The Dark Side of the Moon {Edgar Braud}

Oscuro. Así era el cielo en París donde ni siquiera se podían ver las estrellas cubiertas por una capa de nubes y la Luna, por una vez, no iba a ser acompañante de aquel encuentro. Oscuro, como mi estado de ánimo. No me gustaba esperar, no me gustaba nada en absoluto y él lo sabía. Si fuera humana en ese momento hubiera dejado que un suspiro de fastidio se escapara de entre mis labios, pero no lo era por lo que me conformé a mirar el pequeño reloj de bolsillo que llevaba en el interior del bolsito sujeto a mi muñeca. La función ya había empezado y desde el interior se podía escuchar con total claridad el comienzo del concierto de música. Ludwig Van Beethoven se llama el autor de aquella pieza, hasta donde sé ha sido un auténtico éxito en Viena. Hacía tiempo que no voy a la capital austriaca y la verdad es que comenzaba a desear un pequeño cambio de aires.

Apreté con más fuerza que la debida el reloj en mi mano y hasta que no sentí un pequeño pinchazo no me di cuenta de que en realidad lo había aplastado hasta hacerlo puré de forma literal. Abrí la mano observando cómo el mecanismo y la carcasa del mismo, en trozos bastante pequeños, caían hasta la acera. Como aquel reloj, el tiempo se escapaba de entre mis dedos al mismo tiempo que mi paciencia. Tenía mucha, demasiado creía yo, pero si había algo que odiaba sobre todas las cosas era llegar tarde a un concierto. Los violines alzaron su voz, las trompetas llegaron atronando, el Arpa fue tañida con maestría y él todavía no había llegado.

Apreté ligeramente la mandíbula aunque aparentemente estuviera tranquila, quizá demasiado inmóvil, de esa manera que decían que parecía una estatua prácticamente sin parpadear. A pesar de no necesitarlo llevaba una delicada capa blanca forrada de piel de lobo albino, uno de esos caprichos que me permitía llevar como era el caso del vestido de seda, las finas medias de lino o los ligeros zapatos de suave tacón. Lo único que no estaba a la moda imperio era, por supuesto, el cabello que caía de forma libre por mi espalda porque no me había sentido con ánimo de recogerlo.

Fue entonces cuando le olí o le sentí, cualquiera de las dos formas estaría bien dicha. Los vampiros olían de forma diferente y se sentían de igual manera. Además su esencia natural había cambiado ligeramente volviéndose todavía más única que antes. Pude ver sus movimientos acercándose, pero ni siquiera me paré a mirarle cuando se aceró antes de girarme para acercarme hacia la puerta.

— Llegas tarde.— comenté, mirándole de reojo un solo momento, antes de seguir andando hacia la puerta del teatro.

No sé lo que me ha pasado, no es demasiado propio de mí distraerme y perder mi responsabilidad habitual hasta el punto de llegar tarde a una cita pero me temo que no podía ser de otra forma. ¿Por qué? Pues porque pocas veces puedo disfrutar de la tranquilidad de la mansión sin Nypheria caminando entre sala y sala, comentando cada uno de mis acordes, reclamándome para tonterías que a veces me hacen pensar que sólo pretende interrumpirme e incordiarme... ¿de verdad se puede ser tan caprichosa? Claro que sí, sólo hace falta ser ella, aunque por suerte para mí acostumbra a encontrar muchas otras distracciones que poco tienen que ver conmigo. A veces me preguntó porque diablos decidió condenarme junto a ella, la obtención de información y mis escasos contactos no creo que fueran suficientes así que es difícil no sentirse como un simple muñeco, una especie de marioneta que mueve a su antojo y arroja a cualquier rincón cada vez que se cansa de ella. Sí, supongo que así se podría resumir mi vida durante estás últimas noches. Han pasado apenas unos meses y sin embargo parece que todo lo anterior, cuando aún era capaz de sentir el calor del sol en mi piel, pertenezca a una especie de vida pasada. Por suerte no tenía demasiadas ataduras que me anclaran a la vida terrenal y mundana si no hubiera sido mucho peor.

Así pues, ahí estaba yo, totalmente enfrascado en mi propia música, en la melodía harmoniosa que surgía del piano y de mis dedos acariciando sus teclas con habilidad. Quizá algún acorde no era del todo acertado pero no importaba porque nadie se daba cuenta y yo me limitaba a disfrutar sin presiones, por una vez... hasta que una de las sirvientas se atrevió a interrumpirme, claramente azorada por tal atrevimiento, y me recordó que tenía una obligación esta noche. ¡Malditas obligaciones! Aunque también debo admitir que antes tenía muchas más pero podía organizarlas a mi propia conveniencia.

