AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Memorias [Privado][+18] (Paulette "Paul" Tudor y Domingo De la Vega)
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Memorias [Privado][+18] (Paulette "Paul" Tudor y Domingo De la Vega)
Recuerdo del primer mensaje :
12 Junio de 1187. Fragmento del Diario del Capitán, del Green Mary.
Ansió la llegada a tierra y escapar de mi propio barco, al que ahora veo como una tumba. De las veintiún almas que zarpamos de nuestra amada Inglaterra, sumadas a las de nuestros cuatro pasajeros... Solo regresamos siete.
Una extraña peste se ha impuesto entre nosotros, sin distinguir de hombre o mujer, de joven o de viejo. Mi buen Richard, nuestro medico... decía que desconocía la razón de la enfermedad. Nunca vi nada igual, que pudiera dejar tan debilitado el cuerpo humano, pues las herida...
**el resto de la linea, así como los siguientes pasajes del diario fueron arrancados en este punto**
Ansió la llegada a tierra y escapar de mi propio barco, al que ahora veo como una tumba. De las veintiún almas que zarpamos de nuestra amada Inglaterra, sumadas a las de nuestros cuatro pasajeros... Solo regresamos siete.
Una extraña peste se ha impuesto entre nosotros, sin distinguir de hombre o mujer, de joven o de viejo. Mi buen Richard, nuestro medico... decía que desconocía la razón de la enfermedad. Nunca vi nada igual, que pudiera dejar tan debilitado el cuerpo humano, pues las herida...
**el resto de la linea, así como los siguientes pasajes del diario fueron arrancados en este punto**
30 de Julio de 1187. Nota encontrada en el escribano Cooper Iron. Suicida.
A quien hallare esta nota sepa, que nunca quise el mal para los hombres de esta buena tierra. Se me prometieron riquezas y fortunas, con las que mi familia viviría durante generaciones.
Le temo, le temo con toda mi alma... Se que no esta vivo, pero le veo respirar. Se que no necesita alimentarse, pero le oigo decir que sale a hacerlo. Se que es un enviado del Diablo, pero parece un hombre.
Un hombre que siente un deseo potente de venganza, como ya me ha expresado alguna vez y sigue haciendome buscar aptas de nacimiento día tras día, desde aquel que llamara a mi puerta hace ya más de un mes. Lo hago espoleado por algún oscuro poder y no soy dueño de mi cuerpo, desde el día que vi la verdad, en el hijo de Satán.
No alcanzaba a comprender por que el español se interesaba por nuestros nobles, hasta esta terrible noche, en que halle los documentos, fragmentos que se deshacen entre mis manos al mero tocarlos. Es un papel pequeño y frágil... casi destruido.
He decidido llevarme el secreto conmigo. No habrá en mi la mancha de tal traición.
A quien hallare esta nota sepa, que nunca quise el mal para los hombres de esta buena tierra. Se me prometieron riquezas y fortunas, con las que mi familia viviría durante generaciones.
Le temo, le temo con toda mi alma... Se que no esta vivo, pero le veo respirar. Se que no necesita alimentarse, pero le oigo decir que sale a hacerlo. Se que es un enviado del Diablo, pero parece un hombre.
Un hombre que siente un deseo potente de venganza, como ya me ha expresado alguna vez y sigue haciendome buscar aptas de nacimiento día tras día, desde aquel que llamara a mi puerta hace ya más de un mes. Lo hago espoleado por algún oscuro poder y no soy dueño de mi cuerpo, desde el día que vi la verdad, en el hijo de Satán.
No alcanzaba a comprender por que el español se interesaba por nuestros nobles, hasta esta terrible noche, en que halle los documentos, fragmentos que se deshacen entre mis manos al mero tocarlos. Es un papel pequeño y frágil... casi destruido.
He decidido llevarme el secreto conmigo. No habrá en mi la mancha de tal traición.
Memorias de mi puño y letra. 30 de Julio de 1187.
Ingles, maldito ingles. Te creías muy listo, pero has cometido el error de pensar demasiado en la cajita tras el tapiz. La verdad, me ha sorprendido tu valor para saltar por la ventana, con aquella cuerda anudada tan torpemente a tu cuello. No creí que lo harías, ni siquiera cuando me he reído de ti, para hacerte ver lo ridículo de tu actuación.
Cooper Iron, afirmo, has fallado. Con regocijo he encontrado lo que deseabas llevarte al infierno contigo. Y ahora se la verdad, toda la verdad... y ardo en deseos de encontrarme con Sir Johann Tudor.
Ingles, maldito ingles. Te creías muy listo, pero has cometido el error de pensar demasiado en la cajita tras el tapiz. La verdad, me ha sorprendido tu valor para saltar por la ventana, con aquella cuerda anudada tan torpemente a tu cuello. No creí que lo harías, ni siquiera cuando me he reído de ti, para hacerte ver lo ridículo de tu actuación.
Cooper Iron, afirmo, has fallado. Con regocijo he encontrado lo que deseabas llevarte al infierno contigo. Y ahora se la verdad, toda la verdad... y ardo en deseos de encontrarme con Sir Johann Tudor.
Memorias de mi puño y letra. 22 de Agosto de 1187.
He disfrutado la velada, saboreando cada una de sus miradas y temores.
Con aquel fino bigote prendido de sus labios, para ocultarse y encasquetado en un traje varonil, no hace sino hacerme reír más, ahora que he descubierto la treta. Y aun así, he seguido el juego con galas y atenciones para ambos, hasta poder quedar a solas con Sir Johann.
Sir Johann es un autentico imbécil, que no ve mas allá de sus narices. Solo ansia riquezas y separarse de una vez por todas del monstruo que tantos honores le ha dado. He tenido que presionar duro y solo finalmente ante la mención de denuncia publica a su Rey, ha cedido.
Mi venganza esta cerca de verse cumplida. Paul Tudor, vais a morir. Tengo que mataros, por dejarme abandonado en vez de rematarme en nuestra batalla. Heristeis mi orgullo mas allá de lo concebible, me hicisteis creer loco por amaros, jugasteis conmigo.
Ahora yo os heriré en el fondo de vuestra alma... maldito sensible. Es hora de que os engalanen con vuestras verdaderas pieles y veremos cuan gallardo sois en vuestro real papel. Nuestra pequeña charla en el lago, solo ha abierto mi apetito varonil de poseeros ciertamente, pero me templare, para poder llevar a cabo mis fines.
Y cuando lo haga, os matare.
He disfrutado la velada, saboreando cada una de sus miradas y temores.
Con aquel fino bigote prendido de sus labios, para ocultarse y encasquetado en un traje varonil, no hace sino hacerme reír más, ahora que he descubierto la treta. Y aun así, he seguido el juego con galas y atenciones para ambos, hasta poder quedar a solas con Sir Johann.
Sir Johann es un autentico imbécil, que no ve mas allá de sus narices. Solo ansia riquezas y separarse de una vez por todas del monstruo que tantos honores le ha dado. He tenido que presionar duro y solo finalmente ante la mención de denuncia publica a su Rey, ha cedido.
Mi venganza esta cerca de verse cumplida. Paul Tudor, vais a morir. Tengo que mataros, por dejarme abandonado en vez de rematarme en nuestra batalla. Heristeis mi orgullo mas allá de lo concebible, me hicisteis creer loco por amaros, jugasteis conmigo.
Ahora yo os heriré en el fondo de vuestra alma... maldito sensible. Es hora de que os engalanen con vuestras verdaderas pieles y veremos cuan gallardo sois en vuestro real papel. Nuestra pequeña charla en el lago, solo ha abierto mi apetito varonil de poseeros ciertamente, pero me templare, para poder llevar a cabo mis fines.
Y cuando lo haga, os matare.
He casado a una dama inglesa y a un caballero español en la noche.
Jamas creí que vería tal unión entre nobles, y menos en la pequeña ermita de San Albert, que esta desalojada desde hace años, en lo alto del valle, es polvorienta y pequeña, con santos de madera astillados y afeados por la humedad... No es un lugar bonito para una boda, ni aun cubierto de flores, que es lo que he encontrado al llegar.
Sinceramente me sorprendió muchisimo la falta de testigos y la calidad de los mismos. Por el lado de la novia estaba Johann Tudor. Su señoría me expreso con dureza que debía casar a su "sobrina" sin demora. Por el lado del novio, sombras y polvo del camino.
El varón español se presentaba solo y sin presiones. Feliz pese a la palidez de su rostro, que asemejaba mas a un enfermo que a un hombre que disfrutara de plenas facultades. Ciertamente aun hoy tengo dudas de para quien era el hacha, del verdugo, que esperaba fuera de la pequeña ermita. Pero al igual que él, yo he sigo generosamente pagado, para callar.
La dama no parecía en cinta, ni el caballero un villano. Tiemblo al pensar en aquella hacha desmedida y afilada reposando contra el suelo, férreo el mango, entre las manos de aquel hombre callado, que nos observaba tras su negra capucha, meditando si ejercería o no, su profesión. Aun doy gracias por haber acudido aquella noche solo para casar, y no para confesar pecados.
En mi memoria anda fresca todavía, el recuerdo de la dama al dar su "Si, quiero". Fuera como entregarle las llaves de un largo encierro, pero no reflejaba mayor felicidad por ello.
El beso de marido y mujer... fue extraño. En ella descubrí miedo y repulsión. En él, mofa y ternura. ¿Por que se casan lo hombres, con tan extraños sentimientos? Realmente no sentí que casara a unos enamorados, pero si que vi en ellos cierta atracción por descubrirse, por encontrar... por que el uno, se unía al otro.
Que el señor les ampare y el tiempo les de sapiencia para amarse.
Edmun Murrel, clérigo. 24 de Agosto de 1187
Jamas creí que vería tal unión entre nobles, y menos en la pequeña ermita de San Albert, que esta desalojada desde hace años, en lo alto del valle, es polvorienta y pequeña, con santos de madera astillados y afeados por la humedad... No es un lugar bonito para una boda, ni aun cubierto de flores, que es lo que he encontrado al llegar.
Sinceramente me sorprendió muchisimo la falta de testigos y la calidad de los mismos. Por el lado de la novia estaba Johann Tudor. Su señoría me expreso con dureza que debía casar a su "sobrina" sin demora. Por el lado del novio, sombras y polvo del camino.
