{IIGM-1944} I win, you lost. {Edgar Braud}

Julio-Agosto de 1944

Los aliados avanzan hasta finalmente tomar París en Agosto de 1944. Alemania estaba más centrada en proteger la zona Oriental contra el ataque continuo de los Rusos y había dejado pocos destacamentos para proteger el Occidental lo que le hará pasar factura. Una vez más la historia demuestra que el tener dos frentes abiertos a la vez, en dos lugares tan distintos solo puede llevar a un final: la derrota. O quizá no, quizá el curso de la Historia termine por demostrar que los historiadores se equivocan.

Dentro de París una resistencia clandestina comienza a formarse, levantándose finalmente el 19 de Agosto contra la ocupación alemana mientras que desde el exterior le llega el apoyo de los Aliados. Finalmente el 25 de Agosto la ciudad será liberada aunque todavía queda descabeza la república de Vichy bajo el protectorado alemán, cosa que no tardará demasiado en suceder.

Aun así, eso son solo los hechos históricos relacionados con el mundo de los humanos, por detrás se han movido oscuras líneas que son poco conocidas. No muchos lo saben, pero la “guerra sobrenatural” se dio tanto o más que la más mundana.

Ahora solo es el momento de seguir esa historia.

París había caído. Ese hecho había hecho que mis labios se fruncieran con consternación. La apertura de dos frentes había provocado que se volvieran a repetir los mismos fallos del pasado. ¿Cómo no? Los seres humanos parecía que solo miraban de la Historia aquello que los interesaba y dejaban todo lo demás a un lado. Era un fracaso, un maldito fracaso, pero al menos no estaba todo perdido. La noche había caído y las fiestas entre el pueblo de París que habían dado la bienvenida al ejército de los aliados como si fueran los maravillosos liberadores caídos del cielo se estaban extendiendo como la pólvora. Necesitaba información y sabía perfectamente dónde podría conseguirla.

La música llegó a mis oídos mucho antes de ver el edificio: era una antigua fábrica que estaba desocupada y que había terminado por convertirse en un lugar de reunión, un lugar en el que hablar, bailar y cantar. Era la máxima expresión de festejo, la alegría por haber conseguido echar al invasor. Estúpidas ideas de los humanos que se encontraban en su interior y seguramente de más de un ser sobrenatural. Había mantenido mi fachada perfectamente por lo que sabía que no iba a tener ningún problema. Lo único con lo que no había estado de acuerdo de la postura de Hilter era con su idea de destruir París si fuera necesario, hasta las ruinas, antes de que los Aliados —como ellos se llamaban con esa franca idea de superioridad que tanto les caracterizaba— pudieran entrar en la capital francesa. Gracias a los Dioses, en los que no creía, aquello no había llegado a cumplirse.

Entré en el interior de aquel lugar siendo rápidamente rodeada por hombres vestidos de uniforme aunque fuera de uno muy distinto al que durante varios años habían paseado por las calles de la ciudad. Alcé ligeramente la barbilla en un gesto de superioridad mientras mis pasos se deslizaban con ligereza observando todo lo que ocurría mí alrededor. Había también mujeres, por supuesto, bailando al ritmo de la música más o menos improvisada. Era, simplemente, uno de los tantos otros lugares de la ciudad, pero allí estaba la crême de la crême, los más altos mandos.

Con una sonrisa tímida, me dirigí hacia uno de los hombres que lucían el uniforme de los Estados Unidos. Como no podía ser de otra manera, vestía de forma acorde con la época y seguramente era de las personas que más recatadas vestidas iba en ese momento, cuando todavía la ligera chaqueta se encontraba sobre el vestido veraniego que llevaba hasta un poco por debajo de la rodilla de color marfil junto con los ligeros zapatos altos. Mi cabello seguía largo, pero recogido, no había considerado la posibilidad de destrozarlo en uno de esos intentos de las humanas de recortarlo, aunque era cierto que ya se había pasado el instinto destructivo de mantenerlo tan corto como un hombre. Y pensar que antes se llevaba así para recordar a todo el mundo una falta…

Estaba a punto de llegar hasta mi objetivo cuando un olor conocido, una presencia, me golpeó con rapidez dejándome casi sin respiración —si es que respirara, por supuesto—, y fue entonces cuando una voz que no esperaba volver a escuchar se extendió con rapidez inmovilizando y cautivando a los que nos encontrábamos allí. Mi mirada voló entonces hacia el escenario y mis ojos azules se entrecerraron mientras esa presencia conocida tomaba un cuerpo reconocible a pesar de las décadas que hacía que no nos veíamos, después de aquel cúmulo de circunstancias que nos habían hecho alejarnos el uno del otro, después de que él se convirtiera en un vampiro “independiente” lejos de mis “cuidados”.