Después llegaron las carreras, el vestirse demasiado apresuradamente como para escoger un conjunto lo suficientemente adecuado para una noche de concierto en el teatro. El "señor debería coger su chistera y un pañuelo de seda" seguido del "¡No hay tiempo....!" justo antes de subir al carruaje de estampado floreado ostentoso y un tanto espantoso bajo mi punto de vista.

Cuando llego a mi destino bajo de forma tan precipitada del carruaje que termino tropezando hasta apoyar una rodilla en el húmedo suelo de adoquines aunque sin duda hubiera sido peor si el cochero no me hubiera sujetado a tiempo. Le dedico un agradecimiento apresurado y me sacudo la ropa intentando colocármela mejor mientras acelero mi ritmo. Diablos, ¿se dará cuenta de la mancha de barro en el pantalón...? Apenas es perceptible, seguro que tiene cosas mejores que mirar como por ejemplo... ella misma, claro está.

Cuando distingo la melena dorada y rebelde de Nypheria empiezo a abrir la boca para saludarla pero nada, me deja con la palabra en la boca mientras empieza a andar y mi mirada se desvía, tan curiosa como siempre, a un montón de hierros y piezas pequeñas esparcidas por el suelo que no estoy seguro de lo que podrían ser -Y-ya, lo siento....- me disculpo con cierta torpeza mientras acelero un poco mis pasos para llegar a su misma altura, apartándome el pelo hacia atrás porque sé lo mucho que odia que parezca despeinado, al menos en público.

Extiendo entonces el brazo hacia ella por si quiere sujetarse a él, un simple gesto galante y que en teoría es adecuado para lugares de esta índole aunque tampoco voy a insistir en ello. Subimos unas escalinatas de mármol impoluto, unos guardias nos observan con expresión de reprimenda como si llegar tarde fuera una ofensa de muy mal gusto y después seguimos subiendo escaleras hasta nuestro palco privado. Una auténtica lástima porque me hubiera gustado disfrutar un poco de la maravillosa arquitectura del teatro ahora que no está atestado de gente pero no creo que sea adecuado retrasar más nuestra llegada así que finalmente llegamos a nuestro destino y tomo asiento en una de las dos sillas, apoyándome en la barandilla para asomarme un poco con curiosidad -¿Estaremos solos...?- pregunta estúpida, ya que resulta obvio, así que me coloco mejor en el asiento procurando acomodarme y empiezo a centrarme en la música que fluye a través de la extensa sala -Ese clarinete ha entrado tarde- comento sin pensar demasiado en el hecho de que pueda molestarla, como una simple observación objetiva.

Pocas personas entenderían el por qué de Edgar. Yo muchas veces lo sigo pensando. Por qué crear a alguien como él en un ser como nosotros. Por qué darle oportunidad de dejar la mediocridad de la vida como humano para alcanzar la plenitud como ser inmortal. Tiene potencial, debajo de esa torpeza que todavía sigue siendo demasiado humana, debajo de toda ese atolondramiento de la juventud. Era aún un muchacho cuando fue creado, por mucho que en la época en la que nos encontremos ya sería un hombre, pero por su vida apenas había tenido tiempo de relacionarse con la realidad del Mundo. Malditos monasterios. Le miré con frialdad mientras se movía el pelo hacia atrás poniéndoselo en orden y en un vistazo rápido me dí cuenta de pequeños detalles que conforman su vestimenta, incluido el manchón en su rodilla.

Acepté su brazo mientras comenzamos a subir las escaleras, ignorando a los humanos con los que nos íbamos cruzando como si en realidad no estuvieran allí. Y lo hice porque si en realidad hiciera caso de sus miradas seguramente terminarían mal parados. Los humanos tienen la maldita costumbre de juzgar, sobre todo si son mujeres a las que lo están haciendo. Podía entenderlo en cierta manera, a fin de cuentas he pasado por las sociedades más machistas y patriarcales del mundo, incluido en la que en esos momentos estábamos inmersos, pero eso no significaba que me gustara. En cierta manera Edgar es útil para estos casos, para poder ir a lugares donde es necesario la presencia masculina porque la simple presencia femenina está prácticamente vetada. Es aburrido tener que rodearme de humanos, por muy leales que sean, para poder moverme con comodidad. Lo he hecho durante siglos, es cierto, salvo los pocos y espaciados momentos en los que me he relacionado directamente con otros vampiros, pero no deja de ser algo aparatoso y poco rentable.