El varón español se presentaba solo y sin presiones. Feliz pese a la palidez de su rostro, que asemejaba mas a un enfermo que a un hombre que disfrutara de plenas facultades. Ciertamente aun hoy tengo dudas de para quien era el hacha, del verdugo, que esperaba fuera de la pequeña ermita. Pero al igual que él, yo he sigo generosamente pagado, para callar.
La dama no parecía en cinta, ni el caballero un villano. Tiemblo al pensar en aquella hacha desmedida y afilada reposando contra el suelo, férreo el mango, entre las manos de aquel hombre callado, que nos observaba tras su negra capucha, meditando si ejercería o no, su profesión. Aun doy gracias por haber acudido aquella noche solo para casar, y no para confesar pecados.
En mi memoria anda fresca todavía, el recuerdo de la dama al dar su "Si, quiero". Fuera como entregarle las llaves de un largo encierro, pero no reflejaba mayor felicidad por ello.
El beso de marido y mujer... fue extraño. En ella descubrí miedo y repulsión. En él, mofa y ternura. ¿Por que se casan lo hombres, con tan extraños sentimientos? Realmente no sentí que casara a unos enamorados, pero si que vi en ellos cierta atracción por descubrirse, por encontrar... por que el uno, se unía al otro.
Que el señor les ampare y el tiempo les de sapiencia para amarse.
Edmun Murrel, clérigo. 24 de Agosto de 1187
Última edición por Domingo de la Vega el Sáb Ene 07, 2012 10:51 pm, editado 2 veces
Domingo de la Vega- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 21/08/2011
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Re: Memorias [Privado][+18] (Paulette "Paul" Tudor y Domingo De la Vega)
Como se puede expresar el amor, sin palabras. Solo con el cálido susurro de la boca al unirse en el ser querido. Cada beso dado es una expresión infinitesimal del universo en el que desea tenerla por siempre a su lado, cada suspiro, cada caricia un cometa luminoso que viaja en su dirección. El rio que el español va abriendo paso, desciende rojo en ella, desde su seno turgente.
El corazón de Domingo late, gracias a la sangre que se propicia por su garganta. Una gigante rojo que estalla en su boca, cada vez que agolpan los sentidos tras una toma de su sangre, dejando a cada trago mas vacía a su amante. Desnuda su mente a la suya, la imbuye de dulces palabras, sensualiza su voz, hace saber que nunca mas estará sola, ni desprotegida. La muerte no es sino el principio, en alas del amor se resguarda, bajo los besos que la pierden, vientre, muslo y vulva.
Domingo, acoge a su esposa, a su enemigo, a su mas fiel e intima criatura, nacida en el deseo de compartir con alguien algo mas que una vida eterna, un camino. El secreto de esta conversión no radica en lo que uno solo de ellos puedan ganar, crece y se nutre, de lo que entre ambos pueden crear. Domingo sabe bien que esta matando cualquier futuro que pudiera albergar ese vientre, que en años venideros puede ser esta un motivo de tristeza, enojo e incluso perdida. Mas, los años pueden regalarles dichas y ser angosto el puente hasta tal hecho, por el momento solo el presente es visible y el futuro ha de hablarse con tinta muy fina... del pasado solo quedan rescoldos que se unen, entre España e Inglaterra, y pronto serán cenizas.
La mente de su amada hierve. Ella es y siempre sera afil de su reino, señora entre caballeros, y entre todos los de la fría Albión, no hay quien mas odio le genere que su cruel padre. Por un segundo Domingo ríe, su carcajada resuena por la habitación, mientras la estrecha entre sus brazos. ¿Eso quiere? Venganza. Si, es fácil concedérsela. El propio Lord Tudor se ha anudado la soga al cuello al permitirla entrenarse, ascender y escupirse como un caballero, un guerrero, y en el fondo de su alma... una asesina.
- Si, te enseñare como se hace, desde lo mas profundo de las sombras - murmura y sus labios recogen con lujuria y dulzura la sangre que mana piernas abajo, hasta lo mas recóndito de su ser. Las manos del español frotan su piel, arrullan su cuerpo en la promesa de un paso que hará eco en su eternidad. Su lengua agasaja la flor de su sexo, mima y recauda cada perla de pasión, cada gesto, cada suspiro que ella de, quedara gravado en su memoria. Lame y relame, postrando sus piernas sobre sus hombros, mutando lo que ella sintiera, de armonía en frenesí. Que bulla la sangre de la pequeña Inglesa, bajo la boca del Duque, mientras las humedades de su sexo se mezclan con la sangre que fluye desde su vulva, haciendo que el vampiro desee mas y mas, acaparandola con su lengua, con el compas que se empuja contra ella, llegando a lo mas hondo.
Cuando el cuerpo de la mujer estalla, Domingo se rasga la muñeca, mientras el poco aire que quedara en ella, se escapa. Alimenta sus labios con el néctar que fluye desde su propio cuerpo varonil, la sujeta mientras come, entre sus fuertes brazos. Con su mente la insta rendirse al cansancio, al dulce dolor de su cuerpo, que como miles de pequeñas agujas, pican todos y cada uno de los nervios de su cuerpo. - Bebe -
Todo el frío desaparecerá cuando lo haga, arderá su cuerpo mientras muere a esta vida y el bálsamo que descienda por su garganta la empuje a la siguiente de forma rabiosa y envolvente. Brillara su rostro bajo la luna, se endulzara su boca, serán sus ojos dos luceros ansiosos de caminar bajo el rostro del nuevo mundo.
- Bebe y ven conmigo a descubrir las maravillas de este oscuro mundo, mi amor -
El corazón de Domingo late, gracias a la sangre que se propicia por su garganta. Una gigante rojo que estalla en su boca, cada vez que agolpan los sentidos tras una toma de su sangre, dejando a cada trago mas vacía a su amante. Desnuda su mente a la suya, la imbuye de dulces palabras, sensualiza su voz, hace saber que nunca mas estará sola, ni desprotegida. La muerte no es sino el principio, en alas del amor se resguarda, bajo los besos que la pierden, vientre, muslo y vulva.
Domingo, acoge a su esposa, a su enemigo, a su mas fiel e intima criatura, nacida en el deseo de compartir con alguien algo mas que una vida eterna, un camino. El secreto de esta conversión no radica en lo que uno solo de ellos puedan ganar, crece y se nutre, de lo que entre ambos pueden crear. Domingo sabe bien que esta matando cualquier futuro que pudiera albergar ese vientre, que en años venideros puede ser esta un motivo de tristeza, enojo e incluso perdida. Mas, los años pueden regalarles dichas y ser angosto el puente hasta tal hecho, por el momento solo el presente es visible y el futuro ha de hablarse con tinta muy fina... del pasado solo quedan rescoldos que se unen, entre España e Inglaterra, y pronto serán cenizas.
La mente de su amada hierve. Ella es y siempre sera afil de su reino, señora entre caballeros, y entre todos los de la fría Albión, no hay quien mas odio le genere que su cruel padre. Por un segundo Domingo ríe, su carcajada resuena por la habitación, mientras la estrecha entre sus brazos. ¿Eso quiere? Venganza. Si, es fácil concedérsela. El propio Lord Tudor se ha anudado la soga al cuello al permitirla entrenarse, ascender y escupirse como un caballero, un guerrero, y en el fondo de su alma... una asesina.
- Si, te enseñare como se hace, desde lo mas profundo de las sombras - murmura y sus labios recogen con lujuria y dulzura la sangre que mana piernas abajo, hasta lo mas recóndito de su ser. Las manos del español frotan su piel, arrullan su cuerpo en la promesa de un paso que hará eco en su eternidad. Su lengua agasaja la flor de su sexo, mima y recauda cada perla de pasión, cada gesto, cada suspiro que ella de, quedara gravado en su memoria. Lame y relame, postrando sus piernas sobre sus hombros, mutando lo que ella sintiera, de armonía en frenesí. Que bulla la sangre de la pequeña Inglesa, bajo la boca del Duque, mientras las humedades de su sexo se mezclan con la sangre que fluye desde su vulva, haciendo que el vampiro desee mas y mas, acaparandola con su lengua, con el compas que se empuja contra ella, llegando a lo mas hondo.
Cuando el cuerpo de la mujer estalla, Domingo se rasga la muñeca, mientras el poco aire que quedara en ella, se escapa. Alimenta sus labios con el néctar que fluye desde su propio cuerpo varonil, la sujeta mientras come, entre sus fuertes brazos. Con su mente la insta rendirse al cansancio, al dulce dolor de su cuerpo, que como miles de pequeñas agujas, pican todos y cada uno de los nervios de su cuerpo. - Bebe -
Todo el frío desaparecerá cuando lo haga, arderá su cuerpo mientras muere a esta vida y el bálsamo que descienda por su garganta la empuje a la siguiente de forma rabiosa y envolvente. Brillara su rostro bajo la luna, se endulzara su boca, serán sus ojos dos luceros ansiosos de caminar bajo el rostro del nuevo mundo.
- Bebe y ven conmigo a descubrir las maravillas de este oscuro mundo, mi amor -
Última edición por Domingo de la Vega el Jue Jul 19, 2012 9:44 am, editado 1 vez
Domingo de la Vega- Vampiro/Realeza
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Re: Memorias [Privado][+18] (Paulette "Paul" Tudor y Domingo De la Vega)
Entre sonidos de sensuales connotaciones y una indefinida sensación de bienestar, era como Paulette lento iba adentrándose en la oscuridad que la envolvía con brazos fornidos y velludos de un amor que era indescriptible y de ninguna forma podía entenderse si no era por medio del corazón. Soltó un suspiro y jadeó de insatisfacción con cada caricia que la fue llenando de bienestar y preparando para el momento. Colmillos ansiosos rompieron la piel de terciopelo que la inglesa hubo cuidado durante tanto tiempo para él, para su consorte y delicioso amor. Esa maravilla que Dios le permitió odiar como ahora amar. Que en estos instantes se tornaba la más suculenta de las apariciones, una que quitaba como entregaba sin pausa, sin otra intención oculta más que hacerla suya por y para siempre, tenerla a su lado como jamás había sido. Esos ojos azulados de la joven fueron lento apagándose entretanto los segundos iban consumiéndose cuales velas que alumbraban el lugar con débiles luces que al contacto con el cuerpo femenino creaban fantasmagóricas presencias y al tiempo, incitantes formas que halagaban al vampiro.
