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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Aquella noche en la Feria Medieval (Paulette "Paul" Tudor y Celestine Arceneau)

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Mensaje por Domingo de la Vega Jue Oct 20, 2011 10:35 pm

El mercado exponía en auge una feria medieval, para todos los publicos desde el comienzo de la semana hasta su final, desde las doce la mañana a las doce de la noche. Por doquier los venteros disfrazados hacían acudir a boceo a los viandantes hacia sus más que tumultuosas carpas, donde la mercancía era expuesta como antaño, entre paños o mesas de madera.

A un lado de la larga avenida del mercado y al otro, dejando las plazas para los espectáculos. A la derecha todas aquellas carpas para la alimentación;
Panaderías, queserías, charcuterías y carnicerías, pastelerías y obradores de dulces de frutas. Tabernas y pequeñas tiendas con degustaciones de otras regiones de Francia, en postres, platos y vinos.

Spoiler:

A la izquierda quedaban los orfebres y los sabios;
Talladores de madera, trabajadores del metal, escribanos, alquimistas, pintores y otros... Que vendían su mercancía a un precio un poco más alto de lo normal, pero es que normalmente no se veían trabajos así, a menos que fueran piezas de antigüedad. Por unas cuantas monedas más, uno podía llevarse a casa un escudo de armas familiar con la explicación del valor de su apellido. O bien había quien sabía forjar excelentes copias a tamaño medio de espadas, dagas, etc. Hasta un juguetero había que en madera y en cuero, tallaba hermosos juguetes de antaño


Una larga cola se formaba en la izquierda, a media altura, andaban quienes querían entrar a la tienda del pajarero, fiestero y amable, traía desde lejanas tierras una hermosa colección de aves, exponiéndolas al publico por unas cuantas monedas. Nada de jaulas, solo el soporte anillado a la pata de halcones, águilas, buhos y lechuzas, un cóndor y hasta un buitre, dejando que tan majestuosas y otroras aterradoras aves caminen de un lado a otro de la viga que les sostiene consiguiendo ovaciones de quienes las admiran.

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Por otro lado, las calles se andaban despejando para los artistas, saltadores, equilibristas, patizancos, tragafuegos, payasos de la época y otros que hacían de la misma exposición una fiesta de alegría para grandes y pequeños.

Se sabia que una de las cátedras cercanas había querido participar exponiendo un comedor con sus galas para la ocasión. Se podrían compartir comidas con un genero muy desabitual de personas. Uno solo tenia que pagar su comida, elegir entre uno de los muchos disfraces que se le ofrecen en la entrada y podría disfrutar de un buffet, al mas antiguo estilo, pudiendo ser desde villano a noble caballero o dama, según fueran quedando ropajes.

Spoiler:


Domingo caminaba disfrazado por las calles, su atuendo de caballero no desentonaba para nada con su alrededor. Se había ofrecido y a bien, a ser el actor de una pequeña representación para un duelo en justa y su consecuencia de duelo a pie, luego del cual obtendría una serie de beneficios en reducción de costes para la feria. Los directores de obra le habían hecho una prueba inicial para el papel de la que quedaron netamente impresionados.

Por lo que ahora, el Duque, andaba no solo encantado con la idea, sino que esperaba convencer a su esposa, a la que había hecho buscar para que por una noche, volvieran a estar en pleno apogeo del 1200 D.C;
Algo para lo que no tendrían que actuar mucho.

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Mensaje por Celestine Arceneau Sáb Oct 22, 2011 8:57 pm

Fue un día normal y corriente. Completamente cotidiano, sin ningún sobresalto de más para Celestine. Se despertó temprano como es costumbre, desayunó su vaso de leche y unas tostadas simples, sin nada. Tuvo sus clases de etiqueta, costura y de piano, no tuvo tiempo para almorzar, y aunque tuviera ese tiempo, no podría comer porque está castigada.

Ayer después de la cena, Celestine se ensucio sin querer con la comida, y por lo tanto, antes de dormir tuvieron que bañarla. Ella nunca protesta pero no le gustan los baños, y mientras se llenaba la tina, la madre de Celestine la desvestía… un estrepitoso ruido se escuchó. El espejo y varios adornos de vidrio se rompieron de golpe ante los asustados ojos de Celestine y los fúricos ojos de Aracelis, su madre. Recibió una buena reprimenda por lo que hizo y fue castigada, se quedaba sin comer el almuerzo y la cena del día siguiente, o sea hoy.

Es por esa razón que al llegar la tarde Celestine tiene mucha hambre, durante todo el día solo comió un par de tostadas al desayuno y a la tarde y dos vasos de leche. Y para soportar el hambre se encerró en su habitación con la intención de dormir y que el día terminara pronto, pero los ruidos de su estómago no la dejaron descansar y solo se quedó acostada en su cama.

La noche calló y ruidos en el salón le llamaron la atención y decidió ir a ver. Al llegar vio a sus padres bien arreglado, talvez demasiado. Su padre vestía su mejor ropa, con su sombrero de copa y su bastón. Mientras su madre vestía su mejor y costoso vestido, perfectamente peinada y completamente maquillada… eso solo significaba una cosa, sus padres iban a salir, y lo más seguro es que no la llevarían.

Se dio vuelta para volver a su habitación pero…

-¡¡Celestine!!-la voz molesta de su madre la detiene.

-¿Qué haces?!! ¡¡aún no estás vestida!! ¡¡rápido!! ¡Nos están esperando en la feria, no podemos llegar tarde!- dice su padre mientras Aracelis agarra la mano de Celestine y la lleva a su habitación.

Celestine sin entender solo se pone el vestido blanco que le alcanza su madre y se deja peinar sin protestar. Como no contaban con mucho tiempo, Aracelis solo cepilló su cabello y se lo dejó suelto. Se juntaron con Magnus en la puerta y partieron en el carruaje.

El trayecto fue rápido y en silencio. Tras unos minutos el carruaje se detuvo dando finalizado el viaje. Los primeros en bajar fueron Magnus y Aracelis y finalmente Celestine que al ver el lugar en donde estaban sus ojos se abrieron con gran sorpresa y admiración.

Las carpas y los puestos se abrían ante ella como invitándola a entrar y ver lo que tienen para mostrar y descubrir. Al igual que aquellas personas disfrazas en las plazas, haciendo sus actuaciones para diversión y entretención. En otras palabras, eran las puertas a un mundo completamente nuevo para Celestine que esperaba que nunca acabase. Caminaba junto a sus padres mirando a todos lados, sin saber donde detener su mirada primero. A su lado sus padres también miraban alrededor, pero buscando a alguien.

-Celestine.-La llama Aracelis.-Tenemos que hablar con los Lawlett… quédate en la plaza.-

-Vendremos por ti después.-

Celestine asiente con la cabecita mientras ve como sus padres se pierden en la multitud. Mira alrededor y camina hasta la plaza que le había señalado su madre. Está acostumbrada a que la dejen sola en medio de la calle, así que solo hace lo que le pidieron. En esa plaza estaban haciendo un acto de malabarismos, las cuatro personas hacían malabares en diferentes posturas y mientras hacían diferentes actividades.
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Mensaje por Paulette "Paul" Tudor Sáb Oct 22, 2011 9:59 pm

Estaba muy entretenida esa noche, se había levantado temprano y escuchaba que su marido iría a una feria medieval, pero tenía bastantes ocupaciones como para interesarse más, por lo que mandó a un par de hombres a investigar qué tipo de feria era, si era algo por lo cual dejar sus ocupaciones y lo más importante ¿A qué iba Domingo?

Mientras tanto, se dedicó a revisar algunos documentos y a organizar lo que abandonó durante el tiempo que estuvo en letargo, observando todos y cada uno de esos papiros y títulos de propiedad, entornando los ojos ante las cuentas de sus recursos y la administración de los mismos. Afortunadamente Domingo había hecho un magnífico trabajo, por lo que la mayoría de éstos no tenían más problema que actualizar los datos a ese año y fuera de eso, todo estaba en orden.

Sus criados llegaron con noticias... interesantes, desde el tipo de feria que era, hasta lo que Domingo planeaba hacer. Su sonrisa se ensanchó y se puso en pie, para ir a su recámara y acceder a una parte oculta de la misma, donde las ropas masculinas la recibieron con cierta alegría, olvidadas durante tanto tiempo, pero bien limpias e impolutas como si fuera ayer la última vez que las había usado.

