Cambio de ciudad, misma carcel [Libre]

París ciudad de...Ricachones creídos con vestidos caros que nos miraban con desdén a mi y a mi perro, Payaso. ¿Qué problema tenían con los gitanos? Si robábamos era por necesidad, porque nadie nos ofrecía un buen trabajo y teníamos que sacarnos las castañas del fuego.

-Vamos, Payaso-le susuré a mi perro-Vamos a darles una lección de humildad a estos estúpidos ricos blancos.

Payaso ladró mostrándose de acuerdo. Acaricié su pulgosa cabecita y miré su ojo tuerto. Pobre perro viejo, todo lo que había sufrido en su vida.

Comencé a caminar entre el gentío que se apartaba cuando me veía pasar al ver mis pendientes mi pañuelo atado a la cabeza del que sobresalían los rizos morenos, la camisa ancha y abierta, mi tatuaje, la cruz de mi pecho...Para todos ellos yo sólo simbolizaba la perdición, al igual que toda mi raza.

Me detuve en seco al ver a un bigotudo ricachón gritándole a un panadero y lanzándole al pan a la cara porque no estaba demasiado hecho. Me crují los nudillos y cuando iba a zurrarle...

Me encontré con la cara pegada al suelo. Temiendo que fueran guardias hice un rápido giro y atrapé a la persona que me había agradedido contra el suelo.

-Eres una...mujer-dije conteniendo el aliento. Me aparté de ella y me puse en pie rápidamente ayudándola a levantarse.

Me reí con su contestación, aunque instantáneamente adoptó una actitud mucho más sumisa y me pidió disculpas. Ladeé la cabeza mientras la escuchaba y repasaba sus ropas y su postura. Sin duda esta chica era rica, y muy rica. No sabía como tomarme aquello, con mi aversión natural hacia todo aquello que dividiese a la sociedad en clases.

Observé su cabello rubio, extremadamente claro, muy limpio, algo alborotado por la carrera, y la piel a la que nunca le había dado de lleno el sol como a los que vivíamos en la calle.

-No pasa nada, un tropiezo lo tiene cualquiera- dije encogiéndome de hombros.

Ella reparó en Payaso y pensé, que como todas las damas estiradas, iba a propinarle una gran patada en el costado y a gritar que quitase a aquel perro pulgoso de su vestido, pero no lo hizo. Se agachó y comenzó a acariciarlo con cariño. No pude evitar sonreír.

-Se llama Payaso- el perro me miró meneando la cola cuando pronuncié su nombre- Y está algo viejo, pero por lo que veo aún le gustan las féminas jóvenes.

Reí y Payaso ladró mientras le lamía la mano a la chica.

-Por cierto, mi nombre es Cam Rohan, señorita-le hice un revrencia-¿Y usted es...?

-Le puse ese nombre cuando yo era un niño. Payaso me siguió desde la plaza hasta el campamento gitano y por aquel entonces estaba loco con nuestro circo-sonreí- Así que decidí que ese debía ser su nombre y desde luego hace gala de ello.

Aguardé hasta que me dijese su nombre. Emily Grenine. Me gustaba, sonaba bien. Vi que parecía algo nerviosa y de repente echó a andar hacia otra calle.

-¿Le molestaría si le pido que cambiemos de ubicación, Monsieur?- dijo Emily caminando hacia delante sin mirara atrás. Quizás poseía la certeza de que la seguiría y, aunque yo siempre solía dar sorpresas y tuve la tentación de no hacerlo, lo hice.

Payaso la alcanzó antes que yo y se dedicó a dar brincos a su alrededor ladrando y tirando de su falda sin parar. Le dediqué una mirada de reprobación y el perro tuerto se calmó y acompasó su paso al mío.

-¿Por qué tanta prisa, señorita?-le pregunté colocándome a su lado-¡Parece como si hubiera visto al diablo!-exclamé en tono jocoso sonriéndole.

Un par de ratas se cruzaron en nuestro camino y Payaso les gruñó. Yo seguí caminando al lado de Emily mirando al frente. A lo lejos se veía el inicio del barrio de Monmartre. La sujeté del brazo.

