Sangre, Sexo y Alcohol [Privado Isis, + 18]

Recuerdo del primer mensaje :

Gianella no estaba allí. La persona que estaba en ese callejón aquel día no era ella. Dejó de serlo cuando las botellas de cerveza, ron, tequila y vodka nublaron su cuerpo y su mente, haciéndola desinhibirse, haciéndola tan libre como dictaban sus instintos y sus deseos.

Sus manos se movían solas, acariciando ese cuerpo frío y pálido de arriba a abajo y de abajo a arriba con desenfreno, buscando torpemente algún cierre o algún botón que le ayudara a deshacerse de ese vestido que le limitaba a simplemente sentir el roce de sus ropas. Y el de la fría pared contra su espalda, claro.

¿Y su boca? Se alternaba entre los labios y el cuello de la mujer inmortal en medio de gruñidos cargados de excitación y de calentura animal, sin importarle en lo absoluto que a ratos probase su propia sangre traspasada desde los labios ajenos que habían dejado una herida de mediana consideración en su cuello a causa del mordisco que había dado inicio a ese encuentro iniciado en esa habitación oscura. La sangre manchaba sus cuerpos, y al mismo tiempo aumentaba la líbido de ambas mujeres; aunque el alcohol también era un factor extremadamente importante. Él había provocado aquella aberración de la naturaleza, y sólo él podía conseguirlo; sólo él podía dar inicio a locuras como esas...locuras que a la larga nada más que sólo el instinto podía detener.

La vampira no le dejó tiempo a nada que le permitiera recuperarse de manera ínfima, ni mucho menos estabilizarse; todavía sufría espasmos por su fuerte orgasmo, algunos de ellos violentos, y la inmortal ya estaba atacando sus labios, degustando luego el sabor del interior lupino. Luego la contempló como pudo con su mirada borrosa, haciendo un esfuerzo enorme por tratar de enfocar y prepararse para lo que viniera, o al menos estar atenta en caso de que fuera algo que le pudiera perjudicar…pero su cuerpo estaba entregado y sus cadenas internas al límite. Un humano común ya estaría en total inconsciencia o delirio, e incluso un sobrenatural débil ya estaría sometido absolutamente a la voluntad ajena que la seguía doblegando a punta de besos, lamidas y tirones, aparte de esa voz y esa mirada auténticamente demoníacas que parecían excitarle más aún en vez de provocarle algún insignificante temor. Sonrió como pudo, con las mejillas totalmente rojas y el cuerpo regado de sudor y unas cuantas manchas de sangre. - …- ¿Qué podía decirle? Su cuerpo no podía moverse por el agotamiento, mucho menos podrían hacerlo sus labios que sólo se desgastaban en abrirse y cerrarse en jadeos frenéticos, apretándose cuando su clítoris se vio poseído y estimulado. Las miradas se cruzaron, y Gianella percibió en ese momento cómo sus cadenas internas ya estaban con grietas, como si la mujer estuviera directamente con sus manos en su pecho haciéndolas polvo como quien toma un puñado de arena húmeda…

…y el mordisco en su muslo fue el tirón definitivo para liberar los instintos de la Loba, quien gruñió de manera completamente animal dando paso a un brillo amarillo intensísimo en sus pupilas y al aumento de tamaño y grosor de sus uñas y colmillos. Luchaba por no decapitarla, por no destrozarla y comerse sus restos clavando sus garras en la cama, agujereando las sábanas con una facilidad inmensa producto de su enorme fuerza que ahora no podía controlar. Pero no pudo controlar el placer que le azotó la cabeza contra la cama y le arqueó la espalda en una curva elástica que ayudaba a que los líquidos que la bañaban se deslizasen lentamente por su piel. Dejó caer la espalda y volvió a alzarla, así en varias repeticiones a causa del descontrol que tenía su mente, y su cuerpo que intentaba recobrar el dominio instintivo que el Lobo debía tener sobre sus presas. Pero la lengua de su “presa” le estaba haciendo pedazos, y más temprano que tarde esos gruñidos toscos se convirtieron en gemidos, aunque toscos de todas formas. La voz de la vampira resonaba en su mente, pero no se veía capaz de nada racional.

No en ese momento.

Y como si un hechizo se hubiera puesto sobre la humanidad de la licántropa, la bestia acompañó a la humana en aquel sometimiento, sin poder hacer nada más que reprimir inútilmente sus deseos de acabar con ella, de “pagarle” con creces el hecho de que le tomase y poseyese con semejante destreza, haciendo temblar cada centímetro de su ser con sus dedos y su lengua, quienes realizaban la definición gráfica de la perfección sexual en cada segundo que pasaba. Dentro de lo que pudo pensar, Gianella recordó lo incomparable que son los vampiros en la cama, su representación como símbolos del erotismo y la lujuria, y parecía que se había encontrado con la maestra de todos ellos, con una diosa nacida para el sexo; lo que no era malo, considerando lo bien que se pasaba y cómo lo estaba pasando.

