Que prepara el destino esta noche [+18] (Libre)

No recuerdo la última vez que disfrute de los encantos de una mujer. Que me deje hundir en la lujuria de su piel y permití que mi cuerpo se contaminara con el suyo. Olvide cualquier aroma parecido al del sudor de una compañera envuelta en sabanas a mi lado, en una cama adornada y relajante, donde podía dormir plácidamente.
Llevo tanto tiempo cazando cazadores, buscando darles su merecido, que me he olvidado de vivir. De los placeres de escuchar el gemido de una chica en mi oído, y aquel sabor de los labios húmedos de una afrodita envuelta en nada más que en aire.
¿Soy acaso un monstruo sin corazón? No lo dudo, ya hace años que me dedico a esto, a matar sin piedad al que yo creo que debe de morir. Es así como piensan los monstruos ¿No?
Y hoy soy uno que quiere recordar un poco del aroma a sudor del cuerpo ajeno, de esos cuerpo hechos para amarse, aunque sea con falsedad, con tal de ocultar los pesares.

Entro suavemente al burdel, lleno de gente, platicas y ruido. Los cristales de las copas suenan, los tacones de las señoritas azotan el suelo de madera y el de los hombres, borrachos, golpean con fuerza cuando se llevan a su próximo premio a alguna habitación de arriba. Donde ahí disfrutaran de su estadía, dejando su alma atrás, sólo por una noche de alimento carnal.
Mientras camino, me impregnan los olores a alcohol y perfumes, algunos caros, otros son baratijas que se pueden comprar en el peor de los mercados. Como si estuviera viendo un menú, muevo los ojos de un laod a otro, buscando a alguna chica que me satisfaga hoy. No es fácil encontrar algo que me llame la atención, cuando el lugar es completamente desconocido para mi.
Acomodo mi saco negro, abriéndolo y permitiéndome meter las manos en los bolsillos del pantalon del mismo color, mientras camino a la barra.

-Tequila-le digo al que atiende-y no pares de traerlo hasta que me retire.

El hombre de seguro pensara que no tengo dinero, después de todo, no visto como un hombre de clase alta, los que frecuentan gastar su dinero aquí.

Deslizo una moneda de oro azteca a la barra y el hombre la mira asombrado. La toma entre sus dedos, la muerde un poco y sólo asiente con la cabeza.
Me da una botella grande, con el líquido dentro de ella, hermosamente brillante ante las pocas luces del lugar. Tomo el pequeño vaso que viene con mi bebida, y sorbo la primera bocanada del delicioso néctar.

-Gracias, la verdad no pensé que tuvieras y menos con caballito-le digo apuntando al vaso.

Me siento hacia la barra dejando de ver a las mujeres por unos momentos y regreso a cavilar ¿Qué prepara el destino para mi esta noche?

Usser- Permiso.


*Pocas veces habia estado alli, pero necesitaba clientes asi que la madame le habia permitido un dia o dos en aquel sitio, no se habia ganado la simpatia de muchas de las mujeres porque ella no necesitaba ir al burdel -a excepciones como esta- todas las cortesanas miraban con cierto descaro a un hombre que habia entrado y ella no era menos, le habia hechado un vistazo no por su dinero sino porque tenia algo que haria suspirar a cualquier mujer, sonrio paseando por sus instintos despertando tambien esa sensualidad que le hacia incluso parecer más hermosa, egocentrismo fuera el que fuese masticaba a mar estanyol por como sus ojos se habian iluminado para perseguir la figura de aquel caballero

algunas de las chicas estaban riendo tontamente, el ambiente se habia caldeado gracias a los hombres, eran muchos los que habian entrado pero las mujeres obviamente se guiaban a los mas guapos o a los que parecian ser buenos amantes, no eran tontas si tenian que hacer ese trabajo se guiarian a por alguien que supiera hacerlo, el fisico a veces es lo importante demasiado incluso en esta profesion donde se debia de ser atractiva o ir en cambio por las calles con la pobreza, ultimamente los hombres que entraban gozaban de posicion aunque el hecho de que aquel hombre tuviera un aroma irresistible de extranjero le hacia sentirse identificada, ella era de barcelona nada mas y nada menos, ella amaba el sexo, como su madre lo habia hecho, no le avergonzaba reconocer que cuando estaba con un cliente, ella tambien lo disfrutaba a pesar de que habia creido que esta noche seria aburrida se levanto deteniendo a una de las chicas que se estaba preparando para ir hacia aquel hombre* Es mio

