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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Éire Danaán Miér Oct 26, 2011 12:55 pm

Paris, una ciudad perfecta para el arte, para incentivar la creatividad y por sobre todo para olvidar, y precisamente aquel era mi objetivo, mantener mi mente ocupada lejos de Escocia y el desastre político que allí existía. La ciudad perfecta para recomenzar y darle pie a nuevas ideas y proyectos, no permitiría que un desastre como aquel me derrumbase, por el contrarío, en mi interior tenía la certeza que finalmente aquello era una nueva oportunidad un nuevo renacer.

Claro, el lugar donde me estaba hospedando no era el más propicio, pero en palabras de mi padre antes de enviarme a Paris, nadie sospecharía que me hospedaba en casa de una reconocida cortesana, que precisamente se encontraba fuera de la ciudad. Ahora, el cómo se contacto con ella, no era algo en que desease ahondar, mis padres ocultaban muchas cosas de las cuales no deseaba ser testigo, o más bien oyente, pues a ellos jamás los volvería ver. Por fortuna mi hospedaje en aquel lugar no sería larga, solo esperaba que mi residencia estuviese lista y que mis negociosos marchasen bien, lo suficiente para empezar mis viajes.

Precisamente hoy tendría una de las reuniones que más ansiaba, conocía esta joven cuando era dama de compañía de un noble inglesa, aun cuando su nacionalidad era española. Se trataba una joven alentosa que dibujaba de maravilla y que poseía un exquisito gusto, un placer por la moda. En ese entonces ella no tenía más de quince años, y ya sus bocetos dejaban boquiabierto a los mejores diseñadores. Pero en ese entonces no me fue posible apoyarla, pues mi padre no consideraba la moda como parte del arte. Y aunque el destino es caprichoso, y en ese entonces alejo nuestros caminos, hoy nos reunía nuevamente en esta ciudad cargada de encantos. Mi amiga, ahora nada más ni nada menos que duquesa de España, y jamás dejamos de enviarnos correspondencia, por eso seguí sus progresos de cerca y tenía una propuesta que hacerle.

Sonó el timbre y uno de los criados fue a abrir la puerta, donde apareció ella, sonriente - Marianne, querida - saludé, cuando ella ingreso al salón, abrazándola, con la alegría que recibe a un gran amigo - Marianne, querida ¡Estas hermosa! - alague guiándola hacia los sillones, por fortuna la dueña de la casa poseía buen gusto, aunque evidentemente no el dinero para comprar muebles más lujosos, aunque según pude ver el vino era del mejor.

Cuando ambas estuvimos sentadas y la sirvienta se hubo retirado para traernos el té, me sentí en libertad de hablar con tranquilidad - Lamento no recibirte en un lugar mejor, pero por el momento los diplomáticos me han jugado una muy mala jugarreta - señale, indicando el titular del periódico donde se señalaba la muerte de mis padres - Mientras soluciono aquello me quedaré aquí, mi padre consiguió que la dueña de casa me recibiese en su casa, mientras ella viaja - explique con solemnidad, esperando que la joven Duquesa no se ofendiese por estar en casa de una cortesana.

Prontamente llego la bandeja con el té y algunos bocadillos, agradecí y asentí para que se retirase - Que alegría verte, tenemos tanto de que hablar y una propuesta que hacerte. informe con profunda emoción y entusiasmo

asentí para que se retirase

- Que alegría verte, tenemos tanto de que hablar y una propuesta que hacerte. informe con profunda emoción y entusiasmo [/justify][/color]
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Mensaje por Marianne Cromwell Dom Oct 30, 2011 7:40 pm

Donde menos lo esperes, en el lugar más profundo
la vereda más larga, el bosque más oscuro
siempre habrá una luz al final del camino
que te enseñe a creer, a soñar, a seguir vivo.


Durante mucho tiempo Marianne no tuvo una confidente, una real amiga de su edad, a la cual contarle todos sus secretos, fantasias y aventuras. La mayor parte de las personas que conocía eran mucho más grandes que ella y normalmente su relación era una fría cordialidad con la cual no podía la española expresarse o comportarse de alguna forma diferente. Reír, bromear, hacer alguna travesura, escaparse, hablar de hombres. No, definitivamente cosas así no eran tan fáciles de hacer.

Y de pronto, todo cambiaba en París. Amaría ese país y se quedaria siempre en su corazón, porque era justamente el epitafio de todo su pasado y el parteaguas de todo su presente y futuro. No sólo le había dado la confianza de dejar atrás a un ex-prometido incordioso, egoísta, prepotente y malvado. También le había dado un hermano, un guardián y una infinidad de amistades.

Ahí había conocido la real felicidad de conducirse de forma independiente y ver la vida por sus propios ojos, dejándose llevar por la marea y en ocasiones, desviándola con fuerza hacia donde ella quería. Así fue como se elevó en todo lo alto su más grande sueño: Club Louvier, que ahora era justamente uno de sus más grandes orgullos, donde gente de la nobleza incluso iba a que le diseñara sus prendas, donde ayudaba a pobres y a personas de clase media a obtener sus ropas a cambio de trabajo o mediante crédito.

Había tomado el título de Duquesa, haciendo alianzas con vampiros, eso la había catapultado a estar en la corte española, donde había conocido a la antigua Princesa de España Catalina (
q.e.p.d.) y tras su amistad, había cosechado la del Rey ni más ni menos. José Fernando le confiaba sus más grandes secretos cuando Marianne, tras algunos vistazos a las formas de conducirse del soberano, le incitaba a escapar, llevándose dos percherones muy ágiles, conduciéndolo siempre al bosque, donde podían hablar largo y tendido, sin miedo de ser descubiertos.