Suya, no había otra forma de definirlo. Por completo y en total concepto, un deseo inacabado, un capricho cumplido y él desprendiéndola del calor que ahora era suyo. Apartándola del camino que otrora fuera su destino final caer en manos de una parca que ahora bullía de rabia con cada mordida hecha a ese fino cuerpo de alabastro. Lento, sensual y erótico, el español le robó el último orgasmo humano, obligándola a gemir alto con una voz que desaparecía de a poco. Los ojos se perdían entre los brazos de la muerte que la jalaba hacia sí, pero él no lo permitiría jamás. Gota tras gota, pequeños retazos de una vida maldita se alojaron en la boca de Paulette quien a pesar de la pesadez de su cuerpo y el embotamiento de su mente, atinó a deslizar por la línea de la garganta hasta llegar a un corazón que se dormía para siempre.
Bum bum... bum bum... bum bu... bum bu... bum... bum... bu... b...
Negrura total, la tormenta se fue y sólo quedaba la paz, una que ocupaba de forma lenta, pero letal cada parte del cuerpo de la fémina. Unos brazos que yacían sobre las sábanas, unas piernas que se mantenían en estado de indefensión. Toda una constitución física hecha para ser cuidada se tornó violenta al obligar su mente a ser un varón. ¿Cuántos no fueron muertos con esas manos? ¿Con ese intelecto que se tornaba asesino al momento de poner un pie en el campo de batalla? ¿Sería doblegada por la muerte? No, nunca. Jamás. Paulette fue creada por Dios para ser una bella joven, llena de vida y alegría, más sin embargo las ansias y la obsesión de un hombre cambiaron por completo su destino para fortuna del español, porque ahora mismo la inglesa golpeaba de una forma blasfema a la propia muerte hasta dejarla a sus pies y regresar al mundo que por segunda vez, la veía nacer. Ahora como un ente oscuro en su totalidad, pero perfeccionado con lo que otrora fuera su maldición: esa facultad de tener tantos años en guerra con su padre y con todos los contrincantes a la corona inglesa hacía mella en la coraza de un destino que terminó por completo hecha añicos y ella se levantó triunfante, para sonreír con arrogancia y prepotencia habiendo vencido a la muerte.
Regresando a la vida, presa del dolor que significaba quemarse para que su retorno devolviera sus movimientos, pero ahora de una forma excepcional. Sus sentidos fueron reconstruidos fragmento por fragmento, célula por célula... Su cuerpo cambiaba, afinándose cada detalle de sus facciones, cada parte de él, desde su busto, su cintura, sus caderas y largas piernas. Ese cabello rojo que se ondulaba por el efecto de la ponzoña que en ella todo lo tornaba diferente, pero mejorado. Un siseo, un gemido ahogado y el poder de la sangre se elevó al infinito... haciendo ver lo que el antiguo vampiro deseaba: la perfección de su esposa, la esencia de su mujer, tornada en vampiro.
Suya, no había otra forma de definirlo. Por completo y en total concepto, un deseo inacabado, un capricho cumplido y él desprendiéndola del calor que ahora era suyo. Apartándola del camino que otrora fuera su destino final caer en manos de una parca que ahora bullía de rabia con cada mordida hecha a ese fino cuerpo de alabastro. Lento, sensual y erótico, el español le robó el último orgasmo humano, obligándola a gemir alto con una voz que desaparecía de a poco. Los ojos se perdían entre los brazos de la muerte que la jalaba hacia sí, pero él no lo permitiría jamás. Gota tras gota, pequeños retazos de una vida maldita se alojaron en la boca de Paulette quien a pesar de la pesadez de su cuerpo y el embotamiento de su mente, atinó a deslizar por la línea de la garganta hasta llegar a un corazón que se dormía para siempre.
Bum bum... bum bum... bum bu... bum bu... bum... bum... bu... b...
Negrura total, la tormenta se fue y sólo quedaba la paz, una que ocupaba de forma lenta, pero letal cada parte del cuerpo de la fémina. Unos brazos que yacían sobre las sábanas, unas piernas que se mantenían en estado de indefensión. Toda una constitución física hecha para ser cuidada se tornó violenta al obligar su mente a ser un varón. ¿Cuántos no fueron muertos con esas manos? ¿Con ese intelecto que se tornaba asesino al momento de poner un pie en el campo de batalla? ¿Sería doblegada por la muerte? No, nunca. Jamás. Paulette fue creada por Dios para ser una bella joven, llena de vida y alegría, más sin embargo las ansias y la obsesión de un hombre cambiaron por completo su destino para fortuna del español, porque ahora mismo la inglesa golpeaba de una forma blasfema a la propia muerte hasta dejarla a sus pies y regresar al mundo que por segunda vez, la veía nacer. Ahora como un ente oscuro en su totalidad, pero perfeccionado con lo que otrora fuera su maldición: esa facultad de tener tantos años en guerra con su padre y con todos los contrincantes a la corona inglesa hacía mella en la coraza de un destino que terminó por completo hecha añicos y ella se levantó triunfante, para sonreír con arrogancia y prepotencia habiendo vencido a la muerte.
Regresando a la vida, presa del dolor que significaba quemarse para que su retorno devolviera sus movimientos, pero ahora de una forma excepcional. Sus sentidos fueron reconstruidos fragmento por fragmento, célula por célula... Su cuerpo cambiaba, afinándose cada detalle de sus facciones, cada parte de él, desde su busto, su cintura, sus caderas y largas piernas. Ese cabello rojo que se ondulaba por el efecto de la ponzoña que en ella todo lo tornaba diferente, pero mejorado. Un siseo, un gemido ahogado y el poder de la sangre se elevó al infinito... haciendo ver lo que el antiguo vampiro deseaba: la perfección de su esposa, la esencia de su mujer, tornada en vampiro.
Paulette "Paul" Tudor- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Memorias [Privado][+18] (Paulette "Paul" Tudor y Domingo De la Vega)
La perfección existe. Es la misma esencia de lo cristiano y lo pagano unidos en el cuerpo de lo espiritual y lo terrenal. Para Domingo, aquel pensamiento, del todo blasfemo a los ojos de un sacerdote, representaba el nacimiento de su mujer a un nuevo mundo. La alegría de concebir mediante un paso poco traumatizante, todo lo contrario de el, que fue olvidado en una celda mohosa a la espera de una muerte especialmente cruel.
La risa le envuelve, como sus brazos la envuelven a ella. Sus besos recorren sus mejillas, su cuello, hombros, brazos. Tomando sus manos la hace consciente del roce, despierta sus nuevos sentidos, la insta a mirar a su alrededor, descubriendo nuevos patrones de luz. La noche es mas brillante que el mismísimo día, sus moradores mas ancianos y su mundo mas extraño.
Ahora tienen por delante toda una vida y un deber. No solo protegerla como esposo y amante, sino inculcarla en los nuevos valores y dones de su especie. A medida que se suceden las noches, cazara para ella, la alimentara enseñándola a comer justo lo que necesita y sin glotonería. Las noches se suceden, las almas vuelan libres hacia el cielo o caen desechas sobre el infierno, al paso de mentor y chiquilla, de esposo y esposa. Nobles, comerciantes, artistas y cortesanas, nadie escapa de la red del Duque.
Una noche se sucede una disputa, Paulette privo a su esposo de un festín pueril, los niños son su debilidad. La constancia de ello, hace mecha a solo tres meses de su conversión, pero para el Duque no es mas que la simbología de la lucha en su interior. El alma de un mortal luchando contra la bestia que anida entre los recobecos de su mente, buscando, gruñendo, incitando a ser liberada, a ser mas alimentada. No importa cuantas vidas en su ansia por devorar. Es el elemento mas peligroso de la transformación y para Domingo, supone una pequeña perdida, el no poder alimentarse de esa sangre juvenil, si con ello su esposa ha encontrado la cadena que la retiene a su lado, conservando una parte importante de su alma inmortal.
Lo que mayor gracia le produce, no es la cacería en si. Es la rapidez con que ella adapta sus nuevos poderes al provecho de su dualidad. No son pocas las noches en que ambas figuras se deslizan fuera de sus propios muros a luchar como amigos, lo que en el pasado disputaban.
Dos varones dispuestos a enfrentar espadas, riendo pertrechados solo bajo mascaras, jubón de cuero grueso y pantalones de a igual. Duelan, se miden y ella aprende. Tiene un sexto sentido que la antepone al riesgo de un mal golpe, siempre sabe por donde atacara y así consigue mejorar su defensa, mientras que su sangre la cura mas rápidamente. Para "Paul" son dos hermosos regalos, dignos de un espadachín consumado y seguro que sabrá sacarles provecho, ya lo hace a medida que cada noche se va fortaleciendo mas y mas, aprendiendo a luchar como un vampiro. Para que renazca de verdad, el duelista que era debe morir del todo, dejando paso al duelista que es ahora, uno mejor.
Y así se suceden las noches, jugando y aprendiendo, entre salones de baile y paseos. El tiempo produce historias de su paso por el mundo. Unas buenas otras no tanto, se acrecienta el rumor de que algunas aldeas cercanas se han visto victimas de plagas que asolaron vidas enteras. Por seguridad, sin hilaridad alguna, los Duques viajan hacia las tierras altas de España, lejos de ojos indiscretos que señalen su sana presencia, allá donde otros han enfermado en pocos meses. Instalados cómodamente en otro de los muchos palacetes que el Duque posee, continua su tutelaje.
Domingo queda de palo la primera noche que ella se muestra mas seductora en una cacería. Seduce bajo un traje de galas rojas y tinto, haciendo muestra de gallardía y sensualidad. Es la segunda vez que se atreve con un mortal de sangre noble, y la ultima que necesitara hacerlo antes de demostrarle a Domingo que ya puede hacerlo sola. La impresión queda gravada en las retinas del mas viejo de los vampiros. Su chiquilla aprende, vuela y le hace consciente de haber creado un diamante en bruto que debe ser pulido con mucho cuidado, pues después de todo, algunas noches sale a relucir su rebeldía y de no ser por el amor que le procesa, que la molería a palos para destruir tales maneras que le traen de cabeza.