*Dijo con una orden, incluso la madame señalaba a mar estanyol que se acercase a aquel caballero, ella iba vestida con un vestido escotado que caia por los hombros, su figura no era en exceso delgada pero tampoco demasiado gorda, sus anchas caderas se mecian con sensualidad unica mientras sus senos los cuales no estaban sujetos con ningun sosten se mecian con cada uno de sus pasos, se sentó finalmente al lado de aquel hombre sonriendo con ternura antes que con erotismo mientras paseo los dedos por la mejilla de aquel hombre* ¿Puedo ser tu compañia esta noche? *cruzo las piernas dejando que sus muslos se insinuaran pero nunca mostrándose obscenamente, habia descubierto que eso más que excitar al cliente a menudo lo aborrecia.

Pidio otro tequila para ella, soportaba bien el alcohol dada su otra vida fuera del burdel asi que podria ser mucho mas interesante, sus cabellos se posaron en sus hombros, su mirada fue hasta el tequila que le entregaba el mesero, metio primero el indice notando la frialdad pero sabiendo que seria caliente en su boca, asi fue, pues lo experimento, aquel sabroso amargor que dejaba con una sonrisa satisfecha los labios de mar al probarlo* Gracias *dijo mientras tomaba el vaso de un trago dejandolo en la barra volviendo su mirada hacia aquel hombre* ¿Podria saber vuestro nombre?

Suspiro al sentir como se acerca una de ellas, como sus delicados pasos hacen ruidos sordos en la madera del suelo y cierro los ojos para sentir como su aroma se aproxima. No puedo evitar dejar encontrar un perfume distinto al de las otras, ella no suele estar rodeada de este lugar, como si fuera una extrajera en el mismo mundo que ella eligió vivir. Y al escucharla, no puedo evitar reír.

Qué ironía, debo de pensar, que de todas las mujeres que hay en este lugar, vendría alguna que viene de ese punto en la mapa donde mis ojos quisiera fulminar. Ese país que opreso al mío, que mataron a mi gente, que nos desaparecieron como tristes perros de la calle y que todavía hoy nos matan como si fuéramos animales.
No es difícil encontrar el acento de la muchacha, esa área de España, donde al hablar se puede notar el eco del catalán, ese hijo extraño del francés y español, con un tercer amante portugués.
No voy a reaccionar con estrés o maldad, ella ni siquiera existía cuando sus antepasados mataron lo que yo amaba, al fin y al cabo, no tiene 280 años. Si lo vemos así, son en definitiva uno de los clientes mas viejos que tendrá en su vida.

-Sera un gusto, sin duda, ser acompañado de semejante belleza, señorita-le digo mirándola con una sonrisa- Mas aun, si tiene el gusto por el tequila que un servidor tiene, pues que mas sería interesante que ver a una mujer que sabe beber, no es algo de todos los días.

Lo cual es cierto, no todos los días me topo con una chica que sabe tomar, la mayoría de las veces he terminado sobrio, mientras mi acompañante acaba en la cama, borracha y durmiendo como roca. Mayoría de veces que ya pasaron hace muchas noches.

-Makoto Inoue-le digo tomando su mano y besándola-a su servicio, ¿Señorita…?-me separo de su mano para escuchar su nombre.

