AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Aquella noche en la Feria Medieval (Paulette "Paul" Tudor y Celestine Arceneau)
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Aquella noche en la Feria Medieval (Paulette "Paul" Tudor y Celestine Arceneau)
Recuerdo del primer mensaje :
El mercado exponía en auge una feria medieval, para todos los publicos desde el comienzo de la semana hasta su final, desde las doce la mañana a las doce de la noche. Por doquier los venteros disfrazados hacían acudir a boceo a los viandantes hacia sus más que tumultuosas carpas, donde la mercancía era expuesta como antaño, entre paños o mesas de madera.
A un lado de la larga avenida del mercado y al otro, dejando las plazas para los espectáculos. A la derecha todas aquellas carpas para la alimentación;
Panaderías, queserías, charcuterías y carnicerías, pastelerías y obradores de dulces de frutas. Tabernas y pequeñas tiendas con degustaciones de otras regiones de Francia, en postres, platos y vinos.
A la izquierda quedaban los orfebres y los sabios;
Talladores de madera, trabajadores del metal, escribanos, alquimistas, pintores y otros... Que vendían su mercancía a un precio un poco más alto de lo normal, pero es que normalmente no se veían trabajos así, a menos que fueran piezas de antigüedad. Por unas cuantas monedas más, uno podía llevarse a casa un escudo de armas familiar con la explicación del valor de su apellido. O bien había quien sabía forjar excelentes copias a tamaño medio de espadas, dagas, etc. Hasta un juguetero había que en madera y en cuero, tallaba hermosos juguetes de antaño
Una larga cola se formaba en la izquierda, a media altura, andaban quienes querían entrar a la tienda del pajarero, fiestero y amable, traía desde lejanas tierras una hermosa colección de aves, exponiéndolas al publico por unas cuantas monedas. Nada de jaulas, solo el soporte anillado a la pata de halcones, águilas, buhos y lechuzas, un cóndor y hasta un buitre, dejando que tan majestuosas y otroras aterradoras aves caminen de un lado a otro de la viga que les sostiene consiguiendo ovaciones de quienes las admiran.
Por otro lado, las calles se andaban despejando para los artistas, saltadores, equilibristas, patizancos, tragafuegos, payasos de la época y otros que hacían de la misma exposición una fiesta de alegría para grandes y pequeños.
Se sabia que una de las cátedras cercanas había querido participar exponiendo un comedor con sus galas para la ocasión. Se podrían compartir comidas con un genero muy desabitual de personas. Uno solo tenia que pagar su comida, elegir entre uno de los muchos disfraces que se le ofrecen en la entrada y podría disfrutar de un buffet, al mas antiguo estilo, pudiendo ser desde villano a noble caballero o dama, según fueran quedando ropajes.
Domingo caminaba disfrazado por las calles, su atuendo de caballero no desentonaba para nada con su alrededor. Se había ofrecido y a bien, a ser el actor de una pequeña representación para un duelo en justa y su consecuencia de duelo a pie, luego del cual obtendría una serie de beneficios en reducción de costes para la feria. Los directores de obra le habían hecho una prueba inicial para el papel de la que quedaron netamente impresionados.
Por lo que ahora, el Duque, andaba no solo encantado con la idea, sino que esperaba convencer a su esposa, a la que había hecho buscar para que por una noche, volvieran a estar en pleno apogeo del 1200 D.C;
Algo para lo que no tendrían que actuar mucho.
A un lado de la larga avenida del mercado y al otro, dejando las plazas para los espectáculos. A la derecha todas aquellas carpas para la alimentación;
Panaderías, queserías, charcuterías y carnicerías, pastelerías y obradores de dulces de frutas. Tabernas y pequeñas tiendas con degustaciones de otras regiones de Francia, en postres, platos y vinos.
- Spoiler:
A la izquierda quedaban los orfebres y los sabios;
Talladores de madera, trabajadores del metal, escribanos, alquimistas, pintores y otros... Que vendían su mercancía a un precio un poco más alto de lo normal, pero es que normalmente no se veían trabajos así, a menos que fueran piezas de antigüedad. Por unas cuantas monedas más, uno podía llevarse a casa un escudo de armas familiar con la explicación del valor de su apellido. O bien había quien sabía forjar excelentes copias a tamaño medio de espadas, dagas, etc. Hasta un juguetero había que en madera y en cuero, tallaba hermosos juguetes de antaño
Una larga cola se formaba en la izquierda, a media altura, andaban quienes querían entrar a la tienda del pajarero, fiestero y amable, traía desde lejanas tierras una hermosa colección de aves, exponiéndolas al publico por unas cuantas monedas. Nada de jaulas, solo el soporte anillado a la pata de halcones, águilas, buhos y lechuzas, un cóndor y hasta un buitre, dejando que tan majestuosas y otroras aterradoras aves caminen de un lado a otro de la viga que les sostiene consiguiendo ovaciones de quienes las admiran.