Su esposo seguramente la había extrañado a horrores para tenerle todo bien arreglado, esperando quizá en vano su vuelta, pero ahora que por fin sus pasos resonaban en la gran mansión y él parecía tan feliz a su lado, que toda la tristeza pasada se había eliminado como hojas que lleva el viento. Volvían a reír, a correr y juguetear, a cabalgar ella en el mismo caballo que él, abrazándole la cintura, recargada en su hombro, a amarse...

Con el tiempo, todo volvía a la normalidad, con ello, el hecho de que Paul inquieto quería salir y se asomaba de vez en vez, dando respuestas muy interesantes o bien, que buscaban picotear a Domingo y éste, en ocasiones las dejaba pasar, pero otros días, gruñía, la tomaba en brazos y le restregaba a Paul por qué su adorada mujer era eso: una dama. Entre gemidos y suaves suspiros, entre besos y una intensa pasión era como Paulette se quedaba muy a gusto entre los brazos de su marido.

Había algo que no cambiaría jamás, Paulette seguía viendo a las mujeres embarazadas con envidia, a los bebés recién nacidos con anhelo, cargándolos y negándose a beber una sola gota de ellos, de ningún niño. Extrañando algo que nunca había tenido y era cuando bajaba la cabeza y se retiraba a descansar a su recámara a solas. Porque quería para sí un hijo, un pequeño que corriera, que rompiera, que gritara cuando le alzara, le hiciera cosquillas.

Se tapaba la cara cada vez y sus pasos la guiaban de la recámara a las caballerizas, ensillaba a su corcel "Night" y devoraba las distancias en el veloz animal, hasta regresar a casa más tranquila, pero con una resignación que, sabía, jamás podría remediar. Sin embargo, esta vez tenía que entretenerse, así que puso manos a la obra.

Pronto había otro rival para Domingo, un hombre con una rara máscara aleonada, que pedía lugar entre los contrincantes y demostrando que no era un novato. Sabía pelear, por lo que las apuestas podían subir consideramente, así pues, fue aceptado y su nombre (Lyon) añadido a los demás contrincantes.
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Mensaje por Domingo de la Vega Jue Oct 27, 2011 9:33 pm

La espada giro y volvió a girar, describiendo un amplio circulo por encima de su cabeza, que impacto con fuerza en el escudo de su rival. Domingo hacia encogerse al hombre de tabardo azul a cada golpe de mandoble, habiendo desechado desde el inicio la idea propuesta de espada y escudo para el desarrollo de la obra.

Ya era el cuarto combate de la noche y solo los dos combatientes más versados y brillantes, dotados y habilidosos tendrían el placer de montar a caballo para hacer gala de su arte en el duelo de justa y no como al principio le habían comentado. La razón del cambio había llegado por la ingente cantidad de personas animadas a batirse disfrazadas y demostrar una hombría, que bien valía una conquista de damas, unas risas con los amigos o una narración para futuros días de abrigo. Por haber participado al menos le daban a uno un premio de consolación si no llegaba a la justa a caballo, una retratación fotográfica, ataviado como el caballero que fue.

¡¡CLAANC!!


La espada choco contra la espada y Domingo desarmo a su rival, controlando su fuerza para no romperle la mano en el proceso. El joven habia luchado con gallardía, pero no se esforzaba lo mas mínimo por sostener la espada decentemente, solo el escudo (y quien no, con la fuerza con la que golpeaba el Duque). Hubo palmas y jubilo para perdedor y ganador, mientras que se preparaba el siguiente, Domingo tenia unos minutos de descanso que en verdad no necesitaba ni quería, pero eran las reglas.

Aquello en verdad era una lastima, no deseaba que acabara ni en una semana ni en un mes. Se volvía a sentir vivo con el clamor de la batalla, por falsa que fuera, el olor del acero, del barro y el miedo "humano". Eran espuelas en su corazón frío para hacerle vibrar y recuperarse del tiempo letárgico, del luto por una esposa creída muerta. Tiempo era ya de reír y buscar empujes a ser de nuevo feliz, por encima de las intrigas politicas y el poder mundano. Este simple entretenimiento estaba resultando muy satisfactorio a pesar del bajo nivel de los contrincantes.

El divagar de sus pensamientos le llevo a una de las plazas de recreo, de actuaciones menores para infantes y familias. Actos de malabarismos, cuatro buenos artistas desafiaban la gravedad en diferentes posturas, ejercitando otras actividades menores tras cada actuación unánime como grupo. Es todo un arte, pero no es lo que llamó la atención del Duque, sino una jovencita dulce y graciosa que camina por allí... sola.

Domingo la estudiaba y la siguia sin prisas. Era justamente la clase de infantes que le hacían acordarse de Paulette y sus disgustos con el por privar al mundo de una dulzura tal y es que para él, un bocadito así, cada cuatro que cinco años, es un manjar dificilmente encontrable. Ya estaba por tender la mano hacia la niña para tomarla del hombro y llevarla al cobijo de la oscuridad cuando unos gritos de ovación llamaron su atención.

Distracción que le costo, que al volver la vista, su presa hubiera desaparecido entre el gentío... Domingo apretó el puño y apago el gruñido de su estomago con el rápido caminar hacia la procedencia de tal griterío, abriendose paso entre la gente para situarse entre las primeras filas. ¿Que pasaba en la plaza de las justas?¿Quien era tan aclamado?, si solo con el habían gritado así...

Los "¡Español, español!" de su publico habían sido sustituidos por un "¡Lyon, lyon!" un adversario más bien esbelto y rápido, joven sin duda por la forma de aprestarse a las armas, que se ocultaba como tantos otros bajo yelmo de mascara

¡PUM, PUM, PUM!

Su corazón latió por si solo, inconsciente a un sentimiento muy viejo. Un rival que podía ser, ojala fuera cierto, un desafió, por pasajero que fuera con un mortal.

Ganad, Lyon, ganad. No me defraudéis a mi. Os espero en la cima pensó, cruzándose de brazos, observado dichoso el combate.

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Mensaje por Celestine Arceneau Vie Oct 28, 2011 3:08 pm

La décima pelota se junta con las demás que pasan de mano en mano entre los malabaristas, que se movían por el lugar realizando diferentes piruetas y sin perder ninguna pelota. El acto me resultaba increible y atrayente, pero antes que terminara el acto unos ruidos llaman mi atención. La duda cruza mi mente… mis padres me dijeron que los espere en esta plaza… pero… talvez tarden demaciado en volver… ir y hechar un vistazo a lo que las personas vitorean y regresar enseguida a esta plaza, no tienen porque enterarse y no pasará nada.

Con la decisión tomada me alejo de la plaza guiandome con los gritos. Una gran cantidad de gente está reunida y me impiden ver. Con paciencia y pidiendo permiso, me muevo entre las piernas de las personas hasta lograr llegar al lugar y estar en primera fila para observar todo.

Se trataba de una batalla a espadas entre dos Caballeros. No es algo que en verdad me atraiga pero es algo interesante, el caballero al que todos aclaman sin duda sabe como moverse en esa pelea. Dejo de mirar la pelea para observar mi alrededor. Muchas personas estaban disfrazadas de diferentes personajes, pero el mayor disfraz usado, al menos en esta zona, es la de caballeros… hasta la persona a mi lado está con una de esas armaduras.

Lo observo uso cuantos segundos y vuelvo a mirar la pelea que ya está llegando al final y el seguro ganador es aquel que todos vitorean de nombre Lyon.
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Mensaje por Paulette "Paul" Tudor Jue Nov 03, 2011 9:12 pm

La situación se había vuelto demasiado divertida como para ignorarla. No sólo se había vestido como varón de nuevo, tras años de no hacerlo, si no que había descubierto que sorprendentemente, sus habilidades seguían tan nuevas como antes. Se divertía mirando al hombre que tenía frente a sí, que intentaba tantas veces buscar su flanco derecho, que podía adivinarse tan fácilmente, cómo iba a responder, cómo iba a atacar, cómo se iba a defender. Cuestiones de una simple visión, tras años y años de guerras contínuas. Sus instintos jamás la traicionaban, siempre tenían una perfecta armonía con su mente, con sus miembros, que ahora mismo levantaban el escudo una y otra vez, evitando los golpes de la espada de su rival, haciéndolos a uno y otro lado, empleando la fuerza necesaria para cansarlo, que pronto no pudiera hacer nada más que resollar. El momento justo para el inicio de la verdadera contienda.