Había también obtenido la amistad de Viola de Lesseps con quien se daba sus escapadas y a veces, unían esfuerzos para embaucar a algún riquillo para que comprara tanto vestidos como perfumes y reían al ver sus ganancias platicando de hombres y mil cosas más. Viola era la primer amiga que había tenido que fuera de su edad. Y eso a Marianne le había dado muchísima confianza en sí misma y una visión del mundo completamente diferente.

Ahora, mientras la conducían a la Mansión donde una vieja amiga había llegado, sonreía al pensar que ella vería a una Marianne completamente diferente: tenía ilusiones aún, pero sabía ahora que podía conseguirlas. Su mente estaba plagada de ideas revolucionarias, pero tenía ya los contactos para hacerlas realidad. Era muy diferente a la inocente joven de hacía ya casi 2 años y medio, que fue cuando la conoció. Esperando a que la ayudaran, con un rostro de sufrimiento por lo que había acontecido y perdido en su oportunidad.

Chasqueó la lengua y se arregló el vestido de color verde oliva, con ribetes y decoraciones en un color arena muy hermoso. Sus guantes arena, como sus zapatos y los lazos que adornaban su cabeza al estilo diadema. No era estrafalaria en su arreglo, muy pulcra y normalmente, a diferencia de las demás mujeres, no utilizaba joyas que gritaran a los cuatro vientos su status social o el dinero que sus padres tenían (o el que ella tenía). Marianne era muy rebelde en ese aspecto y a lo sumo traía una pequeña cruz en un bolsillo secreto del vestido, un bolsito a juego y unos aretes de esmeraldas.

Bajó del carruaje sonriendo al cochero y su guardián: Juan. Caminando hacia la entrada pidiéndole que se diera una vuelta y comiera algo, mientras ella estaba con Éire. Cuando el mozo se fue, le condujeron por las habitaciones decoradas con muy buen gusto. Marianne podría poner adjetivos despectivos sobre el tipo de muebles más modestos de los que en su casa se usaban, pero no era una persona de ese estilo. Todo lo contrario, se quedó embobada mirando un cuadro que tenía demasiada vitalidad. ¿Quién sería el autor? Seguramente Éire se lo diría.

Y también, dónde comprar uno. Con esa idea en la mente, avanzó hasta llegar al saloncito donde encontró a su amiga, rió al verla y le abrazó fuertemente, con una enorme alegría por dentro, mientras que dejaba un poco de su aroma en la estancia, a manzana, canela y un toque de jazmín. Había, por supuesto, crecido y su cuerpo terminado de desarrollarse y le lucía una bonita figura que había aprovechado con el diseño. No era escandaloso, pero en un lugar con miradas masculinas, claro que las atraía.

- Éire - dijo con alegría - estaba ansiando verte - besó sus mejillas y tomó asiento a su lado, para callar prudentemente cuando el servicio estuvo presente, pero la miraba y notaba algo de palidez, de ojeras bajo sus ojos, de delgadez tras estos años sin verla. Sabía que su posición era muy difícil ahora, había investigado y le preocupaba mucho que la persiguieran y fuera objeto de personas non gratas. Tenía que hacer algo, definitivamente, no podía dejar a su amiga a la deriva - pero si la hermosa siempre has sido tú - devolvió el halago con un deje de diversión.

Cuando por fin la servidumbre se hubo retirado, las palabras de Éire la hicieron abrir los ojos y tomar de inmediato el periódico donde se leía justamente la muerte de los padres de su amiga, eso la hizo entornar la mirada, porque esa noticia no le había llegado aún. El saberla en esa mansión, sola, sin que nadie pudiera protegerla, que cualquiera podía acceder y hacerle daño, la preocupó más.

- A mí también me alegra verte, Éire, pero mucho me temo que no estoy pensando igual que tú, este lugar es muy peligroso, lo sé por experiencia. Cuando tienes a alguien que sigue tus pasos y puede ser capaz de - soltó el periódico en la mesa - semejantes vilezas, es porque busca algo más grande y normalmente es el sujeto que provocó su ira; - la observó - no estás a salvo aquí, asi que te ofrezco mi casa, mi hogar. Incluso, si gustas, puedes irte a España, si no, me aseguraré que todos sepan en Inglaterra que estás bajo mi protección y la del Rey José Alfonso de España - le miró fijamente - nadie se atreverá a ponerte un solo dedo, ya suficiente has pagado con un auto destierro y la muerte de tus padres. Que se acaben sus ansias, porque no va a obtener nada más.

Estaba decidida, no iba a pasarle nada a Éire, no cuando podía poner un alto, cuando tenía las oportunidades entre las manos y, en caso de ser necesario, sería capaz de enviarla al Sacro Imperio Romano, ahí Katra quizá podría ayudarle más, pero mientras tanto, haría lo imposible porque el enemigo de su amiga supiera que golpearía con pared cada intento de hacerle daño a la inglesa.

Un muro español en forma de mujer se lo evitaría.



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Mensaje por Éire Danaán Mar Nov 01, 2011 2:36 pm

Aquella situación se estaba llevando lejos de mí gran parte de mis belleza, ciertamente las preocupaciones me estaban consumiendo, mi amiga tenía razón su mirada de desaprobación era suficiente para comprender que aunque intentase fingir, mi vida era un completo desastre. No había maquillaje que borrase mis ojeras, mi rostro ensombrecido por las preocupaciones, y los huesos de mi rostro delgado notándose aun más. Por el momento todo estaba en calma, la galería estaba repuntando y mis nuevos proyectos aun más fructíferos y concretándose con el apoyo de mi nuevo asesor, un brasileño que resulto ser muy competente y diestro en administración, de manera que mi trabajo era solamente de relaciones públicas y conseguir nuevos expositores.