La risa le envuelve, como sus brazos la envuelven a ella. Sus besos recorren sus mejillas, su cuello, hombros, brazos. Tomando sus manos la hace consciente del roce, despierta sus nuevos sentidos, la insta a mirar a su alrededor, descubriendo nuevos patrones de luz. La noche es mas brillante que el mismísimo día, sus moradores mas ancianos y su mundo mas extraño.
Ahora tienen por delante toda una vida y un deber. No solo protegerla como esposo y amante, sino inculcarla en los nuevos valores y dones de su especie. A medida que se suceden las noches, cazara para ella, la alimentara enseñándola a comer justo lo que necesita y sin glotonería. Las noches se suceden, las almas vuelan libres hacia el cielo o caen desechas sobre el infierno, al paso de mentor y chiquilla, de esposo y esposa. Nobles, comerciantes, artistas y cortesanas, nadie escapa de la red del Duque.
Una noche se sucede una disputa, Paulette privo a su esposo de un festín pueril, los niños son su debilidad. La constancia de ello, hace mecha a solo tres meses de su conversión, pero para el Duque no es mas que la simbología de la lucha en su interior. El alma de un mortal luchando contra la bestia que anida entre los recobecos de su mente, buscando, gruñendo, incitando a ser liberada, a ser mas alimentada. No importa cuantas vidas en su ansia por devorar. Es el elemento mas peligroso de la transformación y para Domingo, supone una pequeña perdida, el no poder alimentarse de esa sangre juvenil, si con ello su esposa ha encontrado la cadena que la retiene a su lado, conservando una parte importante de su alma inmortal.
Lo que mayor gracia le produce, no es la cacería en si. Es la rapidez con que ella adapta sus nuevos poderes al provecho de su dualidad. No son pocas las noches en que ambas figuras se deslizan fuera de sus propios muros a luchar como amigos, lo que en el pasado disputaban.
Dos varones dispuestos a enfrentar espadas, riendo pertrechados solo bajo mascaras, jubón de cuero grueso y pantalones de a igual. Duelan, se miden y ella aprende. Tiene un sexto sentido que la antepone al riesgo de un mal golpe, siempre sabe por donde atacara y así consigue mejorar su defensa, mientras que su sangre la cura mas rápidamente. Para "Paul" son dos hermosos regalos, dignos de un espadachín consumado y seguro que sabrá sacarles provecho, ya lo hace a medida que cada noche se va fortaleciendo mas y mas, aprendiendo a luchar como un vampiro. Para que renazca de verdad, el duelista que era debe morir del todo, dejando paso al duelista que es ahora, uno mejor.
Y así se suceden las noches, jugando y aprendiendo, entre salones de baile y paseos. El tiempo produce historias de su paso por el mundo. Unas buenas otras no tanto, se acrecienta el rumor de que algunas aldeas cercanas se han visto victimas de plagas que asolaron vidas enteras. Por seguridad, sin hilaridad alguna, los Duques viajan hacia las tierras altas de España, lejos de ojos indiscretos que señalen su sana presencia, allá donde otros han enfermado en pocos meses. Instalados cómodamente en otro de los muchos palacetes que el Duque posee, continua su tutelaje.
Domingo queda de palo la primera noche que ella se muestra mas seductora en una cacería. Seduce bajo un traje de galas rojas y tinto, haciendo muestra de gallardía y sensualidad. Es la segunda vez que se atreve con un mortal de sangre noble, y la ultima que necesitara hacerlo antes de demostrarle a Domingo que ya puede hacerlo sola. La impresión queda gravada en las retinas del mas viejo de los vampiros. Su chiquilla aprende, vuela y le hace consciente de haber creado un diamante en bruto que debe ser pulido con mucho cuidado, pues después de todo, algunas noches sale a relucir su rebeldía y de no ser por el amor que le procesa, que la molería a palos para destruir tales maneras que le traen de cabeza.
Domingo de la Vega- Vampiro/Realeza
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Re: Memorias [Privado][+18] (Paulette "Paul" Tudor y Domingo De la Vega)
Curiosas tonadas eran las que ahora se oían en la casa de los De la Vega, ella siempre intentando aprender y superar al maestro, siguiéndole y pisándole los talones, a veces inquieta saltándole encima para ver el mundo con sus propios ojos. Una tonalidad diferente cada noche, un olor que le agradaba a la nariz. Un giro de 360° para aprender más de lo que había en este lugar, intentando seguir siendo la misma aunque en ocasiones fuera la bestia la que se regodeara en la sangre de los humanos y aún mejor, en la del propio hombre con quien compartía todo. Un vampiro que miraba con ojos llenos de lascivia y envidia el mundo que se le postraba a los pies. Hombres, mujeres, nobles, pordioseros, todos buscando un poco de su atención, cuando antes nadie quería ni verla. Qué distinto era ser una vampiresa que subyugaba a todo aquél que se metiera en su camino y le dejara secos sin importarle que a Domingo le molestara ello, pero aunque las reprimendas en ocasiones los hacen dormir en cada lateral de la cama, ella siempre le busca para contentarlo con besos y caricias que envuelven su mente para que sólo quede el instinto, el cuerpo, la sensualidad de su unión llena de besos y caricias dulces, de palabras tiernas y amores prometidos hasta la eternidad. En todo se complacen el uno a la otra, excepto...
Excepto su única debilidad: los pequeños infantes. No podía beber una sola gota de su sangre y por ende, evitaba siempre que Domingo lo hiciera a pesar de las fuertes disputas que terminaban en la cama, entre cuerpos sanguinolentos y colmillos barridos. Incapaz de hacerle daño a él, pero tampoco a lo único que jamás el Duque le dará: un pequeño con los ojos de su padre que recorriera toda la casa en pos de sus padres o de hacer travesuras. Cómo anheló durante noches y noches algo así, miraba a las madres con envidia, pero luego sacudía la cabeza para sonreírle a su pareja y ser de nuevo uno, con total plenitud. O en ocasiones correr hacia las caballerizas vestida de varón para incitar a su antiguo enemigo entre gritos de altanería y arrogancia para hacerle pulla y cuando él salía, cabalgar lejos para luego encararle y pelear como en los viejos tiempos a punta de espada o lanza hasta que uno de los dos quedaba desarmado y tirar las armas para combatir con los puños. A veces ella triunfaba, otras él... pero pronto iba descubriendo las bondades de su nueva vida vampírica...
El poder que le entregaba era el que necesitaba para mirar atrás, a esa vida de mortal que ahora no extrañaba, pero que sin embargo aún tenía una deuda que saldar. Se preocupó más por demostrarle a Domingo que ha aprendido bien, una noche con un vestido tinto sedujo por sí misma, sin que él esté presente aunque le sabía cerca, a uno de los nobles... Bebió lo que su cuerpo necesitaba y sin las gulas de su iniciar vampírico, se alejó borrando las huellas a su paso. Su mirada posterior, llena de comprensión, el hizo saber que iba por buen camino, así que empezó a realizar sus estrategias para lo que sería la pelea más grande de toda su vida: la muerte de su padre. En ocasiones se olvidó de los vestidos y desesperada por no encontrar las respuestas a sus incógnitas a los huecos de su plan bélico, salía a cabalgar vestida de hombre, con capuchas y máscaras para que nadie supiera que era la señora De la Vega quien hacía tales desfiguros.
Una y otra vez lo hizo así, hasta que una noche detectó a su regreso los ojos de su marido fúricos, ella misma se preguntó si había hecho algo mal cuando cayó en cuenta de su vestimenta. Sonrió un tanto divertida por ello y continuó su camino meditando si debía azuzar al lado combativo de Domingo o no. Sabía cuán irascible era respecto de su alter ego, aunque en ocasiones le propusiera salir a cabalgar juntos ella con esa faceta, no era algo que aún lograra aceptarlo por completo. ¿Qué hacer? Lo decidió a la otra noche, se puso en pie y fue a vestirse como varón a la mirada del propio Duque, como un reto y salió para ensillar al caballo y alejarse de ahí. Reía contenta, pero no sabía que pronto sus risas se convertirían en gemidos de dolor.
Excepto su única debilidad: los pequeños infantes. No podía beber una sola gota de su sangre y por ende, evitaba siempre que Domingo lo hiciera a pesar de las fuertes disputas que terminaban en la cama, entre cuerpos sanguinolentos y colmillos barridos. Incapaz de hacerle daño a él, pero tampoco a lo único que jamás el Duque le dará: un pequeño con los ojos de su padre que recorriera toda la casa en pos de sus padres o de hacer travesuras. Cómo anheló durante noches y noches algo así, miraba a las madres con envidia, pero luego sacudía la cabeza para sonreírle a su pareja y ser de nuevo uno, con total plenitud. O en ocasiones correr hacia las caballerizas vestida de varón para incitar a su antiguo enemigo entre gritos de altanería y arrogancia para hacerle pulla y cuando él salía, cabalgar lejos para luego encararle y pelear como en los viejos tiempos a punta de espada o lanza hasta que uno de los dos quedaba desarmado y tirar las armas para combatir con los puños. A veces ella triunfaba, otras él... pero pronto iba descubriendo las bondades de su nueva vida vampírica...
El poder que le entregaba era el que necesitaba para mirar atrás, a esa vida de mortal que ahora no extrañaba, pero que sin embargo aún tenía una deuda que saldar. Se preocupó más por demostrarle a Domingo que ha aprendido bien, una noche con un vestido tinto sedujo por sí misma, sin que él esté presente aunque le sabía cerca, a uno de los nobles... Bebió lo que su cuerpo necesitaba y sin las gulas de su iniciar vampírico, se alejó borrando las huellas a su paso. Su mirada posterior, llena de comprensión, el hizo saber que iba por buen camino, así que empezó a realizar sus estrategias para lo que sería la pelea más grande de toda su vida: la muerte de su padre. En ocasiones se olvidó de los vestidos y desesperada por no encontrar las respuestas a sus incógnitas a los huecos de su plan bélico, salía a cabalgar vestida de hombre, con capuchas y máscaras para que nadie supiera que era la señora De la Vega quien hacía tales desfiguros.