Mientras se sienta y coquetea con sus movimientos, no puedo evitar dedicarle varias miradas. Me concentro en sus piernas, ocultas parcialmente bajo la ropa finamente sensual, esa que no suelen usar todas las cortesanas, solamente aquellas que tienen calibre, esas que el simple hecho de tocarles el cabello ya costara mas allá de un salario decente de cualquier político. Tengo suerte de ser lo que soy, un simple lobo que estar acompañado esta noche.

-Entonces-le digo acercándome suavemente a sus labios, dejándolos a milímetros de los míos-. Tendré que probar de su néctar, Señorita, para estar seguro que usted saciara mi sed. Porque no es fácil poder resistir todo lo que lleva acumulado este cuerpo con el paso del tiempo y usted parece más allá que una simple mujer.

Cuando menciona España, es difícil no ocultar el dolor en mi corazón. Recordar a mi pueblo maltrato, a los que solían ser guerreros, quedar humillados ante esas ratas blancas. Las mujeres más bellas de mi tierra, eran ahora tristes juguetes apenas importantes siquiera para permitirles tener su virginidad mas allá de los 15 años. Monstruos, demonios de piel blanca, que si yo hubiera sido un licántropo en esa época, los habría devorado hasta el final. Hoy ya no vale la pena luchar por algo que se perdió.

-Si, conozco el lugar-le digo separándome de sus labios, poniendo una mano sobre su piernas, sin llegar a su piel-Tengo suerte de poder llegar a conocer a una mujer que no viene de aquí, una joya misteriosa envuelta en un ropaje tan precioso. Habría que desenvolverla, para saber que ocultan esos pechos.

La parte de bestia suele dominarme, no siempre con mi comportamiento, también mis acciones se rigen por el descontrolo y en estos momentos, tengo hambre de esta mujer.

Mientras la veo, recuerdo a una joven española que conocí hace muchas vidas. Cuando era esclavo en Nueva España. Esta mujer era vecina de los que con tanto orgullo se decían nuestros amos. Sus ojos tenían ese mismo deseo por mí, esa pasión oculta. Pero yo era un esclavo, algo menos que un hombre. Nunca supo que realmente soy más que uno.

Al seguirla a la habitación, no puedo evitar ver sus caderas contonearse, como un ritmo hipnótico que me invita a perderme en el lago de pasión de sus ojos. Consumir la ambrosia de su cuerpo y extasiarme hasta que la voz se escape.

Al verla contra la puerta me acerco hacia ella y beso su cuello, suavemente, como si le estaría dando el entremés de una cena fabulosa. Me detengo y vuelvo a alejarme de ella, como si fuera yo el que tiene que mantener la sensualidad y no ella. Buscando el crearle un deseo como el que ella crea en mi de manera casi inconsciente.

-No tiene que preguntar si estoy listo, basta queme invita a pasar para que usted misma vea de lo que hábil que puedo ser, mas allá de las palabras-le digo con una media sonrisa.

La veo de arriba abajo, como el escultor ve a la modelo que va a copiar en un material tan duro y frio, tan diferente a la piel cálida. La cual quiero explorar en unos instantes y que le deseo desemboque por las esquinas de la cama, hasta que el cuarto se inunde de los dos.

-No creo que allá necesidad de posponer lo inevitable-le digo volviéndome a acercar a ella.

Su perfume me sigue infectando, llevándome a recuerdos y sucesos pasados de las mujeres con las que he estado, para regresarme con sus manos traviesas explorando mi piel. Rápidamente el pasado de va y queda sólo el presente, que es ella. Una mujer española, sensual y de buen justo, una cortesana de lujo que no acostumbra estar en este lugar. De seguro, por sus modales, esta acostumbrada que todo se lo den los hombres, a que ella maneje la situación como un juego de ajedrez perfecto donde cada pieza es un lugar que excitara a su acompañante de forma alocada.

Me molesta ser arrojado a la cama, como un triste muñeco de trapo que va a ser usado por la niña mimada. Me confirma su gusto por dominar en sus palabras, no puedo evitar reírme a mis adentros, pues bien me recuerda a los españoles que dominaron mi pueblo, esto podría ser una segunda oportunidad para mí, para esta vez vencer a los gachupines.