- Querida, shh, te pido calma. Concuerdo contigo que la situación no es segura, pero ciertamente, por ahora esta reunión será el reencuentro de dos grandes amigas donde yo te propondré un proyecto y te contaré todo lo que ocurrió en Irlanda, y lo que me ha orillado a esta amarga situación - solicité, mientras servía el té para ambas y la miraba suplicante, que bajase sus revoluciones y su afán de solucionar todo- Bien, te contaré lo que ocurrió. Pero te pido no interrumpas, pues se bien que desapruebas mis métodos y que con esto solo daré la razón a tus regaños - Bebí un sorbo de té, para luego dejar la taza sobre la mesa de centro, luego cerré los ojos y di un largo suspiró.

Norte de Irlanda, Gran Reino Unido
Un año atrás


El Gran Parlamento ofrecía una cena, para parlamentarios y sus familias, mi padre, orgulloso de mis habilidades para caer en gracia dentro de los parlamentarios, me pidió fuese, el objetivo, buscar el Talón de Aquiles de aquella fastuosa Alianza que se creó entre los Reinos de Inglaterra, Irlanda y Escocia. Bien sabes que mi familia es detractora de aquella alianza, por lo mismo consiguió ser parte del parlamento, para mantener lo más posible la independencia de mi pueblo, pero bien sabes que los cargos de la Realeza en mi tierra, no son más que títulos nobiliarios, para evitar la revuelta. Pues los nobles que ocupan aquellos cargos, solo son representantes de Inglaterra, y no representantes del deseo irlandés.

Fue en aquella cena que conocí a un influyente diplomático, que sería capaz de mover la suficiente cantidad de tropas para generar una revolución, el único problema era su ambición, tan poderosa que sería capaz de vender su alma por obtener poder y gloria. Lo conquiste, lo admito, el estaba casado y fui su amante el tiempo suficiente, para conocer la gran cantidad de mujeres con quienes se involucraba. Desde cortesanas hasta las esposas de otros diplomáticos. Cuando obtuve la suficiente información, comencé con el chantaje, el hombre tenía hijos esparcidos por gran parte del reino, fue cuestión de meses obtener la información y las pruebas suficientes.

Pero todo se salió de control, un viejo vampiro con quien tengo un trato algo peculiar, se presentó, somos amantes casuales, él bebe de mí y yo le pido algunos favores, y como era de esperar, él parlamentario me espiaba. Me acuso de ser vampira, y de tener aventuras con todo el parlamento. Resultado, mi padre me saco del país y me envió a este lugar, bajo la excusa de administrar la galería. Se acuso a mis padres, a mi familia de revolucionarios y fue este mismo parlamentario quien los mando a matar. Su nombre Lord Velkan, un cambiaformas, todo fue culpa mía, no cuide mis pasos lo suficiente. El está furioso y quiere venganza, para asegurarse que no ponga un pie en el Gran Reino Unido.


Pase las manos por mi rostro abrumada, ciertamente no me había percatado de la culpa que invadía mi corazón hasta ahora, hasta que narré a mi amiga todo lo ocurrido, sin reparos, sin ocultar mis pasos e incluso los malos paso que había seguido. - No necesito que me juzgues, simplemente me basta con que hayas escuchado lo que ocurrió, Irlanda, es muy conservadora en ese sentido, mi padre, mi padre a pesar que me brindo su apoyo, me reprocho aquella aventura. Si es que cabe ser llamada aventura, mi madre casi se muere de la impresión. Fue un escándalo, la deshonra de la familia. Pero ahora con estos asesinatos, se acallaron los rumores sobre mí, aunque no por ello la culpa. -

Suspiré conteniendo el llanto que amenazaba con salir, y dude si continuar - Me contacte con uno de los sicarios del Sacro Imperio, el se encargara de cobrar venganza, pero si tienes razón las represalias puede ser grandes, tanto que no las puedo dimensionar. Sé que no me podre quedar mucho tiempo en Paris, pues no cuento con el apoyo de la realeza Francesa, por lo mismo cuando supes estabas aquí, te contacte. Busqué su mirada buscando algún tipo de comprensión, pero era indescifrable note que no había bebido su té.

- Mis motivos pueden sonar egoístas y lo son, pero son desesperados, tampoco me puedo mudar a una residencia propia porque no tardaran en encontrarme. Estoy intentado remontar la galería, pero no para dejarla aquí, quiero trasladarla, a algún sitio donde cuente con la debida protección- Confesé mis planes con pesar - Pero además, tu amiga no es tan egoísta como imaginas, quiero auspiciarte como modista, montar un desfile, mezclar tu arte con el arte de mi galería, música, joyas, pinturas… Todo eso y más- exprese, sin dejar de recorre mi rostro nerviosa, evitando encender un cigarrillo para calmar mis nervios.



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Mensaje por Marianne Cromwell Dom Nov 06, 2011 5:40 pm

Aquí estoy yo para hacerte reír una vez más
confía en mí, deja tus miedos atrás y ya verás.


Gruñó, porque tenía toda la razón, se estaba precipitando como siempre, en su intención de proteger no se fijaba en todos los detalles y quizá fuera eso lo que a veces la perdía. Se obligó a controlarse y a tomar la taza de té, echándole un chorrito de crema y endulzándolo, moviendo la cuchara para que todo quedara perfectamente mezclado, aspirando aire profundamente y expulsándolo para relajar los músculos y su cabeza enfriar. Bebió un poco y asintió, no era chocolate, pero bueno, no todo se podía tener, además, no era casa de su amiga, si no de otra persona, por lo que debería estar agradecida.

Se mordió la lengua cuando su amiga empezó la historia y se obligó a comer las galletitas, cada vez que intentaba decir algo, mordía un pedazo y así estuvo durante toda la historia, en unos momentos se le venían las ganas de soltar algo, pero mordía la galleta. En otros, aspiraba profundamente indignada y otro pedazo. Hubo un momento, cuando supo que había sido capaz de ser amante de un político por espiarlo, que si no hubiera sido por el pañuelo, hubiera hecho toda una falta de etiqueta al caersele de las manos en camino a la boca, la galleta. En otra de ellas incluso, quedo hecha polvo cuando escuchó que era amante de un vampiro y la habían acusado de ser vampira, por Dios, nada más y nada menos que la Inquisición.