Edgar, en cierta manera, tenía también esa utilidad. Le miro de reojo ante su comentario al tiempo que entramos en el palco quitándome la capa para dejarla colgada con cuidado en una de las perchas antes de acercarme a una de las butacas más cercanas a la balaustrada para poder ver con comodidad todo el espacio inferior, incluido el escenario. Era una vista perfecta, una vista de águila que nos hacía tener una perspectiva única. Además no necesitábamos de artificios para poder ver a cada uno de los presentes. Y por otro lado no nos relacionábamos directamente con el resto de las personas que han ido a ver el concierto. La música nos envolvió con rapidez mientras me acomodaba quitándome los guantes con gestos hechos durante siglos y miré a Edgar cuando habló.

— Estaremos solos, así es, ¿preferirías estar abajo donde en realidad no pudiéramos ver nada?— aunque conociéndole como le conocía no me extrañaría nada. ¿Por qué no? A fin de cuentas todavía se seguía considerando un igual con toda esa masa de ganado inútil que nos rodeaba día sí y día no. Su apreciación provocó una pequeña sonrisa en mis labios que mantuve a ralla rápidamente. Esa era otra de las tantas razones por las que había sido elegido: su aprecio por el Arte, sus conocimientos sobre música, ese oído que le convertía en alguien muy diferente al resto de los humanos. Era un virtuoso, tenía un oído perfecto, y ni siquiera lo sabía. — ¿Conoces la obra Edgar?

Curiosidad, simple y pura curiosidad. Curiosidad por saber hasta qué punto él era consciente de que tiene ese don único que solo por eso le diferencia del resto de la masa informe que conforma la humanidad, más allá del hecho obvio y claro de ser uno de los nuestros. Mis caprichos nunca son hechos de manera impulsiva… aunque en el caso del hombre que está a mi lado en ocasiones pueda parecer todo lo contrario. Aun así, no será algo que salga de mis labios.

Empieza a quitarse los guantes, un gesto totalmente normal y corriente que la mayoría llevan a cabo de manera incluso inconsciente. Estoy seguro de que ella no es una excepción porque su mirada y su atención se desvían hacia el escenario y la platea mientras lo hace pero sin embargo yo me quedo fascinado durante unos segundos debido a la suavidad y sutilidad de los movimientos, por los delgados y hermosos dedos que quedan finalmente al descubierto. En momentos así me recuerda aquel breve periodo de tiempo en que se convirtió en mi musa angelical, toda una inspiración. Ahora es muy distinto porque en cuanto termina el hechizo se quiebra por completo, a sabiendas de que esa mirada celestial sólo esconde secretos de sangre que nadie se atrevería a adivinar en un principio.

-Bueno... técnicamente no es necesario que veamos nada si no que escuchemos, ¿cierto? Así que en este caso concreto no veo cuál sería la diferencia...- me meso la barbilla, un tanto pensativo, después aprecio la multitud de gente que llena las butacas de la platea y me doy cuenta de que sí, de que esa es la diferencia que debería resultar obvia y que yo no he sabido ver por resultarme totalmente indiferente el estar rodeado de gente, sea del tipo que sea.

Después llega una pregunta algo más complicada, o al menos con bastantes matices desde mi punto de vista. Supongo que tiendo a complicar las cosas más de lo necesario porque siempre les doy demasiadas vueltas pero no puedo evitarlo -No.... y sí. He tocado alguna partitura que me conseguiste para piano, hace unos meses, y también he escuchado parte de la obra...- bajo un poco la mirada ante esta última mención, sólo unos segundos, hasta convencerme de que no debo avergonzarme por ello -Sólo de fondo, al recorrer las calles colindantes al teatro o algunas fiestas- es evidente, ella lo sabe de sobra, antes de que me acogiera en su enorme palacio yo apenas disponía del suficiente dinero para pagar mi alquiler y la comida más básica así que hubiera resultado imposible acceder a este tipo de distracciones nocturnas sobre las que sólo podía limitarme a observar desde lejos, siempre lejos. Porque a la clase alta no le gusta que un pobre desgraciado de pantalones raídos se les acerque.

Finalmente me apoyo en el reposabrazos de la silla, me concentro con mayor fijeza en el escenario y presto atención a las melodías ya acordes que llenan el lugar, arrugando de vez en cuando la frente cuando me parece apreciar que algo chirría o no es tan perfecto como debería a pesar de que nadie parece darse cuenta de esos detalles. Por suerte yo tampoco le doy mayor importancia así que el silencio se prolonga en el palco pero la música llena cualquier duda que pudiera asolar nuestras almas y las llena por completo... al menos mientras dure el concierto, después las sombras volverán a sus lugares habituales.