-No vaya por ahí, señorita-le recomendé-La atracarán y la violarán seis veces antes de que quiera darse cuenta.

Emily hizo algo muy extraño. Miró hacia todas partes y se cubrió la rubia cabecita con su cinturón sucio. Luego me arrastró hacia la pared. La miré sorprendido mientras me dejaba llevar por ella. Nos detuvimos frente a frente.
Empezaba a pensar que esta chico era muy atrevida y quería lo que todas las ricas o que realmente había perdido un tornillo en algún momento de su vida hasta que me explicó que sucedía.

Miré a la mujer que ella me señalaba. Tenía un aspecto estricto y serio y no dejaba de mirar en todas direcciónes en busca de la pobre Emily. Si de verdad era una señora tan seria como aparentaba habría una cosa que no soportaría ver.

Me giré hacia Emily y le cogí las manos para ponérmelas en los hombros.

-Gira la cabeza así-le susurré entre dientes-Parecerá que nos besamos y ella se escandalizará, espero. La otra opción es desnudarme delante de ella y me arriesgo a que me zurre-bromeé poniéndome en una posición que fuese creíble.

Esperaba que esto surtiese efecto, porque si no pillarían a la muchacha iiremediablemente.

La mujer se marchó y suspiré, aliviado. Pensaba que al final nos pillaría y su enfado sería mucho mayor con la joven Emily.

Cuando se fue nos separamos, algo avergonzado yo por habérseme ocuriido esa idea. Quizás estaba un poco molesta creyendo que había intentado aprovecharme o algo. Sin embargo me dio las gracias y así fue como me entere de que esa mujer era su Nana.

Emily se quitó el sucio cinturón de la cabeza y trocitos de barro se quedaron agarrados a sus cabellos dorados. Sonreí al evrla así, parecía que se acabase de revolcar por el suelo.

-Si lo que quieres es quedarte sola en París no puedes ir vestida así por las calles-miré su atuendo que aunque estaba sucio se veía caro- te llevaré por todas las zonas prohibidas de París si primero dejas que te consiga algo de ropa menos llamativa-le propuse.

La chica me intrigaba y me divertía, así que decidí ser su guía por aquellas calles peligrosas. ¡Quién sabe la de aventuras que encontraría con semejante persone al lado!

Payaso cazó un ratón que pasaba y se entretuvo en torrturar al pobre animal mientras yo sonreía amablemente a Emily.

-No está lejos, es la casa de unas amigas.

Le sinreí ampliamente cuando vi que aceptaba mi propuesta. Silbé a mi perro y volví hacia donde habíamos tenido nuestro encontronazo. Su Nana no se veía por ninguna parte así que caminé seguro hasta la otra punta, mirando de cuando en cuando hacia atrás y deteniéndome para esperar a que se acompasase a mi paso.

- Sólo tenemos que meternos por esa otra calle-señalé una que comenzaba y en la que se veía ropa tendida- Estas amigas tienen algunos vestidos viejos que ya no usan porque no son demasiado atractivos para su profesión...

Suspiré. Estas chicas eran prostitutas, pero muy buenas amigas. Nos metimos por la calle que le indique y nos detuvimos frente a una puerta de aspecto viejo que tenía un pañuelo de seda rosa clavado con clavos. Indicador de que ellas eran las prostitutas de esa zona. Llamé y enseguida nos abrieron la puerta.

-¡Cam, querido!-una joven pelirroja de grandes pechos salió para darme un abrazo cariñoso. Se apartó sonriendo-¡Y traes una amiga!

También la abrazó a ella. Me pregunté si Emily se escandalizaría por como iba vestida. Llevaba un corsé ceñido y no llevaba falda. Suspiernas estaban embutidas en unas medias de red.

-Yo soy Lorraine-se presentó a Emily-¡Pasad, Pasad! ¿En qué puedo ayudaros?

Lorraine nos condujo hasta el interior de la casa y nos ofreció sentarnos en un cómodo sillón. Al instante aparecieron las otras tres chicas: dos rubias y una morena, todas sonrisas.

-¡Cam!-me saludaron-Iban vestidas de igual manera que Lorraine e incluso algo menos tapadas-¡Hola, hola!