La situación actual dista tanto de hace apenas unos pocos días, cuando todos estábamos sufriendo en las trincheras o escondidos entre los escombros de sus propios hogares que todo aquello parece apenas fruto de una larga y cruenta pesadilla. Por desgracia no fue así, muchos han tenido que sufrir y morir para llegar hasta el punto en el que nos encontramos hoy, la liberación de París y la alegría desatada de todos sus habitantes.
Fue duro conseguirlo, las noches heladas que se llevaban a gran parte de mis compañeros, mis hermanos de sangre, las largas jornadas de tiroteos sin descanso, la escasez de comida tanto para ellos como para mí mismo para evitar levantar sospechas o matarles debido a su cansancio... Pero supongo que ahora debería limitarme a disfrutar, a sentirme orgulloso de lo conseguido con mi propio esfuerzo a pesar de que muchas veces he sentido que no merezco las medallas ganadas por el gran inconveniente que supone el aparecer sólo cuando el sol cae. ¿Cuántas veces han estado a punto de descubrirme o de calcinarme? Tantas que he perdido la cuenta, lo único positivo de ello es que he aprendido a reaccionar y a sentir menos miedo ante la amenaza letal de la luz diurna.

Los instrumentos siguen llenando el ambiente de melodías agradables y rítmicas, dándole tiempo a los presentes para conocerse mejor y presentarse, para brindarles el valor necesario a los más tímidos para acercarse a aquella persona que ha conseguido captar su atención. Me recuerda a tiempos pasados, cuando también asistí a algún baile atestado de gente, pero allí la actitud era muy distinta y aquí se respira libertad. Lo que hubiera dado entonces por un poco de ella.
Yo sigo en un segundo plano, cercano al escenario, evitando a cualquiera que intenta acercarse a mí a menos que le conozca de antemano, haciéndome el distraído u ocupado para no resultar descortés pero poco interesado, al menos en este momento, por conocer a alguna de las hermosas chicas dispuestas a alegrarnos la noche con un baile. Y quién sabe si algo más, desde luego mis compañeros no desaprovecharán la oportunidad.

Subo a la pequeña tarima, los músicos me siguen con la mirada pero saben tan bien como yo lo que va a suceder y las partituras adecuadas así que simplemente me acerco al micrófono y uso mi voz como si de otro instrumento se tratara, lleno de matices, con una tonalidad mucho más íntima y propia que cualquiera que pueda ser generada por un objeto, por precisos y bellos que éstos puedan resultar.

Spoiler:

El baile se vuelve entonces más lento y suave, las parejas se forman y se observan con esas sonrisas de ensoñación que cualquiera desearía para si mismo, y es entonces cuando de entre todos ellos distingo una mirada intensa y decidida a la par que distante, una que conozco demasiado bien y me obliga a centrar mi atención en ella como si realmente la canción fuera sólo suya, de mi creadora, Nypheria, aquella que me lo arrebató todo y a la vez me brindó un nuevo mundo que poder explorar.

La canción termina y algunas de las parejas se hacen a un lado aunque la mayoría prosiguen acaramelados o animados con sus conversaciones, ignorando por completo lo que suene mientras haya una melodía que les permita seguir tan juntos el uno del otro sin que les juzguen, al menos no demasiado severamente, por ello. Bajo pues de la tarima, pasando completamente desapercibido para la inmensa mayoría. Algunos me miran con curiosidad al verme pasar y un par de compañeros incluso me felicitan y me animan a que cante otra pero creo que están demasiado alegres debido al efecto del champán como para prestarles atención. Aún así son divertidos así que me entretengo unos minutos con ellos antes de apartarme hacia el lateral en el que algunas chicas permanecen sentadas de manera solitaria o en reducidos grupos en los cuáles cuchichean con esas expresiones traviesas que en realidad me siguen poniendo nervioso. La diferencia básica con antaño es que ahora se me da bastante mejor disimularlo así que procuro no prestarles demasiada atención porque a fin de cuentas ellas probablemente hagan lo mismo.