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Por otro lado, las calles se andaban despejando para los artistas, saltadores, equilibristas, patizancos, tragafuegos, payasos de la época y otros que hacían de la misma exposición una fiesta de alegría para grandes y pequeños.
Se sabia que una de las cátedras cercanas había querido participar exponiendo un comedor con sus galas para la ocasión. Se podrían compartir comidas con un genero muy desabitual de personas. Uno solo tenia que pagar su comida, elegir entre uno de los muchos disfraces que se le ofrecen en la entrada y podría disfrutar de un buffet, al mas antiguo estilo, pudiendo ser desde villano a noble caballero o dama, según fueran quedando ropajes.
- Spoiler:
Domingo caminaba disfrazado por las calles, su atuendo de caballero no desentonaba para nada con su alrededor. Se había ofrecido y a bien, a ser el actor de una pequeña representación para un duelo en justa y su consecuencia de duelo a pie, luego del cual obtendría una serie de beneficios en reducción de costes para la feria. Los directores de obra le habían hecho una prueba inicial para el papel de la que quedaron netamente impresionados.
Por lo que ahora, el Duque, andaba no solo encantado con la idea, sino que esperaba convencer a su esposa, a la que había hecho buscar para que por una noche, volvieran a estar en pleno apogeo del 1200 D.C;
Algo para lo que no tendrían que actuar mucho.
Domingo de la Vega- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 21/08/2011
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Re: Aquella noche en la Feria Medieval (Paulette "Paul" Tudor y Celestine Arceneau)
Todo podía venirse abajo en un abrir y cerrar de ojos. Con el esmero con el que se construye una elaborada historia, ese mismo esmero de poseer lo imposible, puede desmoronarlo todo.
Ansia...
Y no un ansia cualquiera. Ansia de tener lo que no se puede. No por arrebato injustificado. Si hubiera sido de otro modo, si hubieran sido humanos, si y tantos sies, como almas tiene el tiempo.
Esa niña podía ser su salvación, pero la manera de arrebatársela a sus padres, podía condenarles. Maldita fuera la rabia que se llevaba a su esposa en aquellos momentos, convirtiéndola en poco menos que animal instintivo. Su apodo de leona estaba mas que poco justificado y no solo en campos de batallas.
Se le iba el seso por la niña y no se concentraba en que algunas cosas no podían ser ya o ya, cuando ella quisiera. Aquella formas, no eran las formas. la mente del ser humano es caótica y temerosa. Es difusa a la creencia de lo sobrenatural y por ende siente miedo de todo aquello que escapa de su control.
Mientras la señora Arceneau no gritase, todo iría bien. Que el miedo infundido en ella, aderezado con la justa proporción de dinero sirviera para usurpar de su mente el hecho indudable de que le hubiesen hablado a la mente. De ello, a ello por hecho, la estaba induciendo Domingo por la fuerza.
Que sintiera que eran palabras cargadas de tenzón lo que su mente no había relacionado con labios en movimiento. "Palabras" era la clave, las palabras necesitan ser oídas, la mente debe relacionarlas con escuchar, lo que se escucha, cuando se le habla a una entidad directamente, por causa lógica, los ojos hacen recepción de que otro interlocutor esta hablando.
Que todo lo mencionado por Paulette, la señora Arcenau lo relacionara con poco menos que el susurro profundo, amenazador y herido, de una mujer que si quiere a su hija y esta dispuesta a todo lo que le ha prometido hacer y mas...
Y rezo Domingo, para que la fuerza de su control fuera suficiente para sobreponerse a la mortal, disuadiéndola de derroteros mas oscuros y peligrosos, mas antiguos y ocultos, alejándola así de crudas realidades en las que no debiera sumergirse.
Con suerte, aquella niña seria suya esta misma noche, podrían zanjar el asunto, no como habría querido, pero zanjado, ya pondría en jaque a su amada esposa sobre las maneras de actuar que casi echan por suelo, la buena construcción de sus mascaras mortales.
Ansia...
Y no un ansia cualquiera. Ansia de tener lo que no se puede. No por arrebato injustificado. Si hubiera sido de otro modo, si hubieran sido humanos, si y tantos sies, como almas tiene el tiempo.
Esa niña podía ser su salvación, pero la manera de arrebatársela a sus padres, podía condenarles. Maldita fuera la rabia que se llevaba a su esposa en aquellos momentos, convirtiéndola en poco menos que animal instintivo. Su apodo de leona estaba mas que poco justificado y no solo en campos de batallas.
Se le iba el seso por la niña y no se concentraba en que algunas cosas no podían ser ya o ya, cuando ella quisiera. Aquella formas, no eran las formas. la mente del ser humano es caótica y temerosa. Es difusa a la creencia de lo sobrenatural y por ende siente miedo de todo aquello que escapa de su control.