Sonrío y suelto sus pechos. Llevo mis manos a sus caderas, que no dejan de moverse con la intención de que yo me excite primero. Esto es una guerra y como guerra de conquista de seguro podre ganarle esta vez.
Tomo sus muslos y la mueve de tal manera que su entrepierne choque contra la mia, que esos roses sean directos de ambos.

-Asi esta mejor-digo con picardía mientras inclino mi rostro hacia sus pechos libres.

No los toco, no se lo pondré fácil. No se puede llegar a una nota alta sin comenzar por las bajas, ir subiendo con la música de las caricias y la desesperación. Soplo suavemente sobre sus pezones, apenas acercando mi aliento hacia su piel, peligrosamente apunto de tocarlos.
Esta vez, sin pelear con ella, me inspiro con sus movimientos de cadera y hago los míos propios, subiendo la mi miembro, desesperado por ser libre, choque contra su intimidad.

Es tan fácil perderse en los encantos de esta mujer. La excitación de su propio rostro, la felicidad envuelta en pasiones incontrolables, es palpable, dulce y adicta. De seguro a tenido decenas de víctimas, ella mata a los hombres y mujeres con su sexo, mientras yo lo hago con el filo de mi espada.
Su piel tan suave contra la mía, es como si la roca conociera al algodón, y este último sea increíblemente poderoso.

Devoro sus pechos como si fueran la ambrosia perdida de Zeus. Mi boca recorre sus dos montañas como el mejor de los alpinistas. Sube por ellas, se concentra en cada punto en cada milímetro de piel, buscando cada poro para llenarlo de la punta de mi lengua.
Al llegar a su pezón, lo aprieto con los labios, aprisionándolo, reclamándolo como mío por unos segundos, lo suficiente para que mi lengua inconsciente lo acaricia en una danza de deseo.

Sentir sus manos enredando mi cabello me hizo regresar de la gloria de sus pechos. Al escuchar sus palabras no puedo hacer otra cosa mas que reírme ¿Con cuántos vampiros habrá estado? ¿Lycans, cambiaformas o brujos? Es una mujer que sabe lo que hace, pero ¿sabrá lo suficiente para saber lo que somos algunos?

Termino por desprenderme de las pocas ropas que dejo para mi. Veo lo que aun tiene ella y se lo despojo sin preguntar, para estar a la par y poder sentir su piel cuando deslizo la única prenda que tiene lejos de su cuerpo y de la cama, no tengo intensión de permitir a la tela tapas los misterios de esta mujer.

-En mi época los españoles eran los amos-le dije casi inconscientemente. Al recordar, por la palabra, a aquellos que esclavizaron a mi pueblo.

Sabiendo que sus ancestros de seguro mataron a los míos, o peor aún, alguno de su árbol genealógico, no me importa tenerla en la cama.

No digo mucho, sólo hago. Deslizando mis manos por su cuerpo, dibujando símbolos en su piel, que mis dedos molden su carne para cuando mis labios la llenen. Mis manos se detienen en sus glúteos que aprietan contra mí, que nuestros sexo se queden juntos por un momento, sin que yo entre en ella, solo sentir sus labios vaginales apretando mi tronco, esperando por la gran aventura de explorarla por dentro.

Escucho sus palabras en medio de la excitación. Parece que las cosas no son tan diferentes del otro lado de la cerca. Yo sólo veo con los ojos de una víctima de aquellos asesinos de mi esposa, de mis hermanos de mis padres. Aunque nunca he sabido la verdad, tal vez yo mismo los mate la noche que me transforme en lobo por primera vez. La nostalgia me invade, que momento más curioso para sentir tristeza, cuando una mujer te monta como corcel.

-Lo siento por eso-le digo tomando sus pechos y regresando a ellos para hacerlos míos de nuevo.