Mis pasos me llevan, casi sin darme cuenta, hasta la sencilla silla en la que Nypheria descansa. O mejor dicho finge que descansa. Como era de esperar sigue igual de espléndida y perfecta que siempre, pero ahora ya sé que eso sólo son las apariencias y dentro encierra una frialdad y un desdén que pocos imaginarían. Es por eso mismo que me extraña tanto verla aquí, rodeada de Aliados franceses, americanos y en menor medida ingleses. Es como si tramara algo... que a fin de cuentas es lo habitual en ella. Quizá por eso mismo debería procurar vigilarla de cerca, al menos esta noche. ¿De verdad ha sido casualidad que precisamente escogiera al teniente Reynolds para compartir ese baile....? Y él ha quedado totalmente fascinado por su mera presencia, evidentemente. Por suerte yo ya hace demasiado tiempo que dejé de caer en ese tipo de juegos aunque no puedo negar que sigue siendo un rostro digno de contemplar.

Me inclino hacia ella con la suavidad que me suele caracterizar, quedándome en una educada posición de semi-reverencia antes de extender un brazo hacia ella ofreciéndole mi mano, invitándola con ese gesto aparentemente mudo a bailar. Aunque en realidad hay algo más, mi voz sonando de esa manera tan íntima y personal dentro de su mente, algo que ya hacía años que no llevaba a cabo pero que resulta tan caótico como siempre para desenredar los múltiples recuerdos y pensamientos que la recorren. "¿Vas a rechazarme otra vez.....?" Pregunto finalmente sin pronunciar palabra, observándola con intensidad y de manera inquisitiva. Acabaré desentrañando el motivo por el que está aquí, se me da bien averiguar intenciones.

Vueltas, giros, pasos aprendidos, sonrisas y caricias disimuladas. Cuerpos que se acercaban más de lo estrictamente necesario, un susurro que hacía enrojecer unas mejillas, una sonrisa tímida, una risa pícara. Aquel lugar no se difería demasiado a todos en los que había estado a lo largo de los siglos. Los patrones se repetían una y otra y otra vez, porque en el fondo no eran tan diferentes de los que los habían precedido. Como dirían en otras épocas: alguna reputación quedaría irremediablemente dañada en las horas siguientes. No entendía esa capacidad del cristianismo para demonizar algo tan natural como era el sexo. Hubiera sido todo mucho más fácil sin aquellas trabas mentales.

Por esa razón, mi concentración estaba más allá de lo que hacían o dejaban de hacer los humanos a mí alrededor. Humanos por su olor, por el momento Edgar y yo éramos los únicos seres sobrenaturales en esa habitación aunque sabía, perfectamente, que podía cambiar en cualquier momento. Pensar que éramos los únicos vampiros en París era una estupidez y estaba claro que yo no lo era. Aquella ciudad había atraído a los nuestros desde mucho antes de que fuera lo que era en ese momento. Observé sus movimientos con atención sin moverme ni un centímetro hasta que finalmente se detuvo delante de mí extendiendo la mano hacia delante y el mensaje llegó claro a mi mente, lo que provocó que le mirara con los ojos entrecerrados. Si había algo que no me agradaba demasiado eran esos trucos, porque en cierta manera era como si le hubiera dado durante un breve periodo de tiempo acceso directo a mi cabeza.

—Debería hacerlo.— susurré apenas mientras le miraba a los ojos, pero la verdad es que la curiosidad por saber qué estaba haciendo allí vestido de aquella manera y cantando hizo que moviera ligeramente la mano hasta aceptar la suya, sujetándome apenas en ella para incorporarme. —Pero no sería de demasiada buena educación no aceptar la invitación del artista de la vela ¿no te parece?— con una media sonrisa en mis labios le acompañé de vuelta al lugar donde el resto de las parejas estaban bailando, adoptando de forma automática la postura que había visto repetir al resto de los que estaban allí mirándole a los ojos. —No esperaba verte en París, Edgar, y menos vestido de esta manera.

Eran susurros apenas audibles, movimientos de labios que permitían que él los escuchara gracias a sus sentidos ampliados pero que no sería igual para los que se encontraban a nuestro alrededor. Cuerpos que se movían, en los que podía escuchar con claridad el sonido de su corazón y oler con fuerza la sangre que recorría todo su cuerpo, cálido y diferente por completo al nuestro. Además, según iba pasando el tiempo, el alcohol ayudaba en esa especie de locura o frenesí que los llenaba por completo.