Pero ¿Qué decía? Eso no era una contienda, era una paliza, golpe a golpe, mandoble a mandoble, todo era muy fácil, el rival, ya agotado, no sabía más que hacer que intentar evitar o parrear todos sus embates, cuando pronto se notó que ella llevaba las de ganar una y otra vez. Lyon era muy superior, mucho más entrenado, hasta pena le daba estar combatiendo contra el pobre hombre. ¿Combatiendo? Más bien parecía un entrenamiento de un niño con su padre... donde el padre le daba cada
lección al niño que era imposible que el mismo pequeño pudiera derrotar a su prgenitor. Así que decidió terminarlo. Un par de golpes después el hombre estaba en el suelo, intentando jalar aire tras que ella había hecho una maniobra por la que había sido famosa en una guerra hacía doscientos años.



La maniobra del León de Inglaterra.



Cuando todo terminó y los gritos se convirtieron en alaridos de victoria, "Lyon" salió de la arena y caminó entre la gente que lo felicitaba, evitando por todos los medios y con gran habilidad, que le tocaran el cuerpo, hasta que ante él, sólo quedó una pequeña niña de cabellos de sol y ojos de cielo... preciosa y hermosa, con un rostro de ángel, como alguna vez Paulette soñara que sería su hija. "Lyon" se hincó y le miró largamente, bajo la máscara, sus ojos azules brillaron con intensidad...



Acarició con ternura impropia del gladiador que había ganado de esa rotunda manera la carita de la pequeña, mirándola con tantos sentimientos encontrados, que la hicieron tragar saliva. No habló, pero sus ojos reflejaron la necesidad que tenía de tener a su lado una pequeña. Tan hermosa como esa. Aunque no lo fuera. Una pequeña para sí, eso quería Paulette.



Y desgraciadamente, jamás la tendría.



Se puso en pie y caminó alejandose de todo, de ellos, para en un lugar oculto, quitarse la máscara y llorar, por lo que no había jamás tenido, por lo que no tenía, por lo que jamás tendría. Por todo eso y más, siguió llorando hasta que no hubo una sola lágrima que derramar por ese día. Y entonces, soltó el aire que contenía. Qué cruel era Dios, ese Dios que a todos ayudaba y lo único que hacía con ella era recordarle una y otra vez lo maldita que estaba, que estuvo, toda su vida... con un padre que no la amaba, con una madre que no la protegía. Su niñez perdida, con un rostro tan triste como...



Y luego, las palizas, las vejaciones... para llegar a con un hombre que la había hecho amar tanto, que no se preocupó de algo que siglos después, se arrepentía: tener un hijo. Un niño con rizos como los de Domingo, que correteara, que riera, que fuera feliz... Lágrimas resbalaban por sus mejillas, de puro dolor, de sentimientos encontrados que la desgarraban una y otra vez...



Si tan sólo no se hubiera enamorado de Domingo...



Si tan sólo él hubiera sido humano cuando se casó con ella...



Si tan sólo...



Si tan sólo...



Si tan sólo...



Una sola lágrima sanguinolenta bajó por su rostro, una sola más...



Un deseo reprimido..



Un deseo inalcanzable...



Por siempre...



Para siempre...

Un vientre que creciera cada día, un sentimiento de femineidad que ganara su corazón y lo llenara de sentimientos tan potentes como jamás hubiera tenido. El sentirlo crecer, el oírlo, el saberse embarazada. Una semilla que nunca germinaría. Una ilusión jamás cumplida. Nunca lo sentiría, los síntomas, los antojos, las alegrías en cada día pasado. El que su vientre fuera el medio por el cual comunicarse, donde el pequeño pateara o hiciera sentir su presencia.

Verlo nacer, tenerlo entre sus brazos, mirar su carita, sus manitas que rodeen sus dedos al tiempo que su llanto se deja escuchar. Su primer despertar, sus pasos, sus risas... travesuras que jamás podría... que nunca...

Oh Dios, qué daño había hecho para merecer semejante castigo... Tantos muertos en sus espaldas, en su pasado, en su camino, eran ahora la muestra de su maldición, la respuesta a la pregunta no enunciada.

La lágrima resbala lentamente por su mejilla, manchándola.

Un niño que no se amamantaría de su seno, que no tendría pegado contra su pecho, oyendo su corazón y acariciando su cabecita, sonriéndole o cantándole... arrullándolo, viendo cómo es el orgullo de su padre.

Amor en silencio, un amor que jamás se cumpliría, se satisfacería...

Jamás...

Un vampiro era estéril...

Pero lo tenía a él, no podía pedir más... no debía pedir más...

Tras tantos años alejada de él, de pensarlo perdido, estaba a su lado...

La lágrima cayó al piso...

Llevándose consigo, el dolor, dejando sólo el silencio y la resignación.

Ojalá...

Quisiera Dios...

Ojalá...

Bajó la cabeza...

- Hágase señor, tu voluntad, así en la tierra, como en el cielo... - rezó con mucho sentimiento y dolor, mientras alzaba el rostro al cielo y veía las estrellas - hágase en mí, tu palabra...


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Mensaje por Domingo de la Vega Miér Nov 16, 2011 12:25 pm

Orgullo, sonrisas. El estupor general ante desmedidas maniobras, satisfacción creciente. Ese si es un rival, es un duelista, un armado caballero frente a un doliente niño armado con un pincho que ni siquiera sabe colocar para detener un golpe.

Juego de niños. Una mandoblazo tras otro, provoca aplausos, gritos de energía, de animo entre hombres, de dolor, contracciones y muecas, para alguna mujer. Llega el remate y mientras los aplausos rompen entre el publico, el estupor, la sorpresa... Son parte solo de un hombre, un ser, un vampiro.

¡Es ella!

Descubre, apretando los puños, hasta dejar sus nudillos blancos. Que engaño, sublime. Se relaja, después de todo tiene todo el derecho del mundo a estar aquí, y si, como pavo real, Domingo se hincha con su reconocimiento. Quien mejor que su esposa para despertar en el, el hambre por la batalla.

¿Pero que ve? La niñita que ansiara, su bocado. Esta ahí, al alcance de la mano y ahora su esposa se dirige a ella. Las observa detenidamente, su Paulette postrada frente a la niña, como un glorioso combatiente frente a la mujer que le entrego una prenda. Mas su rostro no expresa sino un sentimiento que ambos sufrieron en el pasado. Una perdida que no pueden superar sino es, aceptando que no son humanos, aceptando que no pueden tener lo que los sencillos humanos tienen, hijos.

Le cede tiempo, la deja marchar y cuando el pueblo se disuelve, emprende la marcha. Sabe que no ha podido ir lejos, su olor esta presente. La sigue y al encontrarla se ofusca contra la pared, se protege a la vista mientras observa.

No le hace falta hurgar su mente para saber que piensa. Lo habían hablado en el pasado, una necesidad humana, precaria, triste... Brota de ella como agua acaudalada, fluye sin presas y estalla contra su corazón. Su vista le duele y sabe, Domingo suspira hondo, porque lo sabe... vuelven a estar juntos y su amor le ha rendido a comprenderlo mejor, también lo necesita, también desea esa sensación nunca experimentada que les ha sido rechazado a ambos.

Si solo pudiera decirle que... No y no, basta de luchas internas.

Domingo avanza y reposa su mano sobre su hombro, apretando dulcemente para reconfortarla. Ella esta murmurando algo y él asiente.

- Amen - pronuncia con la voz domada por la templanza. La contempla cariñosamente mientras pone una rodilla a tierra y ya a la misma altura, vuelve a hablar - Vi una niña preciosa, viste a la misma niña hace unos instantes. Nunca hemos hecho esto, pero se... - se humedece los labios - Que podemos ser unos buenos padres... -
Domingo de la Vega
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Aquella noche en la Feria Medieval (Paulette "Paul" Tudor y Celestine Arceneau) Empty Re: Aquella noche en la Feria Medieval (Paulette "Paul" Tudor y Celestine Arceneau)

Mensaje por Celestine Arceneau Vie Dic 16, 2011 5:37 pm

¡¡¡CLAAAANC!!!

Sonaron las espadas y tras un último movimiento, la batalla terminó. Como cualquiera pudo haber imaginado tras aquella gran muestra de habilidades, el indudable ganador de aquella batalla medieval entre caballeros era de aquel cuyo nombre ahora todos gritan con gran emoción entre unos estronduosos aplausos. Lion es el justo ganador. Cuando ambos contrincantes dejaron la arena de duelo, una ola de personas rodeo a Lion para felicitarlo, prácticamente atropellándome como si de una estampida se tratase.