Una y otra vez lo hizo así, hasta que una noche detectó a su regreso los ojos de su marido fúricos, ella misma se preguntó si había hecho algo mal cuando cayó en cuenta de su vestimenta. Sonrió un tanto divertida por ello y continuó su camino meditando si debía azuzar al lado combativo de Domingo o no. Sabía cuán irascible era respecto de su alter ego, aunque en ocasiones le propusiera salir a cabalgar juntos ella con esa faceta, no era algo que aún lograra aceptarlo por completo. ¿Qué hacer? Lo decidió a la otra noche, se puso en pie y fue a vestirse como varón a la mirada del propio Duque, como un reto y salió para ensillar al caballo y alejarse de ahí. Reía contenta, pero no sabía que pronto sus risas se convertirían en gemidos de dolor.
Paulette "Paul" Tudor- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Memorias [Privado][+18] (Paulette "Paul" Tudor y Domingo De la Vega)
Arde de rabia. Sus zancadas levantan la arena poderosamente a cada paso, mientras corre por el bosque, en pos de una persecución voluntaria. Su esposa, desobediente. Rebelde que entre risas espolea el caballo en su paseo nocturno, creyéndose a salvo de su mirada penetrante y airada.
Las ramas crujen cuando su pecho las golpea, no le refrenan lo mas mínimo. Nada podría hacerlo ahora. Solo desea llegar a ella, descabalgarla y darle una buena tunda, lección que no debería, pero de sobras a sabiendas buscaba cuando salio vestida de hombre, en su presencia vista y por ende ignorando sus ordenes dadas.
El viento es su aliado, trayendole el aroma de su cuerpo. Aquel perfume que ella compro en secreto para despistar. Odiaba que ella oliera a varón, ese almizcle de almendras que no le pertenecía. Su descaro al desposeerse de sus vestidos delante de el, para tomar la mascarada de Paul, desafiandole en aquel mismo instante.
Sus carcajadas solo iban a tener segundos de vida en aquel camino a caballo, mientras que el eco de sus lágrimas iban a durar toda la noche. Con enérgico movimiento embistió al caballo por un flanco, el pobre animal no habría tenido oportunidad alguna, ni la jinete de detenerle. Era como ser arroyados por un mar embravecido.
- ¡Ven aquí, maldita rebelde! - Domingo agarro a Paulette de los cabellos, sufriendo las heridas de sus uñas, como garras, intentando zafarse de su férrea presa. La encaro, mirando mas allá de la mascara que había construido para ella, aquella noche. Miro todo cuando le rodeaba y gruño, mostrándole los colmillos. Ya sabia que hacer con ella, y para ello utilizaría cuanto tenia a su alrededor.
La empujo hacia atrás, lo justo para tomar un cabo de cuerda, de la mochilera del caballo. Al voltear hacia ella, la vio presta a pelear, montada en cólera... y pelearon, vaya que si. Para Domingo fue un alivio momentáneo, un escape que muto parte de su rabia inicial;
Para cuando la pelea acabo, la maleza y las ramas de los arboles cercanos eran los mayores afectados. El había perdido su chaqueta en el transcurso de la contienda y ella lucia un pecho al descubierto al rasgarse su camisa, de un agarre que escapaba. Se miraban de hito en hito, ella podría pensar que estaban empatados y todo acababa ahí, pero para Domingo solo había sido el precalentamiento y ahora su adorada Paulette estaba justamente donde él había querido conducirla entre golpes esquivos y zancadas furtivas.
A su espaldas se encontraba uno de los arboles mas grandes y viejos de aquel bosque. Fortaleciendo sus piernas, para ganar avance, Domingo golpeo el plexo de su esposa con la palma de la mano, consiguiendo segundos de ventaja. Un humano se habría agarrado el pecho ardiendo por el dolor y la falta de aire, él solo necesitaba el dolor. Con la ventaja de su lado, maniato una de sus manos por la muñeca y tiro hacia si, escabulliéndose tras el tronco del árbol...
Unos minutos después Paulette aun le gritaba mordaces palabras sobre los españoles y sus burdas maneras, sobre la caballería y el honor, mientras intentaba en vano soltarse del árbol a donde la había atado. Una lazada de cuerda, de mano a mano, alrededor de aquel fuerte tronco que ella no conseguiría partir jamas.
- Aprenderéis quien es el hombre, señora - le dijo mientras colocaba sus manos en torno a sus pantalones y los bajaba de un fuerte tirón hasta mas abajo de las rodillas, dejando sus blancas nalgas al descubierto y su rostro posiblemente encendido a saber de ira o vergüenza. Domingo sabia que ella no sentiría el frío de la noche, pero sentiría el calor.
Alzo en su mano el instrumento de su castigo, la fusta del caballo con que espoleaba su huida. ¿Cuando la había recogido él? Poco pudo importarle aquel pensamiento, cuando el primer azote la mordió con su rapidez. Domingo no la azotaba con toda su fuerza, eso lo supo al instante. El segundo y el tercer azotes no tardaron en suponerse al primero, en la misma nalga, la derecha. El cuarto y el quinto, llegaron seguidos de un roce suave del cuero del cabezal, suavemente sobre la piel dolorida.
- Os merecéis veinticinco azotes. Los cinco primeros por el descaro mostrado en la casa, los diez siguientes por la huida, los diez finales por obligarme a recordaros quien es quien - le dijo con tono dual, severo y sensual. - Comencemos y os aviso, por cada quejido que os escuche, os sumare dos mas - alzo la fusta, colocándose a un lado suya, para que le viera y esa anticipacion al golpe la pusiera aun mas nerviosa.
Las ramas crujen cuando su pecho las golpea, no le refrenan lo mas mínimo. Nada podría hacerlo ahora. Solo desea llegar a ella, descabalgarla y darle una buena tunda, lección que no debería, pero de sobras a sabiendas buscaba cuando salio vestida de hombre, en su presencia vista y por ende ignorando sus ordenes dadas.
El viento es su aliado, trayendole el aroma de su cuerpo. Aquel perfume que ella compro en secreto para despistar. Odiaba que ella oliera a varón, ese almizcle de almendras que no le pertenecía. Su descaro al desposeerse de sus vestidos delante de el, para tomar la mascarada de Paul, desafiandole en aquel mismo instante.
Sus carcajadas solo iban a tener segundos de vida en aquel camino a caballo, mientras que el eco de sus lágrimas iban a durar toda la noche. Con enérgico movimiento embistió al caballo por un flanco, el pobre animal no habría tenido oportunidad alguna, ni la jinete de detenerle. Era como ser arroyados por un mar embravecido.
- ¡Ven aquí, maldita rebelde! - Domingo agarro a Paulette de los cabellos, sufriendo las heridas de sus uñas, como garras, intentando zafarse de su férrea presa. La encaro, mirando mas allá de la mascara que había construido para ella, aquella noche. Miro todo cuando le rodeaba y gruño, mostrándole los colmillos. Ya sabia que hacer con ella, y para ello utilizaría cuanto tenia a su alrededor.
La empujo hacia atrás, lo justo para tomar un cabo de cuerda, de la mochilera del caballo. Al voltear hacia ella, la vio presta a pelear, montada en cólera... y pelearon, vaya que si. Para Domingo fue un alivio momentáneo, un escape que muto parte de su rabia inicial;
Para cuando la pelea acabo, la maleza y las ramas de los arboles cercanos eran los mayores afectados. El había perdido su chaqueta en el transcurso de la contienda y ella lucia un pecho al descubierto al rasgarse su camisa, de un agarre que escapaba. Se miraban de hito en hito, ella podría pensar que estaban empatados y todo acababa ahí, pero para Domingo solo había sido el precalentamiento y ahora su adorada Paulette estaba justamente donde él había querido conducirla entre golpes esquivos y zancadas furtivas.
A su espaldas se encontraba uno de los arboles mas grandes y viejos de aquel bosque. Fortaleciendo sus piernas, para ganar avance, Domingo golpeo el plexo de su esposa con la palma de la mano, consiguiendo segundos de ventaja. Un humano se habría agarrado el pecho ardiendo por el dolor y la falta de aire, él solo necesitaba el dolor. Con la ventaja de su lado, maniato una de sus manos por la muñeca y tiro hacia si, escabulliéndose tras el tronco del árbol...
Unos minutos después Paulette aun le gritaba mordaces palabras sobre los españoles y sus burdas maneras, sobre la caballería y el honor, mientras intentaba en vano soltarse del árbol a donde la había atado. Una lazada de cuerda, de mano a mano, alrededor de aquel fuerte tronco que ella no conseguiría partir jamas.
- Aprenderéis quien es el hombre, señora - le dijo mientras colocaba sus manos en torno a sus pantalones y los bajaba de un fuerte tirón hasta mas abajo de las rodillas, dejando sus blancas nalgas al descubierto y su rostro posiblemente encendido a saber de ira o vergüenza. Domingo sabia que ella no sentiría el frío de la noche, pero sentiría el calor.
Alzo en su mano el instrumento de su castigo, la fusta del caballo con que espoleaba su huida. ¿Cuando la había recogido él? Poco pudo importarle aquel pensamiento, cuando el primer azote la mordió con su rapidez. Domingo no la azotaba con toda su fuerza, eso lo supo al instante. El segundo y el tercer azotes no tardaron en suponerse al primero, en la misma nalga, la derecha. El cuarto y el quinto, llegaron seguidos de un roce suave del cuero del cabezal, suavemente sobre la piel dolorida.
- Os merecéis veinticinco azotes. Los cinco primeros por el descaro mostrado en la casa, los diez siguientes por la huida, los diez finales por obligarme a recordaros quien es quien - le dijo con tono dual, severo y sensual. - Comencemos y os aviso, por cada quejido que os escuche, os sumare dos mas - alzo la fusta, colocándose a un lado suya, para que le viera y esa anticipacion al golpe la pusiera aun mas nerviosa.