Mientras la señora Arceneau no gritase, todo iría bien. Que el miedo infundido en ella, aderezado con la justa proporción de dinero sirviera para usurpar de su mente el hecho indudable de que le hubiesen hablado a la mente. De ello, a ello por hecho, la estaba induciendo Domingo por la fuerza.
Que sintiera que eran palabras cargadas de tenzón lo que su mente no había relacionado con labios en movimiento. "Palabras" era la clave, las palabras necesitan ser oídas, la mente debe relacionarlas con escuchar, lo que se escucha, cuando se le habla a una entidad directamente, por causa lógica, los ojos hacen recepción de que otro interlocutor esta hablando.
Que todo lo mencionado por Paulette, la señora Arcenau lo relacionara con poco menos que el susurro profundo, amenazador y herido, de una mujer que si quiere a su hija y esta dispuesta a todo lo que le ha prometido hacer y mas...
Y rezo Domingo, para que la fuerza de su control fuera suficiente para sobreponerse a la mortal, disuadiéndola de derroteros mas oscuros y peligrosos, mas antiguos y ocultos, alejándola así de crudas realidades en las que no debiera sumergirse.
Con suerte, aquella niña seria suya esta misma noche, podrían zanjar el asunto, no como habría querido, pero zanjado, ya pondría en jaque a su amada esposa sobre las maneras de actuar que casi echan por suelo, la buena construcción de sus mascaras mortales.
Última edición por Domingo de la Vega el Mar Abr 10, 2012 2:51 pm, editado 1 vez
Domingo de la Vega- Vampiro/Realeza
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Re: Aquella noche en la Feria Medieval (Paulette "Paul" Tudor y Celestine Arceneau)
El miedo que siento al ver aquella figura femenina de cabellos largos y rubios y aquel vestido de alta costura pasar por la plaza en donde debería haber estado y luego caminar hacia donde estoy, no se puede explicar, es imposible explicar con palabras. Aunque sé que no me hará nada ahora en público, mucho menos en esta feria donde hay muchas personas, sé que una vez en casa todo será diferente. Me toma en brazos y como buena hija le doy un abrazo rodeando su cuello con mis brazos, sin soltar al caballito de madera.
-Es un caballito y… lo siento madre… no quise preocuparte. Yo solo… solo estaba…-
Miro a Paulette al escuchar como sale en mi defensa y se lo agradezco internamente y enormemente. Tal vez esas palabras hagan que mi madre no me regañe más tarde por haberme ido de la plaza, hablar con extraños y más aún, haber aceptado cosas de personas que no conozco. Pensándolo mejor… esas cosas no serán perdonadas, me había dado órdenes y la había desobedecido por completo. Suspiro en brazos de mi madre.
Solo para después abrir enormemente mis ojos al verme en unos segundos estando en brazos de Paulette. ¿En qué momento me tomó en brazos? Mi cuerpo se tensa del miedo que siento por la situación que estoy viviendo. Dejo mi cara en el cuello de esta mujer e increíblemente me agrada. No sé por qué, no lo entiendo… pero este abrazo me gusta, es muy distinto al que me dan mi madre y mi padre… es un abrazo con cariño, diferente a los que me dan los sirvientes a escondidas de mis padres. Este abrazo es… es único y… seguro, siento que nada malo me puede pasar estando en brazos de esta elegante mujer... talvez... talvez así es como se siente ser abrazada por una madre. Respiro hondo y suspiro relajando mi cuerpo y cerrando los ojos, disfrutando de este abrazo.
La voz de mi madre me devuelve a la realidad. Por un momento creí que se había ido por el silencio que nos rodeo a las tres. Lentamente saco mi cara del cuello de Paulette para poder mirar a mi madre.
-Ven Celestine. Busquemos a tu padre.-
Se estira hacia mi para tomarme en brazo. Como buena hija me suelto de Paulette para sujetarme de las ropas de Aracelis mientras me carga y me aleja de Paulette sin dejarme mirarla para despedirme. Las palabras de mi madre me confunden, ¿peligrosa? ¿por qué sería peligrosa Paulette? No lo entiendo. No parece peligrosa, para nada. A mi me agrada… pero si mi madre me lo dice…
-Está bien madre… no lo haré.-
Le respondo con una dulce sonrisa en mis labios, algo fingida, ya que no entiendo las razones por la que mi madre me pide que no me acerque a Paulette, pero si mi madre me lo dice, lo haré sin reclamos. Aunque…. Bajo mi mirada a mi mano que sostiene fuertemente al caballito de madera.