Con suerte pude salir ilesa de ese atropellamiento de adultos que no paraban de felicitar al ganador. Cuando por fin estuve libre terminé frente a Lion sin saber cómo. Lentamente las personas se iban retirando a ver otros espectáculos dejándome a mi sola, frente al caballero. Aunque su máscara tapaba toda su cara podía sentir su mirada fija en mí y eso me ponía un poco nerviosa. Como me es costumbre, hago una pequeña reverencia como me la han enseñado desde que tengo memoria para saludarlo y me sorprendo cuando Lion se agacha hasta quedar a mi altura. Tras aquella máscara podía observar sus ojos que poseían un brillo especial, un sentimiento que no logro adivinar ni entender.

Estira su mano hacia mi cara y cierro los ojos por un reflejo que he adquirido a muy corta edad debido a los tratos continuos que tienen conmigo mis padres. Al sentir que solo acaricia mi mejilla, abro los ojos algo sorprendida y vuelvo a mirarlo, era curioso como esa persona podía ser un excelente combatiente y al mismo tiempo demostrar esta actitud de cariño. No pasó mucho tiempo cuando el caballero se pone de pie y se aleja caminando entre las personas sin decir ni una sola palabra.

Lo veo alejarse y decido hacer lo mismo, era mejor ir a revisar si mis padres volvieron a la plaza donde me dijeron que los esperara. Paso entre la gente y algunos puestos de ventas y llego a la plaza, miro alrededor buscando a mis padres pero no hay rastros de ellos, eso me hace sonreír ya que significa que puedo seguir viendo esta feria por un tiempo más. Sin perder tiempo me alejo de la plaza y camino por las “calles” concurridas de gente, deteniéndome a ver las cosas que llaman mi atención… en otras palabras, observo absolutamente todo.


off: Mil millones de disculpas por tardarme tanto.
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Mensaje por Paulette "Paul" Tudor Lun Dic 19, 2011 12:50 pm

Aspiró aire y levantó la mirada al cielo, para luego, mirar el rostro del hombre amado. Sonrió y se puso en pie, abrazando la cintura masculina y recargando la cabeza en su hombro, refugiándose como pocas veces en él, sabiendo que es su confidente y absolutamente nadie le separara de su lado. No ahora, no tras tanto que lucharon. Le ama como a nadie en el mundo y ese amor era correspondido. Besó su cuello, aspiró su aroma y se apretó más contra él.

- Yes, yes I do - susurró bajo, para besarle de nuevo la mejilla ahora, sonriendo débilmente, acariciando con su nariz la mejilla masculina, abrazándole con mucho cariño y el amor que le tenía. Así, podía quedarse siglos, entre sus brazos, contra su cuerpo. Le amaba como a nadie en el mundo y a pesar de que las circunstancias en ocasiones fueran adversas, sabía que contaba con él y viceversa. Que ambos eran el uno para el otro y absolutamente nadie podía separarlos. Ya habían muerto dos veces, la última cuando ella cayó en letargo.

Sonrió débilmente, recuperando su esencia, su valor, sus ansias de vivir. Asintio ante sus palabras, sabía que ambos serían buenos padres, por ese deseo intenso e inmenso de tener a un pequeño o a una niña como la que había visto. Sus ojos lentamente se abrieron y entornaron al recordarla, pensando en aspectos que no tomó en cuenta en su oportunidad. Su cuerpo se puso en tensión, recordando la forma en que le reverenció la pequeña. El miedo en sus ojos, el intentar alejarse cuando ella rozó su rostro.

- Oh my god - se separó de Domingo, tensa, más pálida de lo normal, mirando al frente, con ojos perdidos, el cuerpo le tembló al reconocer los síntomas. Siseó y los colmillos se le barrieron al ver en ella... al reflejarse en la pequeña... - la están maltratando - susurró con voz fría - alguien le está haciendo daño... - se veía en la niña, podía ver el miedo en sus propios ojos a su edad, el terror de hacer algo mal. La forma introspectiva de conducirse.

Ellos que tanto rogaban por una pequeña y algunos que los tenían y no sabían valorarlos. Se limpió las lágrimas y miró a Domingo, haciéndole ver en su mente todas las conclusiones que ella había sacado. Tomó la máscara y se la calzó, para aspirar y caminar al lado de su marido, como si fueran viejos camaradas, pero la idea estaba clavadísima en su mente: encontrar a la pequeña, comprobar si sus sospechas eran ciertas y en caso de ser así... Dios, no sabía qué haría, pero sí que pagarían aquéllos que se hacían llamar padres...

Porque un padre no es aquél que humilla, veja y lastima.

Un padre es aquél que ama, protege e incita al triunfo.

Paulette se sintió de pronto, como una madre... la de esa pequeña...

Off rol: No te preocupes, todo bien.
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Mensaje por Domingo de la Vega Sáb Ene 21, 2012 1:40 pm

Una mera afirmación, mil años de sentimientos encontrados. ¿Como una simple palabra, mella tanto en un alma? El rostro, la mente, el cuerpo de Paulette, de su amada esposa, deseando librar esa batalla en muchos campos distintos y la había perdido, siempre, muchos años atrás.

Y ahora, solo tenía que mirarla, que escucharla, para ver el cambio sutil, pero firme de aquellas emociones. Su manera rápida y fluida de aclarar aquello que temía perder, después de tantos años de buscarlo."Alguien la maltrata" resonó con fuerza en la cabeza de Domingo, lo que se tradujo rápidamente en un símil, mas grande. "Alguien ha cometido un error grave, ante la leona" Una leona siempre protege a sus cachorros, los mima y los llora con ardiente llama, si los pierde.

Entonces ese alguien, los verdaderos padres de esa niña, no sabían que el infierno caminaba entre ellos aquella noche, buscándolos.

- Daremos con ellos, concentremos en buscarla a ella. Luego, daremos con ellos, a través de su joven mente. Veremos quienes son, como son -
entreabrió los labios, mostrando ligeramente los colmillos. Agresivo, cazador. - Ah - sonrió, habilmente - La tengo - hablo, disculpandose por haber ordenado algo, que ahora había encontrado el. Los años de practicas vadeando las olas de pensamientos, no podían hacer zozobrar su barco, en estas corrientes de marcas mentales.

Una vez encontraba un patrón, una firma mental, una vez era analizada y registrada por su mente, Domingo afirmaba, que si estaban en la misma ciudad era capaz de seguirla y dar con ella.

El vampiro alzo la mano de su esposa, haciéndola girar con una suave floritura, unos grados a su derecha, cual si fuera un elegante paso de baile de música, que solo ellos escuchaban y la dejaba a ella recogida entre sus brazos, mientras el apoyaba su cabeza en su hombro. Quedaban como una pareja de amantes ejecutando la pieza final de su amor expresado, quedaban entre el gentío a meros pasos de la niña.

Solo cruzar una calle, a su frente, les separaba.


- Nuestra -

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Mensaje por Celestine Arceneau Sáb Ene 21, 2012 3:32 pm

¿Por qué los adultos no se fijan por donde van? Que sean grandes no significa que tienen que ir sin mirar, pisando, empujando y atropellando a todo lo que se cruza en su camino. Estoy segura que nunca he tenido que esquivar a tantas personas como ahora y ¡¡encima no me dejan ver lo que quiero!! En una pequeña tarima hay un hombre haciendo un acto, creo que de magia, pero las personas delante de mi no me dejan ver. Me gustaría ser más alta, pero por el momento eso no se puede hacer.

Suspiro y desisto de mis intentos por pasar y ponerme en primera fila. Me giro y entre empujones y apretujones logro salir de esa parte de la feria y sigo recorriendo, mirando de vez en cuando hacia la plaza por si llegan madre y padre a buscarme, pero al parecer están bastantes entretenidos donde sea que estén, mejor para mi, no tengo ganas de volver a casa… aunque mi pancita empieza a protestar queriendo volver a casa y comer lo que no pude comer a la mañana.

Paso frente a un puesto y me detengo, un hombre estaba haciendo figuras en madera. Estaba terminando de armar un auto de madera muy bonito. Miro las figuras que están terminadas y a la venta junto con otros niños. Hay muchas cosas, baleros, trompos, autos, tiene armado una hermosa ciudad con bloques.


Auto que está armando:

Juguetes:

Pero de todo lo que tiene hay dos cosas que en verdad me encantaron. Una de ellas, que estoy segura que jamás me comprarán madre y padre, es un caballito mecedor muy lindo, casi tan alto como yo. Lo otro es un caballito chiquito. Talvez logre que madre y padre me lo compren si me porto bien en la feria… si logro no hacer nada “extraño” como ellos dicen. Si hago eso, puede que me lo compren.