Su afirmación me sorprende en un principio porque suena demasiado bien para proceder de ella. ¿Un halago?, ¿un halago procedente de Nypheria hacia mí...? Recuerdo que al principio hubo muchos, justo antes de descubrir que sólo pretendía sonsacarme información, pero actualmente las cosas son distintas y apenas soy algo más que un muñeco. Es entonces cuando prosigue la explicación y lo anterior cobra más sentido. La superioridad vampírica, como no, empiezo a estar cansado de ese discurso que no para de repetir una vez tras otra cada vez que tiene ocasión. ¿De verdad piensa que así podrá convencerme....? Puede que ella tenga siglos de experiencia y por eso esté ten convencida, en tal caso lo único que necesito es algo de tiempo, ¿cierto? Lo que pasa es que paciencia y Nypheria no son las mejores amigas del mundo así que me limito a asentir distraídamente sólo por darle el placer de darle la razón. Supongo que se lo debo después de haber llegado tarde.

El concierto prosigue pues, entre acordes deliciosos y melodías sugerentes e intensas. Ambos nos zambullimos de lleno en ese mundo y los demás dejan de existir durante un largo rato, incluso nosotros mismos. No es hasta que la orquesta se detiene y todos aplauden que consigo salir de mi ensoñación para compartir el mismo gesto ruidoso que el resto con una sonrisa de satisfacción, incluso a pesar de que no ha sido perfecto. ¿Pero acaso no reside así el toque especial de cada músico....?

La gente enseguida se mueve, agarrotada o hambrienta, saliendo a las salas principales del teatro para recorrerlas y estirar las piernas antes de lo que será el segundo acto. Yo ya no tengo ninguna de esas necesidades fisiológicas así que observo un tanto dubitativo la cortina de terciopelo bermellón cerrado tras nosotros pero al final termino por levantarme, estirando mi chaleco de seda, colocando bien la corbata verde botella que asoma a través de él. No acostumbra a preocuparme tanto mi aspecto, de hecho no hubiera elegido esos colores ni tejidos, pero Nypheria disfruta exhibiendo la perfección, o al menos lo que se acerque más a ella, y yo accedo a ese tipo de detalles porque por el momento resulta totalmente conveniente y necesario. Sé que no sobreviviría más de un par de noches seguidas sin su protección y sus consejos, por mucho que pueda pesarme.

Me acerco entonces a ella efectuando una suave reverencia pero no pudo evitarlo, se me dibuja una sonrisa algo burlona al hacerlo que disimulo demasiado tarde para finalmente extender un brazo hacia ella, dejando que se sujete porque a veces, cuando el "qué dirán" importa, resulta que sí soy necesario de verdad y podría, en cierto modo, obligarla a hacer lo que yo quisiera. Aunque eso comportaría graves consecuencias más tarde, no me cabe duda.

-Tu mirada,
cautivando y dejando paralizados a los sentidos,
deteniendo el tiempo y haciendo olvidar hasta al olvido,
tu mirada, dulce delirio, eterno castigo- recito mientras abandonamos el palco, aparentemente sin venir al caso aunque ella ya está acostumbrada a eso, a que en lugar de comentar cualquier trivialidad como lo haría otro opte por versos que expresen lo que se me pasa por la cabeza en esos momentos, cosa que teniendo en cuenta mi imaginación soñadora a veces provoca situaciones algo delirantes que muchos no saben encajar. En cierto modo es hasta divertido. Justo después miro alrededor y al gentío que nos rodea como si no hubiera pasado nada, apreciando el color de su piel, sus olores y sobretodo su calor sin necesidad siquiera de rozarles -Al final tendrás que rebajarte a mezclarte entre los mortales- comento distraídamente pero con cierta mordacidad.

Me limito a musitar una especie de afirmación entre dientes tras su primer comentario que a fin de cuentas es tan cierto como obvio. La verdad es que ahora mismo estoy bastante distraído observando a todos los que nos rodean, sus peinados, sus exquisitos ropajes, sus conversaciones en voz queda y risas falseadas... Me siento bastante fuera de lugar, esa es la verdad, pero a su modo también resulta fascinante, probablemente por el propio hecho de no estar habituado a este tipo de ambientes. Aún así supongo que terminaré por hacerlo ya que Nypheria parece bastante dispuesta a arrastrarme con ella para poder moverse con más facilidad. Puede que se sujete a mi brazo pero ambos sabemos perfectamente quién lleva las riendas ahora mismo.