-Hola, Serene, Tiana y Beatrice- las saludé brevemente con una sonrisa y unos abrazos. Me giré hacia Emily-Chicas, ésta es Emily y se ha escapado de la estirada de su Nana. Necesita un vestido para no hacerse notar por los bajos fondos de París.

Lorraine la agarró de la mano, entusiasmada.

-¡Veamos que tenemos para ti!- exclamó tirando de ella hacia las escaleras.

Aguardé a que las chicas acabasen de vestir a Emily. Las había conocido cuando apenas contaba con seis primaveras. Ellas me sacaban casi tres años cada una y nos hicimos amigos enseguida. Luego comenzaron a dedicarse a la prostitución para dales algo de comer a sus pobres familias. Las admiraba. Yo nunca me había prostituido pero tenía que ser horrible entregar tu cuerpo cada noche a una persona distinta sin sentir cosas verdaderas por esa persona.

Unas risillas y unos pasos apresuraron delataron que las mujeres volvían. Las esperé sentado con una sonrisa. Esperaba que no hubieran convencido a Emily para ponerse medias de ligas. Suspiré cuando la vi bajar a Emily con un vestido celeste, sencillo, pero que en ella parecía elegante y caro. Quizás por la forma en que se movía, en como mantenía una cortés sonrisa todo el tiempo.

También se habían encargado de su cabello. Habían quitado los trocitos de barro que habían quedado adheridos a su melena y la habían recogido en una coleta alta. Mis amigas le contaban cosas y la halagaban. También le daban las gracias por el vestido que ella les había regalado.

-¿Qué te parece, Cam?-preguntó Tiana con entusiasmo- ¿No está fabulosa?

-Si-respondí sonriéndoles. Le guiñé un ojo a Emily y le pregunté:-¿Lista para recorrer París como una pueblerina más?

Serena acarició una vez más su cabello antes de acercarse a la puerta y asomarse. Entró con el ceño fruncido.

-Chicas, tenemos clientes-nos miró significativamente a Emily y a mí-Será mejor que os marchéis antes de que seáis espectadores de como el rico monsieur Deveraux le es infiel a la bruja de su esposa con todas nosotras.

Emily aguardaba expectante. Reí por lo bajo; iba a ver todo lo que le habían prohibido ver a lo largo de su vida y me satisfacía ser yo quien se lo enseñase. Me sentía como un maestro con un nuevo pupilo.

-Vamos a acercarnos a algunas calles poco recomendables-miré al cielo-Por suerte aún no se ha escondido el sol y no hay demasiado peligro...-la miré sonriente- Aunque yendo conmigo no te tocarán ni un pelo de esa cabecita rubia.

Comencé a andar hacia la izquierda con pasos seguros y confiados. Observé a Emily de reojo.

-¿Y usted de dónde es, Madame?-interrogué con auténtica curiosidad- Habla perfectamente pero su acento no es de aquí.

Saltaba a la vista que era de fuera de Francia. Tenía una forma peculiar, aunque encantadora, de pronunciar las palabras. Además, si fuese una damade París temería enormemente a lo que le pudieran decir por ir al lado de un gitanillo. No, esta chica era de fuera, pero ya conocería las costumbres parisinas y comenzaría a asistir a fiestas de la alta sociedad y se olvidaría de este primer encuentro con un muchacho pobre y su perro tuerto.


Ese pensamiento me desalentaba, pues la chica me caía excepcionalmente bien y no me importaría ser amigo suyo. Pero las clases estaban para lo que estaban y un día era un día. Su Nana la encontraría de nuevo y se la llevaría a rastras de aquí tarde o temprano. Fin de la historia.

Llegamos a la calle que yo buscaba: " Rue de la Grande Truanderie", la Gran truanería, lugar de ladrones, borrachos y prostitutas, sí. Mis amigos al fin y al cabo, los únicos que me dejaban acercarme lo suficiente sin llamar a la policía.

La Taberna de la calle estaba abierta. Sonreí a Emily.

-Señorita, ¿ha estado alguna vez en el interior de una taberna?