Mesedor:

Caballito:

Me acerco al caballito y lo agarro para mirarlo mejor. Lo miro por todos lados y sonrío al pensar que podría tenerlo.
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Mensaje por Paulette "Paul" Tudor Jue Ene 26, 2012 11:16 pm

Se dejó conducir por el hombre con el que había compartido tantos años, siglos de complicidad, amoríos, risas, llanto e incluso peleas increíbles. Se quedó de pie, mirando hacia el frente a donde él le señalaba. Asintió al ver a la pequeña y negó cuando intentó llegar hasta un acto repleto de gente más alta que ella. Paulette, con la estatura de la infante se habría metido entre las piernas de todos, pero seguramente eso no era propio de una niña educada y pulcra como veía que era esta preciosidad.

La siguieron en todos sus pasos, mientras Paulette avanzaba mentalmente hacia la pequeña y se hacía de sus recuerdos, introduciéndose lo más que podía, para ver la realidad de la nena, saber si era prudente llevársela consigo. Sí, atraerla a su vida, a su mundo, a su realidad. Alzó la barbilla intrigada al observar algo en particular, haciendo a un lado sus ansias de asesinar cuando pudo ver los golpes, los reclamos, incluso ese zarandeo de la "madre" hacia Celestine... la forma en que la niña siempre tenía hambre, miedo de romper las cosas, de hacer algo mal, de que sus padres no la amaran. Como Paulette cuando era infante, sentía. Se sintió en la obligación de ayudarla, de salvarla, de protegerla...

Celestine... qué hermoso nombre, tan precioso como la pequeña que hacía gala de él. Tan delicada como una flor de mayo. Tan hermosa, de cabellos de oro y ojos de cielo profundo. Celestine... Paulette la quería para sí, ya no había duda alguna. Miró a Domingo, sabiendo que él atendería a su llamado, a su petición y rió cuando lo vio dudar, para aceptar al final. Podrían hacerlo, podrían darle una mejor vida a la pequeñita, claro que sí. Se alejó unos instantes en el momento que Celestine se dirigía hacia la plaza, para comprar un vestido hermoso y cambiarse lejos de la vista de los demás en el interior del carruaje que la trajo, dejando a Domingo vigilando a la pequeña.

Una vez arreglada, con el cabello sujeto en un moño no muy elaborado por la misma situación, poco maquillaje en el rostro para resaltar sus facciones, unas cuantas joyas para hacer gala de su posición social. Con la máscara guardada debidamente en el carruaje, el vestido ondulando perfectamente en su femenina figura, tomó del brazo a su marido y besó su mejilla para susurrar al oído:

- He visto suficiente, la maltratan por tonterías... la quiero para nosotros, para mí por favor... cúmpleme este deseo y no te pediré nada más - rogó mientras sonreía ante la carita dulce de la pequeña ante el caballito... en sus recuerdos había detectado la causa de los desaires y maltratos de los padres hacia la pequeña: la magia de la que era portadora. Algo que a la señora De la Vega le tenía sin cuidado, sin embargo Domingo no era de la misma idea, por lo que era imprescindible que susurrara el permiso para tenerla consigo. Una vez dada su palabra, el Duque De la Vega jamás se desdecía, a pesar de que aborreciera a los brujos.

A finales de cuentas, ellos eran vampiros, era más que obvio que tarde que temprano la pequeña tendría que saber la condición real de sus nuevos padres, por lo que Paulette estaba dispuesta a ayudarla a controlar su magia y seguramente la niña mantendrá el silencio respecto a la verdadera realidad de los De la Vega. Cuando por fin Domingo dio su consentimiento, se acercó a un puesto y compró unos panecitos calientes que solicitó se pusieran en una canastita para ir a donde la niña. Cierto era que tendrían que hacerse cargo primero de los padres, pero quería saber si ella los aceptaría.

Fue a donde el puesto de juguetes y sonrió al dependiente que, creyéndola la madre de la niña, se deshizo en presentarle todas sus creaciones, para lo cual Paulette asintió con educación y le detuvo en su parloteo con levantar un solo dedo. Misteriosa, elegante, pero al mismo tiempo con un toque extraño y exótico, así era Paulette ante la vista de los demás. Incluso de la misma Celestine. Volteó a verla y le sonrió, para agacharse a su altura y ampliar más la sonrisa. Mostrándole que a pesar de todo, era amigable, capaz de sentimientos amables y buenos.

- Hola pequeña, me preguntaba si sabrías qué podría regalarle a una niiñita como de tu edad y tu tamaño... ¿Me ayudas? Es para su cumpleaños y no me decido qué darle. Si me brindas tu ayuda, te regalo el juguete que quieras para agradecerte por tu amabilidad... - sabía del hambre de la niña y le ofreció un panecito - Anda, mira, incluso te regalo los panecitos que quieras, pero auxíliame, por favor - sin que la pequeña lo supiera, la manipulaba hacia lo que quería: conocerla, saber qué le gustaba sin tener que leerle la mente, alimentarla cuando sabía que se moría de hambre y al mismo tiempo, regalarle lo que ella más quería - Prometo que si tus papis llegan, yo me hago cargo de que no te regañen por aceptar mis panecitos y mi regalo ¿Si? - esperaba que sus palabras le dieran la confianza de mostrarse tal cual era.

Y sí, claro que vería el asunto de los padres de Celestine... en su mente, ya estaba pensando la forma de "hacerse cargo" de esos progenitores que no sabían lo que era ansiar a un pequeño y no tenerlo consigo. De mirar cómo otros les hacían daño y no poderlo ayudar. Esta vez, sería diferente. Domingo por fin había aceptado tener en su familia a una pequeña. Quizá Celestine hubiera ganado más que juguetes y pan... quizá se habría granjeado la ansia de Domingo por ser padre y desear que ella fuera su hija. Si era así... la niña sería la nena más feliz de todo el mundo. Porque tendría padres que la ansiaran, quisieran y cuidaran, pero sobre todo... amaran a pesar de sus condiciones vampíricas.

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Mensaje por Domingo de la Vega Sáb Feb 04, 2012 7:48 am

Cuando su esposa se decidió a estar con la niña, y con ello la pequeña no podía estar en mejores manos. Tiempo fue, para el ponerse en serio a localizar a aquellos padres. Entre el gentío bullían mas de trescientas mentes, todas ellas en sus propios pensamientos.

Por suerte no tuvo que concentrarse mucho. Las señales, las manera de ser e incluso las imagenes de sus padres habían sido rescatadas de la propia mente de Celestine y con ello, su labor de búsqueda fue mucho mas placentera. Se movió entre la multitud, esquivando con soltura, como pez en el agua, atendiendo a los patrones físicos de cada uno, desdeñando a las mujeres rubias que fueran poco opulentamente vestidas y a los hombres que no supieran guardar la compostura.

Aracelis y Magnus Arceneau, ahí estaban, tomando unas copas, copiosamente disfrutando el momento, despreocupados de quien no fuera, sino ellos mismos. Domingo apretó la mandíbula, a la hija la hacían pasar hambre para que ellos...

Cerro los ojos, e inspiro despacio una bocanada de aire fresco, le ayudaria a relajarse, a calmarse y mantener la mente despejada de sus airados pensamientos. No iba a dejarse llevar por la bestia que dormía en su interior. Yendo hacia ellos, asalto sus mentes, para analizarles, saber de ellos, conocer hasta el ultimo rincón de sus pasados y lo que encontró, realmente valía oro.

Adulterio. Rió para sus adentros, ¿Que diría el Sr. Arceneau? de saberse cornudo. Domingo estaba seguro que no airearía el trapo en la calle y viéndole mas despacio, analizando su esencia bruta, seguramente lo pagaría mas la niña que la madre. Seria la excusa que había buscado durante años, para desacerse de ella.

Desligo los planes a largo plazo en cuanto accedió al rincón de las necesidades. Para aquello ambos progenitores estaban mas unidos, que en ningún otro aspecto. Amaban el dinero por encima de todo. Y con ello tenia la oportunidad perfecta para entablar conversacion.

Aprovecho cuando dejaron una mesa libre, para tomar una silla y sentarse junto a ellos, haciendo la variación justa en sus mentes, para hacerles creer que se habían encontrado en la feria, viejos conocidos que se llevaban medio que bien. Él era hombre acaudalado y casado, pero sin hijos y aquello hacia desgraciada a su esposa. Llevaban un rato hablándole de lo poco que podían disfrutar de aquella fiesta, por tener que estar pendientes de una hija pequeña. Habían intimado con soltura, en parte por las copas tomadas. Tres el señor, dos la dama. Con aquellos arreglos bastarían. No había muchos puntos sueltos y había grandes verdades en ellos de los que salir resoluto, si se daban preguntas, pero para evitar ello, fue...