-Es un caballito y… lo siento madre… no quise preocuparte. Yo solo… solo estaba…-
Miro a Paulette al escuchar como sale en mi defensa y se lo agradezco internamente y enormemente. Tal vez esas palabras hagan que mi madre no me regañe más tarde por haberme ido de la plaza, hablar con extraños y más aún, haber aceptado cosas de personas que no conozco. Pensándolo mejor… esas cosas no serán perdonadas, me había dado órdenes y la había desobedecido por completo. Suspiro en brazos de mi madre.
Solo para después abrir enormemente mis ojos al verme en unos segundos estando en brazos de Paulette. ¿En qué momento me tomó en brazos? Mi cuerpo se tensa del miedo que siento por la situación que estoy viviendo. Dejo mi cara en el cuello de esta mujer e increíblemente me agrada. No sé por qué, no lo entiendo… pero este abrazo me gusta, es muy distinto al que me dan mi madre y mi padre… es un abrazo con cariño, diferente a los que me dan los sirvientes a escondidas de mis padres. Este abrazo es… es único y… seguro, siento que nada malo me puede pasar estando en brazos de esta elegante mujer... talvez... talvez así es como se siente ser abrazada por una madre. Respiro hondo y suspiro relajando mi cuerpo y cerrando los ojos, disfrutando de este abrazo.
La voz de mi madre me devuelve a la realidad. Por un momento creí que se había ido por el silencio que nos rodeo a las tres. Lentamente saco mi cara del cuello de Paulette para poder mirar a mi madre.
-Ven Celestine. Busquemos a tu padre.-
Se estira hacia mi para tomarme en brazo. Como buena hija me suelto de Paulette para sujetarme de las ropas de Aracelis mientras me carga y me aleja de Paulette sin dejarme mirarla para despedirme. Las palabras de mi madre me confunden, ¿peligrosa? ¿por qué sería peligrosa Paulette? No lo entiendo. No parece peligrosa, para nada. A mi me agrada… pero si mi madre me lo dice…
-Está bien madre… no lo haré.-
Le respondo con una dulce sonrisa en mis labios, algo fingida, ya que no entiendo las razones por la que mi madre me pide que no me acerque a Paulette, pero si mi madre me lo dice, lo haré sin reclamos. Aunque…. Bajo mi mirada a mi mano que sostiene fuertemente al caballito de madera.
Celestine Arceneau- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 135
Fecha de inscripción : 12/10/2011
Re: Aquella noche en la Feria Medieval (Paulette "Paul" Tudor y Celestine Arceneau)
-¿Un caballito? Que bonito es… pero ¿de dónde lo sacaste cariño?-
Aracelis habla con suavidad y ternura, mirando a Celestine como una madre que adora a su hija, cuando en realidad solo quiere gritarle por haberles desobedecido en la orden que le dieron ella y Magnus, pero sabe que no puede hacerlo, no ahora, no en este lugar precisamente. Al escuchar la voz de aquella señora deja de mirar a Celestine para prestar atención a las palabras ajenas.
-Mucho gusto Madame. Soy Aracelis Arceneau. Es usted muy amable por haberle regalado este caballito a mi hija. Muchas gracias. A ella le encantan los caballos.-
A pesar de que Aracelis odiara a su hija, sabía perfectamente que cosas le agradaban a la niña, solo para usarlos en contra de la pequeña y poder tenerla, como ella dice, a su merced. Su sonrisa desaparece como la llama de una vela al ser soplada, cuando en sus brazos ya no se encuentra el cuerpo de la pequeña y para su sorpresa, es la Duquesa quien la carga. Si creyó que solo eso iba a sorprenderle, estaba muy equivocada. Aquellas palabras dichas por la duquesa le sorprenden aún más y, aunque nunca lo admitiría, le asustan. ¿Cómo lo supo? ¿cómo puede saber de las nalgadas? ¿cómo puede saber de las cortinas quemadas por su hija? ¿Los estaban espiando? No, eso es imposible… Solo había una explicación “razonable” para que la Duquesa supiera esas cosas, y seguramente es que la pequeña niña fue la que le contó todo eso.
-Señora De la Vega, no sé de qué me está hablando. Yo no he golpeado a mi hija. No sé de dónde ha sacado esas ideas, pero le aseguro que se equivoca de persona. Ahora con su permiso, me llevo a mi querida niña…-
Lo negaría, lo iba a negar hasta el fin del mundo. Nadie tenía que saber la verdad de lo que ocurría en la familia Arceneau, nadie podía saber que la pequeña tenía esos poderes, que era una bruja, una aberración.
-Ven Celestine. Busquemos a tu padre.-
Le dice a la niña con una voz cariñosa mientras la toma en brazos, sacándola de los brazos de la duquesa. Con paso firme y decidido se aleja de aquel lugar, dejando a la duquesa atrás y yendo a buscar a su esposo.