-¿Viena...?- repito repentinamente, como si volviera de otro mundo un tanto alejado, sin poder disimular una mezcla de sorpresa y entusiasmo al respecto. Nunca he podido permitirme viajar, de hecho ni siquiera he llegado a abandonar París, así que la idea de visitar nuevos lugares se me antoja de lo más interesante. Poder contemplar con mis propios ojos lo que tantas veces he leído en libros y periódicos... debe de ser sin duda alguna mágico. Todo un mundo nuevo a fin de cuentas -Seguro que has recorrido todo el mundo. ¿Cuál ha sido el lugar más interesante....?- pregunto con renovada curiosidad mientras la observo sonriente, podría decirse que incluso animado, pero entonces alguien llega consiguiendo enfurruñar más la habitual expresión taciturna de Nypheria. No sé quién es pero está claro que no es de su agrado y su tensión entorno a mi brazo no hace más que confirmarlo.

Efectúo una suave reverencia, por simple y mera formalidad, y no me pasa desapercibido el desdén con el que la pareja me observa aunque por suerte a mí eso tampoco me preocupa ni me importa demasiado así que avanzo unos pasos, siguiendo la muda indicación de mi creadora, hasta que el rechoncho hombre carraspea sonoramente para iniciar una conversación que nos obliga a detenernos. ¿Acaso no es odioso el protocolo por el que se rige esta sociedad...? Además de hipócrita.
-Una composición excelente, ¿no creéis, querida?- pregunta centrando toda su atención en Nypheria, ignorándome por completo e incluso apartándose de mi mera cercanía. Entrecierro entonces los ojos, fulminándole a él con la mirada y después a su fea acompañante, momento en el que compongo una sonrisa traviesa.

Ella me mira como si estuviera loco de remate pero ese pensamiento dura poco porque enseguida soy yo el que controla ese hilo mental y empiezo a enmarañarlo de manera caótica, tirando de aquí y de allá, rompiendo alguna que otra conexión hasta que su mano se desliza por el interior de la chaqueta del rechoncho con cara de morsa despertando murmullos y alguna que otra expresión escandalizada casi de inmediato. ¿Quién es el vulgar ahora....?

Hubiera preferido mil veces seguir con nuestra conversación privada sobre viajes y ciudades, indagando en esa parte de Nypheria algo más accesible y agradable porque resulta evidente que le gusta hablar sobre esas cosas, del mismo modo que ambos disfrutamos compartiendo emociones y opiniones artísticas, por eso la interrupción del tipo resulta tan molesta y su falta de respeto y prepotencia termina como se merece. ¿No es así?, ¿acaso no se lo ha buscado él? Mientras se pone colorado como un tomate y aparta de malos modos a su acompañante nosotros nos alejamos, volviendo a la tranquilidad de antes, es entonces cuando me planteo si habré hecho bien. Cierto que el hombre no fue educado, ¿pero qué derecho tengo yo a entrometerme con mis recién adquiridos poderes? La verdad es que resulta muy complicado diferenciar la línea de lo que es correcto o justo, me temo que es algo demasiado subjetivo.

Es entonces cuando mi Creadora decide decir en voz alta lo que se le pasa por la cabeza, aunque yo ya lo sabía desde hacía unos instantes, y consigue arrancarme una suave sonrisa un tanto nerviosa -Es posible... pero también es probable que se sienta molesto incluso aunque no haya pruebas al respecto- por un segundo siento la sensación de volver la vista atrás para comprobar lo que está sucediendo, como sigue reaccionando después del evidente ridículo, pero me obligo a seguir con la vista fija al frente mientras ascendemos de nuevo las escaleras hacia los pasillos que dan acceso a los palcos, bastante más tranquilos y silenciosos que los espaciosos salones principales del piso principal.

En ese momento consigo relajar un poco la tensión de mis propios músculos, estiro mi propia chaqueta y miro alrededor con curiosidad. Ahora ya no es tan necesario guardar las apariencias, apenas hay alguien que pueda observarnos o dedicarnos algo de atención aunque es posible que para ella fingir sea algo tan natural como.... no-respirar, supongo.
-¿De qué conoces a ese hombre?, ¿quién es?- empiezo entonces a asaltarla con ese tipo de preguntas y dudas que tantas veces me ha dicho que no son de mi incumbencia, pero yo no puedo evitarlo, menos aún siendo periodista. ¿Cómo espera que me quede callado cuando se presenta algún tipo de información suculenta frente a mí? No puedo desperdiciar la oportunidad, está claro que es un cargo importante y de hecho su cara me suena muchísimo. Quizá he leído algo sobre él aunque no he llegado a entrevistarle, a mí nunca se me han asignado reportajes de demasiado calibre.