Directo al tema.

-Así que os gustaría libraros de ella, pero no sabéis como - les miro, con un ademán conciliador. Les había pillado, mas no les culpaba de nada. Les estaba queriendo echar un cable, así que al hablar de nuevo, su sonrisa era perfecta. Que vieran en ella la amistad de un hombre apoderado, quien echándose hacia delante en tono conspirador, decía - Yo tengo una idea. -
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Mensaje por Celestine Arceneau Sáb Feb 11, 2012 8:55 am

No me canso de ver al caballito que tengo en mis manos, es simplemente muy lindo y pensar que si logro convencer a mis padres podría tenerlo, lo vuelve más lindo aún. Solo espero que cuando ellos decidan regresar por mí en aquella plaza, el caballito todavía esté, que nadie decida llevarselo. Con un suspiro me pongo de puntas de pie para poder dejar al caballito precisamente en el lugar donde estaba, pero algo me hace detener mi acción. Una mujer se detiene a mi lado y la miro con curiosidad. Por el vestido que estaba usando, las joyas y su forma de caminar estaba segura que era una de esas personas que mis padres siempre consideran valiosas para entablar algún vínculo. Se agacha hasta estar a mi altura y cuando me sonríe le respondo con una sonrisa pequeña.

Sus palabras me sorprenden y eso se refleja en mis ojos celestes. ¿De verdad ella me compraria el juguete que quiera? Ante eso vuelvo a mirar al caballito que no llegué a poner en su lugar y sigue en mi mano. Seríe fantastico tener al caballito…

Al escuchar la palabra “panecitos” vuelvo a mirar, enfocando mi vista en el panecito que me ofrecía y sin poder evitarlo mi pancita hace ruido de hambre. No he comido nada por culpa del castigo… por mi culpa. Sonríe y estoy por aceptar el panecito cuando las palabras de mi madre golpean mi cabeza.

“No debes aceptar nada de extraños, no es de señoritas.”

Rapidamente alejo mi mano y niego con la cabeza.

-No, muchas gracias Madame.-

Declino el ofrecimiento con educación como siempre debe ser. Aparte, aunque ella diga que se encargaría que mis padres no me regañen, había una realidad y era que ellos nunca me regañarían en un lugar con gente. Esperarian hasta llegar a casa y entonces sí, me regañarían y castigarían por haber aceptado cosas de extraños y más aún si ven que tengo el caballito que me gusta… probablemente me lo sacarían sin dudarlo y yo lo quiero. No, mejor espero a mis padres para lograr tenerlo y evitar que se enojen más conmigo.

Pero, el negarme a aceptar lo que me ofrece no impide que le ayude a elegir un regalo para el cumpleaños de esa niña ¿verdad?

Señalo el caballo mesedor que también me gusta, pero ese sé que simplemente es imposible que pueda tenerlo. Mis padres no gastarían su dinero en comprarme algo tan grande y bonito, jamás lo harían, ni siquiera en mis mejores sueños que son muy pocos.

-Ese caballo es lindo. Le va a gutar.-

Digo con seguridad y sonrío un poco. Seguramente a esa niña le gustará ese caballo mesedor ¿a quien no le gustaría?
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Mensaje por Paulette "Paul" Tudor Sáb Feb 11, 2012 1:22 pm

Su mente era un libro abierto para Paulette quien debería sentirse mal por escuchar sus pensamientos, pero sabiendo bien que jamás le diría lo que le afligía tuvo que hacer uso de sus habilidades para buscar los recovecos en los cuales entrar y destrozar todas las murallas que rodeaban el inocente corazón de la pequeña. Aspiró profundo al tiempo que observó con deleite los rizos rubios que adornaban un rostro precioso.

Esos ojos enormes tan azules que le causaban un hueco en el estómago y una sensación extraña en el corazón. Cariño, se descubrió sintiendo cuando ni siquiera conocía a la pequeña, apenas llevaba unas cuantas palabras intercambiadas y sentía ansiedad de que la nena le sonriera con expresión radiante, como debía hacerlo toda niña de su edad.

Asintió al ver en su mente la orden de su madre de no aceptar nada de extraños, fue entonces cuando decidió hacer algo diferente retorciendo esa regla usada por la progenitora. Paulette estaba acostumbrada a crear estrategias de combate así que el pensamiento de una pequeña no debía ser tan complicado de romper y utilizarlo a su conveniencia. Aunque por poco echó por tierra todo al ver el pensamiento de la niña, de que sus padres la regañarían en cuanto llegaran a casa.

Debía evitarlo, aunque sus ojos se dirigieron hacia donde estaba Domingo, mandándole la imagen mental de lo que la niña pensaba para que eso minara los posibles reparos que el vampiro tuviera respecto a los padres de la pequeña. Paulette haría hasta lo imposible por hacerlos papilla y quedarse con Celestine, se prometía darle una mejor vida y ahora mismo empezaría a ello. Le sonrió devolviéndole la mirada, con cariño y dulzura, haciendo a un lado un ricito.

- Ese caballo sería maravilloso, pero qué grosera soy, no me he presentado. No puedes hablar con una desconocida - dijo con una sonrisa hermosa, que le hacía lucir mejor sus facciones - mucho gusto, pequeña, soy Paulette, me gusta mucho cabalgar en grandes caballos, chapotear en los ríos y tocar el piano mientras puedo ver la luna llena - le extendió la mano con franqueza - ¿Y tú? Porque yo tampoco puedo hablar con extraños - puso carita de circunstancias - así que hagámonos amigas, ¿Te parece? Así podremos platicar y podrías ayudarme a elegir bien mis regalos.

Estaba hecho, destrozaba por completo los estándares de la niña, la obligaba a no alejarse, todo lo contrario porque así Paulette le mostraría a la pequeña lo que era estar en una feria con alguien que buscaba hacerla feliz. Un caballito era muy sencillo de darle, incluso el grande que ella tanto ansiaba, pero le daría la atención que nadie le dió jamás. Le daría alegría, risas, ocurrencias, todo para que ella fuera feliz al menos por ese día si es que Domingo no lograba que la tuvieran para ellos. Aunque conociendo a su marido y el empeño que ponía en las empresas que tomaba como suyas, sobre todo para complacerla, sabía que eso era imposible. La pequeña Celestine sería suya. Por fin.
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Mensaje por Aracelis & Magnus Mar Feb 14, 2012 5:29 pm

Habían esperado este momento durante todo el santo día que parecía que no avanzaba, peor por fin llegó el momento. La noche había caído y no tardaron en arreglarse. Magnus con uno de sus elegantes trajes y su bastón con empuñadura plateada que usa todo el tiempo aunque no lo necesite en realidad. Aracelis por su parte se puso uno de sus vestidos más lujosos, se maquilló perfectamente y se puso sus joyas más costosas para que se note su clase social, aunque no eran necesarias las joyas, con solo verla se sabía que se trataba de la clase alta. Ambos estaban listos para irse, solo faltaba…

-¡¡Celestine!!-Gritó Aracelis al ver a su hija sin vestirse. Le agarra la mano y sube con ella a su habitación.

-¿Qué haces?!! ¡¡aún no estás vestida!! ¡¡rápido!! ¡Nos están esperando en la feria, no podemos llegar tarde!-Se escuchó la voz de Magnus.

Cuando su hija estuvo lista, se subieron en su carruaje y partieron a la feria. No era algo que en verdad les fascinara. Ambos pensaban lo mismo acerca de mezclarse con la “plebe”, o como ellos prefieren llamarlos en privado “las basuras de la ciudad”. Pero no podían evitar ir a la feria todas las familias irian y ellos al tener una hija no podían ser menos, sería extraño que una familia de su posición y tan “gentiles” como ellos no llevaran a su hija, sería muy extraño. Pero eso no significa que ellos no pudieran disfrutar de ellos mismos. Apenas llegaron caminaron hasta una pequeña plaza y miraron seriamente a Celestine.

-Celestine.-La llama Aracelis. -Tenemos que hablar con los Lawlett… quédate en la plaza.-

-Vendremos por ti después.-

Tras estas simple palabras ambos dieron media vuelta y se fueron de ahí sin mirar atrás, sin preocuparse d elo que le pudiera suceder a su hija, porque sabía que la “anormal”, como ellos la llamaban, no se movería del lugar por miedo a desobedecerlos y resibir castigo, que de igual forma ellos le dan aunque no tuvieran razón alguna.

Fueron a hablar con los Lawlett, hablaron con esa pareja por un largo tiempo de cosas que en verdad a ellos no les importaba, y cuando los Lawlett se retiraron de la feria ambos se miraron y suspiraron de alivio.