-Celestine. No vuelvas a acercarse a esa mujer. Es muy peligrosa ¿entendiste?-
Le ordena, cambiando aquella voz dulce por una voz fría y despiadada, casi maligna. Tras escuchar el consentimiento de la pequeña se concentra en buscar a Magnus para volver a casa, contarle lo que acaba de pasar y así ambos decidir lo que harían con Celestine por haberle dicho a aquella señora lo que en verdad le hacen.
Al fin Magnus y Aracelis se encuentran. Magnus ya había encontrado el carruaje y esperaba a ambas para poder irse.
-¿Ya terminaron?... ¿Qué es esa cosa?-
Dice Magnus apenas las ve y señala el caballito de madera que Celestine tiene en sus manos poniendo una cara de asco. Esas cosas no eran dignas de un Arceneau, esas son baratijas baratas que no valen absolutamente nada, es solo dinero gastado.
-Es solo un caballo que le dieron. Y tenemos que discutir algo con urgencia.-
-Es una porquería. Dame eso niña.- Magnus le quita el caballo de madera a Celestine y lo tira a un charco de lodo.-Vamonos a casa entonces.-
Magnus deja subir primero a Aracelis y a Celestine al carruaje y después sube él. Ambos ignorando por completo las dos pequeñas lágrimas que surcan las mejillas de Celestine por haber perdido al lindo caballito que tanto le gustaba. Una vez acomodados en los asientos del carruaje Magnus mira a su esposa con curiosidad.
-¿Qué es lo tan urgente?-
-La mocosa habló. Le contó a la Señora De la Vega lo que hacemos con ella.-
Tras aquellas palabras dichas por la señora Arceneau, un silencio mortal se apoderó del interior del carruaje. La frente de Magnus se arrugó en un claro gesto de molestia, sus ojos llenos de ira miraron a Celestine, quien se encogió en su lugar con un visible temor. El silencio fue roto por un ruido seco. La mano de Magnus seguía levantada tras haberle dado una bofetada en la mejilla de su hija que lentamente adquiere un color rojo y los ojos de la pequeña se llenan de lágrimas.
Aracelis habla con suavidad y ternura, mirando a Celestine como una madre que adora a su hija, cuando en realidad solo quiere gritarle por haberles desobedecido en la orden que le dieron ella y Magnus, pero sabe que no puede hacerlo, no ahora, no en este lugar precisamente. Al escuchar la voz de aquella señora deja de mirar a Celestine para prestar atención a las palabras ajenas.
-Mucho gusto Madame. Soy Aracelis Arceneau. Es usted muy amable por haberle regalado este caballito a mi hija. Muchas gracias. A ella le encantan los caballos.-
A pesar de que Aracelis odiara a su hija, sabía perfectamente que cosas le agradaban a la niña, solo para usarlos en contra de la pequeña y poder tenerla, como ella dice, a su merced. Su sonrisa desaparece como la llama de una vela al ser soplada, cuando en sus brazos ya no se encuentra el cuerpo de la pequeña y para su sorpresa, es la Duquesa quien la carga. Si creyó que solo eso iba a sorprenderle, estaba muy equivocada. Aquellas palabras dichas por la duquesa le sorprenden aún más y, aunque nunca lo admitiría, le asustan. ¿Cómo lo supo? ¿cómo puede saber de las nalgadas? ¿cómo puede saber de las cortinas quemadas por su hija? ¿Los estaban espiando? No, eso es imposible… Solo había una explicación “razonable” para que la Duquesa supiera esas cosas, y seguramente es que la pequeña niña fue la que le contó todo eso.
-Señora De la Vega, no sé de qué me está hablando. Yo no he golpeado a mi hija. No sé de dónde ha sacado esas ideas, pero le aseguro que se equivoca de persona. Ahora con su permiso, me llevo a mi querida niña…-
Lo negaría, lo iba a negar hasta el fin del mundo. Nadie tenía que saber la verdad de lo que ocurría en la familia Arceneau, nadie podía saber que la pequeña tenía esos poderes, que era una bruja, una aberración.
-Ven Celestine. Busquemos a tu padre.-
Le dice a la niña con una voz cariñosa mientras la toma en brazos, sacándola de los brazos de la duquesa. Con paso firme y decidido se aleja de aquel lugar, dejando a la duquesa atrás y yendo a buscar a su esposo.
-Celestine. No vuelvas a acercarse a esa mujer. Es muy peligrosa ¿entendiste?-
Le ordena, cambiando aquella voz dulce por una voz fría y despiadada, casi maligna. Tras escuchar el consentimiento de la pequeña se concentra en buscar a Magnus para volver a casa, contarle lo que acaba de pasar y así ambos decidir lo que harían con Celestine por haberle dicho a aquella señora lo que en verdad le hacen.
Al fin Magnus y Aracelis se encuentran. Magnus ya había encontrado el carruaje y esperaba a ambas para poder irse.