Su expresión, casi ofendida por haberme entrometido dentro de su propia mente, consigue dibujarme una sonrisa suave en el rostro a la cuál doto de tanta calidez que nadie diría que se debe al gesto que acaba de llevar a cabo Nypheria. En lugar de eso parece todo lo contrario, que sencillamente la joven haya logrado encandilarme por completo y yo intente lo mismo mientras nuestras gélidas manos se unen de nuevo, como antaño, y nos movemos hasta la amplia zona habilitada para bailar.
Ahora ya no existen esas coreografías que siempre me parecieron tan divertidas y entretenidas, los pasos son mucho más toscos y repetitivos, sin embargo no precisan de concentración y dan mayor libertad de movimientos. Supongo que cada lugar, situación y tiempo tiene sus pros y sus contras.

Sus dedos se apoyan entonces en uno de mis hombros mientras los míos lo hacen en su cintura, balanceándonos de manera casi imperceptible al ritmo de la melodía que nos acompaña -Puede que no te dieras cuenta antes de que soy una caja de sorpresas...- me limito a responder sin que ello conlleve en absoluto ninguna información de utilidad, al menos por el momento. Al contrario que ella yo no acostumbro a tener demasiadas cosas que ocultar, al menos no del tipo delictivo, pero su presencia aquí sigue resultándome demasiado casual como para confiarme.

Miro un instante alrededor, asegurándome de que todo sigue completamente tranquilo y de que la velada progresa afablemente. De hecho algunos de los invitados ya se han retirado del lugar pero todavía queda mucha gente que probablemente prolongará la fiesta hasta bien entrada la noche... cosa que en estos momentos me resulta de lo más conveniente -Tarde o temprano tenía que volver a mi ciudad natal... y no iba a permitir que otros tomaran su control. Ya me conoces- una nueva sonrisa, esta vez cómplice, acompañada de un tono de voz melodioso. Sabe tan bien cómo yo lo idealista que he sido siempre así que dejar que los nazis se salgan con la suya no entra dentro de mis planes -En realidad la que parece más fuera de lugar eres tú...- comento finalmente mientras mi mirada se fija con mayor atención en la suya hasta emitir un extraño destello que dude que identifique. Hace demasiado tiempo que no nos veíamos como para que consiga comprender mis nuevos gestos.

El suave balanceo sigue siendo agradable, en cierto modo parece como si alguien insistiera en acunarnos, sin embargo su cercanía no resulta tan agradable como lo sería por ejemplo la de una humana debido a su falta de calidez. En los últimos años he empezado a darme cuenta de que anhelo esa sensación, probablemente por el hecho de sentir demasiado frío y vacío cuando me quedo solo, aunque no se puede decir que tenga muchas oportunidades de estar tan cercano a nadie sin que eso suponga una invasión de su intimidad... excepto cuando me alimento. En esos casos siempre tengo que dejar brotar excepciones aunque procuro ser lo menos traumático posible en el proceso. De hecho recuerdo aquella vez, hace ya unos años, cuando una mujer apareció repentinamente en la calle alegando que me estaba buscando para que volviera a morderla de esa manera. Una completa locura, sin duda.

-El momento ha llegado cuando era oportuno, ni antes ni después- me limito a responder con naturalidad, con la objetividad que me dan los años a mis espaldas a pesar de que apenas soy un neonato en comparación con ella. Después me brinda su propia explicación al respecto pero ni siquiera disimulo mi expresión de incertidumbre, quiero que sea consciente de que no termino de creerla porque el hecho de que le tenga tanto apego a una ciudad... a cualquier cosa que no sea ella misma... En un pasado creí que era posible, así de iluso he sido siempre, pero ahora estoy bastante convencido de que no es capaz de albergar tales sentimientos de unión o pertenencia. ¿Qué esconde tras ése páramo de hielo?

-Hubiera sido una lástima perder la luz de esta ciudad- termino por acceder a su comentario con mi complacencia habitual, dedicándole una suave sonrisa antes de que la canción termine y nuestros pasos se detengan en seco. Aún así seguimos en esa posición, unidos a través de nuestras manos y observándonos, hasta que alguien carraspea justo a nuestro lado y reacciono de nuevo, soltándola de manera algo precipitada al distinguir al Teniente Reynolds observándonos alternativamente y con curiosidad -¿Me permite....?- pregunta extendiendo una mano hacia ella mientras me observa de reojo un tanto dubitativo, como si esperase que fuera a interrumpir la petición o a oponerme pero nada más lejos de la realidad. Me limito a apartarme, dejándoles más espacio, dispuesto a desaparecer de miradas curiosas en cuanto empiece la siguiente canción.