Rechinó los dientes, pero se mantuvo callada, toda una proeza para ella, tomando en cuenta su carácter, su afán de proteger una y otra vez, aún así fuera su amiga mayor que ella. Nada se comparaba con su cariño por las personas que la rodeaban, sería capaz de hacer hasta lo imposible, meter las manos al fuego por ellas si con eso conseguía que estuvieran en paz. Llevó sus manos a su rostro, cubriéndoselo y aspirando aire profundamente en un mohín que denotaba su intento por tranquilizarse.

Lord Velkan, cambiaformas. Bien, ya vería qué hacer al respecto, quizá Domingo, que tenía tanto odio hacia los ingleses, pudiera meter las manos y hacer que ese maldito cayera muerto. Se había llevado a su amiga en su embate y de golpe, también a su familia. Ojo por ojo. Aunque soltó un suspiro molesto cerrando y apretando los ojos, no, no era capaz de mandarlo matar, no tenía la sangre fría, pero quizá Domingo podría hacerle ver a Lord Velkan, por más cambiaformas que fuera, la conveniencia de dejar atrás ese odio por el bienestar de todos. Sí, eso haría, que lo amenazara. Si era un cambiaformas, también tenía mucha cola que le pisaran y seguramente no querría a la Inquisicion tras sus pasos...

Entornó los ojos, mientras sonreía como un gato que se ha tomado toda la leche y bebió con mucha parsimonia su té. Volteó a mirar a su amiga con una sonrisa más relajada y tranquila, para seguir oyendo su historia, habiendo resuelto un cabo. Aunque la sonrisa de pronto se perdió, debía darle también un jalón de orejas a la inglesa, porque si no se hubiera descuidado... Bueno, todo a su tiempo.

Se sirvió otro té y parecía como si no hubiera tomado absolutamente nada, cuando su amiga terminó su relato y notó que Éire parecía a punto de ruptura, el dique que contenía sus sentimientos estaba a punto de romperse y fue cuando la inglesa observó la taza, quizá pensando que no había bebido nada y luego a Marianne. La española se quedó en silencio al ver que Éire empezaba a flaquear, a caer.

Se quedó callada oyendo las palabras, pero más atenta a la forma en que Éire reaccionaba, el temblor de sus manos, sus ojos desesperados, su cabeza moviéndose un poco hacia la derecha, el tic de su ojo izquierdo. Estaba en un pequeño acceso de stress que podría terminar mal como no sacara ella todo eso que traía en su interior, la culpa, la desesperación, el miedo.

Un miedo que se reflejaba en sus ojos cuando la vieron, desarmando a Marianne por tantos sentimientos en lo profundo de sus pupilas, se olvidó de todo y negó cuando escuchó la súplica de su amiga por no juzgarla, de sentirse sola porque la Realeza Francesa no la apoyaba. De saber que había acudido a ella por todo lo que se avecinaba. Ante todo, Éire siempre había sido una mujer fuerte, verla así sólo era una muda advertencia de todo lo que podría ocurrir y un testimonio de todo lo que había pasado.

- Éire, tonta, - le quitó el cigarrillo, eso sólo levantaría el muro de contención de nuevo - soy tu amiga, no quiero que me retribuyas nada - suspiró y la abrazó fuerte, bien fuerte - llora - dijo contra su oído, acariciándole la espalda - llora, Éire, sácalo todo, porque te va a comer. Suéltalo, déjalo ir, porque te está carcomiendo. Amiga mía, refúgiate en mí aunque sea hoy, no estás sola, hiciste bien porque jamás te dejaré, no estás sola, estoy aquí. No estás sola - le repitió, como a ella le habían dicho cuando había estado en un hoyo parecido - mi amiga, yo te ayudo, nadie te culpa, simplemente se te fue, a todos, de las manos... llora, Éire, se te han ido, llora... necesitas llorar amiga o te quebrarás.

Llora...

Llora, porque el sol mañana saldrá, hoy... hoy estaremos de luto...

Llora...


Si no lo hacía, perdería a su amiga en el mar de la destrucción, de la propia depresión. No, no quería algo así para Éire, por lo que la apretó con más fuerza contra ella, protegiéndola y cuidándola, sintiendo un dolor en la nariz, que anunciaba que sus propias lágrimas no tardarían en aparecer, le dolía el sufrimiento de su amiga hasta la médula, el corazón no soportaba verla así. La estrechó y acarició sus cabellos dulcemente... como su madre hacía con Marianne.

Le pido al sol, que una estrella azul
viaje hasta a tí y te enamore su luz.


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Mensaje por Éire Danaán Mar Nov 15, 2011 7:30 pm


Allí, precisamente en el momento que debía ser fuerte, no dejar que los problemas me abatiesen ante un mundo que se derrumbaba ante mis ojos, la impotencia y frustración hicieron acto de presencia. Mis manos temblorosas y mis voz quebrada, no había manera de negar que todo se derrumbaba sobre mí y que no me sentía capaz de contener el techo sobre mi cabeza y mucho menos el piso sobre el que trataba de mantenerme. Cerré los ojos, buscando mi centro, aquel centro perdido entre la caótica autodestrucción de mi vida que yo misma había forjado, a tientas tome el cigarrillo, mis manos temblaban mientras intentaba encenderlo, el resultado mi amiga lo arrebato de mis manos, ese y todos los que estaban allí sobre la mesa de centro.

A sí, tan las palabras de mi gran amiga, mi confidente, deje de ser el muro infranqueable, el único pilar que seguía en pie en mi vida, ya que el resto parecía que yo misma me había encargado de derrumbar. Como si llevasen tiempo en la retaguardia, esperando su momento, las lágrimas fluyeron por mi rostro, testigos silenciosos del sufrimiento al que yo misma había sometido mi vida, y de la urgencia de recomenzar. Silenciosas rodaron por mis pálidas mejillas, llevándose el poco maquillaje que cubría mis ojos, cayeron manchando mi rostro con una aureola grisácea, un suspiro, y dos, unos cuantos suspiros acompañaron las lágrimas.