Domingo de la Vega- Vampiro/Realeza
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Re: Memorias [Privado][+18] (Paulette "Paul" Tudor y Domingo De la Vega)
La noche era joven cuando ella salió a todo galope sobre uno de los córceles más rápidos de su esposo. Reía feliz mientras sentía el viento sobre su rostro espoleando una y otra vez a la montura para que apresurara el paso, cual buena amazona que era, se mantenía firme sobre el caballo y lanzaba algún grito cuando tenían que saltar alguna rama caída o porque ella misma lo obligaba a irse por caminos más agrestes. Quizá esa fue su perdición, porque de haberlo pensado un solo instante, hubiera puesto mayor atención a su entorno. Se hubiera dado cuenta de que Domingo la perseguía, de que estaba a sus espaldas a pocos metros de distancia, pero no fue si no demasiado tarde. El caballo cayó sobre ella que gritó una maldición al sentir cómo la pierna se le rompía con el peso del animal quien para su fortuna no tenía si no más que el susto, se puso en pie y se alejó de ahí unos pasos, quizá amedrentado por Domingo quien en realidad era su dueño y quien lo había amansado.
No fue así con Paulette a quien tomó de los cabellos y la jaloneó, eso enfureció a la inglesa quien encajó sus uñas en la piel del vampiro que no se inmutó, bufó y se revolvió intentando curarse con mayor rapidez y para su fortuna su cuerpo reaccionaba a la orden de su mente, pronto estaba en condiciones para darle una patada en el trasero a ese esposo suyo. Ni siquiera que le pusiera el rostro enfrente, que le bufara fue suficiente para que la amedrentara, todo lo contrario, pronto estaba envuelta en una pelea explosiva y llena de pasión por doblegar al rival. No tuvo piedad y utilizó todos los medios a su alcance para perforar su cuerpo dejándole una herida que la recordara para que dejara de verla como una mujer, para que recordara que siempre había sido un guerrero, que su padre la envolvió en esa falacia para ocultar su realidad, pero que a Paulette le era demasiado usable.
Al final de la pelea, no se inmutó al ver que había destrozado la chaqueta de Domingo, que tenía la camisa rota y un seno emergía turgente, valiente, incitando a la guerra de nuevo, pero lo que sucedió a continuación fue una muestra de poderío y experiencia de Domingo comparada a la de Paulette que apenas iba adentrándose en el mundo vampírico y aún le faltaba algo de aprendizaje. Se encontró pronto abrazada de un enorme árbol y no sólo eso, si no que estaba atada y no podía soltarse. Maldijo a todos los españoles, a la familia de Domingo, a su padre, su hermano y de paso a su madre, bola de idiotas, imbéciles, malnacidos, bastardos, porque sólo alguien así era capaz de hacerle ésto, ¿Cómo se le ocurría que...? y volvía a gritar una y otra vez, fúrica, intentando soltarse en vano, por todos los medios, pero le fue imposible quizá por su propia adrenalina o el nudo o qué iba a saber ella.
Si creía que bajándole los pantalones la callaría, era que no la conocía. Los insultos arreciaron con mayor fuerza y ella procuró una y otra vez sin éxito zafarse, gruñía, intentaba darse vuelta sin lograrlo, maldito fuera, mil veces, bastardo, malnacido... barbaján... Hasta que el primer azote le calló la boca. Vino el segundo, el tercero... sobre la misma nalga y por un instante se quedó en silencio, mortalmente pálida, estática. Tragando saliva volteando con ahínco a mirarle. Concentrándose en él porque si no lo hacía, de seguro que enloquecería al hacer que su memoria viajara muchos años atrás a un momento muy doloroso en su pasado. Escuchó las condiciones, pero sólo fue consciente de que era Domingo, no era su padre, era su esposo que estaba furioso, pero que jamás le haría un daño irreversible. Quizá ahora buscara desquitarse de su travesura, pero él no era capaz de domeñarla de esa forma en que hacía su progenitor.
- Pro... sólo pro... prométeme que me hablarás todo el tiempo, que no dejarás que mi mente se pierda durante tu castigo... - se lamió los labios para mirarlo con el cuerpo muy tenso, algunas viejas cicatrices en sus piernas y glúteos se reflejaron con la luz de la luna. Se lamió los labios y en lugar de ocultar el rostro, se dedicó a mirarle todo el tiempo, aterrada con el pensamiento de que si se ocultaba en la oscuridad su padre vendría a por ella... eso no podría soportarlo.
No fue así con Paulette a quien tomó de los cabellos y la jaloneó, eso enfureció a la inglesa quien encajó sus uñas en la piel del vampiro que no se inmutó, bufó y se revolvió intentando curarse con mayor rapidez y para su fortuna su cuerpo reaccionaba a la orden de su mente, pronto estaba en condiciones para darle una patada en el trasero a ese esposo suyo. Ni siquiera que le pusiera el rostro enfrente, que le bufara fue suficiente para que la amedrentara, todo lo contrario, pronto estaba envuelta en una pelea explosiva y llena de pasión por doblegar al rival. No tuvo piedad y utilizó todos los medios a su alcance para perforar su cuerpo dejándole una herida que la recordara para que dejara de verla como una mujer, para que recordara que siempre había sido un guerrero, que su padre la envolvió en esa falacia para ocultar su realidad, pero que a Paulette le era demasiado usable.
Al final de la pelea, no se inmutó al ver que había destrozado la chaqueta de Domingo, que tenía la camisa rota y un seno emergía turgente, valiente, incitando a la guerra de nuevo, pero lo que sucedió a continuación fue una muestra de poderío y experiencia de Domingo comparada a la de Paulette que apenas iba adentrándose en el mundo vampírico y aún le faltaba algo de aprendizaje. Se encontró pronto abrazada de un enorme árbol y no sólo eso, si no que estaba atada y no podía soltarse. Maldijo a todos los españoles, a la familia de Domingo, a su padre, su hermano y de paso a su madre, bola de idiotas, imbéciles, malnacidos, bastardos, porque sólo alguien así era capaz de hacerle ésto, ¿Cómo se le ocurría que...? y volvía a gritar una y otra vez, fúrica, intentando soltarse en vano, por todos los medios, pero le fue imposible quizá por su propia adrenalina o el nudo o qué iba a saber ella.
Si creía que bajándole los pantalones la callaría, era que no la conocía. Los insultos arreciaron con mayor fuerza y ella procuró una y otra vez sin éxito zafarse, gruñía, intentaba darse vuelta sin lograrlo, maldito fuera, mil veces, bastardo, malnacido... barbaján... Hasta que el primer azote le calló la boca. Vino el segundo, el tercero... sobre la misma nalga y por un instante se quedó en silencio, mortalmente pálida, estática. Tragando saliva volteando con ahínco a mirarle. Concentrándose en él porque si no lo hacía, de seguro que enloquecería al hacer que su memoria viajara muchos años atrás a un momento muy doloroso en su pasado. Escuchó las condiciones, pero sólo fue consciente de que era Domingo, no era su padre, era su esposo que estaba furioso, pero que jamás le haría un daño irreversible. Quizá ahora buscara desquitarse de su travesura, pero él no era capaz de domeñarla de esa forma en que hacía su progenitor.
- Pro... sólo pro... prométeme que me hablarás todo el tiempo, que no dejarás que mi mente se pierda durante tu castigo... - se lamió los labios para mirarlo con el cuerpo muy tenso, algunas viejas cicatrices en sus piernas y glúteos se reflejaron con la luz de la luna. Se lamió los labios y en lugar de ocultar el rostro, se dedicó a mirarle todo el tiempo, aterrada con el pensamiento de que si se ocultaba en la oscuridad su padre vendría a por ella... eso no podría soportarlo.
Paulette "Paul" Tudor- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Memorias [Privado][+18] (Paulette "Paul" Tudor y Domingo De la Vega)
- Juraría que no os di permiso para hablarme, esposa - el curtido cuero volvió a morder sus nalgas, una por la derecha y la izquierda en la siguiente vez, con dolorosa rapidez. Sin embargo el mismo gesto de hablarle componía en su dicha, concederle la gracia de hablarle aunque fuera en semejante modo.
Domingo concentro su mirada en ella, buscando sus ojos. La cara de su querida esposa por segundos había pasado de la roja ira al blanco nervio. Sabia bien el motivo sin necesidad de explorar su mente, era un libro abierto en este momento. Las experiencias del pasado, de un pasado terrible. No era lo que deseaba que experimentase, doblegaria su rebeldía con este pequeño castigo y luego le haría el amor, pues asimismo aquella burda pelea y este castigo, esa sensación en cada poro de su piel, le daban...
Un poder excitable, contagioso si sabia proponerle su lugar a ella. - Contad estas dos como una queja. Aun os restan veinte - hablo descubriendo con detalle como la madera crujía levemente bajo las manos de Paulette, allí donde se había agarrado al sentir cada golpe. - No debisteis haber huido. ¿Creeis que el caballo esta aterrado? - era una pregunta retorica - No, yo creo que vos tenéis mas miedo que el pobre animal. Vos sabéis que os va a pasar -
Así hablándole dio comienzo el castigo. El chasquido del cuero sobre su piel era el sonido pronunciado del bosque, ni el viento ni las bestias. Cada nalga azotada de forma cruzada, derecha y después izquierda, ligeramente despacio para cobrar mayor fuerza hacia el final. Domingo encontraba gustoso la visión de sus nalgas bien rojas y brillantes. De buena gana detuvo el castigo antes de que la onceaba tuviera un lugar donde aposentarse.
Bajo la fusta, apoyando la mano sobre la dolorida piel - Lastima que no tome calor, seriais aun mas deseable - le hablo, apretando suavemente. Movía la mano despacio sobre la carne marcada, ascendiendo y descendiendo - Paulette, tenéis una piel hermosa, me gusta su color visto a esta luz. - Ella sintió la manos de sus esposo recorrer sus brazos, mientras la aplastaba contra el árbol. Atrapada entre la corteza del árbol y el cuerpo de su esposo que con tratos cariñosos le regalaba segundos de calma - Os quiero, maldita inglesa rebelde - le mordió la oreja picaramente y se retiro antes de que ella pudiera voltear el rostro a morderle a el, que reía recuperando la fusta.