-¿Ya terminaron?... ¿Qué es esa cosa?-
Dice Magnus apenas las ve y señala el caballito de madera que Celestine tiene en sus manos poniendo una cara de asco. Esas cosas no eran dignas de un Arceneau, esas son baratijas baratas que no valen absolutamente nada, es solo dinero gastado.
-Es solo un caballo que le dieron. Y tenemos que discutir algo con urgencia.-
-Es una porquería. Dame eso niña.- Magnus le quita el caballo de madera a Celestine y lo tira a un charco de lodo.-Vamonos a casa entonces.-
Magnus deja subir primero a Aracelis y a Celestine al carruaje y después sube él. Ambos ignorando por completo las dos pequeñas lágrimas que surcan las mejillas de Celestine por haber perdido al lindo caballito que tanto le gustaba. Una vez acomodados en los asientos del carruaje Magnus mira a su esposa con curiosidad.
-¿Qué es lo tan urgente?-
-La mocosa habló. Le contó a la Señora De la Vega lo que hacemos con ella.-
Tras aquellas palabras dichas por la señora Arceneau, un silencio mortal se apoderó del interior del carruaje. La frente de Magnus se arrugó en un claro gesto de molestia, sus ojos llenos de ira miraron a Celestine, quien se encogió en su lugar con un visible temor. El silencio fue roto por un ruido seco. La mano de Magnus seguía levantada tras haberle dado una bofetada en la mejilla de su hija que lentamente adquiere un color rojo y los ojos de la pequeña se llenan de lágrimas.
Aracelis & Magnus- Humano Clase Alta
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 14/10/2011
Re: Aquella noche en la Feria Medieval (Paulette "Paul" Tudor y Celestine Arceneau)
Domingo no se lo perdonará, podía estar segura de ello cuando vio que la mujer se llevaba a la pequeña de su lado casi corriendo. Hizo una pequeña mueca y se cruzó de brazos ladeando la cabeza, pensando en cuál sería su camino o estrategia a seguir. Porque claro que tendría alguna. Volteó hacia el hombre y le compró el caballito que a Celestine agradara mientras le indicaba la dirección de la bodega del puerto a la que debía llevarlo. Una de sus tantas tapaderas para que nadie sospechara de los De la Vega y no supiera la dirección exacta de éstos. Ningún rastro, su careta mortal debía estar bien fija. Aunque ya la hubiera casi descubierto ante la señora Arceneau.
Se relamió los colmillos y permitió que su esposo le diera alcance. Caminó con él en silencio mostrándole en la mente lo que la pareja Arceneau hacía con la niña, dejando notar que ella no iba a permitir más. Sus pasos llegaron hasta donde estuvo el carruaje de la familia que ahora mismo iba a destruir por completo. Les daría un castigo que les conduciría a la muerte. Uno que no permitiría que siguieran con vida para que nadie pudiera quitarles a la pequeña Celestine. Sus pies dieron con el caballito que le obsequiara a la niña, se hincó y lo tomó entre sus manos acariciándolo con suavidad. Volteó a ver a Domingo y se lo puso en las manos.
- Ni una noche más con ellos, les seguiré. Puedes acompañarme o bien, quedarte, pero no permitiré que sigan haciendo de las suyas con una niña como ella. La quiero para mí - siseó con violencia e ira en los ojos, una que Domingo conocía demasiado bien: asesina, lista para ir a por aquéllos que hacían daño y producirles un dolor peor que el infringido en sus acciones. Los pasos de la Leona de Inglaterra se dirigieron hacia el caballo que, ensillado, le esperaba. Lo montó con la facilidad que dan los años para galopar a todo lo que las patas del animal daban, directo a la casa de los Arceneau.
Llegó a tan sólo dos minutos después que el carruaje, desmontó y se deshizo del vestido cambiándose las ropas por unos pantalones de montar, botas y una camisa de hombre holgada. Se amarró el cabello en una coleta y se puso guantes y esa máscara que la marcara en el campo de batalla. Guardó todo en las alforjas del córcel y le palmeó el trasero para que se fuera de ahí. No lo necesitaría si sus planes daban resultado. Como muchas ocasiones atrás hiciera, escaló en las paredes, siguiendo el olor hasta llegar a la recámara de la pareja. Ahí esperó con la paciencia que dan los siglos, escondida entre los mismos muebles mientras que miraba los guantes y los arreglaba planeando cada paso a seguir, cada uno de los golpes que debía dar.
La presencia de la mujer no se hizo esperar demasiado, así que Paulette se hizo sentir en el vestidor cuando la Arceneau entró para cambiarse de ropas. El intento de grito de la mujer fue detenido a una bofetada de la vampiresa que dejó un rastro de sangre en la mejilla para la sonrisa y satisfacción de la Leona. El rostro de Aracelis otrora hermoso, se afeaba con esa marca que demostraba a la perfección quién era: un ser maldito, con heridas de carne al rojo vivo, que nunca sanarían y que causaban más dolor a aquéllos que apenas las vislumbraban y que sólo obtenía reposo cuando infringía esa clase de martirio a los que la rodeaban, como Celestine.