Como una niña, como hace años no me lo permitía, si es que alguna vez me lo permití, me deje abrazar y refugiar en Marianne, a quien siempre vi como una niña, pero que ahora se comportaba como la mujer que era. Mi fiel amiga, se convertía en mi único refugio en aquella soledad, pues ni mi trabajo ni la venganza que había planeado, me daban consuelo suficiente, ni paz. Y era eso lo que necesitaba, paz, mantener mi mente ocupada, muy ocupada lejos de mi aterradora realidad. Pero mucho más que eso, aun más importante era recobrar la seguridad, para comenzar a reconstruir mi vida.

No sé por cuánto tiempo me refugié en mi amiga, pero sé que fue el tiempo suficiente para encontrar calma y recordar, porque éramos tan intimas. En apariencia, muy distintas, yo fría y calculadora, mientras ella era espontanea y natural, capaz de leer el alma de las personas, ella veía la bondad y yo sus debilidades. Ciertamente nos complementábamos, nos apoyábamos, como en aquel preciso momento - Marianne -rompí el silencio, sin romper aquel abrazo - Marianne, gracias, gracias por estar aquí - susurré, antes de apartarme en busca de un pañuelo para limpiar mi rostro, para luego detenerme a ver a mi amiga, quien también tenía los ojos enrojecidos por el llanto.

Me largué a reír, en lo que sin duda era mi primera sonrisa espontanea desde hace mucho tiempo, y le tendí otro pañuelo a ella, sin dejar de reí - ¡Marianne, Marianne! - dije entre risas - Que mejor amiga que aquella que llora junto a ti - suspiré, sintiendo un peso menos sobre mis hombros - Amiga, que bueno es tenerte cerca en estos momentos - dije con profundo agradecimiento mientras bebía un sorbo de té, el que ya estaba frio de tanto esperar, pero al menos refrescaba el alma y calmaba los nervios.

Los voz rasposa y ojos hinchados, miré a mi amiga que continuaba controlando sus propias lagrimas, entre una risilla ahogada por mis palabras - ¡Por Odín! - Exclame cuando vi mi reflejo en un espejo que estaba al otro lado del salón y luego la imagen de mi amiga - ¡Acabamos de perder toda la elegancia! - Era cierto, nuestros ojos hinchados, maquillajes corridos, nariz roja y aquellos suspiros posteriores al llanto, no eran precisamente la imagen que mujeres como nosotras proyectábamos.



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Mensaje por Marianne Cromwell Dom Nov 20, 2011 8:51 am

Descúbrete, muéstrate a la gente
cómo eres, sin máscaras.
Libérate, archiva los recuerdos
que el pasado, se ha quedado atrás.


La situación se había descontrolado para Éire, pero no así para Marianne que aún la sostenía contra sí, la apoyaba y susurraba palabras de aliento, derramando ella misma, lágrimas por el dolor de su amiga, rogando a Dios por darle el consuelo que le faltaba. Que expulsara toda la ponzoña que tenía desde hace tanto tiempo que sólo le hacía más mal que bien. El dolor en ocasiones sólo servía para destruir y carcomer las almas. Tragó saliva y dejó que estuviera todo el tiempo que necesitara llorando. Ese dolor debía salir, debía quedar fuera para que sanara, era como la pus en una herida, con ella, jamás lograría volver a la salud, pero sin ella... pronto estaría bien, aunque dejara una marca, porque toda historia, todo pasado, deja su cicatriz y eso, eso es aceptable. Lo que no, es mantenerse enfermo y no avanzar.

Además, toda marca es justamente un testimonio vivo de lo que fuiste y lo que serás, avanzarás, crecerás y cuando recuerdes ese momento, cuando veas tu cicatriz, sonreirás sabiendo que era necesario sufrir ese episodio para salir avante, para continuar con tu vida y aprender. Sabiduría es en lo que se transforma al paso del tiempo. No mirar al pasado era una real tontería cuando ya se había avanzado, porque se debían analizar los errores y mejorar, pero en el momento que las circunstancias y los hechos se configuraban, entonces debía dársele un tiempo, no mirar atrás hasta que se tuviera la fuerza necesaria para encararlo con la serenidad debida. Si no, volvería a caerse y todo el proceso, habría sido en balde.

Tenía que liberarse de todas sus manchas, de sus máscaras, quedando simplemente Éire, para lo cual era indispensable ese momento a solas, con ella misma, con su corazón roto, donde alguien la cuidara, pero no juzgara. Ese era el papel que Marianne desempeñaba ahora mismo y que le costaba horrores no claudicar, no caerse, porque no le gustaba ver a la gente triste, llorando, mucho menos de la forma tan desgarradora como Éire lo hacía. Su amiga había perdido todo lo que la mantenía en pie, ya no había nadie que la ayudara.

Sólo Marianne... y se prometió estar a su lado, cuidarla, comprenderla, velar por su bienestar. Nadie más parecía importarle o bien, comprender un poquito cómo estaba su amiga en su corazón, en su alma fragmentada. Suspiró y la apretó más contra ella, intentando que las lágrimas no cegaran su mente y serenándose para sólo sollozar... Cerró los ojos cuando la sintió levantarse y fue ella su apoyo, enviándole un mensaje a su inconsciente bien claro:

"Cuentas conmigo siempre, para todo, contra todo"

Le miró con curiosidad, observó sus ojos llenos de lágrimas y asintió al verla ponerse en pie con un paso que, le reconocía, era mucho más firme y entusiasta. Bien, lo peor había pasado y sus pensamientos se cortaron al oírla reír... sonrió a su vez, porque eso le liberaba un gran peso a su alma, gran parte de su negatividad se había ido, limpiada por las lágrimas y eso la reconfortaba. Rió a su vez y tomó el pañuelo, le costaría un poquito serenarse, pero el verla reír y bromear, la hacía feliz.