No puedo evitar una tenue sonrisa al reconocer ese tono de voz tan meloso y atrayente, ese que emplea como si de un canto de sirena se tratara para atrapar a los pobres náufragos que poco intuyen el depredador en el que se puede convertir la hermosa dama que tienen delante. Me inspiran lástima y en cierto modo me siento identificado con ellos porque yo mismo sufrí esa captura y por eso mismo estoy aquí hoy, en este momento y lugar concreto.

-Por supuesto, cuando usted guste- le respondo con educación y amabilidad antes de despedirme de mi teniente con una leve reverencia de cabeza, tras lo cuál me giro en redondo y me pierdo entre la gente, pero pronto soy prácticamente rodeado por un grupo de tres chicas que intuyo que llevaban un rato observándome o incluso observándome. No estoy seguro y creo que prefiero no saber los detalles pero todas son muy amables y me agasajan sin parar por la actuación de hace unos momentos. Al principio resulta encantadoras, después empiezan a rozar el acoso así que opto por invitar a una de ellas a bailar y en cuanto termina la canción me escabullo hasta el exterior del tosco edificio, amparado por la refrescante brisa nocturna y su oscuridad para pasar desapercibido mientras me enciendo un cigarrillo con mayor tranquilidad.

No debería haber perdido de vista a Nypheria durante tanto rato, me he despistado demasiado y he terminado bajando la guardia... pero yo también tengo derecho a una noche de descanso, ¿verdad? Y de todas formas seguro que terminaré dando con ella de nuevo, al menos si está tan interesada en el Teniente como parece y si no... entonces es probable que me dijera la verdad y no deba preocuparme por su presencia en la ciudad pero sinceramente, lo dudo bastante. Me dejó muy claro que nunca debes fiarte de las intenciones de un vampiro y si ese vampiro es ella... sé perfectamente de lo que es capaz, y seguramente con los años habrá aprendido algunos "trucos" más que todavía desconozco.

Incluso mientras fumo puedo alcanzar a distinguir su presencia en cuanto sale del local. Dentro se vuelve más difícil debido a la cantidad de humanos que hay y que vuelven la identificación de otros seres más confusa, al menos para mí, pero una vez fuera su aroma es evidente y poco después la acompaña el sonido de sus pasos aunque sé que es sólo porque ella así lo desea, podría ser mucho más sutil y silenciosa si se lo propusiera.
Me giro hacia ella con tranquilidad cuando ya está cerca, le dedico una sonrisa al primer comentario y con el segundo no puedo evitar reír abiertamente y sin tapujos -Dudo bastante que haya alguien capaz de imponerte...- termino respondiendo al final mientras efectúo una lenta calada observándola inquisitivamente durante el proceso.

Spoiler:

-Nypheria...- pronuncio su nombre casi arrastrando las letras en un grave susurro que suena a nostalgia -¿Crees que soy como el resto?, ¿que no he aprendido nada desde la última vez que nos vimos?- y sin duda alguna sé que sigo estando lejos de su experiencia pero eso no significa que no haya evolucionado al menos un poco. Una nueva y última calada, lanzo el cigarrillo a un lado y termino de acortar la distancia que nos separa, apoyando un dedo en su barbilla para levantarla, obligándola así a mirarme. Oh sí, resulta que ahora no soy tan sumiso como tiempo atrás -Sé que me has mentido hace un momento. ¿Me dirás la verdad o dejarás que efectúe mis propias sospechas?- aparto la mano pero me mantengo en la misma posición, entrecerrando ligeramente los ojos -Tu sed de poder te impide ser justa incluso en una ocasión tan evidente como esta, ¿verdad?- termino añadiendo a sabiendas de que no le va a gustar que la juzgue de ese modo pero lo que quizá no sepa es que ahora ya no me da miedo.

Siento su mano, por supuesto, aunque de manera amortiguada y un tanto lejana debido a la ropa que cubre mi piel. Puede que siga sin ser un experto en seducción, al menos nunca me he considerado como tal, pero ése gesto no me pasa desapercibido, es el tipo de movimiento que se lleva a cabo para tener contacto procurando fingir que en realidad sólo estabas llevando a cabo otra acción, en este caso arreglar la impoluta chaqueta de mi propio uniforme. Resulta casi irónico que haya sido capaz de despertar ese ápice de deseo en Nypheria, por una vez siento que he sido yo el que ha dominado la situación, aunque evidentemente apenas han sido unos pocos segundos.

