaje a Noruega. Más que tropezar conmigo había sido yo el que se había tropezado y casi me había comido el suelo en aquella lucha con esos desalmados que se habían ensañado con ella…Pero esa parte de la historia no era ya relevante.
Eyra desapareció brevemente para traer copas mientras yo aprovechaba para sacarme el abrigo, dejándolo en uno de los hermosos sofás, con la ilusión absurda de sentirme un poco mas cómodo en aquella tensa situación.
Definitivamente nada podía ser cómodo en ese momento, tenía que hacerme a la idea.
Acepte la copa que Eyra me tendió rozando su mano, nuestros ojos se encontraron un momento. Su mirada mostraba miedo e inseguridad, casi pude palpar el pánico… se sentía atrapada allí entre nosotros.
-Gracias querida…dije esbozando una débil sonrisa, no deseaba ver aquellas cosas en sus ojos, pero que podía hacer? No podía abrazarle y tranquilizarle…no podía decirle que yo me encargaría, que no se preocupase que todo iba a pasar… De haber sabido que había otra persona no estaría esta noche aquí…arruinando su perfecta vida.
Se suponía que debía odiarle con toda mi alma…Pero no podía, sabía que por más que lo intentase jamás podría odiarle, a ella no.
Ella era demasiado importante para mí como para que ni siquiera pudiese pensar en esa absurda idea.
Y entonces seguí sus pasos hasta que ofreció la copa hacia Wolfgang…A ella no podría odiarle jamás…pero a él sí.
Él contemplo el plato que le habían ofrecido, pero su rostro mostraba que no se sentía precisamente con apetito ahora mismo…seguí escuchando los fragmentos de sus ideas.
Así que odiaba mi voz? Sonreí con ello, deje la copa a un lado en una mesita auxiliar. Tampoco podría beber nada, simplemente sentía el estomago cerrado, y poco a poco mi corazón haciéndose cenizas.
Pero entonces él camino por el salón ,paseando, como si se tratase de una bestia que esta tanteando el terreno en el que luchará. como si se tratase de un lobo salvaje, sin duda era algo muy característico de su raza. Marcar de alguna forma el terreno de combate.
Paso por el lado de Eyra que se situaba sentada en el piano y dirigió una mirada hacia ella, rozo su rodilla un instante y me miro desafiante para continuar su paseo.
No decía nada, pero con ese gesto me daba a entender que era él quien ganaba. Ella le había escogido a él y no a mí, pero aun así aquello me superaba sin que pudiese hacer nada por controlarme. Aquello fue el pequeño límite que no quería rozar.
-Así que odias mi voz eh? Le dije mentalmente con saña. Pues vas a tener que acostumbrarte porque la vas a seguir oyendo en tu cabeza…Puede que mi voz y mis ojos sean lo último que veas con vida hazte ya a la idea… dije acercándome hacia él acortando distancias decidido…no estás a su altura amigo…y tú lo sabes perfectamente.
Pare un momento al percibir aquello, en ese momento él comenzó a recordar a Eyra, sus momentos juntos, la caricias que le daba y aquello ya fue la gota que reboso el vaso.
No deseaba hacer esto, ni mucho menos delante de Eyra, en su casa, con su pareja. Pero él había rozado un límite que adormecía toda pizca de lógica y razón en mí.
Una cosa es que ellos estuviesen juntos y otra que me lo restregase en la cara. Simplemente no podía soportarlo.
Me acerque usando nuestra característica velocidad para quedar delante de él en escasos segundos, le agarre de sus ropajes gruñéndole, le acerque a mí para darle un fuerte y violento puñetazo en el mentón que empujo su cabeza hacia atrás mientras él se agarraba a mi brazo dispuesto a no soltarme. Sin lugar a dudas iba a contraatacar, y yo lo estaba deseando.
Acababa de dar el primer paso y eso solo significaba una cosa; la tormenta acababa de estallar.