- Ya, perdí el estiloooo - se quejó y llevó las manos al rostro para cubrírselo - que no me vea el guapo de Acherón, ni de Apostolos, yoommmy, tampoco Nigel,
- suspiró profundamente - ni el guapo de... - y suspiró profundamente al recordar al guapísimo de Urian y babeó - ahhhhh Dios - negó y rió feliz, para mirar a su amiga - no tienes nada que agradecer, además, para eso estamos las amigas, para llorar, reír y cotillear cuando hay un hombre guapísimo cerca...

Se puso la mano en los labios y le mandó un efusivo beso volado, mientras que seguía con el pañuelo limpiándose las lágrimas. Fue cuando lo notó, su amiga la miraba tan fijamente que podría quemarla como pasara una cerilla... Marianne parpadeó con inocencia y alzó una ceja mordiéndose el labio inferior, sin comprender qué pensaba su amiga, hasta que oyó la pregunta, los ojos se le abrieron enoooormes, enoooormes y tragó saliva.

Inmediatamente, se puso en pie, a la defensiva y negó.

- ¡No sé de qué me hablas! - fingió demencia y fue a un espejo a limpiarse el rostro con delicadeza, había crecido mucho desde la última vez que Éire la viera y cómo no, teniendo a la ocurrente de Katra entre sus amigas, la miró por el reflejo y no pudo más que reír de la expresión de azoro, indignación y curiosidad que su amiga tenía - ahhhhhh - rió más la española - pues ¿Qué te digo? ¡Si me encantan los cuatro!

¡Los cuatro! No se conformaba con uno, no, ¡Eran cuatro!

¿Pues qué acaso se había metido en una dimensión desconocida cuando había estado llorando?

Descúbrete, no mires al pasado
que tú misma no lo entenderás,
ni tú lo entenderás
Revisa tu memoria una vez más
tus labios sólo hablan sin pensar.


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Mensaje por Alizée Signoret Vie Nov 25, 2011 12:59 pm

[Font]

Cerca de dos meses en roma lidiando con los problemas amorosos de Urian, y en esos dos meses una rápida y fugaz visita a su hogar, para informarle a la sirvienta que una joven haría uso de la residencia hasta su regreso en tres meses más. Pero los planes no eran precisamente cercanos a la realidad, el comrpomiso de su confidente y amigo, no era más un lazo de amor, sino un compromiso político y asistir a aquella boda sería apoyarlo en el que evidente sería el mayor error de su eterna vida. Por eso no tardo en anunciarle que regresaría a París y que si recapacitaba la buscase, miles de veces años atrás, ella hubiese deseado estar junto a él al momento de subir al altar, pero aquellos eran sueños de niña, bien sabía que ellos no tenían futuro como pareja. Quizás en sus años fueron bueno amantes, compañeros y confidentes, pero nunca fue amor, y ambos comprendieron aquello a tiempo, cuando sus caminos se separaron rumbos sueños y ambiciones diferentes.

Pero aquello era pasado, y su presente estaba enfocado a un hombre, un hombre del que no sabía que esperar ni cómo abordarlo, sus actitudes la turbaban. Ella en tan solo unas semanas en su compañía había cambiado, se había vuelto torpe e impulsiva, pero a su vez temerosa, por primera vez sintió el miedo que un hombre la dañase, miedo a que llegase tan cerca de sus sentimientos que la única herida fuese ella. Por eso tras nefastos intentos de dominar la situación, decidió huir, o más bien regresar a su hogar. Al menos atendiendo a sus clientes y entre fiesta de sociedad podría dejar de pensar en aquel hombre.

Su mente divagaba lejos en Roma, donde abandono a su amigo y a aquella mujer con quien pretendió aliarse, pero que enloqueció. Aquella ciudad, aquel Imperio, podía ser la perdición de los amantes, como ella misma había experimentado. Pero finalmente estaba lejos de allí, en la ciudad que tanto añoraba y donde mi vida cobraba sentido, o algo parecido. Sonrió y cerró los ojos a la espera que el carruaje se detuviese frente a su casa - Mademoiselle Signoret, nous avons- anunció un lacayo, abriendo la puerta del carruaje y extendiendo la mano para ayudar a la cortesana a bajar. Le sonrió y dio un par de monedas mientras comenzaban a descargar su equipaje, ingreso a su residencia en silencio, dejando su capa de viaje un perchero y se dirigió al salón, donde voces y risas femeninas llamaron su atención. Dudó un segundo confundida, sus sirvientes no llevaban a casa invitados sin su consentimiento y si así fuese, serían despedidos de inmediato. Pero luego lo recordó, aquella carta de Monseniur Danaán le solicitaba diese alojamiento a su hija, pues la situación en el Gran Reino Unido era un caos, claro seguramente era ella.

- Bonjour Mesdames- saludo desde el umbral que daba al salón, viendo a dos damas tan diferentes entre sí en una acalorada conversación y al parecer bastante interesante - Excusez mon retour soudain-se disculpo al saber que les interrumpía, pero bien sabía que debía presentarse , a fin de cuentas era la dueña de la casa - Usted debe ser Mademoiselle Danaán, tiene el porte se su padre y la elegancia de su madre- elogio a la mujer de cabellos castaños.


Marseille, Francia
- Cinco años atras -

El Monseniur Signoret, padre de Alizée siempre fue un hombre de ambiosos e idealistas planes, por lo mismo, a pesar de no contar con los mejores recursos ,el poseía grandes amigos, grandes contactos, con los cuales se codeaba cada vez que alguno de ellos visitaba Francia. Por eso aquella tarde Monseniur Danaán y su esposa, visitaron la residencia de la familia Signoret. Alizeé en ese entonces apenas tenía trece años, pero el cuidar de la casa era su rutina y recibir a los honorables invitados de su padre, se volvía una costumbre que le encandilaba. Con sencillez, pero sin perder elegancia, decoro la casa con flores del jardín y preparó una cena para ellos, además de invertir en una buena botella de vino.