Frustración, en cierta manera. ¿Qué importaba si se sentía molesto? ¿Acaso Edgar tenía la culpa de que la mente humana fuera tan manipulable? Le miré durante unos segundos apretando los labios en una fina línea. Debería quitarse esos pensamientos, alejarlos. No podía decir que había sido mi acompañante y si lo intentaba seguramente quedaría como un loco, un lunático, un demente, que en cierta manera así es lo que era. Edgar en ocasiones podía ser excesivamente humano, preocupado por aquellos detalles cuando en realidad no eran más que una especie de prueba. Con cada uno de esos pequeños “juegos” iba progresando en sus propios dones, aquellos que diferían de los míos porque a fin de cuentas iban apareciendo tocados por la naturaleza propia de cada uno de nosotros.

No hablé mientras terminábamos de subir los escalones en dirección del Palco. En ocasiones me preguntaba por qué me seguía adentrando en aquellos asuntos que al final siempre terminaban estropeándome la noche. ¿No sería más fácil hacerlos desaparecer a todos de golpe? Únicamente dejando a los músicos para que pudieran deleitarnos. En aquella ecuación me sobraban los humanos. Esperé hasta que estuviéramos de nuevo en el palco, con las cortinas cerradas y escuchando por un momento a mí alrededor para que asegurarme que no había ningún corazón latiendo que pudiera interrumpirnos en cualquier momento como solía ser habitual, antes de volver mi atención de nuevo hacia Edgar.

Negué por un momento recordando sus preguntas. Era curioso por naturaleza, algo que no venía mal, aunque no cuando se adentraba claramente en el terreno de mis propios asuntos. El problema de codearse con escritores, cosa que debería haber tenido aprendido considerando Jerarld lo era y había frecuentado otros a lo largo de mi existencia, es que su mente inquieta siempre estaba en funcionamiento. Además, Edgar era un periodista, alguien que gustaba de meter la nariz en todo asunto que se preciara siempre en busca de una noticia, de algo que hiciera saltar la liebre.

— Puedo asegurarte, Edgar, que se lo tenía más que merecido. Ha puesto en situaciones delicadas a más de una jovencita únicamente por satisfacer sus deseos; darle un poco de su medicina solo ha sido hacerle ver lo que se sentía.— no me senté, no quería hacerlo en ese momento por lo que comencé a andar un poco de un lado para otro. — Ese hombre es uno de los que llevan la batuta en París y está en buena sintonía con las capas más altas. Enfadarlo no es una buena idea.— el tono era frío, como siempre, porque aunque me hubiera divertido, no era más cierto que también había que convivir con ellos. — Hacerlo desaparecer, por mucho que me gustaría aunque su sangre no fuera mi alimento, supondría atraer miradas y seguramente una investigación.

En cuantos nos adentramos en nuestro palco emito un suave suspiro, me acerco a la barandilla observando como otros de los asistentes van tomando asiento en la platea y yo hago lo propio en la misma butaca de antes, apoyando los brazos cruzados sobre la barandilla de seguridad mientras observo a Nypheria moverse de un lado a otro con cierta impaciencia. Supongo que el encuentro la ha molestado más de lo que admitiría en voz alta pero sus motivos tendrá. Además por lo que acaba de decirme incluso yo siento un escalofrío de desagrado a pesar de no conocerle tan bien como ella. ¿Acaso fue capaz de intentar ese juego con mi propia Creadora...? Probablemente, pues es muy hermosa, pero estoy convencido de que ella supo defenderse y reaccionar al respecto sin problemas.

-Oh, genial- añado escuetamente cuando aclara que se trata de alguien importante aunque ni siquiera me dice su nombre pero sé que eso puedo averiguarlo fácilmente con mis propios medios, más aún después de lo que acaba de suceder. Lo más seguro es que el accidente con la acompañante de ese tipo se comente y chismorree por varios círculos sociales.

Es tras su último comentario cuando me pongo más rígido, irguiéndome en el asiento para observarla con perplejidad un par de segundos, enseguida me afano en disimular esa reacción -N-nadie ha hablado de d-desaparecer...- digo entre titubeos como siempre que hace referencia a cosas así de duras y consigue incomodarme y hacerme sentir nervioso, incluso inseguro. ¿Ser desagradable es suficiente motivo para que alguien quiera acabar con tu vida? Desde mi punto de vista no es suficiente ni por asomo pero ella está dispuesta a apartar a cualquiera que se interponga en su camino como si de una mosca de tratara. Al menos esa impresión me da la mayor parte del tiempo.