Como vampira, podía escuchar ambos pensamientos si se me antojaba el hacerlo, pero me mantuve al margen sólo hasta que sus rostros dejaban atrás una máscara de cordialidad para dejar entrever sus diferencias. Sabía que aquello no iba bien y debía frenarlo... pero era egoísta y adoraba sentirme una diosa cuando dos hombres peleaban por mí. Me hacía sentir poderosa, amada, idealizada, deseada... No pude evitar sonreír, con la copa de vino aún entre mis dedos y observando sus gestos con curiosidad y una pizca de morbo mientras permanecía sentada sobre el piano, deseando que empezara aquella obra teatral que poco tenía de teatro.

Sin embargo, mi sonrisa triunfante se desvaneció cuando Wolfgang empezó a pasearse por el salón, rozando mi rodilla y su mente empezó a recordar nuestras intimidades. Incluso la primera vez que nos vimos, en aquél lago. O las escenas de la cueva. Y cómo no... lo sucedido en mi lecho hacía escasos días. Mordí mi labio inferior, dispuesta a frenar aquello. No por Wolfgang, sino por Jerarld. Él no merecía aquello. Él no...

Se me adelantó. Salvajemente, se me adelantó. Se lanzó contra el lobo y ambos empezaron a pelearse descontroladamente, con ira y rencor. Sentía el odio de uno y la rabia del otro. De un brinco bajé del piano y dejé la copa sobra éste, acercándome a ellos justo cuando Wolfgang sacaba su temible arsenal de armas contra vampiros. Entonces me detuve.

- Guarda eso, Wolfgang, no lo necesitarás.- le dije con voz melosa, intentando calmar sus ánimos.- Con el diálogo se arreglan estos asuntos, ¿de acuerdo? Seamos civilizados, por favor.

Pero nada cambió pese a que yo me encontraba justo en medio de ambos, con la tensión a flor de piel y el odio que ahogaba el ambiente. De pronto, un llanto estremecedor proveniente del piso superior me alertó de que la pequeña bebé se había despertado. No obstante, ninguno de los presentes conocía aquél secreto que guardaba desde hacía un par de noche, desde que la había salvado de morir ahogara en un río. Retrocedí unos pasos hasta situarme junto a la escalera.

- Debo ocuparme de un asunto... no os matéis en mi corta ausencia.- adevertí con seriedad, volteándome y corriendo escaleras arriba para llegar a mi alcoba, en la que, enredada entre mis sábanas, la frágil y pequeña humana lloraba a pleno pulmón. Sonreí con dulzura y la atraje hacia mí, acunándola entre mis brazos y cantándole una nana para que se durmiera. Ella bostezó y se agarró a mi dedo índice, sin querer soltarlo.

Mientras, en el salón...