Se vistió con un elegante vestido que ella misma confeccionó, o más bien adapto de los trajes que su madre le heredo y se convirtió en la anfitriona de aquel ilustre familia. Les debía mucho pues ambos se empeñaron en que la pequeña Alizée se educase, aunque en ese momento no planeaban se convirtiese una cortesana. Pero ellos insistieron en costearle clases particulares de historia y literatura. Fue en aquel encuentro que la joven Alizée, decidió que su vida no se limitaría ser dueña de casa, que no aceptaría quedarse para siempre en aquella ciudad y buscaría salir de allí, hacia una ciudad donde hubiesen mejores oportunidades.

Sonrió de medio lado recordando aquellos años, y cuanto le debía a aquella familia, pero también lamentaba las recientes noticias sobre el matrimonio y comprendía porque le habían buscado para que diese refugio a su hija - Eire ¿no es cierto?- salió de sus cavilaciones y saludo a la joven.


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Mensaje por Éire Danaán Mar Nov 29, 2011 7:40 pm


Quizás no se había ido del todo el dolor, los temores y la angustia, pero si aquella parte que me impedía sonreír con libertad. Poco a poco, el tiempo sanaría las heridas, en compañía de Marianne, mi amiga, mi hermana del alma con quien podía contar incondicionalmente. La peor parte de aquella mala racha de acontecimientos, se marcho con aquellas lágrimas que rodaron por mis ojos, silentes dejando un delicado rastro de maquillaje. Huella de un mal momento, de la cual no podía dejar de reír tras haber perdido completamente el “estilo” en palabras de Marianne. Ciertamente éramos un desastre en aquel momento, un desastre que intentábamos arreglar sacando el maquillaje corrido, me miré en el espejo, dándole la espalda a su joven amiga, quien sufría definitivamente un ataque de nerviosismo y verborrea, pues acaba de nombrar en fila a cuatro varones de la realeza, de quienes solo había oído, pero jamás visto en persona. Ella elogiando la masculinidad de los cuatro, como si hubiese tenido con ellos más que un encuentro protocolar, me voltee de inmediato - ¡Por Freya! El amor había golpeado a mi amiga, o simplemente esta desenfrenada-exclame para mis adentros mientras ella se explicaba

- ¡Marianne! ¿Desde cuándo tan desinhibida? - cuestioné sin dejar de mirarla estupefacto, si algo supe por sus cartas, de Nigel pero no entro en detalles y ahora hablaba de.. acaso había oído bien del Emperador y del Príncipe del Sacro imperio, aquellos hombres que según los rumores de corte eran Semidioses bajados del Olimpo y a quien aun no tenía el honor de conocer., pero su amiga parecía tener la confianza suficiente de conocerle. Caí sentada en el sofá más cercano cuestionándome si estallar en carcajadas por la cara de mi amiga, o por la imagen mental de ella tratando con aquellos hombres. No es que mi amiga no fuese una gran diplomática, pero debía admitir que hace un par de años, nunca había podido hablar con un hombre sin sonrojarse y bajar la mirada. Que sería aquello que había pasado en todos estos años que su “pequeña” Marianne ahora hablaba como una mujer, e incluso se vestía como una, sus vestidos no eran tan infantiles e incluso parecían ser más sensuales.

A fin de cuentas, reí con libertad viendo su rostro cada vez más sonrojado y como balbuceaba intentos de explicaciones - Bien amiga dime… - dije entre risas - Dime querida, quien de todos ellos fue el primero en abrirte los ojos, y llevarte al mundo de la sensualidad y la lujuría- me burle, sabiendo que exageraba con mis palabras, pues si bien estaba muchos más adulta y sensual, continuaba con aquel aire de niña y esa inocencia que tanto le caracterizaba.

Fue precisamente en el momento en que la española se disponía a responder que la aparición de una mujer no mucho mayor que Marianne ingreso al salón, de intensa mirada azul y cabellos negros enmarcando su pálido rostro, lo que contrario a hacerle ver enferma, le hacía parecer una muñeca de porcelana. Elegante y grácil, nos observo con completa naturalidad y sin ningún enfado, más bien parecía cansada y agobiada, me puse de pie, suponiendo quien podía ser, la cortesana dueña de la casa - Tan joven, tan mujer, toda una contradicción con su corta edad- pensé mientras ella hablaba de mí, siempre pese se trataría de una mujer de mayor edad, y verla así tan fresca, me causo extrañeza.

Sonreí con cierta incomodidad, si ella hubiera sido amante de mi padre, mi padre no era el hombre que que yo creí, pero luego menciono a mi madre - ¿Cómo es que se conocieron? ¿Qué tiene que ver esta mujer con mis extintos padres?- pensé mientras ella elogiaba mis atributos heredados de mi progenitores. La observe con curiosidad, pero ella parecía no estar dispuesta a decir más, o al menos eso creí, pues por unos segundos su mente se ausento antes de mencionar mi nombre.

- Oui, madame. Éire Danaan, un plaisir de rencontrer Mlle ¿Signoret?-Salude en francés, sin evitar la nota de duda en mi voz al mencionar el apellido de la joven, de quien no lograba convencerme si se trataba de ella - Permita presentarle- mire a mi amiga con cierto nerviosismo - Marianne Louvier, Duquesa de España dueña del Club Louvier, una gran amiga y confidente- puntualicé ocultando la reciente incomodidad que caía en escena. - Madame, ¿Gusta acompañarnos? -Sugería sabiendas que era su casa, pero que la reunión era de dos amigas.