Su respiración le jugó una excitante pasada quitándole en efecto la capacidad de respirar por unos segundos con aquel roce de sus colmillos, lo que causó una reacción en cadena alargando aún más los suyos propios, quienes al igual que todo su cuerpo estaban en el límite de su transformación, la cual no ocurría, supuso la Loba, por mera voluntad de quien seguía encima suyo, mirándola con esa sensación de dominio y triunfo mezclada con una arrogancia elegante que sólo ellos, sus enemigos mortales y eternos, poseían. Trató de sonreírle, corresponderle de alguna forma…pero sólo estaban sus ojos amarillos, sus orbes bestiales que se cerraron fuertemente por la nueva posesión brusca y violenta, pero no menos disfrutable. Ella también era ruda, ¿por qué no recibir lo mismo? ¿La vampira habría leído su mente? No lo sabía, y tampoco quiso saberlo a partir de ese roce de sus paredes internas, el cual le brindaba poderosas descargas a su cuerpo, haciéndole gritar a ratos por el placer que parecía no tener un final concreto. Sus suspiros, sus jadeos, sus gemidos…todo era perfecto; todo era tal y como la vampira lo planificaba. El pulgar en su zona más sensible fue no sólo un estímulo más, sino que le hizo levantarse con violencia al borde de otro orgasmo, pero únicamente alcanzó a ser un premio demasiado poderoso al control casi total que tenían sobre la italiana, quien con una pose cercana al desplomo disfrutaba de piernas abiertas, entregada absolutamente como una puta cualquiera. ¿Dónde había quedado su orgullo? Tirado con sus ropas y las botellas de alcohol en un rincón de la habitación.

Pronto la mujer le mostró la faceta que no le había mostrado en todo el encuentro: la excitación ajena era bastante importante, tanto que una porción de su muslo se vio mojada en poco tiempo al igual que sus labios, con la combinación siempre ardiente y morbosa de sangre y saliva, la cual se acentuó con la mordida feroz que la propia loba realizó en el cuello ajeno, comenzando a devorar su sangre, sin pensar en las consecuencias…Un pálpito fortísimo a su pecho, sus ojos cambiando del amarillo al negro, y un orgasmo que pareció transportarla por todo el universo antes de tirarla de golpe contra la cama casi sin fuerzas, con la boca y el mentón manchados del líquido vampírico.

El pacto se había hecho.

A partir de ese momento, Gianella se convirtió en un títere más del morbo vampírico, comenzando de inmediato a ser maniobrada como tal. El mentón se inclinó como si el cuerpo estuviera sin vida externamente, porque por dentro estaba en una verdadera guerra que la estaba poniendo a prueba al máximo, y que consumía todas sus fuerzas para intentar devolver alguna reacción decente que el alcohol, por desgracia –o quizás por fortuna, eso lo reflexionaría cuando tuviera algo de consciencia y lucidez- , se había encargado de rematar.

El mentón sin gotas de la sangre vampírica besó la superficie de la cama con suavidad, la cual se fue hundiendo sutilmente por la presión del cuerpo que recibía aquellas caricias frías como invierno ruso pero que provocaban en ella algo similar a una erupción volcánica que era contenida con la resistencia de un alambre, pero un alambre que no conocía la palabra “ceder”. Tantos años haciendo lo mismo y por fin estaba resultando, al menos cumpliendo su labor que era evitar la transformación fuera de la luna llena; pero aún así la situación era demasiado compleja para la loba; y lo fue más aún cuando entre sus profundos jadeos coincidió con las pupilas dominantes, aunque en estricto rigor no sabía lo que la vampira estaba viendo, y que un descanso estaba lejos por venir. Más temprano que tarde supo por qué.

Sus rodillas se apoyaron en la cama por obra y gracia de las manos inmortales y cerró los ojos amarillentos, tragando saliva constantemente para tener aunque fuera una pizca de tranquilidad; sin embargo todo se fue al diablo que representaba aquella mujer que ingresaba a su interior ficticiamente con el objeto que había mirado pero no visto cerca de ellas, haciéndole gritar una y otra vez sin posibilidad de responder al sometimiento de otra forma que no fuera cogiendo las arrugadas sábanas con las que antes se hacían llamar uñas, rasgando la tela como si fuera aire. Nunca había estado con un hombre, y la autoestimulación no era parte de sus costumbres, pero el sentir esa botella masacrar su interior fue lo más cercano a un miembro masculino. ¿Por eso gemía tan fuerte tratando de pegar su espalda a la boca egipcia?



Lo último que recordaba en su memoria de corto plazo era haber tenido a Satán a sus espaldas, follándola con una brutalidad que para ella había sido como ser poseída de verdad por un demonio de esos que los religiosos temían con pavor. Sus ojos entrecerrados y medianamente idos lentamente perdieron el color amarillo, y la saliva aún se salia por su boca como sus fluidos por su entrepierna temblorosa igual que todo su cuerpo. La respiración por fin fue disminuyendo su intensidad aunque su corazón seguía palpitando desbocado, y la fuerza de la resistencia licántropa dejó de ser ejercida.

Y la botella seguía allí, apretada en el fondo de sus entrañas…