Aprisiono su pezón como si quisiera que se mantuviera en mi boca por toda la noche. Lo presiono con mis labios, lo estiro y juego con el de una manera lenta, al contrario del movimiento de sus caderas y las mías que van a una rapidez indomable. Lo estiro apretándolo más y dentro de mi boca lo muevo en círculos para luego presionarlo con la punta hacia dentro de su pecho. Al soltarlo, hago un camino de besos hacia su compañero, que devoro de forma más pasional, hundiendo mi boca sobre su pecho, como si quisiera meterme en ella.

Su sabor me recuerda a la miel, a las frutas de mi pueblo y luego a los sabores que entraron en mi tierra cuando los de su clase llegaron, la combinación de las razas vino a dar un nuevo punto de vista una nueva forma de ver las cosas.

Dejo escapar un gemido y la toma de la cintura con violencia la arrojo al lado mío. Su cuerpo brinca ligeramente sobre la cama al acomodarse en ella. Me despojo de la poca ropa que tenia y prácticamente arranco la suya con una bestialidad que me hace recordar los momentos antes que la luna llena afecte mis sentidos.

Me poso encima de ella y le beso el cuello, mi lengua entera se escapa para saborear su piel de miel, que sabe a luz de la mañana. Mientras los hago mis manos juguetean con sus pechos, apretándolos a ratos y haciendo que se junten y separen en ciertos momento del acto.

Una de mis manos se abalanza a su entrepiernas y dos de mis dedos separan sus labios vaginales, como un espía, mi dedo llega a su vagina y entra suavemente, para alojarse ahí durante un minuto. Casi inmediatamente, empieza una danza dentro de ella, asegurándome de tocar su interior, mi dedo explora sus paredes, esas que nadie ve.

*Le sonrió de medio labio, bueno le entendería pues si hubiera estado en el otro lado y un pueblo hubiera dominado Barcelona sometíendola, violándo y matando entonces condenaria a todos los que vivieran en ese pais por igual, no se podia hablar con orgullo de un pais que habia masacrado suficiente a los débiles. Se escuchó un jadeo con lo que estabahaciendo mientras las manos de la pelirroja viajaban por los cabellos ajenos mientras tenia una sonrisa en los labios erótica.

Sus senos no eran tan rebeldes como la dueña, podia decir "esto no es nada" pero evidentemente el que sus senos se endureciesen igual que sus pezones era un signo que ya de porsí revelaba que estaba excitandose, los juegos apasionados, bruscos, el cambio de postura le permitó la oportunidad de jugar un papel docil mientras le miraba a los ojos felinamente con las ambas manos a cada lado de su rostro.

Arqueó su cuerpo de modo que sus senos pareciesen más grande de lo que eran presumiendo de su cuerpo desnudo, su fantasia siempre habia sido que la desnudasen bruscamente pues los hombres eran brutos si pero preferian levantar el vestido y presumir de hombria dejando a la chica la ropa puesta, ahora las cosas no eran tan bruscas como antes sino que los modales imperiaban sobre el instinto humano, instinto que ese hombre parecia tener.

Separó las piernas cumpliendo los deseos de sentir ese dedo en su interior vaginal, estaba humeda pero no suficientemente mojada como seguro que lograria estar más adelante, sus labios se abrieron con una sonrisa, satisfecha, placentera, su piel marcada no con señales externas sino con la saliva de aquel hombre le hacian sentir comoen el paraiso aunque ambos estaban o parecian mantener una lucha de mando, ella parecia docil pero ¿hasta cuando? le encantaba ver cuando bajaban la guardia y dominar a los hombres*

Hmm Makoto *No sabia si era de los hombres que gustaban que las mujeres dijeran sus nombres, sus obes le miraban fijamente, cerrandose a veces por el placer que como na oleada le obligaba a esconder sus orbes, despues, respiraba agitado y abria sus orbes para fijarlos en aquel hombre que sin lugar a dudas estaba aprendiendo a dominar a la pelirroja por donde más le gustaba, el sexo*

