Vind, blod og nostalgi [Libre]

por **Dajigar Obay** Mar Nov 01, 2011 5:55 pm

Había dos cosas que sabía con real certeza en esa vida. Una de ellas era que el infierno no estaba abajo, ni en ningún lugar diferente sino que estaba en la tierra, entre los mortales. El despertar por la mañana, eso era. El día a día era más duro que cualquier otro infierno por llegar pues el karma siempre se volvía contra las personas. Y la segunda cosa era que yo sabia disfrutar de aquel infierno, el karma me odiaba por ser una de las hijas de satán ¿Para qué negarlo? Por ello me encontraba en aquel momento, a altas horas de la noche, corriendo por los callejones de Paris y burlando a mis sirvientes, los que mis abuelos habían pagado para que estuviesen a mi lado en todo momento.

Me importaba bien poco como iba a mancillar esa travesura mi estatus social. Me importaba bien poco que la sociedad me huyese, me importaba bien poco lo que pensaban incluso mis familiares. Necesitaba aquello. Necesitaba los momentos en que mi piel fuese azotada por los vientos fríos de la noche y se estremeciese aun que realmente no tenía frio, sino una especie de nostalgia que me hacía reaccionar de aquella manera más humana posible aunque yo… no lo era.

Yo no era humana, me lo había demostrado todas las veces que había levantado cadáveres enteros, devolviéndoles la vida aunque no el alma. Lo había demostrado en los momentos de posesión de los inmortales y en el momento que moldeaba la realidad a mi propio criterio jugando con todo el entorno. Era capaz de hacer cosas que muchos no podía. Era capaz de plantarle cara a mi padre y comportarme como toda una guerrera…Aunque no era la hija que él siempre había deseado.

Me pare en seco ante ese pensamiento y suspire con total pesar. Mis sirvientes ya habían perdido mi rastro ya no hacía falta correr por unos breves momentos pero si tenía que quietarme todo aquel mal sabor de boca que se me había puesto al pensar en mi padre. En todas sus palabras. Pobre hombre ignorante… me odiaba por lo que era y me quería al mismo tiempo, pero no se daba cuenta que era la misma calaña de monstruo que yo.

“Vete con tus abuelos cariño, a Orissa y no vuelvas hasta que las aguas se calmen” recordé las palabras de mi madre una noche antes de partir y a mi alrededor recree el escenario de las indias cuando llegue. Todas las maravillas juntas. Y me volví a sentir libre, inmensamente libre por ello sonreí dejando la ilusión caer y mire la realidad esta vez intentando vislumbrar los viejos edificios que estaban a punto de caerse. Los callejones de Francia no estaba mal y menos de noches pero me gustaba mucho más andar entre elefantes y personas. Sentir el calor de un cuerpo vivo y no solo de los muertos.

Y supe que debía parecer des de fuera una loca que daba vueltas a su alrededor en callejones que no debería estar. Pero me importaba bien poco como me podían ver las personas, lo que me importaba era la pequeña burbuja que me había creado. El pequeño nido donde estaba contenta por el momento.

por **Audrey Nightray** Vie Nov 04, 2011 7:58 pm

Acababa de llegar a París, y me encontraba bastante cansada. Cansada no, más bien débil. No me había alimentado desde el día anterior, y la horrible sensación de sequedad en mi garganta no hacía otra cosa que empeorar mi estado de ánimo.

Caminaba por unos callejones oscuros y solitarios, prácticamente vacíos. Me crucé con unas personas que me preguntaron si había visto a una joven de cabellos rubios y ojos azules corriendo por allí. Negué con la cabeza, sin poder pensar en otra cosa que, apoderarme de la sangre roja y cálida que palpitaba debajo de sus pieles... pero eran un grupo, y yo no me sentía con fuerzas suficientes como para controlarlos a todos.

Seguí moviendo los pies sobre el suelo, casi automáticamente. Mi vestido gris oscuro se confundía con el color general de los edificios y la niebla; como si fuera una fiera camuflada en la oscuridad.

Entonces, vi a la joven -pelo rubio claro, largo, cayendo sobre su espalda; ojos azules. Daba vueltas en la acera, con sus brazos extendidos. Parecía una niña pequeña.

Debe ser a ella a quien estaban buscando -pensé, viéndola sonreír.