Contemplo la dulce y peligrosa diversión que se refleja en su rostro, como si estuviéramos jugando a algún tipo de ajedrez. Es evidente que ella disfruta con esos movimientos porque ya ha vivido demasiados años como para poder disfrutar de cosas mundanas que ya tiene demasiado vistas pero yo no comparto esa mentalidad. No me gusta sentirme como un títere y tampoco tratar de ese modo a otros, sean humanos o cualquier otro tipo de criaturas -No es divertido, Nypheria- sentencio con tono serio y cierto reproche, como si por una vez fuera yo el "padre" que riñe a su niña consentida -Todavía no estoy del todo seguro pero teniendo en cuenta lo amable que has sido con el Teniente... empiezo a tener mis propias ideas- decir en voz alta mis propias sospechas sería absurdo y me delataría aunque no creo estar muy alejado de la verdad si digo que le habrá podido sonsacar más información de la necesaria para cualquier ciudadana francesa que apoyase a los Aliados.

-¿Y eso qué se supone que significa?, ¿que fui especial en algún momento?- niego ligeramente con la cabeza porque ambos sabemos que no es así, nunca me he sentido mucho más que un muñeco vapuleado en sus manos. Hubo una época en la que realmente creí haber sido capaz de marcar la diferencia, de verdad sentí que me correspondía, pero ese sueño se desmoronó con rapidez tras dejarme claro que siempre hay otras prioridades más importantes para ella.

Entonces soy yo el que enreda los dedos entorno al cuello de su cálida chaqueta al tiempo que apoyo mi frente con suavidad en la suya, notando parte de su cabello y de su fría piel -Y tú sigues convencida de que lo que he ganado es mucho mejor que todo lo que perdí, ¿verdad?- avanzo unos pasos hasta que consigo que dé un pequeño traspiés porque sé que no retrocedería por las buenas. Enseguida su espalda se encuentra apoyada en una de las toscas paredes de la nave industrial y mis manos se apoyan en la misma, una a cada lado de su perfecto cuello -¿Nunca te has arrepentido de lo que eres?, ¿de condenar a otro por capricho?

Como era de esperar no responde directamente a ninguna de mis preguntas si no que formula otras y práticamete se limita a esquivarlas. Supongo que algunas cosas no cambiarán nunca, por mucho siglos que puedan pasar, y resulta evidente que a Nypheria nunca le ha agradado hablar sobre sí misma, lo que piensa o siente. Por desgracia para ella yo aprendí a ahondar dentro de su propia mente, al igual que la de cualquier otro, así que sé perfectamente que se está limitando a divertirse y jugar un rato antes de seguir con lo que se trae entre manos y por lo que he podido ver... el teniente ya ha hablado más de la cuenta. Lo que todavía no sé seguro es lo que pretende hacer con esa información conseguida pero puedo averiguarlo con facilidad, incluso más que ella. Porque si ya es difícil mantener la boca cerrada delante de una mujer hermosa está claro que evitar pensar en lo que alguien debe hacer es casi imposible.

-No, no puedo perder algo que en realidad nunca tuve- replico mientras me mantengo inmóvil a medida que sus manos ascienden en esa lenta caricia a través de mi chaqueta -Perdí mi propia humanidad, la calidez, la visión del sol y del amanecer... pero supongo que eso para ti son trivialidades- musito con cierta melancolía, bajando durante unos segundos la mirada hasta notar sus labios en mi cuello, momento en el que un escalofrío me recorre por completo recordando viejos tiempos, algunos de ellos rodeados de pasión.

-¿Quieres hacerme creer que lo hiciste por mi bien...?- vuelvo a erguirme, moviéndome suavemente para poder mirarla de nuevo mientras siento sus dedos enredándose en mi nuca, momento en el que una de mis manos se apoya en su escote con descaro para ascender por su fría piel hasta alcanzar su mandíbula. Mi pulgar se encuentra justo debajo de su barbilla y entonces levanto parcialmente su rostro mientras me inclino para acariciar con mis labios su cuello, llegando a besarlo de manera superficial antes de retroceder un par de pasos, soltándola por completo -No puedo fiarme de ti- termino sentenciando con cierta rotundidad.