-Lo que uno tiene que hacer para tener relaciones que sean veneficiosas.-

Comenta Magnus, mientras Aracelis asiente ante esas palabras. Por fin estaban solos por completo y podrían disfrutar de lo que más aman en este mundo. Ellos mismos.

Se dirigieron a una mesa donde se pidieron algunas copas para degustar.

-Señor De La Vega.- Saluda Aracelis al ver a un conocido de hace tiempo. -Que gusto verlo por aquí.-

-¿Le gustaría acompañarnos unos momentos?- Sonríe Magnus invitandolo a sentarse con ellos. Hacía tiempo que conocían a Domingo De La Vega, era un hombre de prestigio y poder, algo que para los Arceneau era extremadamente atrayente.

Hablaron con De La Vega libremente, contandole muchas cosas que ninguna otra persona había escuchado de ellos. Pero para Aracelis se le estaba haciendo extraña esta conversación, las preguntas de De La Vega casi siempre estaban dirigidas al tema de la paternidad y de su hija, algo que a ella no le agrada hablar con nadie.

En cambio Magnus se sentía libre de poder hablar, no tenía problemas en responder a las preguntas de De La Vega, mucho menos con tres copas que lleva bebiendo y está por comenzar la cuarta, cuando las palabras de Domingo le interrumpe. Al escucharle una rayo de esperanza se enciende en la mete de Magnus, posiblemente él podría ayudarles a deshacerse de esa mocosa inservible por siempre…

-Perdonenos Señor De La Vega, pero ya es tarde y mi hija tiene que dormir.- Interrumpe Araselis.

Magnus la mira interrogante ¿Por qué no escucharlo? Él podría ser la respuesta a sus plegarias, tal vez por fin podían ser libre de esa carga inútil y anormal que tienen desde hace 3 años. Aracelis no lo miró, simplemente se puso de pie y saludó a De La Vega con una cordial reverencia.

-Con permiso señores.- Sonríe de forma maternal, esa sonrisa que viene actuando desde hace tiempo. -Magnus, buscaré a Celestine. Te veremos en el carruaje.-

Aracelis lo mira fijamente. Una mirada dice más que mil palagras y la mirada de Aracelis era clara, no quería escucharlo, no quería hablar de eso en este lugar, no era el tiempo, el momento, ni el lugar para hablarlo, menos con alguien de la posición de Domingo De La Vega.

-Está bien. Búscala y nos vamos a casa.-

Magnus entendió esa mirada y acepta que tiene razón. Aracelis sonríe y se da media vuelta para ir a buscar a su hija. Magnus suelta un suspiro. Buscarán alguna otra forma de librarse de la niña. Mira a Domingo.

-Fue un placer encontrarlo y hablar con usted De La Vega. Espero poder repetir esta conversación.-

Magnus sonríe al mismo tiempo que se levanta para regresar al carruaje.
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Mensaje por Domingo de la Vega Lun Feb 27, 2012 7:19 pm

En ellos a medida que la charla había ido entrando en detalles encontró lo que tanto buscara. Sus miedos y ansiedades, lo que cada cual de si o para si, buscara y la niña, era aquel punto desafortunado de inflexión que no entraba en ninguno de los dos.

Bastardos ambos. El diablo los cría y ellos se juntan. Para Domingo todo estaba hecho, decidido e incluso daba gracias a la providencia, esto sería fácil.

Si los padres hubieran sido buenas personas o ligeramente amado a su hija, quizás, solo quizás... Domingo hubiese albergado dudas sobre si quedarse a la pequeña fuese justo, pero no, con semejantes dos, no.

- Podríamos repetirla mañana, en su casa o en la mía, si ustedes gustasen. A mi esposa le encantaría conocer a la pequeña - decididamente no podía dejar que se marcharan tan así. Siempre tenía que dejarse una puerta abierta.

¿Que pensarían ellos mismos de aquella invitación? Seria algo que daría que hablar durante mucho tiempo. Ellos cenando con... - No se marchen así, deme una respuesta - miro al progenitor y aprovecho la separación momentánea de la mujer, para al levantarse dejar a vista el sello ducal, de su mano derecha, que pocas veces mostraba con tanta soltura.

No les forzaría a darle una respuesta a su favor. Solo con lo que ya tenían y aprovechando lo que ya sabía de ellos, esperaba que la avaricia y el poder tener un camino despejado y accesible, hiciera el resto. Les daría mucho que hablar, por citar, tener la amistad de alguien tan adecuado, como un Duque.

Domingo esperaba de buena fe, que aceptasen verse mañana, le daría una alegría a Paulette y obtendría de otro lado, tener unas horas más para pensar adecuadamente, como se desharían de ellos, una vez acabase todo.

Por que, sincerandose consigo mismo, aquellos dos no acabarían bien, una vez les viera su esposa.

Pobres bastardos.

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Mensaje por Celestine Arceneau Dom Mar 04, 2012 9:13 am

La miro sorprendida. Ella tampoco puede hablar con desconocidos?? Sus padres también le dijeron eso?? También la regañan si no les hace caso?? Una pequeña sonrisa se forma en mis labios al escucharla, aunque es una sonrisa pequeña, es sincera, para nada fingida como las que acostumbro a mostrar todos los días, porque tengo que mostrar que soy una niña feliz con mis padres.

-Mucho gusto. Soy Celestine Ar… Are… Arce… Arceneau.-

Digo con educación, aceptando su mano con delicadeza como me han enseñado e intentando decir correctamente mi apellido que siempre me ha costado mencionar.

-Me gustan mucho los animales. El color rosa y el amarillo. Y bailar.-

Le digo sin dejar de sonreír. Y en secreto también me gusta cabalgar y chapotear en charcos, pero eso nadie lo sabe, ni mis padres… y simplemente no puedo hacer esas cosas.

Chapotear en charcos… la vez que lo hice era muy pequeña, y todavía me acuerdo como se puso mi madre al verme mojada y con mis zapatitos embarrados. Nunca podre olvidar sus gritos, el golpe en mi mejilla, todavía puedo sentirlo, y el castigo que me dio. Me dejo sin cenar esa noche y me perdí el desayuno del otro día. Desde entonces nunca más lo he vuelto a hacer, aunque me guste.

Y cabalgar… nunca lo he hecho, pero es algo que en verdad me gustaría hacer. Poder subirme a uno de esos hermosos animales seria maravilloso. Por desgracia hay una realidad… y es que mis padres no me dejarían hacerlo, no por mi seguridad, sino porque seguramente dirían que no es apropiado para una niña.

Miro al caballito en mi mano. Si no puedo cabalgar, al menos intentare quedarme con esta figura de madera. Me quedare con ella, convenceré a mis padres de alguna forma.

Dejo de mirar al caballito para volver a mirar a.. Paulette? Si, ese dijo que era su nombre. Le sonrio, pero al ver detrás de ella mi sonrisa se vuelve forzada y falsa.

Por las calles puedo ver perfectamente la figura de mi madre acercarse. Y se supone que yo debo estar en la plaza donde me dejaron, no aquí.
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Mensaje por Aracelis & Magnus Dom Mar 04, 2012 12:04 pm

Aracelis ya se ha marchado del lugar y Magnus se disponía a buscar el carruaje, pero se detiene ante las palabras del señor De la Vega. Al girarse para declinar su oferta educadamente, sus ojos se posan en aquel sello, conocido por todos los que tengan una educación mínima. Y él conoce perfectamente que clase de sello es. Un sello ducal, se trata de un duque. No puede rechazar la oferta de un duque, seria algo completamente loco y estúpido en todos los sentidos habidos y por haber. Y él no era una persona que se considerara loco o estúpido.

-Sera un verdadero placer tenerlos de visita en nuestra casa mañana por la noche, señor De la Vega. Con su permiso, iré a avisarle a mi esposa e hija.-

Acepta con una gran sonrisa antes de darse vuelta y empezar a caminar, cambiando de rumbo. No ira a buscar el carruaje después de esto. No, le avisara a su esposa primero y de ahí regresarían los tres a casa. Por desgracia, los tres.

Mientras tanto, Aracelis estaba haciendo lo que dijo que haría. Tras dejar a los dos hombres solo fue derecho a la plaza donde habían dejado a Celestine. Gran sorpresa se llevo al ver que su hija no estaba donde debería estar.

-Donde se metió esta niña?-


Murmuro mirando alrededor, tratando de encontrar a la niña. La encontró. La vio en un puesto de figuras de maderas hablando con una persona. Respiro hondo para calmarse y empezar a actuar como una buena madre. Moviéndose con elegancia llego hasta Celestine.