Ella se presento, percatándose de su omisión, para luego asentir y acomodarse en un sitial cerca de la chimenea, era como tener entre nosotras a una mujer con iguales o mejores modales que cualquier miembro de la realeza, verla sentada allí era como tenerla en su trono. La escuche llamar a la sirvienta y pedir trajesen más té y bocadillos, además de dar instrucciones sobre su equipaje para que lo subiesen a su cuarto. Afortunadamente yo usaba el cuarto para huéspedes, aun cuando se me ofreció usar el cuarto principal, pero el respeto me lo impidió. Cruce miradas con Marianne, quien parecía pensar igual que yo sobre la cortesana que se movía como una princesa, sonreí con nerviosismo y agradeciendo que ya no quedaban rastros de maquillaje y lagrimas en nuestros rostros.

Esperé a que ella terminase de dar instrucciones y hablé con todo el valor que mis modales me permitían, aquella situación era del todo incomoda para mí - Madame Signoret, debo agradecerle su hospitalidad y permitirme permanecer en su acogedora residencia, mientras el clima se calma y dejan de buscarme - sonreía, a sabiendas que mi padre le había informado de lo ocurrido.



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Mensaje por Marianne Cromwell Jue Ene 26, 2012 9:50 pm

Algún día llegará el momento en que ambas estemos de la mano
y llevemos más que una amistad al campo de batalla,
donde nos hermanemos y recordemos momentos gloriosos y heredemos
la belleza de nuestro vínculo que se funde en nuestras almas.

Héme ahí, que me encontraba contigo, riendo y bromeando sobre cuatro hombres de la realeza a los que conocí y alguna vez llegué a entablar pláticas, antes de que todo lo acontecido me rodeara y me perdiera en una vorágine de la cual no sé si pueda ser capaz de salir con ayuda de alguien, porque estaba visto que sola, me ahogaré completamente entre las aguas del mar embravecido que se llevaba mi alegría, mi esperanza en forjar un mundo mejor, la seguridad en mí misma, la confianza en las demás personas y sólo dejó... tras de sí... la infelicidad, la frustración, el dolor, los gritos que jamás podré escuchar en voz alta. Dejándome caída de rodillas en el piso, para morirme lentamente en una lascerante agonía.

Sus mejillas adquirieron un tono rojo por la pregunta que su amiga Éire realizó. Bajó la cabecita de pronto, abochornada completamente, dejando pasar un poco de saliva por su garganta que de pronto lastimaba y se hacía muy complicado su destino hasta la parte más profunda de su ser. Justamente sus manos eran lo más interesante de la habitación, sus uñas pintadas del mismo tono de los adornos del vestido, el bajo de las mismas, que ella se afanó en limpiar de forma innecesaria puesto que siempre estaban pulcras. Miró a su amiga con esa inocencia que la caracterizaba, para negar con la cabecita con vehemencia, alborotando sus cabellos y haciendo que algunos se desprendieran del peinado.

Afortunadamente la llegada de una mujer la salvó de contestarle a Éire, sonrió y esperó pacientemente a que ambas damas se presentaran y conocieran, haciendo una magnífica reverencia en el momento que fue introducida a la conversación. Se quedó callada durante los instantes en que ambas mujeres intercambiaron impresiones, pero ella misma estaba sorprendida como Éire de la juventud de la dueña de la casa, pero ¡Si parecía casi tener la misma edad que Marianne!. Aunque por sus modales y comportamiento bien podría pasar por una dama de la alta sociedad o de la realeza sin el menor de los pudores.

Alizée Signoret, en algún lado escuchó su nombre, pero se quedó prudentemente en silencio mientras entornaba los ojos y repetía mentalmente esas dos palabras una y otra vez. No, no tuvo resultado alguno, pero no pudo investigar más cuando una doncella apareció en la habitación e hizo una reverencia anunciando que las habitaciones de la anfitriona estaban listas. La cortesana se puso en pie y tras una reverencia, solicitó que la excusaran, pero el viaje había sido bastante agotador. Tanto Éire como Marianne le permitieron se retirara de la habitación para mirarse entre ellas.

No había necesidad de palabras, en ocasiones se compaginaban tan bien que no las requerían. Se sentaron juntas, en silencio, pensativas. Alizée Signoret era una figura demasiado llamativa como para pasar desapercibida, pero sobre todo había algo en ella, que aunque no entendieran, sabían que iba a ser determinante en su futuro. Por parte de Marianne, no dejaría de mirar a la cortesana, de mantenerla bajo vigilancia, porque algo en su interior le decía que no eran tan diferentes. Que algo las unía. Compartían mucho más de lo que a simple vista parecía.

La pregunta no era esa, si no ¿Por qué?.

- Creo, mi querida Éire, que llegó el momento de que critiques mi terruño más amado, Club Louvier - sonrió recuperando la alegría, sabiendo que a su amiga le encantaría ver lo que ahora era su "imperio" - ¡¡¡Anda, vamos que quiero oír lo que piensas sobre mis últimas creaciones!!! - la tomó del brazo, riendo con ella para arreglarse tomando su sombrero, sus guantes, acicalarse toda y tras ello, salir ambas en pos del carruaje - Ahí podremos hablar de chicos guapos sin que nadie nos moleste y quizá te pruebes alguno de mis bebés - rió al ver la cara que ponía porque no estaba enterada de qué tan bien diseñaba vestidos y qué tan aceptados eran entre la moda parisina, eso se lo había guardado bien en sus cartas para que fuera sorpresa - Jajaja, no te preocupes, ya verás qué bien te quedan, pero sobre todo... hablaremos de esa anfitriona tuya, no sé tú, pero yo creo que hay más tras de ella que lo que a primera vista se ve - y así, entre charlas y risas, abordaron el carruaje, para alejarse de la mansión, en pos de otro lugar mucho más tranquilo para su plática femenina.





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