En cierto modo me divierte su actitud un tanto infantil, esa especie de contrariedad por el hecho de haber renunciado a su cercanía cuando la mayoría de hombres se postran a sus pies con tremenda facilidad. De hecho yo mismo, en otro tiempo, disfrutaba de su cercana perfección y no me importaba entregarme parcialmente a sus deseos si eso conseguía mantenerla tranquila y sosegada porque a fin de cuentas esos momentos resultaban agradables. Ahora ya no me interesa, no al precio que debería pagar por ello, y de todas formas ahora sé que si preciso compañía puedo encontrar la calidez de una piel ajena de otras formas aunque debo admitir que muchas veces mediante más mentiras de las que me gustaría.

Sonrío suavemente, complacido, cuando hace referencia a mi humanidad. No lo haría si sonara a burla pero en esta ocasión concreta sé que me está diciendo la verdad porque bajo su punto de vista es normal que halle en mí más aspectos humanos de los que le gustaría. Es entonces cuando empieza a admitir algunas verdades y yo peino mi cabello hacia atrás distraídamente, un gesto inconsciente que perdura a lo largo de los siglos -No voy a negar que tiene sus ventajas y que a veces llego a agradecerlo. Se podría decir que la balanza está más o menos equilibrada y supongo que depende del cristal con el que se mire cada noche- mi sonrisa se ladea entonces dibujando un pequeño hoyuelo en la comisura de los labios pero no tiene nada que ver con una expresión burlona si no más bien con cierta melancolía. Aún así pronto borro el gesto de mi rostro y tras echar un vistazo alrededor para comprobar que no hay nadie demasiado cerca escuchándonos prosigo.

-¿Quieres que te acompañe a algún sitio....?- atrás quedaron los años en que cualquier mujer debía ir acompañada a todos sitios. Actualmente y a estas horas de la noche sigue siendo un tanto arriesgado y moralmente inapropiado pero no llega a tacharse de tabú como en otras épocas así que sé sobradamente que mi compañía no le es estrictamente necesaria... y aún así se la ofrezco amablemente.

Acepto su "invitación" y sencillamente empezamos a caminar sin más, sin un rumbo demasiado preestablecido. Al contrario que años atrás ahora ya no le extiendo mi brazo dado que aunque sigue siendo un gesto habitual no lo es tanto si no se trata de parejas y desde luego a nosotros no se nos podría definir con ese término... a pesar de que a simple vista parezca que sí. La miro de reojo mientras hablas y me quedo un tanto pensativo. ¿Intenta justificarse? No, no va con el estilo de Nypheria el preocuparse lo más mínimo por lo que puedan pensar o sentir los demás pero supongo que quiere dejar claro que ella hizo bien porque sus decisiones siempre son acertadas o algo similar. Suele ser lo habitual y a muchos les exaspera pero yo aprendí hace tiempo a ignorar ese narcicismo tan propio de ella.

-En cierto modo...- dejo la frase bastante en el aire pues como ya admití antes es verdad que algunas de mis nuevas habilidades me otorgaron ventajas sustanciales, ¿pero a qué precio? La mayoría de noches, cuando tengo que alimentarme, resulta bastante trágico y no puedo evitar sentirme culpable por ello a pesar de que tampoco puedo negarme porque es lo que soy ahora, a fin de cuentas, y he terminado por aceptarlo a pesar de que no me sienta demasiado orgulloso, al menos no tanto como debería según ella.

Después opto por desviar el tema hacia temas más triviales pero aún así interesantes que no hagan referencia a nosotros mismos. Los avances tecnológicos, la ciencia, los nuevos países y continentes que hemos podido visitar... una charla más amena y relajada que se prolonga durante bastante rato hasta que empiezo a darme cuenta de que apenas hay una alma por la calle e intuyo que debe de ser realmente tarde así que opto por detenerme en seco -Nypheria, ha llegado el momento de volver a separarnos- esbozo una suave sonrisa nostálgica pero sin duda alguna esta despedida no tiene nada que ver con la primera, esa fue dolorosa de verdad y eso sin contar el miedo a lo desconocido y la incertidumbre -Si volvemos a vernos en breve... es posible que no pueda dejar que te vayas- mi mirada se vuelve más severa entonces -No se trata de una amenaza, sólo es una advertencia- no importa, sé que no me escuchará e incluso puede que se lo tome como una especie de desafío pero al menos lo habré intentado.