Mis labios vuelven a devorar sus pechos, no me canso de sentirlos, de aprisionar sus pezones con ellos, de sentir como se han estado endureciendo mientras pasa el acto. Comenzaron suaves y con convicción de que no cambiaran, ahora están como piedra, victimas de su deña, que el placer a invadido. No digo que yo no lo sienta, mi miembro recostado contra su muslo lo dice todo, duro y palpitando, pidiéndome a gritos que por fin lo deje entrar en la mujer, que lo deje alimentar sus ganas de sexo. Pero eso no pasara todavía, al final soy yo el que manda y no dejare que pase, aun.

Mi dedo deja la exploración paciente y toma un papel mas duro. Ahora entrando y saliendo con una velocidad considerable que comienza a ser lo que desea, humedecer su vagina, mas, prepararla para el evento principal. Cuando mi pene festeje dentro de ella.

Dejo de devorar sus pechos para regresar a su rostro. Me acerco a sus labios, los cuales acaricio con los míos, sin dejar de escuchar su aliento exhalando por el movimiento constante de mis dedo dentro de ella, que ya va sintiendo la necesidad de tener un compañero, pues la dilatada vagina se va abriendo más y mas, haciendo que un dedo no sea suficiente. Lo hago, invitando un compañero dentro de ella, haciendo, obviamente, los movimientos las lentos y precisos buscando que se adapte a dos rápidamente y siga preparándose.

En su oído lamo su lóbulo suavemente y mordisqueo. Le susurro con una voz firme y algo carraspeante por la excitación.

-Veamos si se adapta a mis dedos, y después al miembro- le digo refiriéndome a su vagina y recargando mas mi miembro contra de ella.

No hago tanto caso de mi nombre, sólo quiero devorarla, esperar que una humana satisfaga los deseos de sexo que tiene este licántropo, y su hermosa carne se ve la indicada para saciar mi hambre.

*Los ojos de aquel hombre eran iguales que los propios, solo habia lugar para el placer no para conocerte porque era solo una cita para los cuerpos. Ella abrió las piernas con una obscenidad envidiable observando sy sexo perlado en aquella mezcla de humedad y sudor que nada tenia que envidiar al mejor lubricante, ella nunca habia necesitado que el hombre le mojara en lubricante ante de embestirla ya que muchas cortesanas al no tener suficiente tension sexual no segregaban aquello que volvia locos a los hombres cuando entraban en eso se notaba que ella adoraba el sexo ya que desde una enana por decirlo de ese modo habia tenido que gustarle si o si porque era ese el medio que tenia para llevarse algo de pan el día a día como ahora ya que la cosa no habia cambiado mucho, los hombres solciitaban sus servicios y si ella se llevaba un dinerito extra mucho mejor para que asi los ahorros se incrementasen y cuando quisiera pasar un dia sin necesidad de venderse { aunque a quien engañaba a ella le encantaba hacerlo }* Lo hará, estoy segura

*Respondió con suavidad debido al placer que sentia en cada parte de su cuerpo, no era como los hombres que conocian que solo venian a lo que venian este al menos parecia ser un experto y saber lo que hacia por eso ella se mostraba dócil, sus cabellos pelirrojos escondian sus hombros solo unos momentos ya que miraba hacia el techo dando aquella sensación de erotismo que tanto le gustaba insuflar a sus clientes, sus caderas se movían obedientemente con el vaiven de esos dedos que entraban y salian con un reguero de humedad, el olor a sexo, el olor de ambos cuerpos era sumamente sensual, movia sus caderas haciendo que con cada movimiento las sabanas se arrugasen debido a la ondulación de sus caderas, que se manipulasen durante un momento para despues continuar siendo obedientes.