Del Reino Unido, el mismo lugar que me había visto nacer y al mismo tiempo me había visto huir con pocos días de vida. El lugar donde mis padres habían sido asesinados violentamente. Suspiré. No había llegado a conocerlos pero mi abuela me había hablado tanto de mi padre que era como si aún siguiese vivo: su sonrisa fácil, su capacidad para meterse en todo tipo de líos, los ojos oscuros y rizos negros que ambos compartíamos...Sin embargo no sabía demasiado acerca de mi madre. La abuela Fiona me había contado que ella era una dama de clase alta y que era muy joven cuando me tuvo. Ella había dicho que yo tenia su nariz y trataba de imaginármela a partir de aquella nariz. La abuela no hablaba de ella porque decía que preferia abandonarme antes que cargar con la vergÜenza de casarse con un hombre gitano del que se había quedado prendada.

Reparé en que Emily se escondía detrás de mí y le sonreí para infundirle ánimos. No dejaría que le pasase nada, porque si alguien la atacaba...Sería el total y completo culpable y no me lo perdonaría. Le guiñé un ojo para disimular mi propia preocupación.

-Vayamos adentro, señorita de Yorkshire-le susurré- Aunque parezca mentira suelen ser inofensivos...

Entramos en la taberna y miramos en derredor. Este era mi ambiente, en el que yo había tenido que vivir; no me asustaba y, aunque conocía poco a Emily, empezaba a pensar que la joven rubia era más atrevida de lo que parecía en un primer momento.

A un lado un pianista tocaba una animada canción acompañado de saxofones y un violín. Más allá un grupo de hombres jugaba a las cartas y se miraban fijamente intentando no hacer trampas con todas sus fuerzas. El tabernero contaba un chiste verde a voz en grito a un mayor número de clientes, tanto hombres como mujeres, que estallaron en carcajadas cuando acabó de contarlo.

Las mesas estaban ocupadas por una o más personas. Una anciana borracha hasta arriba dormitaba en una esquina mientras una pareja echaba a bailar en mitad de todo. Las personas les aplaudían y pronto descubrí que me reía.

-¿Quieres beber algo?-le ofrecí a Emily-¿O prefieres que te enseñe a bailar estos bailes de pueblerinos?-le pregunté burla´ndome de ella al tiempo que le guiñaba un ojo y hacía uno de los movimientos que el hombre bailarín acababa de hacer.

Se movían con gracia, levantándose las faldas ella para poder moverse mejory riéndose sin parar, los dos a la vez de la misma forma. Tenían una compenetración increíble y más de uno se había quedado embobado mirando aquella sucesión de saltos giros y complicados movimientos con los pies. ¿Emily habría visto esto alguna vez? ¿O ella sólo conocía esos bailes lentos y desesperantes de los que siempre hablaban los que habían tenido la oportunidad de ir a alguna fiesta de la clase pudiente?

Emily accedió a que la enseñase a bailar y me sentí contento por ello. Quería demostrarle a esa chica que nosotros éramos felices también aunque tuviésemos menos recursos.

Como ella ya aferraba mi mano, no hizo falta que se la tomase para conducirla hasta el pequeño círculo que habían abierto para los bailarines. Me puse delante de ella y fuí soltándole la mano con suavidad. Comprendía sus temores, ella nunca había vivido esto antes y había demasiado ruido, colorido, personas diferentes...¿Le agradaría todo esto? ¿Se arrepentiría de haberme seguido? Esperaba que no de todo corazón. Hoy estaba siendo un día excepcionalmente entretenido gracias a ella.

Comenzó una nueva pieza más alegre, acompañada de un acordeón. Le indiqué que ella debía poner las manos en las caderas e hice varios pasos con los pies acompañado de una vuelta y un golpe en el suelo con el talón.

-Intenta eso-le dije más animado al ver que el resto de personas se lanzaban a bailar de la misma forma que yo había hecho para mostrárselo a Emily-.Mira, todos te ayudan-le susurré sonriente.

Algunas mujeres le indicaban como hacerlo con más gracia de lo que yo lo había hecho. El acordeón repitió el sonido varias veces mientras todos a una enseñábamos a Emily los primeros pasos. No pude evitar soltar una risita cuando nos detuvimos y le hicieron un corrillo para que ella los imitase. El acordeón comenzó a sonar de nuevo mientras le hacíamos palmas de ánimo.