Es entonces cuando el robusto cortinaje tras nosotros se mece, precediendo a la interrupción de uno de los distintos guardias distribuidos por todo el espléndido teatro. Para mí no es la primera vez que me topo con ellos, en muchas ocasiones me obligaron a alejarme de las inmediaciones del lugar sencillamente por ser "poco apropiado" pero ahora su presencia me sorprende y me alarma por igual.
-Disculpen las molestias...- empieza excusándose y efectuando una reverencia, parece un tanto incómodo o nervioso -Debo solicitarles que se muevan hasta otro palco cercano. La visión será igual de buena y sus asientos ya están esperándoles- explica sin motivo aparente, tras lo cuál me levanto de la butaca pero no me muevo de mi posición, opto por observar a Nypheria de reojo para comprobar lo que decide hacer al respecto.

A veces me pregunto cuánto tardaré yo mismo en alcanzar ese punto, ése en el que Nypheria pierda realmente los estribos y la paciencia hasta el punto de querer convertirme sencillamente en cenizas. ¿Realmente lo haría...? Sí, no me cabe duda, mi conversión fue fruto de las circunstancias del momento y en cierta medida de las prisas por mi inminente desaparición pero nunca he sentido que fuera una decisión realmente... necesaria o deseada. Supongo que también le he venido bien para ejercer de acompañante en ciertas ocasiones en las que Emilie no basta pero por norma general sé que ella es solitaria por naturaleza. Se gusta demasiado a si misma y desprecia demasiado al resto como para ser de otra forma. Yo sin embargo me conformaré con aprender todo lo posible e imprescindible para sobrevivir a esta extraña pesadilla antes de tener que partir o huir. Por el momento nunca he recibido castigos demasiado severos pero alguna que otra vez me ha comentado lo afortunado que soy, que ella no tuvo tanta suerte con su propio Creador. No lo sé, puede que fuera precisamente ese trato inicial el que la convirtiera en lo que es hoy, una fortaleza con muros tan gruesos que resulta casi inexpugnable.

Y entonces se produce otra situación un tanto tensa en la que el guardia, Nypheria y yo mismo compartimos miradas alternativas sin movernos demasiado de nuestras posiciones. Lo cierto es que yo también siento curiosidad por un cambio tan repentino pero nunca me hubiera creído con el derecho de pedir una explicación al respecto -Lo sé, Madamme, pero ha surgido un contratiempo inesperado...- se mueve, nervioso, realmente incómodo por la situación -Monsieur Derriè ha solicitado expresamente este palco y yo sólo obedezco órdenes. Así que si no les importa....- aparta las cortinas y las sostiene, invitándonos con un educado gesto a salir hasta el pasillo.

Yo no tengo ni idea de quién es ese hombre al que acaba de mencionar pero parece obvio que está por encima de nosotros así que no le doy mayor importancia y me dispongo a seguir las indicaciones del guardia que a fin de cuentas no tiene culpa de este reciente inconveniente.

Arqueo ambas cejas en cuanto esa.... ¿palabra? escapa de los labios de Nypheria. No es la primera vez que se la oigo decir pero continúo sin saber lo que significa aunque por su expresión y crispación me puedo hacer una idea sin necesidad de conocer la traducción literal. El guardia se pone algo más tenso, esperando algún tipo de problema después de esa reacción, sin embargo en esta ocasión recibe los buenos modales de mi Creadora y yo emito un suspiro de alivio. Me hubiera resultado terriblemente incómodo presenciar una reprimenda o cualquier tipo de persona hacia una persona que sencillamente no tiene culpa de nada.

-Lo lamento, Madamme....- se disculpa vagamente, sin mucho que añadir, y nos guía hasta un palco dos posiciones más a la izquierda de lo que estábamos. La posición sigue siendo excelente y el lugar goza de la misma comodidad e intimidad aunque evidentemente la perspectiva del escenario resulta algo más ladeada. Tanto da, en esta ocasión concreta ver los instrumentos no es tan importante como escucharlos y sentirlos -Ese tal Derriè debe de ser un hombre influyente- comento distraídamente para restarle importancia a lo sucedido mientras tomo asiento después de haber dejado el abrigo debidamente colocado en una percha lateral. La platea ya está llena para entonces y las luces empiezan a menguar lentamente, precediendo al inicio del segundo acto y sus acordes que no tardan en llenar todo el teatro.