…Mientras en el salón ambos nos mirábamos con odio y rencor cada uno quieto y expectante, curiosos por saber el paso que daría el otro.
Wolfgang sostenía sus armas con fuerza entre sus manos, dispuesto a usarlas.
Que Eyra se interpusiese entre nosotros no significaba que ninguno de los dos fuese a escucharla.
Sin embargo no pude evitar sentir curiosidad con aquello. Un llanto? De quien? Porque? En qué momento? En fin…Eyra tenía su vida y sus cosas pendientes, y ya bastante me estaba metiendo en sus vidas como para mas encima preguntar por esto.
Aunque al contemplar la cara de Wolgang pude apreciar que incluso el parecía consternado. Ni él entendía que estaría pasando en el piso superior.
Quite esos pensamientos de mi cabeza para centrarme en quien tenía delante.
Si creía que con sus juguetitos lograría asustarme iba de listo. Quizás yo no fuese armado en ese entonces, pero eso no significaba que no pudiese defenderme.
Definitivamente había sido una mala noche para dejarme en casa aquel bastón que ocultaba una espada de plata en su interior. Intentaba convencerme de que vivíamos tiempos civilizados y que no iba a necesitar esas armas, pero no, aun no era así.
Además tampoco me hacía gracia la idea de llevar armas de plata encima, teniendo como mejor amigo a Finn…Uno de los licántropos más creativos, inteligentes y retorcidos de la ciudad…Definitivamente no me gustaba llevar armas encima y menos de plata.
Ambos comenzamos a pasearnos delante del otro, silenciosos y agiles, acortando distancias.
El seguía pensando en ella, intentando que perdiese el juicio. Le sonreí apretando la mandíbula, y decidí centrar mi atención en como esquivar sus juguetitos. Yo ya había perdido el juicio.
-Es que no te agrada ensuciarte las manos? Yo esperaba mucho mas de tu raza, susurre en su mente, intentando picarle. Ya sin razón, yo no era así con nadie, ni con mis enemigos, pero no estaba siendo racional, no estaba en mis cabales. La poca cordura se acaba de ir hacia unos minutos al ver las muestras de cariño que la pareja se profesaba.
Ahora solo veía a un hombre que me había arrebatado todo lo que yo mas quería en el mundo y no podía ver nada más que eso.
Sin embargo para mi sorpresa esta vez fue él quien dio el primer paso, acercándose veloz con sus armas, mientras yo le esquivaba, y ambos comenzábamos a forcejar en escasos segundos.
Intente agarrar su mano para arrebatarle aquella pistola, y eso nos hizo desestabilizarnos. Ambos caímos al suelo y rodamos como si fuéramos niños pequeños en una pelea del colegio.
Me apresure en rodar para poder situarme sobre él y así morderle. Pero sus armas seguían allí entre nosotros. Sin embargo logre que descuidase un momento su costado izquierdo y me abalance veloz aprovechando la oportunidad para acercarme y poder morderle en el hombro.
Mis dientes desgarraron la tela de su ropa y parte de la piel con violencia, pude notar el sabor de su sangre, haciendo que él me gruñese furioso.
Todo estaba pasando demasiado rápido, ambos agiles y fuertes parecíamos bastante igualados en el suelo…Fue entonces cuando aprecie que su daga estaba más cerca de mí de lo que yo imaginaba…

Y tal y como decía aquella canción noruega, moví mis dedos tras la barbilla de la niña y los moví coordinadamente hasta hacerla reír a carcajadas, sabiendo que eso le daba confianza y tranquilidad. Efectivamente, escasos minutos después ella bostezó y sus ojitos lucharon para mantenerse despiertos, algo que apoveché para mecerla entre mis brazos, tarareando ahora una nana que cantaba mi abuela. De pronto, un fuerte olor a sangre y algunos golpes en los cimientos de mi casa me alertaron de que algo iba mal en el piso inferior. Frunciendo el ceño, dejé a la pequeña en su cuna y bajé las escaleras con rapidez, observando aquél deplorable panorama. Wolfgang derramaba sangre de su hombro mientras que Jerarld se retorcía de dolor al verse herido por una daga. Proferí un gruñido con ira y me avancé a ellos para separarlos de forma brusca, mirándolos con rencor.

- ¡Pandilla de críos! ¿Qué clase de forma es esta de solucionar los problemas? ¿No decíais ser caballeros? Aquí lo único que veo son un par de lastimosas fieras salvajes... ¿y sabéis que hago con esos animales incivilizados? ¡Echarlos de mi casa!- les grité sulfurada, mirando primero a Wolfgang, luego a Jerarld y volviendo mis ojos a mi pareja.

Respiré profundamente e intenté calmarme, viendo fugazmente la herida de Wolf y después la de Jerarld. La del vampiro tenía peor pinta, así que me dirigí hacia él sin mediar más palabra, ni siquiera mirándole. Entreabrí mis labios para dejar entrever mis colmillos y me rasqué las venas de mi muñeca, ofreciéndole mi sangre como medicina sanadora.