- ¡Eh, si me insultáis también contara! -
Domingo concentro su mirada en ella, buscando sus ojos. La cara de su querida esposa por segundos había pasado de la roja ira al blanco nervio. Sabia bien el motivo sin necesidad de explorar su mente, era un libro abierto en este momento. Las experiencias del pasado, de un pasado terrible. No era lo que deseaba que experimentase, doblegaria su rebeldía con este pequeño castigo y luego le haría el amor, pues asimismo aquella burda pelea y este castigo, esa sensación en cada poro de su piel, le daban...
Un poder excitable, contagioso si sabia proponerle su lugar a ella. - Contad estas dos como una queja. Aun os restan veinte - hablo descubriendo con detalle como la madera crujía levemente bajo las manos de Paulette, allí donde se había agarrado al sentir cada golpe. - No debisteis haber huido. ¿Creeis que el caballo esta aterrado? - era una pregunta retorica - No, yo creo que vos tenéis mas miedo que el pobre animal. Vos sabéis que os va a pasar -
Así hablándole dio comienzo el castigo. El chasquido del cuero sobre su piel era el sonido pronunciado del bosque, ni el viento ni las bestias. Cada nalga azotada de forma cruzada, derecha y después izquierda, ligeramente despacio para cobrar mayor fuerza hacia el final. Domingo encontraba gustoso la visión de sus nalgas bien rojas y brillantes. De buena gana detuvo el castigo antes de que la onceaba tuviera un lugar donde aposentarse.
Bajo la fusta, apoyando la mano sobre la dolorida piel - Lastima que no tome calor, seriais aun mas deseable - le hablo, apretando suavemente. Movía la mano despacio sobre la carne marcada, ascendiendo y descendiendo - Paulette, tenéis una piel hermosa, me gusta su color visto a esta luz. - Ella sintió la manos de sus esposo recorrer sus brazos, mientras la aplastaba contra el árbol. Atrapada entre la corteza del árbol y el cuerpo de su esposo que con tratos cariñosos le regalaba segundos de calma - Os quiero, maldita inglesa rebelde - le mordió la oreja picaramente y se retiro antes de que ella pudiera voltear el rostro a morderle a el, que reía recuperando la fusta.
- ¡Eh, si me insultáis también contara! -
Domingo de la Vega- Vampiro/Realeza
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Re: Memorias [Privado][+18] (Paulette "Paul" Tudor y Domingo De la Vega)
Ojos fuertemente cerrados, el estómago hecho un nudo, como hacía mucho tiempo no lo sentía. Desde que fuera transformada, desde que el miedo no fuera parte de su existencia. Los estertores de su alma se deshacían pugnando por una salida, un consuelo que no tendría. Domingo no sabía o quizá sí, lo que le estaba provocando con esas actitudes. El terror que le volvía acuosos los ojos, que la obligaba a presionar la madera de un árbol lascerándola como su propia mente estaba siendo golpeada. Su punto débil volvía a ella, ese terror por las acciones de un padre que sólo la maltrataba, que la hacía daño y la presionaba para ser todo lo que él quería, menos lo que ella anhelaba: ser simplemente ella. Otro golpe, la voz de su esposo le impedía sumergirse más en la podredumbre de su psique, más sin embargo aún continuaba en esa vereda, yendo y viniendo de forma constante y aunque intentaba no caer más en los embates de la desesperación, no lograba del todo controlarse.
Él la tocaba, le hablaba, pero aún así no lograba contener a la niña que bramaba y gritaba por un poco de comprensión, porque no le hicieran daño de nuevo, porque dejaran de golpearla. Dos gruesas lágrimas recorrieron las mejillas de la otrora guerrera. La que se opusiera con vehemencia a su marido había desaparecido. Cada golpe era un recuerdo más, uno que atravesaba su mente y la llevaba al pasado, a cuatro paredes que no tenían misericordia por la pequeña que lloraba, que gemía, que gritaba porque alguien la ayudara mientras su padre la tomaba y la hacía para sí, provocándole daño, heridas, que la sangre apareciera y cayera al piso. Y aún así la obligaba a lamerla, a lavarla con los dientes por su desacato, por su desliz. Jamás pudo entenderlo, como él tampoco pudo amarla. Su pecado fue y sería siempre ser una mujer. Una que ahora intentaba no flaquear, no llorar, pero era casi imposible.
Su marido la abrazó, le susurró palabras que no le ayudaron, la hicieron voltear a verlo y sus lágrimas resbalaron por sus mejillas. ¿Insultarlo? Capaz que él hacía un paso en falso y desataba la crisis en su interior. Esa que siempre había coultado y que ahora estaba tan a flor de piel. Desvió la mirada para cerrar fuerte los ojos. Su cuerpo temblaba, su corazón palpitaba sin necesitarlo, más acostumbrado que por ser vital su movimiento. Apretó los dientes, las mandíbulas para no emitir ningún sonido tal cual él lo exigía, ¿Sabía cuánto le costaba? ¿Cuánto le hacía recordar? Ansiedad tenía por cruzar el mar hacia donde su hogar y hacerle ver a su padre lo equivocado que estuvo todo ese tiempo ten tratarla peor que a un cerdo, que a un esclavo, que al más despreciable sirviente.
- ... - no pudo decir absolutamente nada, sólo se limitó a bajar la cabeza y esconderla, colocando su frente en el tronco del árbol. Su cuerpo aún seguía temblando y ella lloraba. Lloraba como pocas veces, pero sobre todo por la desesperación de saber que no había olvidado a su padre, que él aún estaba en su piel, en cada movimiento que hacía. Le dolía. Más aún que se presentara ese fantasma donde no debía estar: en su matrimonio con su amado Domingo. Ahí estaba, ahí... no podía perdonarlo, no debía... sus manos intentaron soltarse con desesperación y miró a su esposo. Esos ojos azules le rogaban que la soltara, que no le hiciera eso... que no le provocara más recuerdos... no aún... no ahora... tan hermoso que era todo como para recordar que aún tenía una cuenta pendiente...
Él la tocaba, le hablaba, pero aún así no lograba contener a la niña que bramaba y gritaba por un poco de comprensión, porque no le hicieran daño de nuevo, porque dejaran de golpearla. Dos gruesas lágrimas recorrieron las mejillas de la otrora guerrera. La que se opusiera con vehemencia a su marido había desaparecido. Cada golpe era un recuerdo más, uno que atravesaba su mente y la llevaba al pasado, a cuatro paredes que no tenían misericordia por la pequeña que lloraba, que gemía, que gritaba porque alguien la ayudara mientras su padre la tomaba y la hacía para sí, provocándole daño, heridas, que la sangre apareciera y cayera al piso. Y aún así la obligaba a lamerla, a lavarla con los dientes por su desacato, por su desliz. Jamás pudo entenderlo, como él tampoco pudo amarla. Su pecado fue y sería siempre ser una mujer. Una que ahora intentaba no flaquear, no llorar, pero era casi imposible.
Su marido la abrazó, le susurró palabras que no le ayudaron, la hicieron voltear a verlo y sus lágrimas resbalaron por sus mejillas. ¿Insultarlo? Capaz que él hacía un paso en falso y desataba la crisis en su interior. Esa que siempre había coultado y que ahora estaba tan a flor de piel. Desvió la mirada para cerrar fuerte los ojos. Su cuerpo temblaba, su corazón palpitaba sin necesitarlo, más acostumbrado que por ser vital su movimiento. Apretó los dientes, las mandíbulas para no emitir ningún sonido tal cual él lo exigía, ¿Sabía cuánto le costaba? ¿Cuánto le hacía recordar? Ansiedad tenía por cruzar el mar hacia donde su hogar y hacerle ver a su padre lo equivocado que estuvo todo ese tiempo ten tratarla peor que a un cerdo, que a un esclavo, que al más despreciable sirviente.
- ... - no pudo decir absolutamente nada, sólo se limitó a bajar la cabeza y esconderla, colocando su frente en el tronco del árbol. Su cuerpo aún seguía temblando y ella lloraba. Lloraba como pocas veces, pero sobre todo por la desesperación de saber que no había olvidado a su padre, que él aún estaba en su piel, en cada movimiento que hacía. Le dolía. Más aún que se presentara ese fantasma donde no debía estar: en su matrimonio con su amado Domingo. Ahí estaba, ahí... no podía perdonarlo, no debía... sus manos intentaron soltarse con desesperación y miró a su esposo. Esos ojos azules le rogaban que la soltara, que no le hiciera eso... que no le provocara más recuerdos... no aún... no ahora... tan hermoso que era todo como para recordar que aún tenía una cuenta pendiente...
Paulette "Paul" Tudor- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Memorias [Privado][+18] (Paulette "Paul" Tudor y Domingo De la Vega)
Con el ultimo voceo sus pasos retrocedieron, su cuerpo estudio el de su amada. La fuerza blanca de sus manos, cerradas en torno a sus ataduras, roja la faz y llanto, amargura y oscuros los pensamientos, infantiles y dolorosos. El castigo había terminado antes de lo bastado. ¿O no?
Mirándolo estaba. Con aquellos preciosos ojos azules, rogándole que la soltara. Cuanto habría dado en el pasado porque aquellos ojos le dieran cuartel en una batalla. ¡Ja, que tontería mas deliciosa! Pero bien que entendía que no eran por el mismo motivo. Estaba abriendo una puerta, una peligrosa hacía el pasado.
- No quiero crear motivos insanos o atraeros dolorosos recuerdos- hablo, deslizando sus manos sobre las suyas. Paulette sintió el suave roce de sus dedos extendiéndose sobre su piel, buscando el nudo, que deshizo con cuidado dejando paso a sus manos sobre el enrojecimiento de allá donde la cuerda mordiera con mas fuerza. - Espero que no me obliguéis mas a dejaros claro que no quiero veros con pantalón, vistiendo en la casa -, mirándola con expresión mas relajada.
Sus manos acontecían de girarla, de ponerla frente a el, para que se vieran las caras. Para poder limpiar aquellas lagrimas de su rostro con besos dulces, besos que continuaron por el mentón, por los labios, por el cuello, mientras las palmas de sus manos se movian, ascendían y descendían circularmente sobre su cadera.
- Que el diablo os deje jugar a mascaradas cuando yo no os vea - rió - Y si he de dejaros yo, buscad mi risa no mi ira - busco su rostro una vez mas, mientras su mano diestra se hundía sobre su monte de venus, buscándole caricias de amor.