- ¿Creíste que no tendrías castigo a tus maldades? - sonrió con maldad bajo la máscara - equivocada estás y al siguiente movimiento que delate mi presencia, te callo, créeme cuando te digo que puedo romper tus cuerdas vocales sin matarte. Que puedo romper tus huesos uno tras otro sin que te desangres. Que haré hasta lo imposible porque ésta sea tu última noche como no sigas mis instrucciones.
Se recolocó los guantes acercándose a ella, tomándola del cuello y alzándola por encima de su cabeza, dejando que los pies quedaran en el aire haciéndole consciente de la fuerza que tenía a pesar de su pequeño cuerpo, una que daba fuerza a sus palabras. Sonrió y fue desprendiéndose lentamente de la máscara dejándole ver quién era su juez, jurado y verdugo. Las facciones de la otrora Duquesa se transfiguraban para formar una careta más dura que la que ellos mostraban a Celestine. Ante Aracelis estaba la muerte misma encarnada y presta para actuar en cualquier momento. Una que no tenía vida en los ojos ni compasión. Su fino oído le hizo saber de la presencia que se acercaba. Magnus de seguro, así que sonrió y antes de que Aracelis hiciera nada, le obstruyó el aire hasta dejarla a punto del desmayo para dejarla en el suelo.
Tardaría en recuperarse lo que le daba tiempo a Paulette de prepararse, la curiosidad de Magnus al ver uno de los zapatos de su esposa dejado "descuidadamente" en el marco de la puerta del vestidor o quizá ese trastorno por el propio orden fue su perdición. Paulette había tumbado a hombres mucho más grandes y mejor entrenados que este niño de buena cuna, por lo que el primer golpe en la boca del estómago fue suficiente para sacarle el aire, el siguiente en los oídos para hacerlo perder el equilibrio y el último con los puños unidos directo a la espalda, para tumbarlo ante la expresión aterrorizada de Aracelis. Ahí, en el suelo, quedó la esperanza de la mujer y el nacimiento de un horror mucho más profundo al ver que Paulette en pocos segundos, dejaba tirado, dominado y vencido a su esposo.
- Bueno, ya que están ambos juntos, vuelvo a hacer la misma aclaración. Un solo grito, un indicio de que estoy aquí y ambos sufrirán la muerte más lenta y dolorosa de todas. He aprendido que es muy divertido quitarles las uñas una por una, jalarlas hasta sacarlas de raíz así que no me hagan enojar. Puedo hacer cosas más horribles que sólo sacar el aire, hacer perder el equilibrio y tumbar a un hombre, Magnus. No me hagas demostrártelo. Ahora, al grano. Aracelis, quiero que vayas a con Celestine y le digas que se van a ir ambos de viaje, que no regresarán y que ya hay una pareja que la adoptará como hija. Que son los De la Vega y que vendrán por ella en menos de una hora, que tiene que prepararse. Claro que en cuanto me la lleve, ustedes sí que se irán de aquí durante mucho, mucho tiempo y no quiero que regresen. ¿Ha quedado comprendido? - no esperaba que aceptaran tan fácil, pero bueno, era el inicio de todo. De esa pesadilla que terminaría con sus ansias de maldad y de hacerle daño a una pequeña inocente. Una niña que Paulette ansiaba con todo su corazón y su ser.
Se relamió los colmillos y permitió que su esposo le diera alcance. Caminó con él en silencio mostrándole en la mente lo que la pareja Arceneau hacía con la niña, dejando notar que ella no iba a permitir más. Sus pasos llegaron hasta donde estuvo el carruaje de la familia que ahora mismo iba a destruir por completo. Les daría un castigo que les conduciría a la muerte. Uno que no permitiría que siguieran con vida para que nadie pudiera quitarles a la pequeña Celestine. Sus pies dieron con el caballito que le obsequiara a la niña, se hincó y lo tomó entre sus manos acariciándolo con suavidad. Volteó a ver a Domingo y se lo puso en las manos.
- Ni una noche más con ellos, les seguiré. Puedes acompañarme o bien, quedarte, pero no permitiré que sigan haciendo de las suyas con una niña como ella. La quiero para mí - siseó con violencia e ira en los ojos, una que Domingo conocía demasiado bien: asesina, lista para ir a por aquéllos que hacían daño y producirles un dolor peor que el infringido en sus acciones. Los pasos de la Leona de Inglaterra se dirigieron hacia el caballo que, ensillado, le esperaba. Lo montó con la facilidad que dan los años para galopar a todo lo que las patas del animal daban, directo a la casa de los Arceneau.