-Hija mía. Me tenias preocupada.-

Exclama con una voz angustiada mientras abrazaba a Celestine como una madre feliz por encontrar a su hija.

-Te dije que me esperes en la plaza. No vuelvas a asustarme de esa forma.-

Toma en brazos a Celestine y le besa la frente a la vista de todos de una forma cariñosa.

-Que tienes en la mano cariño?-

Pregunta al ver el caballito que su hija sostenía entre sus manos.
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Mensaje por Paulette "Paul" Tudor Dom Mar 04, 2012 1:36 pm

Paulette sonrió con la pequeña, era preciosa desde el cabello dorado, pasando por sus ojitos azules y la forma en que se comportaba, tan tímida. Aunque ella se encargaría en el futuro de quitarle ese miedo que albergan sus zafiros para tornarlo en pura alegría y travesuras sin fin, como debe actuar un niño pequeño. En su mente infantil intentaba entender cómo era que Paulette no tenía permiso de hablar con extraños y gracias a la lógica instintiva de todo niño la comparó consigo misma, por lo que la aceptó con facilidad bajando las defensas. Ya la vampiresa se encargará de educarla en este aspecto en un futuro porque era muy peligroso, no quería que su futura hija se fuera con cualquier persona que realizara la misma estrategia.

Aunque las circunstancias no podrían ser diferentes si estuviera bajo el cuidado de Paulette o incluso de Domingo, porque ellos la traerían de la manita, la llevarían personalmente y si no pudieran, algún sirviente se encargaría de pasearla y estar atentos a ella. No estaría solita jamás. Sobre todo, tendría su ropita rosa y amarilla, la que quisiera y a su gusto. Disfrutaría de seguro con los animales que su esposo tenía en la mansión, en ese coto de caza en el jardín. Le enloquecerían los pequeños linces que acababan de nacer, la enternecerían hasta el punto de pedirle a su padre meterlo a la casa porque así eran los niños. Se subiría al elefante para el terror de Domingo por su animal, porque pobre de él como le hiciera algo a su hija, la misma Paulette le pondría un buen golpe que ni su piel gruesa lo evitaría. O incluso, la llevarían a bailar a todas las fiestas, su esposo le concedería varias piezas hasta que la niña dijera basta y regresaran a casa con ella en brazos dormida. Era tan fácil verlo que ni siquiera necesitaba de su don de la precognición para eso.

El explorar su mente y averigüar que también le gustaba saltar en los charcos y cabalgar no hacía más que agradarla más. Ese miedo se le desterraría para siempre bajo la lluvia con una Paulette que la dejaría saltar y ensuciarse todo lo que quisiera porque eso se quita con agua y jabón lavando las ropas y el cuerpo. Si enfermaba, los cuidados propios de una madre la ayudarían a recuperarse porque es un proceso de vida que un pequeño contraiga alguna bacteria. Cabalgar con ella sería más que interesante, tendría a alguien aparte de su marido con quien compartir sus paseos nocturnos, aunque no la sacaría en luna llena en lugares agrestes no, porque la presencia de la vampiresa podría atraer a algún licántropo y no quiere un susto de ese tipo. Además, le comprará un pony, para que pueda divertirse con una cabalgadura a su tamaño y que le sea propia.

Apretó los dientes cuando ve la forma en que la madre la trató por ensuciarse, a una niña de ni siquiera tres años. ¿Cómo podría ser una persona tan... tan carente de sentido común? La mira acariciar su caballito y se decide. Esta noche Celestine será suya, no permitirá que regrese con esos monstruos. Y hablando del ruín de Roma, la tensión de la niña era suficiente para que Paulette se pusiera en guardia. Los teatros de la madre no convencían a la vampiresa que esperaba paciente. La pregunta sobre el caballo era algo que ansiaba, así que cuando llegó la propia Paulette se adelantó extendiendo la mano.

- Mucho gusto, soy Paulette De la Vega -
dijo con una sonrisa mucho más ensayada y por lo tanto se notaba jovial, como si fuera honesta en su simpatía por la señora - Duquesa de España - no mentía, aunque no quisiera que su marido le diera el título era esposa de un Duque, por lo tanto, Duquesa sin duda. Así que jugaría con la verdad extendiendo la mano hacia la mujer - Celestine me iba a ayudar a elegir un regalo para una niñita sobrina mía - mintió con flagrancia - como fue muy amable y seguramente lo heredó de su madre, decidí regalarle el caballito, espero no se enoje, por cierto qué bonito vestido, dígame dónde lo adquirió, me encantaría ir tiene usted un magnífico gusto, señora - halagarla tenía doble intención, que se sintiera abrumada y no dejarla reaccionar puesto que lo que deseaba era que estuviera tan embotada para maniobrar en su conveniencia.

Mandó un aviso mental a su marido para que se apresurara y entre ambos les dieran los golpes de gracia a esta pareja que les había llegado su fin tras años de maltratos y abusos. Eso no lo perdonaba Paulette, ese era su pecado y como tal, tendrían un castigo. Esperó paciente a que Domingo llegara en tanto miraba a Celestine y, sin que la madre lo notara, le guiñaba un ojo. Con un rápido movimiento que la señora seguro no supo cómo ocurrió, Paulette ya tenía en brazos a la pequeña y la instaba a ocultar la carita en el hueco que formaban el cuello y el hombro de la vampiresa. Estaba fría, pero sus ropas eran calientes. Le daba la protección que la niña jamás había tenido en un solo abrazo, acunándola como una madre amorosa hace. Relajando así los músculos de la pequeña, mientras observaba a la madre.

- No la vaya a regañar señora, le aseguré que yo hablaría con usted y me haría el favor de mantener la prudencia de no lastimar a su hija. Usted sabe - la miró con dureza, leyendo su alma negra como su mente, utilizando las palabras conforme lo que veía para hacerle consciente de que ella lo sabía todo - que una Duquesa no puede permitir que una madre lastime a su hijo jamás. Primero hará pagar a esa madre antes de que toque un solo cabello de su hija sin importar las razones. Y créame cuando le digo - su expresión se tornó aquélla que muchos temían en batalla, exclusiva para la mujer - que me entero de todo, - hizo una jugarreta, gesticulaba, pero las palabras no llegaban a los oídos de la madre de Celestine si no a su mente, para que la niña no supiera y al mismo tiempo, confiada en la tensión de Aracelis, ésta no se diera cuenta del truco "desde las nalgadas por jugar en los charcos, los golpes por las cortinas quemadas, las idas a la cama sin cenar, sin desayunar, de eso y más me entero así que señora, de una vez le aviso que si no quiere tener encima suyo a la guardia real, más le vale encontrar una solución y sé que aceptar las bolsas de oro que mi esposo le dará es más que suficiente, se deshará de la niña y al tiempo, se harán ricos su marido y usted. No acepto un "no" por respuesta, ésto se resuelve aquí, entre mujeres porque bien sabemos que somos nosotras las que manipulamos a nuestros maridos. Así pues, le doy el dinero por la niña, a cambio me la deja diciéndole que saldrán de viaje durante mucho tiempo y que mientras tanto sus papás seremos mi marido y yo. Una jugarreta y adiós dinero y tenga por seguro que mi esposo es amigo del Rey de Francia y qué decir del de España. No habrá lugar donde ocultarse porque los encontraremos y ahí mismo, como perros, les matarán... ¿Entiende señora?" entornó los ojos intimidándola lo más que podía con sus propias artimañas, las expresiones que denotaban que no tenía la menor piedad, que usaría todos los medios para quedarse con la pequeña. Que no le quedara la menor duda. Asustarla hasta la médula hasta que sólo la salida de recibir el dinero y decirle a Celestine que irían de viaje y que quedaría bajo el cuidado de los De la Vega, que serían sus padres fuera la mejor opción. Era una vampiresa contra una humana y no sólo eso, si no que estaba acostumbrada a la guerra y ésto era una. Saldría avante quien jugara mejor las fichas y en eso Paulette no tenía rival, mucho menos una mujer así. Si no le funcionaba, usaría su mejor técnica: los dejaría ir y les metería un susto mortal en su casa. Nadie saldría vivo. Más que Celestine.

La sonrisa que le mostró a la señora le hizo saber eso, sin decírselo siquiera. Estaba dispuesta a todo por la pequeña, era una Duquesa, le daría dinero y se desharían de la niña. ¿Qué podría salir mal? Sobre todo, complacerían a una vampiresa ansiosa de sangre y dispuesta a regarla por la menor provocación. Mejor no incitarla. Mejor no hacerlo.

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