Paulette sintió sus roces cariñomente, sin prisas. Sus dedos recorrían su pelvis entrelazándose con su pequeño vello, frotaba con sus yemas apretando poco a poco. El desliz de la mano sobre sus muslos, imprimiendo sobre su piel una delicada "S", a medida que sus movimientos iban y venían acercándose peligrosamente a su sexo. Domingo quería excitarla, recomponer los trazos rotos de la pena a la alegría, de estar con alguien que no le quería mal. Y en ultimas le haría ver que era una mujer... por lo que solo una mujer puede pedir, con el ansia que el provocaría en ella.
- Si queréis, abrazaos a mi - hablo, mirando aquel tierno rostro. Aquella mujer perturvadora a cuyos gestos pueriles a veces no correspondía la dureza de una seriedad de soldado. - Os quiero, Paulette - dijo explorando sus muslos, allí donde se unían en el nacimiento de su rajita. Rozo con suavidad, ascendiendo con la yemas de los dedos y descendiendo por igual, palpando poco a poco su vagina. Que se encontrara a gusto con sus toques, que le invitara a darle mas.
Mirándolo estaba. Con aquellos preciosos ojos azules, rogándole que la soltara. Cuanto habría dado en el pasado porque aquellos ojos le dieran cuartel en una batalla. ¡Ja, que tontería mas deliciosa! Pero bien que entendía que no eran por el mismo motivo. Estaba abriendo una puerta, una peligrosa hacía el pasado.
- No quiero crear motivos insanos o atraeros dolorosos recuerdos- hablo, deslizando sus manos sobre las suyas. Paulette sintió el suave roce de sus dedos extendiéndose sobre su piel, buscando el nudo, que deshizo con cuidado dejando paso a sus manos sobre el enrojecimiento de allá donde la cuerda mordiera con mas fuerza. - Espero que no me obliguéis mas a dejaros claro que no quiero veros con pantalón, vistiendo en la casa -, mirándola con expresión mas relajada.
Sus manos acontecían de girarla, de ponerla frente a el, para que se vieran las caras. Para poder limpiar aquellas lagrimas de su rostro con besos dulces, besos que continuaron por el mentón, por los labios, por el cuello, mientras las palmas de sus manos se movian, ascendían y descendían circularmente sobre su cadera.
- Que el diablo os deje jugar a mascaradas cuando yo no os vea - rió - Y si he de dejaros yo, buscad mi risa no mi ira - busco su rostro una vez mas, mientras su mano diestra se hundía sobre su monte de venus, buscándole caricias de amor.
Paulette sintió sus roces cariñomente, sin prisas. Sus dedos recorrían su pelvis entrelazándose con su pequeño vello, frotaba con sus yemas apretando poco a poco. El desliz de la mano sobre sus muslos, imprimiendo sobre su piel una delicada "S", a medida que sus movimientos iban y venían acercándose peligrosamente a su sexo. Domingo quería excitarla, recomponer los trazos rotos de la pena a la alegría, de estar con alguien que no le quería mal. Y en ultimas le haría ver que era una mujer... por lo que solo una mujer puede pedir, con el ansia que el provocaría en ella.
- Si queréis, abrazaos a mi - hablo, mirando aquel tierno rostro. Aquella mujer perturvadora a cuyos gestos pueriles a veces no correspondía la dureza de una seriedad de soldado. - Os quiero, Paulette - dijo explorando sus muslos, allí donde se unían en el nacimiento de su rajita. Rozo con suavidad, ascendiendo con la yemas de los dedos y descendiendo por igual, palpando poco a poco su vagina. Que se encontrara a gusto con sus toques, que le invitara a darle mas.
Domingo de la Vega- Vampiro/Realeza
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Re: Memorias [Privado][+18] (Paulette "Paul" Tudor y Domingo De la Vega)
¿Realmente creía que estaba bien tras ese episodio? Le miró tragando saliva con dificultad, jalando aire fuertemente al tiempo que no escuchaba bien las palabras, se concentraba en sus ojos y su cuerpo se dejaba llevar, pero no así su mente. Esa estaba en otro lugar aunque aparentara lo contrario. Por primera vez en su matrimonio fingió. No sólo que disfrutaba de sus caricias, que aceptaba sus besos. Porque también lo hizo con el hecho de hacerle pensar que estaba bien cuando era lo contrario. Acarició y dejó que lo hiciera con ella, besó y fue correspondida. Cuando su unión se dio él no notó nada raro en ella, sólo el consentimiento de sus actos, de sus palabras que asentía, aceptaba con la cabeza mientras sus ojos no le miraban fijamente, quizá pudiera pensar él que era su forma de obedecerlo, de someterse.
Esa noche, Paulette fue de Domingo, pero su mente estaba en otro lugar, imposible que el vampiro lo notara. Fue la primera vez que ella le hizo algo así, quizá una de pocas, pero no la última. Cuando regresaron a casa, ella venía seria quizá como consecuencia de su sometimiento. Fue a meterse a su recámara y ahi permaneció durante un día completo. Fue cuando él se dio cuenta de que su esposa había regresado, pero no su mente. Ésta se encontraba en un laberinto sin salida, recorriendo toda su longitud en tanto meditaba qué iba a hacer al respecto. Tenía tanto miedo como rabia, odio, deseos de vengarse. ¿Tendría el poder? ¿Tendría el valor? Sentada en su cama con las piernas flexionadas contra su pecho lo pensaba, lo analizaba. Lo planeaba.
Mientras tanto, mordía con fuerza sus rodillas haciéndolas sangrar. Finas gotas resbalaban sinuosas por sus largas piernas, encontrándose con sus brazos y recorriéndolos hasta ir cayendo a las sábanas manchándolas. La vampiresa tenía un sinsabor que no era producido más que por los recuerdos que la azotaban, que la flagelaban como las heridas en su espalda que jamás habían desaparecido con su transformación. Paulette no tenía consuelo, no tenía a alguien que pudiera darle una solución a su incógnita. Sólo ella debía hacerlo. Sus ojos perdidos en la blancura de las sábanas o mirando los dedos de sus pies cuyas uñas pintaba por halagar a Domingo. A veces de un tono muy rojo, otras de negro. Su mente cayó durante algunas horas en un letargo que sólo se agravó en el instante en que su cuerpo tocó toda la cama y ella quedó en posición de loto.
Durante dos días no habló, no abrió los ojos sumergida en ese gran pozo, evitando todo contacto o simplemente ignorándolo. De nada sirvieron las palabras de Domingo, sus caricias, incluso sus gritos, las sacudidas. Ella estaba en otro lugar lejos de ahí, en su casa paterna, recordando todas y cada una de las humillaciones, del dolor, los golpes, las lasceraciones. Aspiró fuerte el cuarto día antes de que sus ojos celestes se abrieran lento y sus colmillos dejaran la piel de sus rodillas. Con la boca ensangrentada y coagulada alzó la cabeza mirando al frente. En silencio, se puso en pie intentando caminar de nuevo para dirigirse lento al vestidor para tomar una toalla, mojarla y lento, frente a un espejo, irse desprendiendo de cada gota de sangre, cada mancha hasta dejar su cuerpo impoluto. Quitó las sábanas y las hizo una bola para aventarlas a una esquina con la toalla. Llamó a las doncellas y ordenó prepararan el baño. También pidió arreglaran su maleta. Saldría de viaje. Iría a visitar a su padre. De seguro se alegraría con su presencia.
Esa noche, Paulette fue de Domingo, pero su mente estaba en otro lugar, imposible que el vampiro lo notara. Fue la primera vez que ella le hizo algo así, quizá una de pocas, pero no la última. Cuando regresaron a casa, ella venía seria quizá como consecuencia de su sometimiento. Fue a meterse a su recámara y ahi permaneció durante un día completo. Fue cuando él se dio cuenta de que su esposa había regresado, pero no su mente. Ésta se encontraba en un laberinto sin salida, recorriendo toda su longitud en tanto meditaba qué iba a hacer al respecto. Tenía tanto miedo como rabia, odio, deseos de vengarse. ¿Tendría el poder? ¿Tendría el valor? Sentada en su cama con las piernas flexionadas contra su pecho lo pensaba, lo analizaba. Lo planeaba.
Mientras tanto, mordía con fuerza sus rodillas haciéndolas sangrar. Finas gotas resbalaban sinuosas por sus largas piernas, encontrándose con sus brazos y recorriéndolos hasta ir cayendo a las sábanas manchándolas. La vampiresa tenía un sinsabor que no era producido más que por los recuerdos que la azotaban, que la flagelaban como las heridas en su espalda que jamás habían desaparecido con su transformación. Paulette no tenía consuelo, no tenía a alguien que pudiera darle una solución a su incógnita. Sólo ella debía hacerlo. Sus ojos perdidos en la blancura de las sábanas o mirando los dedos de sus pies cuyas uñas pintaba por halagar a Domingo. A veces de un tono muy rojo, otras de negro. Su mente cayó durante algunas horas en un letargo que sólo se agravó en el instante en que su cuerpo tocó toda la cama y ella quedó en posición de loto.
Durante dos días no habló, no abrió los ojos sumergida en ese gran pozo, evitando todo contacto o simplemente ignorándolo. De nada sirvieron las palabras de Domingo, sus caricias, incluso sus gritos, las sacudidas. Ella estaba en otro lugar lejos de ahí, en su casa paterna, recordando todas y cada una de las humillaciones, del dolor, los golpes, las lasceraciones. Aspiró fuerte el cuarto día antes de que sus ojos celestes se abrieran lento y sus colmillos dejaran la piel de sus rodillas. Con la boca ensangrentada y coagulada alzó la cabeza mirando al frente. En silencio, se puso en pie intentando caminar de nuevo para dirigirse lento al vestidor para tomar una toalla, mojarla y lento, frente a un espejo, irse desprendiendo de cada gota de sangre, cada mancha hasta dejar su cuerpo impoluto. Quitó las sábanas y las hizo una bola para aventarlas a una esquina con la toalla. Llamó a las doncellas y ordenó prepararan el baño. También pidió arreglaran su maleta. Saldría de viaje. Iría a visitar a su padre. De seguro se alegraría con su presencia.
Paulette "Paul" Tudor- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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