-¿Mademoiselle? -dije, para captar su atención- Creo que hay personas por ahí, buscándola.

por **Dajigar Obay** Lun Nov 07, 2011 8:41 am

Estaba muy ensimismada en mi misma pero la ilusión que había creado a mi alrededor ya no existía y no me fue muy difícil divisar una figura y más porque su rostro era blanco como la nieve destacando en aquellas sombrías calles aunque su vestimenta se camuflaba muy bien.

Justo cuando los labios de la frágil chica pronunciaron las primeras palabras me pare en seco, me voltee hasta enfrentarla y la escuche con atención para luego formar una “dulce” sonrisa en mis labios. Aquella mujer se me había extrañamente bella. Tenía la belleza de muchos inmortales pero no podía saber a ciencia cierta si lo era y tampoco quería forzarme utilizando mis poderes contra la que podía ser una humana común y corriente.

-Soy totalmente consciente de que hay personas que me están buscando Mademoiselle, y también soy perfectamente consciente de que los estoy haciendo sufrir con mis seguidas forma de rebeldía… -me encogí de hombro empezando a caminar a paso despacio hacia ella- Pero es culpa de ellos. No haberme perdido de vista.

Quede en ese momento casi cara a cara con ella. La examine más detenidamente con mis ojos color verde azulado y me embelese con el movimiento de sus rojos cabellos. Luego suspire ante sus finas fracciones de porcelana y tuve de repente un impulso de tocarla, de saber si era una ilusión mía o de si era tan fría e inmutable como una muñeca de porcelana.

-Sois extremadamente bella mademioselle imagino que os lo dicen frecuentemente –levante una mano y la lleve a su mejilla pero no llegue a rozarla sino que la mire a los ojos en busca de algún permiso, de alguna indicación de que podía seguir con mi exploración- Sois tan bella que deberíais de tener prohibida salir a estas horas a las calles por si los lobos feroces os puedan … comer –había cierto deje de amenaza en mi voz, pero no podía juzgarla por el envoltorio porque cuanto más la miraba, cuanto más la admiraba pe empezaba a convencer de su naturaleza. Además el simple hecho de no sentir ni un poquito de su calor corporal mientras estaba tan cerca me hacía estar tan segura de mi misma- ¿Puedo tocarle la mejilla? –pregunte en un final con la voz quebrada por el intenso frio de la noche que me azoto en el momento.

por **Audrey Nightray** Sáb Nov 12, 2011 9:48 pm

La respuesta de la joven me dio una especie de pantallazo, casi un prejuicio, de lo que ella era. Una joven muchacha adinerada y rebelde, escapando de sus sirvientes. Interesante, a mi parecer.

Se acercó a mí, de modo que quedamos frente a frente, y me observó detenidamente. Este acercamiento me permitió darme cuenta de que, en realidad, sus ojos tenían una extraña tonalidad entre verdosa y azulada.

"Ese es el color del que deberían ser mis ojos, si se unieran" -pensé, recordando el hecho de que mis ojos eran de colores diferentes, lo cual me había acomplejado bastante en mi juventud.

La mujer halagó mi belleza, extendiendo su mano hacia mi rostro. Podía sentir el calor de su cuerpo emanar sutilmente hacia mí. Lanzó un comentario ligeramente amenazante, como si se tratara de una serpiente, su mirada clavada en mi rostro, su ser entero tan frágil, suave... tan cercano.

Preguntó si podía tocarme, y parpadeé. La pregunta me había tomado un poco por sorpresa. Sabía que mi piel se sentiría para ella fría como la de un cádaver... Fijé mi mirada en sus ojos, ligeramente desafiante. No podía pasar por alto su actitud extraña. Ésta definitivamente no era una humana normal, pero no estaba realmente segura de qué clase de ser era.

-Desde luego que podéis tocarme la mejilla; es algo tan simple como alargar un poco más vuestro brazo... -dije lentamente, algo amenazante también, a mi vez- mas probablemente no debáis hacerlo, y, en realidad, no puedo aseguraros que sea seguro para usted.

En mi larga existencia, había aprendido a aplacar mis instintos, pero estaba sedienta; muy sedienta; y ella estaba sola en un oscuro callejón solitario, tan frágil y cálida... Y yo casi podía sentir el aroma de su sangre, palpitando bajo la fina capa de la blanca piel de su cuello.

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