Mientras él bebía, yo dirigí mi atención al licántropo y meneé la cabeza. Aquella noche terminaba allí y ahora, de eso estaba segura. No pensaba decantarme ni por uno ni por el otro, dado que ambos se habían comportado pésimamente y el respeto hacia mi persona era nulo. Ambos me habían fallado, pero aún así, Jerarld era el que más razones tenía para estar cabreado conmigo o con Wolfgang. Al fi y al cabo, después de lo ocurrido en Noruega le debía una disculpa y una explicación. Suspiré disimuladamente y le miré.

- Ahora quiero que ambos os marchéis.- espeté malhumorada, clavando mis ojos en los del vampiro de forma que percibiera algo en mi mirada, algo extraño...

Jerarld, sé que oyes mis pensamientos. Quiero verte en el Jardín Botánico dentro de dos noches, ¿de acuerdo? Ahora vete y no me falles, te estaré esperando.

Le hice un leve guiño disimulado para que mi pareja no lo viera y aparté mi muñeca de sus labios, dejando que la herida sanase con rapidez. Me retiré de su paso y me crucé de brazos, esperando a que fuesen desfilando en silencio y, por supuesto, esperaba una sincera disculpa por lo acontecido en mi salón.

Entre el forcejeo su daga desgarro mi cuello causando una hendidura profunda, no fue un corte largo, pero fue precisamente en una zona venosa, así que no tarde en comenzar a desangrarme.
Nos revolvimos en el piso, mientras yo intentaba que aquel corte no me frenase, después de todo había sido con un arma y aquello implicaba que sanaría más rápido que si me hubiese atacado mordiéndome, como había hecho yo con él.
Ambos forcejeamos aun intentando zafarnos de las manos del otro, cuando de repente, como si hubiese sido para limar asperezas, él disparo aquella pistola.
La bala rozo mi pierna, quemando a su paso pero sin alcanzar a alojarse en mi carne, aquello parecía una espiral sin fin, hasta que Eyra apareció mostrando una mirada de pánico al principio, una mirada que luego se torno en un profundo horror y rabia.

Se abalanzo con prisas para separarnos, de esa forma tomamos distancias, mientras yo me apresuraba en tapar el corte de mi cuello que no dejaba de sangrar. Comencé a sentirme mareado, ya sin saber si era por la pérdida de sangre o por aquella odiosa situación en la que me veía involucrado. Seguía preguntándome porque seguía allí, estaba más que claro que no era bienvenido, quizá era un masoquista y aun no lo sabia...

Eyra se acerco a mí mordiendo su propia muñeca, deseaba apartarla y decirle que no le necesitaba, pero no me veía en esas condiciones, así que succione unos sorbos de su esencia, notando como rápidamente me recomponía. Después de todo había sido un corte limpio con un arma de metal.
Solté su muñeca y me aparte aun demasiado enrabiado para pensar de forma lógica y racional. Pero intente mantenerme sereno, al menos para oír lo que ella decía.
Los ojos de Eyra tenían algo extraño, había muchas cosas que aclarar aquella noche, eso estaba claro, aquel llanto del piso superior aun rondaba en mi mente sin encontrar explicación alguna. Pero esto era otra cosa.
Escuche aquel susurro casi imperceptible en su mente. Porque!? Porque quería verme otra vez? No le bastaba con esta situación? Es que quería seguir torturándome? Apreté los dientes ya sulfurado, pero me calme al escuchar todo aquel pensamiento.
No…parecía algo diferente, había algo que no nos estaba diciendo a ninguno de los allí presentes.
Fuese como fuese iba a acudir a aquella cita. Había demasiadas cosas que aclarar. Y si iba a ser la última vez que le veía, pues deseaba que quedase todo en orden. La eternidad era demasiado larga para convivir con las dudas.