Le gustaba sorprender, dejarse manipular para despues ser ella la que se subiera encima del hombre y le manipulase, como hacia en momentos cuando movia sus caderas con goloseria para tragarse aquellos dedos, sentirlos bien hondo y despues alejarse, y otra vez hacerlo respirando en el oido ajeno, le gustaba sentir la respiración de sus clientes en su oido {siempre dependiendo de que tipo de cliente fuese} porque era lo más sexual que existía. La gente tenia sus fetiches en el sexo y el de mar era escuchar la respiracion o la voz de los que estaban a su lado, sentir como se quebraban o gemian, como respiraban como le apretaban o se exigían, sus orgasmos en señal de tregua, el sudor que caia como un bello ejercicio, Mar colocó las manos en los hombros de Makoto suspirando sonoro cuando sus muslos hicieron contacto con la erección del hombre-

Devorando una española, eso debería de ser el titulo de esta noche, si se tratase de un libro. Pues mi pensamiento no puede ir mas allá del cuerpo sudoroso y sensual que se mueve frente a mí, con mis dedos adentro de ella, clavándose por sí sola, no sé si víctima del placer o la espera de que baje la guardia para ser ella la que me enloquezca sin descaso ni tregua. Sé que las cortesanas son así, una oportunidad de luchar en la cama, nunca la dejaran a un lado. Siempre sabrán cuando hacer venir al cliente o cuando llegaran ellas al más extremo de los orgasmos que las enloquecerán. Son humanas, al fin y al cabo, su límite es tangible como el nuestro, como los otros humanos quiero pensar.

Me detengo un momento para profundizar mi obra, en todo el sentido de la palabra, que mi desdo entren en ella se queden ahí un momento y la recorran por dentro. Me aseguro de sentir sus paredes vaginales, como si fuera un explorar encontrando el nuevo mundo, un mundo glorioso y perdido de placer. Apenas son las primeras expediciones, se averigua como es el lugar, se siente y se frota, se investiga y se asegura de que es a donde se va. Mis dedos siguen un movimiento débil, calmado pero profundo, buscando tocar cada rincón de su interior, hasta salir de ella, goteando de sus jugos.

Sin decir palabras, como una mujer experta, estoy seguro que ya sabe lo que sigue, ya a sentido mi miembro erecto, preparado para atravesarla como si una espada de acero se tratase, como si fuera el filo de mi arma y ella mi próxima víctima, lista para su fin, representado por el placer máximo de entrar ella.

Con sus manos aun en mis hombros, pongo las mías en sus caderas, y mi miembro inicia el camino a su interior, teniendo la bienvenida por su ya lubricada entrada, que poco a poco sede por la humedad que hemos buscado durante casi una hora, sede sin fuerza para resistir, rendida ante el combate constante de mis dedos, no puede hacer nada mas que recibir al soldado orgullo que la atraviesa.

Sostengo su cuerpo con fuerza, asegurándome de disfrutar cada centímetro que lleva a la penetración completa, que nos lleve al placer de la locura del sexo entre dos prácticamente desconocidos, que el día de mañana no recordaran más que el sudor y los aromas del sudor.

*El sexo tenía caminos insospechados, podía unir a dos enemigos bajo un mismo lecho, los enemigos eran los amantes mas mordaces que se sospechaban, podía ser el influjo del odio o ese poder que tenía una persona cuando estaba encima o debajo de otra, el sexo así mismo era un camino de poderes que depende de cual tomases podía significar tu derrota, el sumiso podía levantarse dejando que las tornas fueran distintas, eso era lo que sentía en esos momentos como se estaba dejando dominar por alguien que indirectamente la consideraba su enemiga, tenia un rostro pensativo pero al mismo tiempo estaba disfrutando lo que estaba pasando, Mar jadeó pues no era de piedra para no sentir el placer que ahora mismo estaba obligándole a arquear su cuerpo.