Empiezo a mirar entonces a Nypheria de reojo, lentamente, con curiosidad. Interiormente debe de estar hecha una furia por el hecho de que un simple humano le haya exigido donde debe o no debe sentarse pero se le da francamente bien fingir neutralidad y tranquilidad, siempre acompañados con un deje de frialdad que la delata si la conoces lo suficiente porque de no ser así procura mostrarse más... encantadora. Al menos a simple vista -¿Va todo bien....?- atisbo a preguntar al final, esta vez incómodo con el silencio un tanto tenso que se ha propagado en el lugar, aunque enseguida me arrepiento ya que no debería haberlo dicho y constatar que he notado su cambio de actitud. Probablemente no le haga mucha gracia.

Está tan tensa.... tan ofendida y molesta por lo sucedido... Puedo verlo en sus gestos, unos que probablemente disimularía más de estar en un sitio con más gente. Su mano aprieta su propia ropa con frustración y por un instante llego a sentir una especie de compasión por ella. Qué absurdo, ¿verdad? Pero supongo que no puedo evitar el hecho de estar estrechamente ligado a ella, o al menos a su propia sangre -Oh, ¿él es....?- no finalizo la frase, me limito a observar el cortinaje comprendiendo un poco mejor lo sucedido ahora, pues desconocía el nombre de ese hombre que tanto consigue irritar y malhumorar a Nypheria con sus simple presencia. O incluso con su simple existencia. Debo admitir que ni yo mismo creo que alguien como él merezca un puesto de importancia en la pirámide social de París, ¿pero quiénes somos nosotros para decidir tales cosas? Quizá supo jugar muy bien sus cartas o simplemente tuvo suerte, en cuyo caso terminará cayendo tarde o temprano por su propia y evidente torpeza.

-No deberías permitir que las acciones de un asno te importunaran tanto- termino comentando en un intento de sosegarla, levantándome de mi butaca para acercarme más a su posición hasta quedarme de rodillas a un lado de su amplísimo faldón. Es una especie de gesto que suele reflejar rendición y sumisión y por tanto sé que será de su agrado -¿Por qué perder el tiempo en alguien que no merece ni siquiera tu desprecio?- pregunto de manera retórica, sosteniendo con delicadeza su mano crispada para obligarla a relajarla, besándola en los nudillos durante unos segundos antes de volver la vista hacia ella, desde abajo -La noche todavía puede resultar maravillosa

Hasta hace un poco un gesto como ese me hubiera sorprendido y en cierto modo maravillado. Siempre habría creído que un beso era un gesto especial que dependiendo del lugar en el que se depositara variaba los contrastes de su significado, siendo los labios del otro uno de los que más relevancia transmitían.... pero al poco de conocer a Nypheria me di cuenta de que esa valoración no puede aplicarse a ella. Su beso es agradable y suave, por supuesto, incluso cierro los ojos un instante a pesar de que apenas se trata de una fugaz caricia, pero no transmite demasiado con ello, puede que simple y llana satisfacción, como si esa fuera su manera de agradecer mi comportamiento tranquilo y sumiso.

-Y es posible que lo haya hecho con tal propósito pero, ¿acaso no es triste que se comporte como un niño teniendo que demostrar que es mejor? La grandeza se consigue cuando no es necesario mostrarla para que otros la sientan- explico lo que bajo mi punto de vista es evidente pero bien es cierto que mi perspectiva no acostumbra a coincidir con la de la mayoría por resultar demasiado idealista. Puede que ella tenga la suficiente experiencia como para distinguir si mi opinión es cierta o no pero sea como sea sé de sobra que aunque consiga convencerla esta noche la idea de adquirir su propia venganza ya se ha anclado en su cerebro y será difícil o imposible de retirar. Supongo que en realidad no debería importarme demasiado, no al menos en este caso concreto.

Después de eso me dejo caer con suavidad hasta apoyarme en su mullido regazo, apoyando una mano a un lado de si silla mientras la otra se aferra a su propio reposabrazos -Dispones de toda una eternidad para pensar en algo que realmente valga la pena y no te delate. Actuar ahora sería arriesgado y contraproducente- respondo a su último comentario de manera pragmática y objetiva aunque a medio o largo plazo puede que termine arrepintiéndome de ello pero así es noche tras noche así que procuro centrarme en el aquí y el ahora para poder disfrutar, aunque sólo sea unos minutos, de tranquilidad y una sensación de afecto fingido.