Camine hacia la puerta, y me gire para contemplar a aquellos dos, aun tenían una larga noche por delante y de alguna forma me alegraba de poder irme ya, pero aun no estaba conforme.
Contemple a Wolfgang que aun tenía aquella pistola en su mano. Me concentre en él, y en su arma, dándole una orden directa.
Su brazo comenzó a moverse, mientras el miraba su mano y su arma sin entender porque se movían, me miro gruñendo, sabiendo que era yo quien se lo ordenaba.
Su pistola subió apuntando a su rostro, y él me miro colérico. Pero no, no pensaba dispararle a la cara…hice que su brazo cambiase de postura mientras él se sujetaba el brazo para no moverlo sin poder hacer nada por frenarse.
Eyra me miro enfurecida, gruñéndome, y diciéndome que parase, pero no me digne a mirarla, hice que la pistola apuntase a su entrepierna y se disparase, dando el pobre licántropo un gran alarido de dolor que le hizo retorcerse.
El también me había disparado, así que estábamos en paz. Tampoco creía que su descendencia fuese a estar afectada por aquel disparo…pero bueno eso solo el tiempo lo diría.
Eyra corrió hacia el veloz, lanzándome una mirada asesina, sin mediar palabra alguna.
Me aparte el cabello que tapaba mi vista con calma, para mirarles por una última vez.
-Te diría que lo siento querida…Pero nunca me ha gustado mentirte.
Me gire dándoles la espalda y salí de aquella casa dispuesto a no mirar atrás.
Aquella noche había perdido muchas cosas, pero la tozudez aun seguiría conmigo hasta el fin de mis días.

Jerarld fue el primero en moverse en aquella sala dónde se respiraba de todo excepto armonía. El vampiro, desde el umbral de la puerta por el que se disponía a cruzar, dio una órden a Wolfgang bajo mi inquisitiva y furiosa mirada.

- ¡Deja de hacerle daño, Jerarld!- le grité al aludido, dirigiéndome al licántropo e intentando contrastar el poder mental de Jerarld con el mío. Y lo lograba... hasta que Wolfgang apretó el gatillo y fue demasiado tarde.

Gruñí a Jerarld y me preparé para atacarle cuando Wolfgang se deshizo de mis manos, retorciéndose de dolor en aquella moqueta ya ensangrentada. Mi pareja se desgarró la camisa y la usó para cubrirse las heridas mientras yo mordía mi labio inferior, abrumada por todo lo ocurrido, sin saber cómo actuar. La puerta se cerró de pronto, sabiendo que el vampiro había abandonado la estancia. Me arrodillé junto a Wolfgang, intentando ayudarle pero sin que éste me dejara. Me odiaba. Me odiaba profundamente y no intentaba disimularlo. Jamás me perdonaría que no interfiriera en aquella lucha de niños. Y aquello me molestó, aunque no creí oportuno gritarle en su estado.

- No defendí a ninguno de los dos, Wolfgang.- espeté sin mirarle.- Puedes odiarme por no matar a mi amigo... y él puede odiarme por no matar a mi pareja. Pero fue mi decisión y tendréis que respetarla.

Dicho eso, miré por una pequeña ranura de la ventana por la que la luz empezaba a traspasar. Estaba amaneciendo y debía irme a descansar si no deseaba que mi cuerpo sufriera el precio del insomnio vampírico. Sin más palabras ni gestos, dejé a Wolfgang allí, en aquél salón desorganizado y ensangrentado, mientras yo subía las escaleras camino a mi alcoba. Antes de adentrarme a ella, Jean salió de su recámara, asustado por mi semblante malhumorado e incapaz de preguntar lo sucedido.

- Encárgate de cerrar la puerta cuando Wolfgang se retire.- le ordené con severidad, cerrando la puerta de mi habitación tras de mí, suspirando apesadumbradamente.

Wolfgang había dicho algo que me había abierto los ojos aquella noche. ¿Porqué no le había defendido, siendo él mi pareja? ¿A caso anteponía una amistad o unos lazos raciales al amor verdadero? Me conocía lo suficientemente bien como para saber que eso no era así. Había una razón de mayor peso. Una razón con nombre propio: Jerarld Délvheen.



Off: Cierro tema, chicos Un placer ^^