Llegó a tan sólo dos minutos después que el carruaje, desmontó y se deshizo del vestido cambiándose las ropas por unos pantalones de montar, botas y una camisa de hombre holgada. Se amarró el cabello en una coleta y se puso guantes y esa máscara que la marcara en el campo de batalla. Guardó todo en las alforjas del córcel y le palmeó el trasero para que se fuera de ahí. No lo necesitaría si sus planes daban resultado. Como muchas ocasiones atrás hiciera, escaló en las paredes, siguiendo el olor hasta llegar a la recámara de la pareja. Ahí esperó con la paciencia que dan los siglos, escondida entre los mismos muebles mientras que miraba los guantes y los arreglaba planeando cada paso a seguir, cada uno de los golpes que debía dar.
La presencia de la mujer no se hizo esperar demasiado, así que Paulette se hizo sentir en el vestidor cuando la Arceneau entró para cambiarse de ropas. El intento de grito de la mujer fue detenido a una bofetada de la vampiresa que dejó un rastro de sangre en la mejilla para la sonrisa y satisfacción de la Leona. El rostro de Aracelis otrora hermoso, se afeaba con esa marca que demostraba a la perfección quién era: un ser maldito, con heridas de carne al rojo vivo, que nunca sanarían y que causaban más dolor a aquéllos que apenas las vislumbraban y que sólo obtenía reposo cuando infringía esa clase de martirio a los que la rodeaban, como Celestine.
- ¿Creíste que no tendrías castigo a tus maldades? - sonrió con maldad bajo la máscara - equivocada estás y al siguiente movimiento que delate mi presencia, te callo, créeme cuando te digo que puedo romper tus cuerdas vocales sin matarte. Que puedo romper tus huesos uno tras otro sin que te desangres. Que haré hasta lo imposible porque ésta sea tu última noche como no sigas mis instrucciones.
Se recolocó los guantes acercándose a ella, tomándola del cuello y alzándola por encima de su cabeza, dejando que los pies quedaran en el aire haciéndole consciente de la fuerza que tenía a pesar de su pequeño cuerpo, una que daba fuerza a sus palabras. Sonrió y fue desprendiéndose lentamente de la máscara dejándole ver quién era su juez, jurado y verdugo. Las facciones de la otrora Duquesa se transfiguraban para formar una careta más dura que la que ellos mostraban a Celestine. Ante Aracelis estaba la muerte misma encarnada y presta para actuar en cualquier momento. Una que no tenía vida en los ojos ni compasión. Su fino oído le hizo saber de la presencia que se acercaba. Magnus de seguro, así que sonrió y antes de que Aracelis hiciera nada, le obstruyó el aire hasta dejarla a punto del desmayo para dejarla en el suelo.
Tardaría en recuperarse lo que le daba tiempo a Paulette de prepararse, la curiosidad de Magnus al ver uno de los zapatos de su esposa dejado "descuidadamente" en el marco de la puerta del vestidor o quizá ese trastorno por el propio orden fue su perdición. Paulette había tumbado a hombres mucho más grandes y mejor entrenados que este niño de buena cuna, por lo que el primer golpe en la boca del estómago fue suficiente para sacarle el aire, el siguiente en los oídos para hacerlo perder el equilibrio y el último con los puños unidos directo a la espalda, para tumbarlo ante la expresión aterrorizada de Aracelis. Ahí, en el suelo, quedó la esperanza de la mujer y el nacimiento de un horror mucho más profundo al ver que Paulette en pocos segundos, dejaba tirado, dominado y vencido a su esposo.
- Bueno, ya que están ambos juntos, vuelvo a hacer la misma aclaración. Un solo grito, un indicio de que estoy aquí y ambos sufrirán la muerte más lenta y dolorosa de todas. He aprendido que es muy divertido quitarles las uñas una por una, jalarlas hasta sacarlas de raíz así que no me hagan enojar. Puedo hacer cosas más horribles que sólo sacar el aire, hacer perder el equilibrio y tumbar a un hombre, Magnus. No me hagas demostrártelo. Ahora, al grano. Aracelis, quiero que vayas a con Celestine y le digas que se van a ir ambos de viaje, que no regresarán y que ya hay una pareja que la adoptará como hija. Que son los De la Vega y que vendrán por ella en menos de una hora, que tiene que prepararse. Claro que en cuanto me la lleve, ustedes sí que se irán de aquí durante mucho, mucho tiempo y no quiero que regresen. ¿Ha quedado comprendido? - no esperaba que aceptaran tan fácil, pero bueno, era el inicio de todo. De esa pesadilla que terminaría con sus ansias de maldad y de hacerle daño a una pequeña inocente. Una niña que Paulette ansiaba con todo su corazón y su ser.
Paulette "Paul" Tudor- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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