El idioma del cuerpo, como el sudor acariciaba su rostro, su cuerpo era todo parte de ese lenguaje que no se hablaba sino que se sentía, separó sus piernas sin ningún tipo de pudor, cuando el entró en su interior apretó las sabanas con las manos dando la sensación de que sus uñas podían atravesar las sábanas, seguro que lo habrían podido hacer, optó por no pasarse con el mobiliario apegando las caderas a la cama, estaba completamente húmeda sus muslos no engañaban, esa humedad era de los juegos, de las caricias de todo.

Respiraba agitada, solo duraría una noche pero sería una de las noches más entretenidas e incluso podía catalogarla como interesantes, los pezones de mar estaban endureciendose incluso más pues tenian un tono rojizo por todos los roces que habian tenido con el torso de makoto, era un hombre directo, se movía con habilidad entrando y saliendo como si fuera dueño de su interior, todos los hombres se creían dueños de la cortesana en la que entraban, le acariciaban, le apretaban aunque solo durase unas horas sin duda todas las cortesanas se sentían mujeres de todos los hombres que estaban allí, era ese su trabajo.

Los rizos acariciaron por un momento su rostro mientras movia sus piernas, seguía sin unirlas, separándolas incluso mas ayudándose de su flexibilidad como también de los bordes de la cama para apretar ahí sus piernas, sus caderas parecian moverse y su cuerpo parecia dejar qu eel viavén lo eligiese el hombre, optó por seguirle, acariciandole con sus caderas, sus muslos, la humedad de su sexo o como el poco vello púbico que poseía en su monte de venus acariciaba también a Makoto en sus embestidas, respiraba agitada, recuperando la respiración en poco tiempo volviendola a perder en segundos, dejó la mano en sus labios manchandolos con saliva mientras volvia a mover las piernas esta vez abrazándo el cuerpo de Makoto con ellas, le afirmaba, podía sentir en sus tobillos los movimientos pélvicos mientras entraba y salia de su interior haciendole suspirar, por eso el sexo era un idioma donde cuando menos hablabas y más mostraba con el cuerpo, mucho mejor era *

Nunca había hecho la comparación del sexo con el combatir. Como si mi miembro fuera mi espada Homura, lo utilizo para estocar a Mar. Su nombre lo supe antes de que lo mencionara por los susurros que la gente dijo cuando nos dirigíamos a la habitación, hace un tiempo que no puedo calcular.

Continuo con mis estoqueadas firmes contra su cuerpo, ahora sintiendo sus piernas abrazándome y con mi esfuerzo parece como si quisiera hundirla en la cama. Parece que quisiera expulsar toda la fuerza que no use hoy, como si quisiera devorarla con solo mi miembro dentro de ella.

El acto a cobrado intensidad y nuestros cuerpos no piensan cansarse, no hasta que uno quede rendido, es así como si fuera una pelea, un campo de batalla del que no estoy acostumbrado, donde no hay armas mas que las ofrecidas a los cuerpos desnudos, en donde estoy en desventaja por la majestuosidad del cuerpo de la mujer.

Es una experta no hay duda de eso, pronto cuando me mueva hacia otra posición ella hará lo mismo. Como una danza, simplemente cambiaremos de pasos, dependiendo del paso nuevo es quien llevara a la pareja y la guiara hacia el siguiente orgasmo explosivo de los cuerpos. ¿Voy a dejar que me gane? Tiene más armas que yo, hacia que tendría que ser mas hábil.

Me sostengo de sus muslos, aun alrededor de mi cuerpo, y aumento el ritmo, como si fuera una bomba me dejo llevar para hundirle en la cama un poco más. Mi respiración se agita y se coordina con los pequeños gemidos que salen de su boca, un placer que pocos suelen disfrutan e, simple hecho de escuchar a la mujer en la oreja, saber que lo disfruta tanto y que su voluntad se rompe al sentir como es partida en dos desde dentro.

Me acerco a su cuello y paso la lengua al ritmo de las estoqueadas, como si fuera el metrónomo de mis embestidas, acaricio su cuello entero con ella, la disfruto su sabor por un momento.